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Los ojos de Venecia [Hetalia] [GerIta] por Empoleon

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Notas del fanfic:

Holiwis :3 (?)

Notas del capitulo:

Holiiiiiiiiiiii :D Traigo este nuevo Fic GerIta que se me ocurrió viendo El mercader de Venecia, la cual vi con la premisa paterna de que tendría Yaoi (askdjhldsh Mentira :'c Solo uno que está enamorado del prota... Pero solo Fanservice T-T) Total, que vi unos gondoleros, y dije kdhlahddlgfkj IDEA :v

Fue muy duro escribir como un potato siendo española... Perdonen mis fallas sobre idioma y geografía, pero soy estúpida y eso no se arregla con Yaoi 

Hallo, mi nombre es Ludwig. Y escribo esto para mostrarles lo maravilloso que puede ser una persona. Sobre todo, una a la que conocí hace un corto período de tiempo, y que aun así, cambió mi vida por completo.

Obtuve su permiso para publicar nuestra historia, con la premisa de que se la mostraría en cuanto la finalizara. Así que, seguramente estés sonriendo cuando te lea esto en voz alta, Feliciano. Espero que te guste igual que aquello a lo que llamas tu comida preferida.

Como ya dije, me llamo Ludwig, Ludwig Beilschmidt, y vivo junto a mi hermano mayor en un piso en la ciudad de Berlín. Mejor dicho: vivía, ya que me mudé a la casa del ser más precioso de la Tierra. Mi hermano, Gilbert, se dedica a la ornitología, algo que se le da especialmente bien; y yo me dedico a plasmar en papel todo lo que pasa por mi cabeza.

El trabajo de escritor, es lo que me llena, y fue el detonante de todo lo que ahora voy a contarles. No soy un experto en el habla, mi fuerte no es la empatía, y muestro mis emociones en contadas ocasiones. Sin embargo, poder dejar huella de lo que me importa en un simple cuaderno u hoja es algo que realmente me emociona.

Todo esto comenzó un día en el cual sentí que mi inspiración había desaparecido. Así, sin más. No sabía que hacer, y mi hermano me recomendó que me fuera de viaje. Yo nunca había salido de Alemania, y pocas veces lo había hecho de Berlín, por lo que supuse que sería un buen aliento a mi trabajo. Empaqué mis maletas y me marché a Venecia, en Italia.

Fui totalmente solo, no sabía absolutamente nada de italiano, solo el poco que había leído en un pequeño diccionario en el vuelo, y tenía miedo de como me manejaría en aquel país desconocido y a la vez misterioso para mí.

Cuando llegué, ya en el atardecer, dejé mi equipaje en el hotel, y lo primero que hice fue ir a probar uno de los platos típicos de Italia: la pasta. Después, con el estómago lleno y la mente abierta a nuevas experiencias, decidí montar en góndola. ¿Qué podría ser más inspirador que pasear en esas majestuosas embarcaciones que habían aparecido en innumerables obras literarias y artísticas?

Sin embargo, lo que más me llegó a inspirar ese día, no fue ni la góndola, ni el rítmico acompasar del paseo por las aguas de Venecia...

Llegué a un embarcadero solitario, ya oscuro por la ausencia del Sol en la ciudad. Allí, la vi. La muchacha más hermosa, pura y frágil que pudieran imaginar, vestida con unos pantalones negros, una camisa de rayas blanca y negra y un sombrero de paja color ocre, la vestimenta típica de un gondolero.

Podría decirse que me enamoré casi al instante. Su rostro parecía esculpido en la más fina de las porcelanas, sus manos se movían con una agilidad asombrosa, atando y desatando cabos unidos a la barca. Sus perfilados labios estaban curvados en una mueca que solo profesaba un placer inmenso por las actividades que estaba llevando a cabo. Y sus ojos... Aquellos que con gracia color parda me miraron, entrecerrados por largas pestañas que recordaban a los canales por los que solía remar con su góndola, fueron lo que más me maravilló de ella. Podrías sumergirte en ellos, y con infinidad de alegría y bondad en su interior, ver la esencia del otoño en su máximo esplendor.


- Buonasera, signore~


La miré con sorpresa, ya que me había ensimismado en mis pensamientos. Sin embargo, me relajé al oír aquella voz tan melodiosa que me había saludado.


- Eh... Ciao. - dije yo, tratando de no mostrar mi inseguridad. - Quería saber... Si aquí... Góndolas... - obviamente, mi italiano no había mejorado en ningún momento desde el aeropuerto.

- Oh, ¿es usted extranjero? - me preguntó en inglés, a lo que asentí. - ¿Alemania o Rusia? Siempre confundo los acentos, ve~

- Vengo de Alemania. - respondí en el mismo idioma. - ¿Podría tomar un paseo en góndola?

- Ve~ Alemania es un país precioso. - esto lo dijo en un alemán bastante fluido, cosa que me sorprendió. - Pero las mujeres son muy grandes allí, ¡me dan miedo! Ve~ Aunque son muy guapas, ve~

- Mmm... Podría discutirlo. - respondí, divertido interiormente por como lo había dicho. - Desde que he llegado, no hago nada más que encontrarme con chicas de baja estatura e hiperactivas, que se asustan nada más verme, algo así como usted.

- ¿Crees que soy como una chica, ve~? - me preguntó, confundida. - De pequeño me confundían con una, pero no creí que aun llegara a este punto, ve~


Crack. Todas mis emociones se rompieron y desvanecieron ahí, para dejar paso a una incómoda vergüenza. Si, Feliciano. Te confundí con una chica en el primer momento que te vi, y es algo de lo que me arrepiento mucho. Sin embargo, creo que nada de lo nuestro hubiera pasado jamás si semejante equivocación no hubiera ocurrido.


- Oh... No, claro que no. - murmuré, absorto.


Me daba cuenta ahora de las diferencias que se podían observar entre él y una mujer. En primer lugar, no tenía absolutamente nada de pecho. Su voz era, aunque algo aguda, demasiado grave como para ser la de una mujer. La contextura de su cuerpo era pequeña, pero obviamente musculosa, ya que pertenecía a un gondolero. Sobre todo, de lo cual me enteré mucho después, es que en novecientos años de tradición solo había una chica gondolera que había aprobado los cursos del oficio recientemente. Las góndolas eran algo de hombres, no de mujeres como la que yo había creído visualizar aquella noche.


- La verdad, es que yo ya había terminado mi jornada, ve~ - me dijo, mirándome con aquellos ojos, que ahora se tornaban tristes. - Aunque, puedo hacer una excepción, ve~

- ¡No! No hace falta, puedo volver mañana. - respondí yo, haciendo ademán de marcharme.

- ¡Sube, hombre! - exclamó contento, haciendo el gesto con la mano. - Te lo dejo gratis, ¿si? Sube, per favore.

- Bueno, si insiste... - la verdad, acepté porque aquellos viajes podían costar un ojo de la cara, y aunque yo ya iba mentalizado para ello, no estaba nada mal que me hubieran invitado.


Bajé con cuidado a la góndola, que se mecía levemente con las aguas del canal. El gondolero me siguió de un salto, cosa que hizo que casi me cayera del susto. Me impresionó ver como tenía un remo en vez de usar una pértiga, como yo había visto en tantas películas. Lamenté no haberme informado mejor y haber desmentido tantos clichés que se habían formado sobre aquella ciudad.


- Mi nombre es Feliciano, ve~ - comentó él, comenzando a remar. - Superé el examen de gondolero hace unos... Tres años, ve~. Lo cierto, es que amo pasear por los canales de Venecia. Creo que es la ciudad más hermosa del mundo, ¿sabes? Y lo más maravilloso es que los gondoleros somos algo así como un puente que une al resto del mundo con ella. Hay parte de Venecia que no puede verse si no es en góndola, toda ella es muy bonita, ve~

- Vaya... Es algo muy... Profundo. - musité yo, sin nada más que decir. - Mi nombre es Ludwig, soy de Berlín.

- Una ciudad muy bonita también, ve~

- ¿Has estado allí?

- Casi, ve~ Mi fratello estuvo con su novio hace cuatro años para visitar a un amigo que vive allí. Me mandó muchos vídeos y fotos, y casi tuve envidia de lo bella que era, ve~


Sonreí para mis adentros. Lo raro era, que aunque sabiendo que era un chico, mis sentimientos afectivos persistían. Su cabello, de color castaño, se agitaba con la brisa nocturna. Este tenía un “rulito antigravitatorio” que igualmente se movía de un lado para otro. También parecía tener un tic verbal con el vocablo “Ve”, algo que le añadía personalidad y que le hacía mucho más tierno de lo que ya era.

Realmente, yo no me había considerado nunca homosexual. Tuve varias novias en el instituto y en la universidad, y nunca me había sentido atraído por ningún hombre. Había que considerar también que aquel chico era algo andrógino, y que sus formas y gestos no eran muy... varoniles.


- ¡...y mi comida favorita es la pasta, ve~! Adoro todo lo que sea pasta. Aunque si son espaghettis o pennes me gustan mucho más. Mi fratello se declina por los tomates, pero si le pones pasta con tomate, ¡se vuelve loco, ve~!

- Vaya... Te invitaré algún día a pasta. - dije en broma, sonriendo por la retahíla de cosas que estaba soltando.


- ¿De verdad, ve~? ¡Me gustaría mucho! Pero supongo que tendrás que irte pronto del país, pareces un hombre ocupado, ve~ ¿En qué trabajas?

- Soy escritor. - no vi ningún problema en decirle mi oficio. - No soy nada conocido, pero hago esto por el gusto, no tanto como el dinero.

- ¡Igual que yo! Podrías escribir sobre Venecia, ve~ Seguro que tus relatos son impresionantes.


En ese momento, giré hacia atrás la cabeza, ya que estaba sentado mirando a Feliciano, y vi como otra góndola casi nos rozaba a causa de la estrechura del canal. El otro gondolero se puso a gritar repentinamente, muy enojado.


- ¡¡CAZZO STUPIDO!! ¡¡STRONZO DI MIERDA!! ¡¡MIRA POR DONDE VAS!! - chilló el hombre, en un italiano cerrado que apenas pude comprender. - ¡¡VAFFANCULO, CASI TE ME ECHAS ENCIMA!!

- ¿Ve? ¡Fratello, no te había visto! - exclamó el castaño contento, saludando al gondolero. Me era imposible creer que aquel... degenerado fuera el bruder de Feliciano. - ¡Justo ahora hablaba de ti!

- Che cosa...? ¿F-Feliciano? - las mejillas se le encendieron de un color rojo pasión. - Scusate, no sabía que eres tú. De todos modos, ¡ten cuidado!

- ¡A la orden! - él adoptó una postura militar, haciendo suspirar a su hermano.

- Voy al embarcadero, que ya voy tarde. - en ese momento, me miró de arriba a abajo, con el ceño fruncido. - ¿Eres alemán?

- J-Ja... - respondí yo, algo amedrentado.

- ¡Feliciano, ¿por qué llevas alemanes en tu góndola?! ¡Te dije que no llevaras alemanes! - gritó el hombre, mirándolo furioso. - ¡Son bastardos patatas que solo vienen aquí a hacer turismo y malgastar dinero en idioteces como esta!

- Ve~ En verdad no le he cobrado nada~

- ¡¡ENCIMA DESPERDICIAS DINERO, STUPIDO!! ¡¡LA COMIDA DE MAÑANA LA PAGAS TÚ!! - el chico empezó a remar en sentido contrario al que íbamos, pasándonos de largo.

- ¡Buonasera, fratello! - se despidió Feliciano. - Y perdón por lo de antes...

- Si, si... Ten cuidado por donde vas.


Dicho esto, aquel gondolero desapareció por una esquina. Feliciano se limitó a suspirar con una sonrisa y siguió remando. Sin embargo, el silencio no duró mucho, ya que aquel chico persistía en mantener una conversación.


- Ve~ Ese es mi fratello, Lovino. ¿Te has dado cuenta de que somos casi como gemelos? Él es unos años mayor que yo. Dice que no le gusta lo de tener que llevar turistas de un lado para otro, pero yo se que realmente ama su góndola y los canales de la ciudad, ve~

- ¿Pero por qué es tan gruñón? - pregunté yo, confuso. Se había disculpado en cuanto supo que era Feliciano, pero inmediatamente había vuelto a atacarle como si no hubiera un mañana.

- ¿Mmm? A mi me pareció que estaba más alegre de lo usual...

- Was? Bueno... - simplemente, ese tipo NO estaba más alegre de lo usual. - Además, casi ni lo rozaste siquiera... ¿Cómo no pudiste ver que se acercaba?

- Ah, scusate signore~ La verdad es que yo soy ciego, ve.


Me sentí avergonzado por preguntarle algo tan ofensivo, sobre todo porque acababa de conocerlo. Entendí porque su hermano se había avergonzado tanto por reñirle de tal modo, al haberle dicho que no había visto por donde iba. Un sentimiento de angustia se apoderó de mi corazón y me impidió respirar. Aquel hecho era simplemente tan... triste...


- ¡L-Lo siento! No era mi intención...

- Ve~ Pero no te preocupes. Me se todo los canales como la palma de mi mano~ No corremos riesgo de chocar contra ninguna pared... Aunque como ya has visto, tengo problemas con el resto de góndolas.

- Pero... Aun así, ¿cómo has logrado que te permitan conducir una góndola? - pregunté yo, avergonzado pero curioso.

- Em... Es que es un secreto, ve... - tartamudeó Feliciano, algo ruborizado. - Me quedé ciego un año después de haberme convertido en gondolero, así que mi hermano me ayudó a ocultarlo de los demás para que nadie se enterase... Ve~

- Vaya... Lo siento mucho. - me sentía extraño porque alguien desconocido me contara algo tan confidencial al conocerlo. - ¿Cómo es me has contado algo así? Digo... Apenas acabas de decirme tu nombre...

- La verdad, no lo se... Ve~ Solo sentí que a ti si podía contártelo. - dijo él, volviendo a sonreír. - No se lo dirás a nadie, ¿verdad, ve~?

- ...No, supongo que no. - hice mi mejor esfuerzo por sonreír de vuelta, a pesar de lo mucho que me costaba en ese momento.


Me sorprendió el que su ceguera no le supusiera ningún obstáculo para el oficio, y que hubiera podido ocultarlo tan bien. Debía ser difícil vivir con esa deficiencia a diario, sobre todo siendo alguien tan pasional y alegre como Feliciano. Sin embargo, era esa alegría la que escondía tan bien aquello a los ojos de los demás.

Unos veinte minutos después, amenizados por una bella melodía que Feliciano había comenzado a entonar, la góndola arribó en el mismo embarcadero de antes. Yo insistí en el pago del viaje, ya que era muchísimo dinero. No obstante, él se negó fervientemente y casi me amenazó con no dejarme subir de nuevo si le pagaba, así que opté por invitarle a una comida al día siguiente y marcharme de nuevo al hotel.

Aun caminando solo por las silenciosas calles de Venecia, no podía dejar de pensar en aquellos hermosos ojos que habían perdido la capacidad de la visión, pero que me habían mostrado otro mundo...

Notas finales:

Espero que les haya gustado... :3 Como no creo que haya palabras difíciles de entender, no dejaré diccionario alguno xD Pero si aun así lo necesitan, avisen :P


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