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Mon Essentiel por Febo Apolus

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen son del maestro Kurumada 

Notas del capitulo:

El capitulo es unico, suspenso, misterio... 

-¿Es lo que querías no?- preguntó aun hincado, con sus manos atadas al frente y con la mirada baja pero con una sonrisa cínica y con el flequillo cubriendo la totalidad de sus orbes.

Estaban solo los dos, los demás detenidos habían sido cambiados de lugar y sólo quedaban ellos.

-Saber quién era.- continuo de manera cortante, Camus ni siquiera se movió, mantenía su entrecejo fruncido, mirándolo, observando cada centímetro de esa sonrisa torcida, triste, con toques de psicosis; los moretones comenzaba a aflorar debajo de los apretados grilletes y sus rodillas, cubiertas por un pantalón ancho, tenían un leve escozor. -¿Aun me quieres en tu lecho, Camie, querido?- Dijo con lo más afilado que siempre había poseído además del cuchillo, sus palabras.

 -¿Tú lo has hecho?- preguntó con la esperanza de que lo negara o cuando menos que lo intentara. No lo hizo

 -Después de todo lo que hice ¿No te parece estúpido qué fuera atrapado mientras degustaba una manzana a lado de la víctima y no huyera?- le pareció lógica la respuesta, sin embargo, en sus años de estudiante de investigador se le dijo que los psicópatas salían actuar de manera extraña, sin darse cuenta la estaba mirando directo en los hombros donde tenía una cicatriz en forma de rama -Yo no lo hice y pronto saldré de aquí-¿Y los demás?

-Esos sí, pero nadie puede comprobarlos- contestó sin miramientos, con la mirada más fría que pudo levantar, sin rencor, sin dudas -Almeno no hoy- culmino mirando en la misma dirección que los ojos de Camus y río.

Meses a tras él le había preguntado ¿Quién eres? y  solo sonrió sin decir nada, tan solo cubriendo su hombro vendado con plastas de sangre. Esa misma pregunta le hizo el día que llego con los nudillos destrozados y de nuevo él solo había sonreído, lo que lo llevo a buscar más allá en ese rostro lleno de misterio enmascarado, sin expresión.

Sus recuerdos le evocaban a un año atrás, cuando por azares del destino tuvo que trabajar con él, enredándose en su halo de misterio y oscuridad.

 

-¿Por qué?- Camus lo miro curioso de manera casi implorante y él de nuevo solo sonrió

-¿Por qué, qué?- reto moviéndose apenas y Camus solo rezo por no comenzar a llorar, no delante de él, no para que se diera cuenta de todo lo que le provocaba, no en ese momento y probablemente nunca más.

Solo lo vería esos momentos, los últimos, sin duda los inquisidores irían por él en un par de horas, darían el juicio y  sería quemado vivo en la hoguera.

Muchas fueron las advertencias de no acercare a ese muchachito que se empeñaba en vestir sin camisa apropiada para nada y nunca prestaba atención  a una mujer. Pero ¿Cómo iba a fijarse en una mujer si los instintos de... ¿Por qué insultarlo? ¿Si aunque le deseara lo peor nada cambiaria detro suyo? Nunca se fijo en una mujer... porque porque Camus fue su objetivo, siempre lo fue...

 -¡No!- gritó, en su impulso golpeo la pared destrozando un espejo que él se reflejaba.

"Milo" dijo el primer día que la vio, su nombre en parentesco al de una isla que alguna vez tuvo una potencia velica divina y así mismo aquel hombre parecía un ser divino nacido de Ares del que él, como imbécil, se había enamorado. Escucho a sus  cadenas moverse, estaba de espaldas por lo que no tuvo tiempo de reaccionar, pronto vio a sus ojos y el suelo muy cerca uno del otro.

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 -Joven Milo, queda sentenciado a la hoguera por el crimen de culto satánico y herejía- el mazo golpeo la madera del escritorio donde estaba el inquisidor que acababa de dictar sentencia

 Milo, como desde el momento de su captura solo estuvo quieto sin levantar la mirada. Sus moretones pronto fueron surcos delgados de sangre. "Solo se puede amar una vez" le había dicho su maestro "si te enamoras de un humano, asume el error de tu decisión, ellos no retornan, son tan frágiles como una pluma y amarlos es como suspirar y esperar que esa exhalación vuelva a ti. Son efímeros". Las cadenas eran pesadas al igual que su cuerpo, no sabía ni en qué momento de su vida se encontraba, solo sabía que moriría en esa vida otra vez; ya eran las 300 almas que él necesitaba para volver a reencarnar en la próxima era, ya podía morir para regresar después junto con él, con la misma condena

"Nunca serán uno"- sentencio su maestro - "Y nunca estarán juntos"- continuo...

Notas finales:

Raro? 


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