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Aquí y ahora [Hetalia] [FrUk] por Empoleon

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Notas del fanfic:

Etto... Holaaa :D Este Fic es Yaoi, Hetaliano y FrUk :3 Si eres no tolerante, odias la historia y/o eres de los que luchan a muerte por el UsUk cosa que yo no hago... No pos ya sabes xD

Advertencias: Yaoi blablabla malas palabras por partes de un inglés cejón avergonzado blablabla :v 

Disclaimer: Hetalia pertenece a Hidekaz Himayura, si perteneciera a las Fans toda la serie sería del estilo de Beautiful World porque ahí son sexys :1

Notas del capitulo:

Pssss no se me ocurre que decir... Así que, lean pequeñas langostas :v

Arthur carraspeó levemente y pasó la página de su libro. Estaba sentado en un pequeño banco metálico, sintiendo como se emocionaba gradualmente mientras llegaba al punto álgido de la historia.

Era una mañana soleada, aunque fría, en la normalmente nublosa ciudad de Londres. Por primera vez en varias semanas, no llovía a cantaros, y se podía salir de casa sin coger un paraguas


- ... - el hombre, de unos veintitantos años, rubio paja y cejas pobladas, sonrió imperceptiblemente mientras cerraba aquella obra que tanto le maravillaba. Levantó la vista y buscó con la mirada a su pequeño primogénito, al que había dejado irse a jugar poco tiempo atrás.


Un pequeño y amarillo mechón antigravitatorio le indicó que el chico de siete años se acercaba a gran velocidad. Arthur dejó el libro en el banco, justo para recibir al niño que saltaba impasible en su regazo.


- ¡¡Papá, papá!! - gritó el pequeño, manoseando las mejillas del mayor. - ¡¡Yo y Matt hemos estado jugando a los superheroes!! ¡¡Yo era el Hero, Batman!! ¡¡Y él era un malvado doctor que quería destruir el mundo!! ¡¡Pero gané!!

- ¡My god, Alfred! ¡Habla más despacio! - exclamó Arthur, mareado. - Primero, quítame esas manos de la cara que a saber que has estado haciendo. Segundo, se dice “Matt y yo”, no “Yo y Matt”. Y tercero, ¿quién demonios es Matt?

- ¡¡Papá!! ¡¡Te lo presenté hace horas!! ¡¡Su papá ha estado jugando todo el rato con nosotros!!

- Vaya... “¿Tanto tiempo ha pasado?” - pensó el rubio para sí, algo avergonzado.


Un hombre de cabellos dorados, los cuales le llegaban por los hombros, se acercó a donde estaban padre e hijo, con una inmaculada sonrisa. Cargaba a un chico de edad casi similar a la de Alfred, con el pelo rubio pálido, que sollozaba insistentemente con la cara escondida en el cuello del mayor. Entre sus manos se adivinaba un pequeño oso blanco de peluche, que apretaba con fuerza.


- Bonjour, Alfred~ - saludó con un marcado acento europeo. Seguidamente se giró al inglés. - Usted debe ser el padre del pequeño huracán, ¿no?

- Well, lamentablemente si. - respondió Arthur riendo, levantándose y tendiéndole la mano. - Arthur Kirkland.

- Francis. Francis Bonnefoy. Un gusto. - se presentó, entrecerrando los ojos. - Estábamos paseando y de pronto Mattie me trajo a Alfred pidiéndome jugar con él... Pero ya nos tenemos que ir, así que vine a dejarle aquí sano y salvo~

- Thanks. - dijo el rubio, acariciando la cabeza de Alfred. - Me estaba contando lo que han estado haciendo mientras jugaban. Siento no haber estado vigilándolo. ¿Ha tenido algún problema con él?

- Que va, ha sido muy educado. Aunque... - observó la cara sollozante de su hijo, a lo que Alfred hizo una mueca de arrepentimiento.

- No fue culpa mía... - dijo el pequeño hinchando los mofletes. - Tenía que salvar al mundo, porque era el Hero.

- Bien sûr. - rió Francis, dándole palmaditas en el hombro. Luego procedió a explicarle a Arthur, que los observaba confundido. - Es que... Mientras estaban jugando, Alfred rompió sin querer una pistola de juguete de Mattie. Pero no es importante, solo se ha disgustado un poco. Le ha pedido perdón y le ha consolado... Aunque no ha servido para mucho.

- Oh... Lo siento mucho. - se disculpó el rubio. - Nosotros también nos íbamos ya. ¿Tiene tiempo ahora? De camino a su casa puedo comprarle una nueva a... su hijo.

- ¡Claro que no! - respondió, casi indignado. - No es algo importante, se le terminará olvidando. Además puedo ir en cualquier momento a comprarle una nueva, no cuesta absolutamente nada caro...

- Por favor. Me gustaría mucho. - dijo Arthur con una sonrisa. - Es mi culpa por no haber estado vigilándolo...

- Bueno... No me gustaría quedar en un compromiso. ¿Quieres ir, Mattie?

- ... - el mencionado asintió con la cabeza, observando a Arthur desde detrás de sus gafas empañadas.

- Très bien! - rió Francis, bajándolo al suelo.


Los cuatro comenzaron a caminar bajo el pálido sol que trataba de hacerse ver desde detrás de las nubes. Alfred aminoró su paso para quedarse al nivel de Matthew, que caminaba tímidamente rezagado del grupo.


- Hey... - llamó el mayor. - Siento lo de tu pistola... ¿Me perdonas, please?

- ¿Eh? A-Ah... Claro. - dijo con una sonrisa, aunque su voz apenas pudo llegar a los oídos del mayor por lo baja que esta era.

- ¡Awesome! ¡Ya verás! Un día te invitaré a mi casa y te dejaré a montar a Snowy. ¡Snowy es nuestro unicornio! Pero no le digas a nadie que tenemos un unicornio, ¿okay?

- Eh... - Matthew miró a Alfred mareado de tanta palabrería y obviamente incrédulo. - ¿Los unicornios existen?

- La verdad es que no lo se. Mi papá dice que si, que él los ve y son muy amables. Pero que el resto de la gente no puede verlos y por eso no hay que decirlo. Pero yo te lo digo porque eres awesome. Además, aunque no los veas puedes tocarlos. They are invisible, like... ¡Like Susan Storm!

- Um... S-Sure...

- ¡¡Papá!! - gritó Alfred acercándose al mencionado. - ¡¿Puedo invitar a Matt a casa para que se monte en Snowy?! ¡¡Pleaseeee!!

- ¿Mmm? ¿Tienen perro o algo parecido? - preguntó Francis, sin quitar su sonrisa.

- ¡¡Es nuestro unicornio!! ¡¡Es genial!! - gritó el rubio. Acto seguido se marchó junto a Matthew sin esperar la respuesta de su padre, que había enrojecido violentamente.

- Vaya... ¿Es legal tener unicornios en esta época del año en Inglaterra? - bromeó el hombre con complicidad, mirando detenidamente al inglés.

- Ah... Hahaha, esos niños y su imaginación... - murmuró Arthur rápidamente.

- Oh la la... Un niño creativo. - suspiró. - Me gustaría que mi Mattie fuera más extrovertido, ¿sabes? Casi me parece un milagro que haya accedido a venir a la tienda. Nunca dice lo que quiere ni lo que piensa, y la rara vez que lo dice, no se le escucha con ese tonito de voz tan bajo que tiene...

- Bueno, al menos no está gritando todo el tiempo, ni rompiendo chismes, ni corriendo de un lado para otro todo el tiempo, ni llama a la policía para que vayan a una dirección equivocada porque ha ocurrido un asesinato a sangre fría con motosierra incluida. - dijo Arthur.

- Bromeas, ¿verdad? - preguntó el rubio, sin saber si reírse o llorar.

- ¿Te enseño la grabación o la orden de alejamiento que nos impuso la familia que vivía en aquella casa?

- ¡Oh, mon Dieu! - exclamó, empezando a reír tan alto que los transeúntes le miraban de forma extraña.

- Eh... F-Francis, please... - pidió el inglés, ruborizado por la atención no deseada.

- ¡¡...jajaja!! Je suis désolé, pero... - susurró el mencionado mientras se limpiaba una lagrimilla rebelde. - ...no negarás que es buenísimo esto, ¿no?

- Claro, claro, cuando no te pasa a ti... - gruñó por lo bajo. Viendo que llegaban a una juguetería que era cercana al parque, metió su mano en el bolsillo en busca de su cartera.


Alfred pasó entre medio de ambos, lanzado como una bala. Detrás lo siguió Matthew, también corriendo, pero jadeante. Parecían estar jugando al pilla - pilla. Francis les gritó en broma y salió detrás de ellos, mientras Arthur los miraba divertido.

Movió su mano un poco más en el bolsillo. No encontraba su cartera. Ni en el otro. Ni en los dos traseros. ¿Estarían en los de su gabardina?


- Eh... ¡Alfred! - llamó el rubio, confundido. El chico vino de inmediato, esquivando a Matthew que casi le cogía en ese momento.

- What's up? - preguntó, con la frente brillante por el sudor.

- ¿Sabes si por casualidad me he dejado la cartera en casa?

- ¡Pfff, papá! ¿No te acuerdas? Cogiste un billete para comprar chuches y la dejaste encima de la mesa, junto al mando de la tele.


Se puso pálido como el papel. ¿Había escuchado bien? Había sido el culpable de que la pistola se hubiera roto, insistido en comprar el juguete a... al chico de Francis. Obligado a ambos a ocupar tiempo en su capricho, ¿y resultaba que ese día había decidido no llevar la cartera?

Francis llegó, resoplando, con Matthew sobre sus hombros. Se había recogido el cabello en una pequeña coleta mal hecha, pues este se movía al correr y le molestaba. Se acercó a Arthur, quien se había detenido en mitad del camino, obstruyendo la circulación de las personas que pasaban por allí.


- Phew... Estoy en buena forma, pero necesito un poco de ejercicio, ¿sabes? - jadeó el hombre, limpiándose la cara. - Um, ¿pasa algo, Arthur?

- M-Mi cartera... - musitó, cambiando del blanco al rojo en cuestión de segundos. - No... la traigo...

- ¿Tu cartera? ¿Para qué...? ¡Ohh! - rió Francis, con la mano en la boca.

- Bloody hell... - maldijo Arthur, tapándose la cara con las manos, ignorando las estruendosas risas de su hijo. - My God...

- Ya está, ya está. - calmó el otro, poniéndole la mano en la espalda. - No es como si fuera algo importante... No es como si hubieras quedado en un compromiso conmigo.

- Go to the hell, Francis. - gruñó, enrojecido.

- ¡Que no pasa nada, hombre! - exclamó Francis, aguantándose la risa. - Ya si eso, pues otro día quedamos...


Arthur lo miró de reojo y asintió. Buscó algo en el bolsillo de su chaqueta, sacando un paquete de pañuelos. Cogió uno y garabateó algo con velocidad. Luego se lo entregó al rubio, quien le miraba confundido.


- ¿Qué es esto? - preguntó el mayor, observando la escritura del inglés.

- I'm so sorry... - se disculpó. - Es mi número de teléfono. Cuando tengas tiempo, si quieres, me llamas y vamos a... bueno...

- Oh... Merci, Arthur. - sonrió Francis, guardando el pañuelo a buen recaudo. - Bueno, entonces, ¿nos vamos, Mattie?

- ¡Si! - gritó, o más bien susurró el pequeño, desde los hombros de su padre. - Adieu, Alfred.

- Bye - bye, Matt! - se despidió el mencionado. - Siento lo de tu juguete. Por cierto, ¡tu oso es awesome!

- Hoho, bueno... Muchas gracias, Arthur. - dijo, con un apretón de manos. Acto seguido, le revolvió el pelo a Alfred y empezó a andar por el camino contrario al de ellos dos.

- ...


Arthur no dijo nada, pero sonrió, con algo de vergüenza por lo que había pasado. Sin embargo, aquel tipo le había caído bien, y bueno, Alfred tenía un amigo, ¿no? (Del cual cuyo nombre nunca recordaba) Así que tendrían otra excusa para verse, quizás tomar algo en una cafetería...

Agarró la mano de su hijo, suspirando porque era tarde y tenía que hacer muchas cosas en casa.


- Vamos, Alfred.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado :3 Supongo que seguiré la historia a continuación, así que... Chauu xP


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