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De nuevo en mis sueños por LawlietTasardur

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Notas del fanfic:

Esto es muy genial. Es el primer fanfic que hago público, más no el primero que escribo, y me parece hermoso que sea de una de mis OTP's de KNB (cuando comencé a escribir, creí que lo primero que publicaría sería una historia original, pero aquí me tienen).


Sin más por el momento, me encomiendo a su lectura.


¡Disfrutenlo!


Los personajes de Kuroko no Basket no me pertenecen. Todos y cada uno de ellos son propiedad de Fujimaki Tadatodhi… de ser míos, KnB sería Yaoi.

Fue tu cuerpo y tu mirada las que me hicieron darme cuenta de qué era lo que buscaba en una persona, sin etiquetas, no un chico, no una chica… un alma que entendiera la mía…


OoOoO

— ¡Daiki, muévete!— se escuchó una voz suave pero imponente al otro lado de la cancha. El nombrado estaba estático, con un balón entre sus manos, en pleno tiro, contemplando vagamente la figura de un alto y pálido rubio que tomada agua en la banca. Tan ensimismado estaba el moreno en la interesante tarea de admirar el sobrehumano cuerpo del modelo que no notó que lo llamaban hasta que sintió el impacto de un balón en su nuca.

— ¡Akashi! ¡Infeliz, eso pudo ser peligroso! — gritó sin pensar, sobando con ambas manos el lugar afectado. Dos risas se hicieron presentes y, de fondo, un suspiro cansado y crujidos de envolturas de dulces que terminaban esparcidas por fuera de la cancha.

—Realmente no me importa. No estás atendiendo el entrenamiento. Es mi deber como capitán hacerte ver tu error y tratar de solucionarlo— respondió serio el pelirrojo con una autoridad que asustaba. Nadie dijo nada, el aura que emanaba de todo su ser mantenía en silencio a esos cinco jóvenes a su alrededor. Fue él mismo quien rompió el silencio­ que nubló el gimnasio—. Además ¿Qué era lo que veías tan concentrado? —. Oh, esa pregunta lo tomó con la guardia baja.

—Nada…— contestó mecánicamente al instante, pero sus ojos, traicioneros, se dirigieron hasta la figura del rubio. No pasó un segundo cuando sus miradas se cruzaron. El dorado de los ojos del rubio brilló casi con malicia y solo atinó a guiñar un ojo y volver a tomar agua, pero esta vez, relamió sus labios al terminar, sonriendo encantadoramente antes de dirigirse de nuevo a la cancha para encestar desde la línea de tiro libre.

—Te creeré por ahora, pero si me mientes de nuevo, te dejaré toda la temporada en la banca—. Escuchó de fondo la voz de su capitán, pero a su mente no le importaba, no estaba concentrada en eso. En ese momento solo importaba lo que había hecho el rubio, porque Daiki creía… no, estaba seguro de que había guiñado, y después… ¿se mordió el labio? Si, ese maldito se mordió el labio. Aomine pensaba que lo había hecho a propósito.

O quizá… quizá el estaba… No, imposible. No se fijaría nunca en mí. Pensó, y algo dentro de él pareció tomar nota de ese momento para siempre.

A partir de entonces, todo cambió…

OoOoO Tiempo después OoOoO

Había pasado bastante desde la última vez que se vieron. Solamente habían hablado un par de veces cerca de las vacaciones de verano, pero nada más allá del basquetbol, y desde entonces se había sorprendido soñando con el mismo hermoso y pálido cuerpo que admiraba en sus días en la secundaria, y con e ojos que lo miraban con admiración y cariño… esos en los que alguna vez se atrevió a buscar amor, aunque, curiosamente, en su sueño lo veían desafiantes pero traviesos, como si ocultara un secreto, como si en verdad él estuviera… Soltó un largo suspiro que llevaba impregnado el nombre de Kise y después se volvió a concentrar en la interesante tarea de poner azúcar dentro de una taza con agua caliente.

—De nuevo en mis sueños, ¿eh, Ryouta?— susurró para sí mismo con una triste sonrisa en su rostro, preparando café en la cocina de su departamento, con aires de aburrimiento y ganas de golpear al infeliz que inventó los despertadores, y aún más al que patentó la idea. Giró la cabeza para ver el reloj de la pared de su sala. Las 7:46 a.m. —. Es aún demasiado temprano para que despierte el mundo, debería ser ilegal abrir los ojos antes de las ocho de la mañana— gruñó con fastidio, tomando su café para caminar a su habitación.

Pensaba quedarse en cama todo el día. Después de todo, no hay nada mejor que hacer en invierno que taparse hasta el cuello y beber algo caliente mientras ve una película. El plan sonaba perfecto para un joven de su edad y, además, soltero. Todos sus conocidos y amigos solían preguntarle la razón de su situación. Él solo contestaba diciendo que estaba bien así, de todas maneras, no tenía ni quería tener alguien a su lado por el momento.

“El único que necesito yo a mi lado es a mí” pensó con un poco de sarcasmo, abriendo por fin la puerta de su cuarto, dejando el café a un lado, y se tumbó en la cama cual costal de fruta, prendiendo el televisor de plasma frente a esta para cambiar el canal aleatoriamente.

Suspiró, tomando con cuidado la taza para sorber un poco del café. Estaba caliente, pero no tanto como para quemarlo, así que tomó con gusto hasta que una casi molesta melodía lo sacó de sus pensamientos, dejándolo estático en su lugar, sin saber dónde meterse. Su celular, en el buró junto a su cama, estaba sonando, pero lo que lo asustó no fue eso, sino que la melodía estaba dispuesta solo en un contacto. Miró con recelo el aparato por unos segundos hasta que, queriendo y no, se acercó a tomarlo, comprobando que sus miedos eran reales, y tenían nombre y apellido.

Akashi Seijuro

Si no contesto… me asesinará… Y si contesto. Quizá tenga piedad… ¿Ahora que hice? Los pensamientos de Daiki eran tan derrotistas que daba pena, su rostro era una galería de emociones,  fue del terror al sufrimiento y de este a la ira.

¿Qué hacía Akashi Seijuro llamándole a las 8:00 a.m. un sábado en vacaciones?

La llamada finalizó y un segundo después sonó el timbre del departamento. Y si Daiki se congeló con la llamada, se derritió en segundos al escuchar ese simple y dulce sonido del timbre.

Viene por mí. Pensó, imaginando a su ex capitán furioso. Lo primero que hizo fue correr a ponerse un pantalón y esperar el siguiente timbrazo, tratando de escuchar quien era. Se acercó a la puerta con lentitud y cautela, fijándose de no hacer ruido hasta que, en la sala de su departamento, pudo escuchar con relativa claridad lo que sucedía afuera.

— ¿Estará en casa? ¿Qué tal si sigue dormido? Oh no, despertará con un ánimo horrible y se desquitará conmigo—esa voz tan chillona era tan familiar que poco faltó para que soltara un grito.

El protagonista de los sueños de Daiki solo a una puerta de distancia. Haciendo uso de el autocontrol que le quedaba, inhaló profundo, tomando el pomo de la puerta y abrió con lentitud, dejando a la vista a un rubio ojimiel, que se mordía el labio, nervioso, mirando al suelo como si pudiera encontrar la respuesta a sus preguntas justo ahí. Al escuchar la puerta, levantó la mirada, encontrándose con dos orbes azul eléctrico fijos en él.

—Kise…— susurró el moreno, con voz más grave de lo habitual. El rubio se estremeció al escuchar su apellido con esa voz.

—Aominecci, que gusto verte de nuevo — dijo un tanto nervioso, gugando con la bufanda color grus que tenía andada al cuello. Aomine noapartaba sus ojos de los contrarios, como si se tratara de una lucha. El rubio, un tanto intimidado por la mirada penetrante de Aomine, dirigió sus ojos de nuevo al suelo. Daiki resopló, con la impresión de que había echado algo a perder—. Akashicchi me mandó a buscarte para ir a la reunión— dijo Kise, tratando de seguir con la plática.

—No tengo idea de qué hablas, Kise…— dijo Daiki, mirando con una ceja levantada al joven frente a él. El rubio solo atinó a bufar. Y ahí estaba la sonrisa de su sueño de Aomine, traviesa, casi arrogante, y con una seguridad enorme.

—Aominecchi, él me dijo que te llamaría para avisarte. Probablemente no contestaste a tiempo el celular. No me sorprende— dijo Kise, con una confianza que parecía impropia. Daiki suspiró inconscientemente y al darse cuenta de ello, rascó su nuca, tratando de disimular hasta que escuchó el pequeño grito que soltó su acompañante—. ¡¡Aominecchi, ponte algo de ropa, por todos los dioses!!—. Lo empujó con una mano hacia adentro del departamento. Se quitó el abrigo y la bufanda, quedando solo con una playera ligera, y lo acompañó hasta su habitación.

Daiki no se había dado cuenta pero lo único que llevaba puesto era el pantalón de pijama que se puso cuando creyó que Akashi lo iba a asesinar. Mientras tanto, el rubio hurgaba en el armario de Aomine, moviendo un poco la cadera mientras revolvía ropa hasta encontrar con la dichosa camisa del pijama. Así, Daiki pudo disfrutar la vista que le ofrecía el modelo al estar de espaldas a él, y una nueva parte de su sueño se hizo presente al poder observar que, por debajo de la playera, se asomaba, inocente y tímida, una pequeña porción de esa pálida piel. 

Daiki gruñó molesto, realmente furioso. Lo estaba haciendo de nuevo… Apretó los puños y resopló, mostrando su fastidio, y cómo no, si se había mostrado literalmente sumiso ante el rubio. Era su debilidad.

—Kise, ya basta…—susurró, cerrando los ojos.

—No hasta que encuentre tu playera, estás distrayéndome…—dijo con voz cantarina. Era poco menos que una burla pero más que una afirmación seria, algo sin mucha relevancia. Sin embargo, esa fue la gota que derramo el vaso. Sin meditarlo, Daiki se levantó y acorraló al rubio entre el armario y su cuerpo.

—No me refiero a eso­ —dijo de nuevo con su voz grave, a centímetros del rostro del rubio. Una corriente eléctrica recorrió ambos cuerpos al encontrarse tan cerca.

— ¿A qué te refieres entonces, Aominecchi? — preguntó Kise, con una muy bien fingida inocencia con su voz, pero poniendo una de sus frías manos en el pectoral de Aomine.

—Coquetear conmigo—dijo Daiki, bajando la mirada, cerrando los ojos, actuando como nunca en su vida. Kise rio bajito ante la nueva actitud del moreno y, luego de un segundo, besó su mejilla, haciéndolo abrir sus orbes azules de nuevo, esta vez llenos de sorpresa.

—Por fin te das cuenta, Aominecchi, creí que tendría que besarte a la fuerza para que lo notaras— dijo, empujándolo con suavidad para sacar una camisa del armario, junto con otro pijama completo. Aomine no entendió si se trataba una broma de mal gusto o no, pero mantenía una de sus manos sobre la mejilla que Kise besó, como si así se asegurara de que había sido real.

—Kise… ¿tú en verdad…?

—Sí, desde la secundaria coqueteo contigo, Aominecchi. Esperaba que te dieras cuanta entonces, pero al parecer eres tan lento como me dijo Kurokocchi—dijo soltando una risita, quitándose la playera, dejando al otro ver completamente su piel. No pudo resistirse a pasar un dedo del inicio de la cadera hasta su espalda alta. El rubio se estremeció.

— ¿Estás seguro de que no es una mala broma u otro sueño?—preguntó Aomine, si poder dejar de ver los ojos dorados del modelo, que sonrió tierno y negó un par de veces.

—Creo que no me creerás, así que…—tomando la nuca de Aomine, Kise unió sus labios. Fue lento al principio, pero el autocontrol que Aomine había reunido para un momento así, se fue por el inodoro al sentir la otra mano de Kise en su pecho. El beso se profundizó cuando Aomine tomó la cadera del rubio y lo atrajo más a él. Al final, se separaron cuando faltó el aire.

—No, no es un sueño…—afirmó el más alto, con seguridad, tomando con más firmeza la cadera del rubio. Ambos rieron como hacía años que no se reían.

—Llamaré a Akashicchi para que cancele la reunión—dijo Ryouta, con toda la seguridad del mundo. Todo el calor que Daiki había conseguido en un beso con el rubio se fue en segundos al mencionar el cancelarle a una persona como Akashi.

— ¡Kise, no!—“mensaje enviado”. Al ver la cara de devastación y miedo total que puso el moreno, el más bajo soltó una carcajada limpia.

—Aominecci, te parecerá tonto, pero Akashicci hizo la reunión porque hoy te iba a decir lo que siento por ti, dejando atrás el coqueteo, las insinuaciones y los malos entendidos. Pero esto solucionó todo, y pienso quedarme aquí, contigo—. Al escuchar tales palabras, Aomine sonrió, casi arrogante, esperando conocer lo que ese rubio, tenía por decirle.

— ¿Qué sientes por mí, Ryouta?—preguntó, acercándose hasta dejar sus cuerpos juntos de nuevo.

­—Te quiero, Aominecchi…

—También te quiero…

— ¿Con todo y coqueteo?

—… Más con el coqueteo.

Y sus labios se unieron esta vez en una danza mucho más confidencial e íntima…

A partir de entonces, todo cambió.

Fin.

Notas finales:

Como ya dije, es el primer fanfic que muestro públicamente en un sitio tan grande como este. Tengan piedad.


Solo una aclaración...


Cada que la oración termina en puntos suspensivos, la palabra que Daiki no quiere pensar es "coqueteo". Espero que se haya entendido.


En fin nos vemos pronto.


~Besos con sabor a pokky de fresa. Nos vemos pronto.


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