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Atracción por lo Prohibido por Akai-chan

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Notas del capitulo:

Hola queridos mios, ya se que he estado muy perdida pero aquí viene el primer capitulo de la última parejita. Aviso que este capitulo contiene bondage, sadomasoquismo, Lemon, violencia y más etc que quizá no quieran leer. Si os gustaron las apasionantes historias de TokiyaXOtoya y RenXMasato, no podéis perderos a esta pareja que no tiene nada que envidiar a las anteriores. Muchas gracias por seguirme hasta ahora y a disfrutar del capítulo~

CAPITULO 6: EL AMOR NO LO ES TODO (habitación 3º C)

 

Había llegado el invierno, y las vacaciones de navidad estaban cada día más cerca. El pequeño Syo, miraba por la ventana de la clase con cierta melancolía en su mirada. Viendo aquellos días fríos y oscuros de invierno, le hacían recordar ciertos momentos de su infancia. El peso sobre su hombro derecho y la conocida voz de uno de sus compañeros le hizo volver en sí.

 

— Vaya vaya, ¿problemas de amor, Ochibi-tan?

 

La mirada del menor fulminó al arrogante de Ren que a pesar de decirle cientos de veces el odio que sentía hacia ese mote, seguía repitiéndolo de forma cantarina como si aquello le pareciese divertido.

 

— ¡DEJA DE LLAMARME ASÍ! ¡SABES QUE ODIO QUE ME LLAMES DE ESA FORMA!

 

— Va, va, no te pongas así. Es una muestra de mi cariño incondicional — el mayor se encogió de hombros como si le restase importancia a la discusión.—

 

¡NO QUIERO CARIÑO POR TU PARTE!

 

El que faltaba en la clase apareció por la puerta. Tokiya observaba a los dos sujetos sin sorprenderse por la forma que tenían de comportarse, después de todo se había convertido en lo más normal del mundo. Suspiró  con pesadez tomando un breve suspiro.

 

— Tenéis mucha energía desde por la mañana. ¿Podéis tomarlo con calma?

 

— ¿Ah? ¡Es culpa de ese tipo, no para de burlarse de mi estatura! — sin darse cuenta, estaba señalando a Ren mientras se excusaba delante de Tokiya—

 

El  rubio más alto aprovechó ese momento para posar su mano derecha sobre la cabeza de Syo, aplastando ligeramente el sombrero que llevaba en la cabeza. Todo aquello llevó a una nueva discusión que Tokiya ni se molestó en interrumpir.

 

Cuando tuvieron un hueco en los horarios, el pequeño Syo fue a tomarse un descanso en una zona rodeada de vegetación situada en los alrededores de la academia. Ese día, a pesar de estar en invierno, la temperatura resultaba medianamente agradable. Se mantenía sentado sobre un banco de piedra con un arco de acero pintado en blanco justo en la parte de atrás. Aquel arco dirigía al interior de un pequeño jardín con una fuente en el centro del mismo.

 

El menor se acomodó la bufanda que se había colocado alrededor del cuello y mientras llevaba su vista hacia el cielo, suspiró profundamente. De su boca emergió algo de vaho por el frío ambiente, y antes de darse cuenta, sintió un leve escalofrío pincharle la espalda.

 

Andaba distraído mirando el azulado cielo, como si las nubes fuesen lo más interesante del mundo, y simplemente, una conocida voz que le llamó, le hizo buscar la dirección de donde provenía. Otoya a lo lejos, llegaba corriendo y sacudiendo su mano derecha con una amplia sonrisa. Cuando por fin llegó al lugar en el que se encontraba el rubio, se detuvo en seco encorvándose hacia adelante con las manos apoyadas en las rodillas. Respiraba con la misma juventud que un hombre de 50 años mientras le sonreía a pesar de que de su frente resbalaban algunas gotas de sudor.

 

— ¿Oto-kun? — el menor le observó sorprendido con sus ojos azules totalmente fijos en el contrario — ¿Qué haces aquí?

 

— ¡Syo-chan! Te estábamos… buscando — comentaba entrecortadamente mientras tomaba aire a duras penas. Al momento se dejó caer en el mismo banco que Kurusu — Nos han reunido todos en el salón. Al parecer es algo importante.

 

— ¿Eh? No sabía nada de eso — enseguida se puso en pie, colocándose el sombrero blanco con una cinta en tono rosa que siempre llevaba.—

 

Otoya rápidamente se apresuró a ponerse también en pie para seguir los pasos del menor que ya había empezado a caminar por delante de él. Ambos se dirigieron hacia el interior de la academia Saotome, atravesando aquel jardín. Justo al lado había un pequeño lago no demasiado grande, que la verdad, nunca se había fijado hasta ese día. A lo lejos, vislumbraron a una joven que conocían de sobra. Era Nanami, quien permanecía en pie junto a otra persona que no conocían. A pesar de que vieron al chico de espaldas, pudieron ver que era joven, de piel oscura y con cabellos castaños. Llevaba una extravagante ropa que no concordaba con el ambiente de la academia.

Los dos chicos se escondieron rápidamente detrás de un par de árboles, para de esa forma poder observar la escena desde lo lejos. No podían escuchar nada de lo que decían pero se hacían polvo por intentar saber lo que estaba pasando.

 

“¿Quién es él? ¿Será algún conocido de Nanami? ¡¿Qué narices está pasando ahí?!”

 

Al segundo sus ojos se abrieron como órbitas al observar como el chico tomaba la mano de la joven con toda la confianza del mundo.

 

Las cabezas de Nanami y el joven se voltearon al escuchar un grito que provenía de entre los árboles. El leve grito de Syo se escuchó perfectamente, y aunque se volvieron a esconder, se dieron cuenta que era absurdo seguir ocultándose cuando habían sido pillados tan estrepitosamente.

 

Lentamente salieron de entre la vegetación con la cabeza cabizbaja, y ligeramente avergonzados por la situación.

 

— ¿Sy-Syo-kun? ¿Oto-kun? ¿Qué hacen ahí? — probablemente la chica estaba más avergonzada que ellos, ya que sus mejillas se habían adornado de un tenue color rojizo —

 

Ahora que todos se encontraban frente a frente observaron fijamente que el chico desconocido era muy joven, probablemente de su misma edad. Tenía un bonito rostro y unos grandes ojos color turquesa que destacaban con su tez bronceada.

 

A lo lejos se escuchó una voz masculina que no conocían. El chico desconocido enseguida se alertó y tras despedirse de Nanami con el mote de Hime, huyó del lugar como un gato callejero (realmente es un gato XD).

Todos se quedaron pasmados. Aunque Syo o Ittoki quisieran preguntar, aquella escena les impidió pensar por donde debían empezar. Y sin hablar sobre el tema, todos regresaron al interior de la academia Saotome.

 

Cuando llegaron al salón, todos los demás integrantes ya estaban allí reunidos. Llevaban ahí a la espera durante una media hora larga, y ya comenzaban a ponerse nerviosos.

 

— ¡Llegáis tarde! — la voz de Tokiya hizo que los tres dieran un salto por la sorpresa. —

 

¡Perdón! Pasaron demasiadas cosas  — el pelirrojo se acercó hasta Tokiya con las manos unidas en forma de disculpa —

 

¿Qué importa? Aún no ha empezado la reunión después de todo — Ren se encontraba totalmente relajado sobre el sofá con una taza de café entre las manos. Para Tokiya no había peor actitud que la del rubio cuando le llevaba la contraria.—

 

— Nunca cambias, ¿verdad, Ren? — el peliazul frunció el ceño, pero trató de mantener su molestia a raya—

 

Al momento Natsuki corrió hacia Nanami y Syo, y sin previo aviso, se lanzó sobre ellos a abrazarlos. Por su tamaño, abrazó a los dos al mismo tiempo, haciendo que los tres cayesen al suelo por el peso. Todos llevaron la vista hacia el pequeño grupillo que estaba desparramado por el suelo pero sin darle importancia al asunto.

Antes de la caída, el pequeño rubio colocó los brazos en forma de cruz por delante de su pecho, de tal forma, que aunque tenía a Natsuki encima, podía hacer el esfuerzo de apartarlo de encima.

 

— ¡¿Qué crees que haces?! ¡Me aplastas!

 

— Wooow Syo-chan es tan lindo~  — el rubio mayor de los dos, frotaba su mejilla cariñosamente contra la del otro rubio, sin quitarse de encima hasta —

 

Fue en ese instante, cuando Masato entró en escena por la puerta observando aquella escena. Enseguida agarró a Nanami por el brazo y la ayudó a salir de ahí ante la sorpresa de Natsuki. Syo aprovechó para agarrar la nariz de Natsu y seguir apartándole hasta que al fin se quitó de encima.

 

— Syo-chan, que cruel…. — Comentó el rubio frotándose la nariz con las manos —

 

— ¡Cállate, es tu culpa para empezar!

 

El rostro de Syo se volvió de un sutil color rojo. Trató de ocultar su vergüenza subiéndose la cremallera de la chaqueta hasta arriba, tapando parte de su rostro. Quizá nadie se había dado cuenta, ni siquiera el inocente Natsuki que lo conocía desde hacía tantos años.

La mente de Kurusu viajó instantáneamente al interior de sus recuerdos, recordando ciertos momentos del pasado. La vista del menor buscó inconscientemente a su compañero de cuarto, quedándose fija en él  por unos breves instantes.

 

Enseguida las luces se apagaron como si se hubiese producido un apagón, pero no era así, y las ventanas  se abrieron de golpe de forma similar a cuando el viento las empuja, haciendo que se golpeen contra la pared. Al momento, captó la atención de todos los presentes el estruendo de un helicóptero acercándose a la posición de donde se encontraban. Otoya fue rápidamente a asomarse al, balcón pero de repente un par de personas aparecieron de la nada, balanceándose por una fuerte cuerda de acero. Iba unida a un par de arneses que llevaban colocados alrededor de la cintura. Ambos sujetos, el director y Ringo Tsukimiya, hicieron su entrada triunfal como era costumbre. Vestían unos llamativos atuendos y llevaban consigo algunas luces de neón parecidas a las luces de navidad. Nada más aterrizaron e hicieron su espectáculo, el estruendoso ruido del helicóptero se fue alejando cada vez más.

 

Nuevamente hicieron su presentación, y justo en el momento en que parecía que el tema no empezaba a ser relevante, Shining con un gesto, señaló la entrada del salón donde un par de sujetos esperaban pacientemente al momento de su revelación.  Ryūya Hyūga, profesor encargado de la clase S, quien iba acompañado de una nueva joven promesa, Cecil Aijima.

 

Todos voltearon la cabeza en la misma dirección como si aun no entendieran lo que estaba pasando. Nanami, Otoya y Syo, se vieron sorprendidos al encontrarse justamente con el mismo joven que se habían encontrado anteriormente por casualidad.

— Os presento a vuestro nuevo compañero e integrante del grupo. — la voz del director en ningún momento perdió entusiasmo ni dejó a un lado su papel de presentador de televisión.—

 

El nuevo joven observó al resto con una leve sonrisa y ante las atónitas miradas de los demás chicos, se “presentó” con una suave y melodiosa voz.

 

— Me llamo Aijima Cecil, y en realidad, no tengo ningún interés en ser cantante ni Idol de este grupo~

 

Todos se quedaron con la boca abierta. No sabían si se debía a la sorpresa del momento o simplemente al comentario del joven, pero eso no cambiaba el hecho de que seguían estupefactos sin mediar palabra. El profesor Hyuga agarró le mejilla más cercana del joven y tiró de ella con fuerza.

 

— ¡Ya cállate, no paras de darme problemas! ¡¿Qué es eso de que no quieres participar?!

 

Cecil apartó la mano ajena de un manotazo, aprovechando ese escaso espacio de tiempo para apartarse de un rápido salto del alcance del profesor.

 

— ¡Déjame! ¡Yo no he venido para hacerme famoso, solo lo hago porque quiero cantar las canciones de Haruka!

 

Y de nuevo, todos los integrantes quedaron perplejos. Aquello ya superaba la ficción. En un repentino cambio de los acontecimientos, Syo volvió a reaccionar señalando al nuevo joven con el dedo índice.

 

— ¡Ah! ¡Eres el de antes! — comentó con voz chillona sin dejar de señalarle. Sin embargo Cecil no se dio por aludido—

 

El moreno de ojos verdes ignoró al resto y sin cuidado ni atento a la situación, se acercó hasta Nanami para sujetarle la mano mientras se inclinaba ligeramente hacia el rostro de ella, guardando una escasa distancia.

 

— Lo dije antes pero… siempre, siempre he estado esperando para estar contigo como ahora, My princess — y ante las atónitas miradas del resto, besó con suavidad el dorso de la mano de la joven, produciendo que sus mejillas se adornasen de un tenue color rojizo.—

 

— ¡WAH! ¡¿Qué crees que estás haciendo con Nanami?! — casi al mismo tiempo que sus palabras, Otoya se movió hasta donde estaban aquellos dos y agarró a Cecil por el cuello de la camisa, tirando de él para que se alejase de ella —

 

— ¿Hm? Parece que algo está molestando — comentó en respuesta tratando a la misma vez que el pelirrojo le soltase —

 

Se mantuvieron discutiendo entre todos ellos por un escaso periodo de tiempo, ignorando completamente el motivo por el que se habían reunido allí.

 

El director Shining y el  profesor Ringo Tsukimiya, se colocaron frente a frente, uniendo entre ellos las manos pero sin quitar el ojo a sus queridos alumnos al tiempo que comenzaron a realizar un corto y breve baile de salón entre ellos. Justo cuando todos estaban distraídos, se detuvieron justo en medio del salón.

 

— Ahora ha llegado el momento para pasar al siguiente nivel — de nuevo la voz de presentador de Shining hizo que el resto de personas en la sala, dirigieran sus atentas miradas hacia su persona.—

 

El momento que todos estábais esperando para lanzaros al estrellato — continuó Ringo con la frase del director como si ambos se hubiesen preparado con anterioridad el guión. Y desde luego, así sería—

 

— ¡Ahora seréis conocidos como STARISHd25;! — Ambos sujetos estiraron el mismo brazo a modo de espejo en dirección a los chicos, haciendo la presentación del Nuevo Grupo que había pasado de ser STd25;RISH a STARISHd25;!—  

 

Todos se quedaron sorprendidos por un momento, como si analizasen la nueva situación. Se mantuvieron en silencio hasta que Ren comenzó a repasar en voz alta la realidad.

 

— En pocas palabras… ¿Eso quiere decir que seremos 7 participantes? ¿Por qué integrar uno nuevo ahora?

 

— Y más en concreto… ¿por qué él? No tiene ninguna motivación por ser un idol — añadió Tokiya estando por primera vez en su vida, de parte de Ren —

 

 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

Cuando al fin llegaron a la habitación, Syo se dejó caer con pesadez sobre la cama, boca arriba y con los brazos abiertos en forma de cruz. Cerró los ojos por unos segundos, tratando de dejar la mente en blanco de todo lo ocurrido. Ahora que se ponía a darle vueltas, habían sucedido demasiadas cosas. La voz de su compañero de cuarto, le hizo volver a abrir los ojos para mirarle.

 

— Syo-chan no debes dormirte con la ropa puesta. Tomate una ducha y acuéstate apropiadamente — sugirió con una voz amable típica en él—

 

— ¿Eh? Estoy demasiado cansado para moverme… No importa si me quedo así un rato.

 

— ¿Ehhh? Claro que importa, va va Syo-chan… — el mayor se acercó hasta la cama donde se encontraba tendido, y trató de hacer que se levantase tirando de uno de sus brazos —

 

El menor se dedicó a realizar resistencia pasiva sin ninguna intención de levantarse de la cama. Cuando al fin Natsuki suspiró, resignándose a que no le haría caso, Syo se recolocó en la cama pero en esta ocasión permaneciendo sentado sobre el borde de la misma.

 

— Natsu… — le llamó en voz baja mientras mantenía la mirada perdida sobre la alfombra del suelo —

 

— ¿Te ocurre algo, Syo-chan?

 

Ante la llamada del pequeño rubio, éste se inclinó ligeramente para poder escucharlo más de cerca. En ese instante, la mente de Kurusu andaba repasando ciertos aspectos, como si barajease varias posibilidades y al mismo tiempo, dudase. Finalmente, se atrevió a elevar la vista hasta que sus ojos se encontraron con el color verde de los del contrario, quien lo miraba con una inocente sonrisa. El menor lo observó fijamente, observando su propio reflejo a través de los ojos Natsuki, como si no encontrase lo que realmente buscaba. Se mordió el labio inferior con los dientes y tragó saliva de forma costosa, como si su garganta se encontrase seca. No entendía por qué debía dudar, no a esas alturas.

 

— Perdón por esto — Y ante la confusa mirada del rubio, llevó sus dudosas manos con cuidado hasta las lentes del mayor, retirándolas lentamente—.

 

Fueron unos breves segundos los que pasaron hasta que repentinamente “Natsuki” (a decir verdad en esos momentos era Satsuki) se abalanzó sobre los labios del menor, comenzando a besarlos y a morderlos intensamente. Su cuerpo había empujado a Syo  con fuerza sobre el mullido colchón, emitiendo un versátil sonido.

El menor gimió contra los labios del contrario, tratando al mismo tiempo de apartarlo lo suficiente para poder volver a respirar. Al fin, logró crear una escasa distancia entre sus rostros, jadeó entrecortadamente mientras observaba los ojos verdes del contrario con las mejillas encendidas y el rostro cargado de deseo.

 

— O-oye… espera…  — susurró con la respiración entrecortada mientras apartaba ligeramente al mayor empujándole por el torso —

 

— ¿Esperar? ¿Acaso no has sido tú quien me ha llamado? — automáticamente sus dedos se deslizaron por su propia corbata, comenzando a aflojarla hasta conseguir quitarla —

 

— ¡¿Cómo?! ¡Yo no hice tal cosa! — mintió aun sabiendo que no se lo creería —

 

— Sólo cállate...  Eres un bastardo mentiroso — susurró contra la boca del menor justo antes de morder con fuerza su labio inferior hasta saborear el metálico sabor de la sangre —

Emitió un nuevo gemido de dolor ante el mordisco, mientras trataba de echar su cabeza a un lado para liberar sus adoloridos labios de la mordida.

Ni siquiera se quejó por el comentario, pues sabía que a pesar de la dureza de sus palabras, era cierto.

Inconscientemente el cuerpo del menor había reaccionado fácilmente al dejarse arrastrar al ritmo que le había marcado el contrario de forma tan desconsiderada. Y eso era algo que le encantaba aunque jamás fuese a admitirlo.

Nuevamente la ronca voz del mayor, captó su atención. Sentía tanto el cuerpo como  la mente, totalmente entumecidos por la calurosa situación en la que se encontraba. Lentamente, Satsuki se inclinó hasta que sus propios labios acariciaron con gentileza la oreja más cercana de Syo, susurrándole unas breves palabras que hicieron que el rostro del menor se tornase de un intenso color rojo. Éste asintió con la cabeza, sin poder negarse ante tal petición.

 

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La habitación permaneció cerrada con el seguro echado durante unos largos minutos. Habían sabido aprovechar el tiempo mientras que los demás se ocupaban de sus asuntos. El lugar permanecía casi a oscuras con las persianas bajadas y con tan sólo la nítida luz de color amarillo de una lamparita de noche situada sobre la mesita de Syo.

Un leve crujido sobre el colchón hizo que el menor se girase buscando el lugar del sonido, como si tratase de adivinar a ciegas que era lo que pasaba. Y así era.

Antes de darse cuenta, había seguido las órdenes de Satsuki, permitiendo que éste le llegase a arrebatar la visión colocándole sobre los ojos un antifaz de terciopelo en color azulón. Era otro de los juegos del mayor que desde el principio se le antojó. El pequeño Syo jadeó con pesadez girando de nuevo la cabeza hacia otro lado donde estuchó un sonido nuevo que igualmente desconocía.

 

Se comenzó a sentir aprisionado, como si su cuerpo perdiese la movilidad. Con cierta ansiedad, trató de moverse pero fue inútil, ya que el mayor se había cerciorado de que no se movería más de la cuenta. Había tomado de no se sabe donde, uno de sus tantos juguetes que usaba ocasionalmente para divertirse con aquel extraño hobby. Podría decirse que era uno de sus pasatiempos favoritos.

Le había desnudado por completo y podía sentir el frío metal de las cadenas rozar su espalda, el duro acero que unía los grilletes con una cinta ancha estilo corsé rodeando la cintura. Ésta igualmente, estaba unida de la misma forma que los grilletes a un collar de cuero rojo alrededor de su cuello. Por mucho que intentase liberarse, le resultaba imposible.

 

“Pero aquella dulce agonía de verse sometido de esa forma, le calentaba como nunca había imaginado”

 

 

Natsuki comprobó con los dedos que no podía ver nada con el antifaz colocado, de forma que acarició el suave terciopelo de la tela, siguiendo posteriormente con las yemas de los dedos la curvatura de su nariz, y sus labios. Antes de continuar bajando en dirección a su torso, besó sus labios con un corto beso que Syo trató de continuar inclinándose hacia adelante cuando se separó. El menor permaneció sentado en la forma seiza” (aclaremos que esa postura es la típica que se utiliza para sentarse en el suelo de manera formal en Japón, Syo está sentado en esa postura sobre el colchón a modo de “respeto”), buscando a ciegas cualquier indicio que le dijese que él seguía ahí. Sus plegarias fueron escuchadas.

Los dedos de Satsuki se deslizaron sin ningún pudor por la perlada tez del menor, sintiendo como el roce de sus dedos, lograba que su cuerpo se convulsionase a cada simple caricia que sentía contra su piel.

 

Su respiración entrecortada, chocó contra los labios ajenos que de nuevo buscaron los suyos en un intenso beso. Recordó como debía corresponderlo. La lengua del mayor se deslizó contra  la suya, entrelazándola y mordiéndola con suaves mordiscos ignorando un fino hilo de saliva que se derramaba por la comisura de sus labios.

— Natsu…Nat… —susurró contra su boca y casi al momento sintió un fuerte tirón de sus cabellos que le hizo gemir —

 

— No soy Natsuki, ¿tan dura tienes la cabeza para no saber aún el nombre de tu amo? — sabía que odiaba que le cambiasen el nombre y aun así lo hacía. ¿Acaso lo estaba haciendo adrede? —

 

Per-perdón… Satsuki… —desmenuzó de forma entrecortada, satisfecho por la reacción—

 

Tiró de nuevo de los cabellos del menor, empujando su cabeza hacia abajo, logrando de tal forma, que acabase arrodillado y con el torso completamente pegado contra el colchón. El rostro de Syo sintió la aspereza de los vaqueros y la dureza del miembro de Satsuki rozándose cada vez que trataba de moverse.

 

— Discúlpate apropiadamente y puede que te perdone — bajo esas palabras cargadas de rudeza sabía que se escondía unas claras intenciones de no cumplir con sus falsas promesas. Pero eso no  le importaba.—

 

Escuchó el susurro del zipper deslizarse y de las ropas siendo retiradas. Respiró agitado hasta que sintió la dureza y humedad de su erección golpearse contra su mejilla. Tras escuchar una más de sus órdenes, totalmente a ciegas, buscó hasta encontrar lo que buscaba con sus labios. Estos tocaron suavemente la piel, justo antes de deslizar la lengua todo lo largo hasta llegar al glande. Besó con suavidad la punta, logrando que el mayor se comenzase a poner nervioso. Lo demostró cuando acabó por darle una fuerte palmada en una de sus nalgas, obligándole a soltar un quejido.

 

— Deja de jugar. Eso no pone cachondo a nadie. — eso decía, pero ya estaba duro —

 

Syo le amenazó para sus adentros, pero más aún, se regañaba a sí mismo por gustarle todo aquello y por dejarse arrastrar tan fácilmente al son que le estaba marcando. Con cuidado ofreció algunas lamidas más a lo largo del falo, arrastrando con la lengua pequeños restos del pre-semen que se escurría en dirección a la base. Sus dientes rozaron la fina piel, logrando que el contrario se estremeciese ligeramente. Sabía que aquello a pesar de que siempre se quejaba, le encantaba. Continuó tomando la punta del miembro con su boca, succionándola y lamiendo alrededor de la corona justo antes de tomarlo por completo. Simuló las embestidas moviendo su cabeza arriba y abajo con cuidado de no morderlo con los dientes. Varió entre las veces que lo tomaba y lo succionaba, creando una deliciosa variación que logró hacer a Satsuki temblar. No dijo nada, pero su respiración agitada y el suave movimiento de su cadera demostraba que le estaba gustando.

 

La mirada cargada de lujuria se había clavado enSyo mientras se ocupaba de hacerle una señora mamada. El menor no lo podía ver pero en cierto modo podía sentirlo atravesándole con la mirada. Lo imaginaba a punto de correrse mientras chupaba su duro miembro hasta el límite de que incluso él mismo se había puesto duro.

 

Los dedos del mayor se habían entrelazado entre sus dorados cabellos, empujándole la cabeza hacia abajo para que lo tomase más profundo. Notó como prácticamente llegó hasta su garganta, provocándole unas enormes náuseas. Y finalmente, culminó en el interior de su boca, obligándolo a tomar la calidez de aquel líquido que acabó por derramarse sobre las sábanas. Tosió nada más lograr apartarse, y trató de recuperar la respiración antes de que el contrario le agarrase por la correa alrededor de su cuello para después empujarle contra el colchón.

Cayó de espaldas, sintiendo un fuerte tirón de los brazos al caer el peso sobre los mismos. El mayor le mantenía sujeto con rudeza contra la cama mientras tiraba de su cuerpo para colocarle como él quería.

 

¡No! ¡Para! ¡Me duele!se agitó bajo el formidable cuerpo del rubio, oponiendo la típica resistencia que sólo lograba hacer que se calentase más —

 

— ¡Eres muy ruidoso! Solo estate quieto de una vez.

 

¡Así no me gusta, no quiero!

 

Satsuki chasqueó la lengua y acabó por soltarle una bofetada al menor. Lo le llegó a hacer daño pero aquel gesto le destrozó la moral a Syo. Se quedó paralizado por unos escasos segundos antes de saltar a insultarle.

 

¡Eres un bastardo! ¡No me toques! gritó en voz alta justo antes de tirar de su cuerpo hacia atrás, dándole un golpe con el hombro al moverse. —

 

El mayor ignoró el gesto y simplemente le agarró del brazo más cercano, obligándole a colocarse de rodillas y con la cara pegada contra el colchón. El menor se removió tratando de liberar sus manos de las ataduras. De nuevo volvió a fallar. Su espalda se tensionó y su rostro cambió de color cuando notó la sensación de algo duro presionando el agujero de su trasero. Su cabeza se giró hacia atrás como si quisiera ver lo que estaba pasando, pero no veía nada y eso le ponía los nervios de punta.

 

— Ahora si no te estás quieto será muy doloroso para ti — Satsuki le había tomado por las caderas, manteniéndolas elevadas mientras que frotaba la punta de su miembro contra la húmeda entrada.—

 

— Ahí no… — su pequeño cuerpo se estremeció ante aquella sensación que tanto conocía. —

 

— Dices que no quieres pero estás tan duro y tan húmedo aquí… que es imposible que no quieras que lo meta. — la arrogante voz de Satsuki era un gran potenciador que logró que su piel se erizase de placer —

 

Syo se asustó cuando su inconsciente gritó que deseaba aquel enorme falo dentro de él mientras que su falsa faceta le obligaba a negarse a sí mismo sus verdaderos deseos.

 

Verlo de aquella forma tan inofensiva, temblando ante el delicioso placer, resultaba abrumador a la par que adictivo. Solo ver como su entrada se relajaba y se oprimía anhelante de penetrarle, había logrado que volviese a estar duro.

El suave sonido de un sobre abrirse lentamente hizo que los sentidos de Syo se activasen. Sacó un condón de su envoltorio y enfundó la enorme erección con él antes de continuar con lo que estaba haciendo.  

Atendiendo a sus inconscientes deseos, el  mayor empujó con cuidado su cadera hacia adelante, logrando que comenzase a entrar lentamente en su interior, extendiendo las tirantes paredes de su esfínter al abrirse paso de forma tan abrupta.

 

Se pudo escuchar un quejido ahogado junto al metálico sonido de las cadenas al convulsionarse el cuerpo del menor, quien se retorcía en una mezcla de extrañas sensaciones de dolor, agonía y deleite que era imposible que todas ellas combinasen en la misma frase. Algunas lágrimas brotaron de sus ojos, humedeciendo el antifaz y las que no pudieron ser retenidas, escurrieron por el contorno de sus mejillas.

De un suave empujón, logró que la totalidad de su miembro se abriese paso sin ninguna consideración hasta el interior de Syo. Éste gimió con un atronador alarido mientras tensaba su espalda y su boca creaba un pequeño charco de babas en las sábanas. Se acababa de correr tan sólo con haberle penetrado de forma tan salvaje y eso logró avergonzarle de tal manera que sus mejillas se colorearon incluso debajo del antifaz.

 

— Qué pervertido… ¿te corriste sólo con tu trasero? Eres un completo masoquista.

 

— No…No lo soy… duele… maldito… — su pecho se agitaba con la respiración entrecortada después de correrse —

 

— Pero te gusta cuando duele, ¿no es así? Mira como me estás apretando — susurró sus palabras inclinándose hasta el oído de Syo, logrando hacerle estremecer—

 

A pesar de no haberle preparado con anterioridad, sus verdes ojos observaron como se había adaptado adecuadamente al contorno de su erección. Lo estaban disfrutando como nunca. Intentó moverse pero eso solo logró que el contrario apretase las nalgas, provocándole un leve gemido por la contracción. El menor se sorprendió al escuchar aquella voz proveniente de su amante, quien tan sólo movió las caderas ligeramente haciendo que el mayor volviese a emitir el mismo sonido. Se estaba divirtiendo a costa suya sin que él lo supiese.

 

Los dedos de Satsuki se deslizaron por el rostro del menor, arrastrando con ellos el antifaz que cubría sus ojos. Después de tanto tiempo con los ojos cerrados, la escasa luz de la lámpara le molestaba. Se giró para observar al mayor directamente a los ojos, y en ellos pudo encontrar un intenso color verde de excitación en la mirada.  

 

Se acabó el descanso”

 

El rubio agarró uno de los brazos del menor por la muñeca y tiró de él hacia atrás lo suficiente para llegar a hacerle daño. En esta ocasión no se quejó. El rostro de Syo se mantuvo pegado contra las sábanas, mientras sus dientes mordían con fuerza su labio inferior para evitar emitir algún sonido que de nada sirvió ocultar. El cuerpo del mayor comenzó a moverse al principio a un ritmo lento y continuado que con el tiempo se volvió frenético y tosco. Su cuerpo se movía con cada embestida, agitándose y gimiendo sin ningún pudor. Sus delirantes suspiros y jadeos resonaban acompasados como si estuviesen unidos de una forma más íntima y no sólo carnal.

 

La mano que sujetaba con fuerza el brazo de Syo, recorría su cuerpo hasta acabar tomándole por el rostro, justo por debajo del mentón. Tiró de él para hacer que elevase la vista hacia arriba mientras se inclinaba hacia adelante para poder alcanzar a morder el cuello del chico con fuerza. El elevado tono de voz del menor al lograr un orgasmo seco, se vio acompañado del ronco gemido de su compañero cuando alcanzó el clímax.

 

Aquella relación tan sólo meramente física, había tenido siempre el mismo final. Desde el principio acordaron que no habría amor, que sólo sería sexo. Se había prometido a sí mismo, que no podría haber entre ellos nada más que no fuese eso. Pero en algún momento del camino, en el corazón del pequeño Syo, se abrió una grieta donde vio que a parte del dolor y del placer, podría haberse llegado a enamorar del sádico de su amante.

 

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Cuando despertó, sus ojos cargados de sueño y enrojecidos de tanto llorar, buscaron a su compañero, quien dormía apaciblemente justo a su lado en la misma cama. Le abrazaba con fuerza alrededor de la cintura por debajo de las cálidas sábanas. Ambos estaban completamente desnudos, sintiendo el calor el uno del otro. Le había quitado todos los “complementos” que estuvieron usando horas antes, probablemente justo después de que acabase dormido. Observó con impaciencia el rostro durmiente de su amante, demasiado entusiasmado como para dejar pasar la ocasión de robarle un superficial beso de sus labios.

 

Había  perdido la cuenta de las veces que se habían besado apasionadamente. De las veces que habían compartido la misma cama entre esas cuatro paredes del dormitorio. Las de veces, que gimió bajo el cuerpo del rubio, cada vez que lograba que su cabeza se quedaba en blanco. Un leve rubor adornó sus mejillas al recordar tan violentas escenas.

 

Con cuidado de no moverse mucho y despertarlo, se recolocó entre los brazos de Natsuki, apoyando su cabeza contra el torso del rubio. Desde esa postura podía escuchar sus suaves latidos y sentir su lenta respiración chocar contra los cabellos de su nuca. Era todo tan perfecto que parecía imposible que fuese real. Un fugaz sentimiento de culpabilidad le escindió su parte racional de lo que él consideraba un deseo pasajero.

 

— “Soy un idiota…”

 

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---RECUERDOS DEL PASADO---

 

Cuando éramos niños, vivíamos el uno al lado del otro. Pasábamos la mayoría de las horas juntos, como si fueramos hermanos. Más hermanos que con los usuarios que portaban mi misma sangre.

Desde luego, debía admitir que no fueron los mejores años de mi vida, ni mucho menos.

En su hogar, sus dos padres casi nunca estaban en casa. Vivía junto con su hermano gemelo Kaoru. A pesar de que eran idénticos, Natsuki siempre tuvo ese don para diferenciarlos.

Incluso, después de que Kaoru y Syo se alejasen, Natsuki siempre estuvo ahí.

Desde siempre, había deseado ser alguien como Ryūya Hyūga¸ en esa época cuando sólo tenía 12 años, idolatraba las películas que protagonizaba. Fue desde entonces que decidió convertirse en idol y eso a decir verdad, no fue lo único que logró cambiar su vida.  

 

Poco a poco empezó a interesarse por el arte de la interpretación. Al principio solo eran pequeñas obras teatrales sin importancia, pero para él, no había nada más gratificante que escuchar los aplausos del público tras su brillante actuación. Unió su gran amor por la actuación con la música, aficionándose a tocar el violín. Kaoru, Syo y Natsuki asistían a la misma clase musical, tocando Kaoru y Syo el violín, y Natsuki la viola. Poco después, Natsuki al igual que ellos, comenzó a amar la música del violín y se aficionó también a ese instrumento.

 

Los años pasaron, y cuando finalmente Syo cumplió los 15 años, decidió comenzar a debutar para idol. A pesar de que sus padres no estaban totalmente de acuerdo, por su propia cuenta se lanzó a comenzar su vida de idol en la Academia Saotome. Quizá, fue en ese momento, cuando él y su hermano Kaoru se separaron. Su hermano gemelo no tenía ningún interés por convertirse en idol, prefería estudiar y licenciarse para ser médico. ¡Qué vida tan aburrida!

 

Pero a pesar de ello, Natsuki decidió seguir a Syo también para debutar como idol. Nunca se supo si lo hizo solo porque quería estar con el menor o si lo hizo porque realmente amaba la música, (quizá las dos cosas), pero pronto se descubrió que su otro lado, Satsuki, tenía un talento nato para la música.

 

Todo aquello empezó una noche, antes de que ambos decidieran lanzarse a comenzar el estrellato, cuando aún estaban en sus primeros años de instituto.

Fue una tarde lluviosa nada más terminar las clases cuando definitivamente, sus vidas tal y como las conocían dieron un giro de 360 grados.

 

Ese día, el pequeño Syo había caído enfermo y se quedó en casa guardando cama. Permaneció tumbado con una toalla fría sobre su frente y un vaso de agua junto a algunas pastillas al lado de la mesita de noche. Había estado todo el día con fiebre pero a esas horas de la tarde noche, ya le había bajado considerablemente la fiebre y se encontraba mucho mejor aunque con algo de tos.

El sonido del timbre le hizo refunfuñar y maldecir a la persona que no paraba de tocar insistentemente el timbre.

 

Sin ningún entusiasmo, se levantó a días penas de la cama, colocando las sábanas y el edredón un poco estirados por si se trataba de alguna visita inesperada. El timbre siguir sonando y ante la insistencia, Syo gritó desde el pasillo un "ya voy " en voz lo bastante alta para que el invitado dejase de tocar él timbre. Mientras se acercaba a tomar el pomo de la puerta, se preguntaba quien podría ir a esas horas con la tormenta que estaba cayendo. Hacia horas que había estado tronando y lloviendo intensamente como si del fin del mundo se tratase.

 

Nada más abrir la puerta se encontró cara a cara con Natsuki. El rubio había llegado a las tantas de la tarde, prácticamente de noche y completamente empapado por no usar paraguas. Los cabellos le bajaban hasta taparle los ojos por completo, con algunas gotas cayendo por las puntas de cada uno de sus rubios mechones que habían adquirido un tono más oscuro de lo normal por la humedad.

 

— Natsuki?! Pero...  ¿Qué haces aquí? Y...  o por dios, ¿cómo estás tan empapado?

 

Natsuki permaneció parado en la salida sin mediar palabra,  de la misma forma que un poste eléctrico. No se movió hasta que Syo le ordenó que entrase dentro mientras le tiraba del brazo más cercano hacia el interior.

 

— Vamos, no te quedes ahí y pasa dentro, baka!

 

El mayor entró al interior del edificio, dejando consigo un rastro de agua que creaba pequeños charcos en la entrada. Incluso sus zapatos emitían un ligero sonido húmedo al caminar. Dejó que el rubio se quedase aguardando en el salón mientras que él, corría rápidamente en dirección al baño, para ir a buscar una toalla limpia. Cuando regresó con ella entre las manos, la colocó por encima de la cabeza de Natsuki y comenzó a frotar sus cabellos para secarlos con ella. Syo se entretenía secándole el pelo al mismo tiempo que le preguntaba cosas varias “¿Pero qué te ha pasado?, ¿Te has visto las pintas?, Pareces una rata mojada… Eres un idiota, ¿Cómo se te ocurre ir por ahí sin paraguas?, ¡Mira cómo te has puesto!”.

 

Natsuki permaneció todo el rato callado, como si no escuchase lo que le decía o simplemente no tuviese una respuesta. Nada más notó que su cabello estaba un poco más seco, apartó un poco la toalla para poder verle a los ojos. Enseguida, el menor abrió los suyos ampliamente al encontrarse con la sombría mirada del contrario. Quizá fue la sorpresa de que acababa de conocer un rostro totalmente diferente al del “Natsuki sonriente”. Ante su atónita sorpresa, su corazón se tambaleó cuando el mayor se inclinó repentinamente hasta que sus frentes chocaron.

 

Syo por puro instinto, se echó hacia atrás, tratando de evadirle pero el contrario le había agarrado de un brazo, impidiéndole alejarse. De un fuerte empujón, el menor tropezó y ambos cayeron al suelo con rudeza. La voz del adolorido chico se escuchó como un fuerte gemido de dolor, al notar como su espalda emitía unos fuertes pinchazos de dolor por la caída.

 

¡OYE! ¡¿QUÉ PASA CONTIGO?! ¡ME HAS HECHO DAÑO, MALDITO! un fuerte agarre por parte del contrario alrededor de su cuello, le hizo sentir que se asfixiaba —

 

— Guarda silencio… — la voz ronca de Natsuki, acompañada de un sutil atisbo de impertinencia, logró que Syo se quedase completamente paralizado por unos momentos—

 

Natsuki se había colocado a horcajadas sobre el cuerpo del menor, impidiéndole moverse más de la cuenta. Éste andaba cada vez más sorprendido, atónito a lo que estaba pasando. Antes de que la mente de Syo le devolviese los pies a la tierra el rostro del contrario se acercó al suyo, tan cerca que su respiración agitada conseguía chocar con la del otro. Automáticamente reaccionó colocando su mano derecha contra los labios de Natsuki. A duras penas le trataba de empujar para apartarle y quitarle de encima, pero la diferencia de peso y de tamaño era tan abismal que parecía que pesaba como el plomo.

 

— ¡Natsuki! ¡Para ya! ¡No tiene gracia! — el menor elevó la voz mientras trataba aun de quitárselo de encima inútilmente—

 

Sin cuidado alguno, el mayor agarró con fuerza la muñeca de Syo, de tal forma que soltó un leve quejido por la brusquedad al sentirse adolorido. Natsuki tiró del brazo contrario en su propia dirección hasta que la palma tocó sus labios. Con lentitud, deslizó la humedad de su lengua alrededor de sus dedos índice y corazón, buscando los ojos de Syo, quien lo miraba sin poder apartar la vista de su impactante mirada cargada obsesión por controlarlo todo. El menor, notó como sus pómulos comenzaban a arder al sentirse tan avergonzado y su frágil corazón dio un tremendo vuelco, tan doloroso que pensó que se rompería.

 

Inconscientemente su cabeza se quedó en blanco. Por varios segundos su rostro se quedó sin otra expresión que la sorpresa adornada de un bello color carmesí. Natsuki aprovechó ese momento para inclinarse de nuevo y esta vez rozar los labios de Syo con un beso.

 

— Eso está mucho mejor. Te ves mucho más lindo de que dejas de gritar…  — y de nuevo, su irresistible voz le hizo mella —

 

Sin embargo, un ruido de algo romperse, hizo que Natsuki repentinamente cayera inconsciente con la cabeza apoyada sobre el pecho del menor. La mirada de Syo se centró esta vez en el nuevo invitado. Su hermano menor Kaoru había entrado sin hacer ruido y había lanzado sobre la cabeza de Natsu un jarrón chino que había colocado sobre la mesa central del salón. Los pedazos estaban desparramados por el suelo, totalmente hechos añicos. Ambos dos se miraron fijamente sin comprender la situación. Desde ese día, fue cuando se enteraron de la enfermedad de Natsuki, y en el caso de Syo, lo había vivido de primera mano.

 

Esa fue tal vez la primera vez que sufrió un caso tan extremo de lo que posteriormente diagnosticaron como “Síndrome de Géminis”, una enfermedad parecida a la esquizofrenia que sólo se daba en el momento que perdía sus gafas. Para poder mantener su otra personalidad a raya, fue necesario que fuese internado por un tiempo hasta que se estabilizó. Desde muy pequeño había demostrado tener aquellos síntomas, pero quizás… fue “aquella situación” la que le llevó a que la fina línea entre la cordura y la locura se hiciese pedazos. 

Notas finales:

 

Ok ok, vamos a explicar esta parte con tranquilidad ¿Si? El hecho de que esto empiece de una forma tan explosiva se debe, a que Satsuki y Syo, mantienen una relación física (que suponemos que Natsuki desconoce). Lo hice de esta forma para sumarle emoción. ¿Ha funcionado?

¿Cómo acabará esta emocionante historia de amor? Pueees, en dos semanas lo sabréis.

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Un saludito a todos~


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