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Let me love you por Sly Blue Memoryof Amber

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Notas del fanfic:

Esta pequeña historia es de mi propiedad; así mismo los personajes no son de mi creación, son originales de "Nitro+Chiral (DMMd) Dramatical Murder"

Notas del capitulo:

¡Modificado! Le he agregado lemon (?) del bueno, y espero les guste.

¡Espero que les agrade esta nueva creación! Para mi suerte, logré completarlo antes del cumpleaños de nuestro alemán favorito. 

Espero que les guste, porque yo disfruté un montón escribiéndolo. 


 [ ¡Recuerden que en el cd drama, Midori es el nuevo nombre que Aoba le otorga a Usagimodoki! Un dato extra que tal vez muchos no sepan (?) y decidí agregarlo aquí, esperando que lo lean. ]


Las mañanas siempre fueron agitadas para el Seragaki, pero ese día en específico, parecía que todo debía salirle mal por obra maldita del destino traidor. El calendario marcaba: 13/06/2015. Lo peor del caso es que Aoba por poco lo olvida y la única razón se debía a la numerosa cantidad de libros que debía estudiar; lo había prometido a Noiz y el agotamiento ciertamente podía ser enorme. Incluso Ren debía saltar unas treinta veces encima de su dueño para lograr despertarlo al final, pero terminaba siendo Midori –el All-mate de Noiz- quien lo sacaba de la cama con un chirrido molesto.

¡Ese no era el tema! La cuestión cabía en… ¿Qué sería bueno regalarle a Noiz? Probablemente su cartera fuese más poderosa que la imaginación de cualquiera y Aoba estaba seguro de que en cuanto le hiciera la pregunta, este contestaría algo como “No necesito nada, solo quédate aquí” y un abrazo le bastaría; pero no, esta vez el de cabellera azul pretendía darle una enorme sorpresa, única e inolvidable… pero ¿qué? Estuvo tentado a colocar el número del rubio en el coil y terminar con su jaqueca. Se rindió, tenía que idear algo pero los demás no parecían tener algo bueno con que cooperar.


— ¡Ah, me rindo!— Contorsionó los labios en un mueca de disgusto, no podía ser que su cerebro estuviera igual de seco que un desierto.  — Tiene que haber algo que Noiz quiera… Midori, ¿estás seguro de que no tiene algo que le guste? ¿Una comida favorita? O tal vez…— No, ya estaba con la cabeza tan caliente que comenzaba a rondar por pensamientos íntimos. Ni de broma.

 

— ¡Pizza! ¡Pizza! ¡A Noiz le gusta la pizza!— El pequeño cubo saltó sobre la mesa, pero de verdad que no ayudaba mucho.

 

— Aoba, tal vez debiste hacer una investigación exhaustiva del los gustos de Noiz. Probablemente una lista de los pro y contra…— Dictó Ren, antes de ser interrumpido por un lamento de Aoba.

 

— ¡El tiempo se fue tan rápido, maldición! Debo encontrar algo, no puedo solo comprarle cualquier cosa… Y tampoco sé cocinar muy bien... —

 

— Tal vez Theodore tenga una idea—

 

— ¡Theo! ¡Theo! Es una buena idea ¡Viva, Ren, eres muy listo! —

 

— No es mala idea— Dijo con una pizca de esperanza, esbozando una sonrisa más afable al fin.

 

Marcó el número en su coil y dando vueltas por todo el pasillo del departamento esperó. No había respuesta; seguramente estaba tan ocupado como Noiz y ¿cómo culparlo? Definitivamente el destino jugaba en contra del Seragaki. Se había quedado sin ideas y tanto su desesperación le consumía que se olvidó de desayunar. Bien, era preferible salir con el mapa que Noiz le había dado en su arribo a Alemania. La mala noticia es que no había pasado demasiado tiempo en la ciudad de Múnich y no conocía el idioma, sería un verdadero reto encontrar algo que se adecuara y tampoco contaba con mucho dinero, por lo que era limitado.

Tomó a Ren y lo escondió en un bolso pequeño, a diferencia de Midori, quien se posó en el hombro del Seragaki. Las indicaciones que ambos daban solo lograban hacer que se perdiera más y fue hasta después de dos horas que lograron dar con la plaza comercial más cercana. Las miradas se le pegaban en la nuca y Aoba no podía estar más nervioso. No hablaba el idioma y a duras penas comprendía algunas palabras.

Pero después de un largo rato en búsquedas inútiles, tras una vitrina dentro de una joyería, vio algo que le llamó la atención. Un par de piedras turquesa,  incrustadas bellamente en unos gemelos con forma cuadrada, bellamente realizados… ¡Simplemente perfectos! Eso  ayudaría bastante a la imagen profesional de Noiz. Aoba tomó en cuenta que seguro su pareja podía bien comprar unos de mejor calidad, y claro mucho más caros… Pero también sabía que si venían de él, seguro que los usaba.

Por fin su alma descansó al salir de la tienda con el regalo bien guardado en una cajita fina en terciopelo blanco, y el único inconveniente fue que tuvo que utilizar dos tercios de los ahorros de toda su vida, los que había llevado a Alemania para cualquier imprevisto. Bien, solo le quedaba conseguir un trabajo hasta que el resto del dinero se le esfumara de las manos. Pero valdría la pena, definitivamente buscaría colocar una sonrisa en su amante.

Cansado, Aoba buscó un lugar tranquilo para reposar. ¡Ni siquiera pudo decirle feliz cumpleaños a su pareja! Que mala suerte; ser holgazán traía consigo un montón de consecuencias. Lo compensaría al llegar a casa, y ¿por qué no? Tal vez podría intentar hornear esa bendita torta y con suerte le quedaría decente.

Siguiente parada: Un súper mercado. Todo resultaba de por más mal, si seguía perdiéndose por Múnich, no dudaba en que Noiz emplearía todos los medios para buscarlo –eso incluía a la policía-. Para suerte del ambarino, vagamente recordaba la tienda de víveres a la que se permitía ir con el alemán debes en cuando. Se proveyó de harina, azúcar, huevos, leche, nata, crema y pensó seriamente en llevar algo de cacao… Aunque rápidamente recordó el disgusto de Noiz por el dulce chocolate, aún le entraba un poco de humor el recordar su disgusto debido al desafortunado incidente con una chica en San Valentín. Tomó frutillas, desde cerezas, moras y fresas; hasta kiwi y un poco de coco, entero y rallado... Hacer todo eso se estaba convirtiendo en una locura. No era necesario tanto, pero deseaba estar preparado. Cargó con todo en la caja y ahí se fue otro poco de sus ahorros. ¡Maravilloso! Le quedaba el pago de dos salarios. Pero valdría la pena, deseaba ver esa dulce sonrisa que Noiz le regalaba en limitadas ocasiones.

Aoba regresó a casa con un rostro inundado en penumbra. Miró a la cocina como si fuese su vieja enemiga y pronto Midori saltó a la mesilla de centro entre los sofá de piel caoba.

 

 

— ¡Aoba preparará una torta! ¡Pi! ¡Noiz estará muy feliz! ¡Pi! ¡Pi! — Giraba y brincaba, provocando el entusiasmo se pegara al japonés.

 

— ¡Hagámoslo!— Un dejo de emoción hizo latir su corazón, aunque el nerviosismo lo hizo abandonar ligeramente su entusiasmo. —…Ah… ¿Cómo es que se prepara una torta?—

 

— Aoba, encontré un par de recetas para ti, ¿deseas que recite las instrucciones?— Habló Ren al asomar la melenuda cabeza por el bolso.

 

— Sería estupendo, gracias Ren— Suspiró largamente de nueva cuenta. — ¿Cuál estaría bien hacer, creo que me excedí un poco con las compras y no revisé lo necesario ¿Qué podemos hacer con lo que he traído?— Una risita nerviosa se le escapó

 

Ren realizó en segundos una corta lista que dictó a su dueño. Aoba más confundido que nunca intentó realizar cada una de las instrucciones al pie de la letra. Su primer error estuvo al creer que no necesitaba un delantal. Leche derramada y harina por todo su rostro. La batidora parecía un instrumento de tortura mal diseñado. ¡Qué infierno! Pero cuando por fin tomó las riendas de todo, y materializó su quinto intento, podía decir que al menos tenía un biscocho para llevar al horno previamente calentado. El tiempo era tortuoso al esperar que todo saliera bien. El Seragaki no tuvo ni siquiera tiempo de distraerse. Inmediatamente preparaba la cobertura e intentaba hacer una mermelada de cerezas, mucho más sencillo que lo anterior por suerte. Una vez el biscocho estuvo listo, lo metió en la nevera, ahora solamente quedaba esperar…

 

— Buen trabajo Aoba, estoy seguro de que Noiz apreciará mucho tu esfuerzo— Le entregó un poco de aliento el pomerano.

 

— Fue bastante difícil, solamente espero que su sabor sea bueno—

— ¡Si Aoba lo hizo, Noiz lo comerá! ¡Pi!—

 

— Supongo que puedo comenzar a decorarlo… Aunque no tengo idea de cómo iniciar— Se frotó la cien antes de continuar. — Bien, hora de continuar—

 

 

Hizo su mayor esfuerzo, con mucho cuidado y esmero. Aoba procuró hacerlo lento así evitaría arruinarlo todo y por suerte no había quedado tan mal como creyó… La crema se veía decente y el coco resaltaba bastante bien dándole una mejor presentación y escondía bien los pequeños desperfectos… Una torta de crema de coco bastante aceptable para ser la primera vez. Solo faltaba un pequeño detalle, que procuró hacer con cuidado al decorar el contorno del pastel con moras y fresas cortadas. Por último con una manga pastelera y  la mermelada dentro, procuró escribir una leyenda en medio

“Happy birthday, Noiz”

Las mejillas se le encendieron al probar el merengue sobrante, no estaba mal, de hecho era delicioso y un profundo sentimiento de alegría llenó su pecho de inmediato. Continuó con el mensaje en el pastel, tal vez era algo cursi, pero deseaba hacerlo…

— Déjame hacerlo…— Susurró el japonés para sí mismo.

 

“Te amo”

Demasiado cursi, pero Noiz no solo valía toda la pena del mundo, se lo merecía y Aoba deseaba expresar en palabras, acciones y mucho más todo ese cariño que antes tal vez no le había mostrado suficiente. Quería amarlo más, mucho más. Tanto Midori como Ren aprobaron el gran esfuerzo de Aoba, quien a pesar de implorar por una pequeña siesta, optó por tomar una ducha larga; aún eran las seis de la tarde y Noiz seguro que llegaba tarde, pues con lo poco que conocía a su padre, Aoba ya aseguraba que no le daría tregua ni siquiera en su cumpleaños.

El agua caía en su cuerpo y calaba como un efectivo placebo. Pudo respirar un poco mejor al retirar la harina de su rostro y cabello. Un descanso bastante efectivo por fortuna. Al salir de la ducha fue atacado por el timbrar de su Coil, el cual rápidamente contestó.

 

— ¡Ah¡ Aoba, recibí su llamada y lamento mucho no responder al momento, me encontraba en un asunto importante— La voz conocida del rubio menor resonó dulcemente en el altavoz —¿En qué puedo ayudarlo?—

 

— Theo, gracias por llamar de vuelta, aunque en realidad he solucionado lo que planeaba preguntar— Una dulce sonrisa procuró los labios del mayor —El cumpleaños de Noiz es hoy, solo quería darle una sorpresa— Confesó algo avergonzado. Aunque Theodore estuviera al tanto de la relación que llevaban Aoba y su hermano, aún al japonés le parecía extraño llevarlo con tranquilidad.

 

— Ya veo, entonces me alegro de que lo haya solucionado— Una risita se escuchó. — Supongo que lo veré esta noche en la fiesta sorpresa—

 

— ¿Uh? ¿Fiesta sorpresa? — Eso le olía mal, no estaba al tanto de ninguna fiesta sorpresa.

 

El silencio incomodo se hizo presente en ambas partes de la línea. Al parecer Aoba no había sido informado de la gran fiesta sorpresa que el padre de Noiz y la empresa se habían encargado de organizar al alemán mayor. Aoba comprendía bien el rechazo de su… ¿suegro? Estaba claro que se encontraba molesto de ver a su progenitor de la mano de un hombre, y peor de clase baja como lo era el japonés. Estaba claro que no era deseado en la fiesta.

 

— Ah… Supongo que no le llegó el memorándum o tal vez alguna de las empleadas equivocó el mail— Theodore suavizando las cosas, aunque era muy consciente de la razón. — Pero sin duda debe asistir, estoy seguro de que mi hermano estará muy feliz de verlo ahí, no lo veo dentro de una fiesta sin su compañía—

 

— Tal vez sería una molestia— Confesó Aoba tomándolo con seriedad. Aún tenía su propia sorpresa en el departamento.

 

— ¡Para nada! No diga eso, por favor. Yo mismo iré por usted al departamento si le parece bien— Revolvió unos papeles y los acomodó rápidamente en su escritorio. — En un par de horas estaré libre y puedo ir antes de las nueve, a esa hora Noiz deberá salir de su oficina ¿Le parece bien?—

 

— Gracias, Theo— Sincero soltó una sonrisa

 

— Es un placer para mí, la felicidad de mi hermano está con usted y también desearía conversar un poco como la última vez—

 

— Por supuesto—

 

— Bien, entonces estaré ahí a las ocho de la noche— Una risilla dulce más. — ¡Oh! Se me olvidaba, es de gala—

 

— ¡Ah, claro! Entonces estaré listo para las ocho— Era duro pero asistiría. — Entonces estamos en contacto. Gracias—

 

La llamada se cortó y los pensamientos inundaron al joven de cabellera azulina. Ren se acomodó a su lado cuando tomó asiento en el largo sofá. Estaba atónito por el rechazo que los padres de Noiz parecían querer colocar frente a él. Pero les demostraría que no era cualquier muchacho idiota, les demostraría que era merecedor de Noiz y que a pesar de los insultos o el rechazo, también podía ser reacio por quien amaba… Porque de verdad lo hacía. Amaba a Noiz con cada fibra de su cuerpo y alma.

No había tiempo para pensar en ese tipo de cosas, ahora lo importante era meter la torta en el frigorífico y esconder el regalo en un lugar seguro. Tal vez podría entregárselo en la gran fiesta.

Aoba tomó del armario uno de los smoking que Noiz había encargado hacer específicamente para él, este era distinto y por algún motivo era su favorito. Este era negro de una tela sumamente fina, se preguntaba cual era la mejor opción para acompañarlo y decidió usar una camisa negra de algodón ¿tal vez? Y una corbata bastante bonita de color turquesa.

Se le descolocaron los pensamientos al observar la bolsa de la joyería y reparando varias veces, sacó la caja blanquecina con el corazón a punto de estallar. ¿Le gustaría? Tenía muchas dudas puestas y comenzaba a dudar que fuese buena idea darle aquel pequeño obsequio en plena fiesta, donde seguramente recibiría cosas mejores que esa.

¡No había tiempo de reparar en pensamientos absurdos! Se abofeteó mentalmente. No había alguien que lo conociera tan bien como él. Aoba estaba casi completamente seguro de eso. Pero aunque las dudas lo rondaban, cerró la puerta de la habitación y se desvistió con calma. Hubiera deseado estar a solas con él y tener una linda cena juntos, comerían pastel y entonces Aoba podría decir “Feliz cumpleaños” Se habrían besado y… ¡No debía hacerse viajes mentales! Ya sentía las mejillas arder con solo imaginarlo. Aún no se colocaba la corbata y ya sentía la respiración siendo cortada de un  tajo.

Se observó en el espejo un momento, incluso se había puesto colonia. Se veía bastante presentable a excepción de su cabello. Decidió peinarlo bien en una coleta alta que cuidadosamente esperó lo hiciera lucir bien. Suspiró como por decima vez en el día y esperó a tientas en la sala de estar. Repasó todo una y otra vez, zapatos, traje, corbata, cabello… ¡Los gemelos! Pero el timbre sonó de inmediato y giró los pies abriendo.

 

 

— ¡Luce de maravilla, Aoba!— Halagó Theodore tras el marco de la puerta

 

—No es para tanto… Yo solo quería verme bien para…— Su voz se cortó, pero Theo comprendió bien a lo que el mayor se refería. Aoba lo invitó a pasar y enseguida tomó su saco. — Estoy listo— ¿Cuándo el tiempo pasó tan rápido?

 

— Entonces nos vamos, nos esperan abajo, debemos irnos pronto, parece que la autopista está un poco llena esta noche—

 

— Claro, te sigo—.

 

 

Toda la razón del mundo, el tráfico era un infierno y con suerte llegarían a las nueve a la gran oficina de la familia de Noiz. Los nervios de Aoba incrementaron conforme los minutos pasaban y el lujoso automóvil parecía seguir atascado entre el mar de vehículos. ¡Nunca llegarían!

Theodore también sintió la presión encima cuando las nueve y media se situaron. Pero al final lograr llegar antes de las diez de la noche. Algo lamentable haber llegado tarde pero al parecer no se habían perdido de mucho. Las miradas se le pegaron al par que acababan de entrar en una enorme sala bellamente adornada con guirnaldas blancas, y el reluciente cristal los acompañaba de una forma elegante y clásica.

Al fondo, junto a la gran mesa llena de comida que Aoba desconocía; se encontraba Noiz conversando con una joven preciosa, de cabellera rubia hasta la cintura, unos ojos grises preciosos que resplandecían bajo unas enormes pestañas castañas. La mujer sonría con gracia y Noiz parecía divertido. En algún momento, Theodore había sido abordado por un par de inversionistas extranjeros, y por suerte no logró ver a los padres de su pareja. Pero el pecho le dolía, y dudo en acercarse a Noiz… Tal vez había sido mala idea asistir a una fiesta tan elegante. Él no pertenecía a ese ambiente tan ostentoso.  

Un camarero pasó frente a él ofreciéndole una copa de algo que logró distinguir. Por supuesto tomó una, necesitaba pasar el trago amargo… ¿Qué trago amargo? No lo sabía, pero su pecho quemaba en una llamarada intensa que le llegó a llenar la cabeza. Cólera y tristeza; parece que aquello era a lo que le llamaban celos.

Aoba no pasó desapercibido por mucho tiempo, cuando una mujer de cabello corto y negro se le acercó ofreciéndole una segunda copa, la cual no rechazó. Parecía gentil e incluso intentó entablar una conversación decente, pero al tener mal uso del alemán, esta no duró mucho.

De nuevo solo y lo único que podía ser era mirar a lo lejos como mujer tras mujer se le pegaba a su amante. Concibió tomar una tercera y cuarta copa, sabiendo bien que no podía con el alcohol. La vista se le nubló un poco y estaba terriblemente aburrido, asqueado y sin mencionar que comenzaba a marearse, todo era un porquería. Anhela que las lágrimas salieran de sus ojos pero tenía su orgullo a pesar de todo.

Pidió una quinta copa, la cual el camarero le negó al ver la situación casi deplorable en la que el muchacho se encontraba.

 

— ¿Sabe? Yo no quería venir, pero estos tipos se creen que por tener dinero pueden… pueden alejar-me de mi Noiz— Arrastraba muy poco las palabras, pero estaba claro que el whisky comenzaba a afectar su sistema. — Y todas esas mujeres, deben ser oportunistas ¿Solo porque es apuesto, rico y  tiene perforaciones en…?—

 

— Aoba— Le interrumpió una figura detrás, la misma que le retiró la copa de la mano y tomándolo de los hombros lo giró.

 

— ¡Noiz! —

 

 

El camarero suspiró aliviado y con paso presuroso se retiró, no deseaba enfrentarse a un hombre borracho y con serios problemas románticos. Aoba se colgó de Noiz y como minino recargó su mejilla en el hombro del cumpleañero. Frotó su rostro haciendo sonidos suaves. Parecía que todo el mal humor y los celos se habían esfumado de su ser como por arte de magia.

 

— Viniste— Noiz sostuvo con cuidado a su amante buscando ocultarlo de los demás, estaba seguro de que Aoba no desearía lo vieran en ese estado si estuviera lo suficientemente sobrio para decidirlo y además… Lo llenaba de felicidad poder estar con él. ¡Lo había extrañado como loco!

 

— Bebiste mucho, ¿Quién parece el niño ahora?— Se burló el menor.

 

—Cállate, es por tu culpa— Reprochó con un puchero e insistió en aferrarse. — Coqueteando por ahí, además tu padre… Y tú… — Cerró sus labios haciendo una mueca de disgusto. Todo el asunto lo enfadaba. — Vamos a casa, estoy aburrido—.

— Sí, vamos a casa—. Noiz ya estaba harto de esa fiesta y aunque fuese para él, seguramente no notarían su ausencia.

 

El trayecto de regreso, por suerte fue más calmo. Aún era relativamente temprano, las once. El tráfico parecía haberse aplacado y Aoba se mecía tranquilo en el pecho de su amado. El sueño lo venció y se encargó de tranquilizarlo bien. Cuando llegaron, Noiz le dedicó un beso al mayor en los labios, lo despertó de buena manera y este aunque molesto por su sueño interrumpido, sonrió. Habían llegado y al abrir la puerta lo primero que el alemán hizo fue acariciar las mejillas del japonés. Probó con sostener su cintura y corroborar que su cuerpo aún podía mantenerse en pie por sí solo.

 

—Estamos en casa—

 

—…Estamos en ca-sa— Aoba sonaba somnoliento, pero estaba ligeramente consiente

 

— Vamos a la cama, debes dormir—

 

 

Noiz no escuchó reproches y lo levantó inmediatamente sin importar las quejas que Aoba diera. Pero una vez lo dejó con cuidado en la cama, el mayor aprisionó el largo cuello de su amante entre sus brazos. Sonrió y dejó que el choque de miradas se hiciera cargo de trasmitirle su cariño y al final antes de que las doce llegaran, acercó sus labios a los ajenos. Lo besó despacio y con quietud. Noiz saboreó el whisky en los dulces labios de Aoba, lo embriagó de una forma inigualable, como siempre hacía.

 

— Feliz cumpleaños— Susurró el japonés sobre los labios impropios

 

Noiz esbozó una sonrisa magnifica y pidió más de esos alcoholizados besos. Toda la tarde había estado esperando por eso, lo único que había deseado en el día entero, a su Aoba. El germán aprovechó la vulnerabilidad de su amante y lo llevó al centro de la cama, y enseguida depositó un beso en cada mejilla. Aoba suspiró y en regocijo paseó sus dedos por el cuello amado hasta llegar a la corbata, que buscaba quitarle torpemente a Noiz.

 

— ¿Me darás mi regalo ahora?— Bromeó

 

— Regalo…— Ronroneaba al tiempo que mordía la comisura de los labios contrarios.

 

— Aoba…— Gruñó, esas caricias eran las que entorpecían su pensar y provocaba que perdiera los estribos, deseaba a su hombre.

 

— ¡Tu regalo!— Elevó el cuerpo un poco tambaleante y sostuvo su cabeza un par de segundos antes de levantarse de la cama y dirigirse al taburete.  Tomó la pequeña cajita, y se avergonzó de tan solo pensar en lo peor. — No es… la gran cosa pero…— Se la entregó temeroso. No, mejor dicho abochornado.

 

Noiz miraba atento, pues con toda la sinceridad del mundo, no esperaba que realmente Aoba le hubiese comprado algo. Un acto totalmente tierno y… encantador. Por supuesto que el alemán lo aceptó y antes de siquiera ver el contenido, abrazó al mayor entre sus brazos. Lo besó con más insistencia que antes, hasta que el aire les hizo falta. Un suspiro escapó de los labios de Aoba y contempló la expresión de Noiz, una sonrisa que no había visto en mucho tiempo, desde su regreso a Midorijima.

Sin más preámbulos, Noiz abrió la cajita con sumo cuidado, y sus ojos se abrieron en respuesta. Debió costarle un montón y aún así había hecho ese detalle solo por él. No solo eso, el gesto estaba ahí, pero algo especial se formó en su pecho al ver las delicadas incrustaciones, le recordaban al hermoso cabello de su amante. Definitivamente no habría podido pedir algo más. Solo tal vez, haber pasado el día entero con quien le robaba el aliento.

 

— Gracias— Expresó sincero, pero parecía que se había dirigido al viento, pues Aoba Había desaparecido de la habitación.

 

Sus ojos fueron a dar por toda la estancia hasta que la puerta se abrió nuevamente dejando ver la melena azul. Aoba había regresado con la torta en manos, y la depositó en el taburete con cuidado. Por suerte no se tambaleo en el camino y el postre había llegado a salvo.

 

— ¿Una torta de cumpleaños?— Observó el menor con la sorpresa pegada en el rostro

 

— Tal vez no sea la mejor, pero quería hacerla para ti…— Al menos el alcohol comenzaba a salir con lentitud después de haber reposado un poco.

 

— ¿La has hecho tú?— La mejillas se le inundaron de color en segundos

 

— Mnfh… No es la gran cosa— Lo abrazó esta vez el más bajo —Feliz cumpleaños, mocoso pervertido— Bromeó un poco para alejar su vergüenza.

 

Noiz en cambio no cabía de la felicidad que comenzaba a experimentar. Se separó del abrazo solamente para tomar la diestra de su pareja y llevarla hasta sus labios; besó sus nudillos y dejó recargado sus labios por un momento sin retirarle la vista al japonés, que comenzaba a sentir la vergüenza en el rostro, las mejillas se le habían calentado de momento.

 

— Te amo, Aoba— Soltó y antes de que el otro le reprochara, lo besó.

 

—… Te amo, Noiz— Y se aferró al cuello amado rodeándolo con ambos brazos — Feliz cumpleaños— Dijo por tercera y última vez.

 

La ingenuidad de Aoba se vio puesta en la mesa cuando pasó desapercibida la travesura de pareja. Noiz había tomado una pequeña fresa entre sus dientes, cuidadosamente había tomado también un poco de betún, que decidió untar sobre la barbilla y labios contrarios.

 

— Noiz ¿Qué haces? Ensuciarás el traje, él niño sigues siendo tú —

 

Aoba intentó alejarse rápidamente pero la lengua traviesa de su alemán, ya se colocaba saboreando el dulce de coco sobre su piel. Un gran suspiro escapó del mayor, cuando la fresa en los labios de Noiz le recorrió el cuello sin cuidado acompañada de ligeras caricias en sus caderas, proporcionadas por las manos germanas.

 

Noiz presionó la fresa en los labios del japonés y este vencido por los atractivos actos, la mordió. Las manos desenfrenadas del menor desabotonaron apresuradamente el saco ajeno, y al terminar de masticar la fresa, pidió más de esos besos enloquecedores, que Aoba aceptó velozmente. El sonido húmedo de los labios chocando, los suaves jadeos y la tela deslizándose le proporcionó a ambos ese ambiente romántico y pasional.

 

— Noiz, espera… — Soltó el mayor y suspiró entrecortado al separarse del beso — ¿Vamos a hacerlo?— Las mejillas sonrosadas ¡Que delicioso se veía para los ojos esmeralda!

 

—  Si no lo dices apropiadamente, no sabré a qué te refieres —

 

El menor jugueteó con el cuello ajeno, al tiempo que deslizaba la corbata turquesa y le quitaba el molesto chaleco. Mordisqueó la clavícula y dejó besos hasta llegar a su oreja, lamió en lentitud, provocando en el mayor sonidos más sugestivos. ¡Por supuesto que lo harían! Pero Noiz anhelaba escucharlo de los labios ajenos.

— Tú— Avergonzado como estaba, se preguntaba como pedirlo. — Noiz… hagámoslo— Tragó saliva. —Hagamos el amor…—

—…— Noiz se deleitó y no pensó en darle tregua. Un simple beso fue la confirmación.

Las prendas caían con desespero a los pies de la cama, y los besos se hacían intensos con cada tic tac del reloj. Noiz se hacía viajes mentales al admirar la piel desnuda de su amante, que ligeramente avergonzado agitaba sus caderas. Aoba también era hombre y tenía sus deseos y necesidades como cualquier otro, pero esta vez, su cuerpo se encendía al tener encima los preciosos ojos lima del menor. ¿Sería el poco alcohol? Tal vez… ¿Qué importaba? Harían el amor hasta el amanecer.

Por alguna razón, esa noche los besos se hicieron más presentes, al igual que las mordidas y los suaves chupetones. La piel nívea de Aoba era marcada en rojo por los labios alemanes que se deleitaban conforme su dentadura se clavaba en el dulce cuello.

— ¡Ah! — Soltó el mayor al sentir la travesura de unos dedos recorrer la extensión de su falo. — Noiz…—

— ¿Lo sientes? Aquí— Apretó con cuidado hasta toparse con la punta perlada en gotitas de pre-semen. — También aquí… Se ve que lo disfrutas. Tal vez si toco aquí— Y sus manos se movían sin cuidado por los rosados botones ya erectos. Una sonrisa perversa se asomó por los delgados labios de Noiz.

 

— Tram-poso…— Suspiró seguido de un largo gemido que fue acompañado de más conforme las delicadas carisias desataban su lívido.

 

Aoba no se quedó quieto esta vez, pues se elevó de la cama apenas sosteniéndose con el antebrazo izquierdo, y mordisqueó el precioso cuello de su amante, subiendo y besando hasta encontrarse con sus labios… mordió también, con un poco más de rudeza esta vez. Sintió el aliento del menor colarse en un jadeo ¡Que exquisito! Pero no se detuvo ahí, pues se alejó de su pareja dejándolo con una gran interrogante en el rostro ¿No deseaba que lo tocase?
La duda de Noiz fue aclarada cuando su tierno amante comenzó a deslizar su boca por su torso hasta su vientre, no se detuvo ahí, y cuando menos lo esperó, Aoba ya tenía su boca sobre una de las perforaciones. Lo estiró, provocando que el rubio gruñera de placer, y le tomara con cuidado de los cabellos. Una sonrisa de medio lado, lo hacía lucir encantador.

— Eso también es trampa…— Dijo con un dejo de atractivo, sus mejillas rojizas y los ojos cristalinos, endulzaron más el momento.

— Mh— Suspiró tras un pequeña risa. — Niño pervertido—

 

Siguió con su cometido, moviendo su lengua por la extensión entera hasta perderse en la punta, que devoró con gusto. Deseó provocarle fijando sus ojos almendrados mientras una de sus manos se encargaba de estimular donde las demás perforaciones yacían. Noiz fruncía el entrecejo pero nunca le apartó la mirada. Le parecía tremendamente sensual y eso bastaba para que su éxtasis subiera.


— ¿Eh? ¿Acaso este es un regalo más de cumpleaños? Quisiera que todos los días lo fueran— Se atrevió a decir, provocando en el mayor un escalofrío.


Noiz lo detuvo haciendo con cuidado la cabeza del otro hacia atrás, enseguida lo atrapó de las muñecas y se posicionó en su espalda, aprisionándolo en un abrazo. Besó su espalda y con delicadeza retiró el cabello dejándole paso a su nuca, la beso y lamió hasta encontrarse con una de las orejas enrojecidas; mordió su lóbulo mientras sus manos se paseaban por la extensión del torso ajeno.

 

Aoba no se quejó, podía decir que disfrutaba mucho de esos actos improvistos. Cerró los ojos y dejó que su aliento se fundiera en la habitación. Jadeaba, hasta que un quejido cortó con los dulces gemidos. Noiz había procurado colar un dedo en su entrada, mientras su diestra se colaba de nuevo por las caderas del japonés, acariciando su glande en el proceso. Aoba juraba que si seguía con tales caricias, se vendría de un momento a otro.

— Noiz espera… yo me…— El menor se detuvo y lamió la extensión expuesta del cuello ajeno.


— Ni siquiera he metido un segundo dedo— Se mofó, produciendo un rubor más intenso en el contrario y que chasqueara la lengua


—…Solo métela… rápido. De alguna forma… yo no puedo más— ¿Cuándo había sido la última vez que lo habían hecho? Estaba seguro que más de tres semanas. Demasiado tiempo, su cuerpo ya pedía por el de su amante.


— Estás muy impaciente hoy…— Y no le negaría el pedido, de hecho Aoba había logrado encender en Noiz un deseo que no había sentido.


El menor se abrazó del cuerpo japonés y tomándole del muslo lo penetró con cuidado. Aoba sostenía las sabanas, sofocado. Hacía tanto que no sentía sus entrañas arder de esa manera, por ello jadeó y este sonido se ahogó en su garganta.


— Noiz… ¿En es-ta posición?— Abrió los ojos de golpe cuando se adentró por completo en su ser. Los besos le recorrían la espalda y ligeras mordidas en sus hombros mientras su cuerpo se acostumbraba a recibir las lentas estocadas que el alemán le proporcionaba. — Da-me un respiro… ¡Ah! — Gritó con fuerza cuando entró con un leve toque de rudeza.


— Aquí… ¿ves lo profundo que entra?— El rubio estaba totalmente extasiado, pero quería ver ese precioso rostro ahogarse de placer


— Nhm… Noiz— ¡Que vergonzoso! Pero tenía razón, podía sentir como golpeaba en lo más profundo

 


Se hundió por enésima vez en el estrecho canal con admirable vigor. Sus caderas habían dejado el ritmo ligero para comenzar uno más certero y vivaz.

 


—Ha…— Suspiró Noiz —Aoba, Mírame… Quiero ver tus expresiones— Con candor pidió al sostener la barbilla de su pareja y girarla con cuidado para besarlo. Jugueteó con la lengua ajena dejando ligeras mordidas y succionando de vez en cuando sus labios.


Aoba solo podía apretar las sábanas y dar crédito a las deliciosas penetraciones. El menor elevó un poco más el muslo de su amante, dejando la rodilla a la altura de su pecho. Entonces logró dar con la próstata del mayor, quien estiró la tela que apresaba en sus dedos y gradualmente agitaba sus caderas en busca de más. Había dado con ese delicioso punto.

 

Los gemidos llenaron el recinto melódicamente, y especialmente Aoba estaba por perder la razón. Tal vez el alcohol había hecho de las suyas, puesto que la vergüenza ya no existía en su vocabulario.

 

— ¡Más fuer-te!— Pidió desesperado. La sensibilidad de su piel estaba haciendo de las suyas. ¡Estaba por enloquecer!

—… Qué erótico— Susurró el rubio en el oído ajeno. — Aquí ti-enes— Con la fuerza que tenía, se movió en frenesí, dentro y fuera de forma constante y certera. Probó de nuevo los labios de su pareja

— Noiz… Noiz… no puedo. No-iz… me voy a…— Balbuceó antes de estallar. Noiz lo siguió enseguida, la llegada del orgasmo más delicioso de todos…

 


Qué sensación tan exquisita. Les recorrió el cuerpo en miles de choques eléctricos que se distribuyeron gloriosamente por sus cuerpos. Aoba había entrecerrado los ojos mientras el goce permanecía en fuertes vibraciones. Su vientre ardía y podía sentir el néctar del menor quemándole por dentro. Entonces sintió un vacío cuando Noiz salió de su cuerpo y se dejó caer en un abrazo ferviente. El alemán besó los hombros del otro, y ambos intentaron regular su respiración.

— …Eso fue…—

— Sí…— Afirmó el mayor sabiendo bien a lo que Noiz se refería. “Fue maravilloso”

Aoba se giró tan solo para quedar de frente a su amado y lo besó con ternura antes de que el sueño lo abordara y las fuerzas que tenía lo abandonaran. Noiz besó la coronilla del japonés y lo estrechó con más ternura en sus brazos. Estaba condenadamente feliz.

 

— Creí que estabas ebrio— Comentó un poco más calmo.


— Solo… cállate…— Era verdad, pero estaba a media conciencia también.  Más temprano que tarde, el de cabellera azulina ya había abordado en el tren de los sueños.


Noiz no lo diría en voz alta, que el mejor cumpleaños de su vida fue aquel. Cuando sus caderas se movieron al compás de las ajenas… Sucumbiendo al deseo carnal y al amor desmedido… El mejor cumpleaños… El mejor amante; Aoba simplemente significaba todo para el germán. No podía pedir nada más que aquello, porque en brazos del japonés, lo tenía todo. 

Notas finales:

¡Gracias por leer! 


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