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La Estafa por Fullbuster

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Deidara Namikaze


 


Había vuelto a Miami después de haber pasado unas vacaciones en Islandia. En realidad lo llamaba vacaciones por llamarle de alguna forma porque mi intención era quedarme allí a vivir, de hecho ya había alquilado una casa en un pequeño pueblo de la costa norte. Aquel sitio era precioso pero mi padre había tenido cierto problema con uno de los hoteles aquí en Miami y me había llamado por videoconferencia para que intentase ayudarle. No podía hacerlo desde tan lejos así que decidí volver para ver qué ocurría.


Ino no quería volver, estaba haciendo nuevos amigos allí y empezábamos una nueva vida ella y yo solos, porque después del desastre amoroso de Itachi y Hidan… sabía que el amor no estaba hecho para mí, seguramente me quedaría soltero toda la vida. Minato me había dicho que me podía montar un restaurante o algo allí, yo no había aceptado su ayuda, esta era mi vida y tenía que salir por mi cuenta, no quería aprovecharme más de todo lo que ya había hecho. Ahora trabajaba en un centro para mayores cuidándoles y pasando el rato con ellos, también era divertido aunque agotador. Al menos podía ayudar a algunas de esas personas que igual que una vez me pasó a mí… ellos también habían sido olvidados lentamente y dejados en aquel lugar. En parte me sentía un poco identificado con ellos.


Tampoco podía negar que echaba de menos el restaurante, era mi vocación, siempre me había gustado cocinar y se me daba bien, pero sabía que jamás reuniría el dinero necesario para volver a montarlo. Era algo a lo que ya me había resignado igual que buscar el amor, era algo imposible en mi vida. Primero fueron mis padres quienes me abandonaron en el orfanato, luego Itachi y después Hidan. Pese a ello… había quedado bien con Hidan, éramos amigos aunque sus padres se negaban a que saliera conmigo.


Lo último que supe de él es que estaba saliendo con otro chico, hijo de un banquero, se llamaba Kakuzu. Esperaba que le fuera bien, al menos estaba a la altura de las expectativas de la familia de Hidan.


Salí del avión y caminé por la terminal con la maleta siendo seguido por mi hija que arrastraba también su maleta. La miré y sonreí. Quizá eran los ojos como padre pero me parecía la chica más guapa de todas y cuando se acercó a mí le sonreí y pasé mi brazo por sus hombros intentando animar esa cara de frustración que tenía.


- Venga Ino… serán unos días.


- No me apetece estar por aquí – me dijo.


- Te prometo que en cuanto arreglemos todo lo de la empresa volvemos a casa.


- ¿Y el tío Naruto no puede arreglarlo? – me preguntó.


- No, tu tío Naruto es un novato aún en todo esto y necesita ayuda, además… está embarazado, mejor que descanse y delegue faenas en otros ¿No crees? ¿No te emociona tener un nuevo miembro en la familia? ¿Un primo?


- Sí eso sí pero…


- ¿Pero?


- Es que… ¿Y si ese niño es como yo? Es decir… ¿Y si su padre tampoco le quiere?


- Ino… yo… - no sabía que contestarle a eso.


La miré con tristeza y es que no podía explicarle el motivo por el que su padre nos había abandonado. En realidad… me había abandonado a mí y nunca apareció a ver a su hija pese a que le di permiso para el fin de semana aquel.


- Da igual… sé que estás buscando algo para excusarle, olvídalo, no tiene excusa papá – dijo Ino caminando delante de mí.


En realidad tenía algo de razón, siempre buscaba una excusa para que Ino no le odiase pero… se me habían agotado las ideas y más ahora que ella había crecido y podía ver por si misma las cosas. Le dieron la opción de venir a conocerla y no apareció ¿Cómo iba a excusar eso? ¿Decir que trabajaba? Él no trabajaba… sólo era un estafador que robaba el dinero ajeno que con esfuerzo habíamos conseguido, destruía las empresas que habíamos fundado y levantado con nuestro sudor y sacrificio.


Caminé detrás de mi hija a la que vi salir hacia la parada de taxis pero me sorprendí cuando Hidan apareció allí delante de mi hija deteniéndola antes de que llamase al taxi. No esperaba verle aquí.


- Qué rápido habéis llegado – comentó Hidan.


- Sí… sólo han sido diez horas de vuelo, mejor no te hablo de los trasbordos – dijo Ino enfadada y es que también estaba enfadada con Hidan.


- Lo siento – me disculpé – está aún un poco dolida.


- Lo entiendo, tienes derecho a estar dolida.


- Nos abandonaste – dijo Ino – y puede que mi padre te perdone pero yo no. Creía que éramos una familia y te largaste en cuanto te enteraste de todo.


- Ino… no teníamos algún futuro juntos. Yo amaba a otra persona y él… él ahora es feliz con Kakuzu.


- Ya – dijo enfadada aún.


- Dejadme al menos llevaros, quiero hacerlo.


- No creo que sea buena idea – le dije a Hidan – todavía es pronto para que ella entienda todo esto. Dale un poco de tiempo, le han hecho daño, le habéis hecho daño – le concreté.


- Lo sé, tendré paciencia. ¿Entonces venís conmigo? El taxi os saldrá caro.


- Está bien – le dije aunque a Ino no le hizo gracia.


Ino no quiso hablar en el camino, yo tampoco tenía mucho de lo que hablar. Una cosa era aguantar a Hidan o haber quedado bien y otra muy distinta era que no me doliera aún todo esto, habían sido diez años lo que habíamos estado juntos, diez largos años en los que no le importó nada hasta que se enteró que venía de un orfanato y de que el padre de Ino era un estafador, entonces vino todo el problema con su familia. Prácticamente su madre me echó de la casa al día siguiente diciendo la mala influencia que era yo para su hijo y él ni siquiera fue capaz de luchar por mí, nadie lo hacía, ni siquiera Itachi.


- Tenemos que pasar por el restaurante – me dijo.


- ¿Qué restaurante? – pregunté.


- El tuyo.


- Yo no tengo ningún restaurante – le dije mirando por la ventanilla.


- Vamos Deidara… seguro que te mueres de ganas por ver cómo está funcionando.


- Pues no. Ya no es un problema mío.


- Te dejaste unos papeles, el dueño me llamó hace unos días y me dijo que fueras a recogerlos, que te lo comentase cuando te viera.


- No me dejé nada, recogí todo – le dije.


- Dei… te los dejaste.


No me dejó hablar mucho, ya había detenido el vehículo frente a la acera de mi restaurante aunque estaba cerrado. No entendía por qué estaba cerrado, deberían estar las cocinas abiertas y preparándose para servir las comidas, pero ahí no había nadie. Hidan bajó del vehículo y le comenté a Ino que esperase dentro del coche a que volviera, pero en cuanto yo bajé, ella se vino detrás de mí sin hacer caso. Se agarró a mi mano y cruzamos la calle. No estaba de ánimos para reñirla después de todo por lo que había pasado.


Llegué hasta el cartel blanco donde ponía que habían cerrado el local. Me sorprendió un poco porque cuando yo lo dejé funcionaba perfecto. ¿Qué habían hecho para tener que cerrarlo? Sólo habían pasado unos meses. Mentiría si negase las ganas de llorar que tenía en estos momentos, todo el esfuerzo de años, todo lo que había invertido, las ilusiones y las esperanzas depositadas aquí… y estaba cerrado, lo habían hundido.


- Vámonos de aquí – le dije a Hidan – no quiero estar aquí.


Sentí cómo Ino apretaba mi mano y se agarraba a mi cintura tratando de darme su apoyo pero yo empecé a caminar hacia el coche con la mirada agachada tratando de aguantar las lágrimas cuando choqué contra alguien. Al levantar la mirada me encontré de frente con mi peor pesadilla, Itachi.


- Siempre has sido muy sensible – me dijo Itachi.


- Y tú muy imbécil – le recriminé – lárgate de mi vista, no quiero volver a verte.


- Vale, desapareceré si me lo pides pero por favor… déjame darte esto y decirte mis últimas palabras, dame la última oportunidad para convencerte de que lo que siento por ti es real.


Miré hacia Hidan y supe que estaban compinchados estos dos. Demasiado amigos se habían hecho. Ni siquiera esperaba ver a Hidan aquí en Miami, supuse que había venido por negocios… pero encontrarme también a Itachi… eso ya era el colmo, era la gota que derramaba el vaso.


- ¿Qué es eso? – le pregunté mirando los papeles que traía y me tendía.


- Los papeles del restaurante, te lo devuelvo.


- Lo vendí.


- Y lo volví a comprar.


- No tienes dinero para eso – le dije sonriendo – te recuerdo que tu tío se lo funde en los casinos, o eso me contaste una vez si es que algo de lo que decías era cierto.


- Era cierto, pero mi hermano tiene cierta habilidad de la que no estoy orgulloso con las cartas.


- Ya… habilidad con las cartas, es como decir que seguís estafando.


- Es más bien una habilidad innata de él pero sí, supongo que también es bueno haciendo trampas sin que le pillen. Cógelo… por favor.


Parecía insistir tanto moviendo la mano con los documentos que al final… tras mucho dudarlo y mirar a mi hija y a los dichosos documentos, los cogí. Supongo que luego podía volver a venderlo o hacer lo que me diera la gana, Ino quería volver a Finlandia y no quedarse aquí, de todas formas sólo tenía dos restaurantes abiertos, éste que era la sede y el de Australia, ambos cerrados. Miré el contrato y vi el nombre de los dos, había comprado todo lo que tenía antes, lo había restaurado.


- ¿Y los niños del orfanato? – pregunté.


- Intereses.


- ¿Qué?


- Por los tres meses que no te he visto, lo he tomado como un préstamo así que te lo devuelvo todo con intereses, los intereses han ido como una donación a tu nombre al orfanato. Tendrán para una buena temporada.


- Vaya… no esperé que te preocupases por nadie más que por ti.


- Me importas Dei, siempre lo hiciste, tú eras a la única persona a la que he podido contarle la verdad y te amo, no miento cuando te lo digo, me es imposible mentirte a ti.


- Tú no eres capaz de amar a nadie – escuché a mi hija contestarle aunque luego se ocultó tras mi espalda ruborizada – vamos al coche papá – me pidió intentando tirar de mí.


- Ino ¿Verdad? Sé que he sido un capullo y que no soy ni de lejos el mejor padre, de hecho aún no he podido serlo pero quiero convertirme en e padre perfecto, sólo necesito que me des una oportunidad.


- ¿Por qué tendría que dártela? No te he importado.


- No tendrías que dármela… pero te la pido como un favor personal y sé que harás lo correcto porque eres igual que tu padre y él está aquí aguantando esta charla sin cruzarme la cara después de lo que le he hecho únicamente… porque muy en el fondo guarda esperanzas por mí, porque cambie y sea ese chico del que una vez se enamoró. Os demostraré que soy esa persona, que soy un buen padre y sé que harás lo que creas correcto porque con que seas la mitad de lista que tu padre… ya eres una chica inteligente, más que el idiota de tu padre.


- Es como decías… convincente y persistente – dijo mi hija y me eché a reír mirando los documentos en mi mano.


- Sube al coche y hablaremos de esto en otro lugar – le comenté a Itachi y sonrió – pero no te creas que me has convencido aún – le dije – te queda mucho para convencerme de que te importamos, pero es un paso al menos. Nunca te habías llamado idiota – le comenté y él sonrió.


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