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Veni, Vidi, Vici por Febo Apolus

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Notas del fanfic:

Capitulo unico. Nace de mi imaginación. Por favor disfruten de los personajes de Kurumada en otro ambito... algo raro 

Notas del capitulo:

Hace un tiempo que subí esta historia y en realidad no pensaba más que dejarla en un solo capitulo pero vamos... amo a este personake y de verdad se me vino la idea de seguirlo. Disfruten. 

-Impresionante, debo admitir que nadie ha conseguido darme una muestra tan grande de coraje

-De todos es sabido que gustas del coraje y la audacia

-El coraje es de los grandes

-Y de los reyes la audacia- el niño lo retaba, sus ojos negros nunca despegaban la mirada de su persona y aunque no le había temido ni a los galos, en ese momento se sentía penetrado de cuerpo y alma

-¿A qué has venido?- pregunto cuando los rayos de Diana le permitieron despegarse apenas un poco de aquella figura

-Me has llamado-

-Más no en mi habitación

-No puedo ir a otra, me mataran si saben que estoy aquí- le dijo con un puchero en los labios. Es que ese niño era eso, un niño, no un gobernante, no una figura a la que se pudiera tomar en serio, él venía a velar por los intereses de Roma no por los suyos.

-¿Y estas dispuesto a dormir en mi cama solo por protección?

El niño pareció dudar, bajo la mirada temerosa y de nuevo la levanto con determinación.

-No pretendo dormir- le susurro acercándosele al oído permitiéndole oler su indiscutible aroma a flores, tal vez algo mejor.

La cama era de sogas, las había sentido pero la habían recubierto con telas, lo suficientemente cálidas para el frio y lo sufrientemente frías para la mañana. Y delante de él tenía a algo aún mejor que esa fina cama

-Mi hermano, Ptolomeo XIII  te ha recibido hace unos días

-En realidad ha sido su guardia de honor la que me ha recibido

-Esta bien, he escuchado que en recibimiento te ofreció la cabeza de tu amigo, Pompeyo- bajo la vista –Dicen que lloraste delante de esa cabeza ¿Tienes una idea de quien le dijo que hiciera eso?

-Quien quiera que lo haya hecho pagara- dijo con firmeza mirando el anillo de su amigo

-Pero sí ya le conoces- Aioros entre cerro los ojos- ha sido su Ayo el eunuco  Potino. Él y los aristócratas que lo someten a su voluntad como el niño que es, le indican a quien o que mandar a matar. ¿Cómo un niño puede gobernar un país?

Camino en los alrededores de aquella poco iluminada habitación.

-Tú mismo eres un niño

-Pero yo se dirigir un ejército

-En este momento no tienes ninguno. No puedes pagarlo y dudo bastante que ellos quieran trabajar para ti de forma gratuita, niño

-Estas en mí   reino, yo gobierno- le dijo mientras se levantaba de forma violenta y cual niño le decía sus caprichos; él lo tomo del brazo

-Escúchame, Niño rey. En este momento no tienes ni la mitad del salario de tus soldados; tu pueblo le debe tributo a Roma y por si fuera poco, se hallan en medio de una guerra civil, entre tus hermanos y tú- el niño bajo la mirada y cual reinante de Egipto la elevo

-Por ello te visito hoy, Roma. En ningún  lugar estoy a salvo, me mataran cuando sepan que estoy en palacio.

-No lo harán, estás conmigo, eres mi invitado- accedió ante el niño –descanse entonces su alteza, en la cama que se le ofreció a César.  

-No quiero dormir- exigió abriendo esos ojos de pescado hermosos

-Conmigo tendrás al mundo, pero ¿Sederas a mis brazos por eso? Compartirás mi destino, sea desgraciado o fructuoso- le advirtió pero aquel niño, que acostumbrado estaba a las serpientes que el Nilo les brindaba y los animales mortales no se sorprendió, muy por el contrario sonrió

-No anhelo otra cosa que Egipto mismo, reinado por y para mí, te ofrezco el Nilo le tienes hoy a tus pies

-¿Y si yo no quisiera Egipto niño?

-Te ofrezco al soberano, quien es el hijo de Isis, seré tuyo, solo tuyo

-Di, “Así sea”

-Así sea

-Ahora has de cumplir tu palabra aunque mueras

Y César lo tomo, ahí, en medio de la estancia, en el suelo y como bestia, robo besos, caricias, gemidos. Se hizo saber hijo de Ares, feroz y fuerte, lamio, rasguño y grito y lo hizo gritar.

 Las mejillas ardieron y las pupilas se dilataron cuando el César se convirtió en el Adonis griego; sus labios se teñían de rojo ya carentes de maquillaje, se inflamaban, el cuello se amorataba y los pezones reclamaban atención, que fue brindada; la piel se erizaba, el miembro despertaba.

Lo doblego a su voluntad, le hizo repetir su nombre una, otra, de nuevo y una vez más. Gritar se quedó corto, gemir no era el término apropiado y placer por mucho había rebasado a Baco, Apolo.

Aquel cuerpo, canela, viril, perfecto, lo hizo suyo, lo reclamo. Aquella piel blanca,  de soberano, se hallaba sudorosa, extasiada y débil para hacer valer su voluntad, el César volvía a conquistar.

-Permítame, majestad- le dijo cuándo lo tomo del suelo y lo llevo hasta la cama que se negó a tomar  y que lamento no haber tomado– Creo que su cama lo esperaba

Quiso decirle perro cuando escucho su risa, pero en realidad no podía, lo dejo callado.

-Veni, Vidi, Vici- le susurró al oído del soberano  y aquel repitió lo mismo para sí mismo “Duerme bien César”

**

-César- gritaban desde fuera y el niño se hayo sorprendido, con miedo, cubriendo, con las sabanas el cuerpo que ya había visto

-Me mataran- dijo y Aioros rio

-Te acabo de decir que no será de esa manera y tú dudas de César, bendito niño- y se levantó, sin el mayor decoro por cubrirse, el niño reabrió los ojos

-¿No te acostumbras a la vista?- preguntó con la risa entre los labios

-Mi cuerpo aún se halla doloso ante tal conquista

La sonara melódica risa se escuchó, interrumpida otra vez por los golpeteos incesantes que reclamaban su presencia

-¿¡Qué!?- pregunto al guardia

-¡Ave César! El niño Ptolomeo le espera, desea hablar con usted-

-¿Ahora?

-Me temo que si-

-Dile que iré cuando la ropa me vuelva a calzar- dio la espalda y el guardia se marchó.  

Shura lo miró con los ojos totalmente abiertos y los labios rojos y aun inflamados mordidos por sus pequeños colmillos. César robo un beso de esos labios y juro que serían suyos para siempre.

-Perfecto- susurro, después de aquel beso tenía la clave de la paz

**

-Abrid paso a César- gritaron a las puertas de la estancia del niño rey y este a su vez se puso en pie para recibir al romano. Era muy temprano y poco le interesaba si aquel tenía sueño, nadie venía a sus tierras y le hablaba de guerra sin que él, un Dios terrenal y Faraón de Egipto lo permitieran  

-Salve, César- saludo  el niño, maquillado para que se viera mayor de lo que en realidad era

El César le miro y quedo sorprendido de lo enorme y ostentoso del trono que aquella figurita aunque segura, pero graciosa se miraba ahí. A lado suyo aquel eunuco maquillado a mas no poder y al otro un hombre que llevaba un papiro, el hombre era delgado, con los ojos maquillados y a leguas se miraba de ascendencia ajena a la Egipcia.

-Buenos días, rey Ptolomeo- saludó sin reverencia ni decoro

-Dime, César ¿A qué has venido a mis tierras?- indago con la voz del infante que era.   

Aioros rondo por la estancia, pensativo, dudando, mirando con superioridad, que por supuesto merecía, ondeando la capa roja de máximo líder de Roma, ahora que Pompeyo no estaba.

-¿Sus tierras? ¿Qué edad tienes, Ptolomeo?

-La suficiente para reinar, César- le contestó aquel hombre ajeno a Egipto

-No he sido participe del momento en que  solicite tu apalabra… ¿ah?

-Soy Crates. El maestro del Faraón-

-Ah, así que eres tú quien de leyes le enseña, filosofía y cultura- el hombre se inclinó alagado por las palabras de Aioros

-Sí, César- un silbido que rompió el viento provoco que el hombre de largos y negros cabellos abriera los ojos de sobre manera. Aioros había lanzado su gladius y roso por poco sus mejillas

-¡Pues deberías de enseñarle de economía, porque, oh rey de Egipto, me deben tributo!

-Veras, César… yo- se intentó excusar

-Mis soldados han cobrado los impuestos, no te preocupes, majestad, pero debo decirte que te hace falta un administrador…

-Yo sé de economía, de cultura, hablo tu lengua y tengo edad suficiente para reinar- una mujer salió de algún lugar, tenía los cabellos adornados por joyas heromas, largos, los ojos azul profundo maquillados en oro rodeados de negro, en su frente la áspid tan característica de Egipto se posicionaba en su cabeza.

A juzgarle por los ojos de Aioros la mujer era bellísima pero nada que no hubieran visto sus ojos, unos senos perfectos, curvas preciosas y un vestido avasallador, a cualquiera le hubiese dejado sin habla pero, él no era cualquiera.

-¿Quién eres tú?

-Soy Arsínoe  IV- se presentó y de inmediato supo, por la impertinencia que era la hermana del niño rey Shura –reina de Egipto

-¿Tres reyes?

-¿Cuáles tres?- preguntó Potino– sólo hay uno y ese es…

-¡Cállate! Son tres hermanos, hasta donde sé

-Cleorep se halla muerto- fue el pequeño Ptolomeo quien le contestó al César y este enarco las cejas sorprendido ¿muerto? La noche le había hecho saber que estaba bien vivo

-Tu hermano está vivo, pequeña majestad. Y está aquí

Era un perro, no se podía ni poner correctamente en pie, pero aun así le mando amas que le vistieran, adornaran y permitieran pasar cual Dios divino… 

 -Cleorep- se asustó Arsinoe. Su hermano, majestuoso como nadie estaba ahí aunque había sido echado de Alejandría, se halla de frente, andando como rey, orgulloso y divino, portando oro y a Isis, la que rumoraba su madre, en el pecho, los cabellos acomodados hacia atrás y la áspid dorada de ojos jade en la cabeza.

-Shura- Ptolomeo tembló, su hermano se hallaba presente

-Hola, hermanitos- saludo, acercándose a Arsinoe para darle un beso en las mejillas “Soy Rey”- le susurro y se posiciono a lado de Aioros, con la sonrisa triunfante y a leguas apestaba a romano.

-César, eres extranjero y…- intento explicar Potino

-Guarda silencio, eunuco

-¿Vas a callarme tú? El rey de Egipto que no hace más que desperdicias las riquezas del imperio dándoselas a los campesinos

El ceño de Shura se arrugo y mostro una cara molesta, con las mejillas enrojecidas y llenas de aire, Aioros hubiera estallado en carcajadas, es que había que reconocerlo, era un niño que quería ser dueño del mundo.

-Es este pueblo el que le da a Egipto sus grandezas, el que da para que vivas con tus conspiraciones, tus intrigas, tus riquezas

El eunuco se mostró ofendido y encaro al rey

-Tú que conspiras y que te vendes al mejor postor, tú que vendes tu cuerpo a un…

-Cállate ¿Me tomas por Ptolomeo y crees que puedes mandarme como tal? Eres un esclavo, toma tu papel como tal y saluda a tu rey como debe ser o cortare tu cabeza, lastimeramente no puedo mandarte castras porque carecer de tu hombría pero aun así puedo venderte a un lupanar… muestra respeto a tu soberano- exigió un colérico Aioros

-Pero…

-¡Cállate!- el eunuco se inclinó ante Shura

–No me olvide en sus días de gloria oh bendito rey

-Te arrebatare de todo…

-Si me permites César – interrumpió Crates  

-No,  no te permito, maestro incompetente. En cuanto a ustedes tres- se dirigió a los hermanos.

Shura sabía hacerse obedecer, sus ojos lucían perfectos, su figura, sus ropas y su andar, parecía carente de dolor, era majestuoso, opacaba cualquier cosa que estuviera en el lugar.

-Ptolomeo, reinaras en corregencia con tu hermano Cleorep. Son Egipcios acostumbrados están a reinar en matrimonio más no les obligare a casarse- dijo con sorna

-¡César Aioros!- se exalto Shura -¿Qué es esto?

- No reinare a su lado, me matara

-¿Y qué hay de mí? César- Peligrosa, esa era la niña Arsínoe, pero sus encantos caían por mucho a los de su hermano

-Reinaras Chipre, Roma se los devuelve, Egipto tendrá la misma extensión que en los tiempo de Alejandro Magno

-Es una isla apenas-

-Es eso o estarás aquí como segunda en la línea de sucesión, si te opones o matas a tus hermanos dejaras de estar bajo mi protección, te destronare y deberás abandonar palacio, para ti también Ptolomeo, no olviden que si son reyes hoy es por la voluntad de Roma. No es un acuerdo, es una orden y voluntad de Roma.

-Y yo respeto a Roma- se levantó del trono el pequeño niño –por eso te entregue a Pompeyo

-¡Basta! Fuera, de aquí, 

-Es mi palacio

-No si no pagan sus deudas niña tonta, puedes quedarte Rey Cleorep.

-¿Te quedaras con Cleorep? ¿Qué te puede ofrecer él que yo, una mujer no te pueda brindar?- se acercó a los labios carnosos de César y César los roso ante la mirada furiosa de Isis Shura

-Admito que eres hermosa, pero dudo que puedas ser la mitad de lo que es tu hermano- arrebato el rostro de los labios de Arsinoe  y miro cómplice a Shura

-¿Placer?

-Fuera de aquí

Los hermanos se fueron, Arsinoe arranco sus joyas al caminar mientras que Ptolomeo solo gritaba en busca de su Ayo para jugar un poco

-¿Qué pasa si no quiero quedarme?

-Te has quedado, no es que no quieras es que estas molesto

-¿Me harás reinar con un niño?

-¿Un niño?  Tiene nueve, puede reinar

- si hubiera sido rey en el momento que pediste tributo a Egipto, en lugar de mi padre yo te hubiera respondido con la guerra no con el patrimonio de Alejandría

-Y es por eso que no puedes reinar solo

-Soy rey

-No, aun no lo eres. Debes aprender a ser estratega, pensar con la cabeza fría- le tomo por los hombros para calmar al joven león- eres joven y por ello reinaras con Ptolomeo, te ganaras a tu pueblo, neutralizaras a su ejército y entonces, cuando tengas el poder suficiente los destronaras…

-Pero…

-Entiende, Shura. Este es un pueblo lleno de riquezas que no permitiré que ni tú ni tus hermanos destrocen con sus guerras. Por más bello que seas no dejare que destruyas los intereses de Roma

-Roma es lo único que importa ¿Qué hay de Egipto? Roma te tiene a ti

-Y Egipto tiene a Cleorep VII Shura ¿Qué más desea? A mi lado reinaras en oriente y yo comandare Occidente   ¿De acuerdo?

-No tengo opciones ¿O sí?

-No- y el César rio.  

Notas finales:

Un review no daña a nadie además me ayuda  a saber si les gusta o no, ojala sea lo segundo. Atte. Apolo 


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