Sousuke salió a la misma hora de siempre, preparé toda la habitación para recibir a mi nuevo invitado.
Escuché la puerta, abrí y me encontré con un Rei sonrojado. Lo miré de arriba abajo. Sus piernas temblaban y era visible como su pecho subía y bajaba.
-Pero mira nada más quién es… Mi cena…
Lo tomé de la muñeca metiéndolo al cuarto y cerré la puerta con llave.
-Bienvenido Rei…
Me recosté sobre la cama mientras él se sentaba mirando al suelo.
-¿Qué es lo que te preocupa Rei? Nadie se enterará de esto. A ninguno de los dos nos conviene; además… Tienes un compañero muy pequeño y bocón… Sé que esta no sería tu primera vez.
Todo iba perfecto hasta que al imbécil se le ocurrió la genial idea de mencionar a Sousuke y a mi relación con él. Me hizo enojar lo suficiente como para correrlo de mi habitación; pero me controlé.
-Sousuke y yo tenemos una relación unilateral. Él me ama, pero yo no siento lo mismo por él. He intentado dejarlo porque considero que es lo mejor para los dos; sin embargo, él se rompería, sin mencionar que lo necesito en el equipo y en cuanto nuestra relación se terminara automáticamente él se iría muy lejos de aquí y me preocupa lo que pueda hacer. Por otro lado, no lo quiero porque ni siquiera me da oportunidad de extrañarlo, todo el tiempo está encima de mí, casi nunca me deja solo y no deja de repetirme que me ama. Quizás para cualquier persona eso sería genial, pero a mí me resulta completamente molesto. Lo he hablado con él y no ha funcionado. Si esto te molesta, permíteme recordarte que tú no tienes a nadie y sé que tuviste una pequeña aventura con “Haru-sempai” sin importarte que él está con Makoto…
Supongo que me había sobrepasado, pero no quería quedarme callado ante aquello; después de todo, yo sabía de sobra que cualquiera podía poseer mi cuerpo, pero solo una persona había tenido mi corazón entre sus manos y lo destruyó; desde ese día, el amor se volvió algo inexistente en mi vida.
Miré el reloj de la pared, la charla era interesante, pero no quería arriesgarme a que Sousuke nos encontrara juntos, lo necesitaba en mi equipo.
De manera brusca lo hice caer sobre la cama; me recosté sobre él metiendo una de mis piernas entre las suyas para abrirlas y poder estimular su pene con mi rodilla. Lo besé con desesperación. ¡Era muy inocente! Automáticamente comenzó a endurecerse y yo respondí feliz con una leve mordida en su labio inferior provocando que le sangrase.
Se notaba algo asustado, nervioso y hasta algo impaciente.
Me deshice de sus anteojos y acaricié su mejilla mientras miraba su rostro y sus pupilas ya dilatadas. Era un gran deleite para mis ojos. Tome sus dedos entre los míos colocando nuestras manos unidas una a cada lado de su cabeza al tiempo que besaba su cuello proporcionándole leves mordidas hasta que jadeó un poco y se sacudió debajo de mí.
-Relájate, seré bueno contigo…