El timbre sonó, dando la noticia de que era el fin de la clase de Literatura, la favorita de muchos estudiantes por una distintiva razón que ellos creían buena: el profesor era guapo. Aunque algunos que otros, cómo buenos alumnos pervertidos, decían que no era guapo, sino que estaba a un nivel más allá.
Muchas veces se podía sentir en el aire la coquetería de los alumnos hacia el maestro, toques accidentales o astutos, acercamientos bastante insunuantes. Todo era tan obvio, pero el profesor parecía no darse cuenta, o sólo fingía. Nadie estaba seguro de cual de las dos opciones era la correcta, sin embargo el hecho de que se sentían atraídos hacia él era un hecho.
Kai se paró del escritorio, acomodó sus cosas y, tras poner su cuaderno y libro bajo su hombro, sonrió a sus alumnos.
—Hasta la próxima clases, chicos— dijo, mientras que era atentamente escuchado por todos, incluyendo al pequeño rubio—. Pasénla bien sin su aburrido profesor de Literatura.
El salón estalló en risas altas y bajas, unos chicos de al fondo gritaban que sería imposible pasarla bien sin "Kai-sensei". Éste último se despidió con la mano, abriendo la puerta, dando paso al siguiente profesor que era el de Ciencia: Zane-sensei. Kai lo tomó del hombro antes de entrar, habló algo en voz baja y ambos sonrieron complices. Al fin el maestro castaño se fue, dejando a Zane y a los alumnos susurrantes.
—¡Buenas chicos!— saludó el maestro peli-blanco—, espero que hayan realizado la tarea cómo es debido.
Ahora el aula se llenó de caras asustadas, confusas, de póquer y gritos desesperados preguntando "¡¿había tarea?!". Zane se rió por lo bajo. Kai era siempre un genio.
—¡Qué día maaaaás aburrido~! ¿No lo crees, Lloyd~?— preguntó un chico castaño claro entrando al salón. No pertenecía a ese aula, pues era de un grado superior, pero Lloyd era su amigo, y en el receso iba a visitarlo. Llegó hasta el chico rubio que leía y se sento junto a él, en un asiento vacío.
—No lo fue tanto— respondió el menor, sin apartar la mirada del libro que llevaba en manos.
—¡Wow! ¡Eres la primera personas que me dice eso en todo el día!— rió Jayn— ¿Y eso por qué?— preguntó, con un brillo pícaro en sus ojos. Lloyd suspiró, ¿cuándo Jayn dejaría de joder sobre el tema?, era la pregunta que siempre se formulaba. Debió haberse quedado calladito, pero unas latas de alcohol te impiden hacerlo. Nota mental, nunca más beber con Jayn, ni con nadie, ni beber.
—¿Tú por qué crees?— respondió con otra pregunta.
—No sé, por eso pregunto— se encogió de hombros—. Dígamos que soy bastante olvidadizo.
—No es algo que se grite a los cuatro vientos, Jayn— dijo Lloyd, serio, ahora mirando al castaño, que sonreía de oreja a oreja—. Ya deja de joder.
—¿Así tratas a tu senpai?— se quejó— ¡Qué malvado!
—¿Senpai?— se burló el rubio— Yo no veo ningún "senpai" por aquí, ¿dónde está?
—¡Qué gracioso!— gritó, poniéndose de pie de un salto— En ese caso me marcho, mis clases están a punto de empezar y no quieto llegar tarde. Hasta pronto, Lloyd. ¡Suerte con tu conquistaaa~!— alzó su mano en forma de despedida y corrió fuera del aula cómo un rayo. El mencionado suspiró pesadamente, miró a su alrededor, aún había algunos chicos cuchicheando. Trató de volver a su lectura, pero por arte de magia, su oído se agudizo, dando lugar a la platica de los chicos del fondo.
—Hoy Kai-sensei estuvo genial, ¿no creen~?— susurró uno.
—Siempre tan seductor, creo que estoy enamorado~— dijo otro.
—Oh~, qué pervertido eres, ¿hablas en serio? Será imposible que Kai-sensei te ame, y lo sabes~— murmulló un tercero.
—Hablando de pervertidos~. ¿Me creerían si les dijera qué hayer soñé con Kai-sensei~?— habló de nuevo el primero.
—¡Pervertidoo~!— dijeron al unísono los otros— ¿Y qué soñaste?
—Es un secreto.
—Ohh~, te apuesto a que ni en su sueño logró tirarselo— rió el segundo, siendo secundado por el tercero que también se rió.
—¿Cuánto dinero? Yo entro— dijo éste último.
—¡No se burleeen! ¡Qué malos!
Lloyd, harto, furioso y lleno de celos se paró de su asiento, golpeando sus manos en la mesa, sorprendiendo así a los tres pervertidos del fondo. Lloyd, con cara de pocos amigos, agarró su libro y sus cosas, saliendo así del salón, escuchando cómo el trio de imbéciles empezaban a hablar otra vez.
No permitiría que nadie tocara a Kai-sensei. A su Kai-sensei.