El olor a café recién hecho era realmente intenso dentro de aquella cafetería, o al menos eso pensó el joven castaño que entró dispuesto a tomar su dosis diaria de cafeína. Sehun era un chico rutinario, siempre solía comprar un cappuccino doble y a sentarse junto al ventanal, con la única intención de observar a los demás clientes del local desde allí. La clientela siempre solía ser la misma, siempre con los mismos atuendos o los mismos peinados.
Todos eran comunes. Nadie lograba romper nunca su paradigma.
Sin embargo, esa precisa tarde su rutina se vio altamente afectada, justo en el momento en que vislumbró a un joven de piel canela y mirada felina sentado nada más y nada menos que en su lugar. «¿Quién rayos es ese?». Sehun no tuvo otra alternativa más que tomar asiento una mesa más adelante, quedando frente aquel repentino intruso. Con mal gesto comenzó a detallarle de pies a cabeza, llegando a la conclusión qué, sin duda alguna, era un turista; sería imposible que se tratara de un pueblerino más, a juzgar por las prendas extravagantes que tenía. «Demasiado estrafalario para mi gusto». Sehun le recriminó con la mirada. Incluso podría llegar a ser considerado un acosador por mantener durante tanto tiempo el contacto visual, pero sencillamente no podía evitarlo. El individuo conseguía acaparar toda su atención, como sí de una especie de animal exótico se tratase.
Sehun se detuvo a contemplar su rostro detenidamente, sintiéndose curioso al detallar que, detrás de aquellas enormes gafas con montura que traía puestas, poseía unas bolsitas justo bajo sus pequeños ojos rasgados. «Tal como un oso panda» pensó divertido ante aquella comparación, cayendo en cuenta que aquel chico exuberante comenzaba a resultarle adorable. ¿Pero cómo no pensar aquello? Si los gestos que hacía mientras leía su libro con tanta concentración eran sumamente tiernos. Por un momento, Sehun sintió deseos de escuchar su voz. ¿Tan extraño sería iniciar una conversación con un completo desconocido? Sehun no estaba del todo seguro, pero tampoco se detuvo a analizarlo; tan sólo se puso de pie y antes de que su mente pudiera siquiera pensar con claridad, ya se encontraba caminando hacia su dirección.
—Hola —Sehun le saludó sin expresión alguna cuando tomó asiento en aquella mesa. Y ante su repentina presencia el joven detuvo abruptamente su lectura y alzó su mirada, provocándole una corriente eléctrica apenas sus ojos se posaron sobre él. «Demasiado atrayente…» pensó, tragando en seco.
El joven llamativo le miró con extrañeza y respondió a su saludo de manera corta, dejando en evidencia una personalidad tímida completamente opuesta a la impresión que conseguía dar a simple vista. —¿Se te ofrece algo? —preguntó éste esforzándose por resultar lo más amable posible, con un poco de dificultad. Su voz era suave y poseía un acento peculiar. Sehun quedó tan ensimismado al escucharle que tan sólo permaneció en silencio, sin dar respuesta alguna. Francamente la situación comenzaba a tornarse extraña, como también un tanto incómoda para el de mirada felina, quién todavía no lograba comprender el porqué de su presencia—. ¿Hey?... ¿Estás bien? —le cuestionó confundido, agitando su mano de un lado a otro ante sus ojos al ver que sencillamente no reaccionaba.
Y ante esta acción, Sehun sacudió ligeramente su cabeza, en un intento por espabilar.
—¿Cómo te llamas? —soltó de repente ignorando por completo las preguntas del otro, asombrándose a sí mismo por su claro atrevimiento. Él jamás solía ser tan directo, cómo tampoco una persona sociable. Sin embargo, por alguna extraña razón, aquel individuo lograba desactivar su sentido común.
—Me llamo Tao —respondió el interrogado en voz baja con una leve sonrisa, sintiéndose contento por poner en práctica aquellas líneas que con tanto esmero había aprendido en coreano—. Huang Zi Tao.
—Yo soy Sehun —se presentó, con una naturalidad inusual en él—. Oh Sehun.
—Sehun… —Tao repitió su nombre en un murmullo con la intención de memorizar la pronunciación. Mientras que el otro por su lado, sonrió. Jamás había imaginado que su nombre podría llegarse a escuchar tan dulce por tan sólo salir de unos delicados labios.
—Así es —le confirmó con simpatía—. Es un placer conocerte.
Tao sonrió con dulzura y Sehun sintió su corazón arder, casi a la misma temperatura del café espumante que yacía sobre la mesa.
En ese preciso momento... Sehun se alegró por haber frecuentado sin falta alguna aquella cafetería.