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Tamer. por JHS_LCFR

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Capítulo 02

 

Sintió martillazos en la frente, luego, el eco de los golpes resonó en alguna parte de su mente y lo rodeó, proviniendo de alguna parte lejana, fuera de su cuerpo. Arrugó la nariz y mostró un poco los dientes, gruñendo: llevándose una mano lentamente a la sien, parpadeó un par de veces y trató de hacer foco. La gran gama de marrones, ocres y rojos le impedía identificar figuras, no obstante, los ruidos apagados y difusos de movimiento y ruido a su alrededor permanecieron, tomando forma y borde, resultando ser nada más y nada menos que la melodía de un día de trabajo.

Minseok se sentó de golpe al fin, cabeza y ojos inquietos mirando para todas partes: boquiabierto, bajó la mirada bruscamente al sentir cierta arena grumosa bajo sus palmas y entre sus dedos. Estaba sentado en tierra, tierra suelta y mal arada con varios círculos de pastos amarillentos a su alrededor. Dicha superficie se extendía infinitamente, bajo un enorme acampado de colores rojizos, amarillentos y anaranjados: allí estaban los causantes del alboroto. Hombres, viejos y jóvenes levantando la enorme tienda colorida y clavando ganchos, anudando sogas y haciendo palancas para levantar enormes estructuras de hierro.

Había jaulas, trampolines, incluso dos o tres barriles dispuestos a unos quince metros uno del otro (el acampado era simplemente…enorme).

Miró a su izquierda y vio centenares de butacas y sillas, dispuestas en hileras perfectas separadas en dos alas por un pasillo compuesto de una brillante y sedosa alfombra bordó.

Miró a su derecha y captó las plataformas y distintos niveles de lo que parecía ser un escenario: había hasta instrumentos musicales y trajes deslumbrantemente bizarros colgados uno delante del otro en percheros de casi tres metros de altos, habiendo tres niveles para colgar lo que Minseok supuso que serían las ropas de todos los responsables de los actos.

Con la boca reseca, se pasó la lengua sobre los labios y torció las cejas en confusión: ¿Qué rayos está pasando? ¿Dónde está…?

-¡Ah, despertaste!—escuchó detrás de él, y no pudo evitar chillar y saltar hacia atrás, lejos de la voz.

Su vigilante tenía un aspecto bastante peculiar, y Minseok no se refería específicamente a la vestimenta: tenía una melena enrulada y de color castaño claro, los rizos perfectamente enroscados caían y rebotaban sobre cejas pobladas y ojos desmesuradamente grandes. A pesar de la cantidad desorbitante de pelo, alcanzaban a verse dos grandes orejas ocultas entre los mechones, pero el premio se lo llevaba esa enorme e intimidante sonrisa maniática, que mostraba dientes perfectamente cuadrados y blancos.

-Gracias por levantarte—continuó el extraño, acuclillado frente a él y examinándolo como si Minseok fuese el verdadero fenómeno—, le aposté a Kai diciendo que te levantarías en la mañana. Gracias a ti, no tendré que juntar las sillas al final del show—el chico tenía mano enromes, todo él era gigante y largirucho y flacuchento; de la nada, le sonrió aún más y le tendió la mano—. Me llamo Chanyeol, si eso es lo que te estás preguntando.

Y Minseok, ceño fruncido en disgusto, habló por primera vez en lo que le pareció mucho tiempo.

-¿En serio? ¿Crees que, de todo lo que veo y lo que me ha pasado, me pregunto solamente cuál es tu nombre?—bufó, y Chanyeol se sorprendió, entristecido.

-Bueno…Suho dijo…

-¿Dónde rayos estoy y qué me hicieron?—tanteando su alrededor, notó que le habían robado la mochila, y también su teléfono—¿¡Qué hicieron con mis cosas y por qué estoy atrapado en este…circo!?

Entonces la felicidad de Chanyeol volvió a explotar en su rostro.

-¡Ah, entonces sí estás al tanto!

-¿¡Qué!?

-No preguntes dónde estás si ya sabes que estás en el circo—repuso, tontamente contento  balanceándose a los costados.

-¿¡Qué…!? ¡Era sólo una expresión!

-Pues entonces, eres bastante perspicaz—canturreó, casi orgulloso y con la espalda bien derecha—. Kai tenía razón. Eres grande, y eres fuerte. Te despertaste ni bien llegamos y Kai dijo que, aún dormido, te aferrabas a tu bolso extraño como si tu vida dependiese de ello.

De pronto, Minseok cayó en la cuenta y se levantó: ¡Sociología!

-Ok, ya está—exclamó molesto y quitándose el polvo de encima—. Esto no da gracia, tengo que ir a la facultad a rendir un examen y no tiempo para lidiar con ladrones excéntricos.

-¿Ladrones?

-¡Sí, así que denme mis cosas o llamo a la policía!

-¿Policía?—carcajeó Chanyeol, tomándose el estómago y rodando sobre el suelo—. Ay, qué gracioso eres. Eres fuerte, astuto y chistoso, me caes bien.

-No…estoy…bromeando—advirtió el otro, cerrando los puños y conteniendo a duras penas su enojo y frustración.

-Hey, hey, tranquilo—Chanyeol levantó las manos en señal de paz y habló en un susurro—. No te robamos nada: Suho está en su oficina revisando tus cosas. Y no hay tal cosa como la policía aquí…estamos a las afueras de Esmeralda.

-Esme… ¿Qué?

No daba risa, en serio que no daba gracia: Minseok buscó alrededor del desorden una salida de aquella enorme tela pintarrajeada y halló a lo lejos, bien en la otra punta, un corte rectangular que hacía las veces de puerta con dos solapas cosidas de mala gana hacia afuera, como si fuesen patéticas puertas; enfiló hacia el pedazo de horizonte que se veía por allí y pudo escuchar a Chanyeol detrás suyo gritar.

-¡Ey, dónde crees que vas, regresa!—pero ya era muy tarde, y Minseok agitaba los brazos para apresurarse y tomar carrera y velocidad.

Cuando su rostro golpeó contra el frío viento de la mañana, la visión apagó sus capacidades motrices y no pudo hacer más que desplomarse en el suelo con los ojos desorbitados y el corazón volcado, hundido en lo más profundo de su estómago.

No había nada. No había nada más que árboles, campo muerto y tierra reseca.

Se tomó del rostro desesperado, sin saber qué hacer: bajo sus rodillas zigzagueaba un camino de tierra con polvo de ladrillo que se perdía en una especie de ruta, pero si decidía avanzar, ¿Hacia dónde iría? ¿Dónde iría a parar? No podía lanzarse como si nada, estaba sin teléfono y en la mitad de una especie de llanura angustiante, habían tomado sus cosas y le habían llevado a un…circo, probablemente estuviese cautivo, secuestrado…y él ni se había dado cuenta.

-¡Xiumin, vuelve!—le gritó Chanyeol desde lejos, acercándose torpemente hasta que se dejó caer a su lado, resoplando y tomándose del corazón, arrugándose la camisa beige—. No te vuelvas a escapar, no corras así… ¡Me asustas!

Entre las respiraciones agotadas, Minseok miró a su alrededor y no pudo contener las lágrimas.

¿Dónde estoy?

¿Qué me han hecho?

¡Quiero volver a casa!

 

 

Siguió llorando por lo que parecieron horas. Incluso lloró sin darse cuenta que Chanyeol le tomaba del codo para levantarlo y volver a llevarlo a la tienda. Patético, pensó. Realmente patético. Cuando se quedó sin lágrimas y los ojos le dolían demasiado por la hinchazón, volvió a lamerse los labios secos y miró a su alrededor: el equipo de trabajo seguía colgando barras y armando escaleras y demás, como si no hubiese pasado absolutamente nada, como si Minseok no existiera.

-¿Te sientes mejor? —susurró Chanyeol, pasándole la mano cariñosamente por la espalda. Ambos estaban sentados en un óvalo de pasto, piernas cruzadas y espalda encorvada, echados hacia delante—. Mira, probablemente Suho me rete, pero creo que te hará bien —agregó, y Minseok observó su mano libre cargando un miñón de pan…enorme—. Es pan relleno—explicó, recuperando el infantilismo en la voz—, tiene carne con salsa y cebolla dentro. Te gustará.

Minseok lo miró por primera vez a los ojos. Eran enormes, súper redondos y profundamente negros. No obstante, a último momento notó la diferencia del iris marrón oscuro (increíblemente oscuro) bordeando la pupila: ¿Qué le pasa a este tipo?

-Toma—insistió. Y Minseok obedeció, echando un suave mordisco. No le agradeció—¿Mejor?—le sonrió, pero Minseok siguió sin soltar palabra. De pronto, el ruliento miró rápidamente a un rincón y levantó el mentón, atento como un perro entrenado—. Ah, me están llamando. Perdona, pero me tengo que ir.

Y levantándose, echó otra bomba de pánico en el pecho de Minseok.

-¡Espera! ¿¡Adónde vas!?

Chanyeol lo miró desde arriba, confundido.

-Voy a practicar. El show es mañana.

-¡No puedes dejarme aquí!

-Sé que no escaparás—le sonrió con tristeza—. Aparte, si lo haces, nada bueno saldría de ello. Te castigarán si lo haces. Así que, por favor no corras, espera un poco más y creo que te darán un par de respuestas—Y dejando el aire cargado de dolor y dudas, Chanyeol pegó media vuelta y enfiló, no sin antes agregar—: No me sigas.

-¡Alto! ¡Alto, por favor!

Minseok s levantó perdiendo agarre en el pan y una mano le apretó con fuerza el hombro, espantándolo de nuevo. Echó un grito corto, seco, y cayó de nuevo al piso.

 

 

Esta vez ni se dio cuenta de que se había desmayado…o dormido, quién sabe qué rayos pasaba últimamente con su cuerpo.

Se había despertado en una suerte de casa rodante que hacía las veces de camerino, pues en las barras, sillones y mesas se veían pinceles y brochas con cajas y valijas con compartimientos referentes al maquillaje. Había esponjas, pañuelos y fragancias embotelladas así como especias y esencias enfrascadas en botellas del tamaño de la palma de la mano, tapas a corcho y con los picos bordeaos por cintas blancas y celestes. A través de las ventanas, podía verse la entrada al acampado y la gente ir y venir: por gente, se trataba de los obreros y encargados de manutención. El público, según Chanyeol, llegaría mañana, y Chanyeol no tendría que levantar y juntar las sillas al final (le convenía recordar todo, lo más que pudiese si quería salir de allí sano y con una buena denuncia entre manos). No obstante, sus planes de escape se vieron eclipsados cuando la vista se le borró por un nuevo llanto apagado y silencioso: Había soñado con su madre.

Aquello era algo bastante extraño y a la vez lógico considerando lo que había ocurrido en los últimos… ¿Minutos, días o quizás…horas? En su sueño, veía a su madre llamándolo, preocupada. Él tan solo era un transeúnte invisible, ella no podía oírlo o verle: ella empezaba a soltar algunas lágrimas mientras se limpiaba con una servilleta de papel, estaba en la cocina de la vieja casa, blanca e inmaculada con varias fotos enmarcadas en la barra de desayuno. Incluso en el sueño, Minseok podía ver las fotografías con toda claridad, aún no las olvidaba: la de su primer día de escuela, la de su madre embarazada, la foto de su graduación…

Su padre no había aparecido en ninguna de las fotos. Se había marchado hacía tiempo, y había rehecho su vida en alguna parte del país o del mundo. “Él no tiene la culpa”, decía su mamá, “él no estaba listo para comprometerse…no quería atarse a mí por el resto de su vida. Porque éramos jóvenes”.

Y entonces la ira se había desatado en él: no era justo, y sí que tenía la culpa. En realidad, no tenía las agallas para ponerse los pantalones y encargarse de una familia, una familia que él había generado una noche de descuido por las fiestas, las drogas y el alcohol.

Su madre también había sido una irresponsable y, a pesar de que ella juraba y demostraba constantemente el amor genuino que sentía por él, el hecho de recordar y reconocer que él había sido un accidente simplemente le dolía demasiado, le desgarraba el pecho y le estrujaba el corazón. Por eso, para cuando abrió los ojos, en su mente sólo quedó grabada a fuego una cosa.

Tengo que volver a casa y tranquilizar a mamá.

-Buenos días—escuchó a su derecha, ¿Acaso siempre iban a tenerlo vigilado, desmayado y tumbado en el suelo?—. Chanyeol me dijo que estás algo agitado.

El chico que hablaba se veía tranquilo, sentado con las piernas dobladas y con un codo sobre la rodilla para poder jugar con sus cabellos castaños. También tenía orejas grandes…o algo así, lo que verdaderamente le había llamado la atención a Minseok habían sido sus manos, de muñecas delgadas con refinadas curvas en los dedos y uñas fina y delicadamente largas y cuidadas. Como si fuesen manos de mujer.

Una cadena plateada, probablemente hecha de acero, brillaba alrededor de su antebrazo. Un pequeño cascabel repiqueteaba cuando el chico se rascaba el párpado o la nariz.

-¿Quién eres?—fue lo único que pudo articular el recién levantado. Notó que cada vez que se levantaba, el buzo le molestaba en el cuello y la remera de abajo se le desacomodaba, por lo que gruñó y se miró el estómago.

-Quítate el abrigo si quieres—el chico llevaba una camiseta holgada sin mangas y blanca, mas el polvo había logrado dejarle vetas beiges, como la remera de Chanyeol—. Qué ropa extraña llevas.

-Lo dice quien lleva pantalones plateados centellantes—bufó Minseok, quitándose el buzo y suspirando de placer al sentir la libertad y la frescura en su cuerpo.

El extraño sonrió.

-No sabía que tenías una lengua tan picante… ¿Cómo te llamas?

-Creo que yo te pregunté primero—soltó, enfadado y girándose hacia él, pero sin abandonar su posición—. ¿Dónde estoy y qué hicieron con mi mochila?—pero el otro siguió sereno, sonriendo tranquilo—En serio, no estoy bromeando y no me parece gracioso.

-Me llamo Baekhyun—respondió, lamiéndose la boca rápidamente—, y estoy cuidándote porque Chanyeol me lo pidió. Dice que ya te estima, y mucho.

-¿Por?

-Por lástima, claro—resolvió, encogiéndose de hombros—. Dijo que te lloraste la vida y que no parabas de temblar…ahora veo que pasaste a la segunda fase. Te ves enojado e impaciente—sonrió.

-Sólo quiero saber qué hago aquí. Necesito volver a mi casa para ver a mi madre.

Baekhyun soltó una carcajada, pero no con mala intención, pues al instante pidió disculpas por lo bajo y sin perder la sonrisa.

-Tu madre no notará tu ausencia. Créeme—se cubrió así los ojos con la mano, como bajándose a sí mismo los párpados con las puntas de sus dedos—. Escucha, probablemente me maten si te digo esto sin autorización, pero estás aquí por un motivo. No somos ladrones ni asesinos, pero…básicamente te necesitamos. Según nuestro…jefe—pronunció la palabra con desconfianza, como incómodo—, tienes algo que nos vendría bien a largo plazo. Así que tendremos que pulirte un poco y tú te quedarás aquí con nosotros por un tiempo.

-¿Cómo?—Minseok entrecerró los ojos, tirándose hacia atrás—¿Qué quieres decir con eso? ¡No pueden secuestrarme, retenerme contra mi voluntad va en contra de la ley!

-¿Ley?—tosió Baekhyun, entretenido, para luego volver a reír: al hacerlo, sus pómulos subían hasta transformar sus ojos en dos curvas delgadas y pintadas de negro, sus pestañas eran cortísimas—. Aquí no existe la ley. Al menos no fuera de la Capital.

-¿Capital?, ¿Seúl?

-Capital, Capital. Ciudad capital llamada ‘Capital’—asintió Baekhyun, con los ojos abiertos—. La Capital con el Palacio Capitolio, donde daremos el show de fin de año.

-¿El show de…?

-Baekhyun—una voz severa y tirando a grave interrumpió la conversación, irrumpiendo en la casa rodante. Minseok miró para la entrada y alcanzó a ver un rostro pálido y vestido de gala, con un joven que se quitaba a modo de saludo un sombrero tan negro y opaco como la capa que llevaba sobre su camisa blanca.

-¡Tú…yo te conozco!—gritó, señalándolo: él era, ése era su raptor.

-S…Suho… -Baekhyunse paró de una salto y levantó las manos en señal de inocencia, el sudor bajó repentinamente por sus sienes y bajo su flequillo mientras temblaba y negaba frenéticamente—, yo… ¡Yo no le dije nada, Chanyeol le metió cosas en la cabeza y yo sólo quería hacerlo callar!

 

 

 

 


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