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Yo también te amo por Mae-chan

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Notas del capitulo:

Lamento la tardanza!!!! En serio tuve muchos imprevistos con este fic... pero aquí está... Por favor diganme en qué tengo que mejorar :c Soy una escritora principiante TT-TT

Era un día agradable, los rayos del sol hacían resplandecer el hermoso cielo azul y uno que otro pajarillo jugueteaba por ahí sin ninguna preocupación.

 Cierto pelirrojo se encontraba tomando “atención” a sus clases. Desde la mañana se encontraba algo “ido”, cosa poco común en una persona como él. Se sentía extraño y bastante intrigado por lo acontecido aquella mañana. Unos cuantos minutos  antes de entrar a clases recibió un mensaje de uno de sus ex-compañeros de Teiko. Murasakibara Atsushi, el gigante de la Generación de los Milagros le había escrito un texto, pidiendo algo que no se esperaba, él quería verlo.

Discretamente sacó del bolsillo su teléfono celular y releyó el mensaje escrito por el de cabellos lilas…

“Nee Aka-chin, si no tienes nada qué hacer mañana por la tarde… Te espero en el café Dulce Pasión a las 19:00”

La primera vez que el de ojos bicolor leyó aquel mensaje por un momento pensó que era una broma, pero después de analizarlo por unos breves minutos concluyó que el de ojos violeta hablaba en serio, tanto así que llegaba a sonar un tanto frío y misterioso, lo cual provocó cierta curiosidad en Akashi. Más aún sabiendo que el café “Dulce Pasión” se encontraba en el centro de Kyoto. Revisó mentalmente su agenda del día sábado, encontrando en ella algunos pequeños eventos, teniendo desde las 17:30 pm libre. Y, contestando al mensaje, escribió:

“No tengo nada que hacer a esas horas, estaré ahí sin falta.”

Y desde esa breve conversación, no había podido concentrarse en todo el día. Rara vez algo le intrigaba, normalmente acostumbraba saberlo todo, era absoluto. Pero esta vez era distinto, tenía algunas dudas con respecto al gigante. Hablaban con frecuencia y nada parecía estar yendo mal en su relación, conversaban de diversas materias, cosa que siempre lograba impresionar al más bajo, ya que muchas veces profundizaban en temas que jamás se imaginó tocar. Algo tan simple como el sabor a fresas los llevó a hablar por más de dos horas seguidas por mensajes. Al finalizar sus extensos diálogos terminaban con un “Buenas noches, que tengas un buen día”. Y así pasaba su tiempo por las noches, charlando con la persona, tal vez menos indicada. Alguien quizás para él, impensable.

Guardó su teléfono nuevamente en el bolsillo de su chaqueta, se sentía estúpido al darle vueltas innecesarias a un asunto tan simple, Atsushi quería verlo y punto. Sin embargo en su interior, buscaba una respuesta a aquella incógnita, al parecer no era tan simple. Si el más alto quisiera verlo, tal vez hubiera esperado al cumpleaños de Midorima, que sería dentro de poco. Y no tendría que recorrer 649 kilómetros desde Akita a Kyoto, si viniera en avión, porque de no ser así tendría que estar sentado, viajando en un tren por 849 kilómetros.

Las preguntas como ¿De qué querrá hablar? ¿Tendrá algo importante que decirme? ¿Le sucederá algo? ¿Malas noticias? ¿Buenas? Entre otras varias interrogantes, comenzaban a molestarlo internamente y no poder darles una respuesta, lo irritaba más de la cuenta. Acostumbraba tener todo en orden, saber las respuestas a todo, tenía todo bajo control. Más bien, eso creía.

El profesor, sacó de sus pensamientos al pelirrojo dirigiéndose a él – Akashi Seijurō-san, por favor pase a la pizarra y resuelva el problema.

- Sí señor, no hay problema – dijo el de ojos desiguales, acercándose a la pizarra a resolver la ecuación que le presentaba su profesor.

Después de un minuto, ya tenía todo resuelto. Demasiado simple pensó el emperador al terminar la ecuación, hizo una pequeña reverencia a su maestro y volvió a su lugar.

Miró hacia la ventana, observando con detención el cielo azulado, intentando responder a alguna de sus incógnitas con respecto a Murasakibara Atsushi.

 .

.

.

Era una tarde bastante agotadora, el entrenamiento era abrumador, se acercaba la Inter High y en la preparatoria Yosen el club de baloncesto se tomaba un pequeño descanso.

Un gigante de 2 metros y 8 centímetros, se encontraba comprando dulces de una máquina dispensadora. Era costumbre verlo con cara larga durante la práctica, siempre sin ganas de hacer algo, pero esta vez era distinto, algo lo tenía preocupado, nervioso, un poco histérico y sobre todo muy inquieto. Esto no pasó desapercibido por Himuro, el cual siguió a su amigo hasta llegar a esa máquina repleta de dulces. Iba a preguntarle sobre qué le pasaba, pero Murasakibara se le adelantó. Se volteó a mirarlo y abriendo una bolsa de gomitas comenzó a hablar.

- Nee Muro-chin, estoy comenzando a arrepentirme –decía con un tono desganado.

- ¿De qué hablas Atsushi? – preguntó el azabache, mirando con cierta duda al más alto.

- No debí haber mandado ese mensaje – dijo seriamente Murasakibara.

El más bajo suspiro aliviado – Así que era eso ¿eh?... Atsushi, hablamos de esto en la mañana, ya enviaste ese mensaje. Hace más de un mes habías dicho que lo enviarías, ya diste el primer paso, no puedes retroceder. Además ya compraste ese boleto de avión.

- Aún puedo cancelar el vuelo Muro-chin, le digo a Aka-chin que estoy enfermo y que no podré ir, él entenderá ¿no? – decía con un tono nervioso.

- La que no entenderá será tu madre, recuerda que no irás a Kyoto sólo a ver a Akashi, si no también estás invitado a una boda.

- Las bodas son aburridas… Puedo enfermarme para este viernes, mamá entenderá y la boda es el día domingo.

- Atsushi –dijo Himuro en reprobación a lo dicho, mirando con clara molestia a su amigo.

- Está bien Muro-chin, tú ganas.

- Además no estarás solo, recuerda que yo también viajaré este fin de semana a Kyoto.

- Irás a ver a Mibu-chin ¿No es así?

- Así es, dijo que tenía algo importante que decirme… Pero si necesitas algo, no dudes en decírmelo ¿ok?

Su conversación se vio interrumpida por su capitán, quien los llamaba para retomar la práctica. Ambos dieron por acabado su descanso y se dispusieron a seguir con el entrenamiento, definitivamente saldrían victoriosos en la Inter High.

Durante el partido de práctica no solo Tatsuya se dio cuenta de lo distraído que estaba el de cabellos lilas, sino que también, gran parte del equipo se percató del cambio de ánimo de su as. Bajó su rendimiento, tenía un aire distinto, se veía pensativo, como si algo lo estuviera acomplejando, a veces hacía gestos raros, como si estuviera luchando contra sus pensamientos. Normalmente todo se lo tomaba a la ligera, pero esta vez se notaba que era un asunto serio.

Atsushi en su interior se hacía cientos de preguntas, por un lado necesitaba ver a Akashi y decirle todo lo que sentía, pero por otro lado estaba lo que diría él, no tenía idea cómo actuaría el más bajo y eso lo tenía loco. No quería perder a su Aka-chin, no quería que se alejara de él, no quería que lo odiara por haber desarrollado esos sentimientos hacia él. Pero ¿cómo no enamorarse de una persona como Akashi?, simplemente era perfecto, era la persona más hermosa que había conocido.  Su personalidad tan calmada y tan dulce como un caramelo, lo encantaba. Su baja estatura, lo hacía ver indefenso, su piel tan blanca y tan suave como la crema, su cabello tan rojo como las fresas, su olor tan embriagante como la vainilla y sus ojos ¡por Dios! Perdía los estribos con sólo pensar en esas dos orbes desiguales, nunca había visto semejante belleza, belleza que quería probar, belleza que quería que le perteneciera. Quería saber qué sabor tendría el majestuoso Akashi Seijūrō.

Pensar en el pelirrojo lo hacía sentir como si estuviera en el paraíso. Paraíso que le fue arrebatado por el golpe del shinai de su entrenadora, quien irritada le gritó – ¡¡MURASAKIBARA!! ¡¿HASTA CUÁNDO ESTARÁS TAN DISTRAIDO?! ¡¡TU RENDIMIENTO HA SIDO UN ASCO!!

- Perdón Masako-chin, fue mi culpa – dijo con una evidente frustración. Lo cual impresionó a su equipo y ablandó un poco a su coach. Murasakibara era del tipo que no acostumbraba a pedir disculpas

- No sé lo que te pasa Murasakibara y tampoco quiero saberlo, pero debes dejar de lado tus emociones y concentrarte, no negaré que has tenido un pésimo rendimiento hoy, así que desaparece de mi vista y vuelve cuando todo esté en orden.

- ¿Eh?

- Lo que escuchaste niño, sal de mi vista antes que me arrepienta.

- Está bien –dijo desganado. Tomó sus cosas y se fue a casa, todo el equipo quedó algo impresionado con la actitud de Atsushi, era realmente muy raro.

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.

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Eran aproximadamente las nueve de la noche y Akashi recién llegaba de la escuela, luego de la práctica había pasado con los regulares del equipo a comer a un nuevo restaurante en el centro de Kyoto, como su padre había salido fuera del país, no encontraba mala idea compartir la cena con un par de amigos, después de todo, no había nada más aburrido que comer solo, y al ser día viernes se permitió ese pequeño capricho.

 Al entrar, una de las criadas salía a su encuentro dándole una cálida bienvenida –Joven Seijurō, bienvenido a casa ¿Qué tal su día?

- Fue un día extenuante, gracias por preguntar Nozomi-san – contestó dulcemente el pelirrojo.

- ¿Cenará inmediatamente Joven? –preguntó con amabilidad la señora.

- Hoy no tengo mucho apetito, pero me gustaría comer algo dulce ¿Podría subirlo luego de terminar mi baño?

- Claro, no hay problema Joven Akashi ¿Qué le apetece comer?

- Un trozo de pastel de fresas me vendría bien.

- ¿Algo de beber?

- Té verde por favor.

- Cuando termine su baño su pedido estará en su habitación, con permiso – y haciendo una pequeña reverencia, se retiró del lugar.

Akashi, tomó aire profundamente y dándose ánimos, subió a su alcoba. Al llegar a esta, guardó sus cosas, tomó una bata y se encaminó a su baño personal. Entró en este cerrando la puerta tras de él, se aproximó a la bañera dando el agua que de inmediato comenzó a llenar la extensa tina, dejó a un lado su bata y comenzó a desvestirse lentamente, dejando su ropa en el cesto de las prendas sucias. Puso un poco de música clásica para relajarse un poco, siempre que escuchaba las armoniosas melodías su cuerpo se sentía más liviano y su mente se despejada. Al verse llena la bañera, entró en el agua y se recostó en ella, sintiendo como cada uno de sus cansados músculos se relajaba paulatinamente, se sumergió por completo en el agua y cerrando sus ojos dejó que la música lo envolviera.

Luego de treinta minutos salió del baño, sus rojos cabellos estilando y su pálida piel reluciente como la  porcelana. Tomó algo de ropa holgada, su ropa interior y dejando caer sobre su cama la bata que traía puesta, empezó a vestirse. La noche era cálida y muy agradable, la luna era tan delgada como una uña y el cielo estrellado podía verse con claridad. Miró su mesita de noche y ahí se encontraba el delicioso manjar que lo esperaba. Sonrió de medio lado y tomando la bandeja, se sentó en su cama para disfrutar aquel apetitoso aperitivo. Observó el pastel de fresas, definitivamente le recordaba a Murasakibara, todo tipo de dulces le recordaban al más alto, cosa que lo hacía sentir de alguna manera extrañamente feliz. Siempre que hablaba con el de cabellos lilas, sentía como las cosas más simples existentes en la vida, podían traerle una enorme felicidad. Comenzó a comer la delicia de pastel, dejando que cada sabor danzara en su paladar. Tomó su teléfono móvil, marcaban las 21:43 hrs. Iba a dejar su teléfono a un lado, cuando una llamada entrante apareció en la pantalla, sin dudarlo contestó. Ya esperaba esa llamada.

- ¡¡Sei-chan!! – exclamó Mibuchi, por el otro lado de la línea.

- Reo, dime ¿Sucede algo? – dijo el pelirrojo hablando lo más normal posible. Sabía que el azabache era muy intuitivo y sólo con un leve cambio de voz, notaría que le estaba pasando.

- Eso debería preguntarlo yo Sei-chan ¿Todo está en orden? – preguntó claramente muy preocupado.

- Por supuesto – dijo intentando sonar convencido.

- No mientas Sei-chan, todo el día estuviste muy distraído, no creas que no lo noté.

- ¿Distraído? ¿Por qué tendría que estarlo?

- Eso es lo que te pregunto yo a ti ¿Qué ocurre?

- No es nada, ya pasará… Sólo son temas sin importancia.

- Si no fuera nada, no estarías tan extraño… Pero bueno, si no quieres hablar, comprendo. Recuerda, siempre estaré ahí cuando me necesites – decía en un tono maternal.

- Gracias Reo – dijo con un tono de gratitud.

 Desde que Akashi conoció a Reo, sintió que en él podía confiar todos sus secretos, era una persona muy leal y eso le agradaba mucho. Por eso, ahora lo consideraba una de las personas más cercanas, ya consideraba a Reo como un amigo.

- No debes por qué agradecer, para eso soy tu amigo ¿o no?... Si no tienes nada que decir, me despido, buenas noches Sei-chan.

- Buenas noches Reo.

- Hasta el lunes Sei-chan, que descanses.

- Adiós – dijo para finalizar la llamada.

Dejó a un lado la bandeja y se recostó en su extenso colchón, mirando hacia el techo. Definitivamente todo esto lo tenía extraño, no era normal que algo tan simple como un “Si no tienes nada qué hacer el sábado por la tarde, te espero en…” lo tuviera tan distraído como para no tomar la suficiente atención en clases y no lograr su óptimo rendimiento en la práctica del club de baloncesto. Todo le daba vueltas en la cabeza, no podía dejar de pensar en Atsushi, en lo que podría pasar, en lo que podían hablar, en qué estaría yendo mal para que viajara desde tan lejos a juntarse con él, aunque también existía la posibilidad de que no sólo viajara por su causa, pero ¿cuál sería la causa principal de su viaje?, o sea nadie viajaría desde tan lejos a tomar un café y charlar tranquilamente ¿o sí?... No, eso era imposible, Atsushi no vendría a Kyoto por algo tan sencillo ¿o sí?   – ¡Seijūrō ya basta!– se regañó a sí mismo. ¿Cómo era posible que él estuviera tan embrollado por algo tan simple? Tenía que dejar de pensar en eso ahora, era estúpido que se hiciera tantos cuestionamientos por un tema como ese. Se sentía tan imbécil, tan patético, pero lo tomó desprevenido, y no era para menos. No es normal que uno de tus amigos decida venir desde una cuidad lejana sólo a verte y hablar de la vida, por lo menos Murasakibara no era de ese tipo, él no atravesaría casi todo Japón sin tener una razón lo suficientemente fuerte para viajar desde Akita y quería saber el motivo, necesitaba saber el motivo para poder estar en calma. Odiaba estar intranquilo, pero cuando se trataba de Murasakibara fuera del basquetbol todo se tornaba complicado, nunca sabía lo que estaba pensando, nunca sabía lo que diría, nunca sabía cuáles eran sus movimientos, nunca podía predecir cosas en Atsushi. Consideraba que era una persona absoluta, pero cuando se trataba del chico amante de los dulces todo era nuevo, desconocido.

Se removió incómodo en la cama, estaba cansado, su mente agotada y su corazón latía acelerado. Cerró sus ojos con fuerza, ya no entendía nada. Había perdido los estribos ante la situación y eso lo terminaría volviendo loco.

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Estaba recostado en su cama, mirando el techo como si en él pudiera encontrar las respuestas a todas sus preguntas, incógnitas que lo comenzaban a molestar. Comenzaba a dudar de lo que estaba a punto de hacer, tal vez sea una de las locuras más grandes de su vida, era arriesgado, pero ya no podía aguantar más. Hace mucho tiempo que venía experimentando sentimientos del tipo romántico hacia el pelirrojo. En un principio se negó, diciendo que era una simple confusión. Pero luego de un tiempo, tuvo que asumirlo. Estaba completamente enamorado de Akashi Seijūrō.

Desde su reencuentro en la Winter Cup, no había podido sacarlo de su cabeza. El chico de ojos bicolor se había apoderado de su mente por completo y  no lo dejaba en paz. Porque, hasta de sus sueños se había adueñado, no había noche en donde su emperador no se apareciera. Algunos de sus sueños, revivían los lindos momentos que pasaron juntos en Teiko, otros mostraban imágenes en donde veía que él y Akashi eran una pareja. Sin embargo, los que últimamente se repetían con frecuencia eran del tipo erótico, muchas veces llevándose una sorpresa matutina, de la cual se tenía que deshacer.

Miró la pantalla de su teléfono, marcaban las 23:48 de la noche, en su bandeja de entrada no había nada, lo cual lo hizo sentir un poco decepcionado, siempre por las noches hablaba con Akashi, pero desde aquel mensaje que recibió en respuesta por la mañana no habían vuelto hablar en todo el día, así que decidió escribirle un pequeño texto de buenas noches, deseándole un buen día. Le tomó un par de segundos teclear y ya redactado el breve escrito, lo envió. Dejando a un lado su móvil, decidió dormir. Mañana sería un día largo.

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Era temprano por la mañana, los rayos del sol entraban suavemente por el gran ventanal de la habitación, iluminando el apacible rostro de Akashi, las hebras rojas de su cabello caían cubriendo parte de sus ojos, su respiración tranquila y sus labios curvados mostrando una pequeña sonrisa, hacían ver la imagen más adorable del emperador.

Se removió incómodo en la cama, un pequeño rayo de sol había topado con uno de sus ojos, despertando de sus sueños al pelirrojo. Abrió sus ojos lentamente, percatándose que se había quedado dormido en la mitad de su cama, levantó su torso, encontrando entre una de sus manos su teléfono celular… Ahora recordaba todo, se había quedado pensando en si hablarle a Atsushi o no y entre esa disputa que le había jugado su mente se durmió. Miró la hora en este, el reloj marcaba las 08:13 am y en la bandeja de entrada había un mensaje enviado por el más alto. Akashi, abrió el texto, leyendo su contenido “Buenas noches Aka-chin, que tengas un buen día”, sonrió ladino al terminar de leer las breves palabras del gigante, en respuesta le escribió “Lamento no haber respondido, ayer fue una práctica agotadora… Espero que hayas amanecido bien… Nos vemos a la tarde”  y enviando el mensaje se levantó de su cama, yendo directamente a la ducha. Tenía varios asuntos que atender… Por lo menos eso lo tendría ocupado gran parte del día y no le daría tantas vueltas a lo que Atsushi tenía que decirle.

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Murasakibara se encontraba arreglando su bolso para el viaje, llevaba ropa casual y el traje que usaría para la boda, entre otras cosas, como útiles de aseo, dulces, dulces  y más dulces. El vuelo que tomaría rumbo a Kyoto partía a las tres de la tarde y había quedado de juntarse con Himuro a las 14:00 por temas de embarque. El viaje duraba aproximadamente dos horas y media, dos horas y media que utilizaría para pensar en cómo decirle a su Aka-chin que le gustaba, desde que envió ese mensaje pidiendo que se reunieran no había pensado en cómo decirle al pelirrojo acerca de sus sentimientos… Había olvidado la parte más importante, su confesión.

Hace más de cuatro meses que había comprado ese boleto de avión, con el fin de visitar a Akashi y decirle lo que sentía por él, pero su cobardía le ganaba y cada vez que intentaba enviarle un mensaje pidiendo reunirse, terminaba arrepintiéndose y aplazando su vuelo. Fue entonces en donde Himuro interfirió, la última vez que postergó su viaje, tuvo una plática con el azabache, Tatsuya básicamente lo regañó por su acobardamiento de no decirle al chico de ojos desiguales que se había enamorado de él... Quedaron en un trato; Himuro se ofreció a acompañarlo, dándole el plazo de un mes para que Murasakibara se disidiera a hacerle una visita al pelirrojo… Y ahí estaba, empacando sus cosas. Un día, sólo un día antes de que su plazo acabara se decidió a enviar ese mensaje. No podía negar que tenía muchos nervios por la respuesta que le daría Akashi, pero lo que más miedo le causaba, era perderlo.

Terminó de cerrar su bolso, cuando su madre entró en su habitación diciendo – Atsushi, hijo… Tu hermano te está esperando para que vayan al aeropuerto, apresúrate.

-Ya voy, ya voy –decía con algo de pereza.

 Puso su bolso al hombro despidiéndose de su familia, subiéndose al auto que lo llevaría a su rumbo… El aeropuerto.

El viaje fue aburrido para Murasakibara, comió algunas golosinas, más bien todas la que pudo, ya que en el vuelo no podría comer nada de lo que llevaba en su bolso. Tomó su teléfono celular, marcando el número de su amigo, esperó un par de tonos, hasta que el azabache contestó – ¿Hola? ¿Atsushi? ¿Dónde estás?

-Muro-chin, estoy en la entrada principal ¿Dónde estás tú?

-Estoy en la fila número 5 de verificación.

-Ok voy para allá –dijo el más alto para encaminarse al área de verificación de documentos.

Al llegar vio una extensa fila y no veía por ningún lado al chico de cabello negro, lo buscó con la mirada entre la gran multitud, hasta que divisó a una persona haciéndole señas. Se acercó a él con dificultad, pidiendo permiso entre la gente, muchos lo miraban con mala cara, pero al ver su intimidante porte lo dejaban pasar sin mayores problemas. Llegó hasta donde se encontraba Himuro que con una sonrisa lo recibió – Atsushi, por fin llegas –dijo alegremente el más bajo.

- ¿Desde hace cuanto estás aquí? –preguntó con cierta curiosidad Murasakibara.

- Mmm, más menos hace treinta o cuarenta minutos.

 - Creí que estos trámites eran más rápidos… Es aburrido esperar –dijo algo fastidiado el gigante.

- Sabía que dirías eso, por eso vine antes.

- Gracias– susurró Atsushi.

- ¿Eh? ¿Dijiste algo? –preguntó dudoso el azabache.

- No dije nada Muro-chin.

Tatsuya rió agraciado con la actitud tsundere de su amigo, dio un pequeño suspiro y contestó –No tienes por qué agradecer.

Murasakibara al escuchar las dulces palabras de Himuro, corrió su cara con un pequeño sonrojo, no era lo suyo agradecer, pero tener el apoyo del más bajo por lo menos en el trayecto, lo tranquilizaría bastante.

Ya se encontraban a bordo del avión, sólo faltaban tres minutos para que su vuelo partiera y las azafatas revisaban que todo estuviera en orden con los pasajeros.

Himuro notó lo nervioso e incómodo que se encontraba el gigante, se removía fastidiado en su asiento y no dejaba de moverse, ya estaba comenzando a estresarlo. En eso lo tomó de un brazo, el de ojos violeta se volteó a mirarlo confundido por su actitud – Atsushi ¿Puedes quedarte quieto? Vas a incomodar a los otros pasajeros– Tatsuya no era de las personas que se enojaban con facilidad, pero cuando este se enfadaba, era mejor correr.

Murasakibara hizo un mohín en protesta, pero al mirar esa pequeña aura negra que se estaba acumulando alrededor de Himuro y la sonrisa malévola que estaba grabada en su rostro, tuvo que darse por vencido, no quería discutir con él –Está bien Muro-chin, me quedo quieto.

- Así está mejor… Ahora relájate y disfruta del viaje.

Atsushi movió un poco el respaldo de su asiento hacia atrás, tal vez eso lo ayudaría a calmarse un poco, sus nervios estaban de puntas, en escasas horas vería a su lindo Aka-chin  y eso lo mantenía más inquieto de lo normal. Miró el techo y soltó una pregunta –Nee Muro-chin ¿Cómo le dijiste a Mibu-chin que te gustaba?

-mmm… Buena pregunta… la verdad es que él se confesó antes que yo.

-¿Y qué te dijo?

- mmm veamos… una día decidimos juntarnos en Tokyo, ambos queríamos ver la misma película, pero no teníamos con quién ir, así que nos reunimos a las afueras de un centro comercial por la mañana. Después de ir al cine, fuimos a comer algo a un restaurante de comida Tailandesa, en donde nos quedamos hablando de trivialidades por varias horas. Cuando nos dimos cuenta de que se nos había pasado un poco la hora, fuimos a pasear a un parque cercano. Íbamos caminando hablando de nuestras vidas casualmente, cuando las palabras cesaron, hubo un momento de silencio un tanto incómodo y rompiendo ese silencio  Reo dijo que tenía algo importante que decirme. Me detuve en seco quedando frente a él para escuchar lo que tenía que decir, me miró fijamente por unos escasos segundos y tomando una de mis manos, me acercó a él, me sostuvo de la cintura y nos besamos. Cuando el roce finalizó me confesó que estaba loco por mí y quería formalizar nuestra relación… y bueno, desde entonces que somos novios –dijo finalizando su breve historia, con una evidente sonrisa plasmada en su rostro.

- Yo no podría hacer eso con Aka-chin –dijo algo apenado Atsushi.

- Ya veo a qué punto quieres llegar… Supongo que debes dejar fluir tus palabras, en estos asuntos nada sale como uno lo planea.

- No sé qué podría decirle, Aka-chin merece la mejor confesión del mundo.

- Dile todo lo que sientes.

- Lo dices como si fuera muy fácil hacerlo, eso injusto Muro-chin –decía algo disgustado el de cabellos violeta.

- Sé que no es fácil… Pero dime ¿Qué sientes por Akashi Seijūrō?

- Que es la persona más hermosa existente en faz de la tierra, es más dulce que todos los caramelos del universo, que no pasó un segundo sin que él se apodere de mi mente y que estoy enamorado de él.

- ¿Ves?... ahí lo tienes –dijo en un tono triunfante el azabache.

- ¿Pero a Aka-chin le gustará? – preguntó angustiado Murasakibara.

- Eso lo verás cuando se lo digas, a mí no me preguntes yo no soy Don Absoluto –dijo intentando subirle un poco los ánimos a su amigo.

- Está bien, creo que dormiré un poco… Buenas noches Muro-chin –y dicho esto, el gigante cerró sus ojos disponiéndose a dormir.

- Buenas noches Atsushi –le contestó amablemente Himuro, removiendo con una mano los largos cabellos del más alto.

 Desde que Atsushi había enviado aquel mensaje, pidiéndole al pelirrojo juntarse, el azabache notó el drástico cambio de Murasakibara, lo cual le preocupaba un poco, no quería que saliera lastimado de esto.

Después de dos horas y media de vuelo y un trayecto en taxi de 20 minutos al hotel. Ambos chicos se encontraban instalados en sus respectivas habitaciones. Eran pasadas las cinco de la tarde y el chico amante de los dulces, se encontraba tendido en la cama de su ahora cuarto. Aún tenía que desempacar, pero su mente estaba en otro lugar, lejos del planeta Tierra, pensando en su lindo Aka-chin. Le tomó una par de minutos darse el ánimo suficiente para levantarse de la cama y decidirse a sacar la ropa que traía en su bolso, todavía tenía que ver que se pondría. A pesar de verse como una persona despreocupada, siempre le gustaba lucir bien.  Puso sobre la cama todas las prendas que traía, dejando a un lado el traje de gala. Luego de un par de minutos examinando qué vestimenta sería la adecuada, se decidió por una polera manga corta color lila con unas manchas verticales que cubrían parte del pecho de un tono más oscuro, unos pantalones azul marino, un par de suspensores color marrón y sandalias del mismo color. Decidido esto, tomó una toalla y se dirigió a la ducha.

Entrando en el baño que tenía en la habitación, comenzó a desvestirse  tirando la ropa al suelo y adentrándose en la cabina de baño dio el agua fría, necesitaba enfriar un poco su cabeza, reducir sus nervios y despertar su aún dormido cuerpo.

Después de 15 minutos Murasakibara salió de la ducha, tomó una toalla y se la colocó alrededor de la cintura, las largas hebras violetas estilaban dejando marca en su esculpido torso, tomó una peineta y cepilló su cabello aún mojado. Salió del baño, chocando con Himuro, el azabache lo miró de pies a cabeza para después decirle – Atsushi, deberías tener un poco más de cuidado con dejar la puerta abierta, pudo haber entrado cualquiera.

- Ah, lo siento, estaba distraído.

- Yo ya voy saliendo, pasaba a avisarte que llegaré tarde y desearte mucha suerte.

- Ok, que tengas una buena noche.

- You can do it Atsushi! Bye-bye – dijo el más bajo cerrando la puerta.

Eran las 18:15 y Murasakibara salía del hotel a su encuentro con Akashi, los nervios lo carcomían por dentro y sentía como sus piernas flaqueaban con cada paso que daba. El centro de Kyoto no quedaba muy lejos de donde se hospedaba, se demoraría veinte minutos yendo a pie y llegaría con 25 minutos de adelanto, no quería que su Aka-chin tuviera que esperarlo.

En el trayecto repasó más menos lo que quería decirle a su amado pelirrojo, esperaba no cometer ningún error al decirle acerca de sus sentimientos, quería que fuera algo especial.

Llegó a las afueras del café “Dulce Pasión” aproximadamente a las 18:50, se había tardado un poco más porque se detuvo a comprar un par de golosinas. Estando fuera del local, sentía cómo su corazón latía aceleradamente a medida que pasaban los segundos, cada vez se acercaba más la hora que habían quedado verse, sus piernas temblaban al igual que sus manos y su respiración se cortó por un momento cuando vio al chico de los ojos desiguales acercarse a él. Definitivamente era la persona más hermosa que había visto jamás, vestía una polera negra y pantalones del mismo color, acompañado de un blazer color gris y zapatos casuales. Una obra de arte.

El pelirrojo se acercó y con una pequeña sonrisa lo saludó dulcemente – ¡Atsushi! Ha pasado tiempo de la última vez que nos vimos ¿Cómo has estado?

Abrió su boca para hablar, pero su voz no salía, se quedó en silencio un momento y aclarando su voz, entre tartamudeos “logró” devolverle el saludo – A-A-Aka-chin ¡T-tanto tiempo! Yo h-he est-estado muy bi-bien ¿y- y –y t-tú?

Definitivamente los nervios terminarían por acabarlo.

Akashi, pudo notar los evidentes nervios de su amigo, pero hizo caso omiso a la situación. Aunque eso lo intrigaba bastante ¿por qué estaría tan nervioso Atsushi? En vez de intentar darle una respuesta a esa nueva incógnita que aparecía en su cabeza, decidió contestarle la pregunta a Murasakibara – Me encuentro bien, sólo un poco cansado, ha sido un día algo agotador.

- ¿A-ah s-sí? Q-que bueno A-Aka-chin.

- ¿No preferirías entrar Atsushi? No es apropiado tener una conversación en el medio de la calle.

- C-claro Aka-chin, entremos –dijo el de cabellos lilas con su voz algo más firme.

Se dirigieron a la entrada, abriendo la puerta un mesero vestido elegantemente de mayordomo, el cual los saludó cortésmente – Buenas tardes caballeros ¿Buscan una mesa para dos?

- Sí, muchas gracias, preferiríamos una mesa en donde no haya tanta gente si no es molestia– dijo Seijūrō.

- No es molestia, por favor síganme –dijo señalando una escalera.

Los dos jóvenes siguieron a la persona quien los estaba guiando, llegando a un segundo piso e indicándoles una mesa cerca de un gran ventanal, apartada de la gente. Los chicos se sentaron, tomando el menú que estaba en cada uno de sus puestos. El garzón se retiró para dejar que disidieran su pedido.

Después de unos breves minutos escogiendo lo que comerían, llamaron al mesero para pedir su aperitivo. Akashi ordenó un té helado de menta y limón, acompañado de un pastel de arándanos. Murasakibara por su parte pidió un batido de frutilla y pastel de chocolate.

El pelirrojo ya no podía pasar por alto los evidentes nervios del más alto y el hecho de que el de cabellos lilas no pidiera las grandes cantidades de comida como solía hacerlo, hizo que le preocupara su actitud tan atípica.

Murasakibara intentaba ocultar sus ojos con algunas hebras de su cabello, ya que encontrarse con la heterocromática mirada de Akashi, lo pondría más intranquilo de lo que ya estaba. Sus manos aún temblaban, al igual que sus piernas y sabía que si intentaba formar alguna oración, el tartamudeo de su voz haría inentendible la frase.

El silencio se presentó entre ambos, haciendo sentir algo decepcionado a Seijūrō. De verdad le agradaba mucho la compañía de Atsushi, disfrutaba mucho hablando con él, pero esta vez el ambiente entre ambos, era bastante incómodo. Suspiró algo agobiado con la situación y rompiendo el silencio que se había formado, decidió hablar –Dime Atsushi ¿Qué te trae a Kyoto? No creo que sólo hayas venido a tomar un café conmigo ¿No es así?

Murasakibara al escuchar tal pregunta, sintió cómo se tensaban sus músculos y sus latidos se aceleraban. Se regañó internamente, no podía estar en ese estado tan patético, siendo que voló kilómetros para ver al pelirrojo, exclusivamente para confesar sus sentimientos. Tomó aire profundamente y dio un suspiro pesado, arregló su cabello con tal de mirar fijamente a su Aka-chin. La determinación que había esperado todo este tiempo, había vuelto.

Seijūrō lo miraba con atención, una de sus dudas por fin sería aclarada. Atsushi lo miró y le contestó, evidentemente más tranquilo –Mañana se celebra una boda en mi familia, no encontraron pasajes para todos el mismo día, así que me enviaron a mi primero– Murasakibara había inventado una pequeña mentira para encubrir sus verdaderos motivos, necesitaba hacer un poco de tiempo para encontrar las palabras adecuadas de cómo decirle a Akashi que estaba enamorado de él.

Al escuchar la respuesta, el pelirrojo sintió un pequeño sentimiento de… ¿decepción?... ¿Acaso no era la respuesta que esperaba?...Pues claro que sí… ¿o no?... No, no y no, eso no le podía estar pasando, estaba demasiado confundido como para pensar con claridad… Bueno desde ayer que no podía pensar con claridad, pero ahora tenía la oportunidad de aclarar todas la incógnitas que lo estaban molestando. Decidió por seguir indagando, pero tenía que camuflar su verdadera intención, así que decidió por hacer una pregunta casual – Me imagino que el viaje debió haber sido aburrido.

-No podía comer todos los dulces que traía en el bolso de manos, pero Muro-chin me hizo compañía e hizo el viaje menos tedioso.

- ¿Viajaron juntos? –preguntó algo impresionado Akashi.

Atsushi se vio interrumpido con la llegada del mesero y sus respectivos pedidos. Le agradeció internamente, si no tenía una respuesta lo suficientemente creíble, el chico de ojos desiguales notaría que algo andaba mal.

Agradecieron al garzón por sus servicios y agradeciendo el manjar que tenían en frente comenzaron a comer.

Akashi, sin olvidar la pregunta que se vio truncada por la llegada de su orden, reiteró –Sabía que Tatsuya vendría a visitar a Reo, pero no me imaginé que viajarían juntos.

- Muro-chin quería darle una sorpresa a Mibu-chin y compró los pasajes junto conmigo.

- Ya veo –dijo el pelirrojo, mientras se echaba a la boca un trocito de pastel, masticó lentamente y tragó, para luego proseguir –Atsushi, sabes que no sacas nada con mentirme ¿no es así? Soy absoluto… y sé que mientes.

Murasakibara abrió los ojos como platos, había sido descubierto en su mentira, el tiempo se había agotado, ya no sacaba nada con alargar la situación… había llegado el momento de confesarse.

Nuevamente con los nervios a flor de piel y agachando su cabeza avergonzado, se dirigió al más bajo –Nee Aka-chin, tengo algo importante que decirte.

Seijūrō lo miró complacido, por fin sabría los verdaderos motivos de la invitación del más alto, así que le contestó – Dime Atsushi.

Tartamudeando a más no poder intentó armar la frase – A-A-Aka-ch-chin, t-tú m-me me g-gus-gustas.

Akashi lo miró confundido, no había podido entender nada de lo que le decía. Así que pacientemente le dijo –Atsushi, si tienes algo importante que decirme, por favor mírame.

Murasakibara, levantó su rostro con lentitud para encontrarse frente a frente con la mirada expectante del pelirrojo. Tomó aire profundamente y suspiró intentando calmarse, bajó su mirada por un instante y nuevamente miró a los ojos a Seijūrō, para luego comenzar –Aka-chin, en todo este tiempo que nos hemos conocido he visto la persona maravillosa que eres, eres el ser más hermoso que ha tocado la faz de la tierra, eres más dulce que todos los dulces del universo, todo tú me encanta… Aka-chin, yo, yo estoy enamorado de ti – al terminar la última palabra, su corazón latía a mil por hora, su respiración estaba acelerada y nuevamente comenzaba a temblar… De verdad lo había hecho, se había confesado.

El de ojos desiguales se quedó en completo silencio… ¿Había escuchado bien?... Claro que sí había escuchado bien, todo lo dijo muy claro… Atsushi estaba enamorado de él… Ya no entendía nada, las dudas que creía haberle encontrado respuesta se fueron al carajo, sentía como un pequeño temblorcillo se hacía presente en sus manos, como su cabeza daba cientos de vueltas, como su corazón latía sin control y como su estómago se removía sin parar. No sabía cómo manejar este tipo de situaciones, era primera vez que alguien se le confesaba y no tenía idea de cómo o qué responder.

Después de unos segundos pasmado, más menos tenía una respuesta formulada, así que se decidió a responder –Atsushi, yo… Yo, no puedo… No puedo corresponder a tus sentimientos… Lo lamento… Con permiso, debo irme – dicho esto, se levantó de su sitio y apresuradamente se retiró del lugar. Dejando solo a Murasakibara en aquel café.

El chico de cabellos violeta, se quedó en silencio ¿en qué estaba pensando cuando creyó que sus sentimientos serían correspondidos? Había sido demasiado imbécil para creer semejante estupidez, él no le llegaba ni a los talones a Akashi Seijūrō, no era digno de él, ni ahora ni en un futuro. Nunca podría sería una opción para su Aka-chin.

Miró el techo aún en estado de shock, sintió como una lágrima recorría su rostro, su cabeza estaba en blanco, no sabía cómo afrontar lo sucedido, su pecho dolía de una manera indescriptible… ¿Así se sentía el rechazo? ¿Tan doloroso era? ¿Tan miserable podía sentirse?

 Decidió levantarse de su lugar, dejó el dinero suficiente como para pagar la cuenta y se retiró del lugar lo más rápido que pudo.

Corrió todo el trayecto de vuelta al hotel, las lágrimas no cesaban y la opresión que sentía en su corazón lo estaba matando… Había perdido a su Aka-chin para siempre.

En menos de 5 minutos estaba de vuelta en su habitación. Necesitaba quitarse todo ese malestar, así que se adentró en la ducha, tenía que ordenar todo lo que estaba pasando, asumir que había perdido a la persona más importante en su vida, a su primer y tal vez su único amor.

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Miraba el techo desconcertado, esto no le podía estar pasando… Uno de sus mejores amigos, se había confesado. A Atsushi no solo le gustaba, estaba enamorado de él, un sentimiento mucho más profundo, mucho más delicado… ¿Pero cómo pasó? ¿Desde cuándo? ¿Por qué él? ¿Cómo no se había dado cuenta?... Todo se había ido al carajo.

Decidió dejar por un momento esas incógnitas de lado. Aún tenía algo importante que preguntarse y era ¿Qué significaba Atsushi para él?... Claramente el chico de cabellos lilas era muy importante. Era una persona excepcional, desinteresada, amable y muy dulce. Siempre estaba pendiente de lo que le sucedía, de cómo estaba, de no hacerlo sentir sólo en esa enorme mansión, siendo que cientos de kilómetros los separaban. Siempre sacándole más de una sonrisa con sus locuras y de cierta forma, haciéndolo sentir especial, que alguien lo necesitaba y que disfrutaba de su compañía virtual… Le encantaba su ternura y su inocente manera de ver la vida, haciendo que él también comenzara a disfrutar de los pequeños detalles. Había logrado cambiar su perspectiva de muchas cosas, había logrado hacerlo feliz.

-¿En qué estás pensando Seijūrō? –susurró en medio de la oscuridad, algo estaba mal en él, desde que rechazó los sentimientos de Murasakibara, no podía quitarse un extraño pesar en su pecho, sentía que su felicidad se había desvanecido, se sentía vacío y un sentimiento de tristeza comenzaba a apoderarse de él…No comprendía en lo absoluto lo que le estaba sucediendo.

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Himuro estaba preocupado por su amigo, hace horas intentaba comunicarse con él y lo estaba comenzando a preocupar. Su novio para tranquilizarlo dijo que llamaría a Akashi para saber si estaban bien, que lo más probable era que el grandulón haya tenido éxito. Pero luego de varios intentos llamando a ambos, comenzaron a alarmarse. La pareja decidió ir a ver al hotel, para cerciorarse que estaba bien, les quedaba bastante cerca y suponían que ahí podrían encontrar a Murasakibara.

Después de unos minutos llegaron al lugar donde se hospedaban los dos chicos de Yōsen, subieron por el ascensor llegando al sexto piso en cual se encontraban sus respectivos cuartos. Dejando atrás a Reo, Tatsuya fue corriendo a la puerta del gigante, checando que estuviera abierta, pero no, esta se encontraba con seguro. Apegó su oído a la puerta, para comprobar si había alguien. Logrando escuchar algunos ruidos, así que comenzó a golpear la puerta – Atsushi, soy yo Himuro abre la puerta por favor– dijo intentando mantener la calma. Pero no escuchó respuesta alguna de parte del de ojos violeta.

Estuvo así por media hora y antes de que siguiera dañando sus nudillos, su novio tomó su mano y lo volteó para que lo mirara, diciéndole –Tatsu-chan, sé que estás preocupado, pero ¿por qué no mejor vamos a buscar al encargado? Tal vez él pueda ayudarnos.

-Tienes razón, ve por él… Yo me quedaré aquí, quizás pueda abrir la puerta.

-Ok, no tardo –dijo Mibuchi, para correr en busca de alguien quien les abriera aquella puerta.

Mientras, Himuro se encontraba esperando en el pasillo. Lo único que rogaba era que Atsushi estuviera bien, estaba realmente muy angustiado. Sabía cómo podía comportarse Murasakibara cuando se trataba de Akashi, podía enloquecer fácilmente.

Al paso de unos minutos, Reo llegó junto a una señora encargada del aseo. Quien amablemente les abrió la puerta.

 Por mientras que Mibuchi le daba los debidos agradecimientos por su buena disposición, se adelantó a buscar al de ojos lilas. Escuchó un ruido proveniente del baño, así que se dirigió al lugar, entrando a este sin siquiera tocar. Al entrar vio cómo a través de la cabina de vidrio se distinguía la silueta de su mejor amigo. Corrió una de las puertas corredizas de la ducha, encontrándose con Murasakibara sentado en el piso, dejando caer en su cuerpo agua fría. Subió una de sus mangas, cortando el agua. El más alto se percató de esto y levantando su cabeza, se encontró con la  angustiada mirada de Himuro, bajó su cabeza rápidamente y le dijo tajante – Vete.

-No lo haré –dijo el azabache colocando una toalla sobre la cabeza del gigante.

 No tenía que ser adivino para notar que había estado llorando, sus ojos se veían rojos e hinchados. Con una mano levantó el rostro de Atsushi, notando que tenía sus labios morados y que su cuerpo temblaba de frío. Se volteó a buscar a Mibuchi, pero él ya estaba ahí, entonces le pidió –Reo, por favor llama a una ambulancia, Atsushi tiene hipotermia.

-Claro, claro, lo hago en seguida –sacó su teléfono presurosamente y marcó al número de emergencia.

-Atsushi, mírame y dime ¿Quién soy?

El de cabellos morados lo miró por un momento y le dijo confundido –Eres… ¿Muro-chin?

- Ok, debes estar algo confundido ahora, pero ya pasara, la ambulancia viene en camino… Ahora debo secarte.

Salió rápidamente del cuarto de baño, en busca de toallas. Por suerte la mucama, había dejado unas cuantas sobre la cama, las tomó y se devolvió a donde estaba su amigo. Se acercó a él y comenzó a secarlo con delicadeza, colocó una toalla en su cabeza para que su cabello no siguiera goteando y tomándolo del torso lo ayudó a ponerse de pie. Alrededor de su cintura colocó una toalla cubriendo sus partes nobles. Lo ayudó a salir de la ducha, sus movimientos eran torpes. En su mente pensó –debilidad…otro síntoma de hipotermia–

Reo entró por la puerta, viendo al gigante torpemente intentado mantenerse de pie, sin dudarlo fue en ayuda de su novio, sosteniendo a Murasakibara mientras lo secaba –Tatsu, amor… La ambulancia ya viene ¿vale? Estarán acá en veinte minutos –el azabache notaba claramente en el rostro de su amante que estaba aguantando las lágrimas, se notaba preocupado por el estado del más alto.

- Reo, ayúdame a guiar a Atsushi a la cama, debemos abrigarlo. Tiene que recuperar su temperatura corporal.

Ambos chicos guiaron a Murasakibara hasta la cama de la habitación, donde lo sentaron, para ponerle algo de ropa. Himuro revisó el bolso del gigante, encontrando en él las prendas suficientes para abrigarlo un poco.

En esos momentos el de cabellos lilas se dejaba hacer, no podía mover sus extremidades y no entendía muy bien la situación, sólo sabía que tenía mucho frío y que no podía parar de temblar.

Entre Himuro y Mibuchi, abrigaron al más alto y lo dejaron acostado en la cama, colocando muchas mantas sobre él. Ahora sólo quedaba esperar la llegada de la ambulancia. No podían quitarle los ojos de encima, algo podía salirse de control y tal vez no sabrían cómo reaccionar.

Pasaron 15 minutos en donde la pareja no se despegó de Murasakibara. Hasta que tocaron a la puerta. Mibuchi se levantó de su asiento y fue a abrir, inmediatamente entraron paramédicos y una camilla.

Mientras atendían al de ojos lilas un paramédico se acerco a ellos y les preguntó – ¿Ustedes fueron los que llamaron?

- Sí –respondió Reo.

- ¿Algún adulto responsable?

- No, ninguno venimos de Akita – respondió esta vez Tatsuya.

- Sólo una persona pude subir a la ambulancia.

- No es necesario, tomaremos un taxi –se adelantó Mibuchi.

- Lo llevaremos al hospital local, para estabilizar sus signos vitales.

- Claro, los seguimos.

Subieron a Murasakibara a la ambulancia, entre tanto Himuro subía con su pareja a un taxi.

El trayecto fue corto, pero muy angustiante por lo menos para el más bajo. Reo lo llevaba abrazado, intentado contener un poco a su amante, no le gustaba verlo tan preocupado. Sabía del gran cariño que le tenía al gigante, siempre le contaba de él, a veces hasta llegaba a darle celos.

 Llegaron al hospital e inmediatamente se acercaron a la recepción, para dar los datos de Atsushi. Como necesitaban un adulto que firmara los papeles. Reo ubicó a su madre, quien trabaja en el mismo hospital como enfermera. Ella no se negó a firmar los papeles y se preocupó personalmente de inspeccionar que el tratamiento que le daban a Murasakibara Atsushi, fuera el óptimo.

Transcurrió una hora, en donde ambos chicos de cabello oscuro tuvieron que esperar. Himuro estaba bastante más calmado, pero aún se notaba acongojado. Por su parte Reo logró comunicarse con Akashi, quedándose más tranquilo al saber que estaba bien. Obviamente no le comentó nada acerca de lo que había sucedido con el chico amante de los dulces. El pelirrojo tenía varias cosas que pensar, así que Mibuchi decidió no cargarlo más.

Una de las enfermeras salió de urgencia, hacia la sala de espera donde se encontraban ambos chicos –Familiares o amigos de Murasakibara Atsushi.

- Aquí –dijo Tatsuya levantando su mano.

- Por favor acompáñeme– dijo amablemente.

- ¿Qué tal está el estado de Atsushi?– preguntó ansioso el azabache.

- Logramos estabilizar todos sus signos vitales, lo mantendremos en observaciones esta noche, ya mañana podrá volver a casa.

Suspiró con alivio, su mejor amigo estaba bien –Muchas gracias.

La enfermera se detuvo en frente de una habitación y sonriendo, le dijo –Puede pasar a ver al paciente.

Abriendo la puerta, Tatsuya se encontró con la mirada expectante del de cabellos lilas. Se acercó a él y lo primero que hizo fue darle un pequeño golpe en la cabeza.

- Nee Muro-chin ¿eso por qué? –preguntó sobando el área golpeada.

- Eso es por arruinar mi cita…. Y esto– golpeó nuevamente la cabeza del gigante –Por preocuparme.

- Lo siento Muro-chin, no quería haber hecho eso.

- Atsushi, presentaste un cuadro grave de hipotermia, eso fue muy grave e irresponsable de tu parte ¿En qué estabas pensando? ¿A ca…

Antes de que el cabello oscuro siguiera con sus tantas preguntas, Murasakibara lo interrumpió – Muro-chin… Aka-chin me rechazó… Debe odiarme, soy patético– dijo rompiendo en lágrimas.

Himuro lo miró desconcertado, sabía que eso había pasado, pero nunca había visto tan dolido al más alto, cosa que lo conmovió mucho. Puso una de sus manos en su hombro e intentado dar su mayor apoyo con ese pequeño contacto, le dijo –Atsushi, Akashi no debe odiarte, lo que sientes por él es un sentimiento muy bonito, no creo que sea capaz de odiarte… Sólo debes darle tiempo.

- Sólo quiero olvidar Muro-chin, ya nada vale la pena… Aka-chin era demasiado para mí.

- No digas eso, sabes que no es así.

- Mírame Muro -chin, no tengo nada que ofrecerle a Aka-chin… Él lo tiene todo.

- No debes pensar así– dijo el azabache dándole ánimos.

- Ya lo decidí Muro-chin… Me rindo, Aka-chin no es para mí –dijo mirando el techo, mientras caían de sus ojos infinitas lágrimas, lágrimas de dolor, lágrimas de rendición, lágrimas de tantos sentimientos encontrados.

Se vieron interrumpidos por el toque que le hicieron a la puerta, para luego ver aparecer la figura de un chico de largos cabellos negros –Lamento la intromisión– dijo dulcemente. Entrando en la habitación –¿Cómo estás Atsu-chan? ¿Más calentito?– dijo con su siempre tono maternal. 

- Sí, ya estoy mejor – dijo algo desinteresado.

- Atsushi, deberías mostrar un poco de agradecimiento Reo me ayudó mucho contigo – dijo reprendiendo a su amigo.

- Gracias– dijo para correr su rostro, ocultando un pequeño sonrojo. Odiaba dar las gracias, sobre todo si lo obligaban a hacerlo.

- No es necesario que me agradezcas, no fue nada… Además ver a Tatsu-chan tan preocupado me dolía hasta el alma… Tatsu…

-Reo– dijo interrumpiendo a su novio, estaba dando información innecesaria –ya debemos marcharnos, es tarde.

- Sí, sí… mejor dejemos a Atsu-chan descansar… Adiós –dijo saliendo rápidamente de la habitación. Dejando nuevamente al par a solas.

-Atsushi, mañana vendremos a buscarte temprano… Nos vemos –dijo haciendo un ademán para despedirse. Y retirándose del lugar, nuevamente Murasakibara quedó solo.

Miró por la ventana desolado, tendría que encontrar una forma de olvidar a su Aka-chin.

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Nuevamente era día lunes, eran pasadas las 05:00 am. Akashi se encontraba tumbado en su cama, mirando en dirección al ventanal, aún el cielo se veía oscuro y las estrellas comenzaban a desaparecer paulatinamente. La luz de la luna, iluminaba tenuemente parte de su extensa habitación. Había logrado conciliar el sueño, después de la media noche… Se había quedado pensando en Murasakibara, en lo que había pasado el sábado por la tarde, sus confusos sentimientos y cientos de otras cosas. Aún podía sentir ese extraño pesar que sentía en su pecho, un malestar casi indescriptible, que lo hacía sentir vacío… sin ganas de seguir. Pero no podía permitirse eso, todavía tenía muchas responsabilidades por las cuales responder, tenía que seguir adelante.

En vez de quedarse pensando otra vez, en todo. Decidió por hacer algo que los despejara un poco de esa presión y angustia que le provocaba pensar en Atsushi, se decidió por salir a trotar un rato. Todavía le quedaban unas cuantas horas antes de entrar a clases.

Al volver más despejado y con más ánimo de seguir el día, tomó una ducha de agua fría para quitar el sudor y arreglarse para ir al instituto. Definitivamente iba a comportarse como lo hacía siempre, no aceptaría reiterar su deplorable comportamiento del día viernes.

Tenía que asumirlo, estaba preocupado por el estado de Murasakibara… el rechazo es uno de los peores acontecimientos que uno pude vivir, es doloroso y debilitante. Siendo capaz de destruir a una persona,  y eso es lo que había conseguido hacer. Conocía lo sensible que podía ser Atsushi y no podía imaginarse cómo estaría, quería llamarlo saber cómo estaba, pero eso terminaría hiriéndolos a ambos.

Sintió como nuevamente se le formaba un nudo en la garganta y su pecho se oprimía, no se podía explicar el por qué, pero tan sólo pensar en el dolor que le estaba provocando al de cabellos lilas, era desgarrador. Algo extraño le estaba pasando.

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Ya era día jueves, las clases y la práctica del club de baloncesto habían acabado, y como se venía repitiendo desde el día lunes, Murasakibara no había dado luces de aparecer.

Desde que comenzó la semana Atsushi, llegaba tarde a clases y cuando estas terminaban, se iba con algún grupo de chicos y chicas  quien sabe dónde. Ya no contestaba mensajes ni llamadas e ignoraba a todos los miembros del club que intentaban conversar con él. Himuro estaba preocupado, muchas veces intentó hacer entrar en razón a Murasakibara, pero no tuvo éxito. En el club, se rumoreaba que el gigante en vez de asistir al entrenamiento pasaba en fiestas y salía con varias chicas, cosa que preocupaba aún más al de cabellos negros. Atsushi, normalmente no le hacía caso a nadie, hacía lo quería. En varias ocasiones Tatsuya podía hacerlo entender motivos y controlar sus rabietas. Pero en estos momentos la situación se le estaba yendo de las manos y necesitaba ayuda. Sabía que Murasakibara estaba haciendo todo esto por causa de Akashi, para poder olvidarlo… Sin embargo, había encontrado la salida equivocada.

Eran las 03:21 de la mañana. Himuro se encontraba durmiendo plácidamente, se había quedado hasta bastante tarde estudiando e intentando buscar alguna manera de ayudar a su amigo. Su sueño se vio perturbado con el insistente sonido de su celular. Aún medio dormido, tomó el aparato contestando sin ver quien lo llamaba, la luz había encandilado sus ojos  y no pudo ver con claridad quien lo llamaba – ¿Hola? ¿Quién llama?

- Mu-Muro-chhhin –escuchó al otro lado del teléfono.

Al escuchar la voz del gigante, Himuro se sentó rápidamente en la cama –¿Atsushi? ¿Dónde estás?

- Nnno sep– dijo con gracia.

- Estás ebrio… Atsushi dime ¿Qué ves a tu alrededor?

- Muro-Muro-chin es muy pequeño.

- ¡¡DIME QUE VES!!! –dijo colerizado, los ebrios siempre lo sacaban de quicio.

- Un, un bassurero, un basurero Mmmuro-chin

Desde afuera se sintió un estruendo bastante fuerte. Himuro alarmado salió de cama, encendió la luz de su lámpara y se aproximó a la ventana a ver qué sucedía. Y ahí estaba un chico de dos metros tirado en el piso, completamente ebrio.

Bajó las escaleras rápidamente, agradeció que sus padres estuvieran fuera de la ciudad. Llegó a la puerta de su casa y saliendo fue a ver a Murasakibara.

Aún estaba en el suelo, mirando el teléfono como si fuera el aparato más interesante del mundo. Himuro se acercó a él y le tendió su mano, el contrario la recibió con algo de dificultad y dándose un impulso logró ponerse de pie nuevamente. Himuro lo ayudó a caminar, hasta llegar a la casa. Entraron con algunos problemas, ya que Murasakibara se tambaleaba para todos lados. Tatsuya lo sentó en el sillón y fue a la cocina en busca de agua.

Mientras tanto el más alto miraba todo su alrededor, aún no podía distinguir mucho lo que veía, pero el lugar se le hacía bastante familiar.

- Bebe esto –ordenó el azabache, dejando frente al de ojos violeta un vaso y un jarro de agua.

Atsushi, hizo caso de inmediato y bebió el líquido del vaso como si no hubiese bebido agua en días. Cuando hubo terminado, Himuro le sirvió más y se retiró nuevamente yendo a la cocina.

En el momento que entró a la cocina, sacó su teléfono celular. No quería molestar a su novio a estas horas de la madrugada, pero no tenía otra opción, todo se había salido de control y necesitaba la ayuda de él. Marcó el número de Reo y esperó un par de tonos, cuando el otro contestó – ¿Tatsu-chan? ¿Qué pasa bombón?

- Lamento llamarte a estas horas, pero necesito que me ayudes.

- ¿Pasó algo? –preguntó preocupado el de ojos turquesa.

Suspiró con pesadez antes de contestar –Atsushi está ebrio en mi sala de estar, no sé que estuvo haciendo, pero está completamente ebrio.

- Ay no… Pero ¿Está bien?

- Sí, sí, está bien.

- ¿Y qué necesitas? ¿En qué puedo ayudar yo ahora?

- Necesito que hables con Akashi– dijo en un tono decidido.

- ¿Sei-chan? ¿Por qué tengo que hablar con él?– preguntó confundido.

- Él es la única persona que puede controlar a Atsushi.

- Pero Tatsu-chan… Sei-chan, no podría ir hasta más tarde.

-No me importa, sólo necesito que haga entrar en razón a Atsushi… Sólo dile eso.

-Ok, yo le digo… Pero ¿Estás bien?– preguntó preocupado Mibuchi.

- Sólo estoy un poco angustiado, ya pasará… Bueno, debo cortar, tengo que atender a mi invitado.

- Cualquier cosa no dudes en llamar ¿está bien?  

- Claro, claro, lo haré… Buenas noches.

- Te amo.

- Yo también – dijo para finalizar su llamada.

Abrió el refrigerador y sacó de él algo que pudiera comer Murasakibara, sirvió café, preparó una par de emparedados y los colocó en una bandeja. Salió de la cocina, dirigiéndose a donde se encontraba el más alto.

- Come –ordenó al de cabellos lilas. Lo enojaba y lo entristecía verlo en ese estado. Pero prefería actuar de manera pesada… Odiaba a los ebrios.

Ya más sobrio Murasakibara miró a su amigo, se veía enojado –Muro-chin, lamento esto –dijo evidentemente arrepentido.

- Apresúrate en comer y luego te vas a dar una ducha de agua fría –dijo haciendo caso omiso a lo dicho por el de ojos violeta.

Atsushi, no tuvo otra opción que sólo hacer caso, estaba avergonzado por sus irresponsables actos y no quería enfadar más al azabache. Sin quererlo había involucrado a Himuro en sus problemas, dándole inconvenientes y preocupaciones que no debería cargar.

Cuando terminó de comer y beber el café. Tatsuya le tiró una toalla, indicándole el baño y que tenía que mojarse con agua fría para despertar un poco sus neuronas a ver si dejaba de hacer tantas estupideces. Le dio como máximo 15 minutos.

Murasakibara hizo caso sin protestar y sin decir nada. Sólo hizo lo que el más bajo le ordenaba. Entró al cuarto de baño se sacó la ropa que andaba trayendo y se metió al receptáculo. Mientras se duchaba intentó recordar todo lo que había hecho. Había ido a la casa de uno de sus compañeros de clase y comenzaron a beber alcohol en el patio mientras escuchaban música, claramente él no fue la excepción. Después de un rato, empezó a llegar gente hasta llenar la casa. Recordó que una chica le coqueteaba y que al final terminaron en una habitación… Eso era lo único que recordaba, ni siquiera recordaba cómo había llegado a las afueras de la casa del más bajo. Sólo que chocó con un basurero.

Después de su baño Himuro le pasó algo de ropa limpia. Cuando se la puso, notó que le quedaba algo ajustada al ser unas tallas más pequeñas que las prendas que acostumbraba a llevar, pero cumplía su propósito. Salió del baño ya vestido, pero no vio a su amigo. Lo buscó en la sala de estar, pero no lo encontró, sólo vio en la mesa de centro una nota. Tomando esta leyó

“Toma esas dos pastillas, mañana no amanecerás con tanta resaca si las tomas… Dejé unas mantas sobre el sillón, duerme ahí… Te quiero lejos de mí, no quiero un ebrio en mi habitación.

                                            Atte. Himuro Tatsuya”

No tuvo más remedio que obedecer. Tomó el par de píldoras que el más bajo dejó para él, confiando de que no lo matarían si las tomaba y se las trago tomando toda el agua que había dejado. Se recostó en el incómodo sofá, se tapó con las frazadas que había dejado el más bajo y apagando la luz de la lámpara se dispuso a dormir un poco.

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Era la hora de la merienda y Akashi se encontraba, arreglando un par de cosas en su bolso. El plan de una semana “normal” se fue al carajo al primer momento en que pisó la escuela. Cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo pensaba en Atsushi. En lo que había pasado, en lo que había dicho y lo que había callado. En los errores que había cometido y en el daño que había provocado en el más alto.

Después de casi toda una semana. Decidió que lo mejor era hablar con Atsushi, necesitaba verlo. Así que tomaría prestado por un par de horas el jet de su padre para viajar hasta Akita… Esta vez era su turno.

Iba saliendo de su salón, cuando fue interceptado por Mibuchi, quien alarmado lo tomó del brazo y comenzó a arrástralo a algún lugar – Sei-chan lo lamento, pero esto es urgente –dijo mientras aun lo tenía agarrado del brazo.

Cuando el de ojos turquesa encontró un lugar apartado de la gente, comenzó a hablar – Sei-chan, necesito decirte algo.

Seijūrō miró con extrañeza al azabache, era poco usual que él actuara tan bruscamente –Tiene que ser serio para que decidieras arrastrarme por toda la escuela ¿Qué sucede Reo?

 Suspiró algo agotado – Lo siento Sei-chan, pero Atsu-chan te necesita.

- No entiendo a lo que te refieres –dijo confuso.

- En la madrugada Tatsu-chan me llamó diciendo que Atsu-chan estaba ebrio en su casa, que ya no asistía a las prácticas del club sólo para irse de farra, que perdió los estribos después de lo sucedido el sábado… Y tú eres el único que puede hacerlo entrar en razón.

El más alto miró a su amigo, quien sólo lo miraba con una expresión indescriptible. El más bajo se quedó estático por unos segundos, no podía creer lo que estaba escuchando. Sin decir nada, comenzó a correr en dirección a la salida ¡A la mierda la escuela, la práctica, TODO! Atsushi lo necesita y lo necesitaba ya.

Mientras corría pequeñas lágrimas salían de sus ojos, había hecho todo mal… Si tan sólo se hubiera dado cuenta de los sentimientos que tenía por el gigante, todo sería diferente. Se sentía tan culpable por todo lo que había hecho pasar a Murasakibara… Pero ahora estaba decido, recuperaría lo que era suyo.

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Las clases habían terminado y sólo quería regresar a casa. Estaba cansado y quería dormir todo el fin de semana. Después de lo que sucedió en la noche, había prometido nunca más beber una sola gota de alcohol. Himuro, estaba muy molesto con él, ni siquiera le había dirigido la palabra. Sólo lo había despertado con un vaso de agua fría en la cara y un “Vete, no quiero verte”

Estaba llegando a la salida, cuando fue sorprendido por una chica, quien lo tomaba del brazo y provocativamente le decía –Mura-chan ¿recuerdas lo que habías prometido?

La miró con desprecio, era la chica con la cual se había acostado y el hecho de sólo mirarla, le producían ganas de vomitar – Aléjate de mí.

- No –le dijo con una sonrisa socarrona en el rostro.

- No haré nada de lo que tú quieras –dijo mientras seguía caminando, dejando a la chica atrás.

- ¡¡Si no lo haces le diré a toda la escuela lo que hicimos anoche!!– gritó con descaro.

Murasakibara, se detuvo en seco y se volteó a mirarla. La chica lo miraba lascivamente y acercándose comenzó a acariciar su torso –Vamos Mura-chan, repitamos lo que hicimos ayer ¿Vale?

Atsushi, sólo la miraba nervioso, no sabía qué hacer o cómo reaccionar. La chica tomó su mentón en busca de sus labios, pero fue interrumpida por una voz.

- Aléjate de él ahora– dijo con un tono demandante.

La chica se separó del más alto y lo miró despectivamente –¿Qué quieres? –dijo enojada, estaba por comenzar su diversión.

El pelirrojo, se acercó a Murasakibara y le dio una cachetada. La chiquilla tomó del hombro a Akashi diciéndole –¿Quién te crees para venir e interrumpirme?

El de ojos desiguales la miró, y menospreciando a la chica pronunció – Piérdete ramera.  

Tomó del brazo a Atsushi y lo llevó a algún lugar donde pudieran hablar.

Cuando lo encontró, soltó al más alto y colocándose frente él le habló –Atsushi, mírame… Tenemos que hablar.

-No quiero –dijo casi en un susurro. Tener al pelirrojo frente a él lo destrozaba, pensó que saliendo a fiestas y olvidándose de todo lazo que podría unirlo a él, olvidaría ese sentimiento. Pero no era así, siempre lo tuvo en la mente, día y noche, cada segundo que pasaba lo tenía en la cabeza, era imposible borrase su imagen, era imposible poder sacar ese sentimiento que tenía hacia el más bajo.

- Atsushi, por fav…

-¡¡VETE!! –gritó con impotencia el de cabellos lilas. Sabía que si seguía ahí, no podría evitar derrumbarse y no quería, no quería seguir sufriendo.

- Te amo –susurró el más bajo.

- Por favor vete Akashi, no quiero verte –decía mientras de sus ojos caían gruesas lágrimas.

- ¡¡YO TAMBIÉN TE AMO!! –Gritó el de mirada desigual –No sabía que te amaba y lo siento sé que te hice sufrir, pero tú eres el único que puede hacerme feliz Atsushi.

- Por favor no mientas, no quiero que sientas lástima por mí, sé que no soy lo suficientemente bueno para ti.

Akashi se acercó a él, tomó la corbata de Murasakibara y jaló hacia abajo, dejándolo a su altura, depositando sus labios en los labios del contrario.

Atsushi abrió sus ojos de par en par, no podía creer lo que estaba pasando Akashi Seijūrō, su Aka-chin lo estaba besando.

El pelirrojo se separó, desasiendo el contacto. Tomó el rostro el más alto y mirándolo directamente a los ojos volvió a decirle –Atsushi, te amo, yo también estoy enamorado de ti y l…

Esta vez, era el gigante quien lo besaba. Akashi cerró sus ojos comenzando a disfrutar del contacto. Sintió cómo se despegaba del suelo y era tomado por Atsushi, en sus protectores brazos. Se separaron por un instante en donde el de cabellos lilas aprovechó para decirle –te amo Aka-chin, te amo demasiado Aka-chin.

Las palabras sobraban, así que el pelirrojo decidió nuevamente apresar los labios de su ahora amante. Entreabrió un poco su boca, dejando entrar la lengua del más alto. Al principio sus lenguas se rozaban con timidez, pero después de unos cuantos segundos, comenzaron a entrelazarse con más seguridad, dejando que las emociones fluyeran.

Tuvieron que alejarse por el faltante oxígeno, su respiración acelerada y sus corazones calientes. Se miraron a los ojos, esperando que alguno retomara aquel placentero contacto entre sus labios. Murasakibara se acercó lentamente a los labios del contrario, mordiendo el labio inferior del más bajo y tirando de él hasta soltarlo… Akashi quería decirle cientos de cosas a Atsushi, pero al mirarlo nuevamente supo que no era el momento adecuado para hablar… Tenían que saciar primero su pasión… Sus ojos reflejaban deseo y lujuria… Las palabras sobraban, ahora venía la acción. 

Notas finales:

Gracias por leer, espero que lo hayan disfrutado... La idea de este fanfic era que tuviera un zukulemtho lemon... pero por muuuuchos imprevistos... No pude hacerlo... Aunque si ustedes quieren... podría escribir un extra y deleitarlas con un lemon xDDD

espero sus comentarios 


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