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Atracción por lo Prohibido por Akai-chan

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Notas del capitulo:

Hola queridos lectores/as, después de tanto tiempo he vuelto por la puerta grande con el último capítulo de esta pareja RenXMasato. Con todos los reviews y viendo que este fic se ha leído tanto, he decidido que debía terminarlo de una vez por todas. No os perdáis ni un momento de este impresionante capítulo que guarda el desenlace de la historia, apasionada e intrigante hasta el final. Agradecería que en el caso de encontrar alguna errata durante la historia, que me informéis por un review, ya que de normal no lo reviso y pueden haber algunos fallos tontos. Que disfrutéis de la lectura y nos leemos al final del capítulo~

 

 

 

CAPÍTULO 5: EL CORAZÓN NO ATIENDE A RAZONES

 

Había pasado un buen rato desde que Masato abandonó la habitación estrepitosamente en un repentino brote de rabia. Ren ni siquiera comprendía sus motivos, le llamó y le buscó pero no le encontró. A pesar de que dijo que estaría en el comedor eso claramente era una mentira, pues fue allí a buscarlo y no lo halló por ningún sitio. Cuando finalmente vio que era inútil seguir buscándole, decidió que lo más correcto sería regresar al dormitorio, ya que algún día tendría que aparecer de nuevo al menos para dormir.

 

Cuando regresó a la habitación su mirada buscó ansioso a su compañero, pero no había regresado. Era tal y como había supuesto. Sin embargo pudo ver que en la esquina de la habitación había una pequeña mochila que no conocía. Con cierta cautela se acercó hasta ella para ver su interior. Sólo contenía algunas prendas, productos de aseo y poco más. Fue cuando cruzó por su mente la idea de que Masato había estado preparando todas esas cosas para mudarse de cuarto. ¿Realmente tenía que llegar tan lejos por una niñería?

Pero no se trataba de nada que le perteneciese a él o a su compañero, lo que hizo que le pareciese más sospechoso que antes.

 

—Oye, es de mala educación rebuscar en los bolsos de los demás. Tu depravación no conoce límites.

 

Una conocida voz le hizo volver a poner los pies en la tierra, obligándole a girarse para verle cara a cara. Para su sorpresa no era Masato quien se había encontrado en su dormitorio, sino desgraciadamente a su otro compañero de trabajo, Tokiya.

El peliazul le observaba con el ceño fruncido y los brazos cruzados por delante del pecho. Viéndole de esa forma estaba claro que no estaba de buen humor.

 

—Vaya… lo dice la persona que se ha colado en una habitación ajena por la cara. Me pregunto quién de los dos es más depravado. — El rubio forzó una leve sonrisa mientras se ponía en pie para quedar frente al contrario.—

 

—No estoy aquí por gusto. He sido echado prácticamente de mi habitación — chistó molesto desviando la mirada a un lado del cuarto —

 

El rubio miró a su nuevo acompañante con una cara llena de extrañeza, esperando a que el contrario prosiguiese con la explicación.

 

— ¿Echado? No me digas que te has peleado con Otoya y por eso estás aquí. No entiendes el corazón de un hombre, después de todo — se burló colocando las manos en las caderas manteniendo una pose cargada de superioridad—

 

— ¿Ah? ¿Acaso no has pensado que esto es culpa tuya? — Tokiya mantuvo el tono bajo y conservó las formas a pesar de que le molestaba esa actitud. A pesar de ello, le miraba con el ceño fruncido sin poder ocultar su desagrado.—

 

— Espera…. ¿no estarás diciendo que realmente….? — Definitivamente eso último le preocupó. Observaba al peliazul temiéndose que Masato con su enfado fuese el principal culpable de aquello—

 

Exacto. Otoya llegó a la habitación con Masato y empezó a decir que se quedaría con él en la habitación. Me negué, por supuesto. Pero no hubo modo… — finalizó con un profundo suspiro—

 

Ren por su parte se había echado las manos a la cabeza y mantenía la mirada a un lado como si no se lo pudiese creer. Ambos chicos se miraron por un momento fijamente, como si pudiesen leerse la mente el uno al otro.

 

— Eso quiere decir…. — susurró Ren en voz baja dejando la frase a medias —

 

Significa que tendremos que compartir habitación hasta que arregles las cosas de una vez con Masato.

 

— ¿Eh? Pero si ha sido él quien se fue malhumorado — cruzó los brazos por delante del pecho, desviando la mirada hacia un lugar perdido del dormitorio —

 

— Aunque trates de excusarte, no servirá de nada, Ren. ¿Por qué me ha tocado contigo de todas las personas? Ese Otoya… hace las cosas sin consultarme. — Sin más ganas de discutir, el peliazul tomó asiento en la supuesta cama de Masato —

 

Ren por su parte, hizo lo mismo tomando asiento en su propia cama, al tiempo que hundía su rostro entre sus dos manos. Comenzó a darle vueltas al tema, tratando de asimilar todo lo que estaba ocurriendo. No solo Masato se larga sin dar explicaciones, sino que además, se le ocurre la estupenda idea de cambiar de habitación con Tokiya sin consultarle.

 

“¿En qué narices está pensando ese idiota?...”

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

Por otro lado, en la habitación de Otoya y Tokiya, Masato se encontraba sentado en una de las sillas frente al escritorio mientras que el pequeño pelirrojo lo miraba fijamente desde la cama vacía de Tokiya.

Ambos mantenían un incómodo silencio que parecía quebrar el aire que los separaba. A pesar de que Masato sabía que su compañero le miraba con impaciencia buscando una respuesta, hacía caso omiso tratando de centrarse en algunos de sus asuntos. Sabía que sería cuestión de tiempo que acabase preguntándole para pedirle respuestas.

 

— Esto… Masato… ¿Cuánto tiempo te vas a quedar aquí?... — comenzó la conversación en voz baja entre titubeos, corrigiendo cada pocos segundos cada una de las frases que soltaba por sus labios — Ah, pero no es que molestes… quiero decir… algún día tendrás que volver… Y Ren probablemente no esté muy feliz con todo esto…

 

Por supuesto, sabía de sobra que Tokiya y Ren, ambos dos no se soportaban. A pesar de que trabajaban juntos no parecían buenos amigos a simple vista. Masato se mantuvo en silencio mientras hacía garabatos sin sentido en un trozo de papel, malgastando la escasa tinta que restaba en el bolígrafo hasta que se cansó de perder el tiempo.

 

— No lo sé, Otoya. Solo quiero un descanso de ese presuntuoso. — El peliazul suspiró con pesadez antes de levantarse de la silla para dirigirse a la ducha — ¿Puedo usar la ducha?

 

— ¿Eh? Claro… estás en tu casa — El menor de los dos dudó por un instante ante la sorpresa por poder escuchar su voz. No lo esperaba. Sus miradas se cruzaron por unos breves segundos, donde pudo caer en la cuenta de la triste sonrisa que Masato le había regalado—

 

Los rojizos ojos de Otoya siguieron el delgado cuerpo del contrario, dando vueltas por el cuarto hasta que desapareció por la puerta del baño. Minutos después se pudo escuchar el sonido del agua cayendo de la ducha.

El peliazul se deslizó al interior de la ducha, notando como la calidez del agua cubría su piel, pero aquello no logró apartar sus pensamientos.

 

Se había encontrado con Otoya en el camino hacia el comedor. El chico le observaba preocupado diciendo que tenía mala cara. Entremedias de la conversación, recordó haberle pedido quedarse en su habitación. Lo sugirió como un mero impulso sin haberlo pensado, y sin esperarse que fuese a acceder, pero vaya sorpresa cuando el pequeño pelirrojo accedió sin siquiera dudarlo. Le sonrió con ternura, y le dijo que todo estaría bien.

 

— Debería darle las gracias después… — Susurró para sus adentros dibujando una leve sonrisa —

 

Nada más salir de la ducha, se secó y vistió con ropa cómoda, aún no veía la hora de ponerse el pijama. Tras dejar el baño atrás, el chico que ocupaba el cuarto con él, se giró para mirarle directamente manteniéndose tumbado en la cama. Al parecer había estado esperando a que saliese de la ducha mientras escuchaba algo de música en el reproductor mp3 con sus cascos. El menor se levantó enseguida, quedándose sentado sobre el colchón. Se le podía ver perfectamente en la cara que aún estaba interesado en saber la historia pero no se atrevía a preguntarlo.

 

— No estamos enfadados ni nada por el estilo si es lo que estás pensando — tomó asiento de nuevo en la silla de Tokiya mientras se terminaba de secar el pelo con una toalla —

 

¿Eh?, no estaba pensando nada de eso… — por supuesto su rostro no parecía decir lo mismo. —

 

¿Ese chico siempre había sido tan transparente? Probablemente si lo hubiese conocido más a fondo se habría dado cuenta hace tiempo. En cierto modo podía entender por qué Tokiya sentía tanto apego por ese chico y se comportaba de forma diferente con él. Aquello le hizo plantearse si alguna vez, él y Ren podrían llegar a tener una relación como esa. Rápidamente desechó la idea zarandeando la cabeza, mientras que el pelirrojo, lo miraba confundido al ver que el contrario se  peleaba con sus propios pensamientos en silencio.

 

— ¿Masato? — La voz del pelirrojo le devolvió los pies en la tierra —

 

— Oye Otoya…. ¿puedo preguntarte algo aunque sea un poco extraño? — El muchacho no se atrevía a mirar al compañero a los ojos al sentirse un poco avergonzado. Por el contrario, Otoya asintió totalmente animado —

 

— ¿Qué es, qué es? — entretanto, Masato se puso en pie para acercarse hasta el pelirrojo y tomar asiento a su lado en la misma cama —

 

— Tokiya y tu… parecéis llevaros bien. ¿Ha sido siempre asi?

 

El pelirrojo se quedó callado con el rostro enrojecido por la vergüenza. Ese detalle no pasó desapercibido para Masato, quien imaginó que había preguntado algo que no debía. Pero en ningún momento se retractó.

 

— Bueno… nos llevamos bien, supongo… pero no siempre ha sido así. Antes se metía mucho conmigo — mientras hablaba, sonreía tontamente entre que jugaba con sus dedos entrelazándolos entre sí — ¿Por qué lo preguntas? Quizá Ren y Masato…

 

— ¿Eh? ¡No, no, no es lo que parece! — el rostro sonrojado y confundido del peliazul parecía un poema. Pero al contario que Masato, el pequeño Otoya no resultaba ser tan despierto para entender las cosas — Sólo… tuvimos una pequeña disputa porque es un desastre. Nunca tiene en cuenta los sentimientos de otros. Es… un engreído y se piensa que todo gira en torno a él. Odio esa parte de él… y además…

 

El pelirrojo empezó a reírse sonoramente, cortando en seco a Masato. Fue cuando se dio cuenta que quizá se había soltado de la lengua. Resultaba demasiado vergonzoso reaccionar tan abiertamente al público.

 

— ¡No te rías!, ¡sólo olvida lo que dije!

 

— Perdón perdón… — Otoya mantenía una mano en su abdomen, calmando su risa poco a poco, retomando el aire — Pero esas pequeñas cosas son las que hacen que nos llevemos bien, ¿no crees? Sería aburrido si todos fuésemos iguales…

 

— Eso…. Puede ser…  

 

El peliazul se mantuvo en silencio, pensando en esas palabras

 

— A Masato… debe gustarle mucho esa persona, ¿no es así? — quizá eso era lo más acertado que había dicho en todo el día —

 

Masato observaba el suelo silenciosamente, con una apacible sonrisa dibujada en sus labios. Esa pregunta, se la había hecho a sí mismo tantas veces que ya perdió la cuenta. Una pregunta a la que por muchas veces que se la hiciesen, seguiría siendo la misma.

 

“— Sí… Me gusta mucho esa persona. Él es el único para mi”

 

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

En la habitación de los otros dos chicos, el rubio permanecía en pie dando vueltas continuamente por la habitación cargado de nerviosismo. En cierto modo era lo normal. Pensándolo fríamente, había hecho algo para molestar a su compañero de cuarto (se fue sin decir nada y por tanto no sabe nada sobre él pero supuso que era culpa suya como era costumbre), le habían metido en su dormitorio a su actual compañero de trabajo (no era la persona que más apreciaba, pero si tenía que aguantarlo haría el esfuerzo), y lo peor de todo…

 

—Oye, ¿Cuánto más piensas seguir así?

 

La voz de Tokiya le despertó de sus íntimos pensamientos, haciéndolo volver a la realidad que tenía ahora. Observó a su compañero que permanecía sentado en la silla de escritorio con los brazos cruzados por delante del pecho. Parecía la típica escena de una madre esperando a un hijo para darle la charla del día.

 

Automáticamente, Ren sonrió de forma forzada regresando sobre sus mismos pasos para dirigirse a su cama, donde se dejó caer para tumbarse a lo largo del colchón con los brazos apoyados detrás de la nuca a modo de almohada.

 

— ¿Piensas dejar todo tal y como está? — el peliazul repitió la frase como si se hubiese sentido ignorado, importunando al rubio, el intento de olvidarse del tema.—

 

Los ojos de Ren se fijaron en su compañero, mostrándole el ceño ligeramente fruncido a modo de protesta.

 

— ¿Estás sugiriendo acaso que vaya a disculparme o algo así? — Suspiró profundamente antes de poder seguir — Yo no hice nada, y no pienso disculparme. Ni siquiera entiendo lo que ha pasado.

 

— Entonces, ¿no es más eficaz que vayas a enterarte? Esta situación no me agrada, arréglalo de una vez.

 

— Qué ruidoso… ¿Cómo se las apaña para aguantarte Otoya? Pero tranquilo, cuando se  canse de ti yo aún te seguiré queriendo — bromeó para evadir el tema —

 

Ese último comentario fue el detonante de que se hinchase la vena de Tokiya. Ni siquiera pudo ocultar su molestia del rubio a pesar de que había intentado ser paciente por todos los medios. El peliazul se levantó de la silla y atravesó a paso lento el dormitorio hasta quedar frente al rubio. Rápidamente, casi sin haber podido llegar a verlo, le agarró del cuello de la camisa a pesar de que permanecía allí tumbado, y lo zarandeó estrepitosamente.

 

— Oye, ya está bien de tonterías. Yo tampoco sé cómo Masato te aguanta cada día, y me apuesto lo que quieras a que esto ha sido todo culpa tuya. Eres un inmaduro que se piensa que puede hacer lo que quiera sin importarle lo que ocurra con su alrededor. Ahora haz lo que debes hacer y arregla el entuerto.

 

Ren observó a Tokiya con los ojos abiertos como platos, sorprendido en cierto modo de haberlo visto tan agitado. Así que era cierto que el sosegado de Tokiya podía perder de vez en cuando  los estribos, eso era algo nuevo. Ren, agarró con fuerza los brazos del contrario, apartándolos de su camisa. Ya le había estado dando vueltas al asunto y no necesitaba que un tipo como él, le dijese lo que tenía que hacer, y aunque le costaba admitirlo, a veces podía tener parte de razón.

 

— Está bien… ¿Si lo hago dejarás de darme la tabarra? — Chasqueó la lengua mientras apartaba al contrario para poder ponerse en pie. Aprovechó ese momento para colocarse el cuello de la camisa que Tokiya le había desordenado y se lanzó a salir por la puerta dando un sonoro portazo.—

 

Tokiya suspiró sentándose en la misma cama que Ren había dejado, y tras deslizar los dedos entre los cabellos, se dejó caer de espaldas en el colchón. Su mirada permaneció fija en el techo, observando la exquisita lámpara de techo. Sólo le quedaba esperar para ver los resultados de su charla.

 

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

Ren atravesó cada pasillo del edificio, buscando la habitación de Tokiya y Otoya en el piso de abajo, ya que supuso que Masato permanecería allí metido. Cuando al fin llegó, se quedó parado frente a la puerta de la habitación 1º A, sin atreverse a abrirla. Sin embargo, podía escuchar la voz de dos jóvenes en su interior. Desde luego, enseguida los identificó como Masato y Otoya.

Sus voces se escuchaban con muchas interferencias debido a la pared, y aunque tuvo el descaro de “pegar la oreja a la puerta”, no pudo recoger toda la información que quiso, tan sólo palabras sueltas. A pesar de ello, escuchó la última frase de Masato como una confesión… “¿gustar?… ¿el único para mí?” ¿Qué era lo que estaba diciendo? La espera lo mataba, y en un impulso abrió la puerta de golpe, irrumpiendo la habitación. Ambos chicos, posaron los ojos en el nuevo intruso, observándolo con el rostro lleno de sorpresa.

Ren se sorprendió de sí mismo al no creer la mala pasada que le jugaban sus ojos, Masato y Otoya se hallaban sentados el uno al lado del otro cogidos de la mano con toda la confianza del mundo y su pecho, fue atravesado con algo similar a un filo de acero muy fino.

 

— ¿Ren? ¡¿Qué estás haciendo aquí?! — Masato se puso en pie repentinamente al igual que Otoya — ¡¿Acaso Tokiya no te dijo que no vinieras?!

 

— No, más bien me dijo que viniese.

 

El rubio se mostraba aparentemente tranquilo a pesar de que por dentro echaba chispas. Atravesó el cuarto hasta lograr agarrar el brazo del peliazul por la muñeca con la bastante fuerza para que el menor emitiese un ligero gemido adolorido.

 

— ¡¿Qué haces?! ¡Suéltame, me haces daño! — Masato tiraba del brazo tratando de librarse apresurado, no quería que le tocase, sin embargo su subconsciente gritaba hasta quedar afónico “¡Quiero que me toques más, aunque después tenga que arrepentirme mil y una veces!” —

 

— Otoya… — La voz de Ren irrumpió la tensión, captando la atención del pequeño pelirrojo perplejo y asustado al mismo tiempo, quien observó al mayor de ellos con la mirada perdida. — ¿Puedes dejarnos solos?...

 

Otoya no se pudo negar. Los azulados ojos del rubio se clavaron en él intimidante con solo una mirada, quizá fue su imaginación pero inconscientemente asintió justo antes de bajar la cara para observar el suelo. Enseguida salió del cuarto dejando a ambos chicos solos en el cuarto 1º A.

Ahora que al fin estaban solos, los dos permanecieron en un incómodo silencio que parecía quebrar el aire que los separaba.

 

Masato pegó un tirón del brazo para lograr librarse del agarre en la muñeca, rompiendo al fin el silencio del pesado ambiente.

— ¿A qué has venido? Agradecería que me dieras un poco de espacio-  — casi no tuvo tiempo a terminar la frase cuando Ren le lanzó una pregunta indiscreta.—

 

— ¿Qué estabas haciendo con Otoya?

 

— ¿Eh? — la pregunta le pilló de improviso — ¿Qué hacíamos? Sólo estábamos hablando. ¿Hay algo malo en ello?

 

— No, nada en realidad. — se encogió de hombros. En realidad estaba esperando a que Masato soltase más prendas —

 

— ¿Si solo era eso, puedo marcharme ya? Tengo cosas mejores que hacer… — mintió apretando la tela de sus pantalones entre sus dedos por los nervios.—

 

Justo cuando el peliazul caminó por el lado de Ren para sobrepasarlo y salir por la puerta, el mayor de los dos impidió que se marchara al apoyar el brazo contra la puerta de salida y empujándola para imposibilitar su salida.

 

— He escuchado detrás de la puerta lo que estabais hablando. — Su quebrada voz se pudo escuchar en un leve susurro lo bastante excelso para lograr robarle un leve rubor a Masato.—

 

— ¿¡Cómo has podido?! ¡¿Y se puede saber qué hacías ahí?! ¡Enserio, no tienes vergüenza! — “¡No puede ser! ¿Eso es que lo sabe todo? ¿Qué puedo hacer ahora?” Por los nervios trató inútilmente de apartar al mayor de la puerta, pero no se movió ni un ápice, parecía pesar igual que el plomo.— ¡Ren, déjame salir!

 

El rubio agarró al chico por los hombros y lo empujó contra la puerta dejándolo con la espalda apoyada contra la madera. Sintió como el pomo de la puerta se le clavaba en la cadera pero no se quejó, sólo observó al contrario con la mirada cautiva en los azulados ojos de Ren.

 

— ¿Por qué él, Masato? ¡¿Acaso yo no soy suficiente?! ¡No hay nadie que te conozca mejor que yo, nadie! ¡¿Me oyes?!

 

— ¿Qué estás diciendo, Ren? ¿Te has vuelto loco?....

 

— ¡¿Y qué si me he vuelto loco?! No me importa para nada, pero no tienes derecho a decirme que siempre estoy jugando para que luego tú me hagas esto…

 

Masato observaba al contrario con la mirada confundida, perpleja, perdida, llámalo como quieras, tan sólo se había perdido en alguna parte, en mitad del camino. Después de haber escuchado la conversación entre él y Otoya, ¿por qué reaccionaba de una forma tan impropia? Ren le tenía agarrado por los hombros y a cada afilada palabra que soltaba de sus labios, podía sentir la fuerte presión de sus dedos contra su carne, transmitiéndole ese sentimiento de ¿miedo?  ¿Furia? “¿Estaba temblando acaso?”. No era su imaginación desde luego.

Cuidadosamente, la cálida mano de Masato, se posó con ternura sobre la mejilla más cercana de Ren, logrando que bajase la mirada para observarle fijamente, como si desease poder leer toda la verdad tan sólo sintiendo su tacto.

 

— Ren, me voy a arrepentir de esto pero… ¿Se puede saber que has escuchado?

 

— Por supuesto te estabas confesando a Otoya. Cosas como “me gustas o eres el único para mí”

 

— ¿Escuchaste solo eso? — No sabía si debía sentirse feliz porque no escuchase toda la conversación  o preocupado por darse aquella confusión. —

 

— ¿Cómo que solo eso? ¿Qué más le dijiste? Vamos ahora que has empezado dime todo al completo — no se escuchó demasiado convencido y el rostro de Masato llevaba un rato adornado de un bonito y sutil color rojizo en sus mejillas que ya ni se molestaba en ocultar.—

 

El peliazul dudó, y dudó más de una vez en su silencio, entre que el otro se mantenía a la espera de una respuesta que parecía que jamás llegaría. La mente de Hijirikawa trabajaba a 100 por minuto, barajeando cada una de las opciones para dar con la correcta, y pensó que quizá, era un buen momento para decirle la verdad.

 

— Te equivocas, Ren —tomó una bocanada de aire. Sintió su garganta seca, y simplemente lamió su labio inferior mordiéndolo entre sus dientes—

 

— ¿En qué me equivoco? —  comenzaba a ponerse nervioso y su paciencia tenía un límite muy moderado—

 

— Otoya no es… la persona a quien me estaba refiriendo… es otra persona muy…. “diferente”

 

— Espera... no estarás… — Ante la atónita sorpresa de Ren, Masato le cortó para poder continuar con lo que estaba diciendo.—

 

— Es alguien descuidado. Un poco gañán debo admitir, pero en el fondo es buena persona, ¿sabes? Yo… cambiaría su gusto por adornar las paredes con ese ridículo color naranja pero no hay forma… También cambiaría que no dejase los zapatos tirados en medio del pasillo, y también- -

 

La cabeza de Ren se dejó caer hasta que su frente acabó posándose contra el torso de Masato. El chico se sorprendió al creer que había dicho algo indebido y le había afectado, pero pronto supo que no tenía que preocuparse por él. Su preocupación enseguida sería para sí mismo al darse cuenta que había cavado su propia tumba por su misma voluntad.  

 

— ¿Por qué no me lo dijiste antes?

 

— ¿Ah? Somos hombres… es extraño para mí decir cosas que para ti son tan fáciles… ¡Ponte un poco en mi piel de vez en cuando!

 

— Enserio... tan anticuado como siempre. Estamos en el siglo XXI, ¿no te lo han dicho hasta ahora? — la leve risita de Ren hizo que ambos se relajasen, el tenso ambiente de hacía escasos momentos se había tornado a un cálido sentimiento de paz y sosiego.— ¿Es pronto para pedirte entonces una confesión?

 

La vena del peliazul se hinchó ante la broma a pesar de que su rostro se mostraba de lo más formal, y aprovechando el momento, agarró la mejilla del mayor tirando de ella con fuerza.

 

— ¿Ah? ¿Quién has dicho que se va a confesar? No te des tantos aires de grandeza.

 

— Aich… oye… eso duele… — tomó la mano del chico para apartarla de su rostro y evitar que le acabase haciendo una marca en la cara de tanto tirarle de la mejilla

 

— Eso es por lo de antes, si eres un hombre toma tus responsabilidades como es debido.

 

— Oh, que correcto. Nunca cambias ¿eh? — la misma mano que ya tenía tomada del contrario, la elevó hasta que el dorso de la misma rozó sus labios al depositar un leve y casi imperceptible beso. Masato arqueó una ceja ligeramente sin desviar la mirada.—

 

Cierto. Pero tú tampoco cambias. ¿Es esta tu forma de ganarte a todas esas chicas?

 

— ¿Qué chicas? “Tú eres el único para mí”

 

El rostro del menor lo observaba relajado y esbozando una sonrisa que desde hacía mucho tiempo no mostraba. Se había aprovechado para usar sus mismas palabras en su contra, y en verdad, se trataba de un arma de doble filo demasiado mortífera para ser real.

Lentamente, elevó los brazos hasta que logró con ellos rodear el cuello del más alto, y entrelazar sus dedos a modo de lazo, quedando de aquella forma pegados el uno contra el otro.

 

— No pienses que a  mí me vas a comprar con flores, bombones y colonias caras como a esas mujeres. No soy uno de tus ligues pasajeros y te mataré si me engañas.

 

— Una mujer despechada a veces puede ser terrible… — Al ver como Masato le miraba enfadado por el comentario, trató de arreglarlo disculpándose.— fue una broma de mal gusto, no te enfades~

 

Y por supuesto, no estaba enfadado. Tiró del cuello de Ren hacia abajo lo suficiente para que sus rostros se encontrasen cara a cara y lo bastante, para que sus labios quedasen unidos en el camino. Aquel beso, intenso como nunca habían recordado, selló finalmente aquel vínculo que habían erigido con el sólo contacto de sus cuerpos y el unísono latido de sus corazones que palpitaban como si de uno solo se tratase.

 

Se habían arrebatado la ropa sin importar siquiera si se quebraba en el camino, las cosas simples y materiales en aquellos momentos habían perdido toda su importancia, ya que se habían dado el lujo de darse prioridad tan solo el uno al otro. Se había creado un sendero con la ropa que los chicos hubieron vestido y la deshecha cama era testigo claro de la pasión que habían desatado.

 

Las manos de Ren acariciaban la piel del torso de Masato, su abdomen, su cintura, sus caderas y muslos… no hubo una sola zona que hubiese podido escaparse de la curiosidad de sus dedos buscando explorar cada parte de su delgado y frágil cuerpo, que temblaba víctima del placer entre que extendía sus piernas como una invitación a descubrir los lugares más obscenos y vergonzosos que jamás pudo mostrar a nadie más. Nuevamente lo besó apresuradamente, con una sed insaciable perdida en el deseo de querer poseerlo una y otra vez sin preocuparse por el tiempo. Mordió sus labios con la intención de desgastarlos entre cada beso que compartían, entrelazando sus lenguas y buscándose la una a la otra sin darse tregua.

 

Recobraban a duras penas el oxígeno que se arrebataban el uno al otro entre cada beso, y cada susurro que compartían. Entre jadeos y gemidos de placer, Ren musitó unas suaves pero claras palabras que enseguida el peliazul pudo comprender. Sus delgadas manos siguieron la curvatura de su ancha espalda, obligando a que el rubio emitiese un gemido de dolor al arañar su piel. Los labios ajenos acallaron los quejidos y tras agarrar al menor por las caderas, acomodó su duro miembro contra la estrecha entrada, embistiendo su cuerpo profundamente.

El pecho de Masato se sacudió y su espalda se arqueó ante la sensación de la intromisión que para su sorpresa, la estaba esperando ansioso con la expresión de la lujuria escrita en su rostro.

— Ren…  espera… así no… — respiraba agitado y ya sin pensar en las palabras que escapaban de su boca, ni en sus acciones—

 

El rubio no entendía a lo que hacía referencia, se mostraba confundido y perplejo al mismo tiempo. Entre la confusión, su cuerpo fue empujado con la suficiente fuerza para dejarse caer de espaldas sobre la cama, y el peliazul se las había ingeniado para colocarse a horcajadas sobre su cadera, con las manos apoyadas cómodamente sobre su pecho desnudo.

 

— Oye… ¿no estás más sexy que de costumbre?...

 

— Cállate… yo puedo… lidiar con esto… — no se atrevía a admitir que por una vez quería llevar la delantera, era también un hombre después de todo —

 

— Orgulloso hasta el final ¿eh?... — deslizó el brazo hasta tomar al contrario por detrás del cuello. Tiró de él hacia abajo logrando alcanzar su cuello para besarlo.—

 

Masato temblaba, sintiendo como el vello se le erizaba ante el dulce contacto de sus labios contra su piel. Movió sus caderas friccionando el espacio entre sus nalgas contra la erección del rubio, gimiendo en voz baja como si a pesar de todo aun quisiera contener su voz. Nunca se había sentido tan avergonzado en su vida, no sólo se había expuesto de aquella forma, sino que además, su mente pensaba que estaban en una habitación desconocida y en una cama que no era la suya, pero aquella atracción por lo prohibido era imposible de retenerla.

 

Las manos del mayor se posaron en sus caderas, llevando el control de guiarle debidamente al punto exacto al que debía prestar atención. La escurridiza cabeza del miembro se presionó contra el esfínter y el cuerpo del menor se dejó caer lentamente hasta llenar su interior con la dureza y calidez de su amado. Un alarido de dolor por la penetración quebró el ambiente mientras tensaba su cuerpo y echaba la cabeza hacia atrás. El rubio abrazó el cuerpo contrario por la cintura apoyando la cabeza contra su torso para a continuación besarlo siguiendo la línea desde la clavícula hacia abajo.

Lamió el pezón que tropezó con sus labios por el camino, lamiéndolo lentamente en forma de círculos. Lo estimuló hasta que lo notó en punta totalmente erecto para poder morderlo entre los dientes. Las caderas de Masato se movieron sobre su cuerpo en un continuo vaivén sobre su miembro. Su interior estaba tan húmedo que su sexo podía fluir con facilidad, entrando y saliendo con movimientos lentos pero profundos. Jadeaba pesadamente, observándose como su pecho no paraba de sacudirse rápidamente.

 

— Ren… se… se siente bien…— susurró contra los labios ajenos antes de rozarlos con un corto beso —

 

— Tan bueno… sigues igual de apretado… — correspondió al beso apresurado, jadeando contra su boca. Todo iba demasiado lento para él y en un impulso inconsciente elevó la cadera creando una ligera embestida —

 

— ¡Ahh! ¡Ren! —  Clamó en un bramido mientras sus brazos rodeaban el cuello del rubio a modo de salvavidas—

 

El cuerpo del menor se movió vertiginoso sobre el tendido cuerpo del rubio, sintiendo a cada movimiento como su propio miembro se rozaba contra el torso del mayor como si estuviese rogando por atenciones en su zona delantera. Sus deseos fueron escuchados cuando los dedos del contrario acariciaron con cuidado el endurecido falo, friccionando el glande y bombeándolo a lo largo lentamente de arriba abajo.   

 

Escasos momentos después el peliazul alcanzó el aclamado clímax gimiendo sobre el cuerpo de Ren y arqueando su espalda anticipando el momento en que acabó corriéndose. El blanquecino semen se vertió entre los dedos del mayor y su abdomen, mientras que jadeaba agotado por el esfuerzo al mismo tiempo que sus caderas dejaban de moverse.  El intruso miembro de su interior se vio estimulado al sentir una deliciosa presión que le hizo correrse de la misma forma y casi al unísono  que Masato.

 

El menor dejó caer su cuerpo hasta terminar tendido sobre el mayor, con la cabeza apoyada en el pecho contrario a modo de almohada. Su pecho se movía arbitrariamente por el cansancio y su corazón latía acelerado, demostrando que estaba más vivo que nunca. No cruzaron mensajes de amor, ni tampoco promesas apasionadas, pero sus bocas se encontraron apremiantes en un intenso beso, y sus caricias y miradas cargadas de anhelo y deseo, demostraban que lo que habían empezado aún estaba lejos de llegar a su fin.

 

 

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A la hora siguiente Tokiya apareció tocando la puerta de la habitación donde aún estaban metidos. Otoya le seguía los pasos diciéndole que quizá era mejor esperarse un poco más, que no era buen momento, y a decir verdad, por una vez el pelirrojo se había ganado el punto.

Ambos, Ren y Masato, fueron reñidos por el estricto de Tokiya y en cierto modo llevaba su razón cuando se habían dedicado a darse el lote en su cama. El rostro de Masato parecía todo un mapa, avergonzado y deseando que la tierra le tragase, hacía una bonita paradoja con la forma de ser de Ren, que parecía que el tema no era para él.

 

Después de un rato, todo el grupo de STARISH se acabó juntando en el salón para seguir practicando cada uno con sus tareas propuestas. Nanami estaba presente “echando una mano” (a mi parecer solo estorbaba) a los chicos en lo que podía.

 

— Ren, céntrate de una vez — la voz de Tokiya se le clavaba en el alma cada vez que decía su nombre —

 

— Relájate un poco, es demasiado temprano para esto…

 

— Vosotros no cambiáis nunca ¿eh? — el pequeño syo irrumpió en la discusión, se había colgado del cuello de Tokiya como si de esa forma pudiese ganar algo de altura —

 

— Oye no te apoyes, no soy una mesa.

 

Sin embargo Syo no se apartó ni tampoco el otro hizo por quitárselo de encima. Solo cuando Natsuki apareció, tomó a Syo para apartarlo y dejarlo de nuevo en el suelo. El pequeño observó a su compañero de cuarto ligeramente molesto por tratarlo como a un muñeco, pero su ceño dejó de fruncirse cuando el oji-verde depositó un pequeño beso en su frente, parecía un niño de esa forma.

 

— ¡¿Qué estás haciendo?! ¡No me trates como a un niño! — Syo golpeó el pecho de Natsuki con los puños pero sin llegar a hacerle daño alguno

 

— ¡Aww, mi pequeño Syo es tan lindo!  — estrujó al pequeño entre sus brazos con una amplia sonrisa en su rostro. El menor acabó dejándose abrazar con el rostro rojo hasta las orejas —

 

Esa clase de escena era tan típica que no sorprendía a nadie. Aprovechando esa distracción puesto que todos estaban lo bastante ocupados, Ren se movió por el salón hasta colocarse detrás de Masato con un brazo rodeando los hombros del peliazul.

 

— Oye Masa… ¿Tú también quieres un beso? — Habló en voz baja para que solo ellos pudiesen escucharlo.—

 

No bromees con eso, ¿Quién iba a querer algo tan asqueroso? — Conocía de sobra esa forma de ser, por lo que su rostro  permaneció completamente impasible mientras apartaba el brazo del contrario de encima de sus hombros —

 

Jaja… supongo que lo esperaba — nada más apartó su brazo, usó ese instante de tiempo  para agarrar el trasero de Masato en un intento de meterle mano —

 

El peliazul arqueó  una ceja ligeramente molesto por el trato, y a modo de pago, le dio una fuerte palmada en la espalda del rubio. Sabía de sobra que aún tenía las marcas de los arañazos y que por tanto, acabaría soltando un quejido tal y como realmente hizo.

 

El grupo entero se sorprendió girando la mirada hacia los dos chicos apartados de la sala. Masato sonreía internamente mientras observaba como Natsuki y Otoya comenzaban a preguntarle qué le pasaba o si le dolía algo. El pobre Ren negó todo impulsivamente sintiéndose sorprendido y un poco avergonzado, puesto que en cierto modo no podía admitir que le dolieron los arañazos en su espalda. Todo eso conllevaría cientos de preguntas que aunque a él no le importaría responder, sería un buen motivo para que Masato acabase enfadado.

 

— No es nada, no fue nada.

 

— ¿Eh? ¿Enserio? — Otoya observaba fijamente al rubio mientras que Natsuki hacía lo mismo.—

 

Uwah! Mentiroso… seguro que se debe a que no come bien…  — el ojiverde había sacado una bolsita con galletas que supuestamente había horneado él mismo — Va, va come, verás como te sentirás mejor~

 

— No, no creo que sea eso…  — Ren se negó a todo entre que observaba a Masato por el rabillo del ojo —

 

Tokiya quien era mucho más despierto que los demás, sabía de sobra lo que ocurría aunque hizo caso omiso al tema. Simplemente volvió a llamar la atención para que todos fuesen serios y se pusieran a trabajar.

 

¿FIN…?

Notas finales:

Al fin he podido terminar la historia de esta parejita tan mona. ¿Alguien más ha disfrutado con ellos tanto como yo lo he disfrutado? Debo admitir que no sabía como iba a terminar pero he quedado muy satisfecha con el resultado, más aun considerando que es una pareja muy picante. Algunos preguntarán si este es realmente el fin, pero voy a decir que NO LO SE, porque lo mismo y un día acabo escribiendo más de ellos pero por ahora no tengo pensamientos de seguir la historia de ellos. Por ultimo me siento en la obligación de decir que la próxima pareja van a ser NatsukiXSyo, aunque… no se cuando empezaré a escribir de ellos, es todo un misterio.

Os agradezco mucho que hayáis leído mi fic hasta ahora y estaré esperando sus reviews con ideas, ánimos, quejas o cualquier otra cosa.

Como siempre digo, podeis seguirme en twitter para ver todas mis publicaciones en @shizuo_hem14

Un beso muy grande a todos mis lectores y lectoras~


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