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DOCE DIAS por Butterflyblue

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Notas del fanfic:

Hola mis queridas y queridos amigos, he venido para traerles el ultimo trabajo de la serie SECUESTRADOS. La pareja es Asahina e Isaka, ellos eran los que me faltaban. Tiene de todo un poco pero toca principalemente el tema del control con un toque de Bondage, dominacion y sadomasoquismo, jejejejeje queria hacer algo diferente y como el tema esta en el ambiente bueno, queria aplicarlo desde mi percepcion. En fin las advertencias, las de siempre.

CONTIENE MPREG, LOS PERSONAJES NO ESTAN EN CANON, VA A HABER MUCHO LEMON Y LENGUAJE FUERTE.

Una vez aclarado esto, no quiero quejas ni comentarios al respecto, si lo advierto es para que las personas a las que no les gusten estan cosas no entren a leer.

A los que me acompañen BIENVENIDOS DE CORAZON. Los vere por aqui en estos doce capitulos que espero que les gusten.

 

COMO SIEMPRE LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN SON DE NAKAMURA SAN Y ESTE TRABAJO ES SIN FINES DE LUCRO SOLO POR DIVERSION.

Notas del capitulo:

No tengo mucho que agregar solo que espero disfruten este trabajo.

Gracias por leer y saludos.

Butterflyblue

 

Prólogo.

 

Despierta mecánicamente. Como cada mañana, incluso antes de abrir los ojos, se coloca la máscara que presenta ante el mundo. Todo está bien, parece gritar el rostro impasible y sereno que deja que la gente admire, pero por dentro, en el fondo de su corazón, él lo sabe, nada está bien.

Se baña, se viste, se mira al espejo, todo con absoluta tranquilidad. Las cosas han ido perdiendo el sentido. Lo cotidiano se ha vuelto común, la vida ha perdido los colores. Hoy, vive inmerso en un mundo gris, apático, carente de emoción. Escucha el sonido de una risa y una ligera sonrisa se pinta en sus labios. Lo único que tiene sentido en su vida, ha despertado.

 Cuando sale de su habitación pulcramente vestido, camina hacia la habitación de su hijo. Es una lástima que a pesar de haberlo intentado por largos años, Shunsei llegara justo cuando su matrimonio no tenía regreso.

—Hola mi pequeño. Despertaste muy enérgico hoy.

Él bebé lo saluda con emocionados grititos, extendiéndole los brazos para que lo cargue. Tiene diez meses, es un niño saludable, hermoso y hasta cierto punto feliz. Llegó al mundo unos días después que firmaran la sentencia de divorcio, pero eso no ha impedido que sus padres lo amen con locura. Cuando Ryu lo carga y lo mima con besos y caricias, recuerda su renuencia cuando le informaron hacía ya muchos años que era uno de los muchos hombres que podía dar vida.

Aquella época de su vida fue caótica, pero Kaoru había sido un gran apoyo en aquellos momentos. Apenas eran novios y estaban en la universidad. Un chequeo de rutina les dio la inesperada noticia. Su padre enloqueció, su madre no sabía que decir. Solo su hermano le había servido de apoyo en la familia. Era gracioso que ahora, aquellos que en aquel momento rechazaron la idea, eran unos abuelos muy consentidores y felices.

—Oh Ryu, te vas a manchar todo. Deja que yo cambio a Shu chan.

Ryu sonríe cuando su hermano entra a la habitación con un rostro de recién despertado y le quita a su pequeño amor de los brazos.

—Despertaste tarde, Hiroki. Recuerda que hoy tienes una entrevista en la editorial.

Su hermano sonríe y asiente. Al momento alguien toca la puerta. Ryu sabe quién es, nadie entra a la habitación de su hijo sin su permiso, sólo Hiroki y él tienen total acceso al pequeño bebé. Por eso el ama de llaves siempre toca antes de entrar a cualquier habitación de aquella casa.

—Se… Señor, el desayuno está listo y Momoki san quiere saber si puede subir.

Ryu gira su rostro hacia su hijo sin responderle a la chica, lo besa, le susurra algo al oído y luego le da un beso a su hermano en la frente.

—No llegues tarde. —murmura con ternura.

Hiroki asiente. Ryu pasa por un lado de la chica girando órdenes.

—No voy a desayunar. Dile a Momoki que espere que Hiroki termine con mi hijo y luego suba. Se quedará con él hoy, pues Hiroki va a salir. Regresaré para la cena tengan todo preparado.

Hiroki está en la puerta escuchándolo. Shunsei se revuelve en sus brazos traviesamente. Pero Hiroki no le está prestando atención. Escucha el seco tono de voz de su hermano, su postura indolente, fría, llena de amargura. Mira más allá de la máscara que Ryu lleva usando por meses. Siente su dolor, su cansancio. Puede escuchar los gritos de auxilio de Ryu, aunque su propio hermano no pueda escucharlos.

—Hoy no vamos a comer con mami, Shu chan. Él va a estar unos días fuera.

Le dice Hiroki, cariñosamente a su sobrino, mientras le prepara para darle un baño. Ya está todo listo. Hay una pequeña maleta en su habitación. Sus padres ya le esperan. En aquellas horas de la mañana la expectativa es mucha. Todos rezan para que las cosas salgan bien, quieren que el objetivo de aquel descabellado plan se cumpla. Tienen temor por la reacción del más perjudicado en todo aquello, esperan que les perdone lo que por amor están dispuestos a hacer. Unas horas más y ya no habrá vuelta atrás, muchos corazones están palpitando al unísono y ansiosamente en aquel instante.

—El avión estará a las nueve de la noche en el hangar oeste. Tienes una hora para salir. Todos los documentos están en regla. Irá una enfermera contigo para mantenerlo sedado, pero solo será hasta que lleguen a su destino. Luego estás solo Kaoru. Ya todo lo que necesitas está en la casa.

Kaoru asiente, ya no siente nervios o temor o arrepentimiento. Está a horas de tener lo que es suyo, de vuelta en su lugar. Hay sí, una excitación tremenda en su corazón. Ha planeado aquello por meses. Cada mínimo detalle. Se ha preparado física y mentalmente para lo que va a hacer. Las horas de lectura, de estudio, de preparación, le han dejado una disciplina absoluta que lo ayuda a estar relajado. Lo que le viene no es fácil ni tampoco será fácil hacerlo, pero él espera con ansias cada obstáculo que se le presente, pues lo sorteará con creces.

—Misaki te manda todo su cariño, dice que es lo más romántico que podría hacer alguien por amor.

Kaoru sonríe ante la sorna en la voz de su hermano.

—Eso es porque tu pequeño esposo es un romántico sin remedio. Dile que gracias por su apoyo. —Kaoru reposa la mano en el hombro de su hermano. —Y gracias a ti, sin ti y tu enorme fortuna no habría podido hacer nada de esto. Te prometo que te pa…

—No me pagarás nada Kaoru, es nuestro dinero, el dinero que nos dejó nuestra madre. — Akihiko suspira ante la negación de su hermano. —Algún día Kaoru, algún día tendrás que aceptarlo. Mientras tanto yo lo cuidaré por ti.

Kaoru le sonríe y aprieta su mano despidiéndose.

—Tú lo cuidas mejor que yo.

Cuando Kaoru se queda a solas, mira a su alrededor. El departamento es de Akihiko, lo ocupaba antes de casarse con Misaki. Es espacioso y ostentoso como le gusta a su hermano. El único lugar que le gusta de aquel departamento es la habitación de su hijo, que decoró Misaki con mucho amor. Su pequeño cuñado no puede tener hijos, pero eso no le ha impedido ser feliz. Él y Akihiko llevan una vida placentera, viajan mucho por el trabajo de Akihiko. Kaoru está seguro que en algún momento se decidirán a adoptar un bebé, al que también está seguro harán muy feliz.

Le queda una cosa por hacer y sacando su celular, la hace.

—Dime que voy a poder lograrlo. —murmura con inquietud a la persona que le responde.

Una risa suave recibe sus palabras, aquellas que reflejan temores de último minuto.

—Enséñale a desconfiar de la razón, de los preceptos establecidos, de la opinión ajena. Muéstrale entonces como seguir su propio ritmo, como escuchar a su inspiración, haz que piense con el corazón, que se guie por el clima, por las señales de lo extraordinario, por lo que le cause empatía, por las casualidades, hazlo creer que a veces estar un poco loco no está tan mal.

La voz suave le da esperanza, aun así siente temor. Lo que está en juego es muy valioso.

— ¿si no quiere ver? Shinobu, ¿si él quiere seguir viviendo como escogió vivir?

Shinobu suspira, han sido amigos por muchos años, le duele su dolor. Un brazo tibio lo rodea. Es un calor conocido, un calor que le recuerda que lo imposible no es tal, si tienes un corazón valiente que se arriesga a todo por ganar.

—Lo harás ver Kaoru. Harás que descienda hasta lo más bajo, le quitarás la dignidad, el orgullo. Eso se llevará también el odio, la ira, el miedo, el dolor, porque le enfrentarás al monstruo que tanto teme, lo harás verse cara a cara con su mayor miedo. Quemarás esas alas falsas que le dan una libertad que no existe y entonces lo ayudarás a renacer. Muéstrale ese amor incondicional Kaoru, dale tu corazón por completo. Eres tu quien tendrá el control esta vez y al final, cuando lo hayas traído de nuevo a ti, volverán a ser uno, iguales en todo sentido, no uno detrás del otro, juntos uno al lado del otro, caminando hacia adelante.

 

—Gracias. —Le dice a su querido amigo con emoción. Todos han sufrido aquella separación y por eso todos han contribuido a que aquello pase.

Minutos después recoge sus maletas y sale del departamento, aún le queda la parte más difícil por hacer. Afortunadamente tiene muchos cómplices dispuestos a ayudarlo.

 

******

 

La mañana se ha ido en firmar papeles y más papeles. Desde que ha tomado la dirección de la editorial no ha habido espacio para el descanso, pero aquel día parece estar siendo más frenético que de costumbre. Su padre lo ha llamado, la conversación ha sido larga y sorprendente. El hombre le ha pedido detalles de todo lo que ha hecho en la editorial los últimos meses. Lo que ha parecido más una reunión de negocios que una conversación padre e hijo ha durado dos horas.

Almuerza un sándwich en la intimidad de su oficina. Todo el mundo está haciendo sus labores, nadie se sale de su horario o se retrasa en el trabajo, él es muy severo con semejantes faltas. Su horario esta cronometrado con la precisión de un reloj suizo. Le extraña no haber visto reuniones pautadas para ese día, pero no pregunta, aún tiene un montón de trabajo que hacer.

Podría delegar, podría dejar el peso de tanto trabajo en los hombros capaces de su vicepresidente. Kirishima Zen es un hombre muy capaz y competente, pero a Ryu no le gusta delegar. No le gusta dejar en los hombros de alguien más, lo que considera son sus responsabilidades. Él quiere demostrar que puede solo y se ha cargado con el peso de la compañía y ha destrozado su vida y su matrimonio por conseguir sus metas personales ¿pero son metas? ¿O es solo su orgullo? ¿Qué es lo que ha querido demostrar?

Finalmente después de todo el día y una montaña de papeles, el trabajo termina. No queda casi nadie en la editorial, solo los pocos que como él, viven para trabajar. Desciende en el ascensor, piensa en un placentero baño. En recostarse en la cama con su bebé y leerle un cuento. En mirarlo dormir por un largo rato, en pensar en Kaoru como cada noche. Cuando llega al sótano, está pensando en que al día siguiente será sábado. Es el turno de Kaoru con el bebé. Separarse de su hijo es desgarradoramente doloroso y lo es más cuando tiene que ver al hombre que aún ama. Cada vez le es más difícil sostenerse de toda la fortaleza que tiene para mantenerse frio y desinteresado frente a él. La máscara que lo protege muchas veces amenaza con caer.

Se detiene un momento y suspira. Mañana le dirá a Hiroki que entregue al bebé por él. No puede seguir arriesgándose a caer ante Kaoru, piensa que su ex esposo ya le ha robado mucho. Siente que Kaoru lo ha convertido en un manojo de emociones tormentosas que no sabe cómo controlar y eso lo asusta. Él tiene el poder en su vida y así debe seguir siendo.

Cuando se sube en el auto no alcanza a meter la llave, un pañuelo húmedo cubre su rostro. Lucha salvajemente contra la oscuridad que lo amenaza, pero su captor es más fuerte, más decidido, más… ¿Por qué de pronto ha dejado de sentir miedo? ¿Por qué aquel olor y aquellas manos le parecen tan conocidos?

—Hoy es el primer día de nuestra vida y de ahora en adelante, yo tengo el control.

Con aquellas palabras murmuradas en su oído con una absoluta convicción, Ryu se duerme profundamente. Sabe de quién es aquella voz, lo sabe…

 

Día 1

 

¿Cómo fue que el dedicado y exitoso economista se enamoró del desenfadado y liberal artista?

Ryu fue educado dentro del seno de una acaudalada familia. Recta y sobria fue su educación. Al ser el mayor tenía la responsabilidad de liderar el imperio de su padre. La más prestigiosa editorial de todo Japón. Tenía unos modales exquisitos, dominaba el arte de la conversación. Tocaba el piano como el mejor concertista. Podía conversar fácilmente en cuatro idiomas y era un destacado y brillante estudiante.

Estaba preparado para pararse en la cima del mundo. Con un temperamento de hielo y unos planes bien definidos, se podría decir que su vida estaba completamente estructurada hasta el más mínimo detalle. Para Ryu no existía la palabra imposible, se exigía al máximo de su capacidad y siempre lograba conseguir lo que se proponía. No admitía la palabra derrota, que parecía haber eliminado caprichosamente de su vocabulario. Pero en la vida hay que caer muchas veces, pues de eso se trata el aprender a vivir.

La primera y más significativa caída de Ryu se llamó Asahina Kaoru. Bohemio, de libre pensamiento, de actitud desenfadada, con un credo de vida que lo llevaba siempre a vivir cada día como si fuera el último. Kaoru era la antítesis de Ryu y eso fue quizás lo que desde el principio los unió.

La universidad era un escalón más para el perfecto joven. La manera de probarse que merecía el poder que le esperaba. El entorno universitario albergaba muchos jóvenes sueños, pero Ryu no disfrutaba de la emoción de los estudiantes de primeros años. Sus intereses estaban en la biblioteca y rara vez se inmiscuía en actividades sociales.

Todo comenzó con una broma, los alumnos de tercer año de la carrera de artes, todos unos truhanes que vivían para divertirse, planearon secuestrar a los estirados alumnos de primer año de la facultad de economía. Cuando entraron en formación de ataque a los dormitorios en una madrugada, Ryu no se esperó nunca que en su captor conocería al hombre que siempre amaría.

Kaoru no estaba muy de acuerdo con el absurdo juego, pero tampoco quería quedarse en el dormitorio aburrido. Entró a la habitación donde se suponía que su joven victima debía estar durmiendo y lo que se encontró lo dejó perplejo. Ryu terminaba de hacer un trabajo que era para entregar dentro de una semana, pero obsesivo como era, había aprovechado que era viernes y su compañero de habitación no estaba para quedarse hasta tarde y adelantarlo.

Se estaba cambiando de ropa cuando alguien irrumpió a su habitación con violencia. No se sabía cuál de los dos estaba más sorprendido, si Ryu al estar desnudo ante un completo extraño o Kaoru al ver tanta piel expuesta en una deliciosa criatura que robó su corazón de inmediato.

Kaoru cerró la puerta con seguro y corrió en cuestión de segundos a cubrir la boca de su víctima. No quería que sus amigos vieran lo que él estaba viendo. No, esa visión perfecta y deliciosa era solo para sus ojos.

—No grites o vendrán más, conmigo estarás seguro. No te haré nada, lo prometo.

Ryu no hallaba que hacer con su cuerpo. Jamás había sentido aquel calor dentro de sí. Tenía miedo sí, y sorpresa, y molestia, pero lo que más sentía era una extraña excitación que recorría su piel como una corriente eléctrica.

 

— ¿Si te destapo la boca no gritarás? —consiguió asentir ante aquella pregunta. Aunque no deseaba que aquellas manos se separaran de su boca, ni dejar de sentir el calor que emanaba el cuerpo de su extraño atacante.

— ¿Quién eres? —preguntó cuándo este separó su mano de los cálidos labios.

Kaoru sonrió con picardía.

—Tu salvador. —respondió Kaoru y aunque lo que menos quería era cubrir aquel delicioso cuerpo, caminó a la cama del joven y tomó las prendas que allí descansaban lanzándoselas mientras le decía en voz baja. —Vístete rápido, tenemos que salir de aquí.

Ryu estaba hipnotizado, cualquier pensamiento racional se había ido de su mente. Obedeció rápidamente aun sin entender siquiera lo que ocurría. Sus movimientos eran lentos y torpes debido al calor y la excitación que aun llenaban su cuerpo. Kaoru se asomó por la puerta y pudo escuchar el ruido que hacían sus amigos al registrar las otras habitaciones. La broma consistía en sacar a los chicos de primer año, secuestrarlos y llevarlos al gimnasio para amarrarlos allí y mojarlos con agua helada. Estaban en mitad del invierno, más de un chico terminaría enfermo.

Kaoru agradeció no ver a ninguno de sus cómplices, no dejaría que a su pequeña víctima le hicieran eso. Cuando se giró resopló con descontento al ver que aún no se había puesto los zapatos. Cerró la puerta con cerrojo, pues las voces de sus amigos estaban muy cerca. No tardarían en llegar allí.

—Vamos, no tenemos tiempo. —Le dijo jalándolo por el brazo hacia la ventana.

—Pero son dos pisos. —protestó Ryu, al sentirse llevado casi a rastras y con sus pies desnudos.

—Hey, no seas tonto ¿Nunca has subido a un árbol? —Le dijo Kaoru con una brillante sonrisa, mientras lo sacaba por la ventaba y lo ayudaba a subir a las gruesas ramas de un enorme árbol.

Escondidos entre el follaje, escucharon como los vándalos penetraban a la habitación que acababan de abandonar.

—Shhhh. No hagas ruido.

Ryu escuchó el murmullo en su oído y se estremeció cuando Kaoru lo apretó a su cuerpo. Era mucho más alto que él y tenía un cuerpo duro y fibroso, construido atléticamente. También olía muy bien y su voz era tan masculina, tan… sensual. Aquel hombre lo había hecho olvidar que estaba a varios metros de tierra subido en un árbol. No recordaba haberse subido a un árbol jamás, ni aun siendo un niño. Y aunque todo aquello podía parecer una locura, en su cerebro desconectado momentáneamente de la realidad, era la más maravillosa de las aventuras.

Unos minutos después dejaron de escuchar ruido.

—Ya se fueron. —murmuró Ryu. Kaoru lo miró y sonrió cómplice. —Sí, es hora de bajar, para escapar antes de que nos vean.

En menos de lo que pensó estaban sobre la grama. Kaoru lo sostuvo de la mano y corrieron como locos. Cuando ya estaban lejos y el aliento les faltaba, se detuvieron detrás de uno de los oscuros edificios del campus.

— ¿Qué haremos ahora? —preguntó Ryu con la voz entrecortada por la falta de aire.

Kaoru lo miró detenidamente. Sus planes no habían llegado hasta allí. Ahora que tenía a su preciosa presa ¿Qué haría con él?

—Primero ponte mis zapatos, te enfermaras si andas por allí descalzo con este frio.

Ryu lo miró sacarse los deportivos y colocarlos en sus pequeños pies, era gracioso parecía llevar unos pequeños esquíes.

—Me quedan grandes. —Le dijo con sorna y le sonrió. —Te quedaras sin zapatos, podrías enfermarte.

—Soy más fuerte que el clima mi pequeño nudista.

Ryu se sonrojó ante la mención de su primer encuentro, pero no se sentía en peligro con aquel joven. No se habría tomado tantas molestias para sacarlo de allí, si fuera a hacerle algún daño. Aunque tenía claro que ese había sido el primer objetivo del que ahora se había convertido en su salvador.

— ¿Tienes hambre? —preguntó Kaoru de pronto.

Ryu se había comido un sándwich en la biblioteca, pero no había comido nada más.

—Sí, pero la cafetería del campus debe estar cerrada.

— ¿Y quién te dijo que comeríamos aquí?

Jamás había visto las calles de Tokio en la madrugada. Nadie reparaba en ellos. Ryu miraba fascinado la multitud de personas que caminaban sin parar como si fueran las primeras horas de la mañana.

Kaoru lo llevó por un laberinto de callejuelas hasta que pararon en una zona, a la que un chico con el estatus de Ryu no iría jamás. Había pequeños restaurantes atestados de gente escandalosa. Finalmente se detuvieron en un kiosco callejero que servía la comida en una destartalada barra. Un hombre gordo con un delantal sucio y raído, atendía a los trasnochadores clientes. Muchos de ellos de dudosa reputación.

—Asahina kun ¿qué haces por aquí? Te escapaste del campus otra vez ¿no? y ¿Quién es tu adorable acompañante?

Ryu se medió escondió tras la espalda de Kaoru intimidado por el enorme hombre, con un rostro que no auguraba nada bueno. Estaba casando, pues caminar con aquellos enormes zapatos no había sido sencillo y también estaba asustado pues nunca había estado tan tarde en la calle. Todo aquello era nuevo para él, como una aterradora y también divertida aventura.

—No lo asustes Riuchi san. Mi amigo es tímido. Más bien sírvenos algo, tenemos hambre.

El hombre se rio con una escandalosa carcajada y los instó a sentarse. Kaoru le señaló a Ryu el banco y este se sentó obedientemente. Cuando le sirvieron la comida, Ryu buscó por todos lados una servilleta. No estaba acostumbrado a aquel poco convencional y desorganizado modo de cenar.

—Bueno provecho niño nudista. —Le dijo Kaoru con burla. Ya se había dado cuenta que su improvisada presa era un pequeño snob. —Si te ensucias puedes limpiarte de mí camisa, yo no soy tan remilgado.

Ryu lo miró con enojo y sorpresa. Por primera vez dejó salir un poco de su carácter.

—Mi nombre es Ryuichiro y no soy remilgado.

Kaoru se rio con gracia, cada vez le gustaba más aquella pequeña aventura.

—No…no eres remilgado, eres perfecto. —Le dijo con una suave sensualidad, que hizo que Ryu se derritiera en un pozo sin esperanza lleno de emociones desconocidas para él.

Con el estómago lleno. Caminaron y caminaron hasta que llegaron a las orillas del tranquilo mar. El frio era intenso, pero la arena se sentía bien en los pies desnudos. Kaoru llevaba los zapatos en una mano y en la otra llevaba sostenido a Ryu.

—Me gusta el mar de noche, es misterioso y muy sereno. Lo he pintado muchas veces. Pero no logro desentrañar su secreto o mezclar los colores correctamente.

— ¿Estudias arte? —Le preguntó Ryu, fascinado con la dulce expresión en el rostro de Kaoru mientras miraba las aguas oscuras del mar. Habían hablado muy poco y sin embargo se sentía tan cómodo a su lado

—Tercer año. Ven, voy a mostrarte mi lugar favorito.

Kaoru era un entusiasta y Ryu se dejó llevar por aquella emoción. De alguna forma pensaba que estaba soñando, pues aquella locura no podía ser más que un sueño.

El lugar favorito resultó ser un pequeño mirador rodeado de árboles. Kaoru hurgó entre el hueco en uno de los árboles y sacó un bolso que contenía unas mantas.

—Vengo aquí muy seguido. —Le contó mientras extendía las mantas en el suelo. Como de noche hace frio traje estas mantas para dejarlas aquí. No viene nadie más que yo, por eso las guardo en el árbol. Ven, siéntate aquí, vamos a calentarte, estas helado.

Kaoru estaba sentado sobre las mantas y abrió los brazos para recibir a Ryu, este por un momento titubeó, aquello, todo había sido tan extraño. Pero la sonrisa amable y hermosa de Kaoru lo convenció de que estaba en el lugar correcto, en el momento justo. Como si aquello hubiese sido escrito por una mano invisible y nada se pudiera hacer para cambiarlo.

El calor fue reconfortante y envuelto en aquellos brazos olvidó todas sus aprensiones.

— ¿Por…por qué me salvaste? Entraste en mi habitación con un propósito ¿Qué te hizo cambiar de idea?

No pudo evitar preguntar, así como no pudo evitar que Kaoru lo sostuviera entre sus brazos y lo besara con deliciosa suavidad. La emoción llegó al máximo y aquel beso lo despertó, como si hubiese estado dormido toda su vida y recién en ese momento despertara, recién en ese instante comenzara a vivir.

—Por esto. Me gustaste desde el primer segundo. Sé que también te gusto y hoy es el primer día de nuestra vida. —Le susurró Kaoru entre besos, pues esa madrugada con el amanecer en franca carrera para ganarle a la oscuridad. Iba a reclamar a aquel joven como suyo.

Acarició su rostro con la mano, trazando cada una de sus adorables líneas. Tenía la cara húmeda, por el rocío de la madrugada, el fino cabello se pegaba a la piel de su rostro. Parecía muy jovene inocente. Kaoru inclinó la cabeza y reclamó sus labios con suaves besos, mientras lo desnudaba suavemente. Su piel era como cálida miel, tan dulce y suave que consiguió volverle loco.

Probó con la lengua la tersa línea de su cuello y su cuerpo se tensó dolorosamente por la necesidad de poseerlo. Ryuemitió un suave gemido, sumido entre la desesperación y la aceptación. Arqueó su cuerpo contra el de Kaoru, buscado más de su calidez, esa calidez que lo hacía olvidar sus miedos, que lo hacía confiar en él, aunque no lo conociera.El deseo iba creciendo poco a poco hasta hacer desaparecer el resto de los pensamientos.

—Estás a salvo conmigo, lo sabes ¿verdad?

Ryu asintió, estaba a salvo, estaba excitado, estaba loco. Su mundo perfecto y bien planeado se estaba arrodillando ante aquel desconocido. Ante las sensaciones que este le producía. No había lógica ni razón ni sentido en nada de aquello y sin embargo Ryu lo sentía tan correcto, tan real.

 

Kaoru estaba extasiado por lo que sucedía, había tenido otros amantes, sí, pero no como Ryu, nunca como aquel joven que le había robado el aliento y el corazón en un segundo. Una mezcla entre calidez y paz, lo llenaba mientras lo besaba suavemente. Estaba dispuesto a utilizar todas las armas de su arsenal, paraatarlo a él—. Te necesito...Mira como me tienes —Apretó el cuerpo contra el de Ryu, agresivamente.Mientras su boca lo devoraba con pericia su mano se deslizo desde el pecho hacia abajo, tomando la mano de Ryu para posarla sobre su desnudo pene y así hacer que su hermoso amante sintiera la dureza de su necesidad. —Déjate llevar...

Las llamas del deseo crecían a la vez que la excitación, el paraje idílico y la pareja perfecta, era como estar soñando. Kaoru hizo esfuerzos por controlar sus descabellados anhelos de poseerlo en una forma acalorada y frenética.

 Ryu estaba envuelto en una espesa bruma llena de lágrimas y temor, de fuego y humo, junto a un profundo deseo. —Yo… no sé... no sé tu nombre –pronunció en un susurro que hizo eco en el silencio que los envolvía. Colocó sus pequeñas manos sobre el pecho de Kaoru, intentando alejarlo un poco, tratando de que lo dejara pensar.

Kaorulo besó profundamente, posesivo y erótico, provocándolo deliberadamente, contagiándole los abrasadores deseos de su propia mente.

Kaoru… me llamo Kaoru. —Le dijo entre besos, esas serían las últimas palabras que se dirían hasta que el amanecer los sorprendiera.

 

La intensidad de sus emociones abrumaron a Ryu, tenía miedo, pero aquel nombre le dio paz y no pudo más que rendirse ante algo sobre lo que no tendría control por más que lo intentara. Cerró los ojos y elevó los brazos para colocarlos alrededor del cuello de Kaoru, sabiendo que no podría rechazar la terrible necesidad que le envolvía. Podría rechazara cualquier otro, pero no a Kaoru, a él jamás podría rechazarlo y más adelante el tiempo le demostraría que eso sería así siempre.

Kaoru bajó la boca hasta sus pequeños pezones, maravillándose ante su suavidad y perfección. Sentía sus músculos firmes y su cuerpo delgado entre sus manos y estaba fascinado con su piel de seda.

Ryu temblaba, estremecido por el deseo. Una brillante capa de fino sudor bañaba su cuerpo. Las emociones estallaban en su mente en una mezcla de colores y excitación. El olor de Kaoru, la calidez de su piel, la gentileza de su toque.

Kaoru lo recostó de las sabanas y se colocó encima de él, aprisionándolo, mientras con la rodilla entre sus piernas separaba sus mulos. Ryu se estremeció de deseo cuando el erecto pene rozo la piel de su vientre. Estaba caliente, demandante, húmedo, duro y decidido a abrirse paso en aquel delicioso interior.

Una parte del corazón de Ryu se negaba a seguir adelante con aquella locura, pero entonces la boca de Kaoru se situó sobre su pene, tragándolo en un solo y sugestivo movimiento, eliminando cualquier pensamiento cuerdo o cualquier objeción en Ryu. Con cada ardiente tirón de su boca, la excitación aumentaba en el interior de Ryu, hasta el punto de que lepermitió penetrarlecon sus dedos para prepararlo para su invasión.Kaoru se encontró con la pequeña resistencia que declaraba una inocencia que ya conocía, una intimidad que no había sido profanada y que él tendría el honor de poseer.

Tomó con las manos las pequeñas caderas cuando lo sintió listo para recibirle y las sujetó con fuerza. Moría de impaciencia y su cuerpo latía con un hambre voraz.

Lo besó profundamente, a la vez que sumergía su penedentro de él, ahogando con besos, sus gritos ante la intempestiva invasión. Un agudo dolor explotó dentro de Ryu, quemándolo por dentro y dejándole desesperado por el miedo y el deseo.

Cuando Ryu entrelazó los brazos alrededor de Kaoru, este le acunó contra su pecho, sabiendo que esa era su señal para moverse sin lastimarlo. Se unieron en mente, corazón y cuerpo, mientras Kaoru se movía lentamente en el interior de Ryu.Lo notaba tan caliente y apretado... aquella deliciosa fricción amenazaba con volverlo loco.

Kaoru se movió con mucho cuidado, con ternura, en una erótica danza diseñada para seducir a su dulce cautivo. El resto del mundo dejó de tener importancia para Ryu, sólo percibía el sonido de su respiración, el latido de su corazón, la calidez de la piel de su amante. No había oscuridad, ni sombras, ni planes, ni futuro, ni miedos, ni preguntas. Solo sus cuerpos yla pasión que les abrasaba, sólo color y amor.

Los pequeños jadeos de Ryu apenas eran audibles, pero resonaban en la mente de Kaoru como una dulce melodía. Ryu estaba volviéndolo loco. Lo penetró una y otra vez, más fuerte, más deprisa, más profundamente...

Empujó en su interior tratando de alcanzar las estrellas y el propio universo, tratando de lograr la comunión de sus almas. Jamás en su vida había estado con alguien tan delicioso y erótico, nadie tan perfecto... se dejó llevar, entregándose a las oleadas de lujuria que le atravesaban llenándole de un placer insoportable.

Kaoru se aferró a su cuerpo con fuerza, estremecido, sabiéndose cerca del final. Con la última embestida, la tierra pareció temblar bajo ellos. El calor recorría el interior de Ryu, como la lava de un volcán, y no pudo contener un grito mientras se derramaba entre ellos alcanzado él también la cima con Kaoru, entregadosa un unísono y placentero orgasmo.

 

Así robó el corazón de Ryu el liberal y extrovertido artista, en una noche. Su historia aún no termina y esta noche Kaoru ha vuelto a llevarse a Ryu pero esta vez su vida y su amor dependen de lo que él pueda lograr, en doce días.

 

******

 

La oscuridad poco a poco se desvanece. El primer intento para abrir los ojos le causa un terrible dolor. Su cabeza pulsa como si alguien estuviera dando martillazos en su cráneo. Respira profundo, sabe que debe despertar, lo necesita. El segundo intento para abrir los ojos es un poco más sencillo, parpadea incesantemente intentando acostumbrarse a la luz.

Lo logra, pero no le gusta lo que ve. Está sentado en un sillón, sus pies y manos están atados. Trata de moverse pero entonces nota que su cuerpo también está sujeto al mueble. Forcejea un poco pero no logra moverse.

 

—No lo intentes más. Son nudos karada, te inmovilizaran sin hacerte daño y de todas formas no los he hecho completos, solo lo necesario para mantenerte quieto.

La voz que escuchó antes de ser reclamado por la oscuridad resuena tras él. La odia, odia esa voz y todo lo que implica, odia sentirse tan vulnerable ante el desamparo que esa voz le genera.

—Si no me desatas inmediatamente…

Sus palabras no terminan de resonar y de todas maneras su voz no sale ni remotamente tan decidida y segura como la que ahora resuena en su oído. Mientras unos dedos tan duros como el acero se meten en su cabello y lo halan de tal manera que tiene que morderse los labios para no gemir del dolor.

—¡¿Tu no das ordenes aquí, entendido?!

Se niega a responder, se niega a gritar, se niega a dejarse someter.

— ¿Pregunté si entendiste?

El dolor en su cuero cabelludo se hace casi insoportable.

— ¡Si maldita sea!... ¡Sí!

Suelta el aire que ha estado conteniendo para soportar el dolor, cuando los dedos de acero salen de su cabello. Sus ojos se encuentran entonces con un rostro que no había esperado ver más. Un rostro que había renunciado a volver a ver.

Aparta la mirada y observa la habitación donde se encuentra, solo tiene lo básico, una cama una cómoda, hasta donde alcanza a ver. La brisa entra por la ventana y trae olor a mar y supone que está en alguna playa.

—Mírame. —Le ordena Kaoru, que ahora está muy metido en el papel que se le ha encomendado. Ha dejado de ser Kaoru el esposo, el padre, ahora mismo es un luchador y lo que tiene frente a él, es su recompensa. Una recompensa por la que tendrá que luchar mucho.

—Dije que me mires Ryu. No lo voy a repetir de nuevo. —Su voz suena esta vez un poco más agresiva, como prometiendo un castigo y Ryu no tiene más remedio que obedecer.

—Muy bien. —asiente Kaoru al tener ahora la atención de Ryu. —Me vas a escuchar en silencio y luego tendrás diez minutos para decir todo lo que quieras decir, después de esos diez minutos no hablaras a menos que yo lo diga ¿está claro?

— ¡Púdrete en el infierno maldito miserable!...

La andana de insultos se ve interrumpida por un intempestivo gesto. Ante la mirada aterrada de Ryu, Kaoru se ha movido con rápida presteza y acallo sus palabras con un beso. No fue en ningún momento un beso suave o romántico. Era un beso castigador y lleno de ira. Aun así, el corazón de rio palpitó con violencia, la tensión en su pecho se fue liberando. Era como si el dolor, el miedo, la ira con la que había vivido por meses hubiesen desaparecido. Como siempre le pasaba perdió el dominio de sus emociones, ya no tenía ni voz ni voto pues era Kaoru quien mandaba, era el a quien su cuerpo y corazón obedecían. Eso que había sido su más grande problema, eso que lo había llevado hasta casi la locura, eso que había sido el causante de su divorcio, de aquellos meses de dolor y sufrimiento. Ahora le estaba pasando de nuevo, pero aun sabiéndolo, aun en aquella situación, no podía negarse, no podía.

El beso terminó y Kaoru se retiró con frialdad. Ryu abrió los ojos y lo miró desvalido, confundido. Ryu podía probar el sabor de su sangre que emanaba de sus labios lastimados ante la brutalidad de aquel beso. Kaoru se sentó en una silla frente a él.

—Ahora me vas a escuchar sin hablar, solo asiente. —ordenó fríamente.

Ryu asintió con la cabeza.

Satisfecho Kaoru continúo.

—No estamos en Japón y no pienso decirte donde estamos. Tendrás derechos cuando te los ganes. Esta será tu habitación y permanecerás amarrado mientras yo considere que necesitas esa clase de disciplina. Cuando yo confié en que te comportarás de forma sensata, eliminaré los amarres y te dejaré caminar por la casa. Salir de ella depende una vez más de tu comportamiento. Mientras tanto dependerás de mí, yo te alimentare, te bañaré y me encargaré de tus necesidades básicas. Gánate la libertad de hacer eso por ti mismo y no tendrás más problemas.

Kaoru se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación, siempre dentro del rango de visión de Ryu, así continuó con sus reglas.

— En este lugar no soy maldito, ni bastardo, ni mierda, ni ninguno de los cariñosos apelativos que se te ocurran. Aquí soy Señor y responderás a cada una de mis demandas cuando te las pida. Hice que te inyectaran un anticonceptivo en el viaje hasta acá. Lo que pasó hace un mes en las escaleras de mi edificio no volverá a suceder.

Kaoru sonrió con amargura cuando el rostro de Ryu palideció. Tenía que terminar de establecer las normas con las que vivirían esos días, pero esa parte era muy difícil.

— Tendremos sexo sí, porque yo lo quiero y porque dios me ayude, sé que tú también lo deseas tanto como yo, pero se terminaron tus exigencias e inhibiciones. Esta vez será bajo mis reglas. Aclarado esto comienzan tus diez minutos, escoge sabiamente tus palabras porque será la última vez que tengas control sobre lo que dices.

Ryu tiembla y desea poder culpar al miedo por el estremecimiento en su cuerpo. El terror que siente por las palabras de Kaoru lo ha hecho temblar, sí, pero una vez mas no tiene fuerzas para negarse. Por eso ha querido alejarse de aquel hombre, por eso ha destruido su mundo, porque le tiene terror a aquella emociones que lo hacen tan humano, tan vulnerable, tan expuesto a que Kaoru haga lo que quiere con él.

Lo extrañó, por meses lo extrañó y se ha odiado por eso. Pero el horror de lo que ese hombre le ha hecho no ha disminuido la aguda necesidad que tiene de él, de su protección, de su deseo, de su…amor. Ha soñado con él en los diez meses que tienen separados, a veces ha pensado que se ha vuelto loco. Nada tiene sentido, nada lo complace, nada lo hace feliz. Ni siquiera su hijo lo llena por completo y ha pensado en Kaoru interminablemente, en sus noches solitarias en una cama demasiado grande, en una vida que le queda grande sin él. Recuerda esa noche hace un mes, solo fue con la excusa de buscar a su hijo. Kaoru le habla dulcemente, lo envuelve en esa bruma que lo hace olvidar sus inhibiciones y no puede resistirse y aunque su lógica le grita que no, hacen el amor como dos salvajes en las escaleras del edificio, luego se siente tan culpable, tan sucio, que le grita, lo culpa de todo lo que le pasa y se va dejándolo con una expresión de dolor tal, que por un momento quiere regresar, pero no lo hace, nunca regresa, tiene miedo, miedo de sí mismo y se encierra de nuevo en su coraza y sigue destruyéndose lentamente.

— ¿Por qué? —pregunta ansioso

—Te diré mis razones al final, te quedan nueva minutos.

Kaoru parece inflexible y eso asusta más a Ryu.

— ¿Qué pasara con Shunsei? ¿Cuán…cuánto tiempo durará esto?

Kaoru suavizo la expresión, siempre lo hacía al pensar en su pequeño tesoro. Su hijo era una de las razones por las que luchaba.

—Shu está con sus abuelos y tú sabes que Hiroki no se separará de él. En cuanto a cuánto durará esto…serán doce días para empezar, de ti depende una vez más que ese tiempo no se alargue.

“Doce días”

Ryu pensó en aquel significativo número, doce días pare hacerse novios formales, doce para comprometerse y doce más para casarse en una romántica escapada. Kaoru sabía cómo destrozarlo.

—Te odio. —murmuró sin fuerzas, resignado a lo que tuviera que pasar. Levanto la mirada preguntando algo que ya intuía. —Mis padres…Hiroki, ellos…

Kaoru asintió, pues Ryu no pudo terminar la pregunta.

—Todos, incluido mi hermano y Misaki, también Shinobu y Miyagi. De alguna u otra forma todos me han ayudado, están preocupados por ti…

—¡¿Preocupados?! —gritó Ryu con ira. —¡¿Por qué están preocupados?! Vivo mi maldita vida… ¡Mi vida! …¡¿por qué no me dejan vivir en paz?!

Kaoru se acerca y Ryu teme que vuelva a besarlo, no lo soportaría, no podría soportarlo más. Pero Kaoru solo se arrodilla delante de él y lo mira con tristeza.

—Porque eso que estás viviendo no es vida Ryu. Encerrado en ti mismo, consumiéndote en tus miedos, en tu dolor. Porque están preocupados pues cada día estás más delgado, tomas pastillas para dormir, trabajas como si no existiera vida fuera de la editorial y hasta Shu se ha visto afectado por tus ausencias. Al punto de que ve más a Hiroki que a ti.

Cuando Ryu quiere protestar, Kaoru niega con la cabeza.

—Se acabó el tiempo. Doce días Ryu, pon de tu parte y solo será ese tiempo.

—Pierdes tu tiempo con esto Kaoru, solo vas a hacer que te odie más de lo que ya ahora te odio.

Kaoru se pone de pie y lo mira indolente.

—Te traeré el desayuno y vas a comer.

Ryu lo mira con odio, pero no logra doblegar su voluntad.

— ¿Comerás Ryu? Quiero escuchar la respuesta correcta.

Ryu se muerde los labios, su furia crece hasta los límites, pero no puede hacer nada.

—Si…señor, comeré.

Y aunque es a regañadientes, aunque sabe que Ryu está odiándolo y está furioso, Kaoru sale con una pequeña sonrisa en el rostro. Ahora lo tiene con él, las reglas ya han sido expuestas y todo acaba de empezar, solo espera que el amor y la paciencia lo ayuden.

Las lágrimas arden en los ojos de Ryu, que los cierra con fuerza esperando poder abrirlos y despertar de su pesadilla, pero no pasa y se encuentra solo, atado y vulnerable a merced del hombre que ama.

—Maldita sea… maldita sea…—murmura una y otra vez, conteniendo el llanto y el miedo, pues sabe que su coraza no podrá resistir aquello. Sabe que al final de esos doce días, Kaoru habrá vuelto a ganar y él volverá a estar a su merced, enamorado, vulnerable, amándolo más allá de los limites. Volverá a perder el control de sí mismo y el infierno volverá abrirse para él.

 

Entonces llora con desamparo, porque ya una vez sobrevivió , pero sabe que no volverá a lograrlo.

 


 

 

 

 

 

 

 


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