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La Estafa por Fullbuster

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Naruto Namikaze


 


Abrí los ojos con pesadez. Estaba de vacaciones, mi padre se ocupaba de la empresa y yo sólo tenía la obligación de dormir, ir a la piscina a darme algún chapuzón y disfrutar del impresionante hotel. Tenía apenas vientres años, estudiaba empresariales en la universidad y los fines de semana solía ayudar a mi padre con temas legales de la empresa para ir aprendiendo el funcionamiento.


Mi padre, Minato Namikaze había dedicado mucho esfuerzo a construir y poner en marcha la cadena hotelera, ahora disponíamos de casi veinte hoteles esparcidos por el mundo. Todos los veranos veraneábamos en alguno de ellos y revisábamos las instalaciones, a los empleados y veíamos un poco el funcionamiento del hotel para tener en conocimiento lo que faltaría. Este año nos habíamos venido a Australia, a la Costa Dorada.


Mi único propósito aquí era probar las actividades que se organizaban para los turistas y dar mi opinión sobre ellas. La verdad es que creo que mi padre quería que fuera viendo el funcionamiento de todo por mí mismo y es que mi padre había puesto la cadena hotelera a mi nombre.


Supongo que todos sus asesores se preguntaban por qué hacer semejante locura y no dejar todo a su nombre como ya estaba, era muy sencillo, había emprendido algo nuevo. Mi hermano mayor Deidara y él habían abierto una serie de restaurante lujosos y habían puesto sus esfuerzos en que empezasen con buen pie, así que con tanto trabajo, a mí me habían dejado ocuparme de los hoteles, si tenía dudas acudía a ellos, pero aún me costaba trabajo darme cuenta de la gran fortuna que tenía en mis manos con estos hoteles.


Deidara también tenía demasiada fortuna si esos restaurantes salían a flote y por el momento, parecían ir por buen camino. Desde que habíamos llegado, hacía por lo menos un par de días que no les había visto a ninguno de los dos y es que estaban siempre muy ocupados con el nuevo negocio del restaurante.


Me levanté ya que hoy tenía que probar el recinto exterior y los jardines del hotel. Me duché, me vestí y bajé a recepción preguntando por un folleto informativo de las actividades que había para hacer. Me marchaba de la recepción con el folleto cuando choqué contra un chico algo mayor que yo. Aquellos ojos oscuros me impresionaron al principio y él se disculpó enseguida.


No tuvimos mayor conversación y se marchó de allí. Salí al jardín y quitándome la ropa para quedarme con el bañador me puse a tomar el sol, ya luego entraría a la piscina. Aproveché para preguntar a algunas mujeres que estaban allí con sus niños por sus impresiones sobre la piscina, todas estaban encantadas y sentían que sus hijos estaban a salvo con los socorristas contratados, así que no tuve mayores preguntas.


Uno de los chicos que recorrían la piscina se acercó a mí ofreciéndome algo frío para beber y yo busqué mi cartera entre los pantalones pero no vi nada y me asusté. ¿Me la había dejado en la habitación? No había forma de encontrarla y aunque me dijo que la bebida era gratuita yo estaba preocupado por la desaparición. Me vestí y me fui a recepción a preguntar allí.


El recepcionista en cuanto me vio aparecer ya suponía a por lo que venía y me alarmé un poco.


- Su cartera señor Namikaze – me dijo dejándola en el mostrador.


- Gracias a dios, creí que la había perdido. ¿Me la olvidé? – le pregunté.


- No señor, el chico con el que chocó dijo que se le había caído y la devolvió.


- Oh, vaya. ¿Y ese chico… se hospeda en este hotel?


- No señor, es el masajista, lo contrataron hace un par de días.


- ¿Dónde está la sala de masajes? – pregunté interesado, al menos debería ir a darle las gracias.


- Cruzando la puerta de la piscina climatizada pero ahora están todas las horas llenas, si quiere puedo apuntarle para mañana – me comentó.


- No tranquilo, sólo quería agradecerle. Será un segundo.


- De acuerdo señor.


Caminé por el vestíbulo hacia la piscina climatizada y seguí adelante buscando la sala de los masajes. Allí había una recepcionista muy amable y con una gran sonrisa que me comentó si tenía cita. Le dije que no pero que sólo deseaba hablar con uno de sus masajistas. Me pidió el nombre pero yo no lo sabía, me había chocado contra él y no habíamos tenido ninguna clase de conversación.


- Lo lamento, no sé su nombre – le dije – es moreno y de mirada profunda, con ojos oscuros. Creo que hace poco que empezó a trabajar aquí.


- Sasuke – me dijo sonriendo – le llamaré enseguida, estaba con un cliente.


Esperé unos diez minutos sentado en la sala de espera hasta que vi como salía Sasuke y sonreía a la recepcionista. El cliente le dio las gracias y se marchó contento mientras Sasuke se secaba las manos del aceite con una toalla blanca.


- Ese chico te estaba esperando – le dijo la recepcionista y él se giró hacia mí.


- Vaya, el chico de la recepción – me comentó sonriendo – perdiste tu cartera en el golpe. La dejé en recepción.


- Lo sé, vengo de allí. Gracias por devolvérmela.


- No hay de qué – me dijo y luego se fue hacia la secretaria - ¿Queda alguien más?


- No, has terminado tu jornada hasta mañana.


- Entonces tengo un rato libre, venga, ven – me dijo.


- ¿A dónde? – pregunté sorprendido.


- Te daré un masaje.


- No lo necesito, además no he pedido cita.


- Por las molestias que te he causado, habrás estado muy tenso y preocupado por la cartera, vamos, te ayudaré a relajarte – me comentó y entré con él hacia la sala.


La sala me sorprendió, había una música muy suave pero relajante, alguna planta de bambú en una esquina y una gran cristalera por la que entraba una agradable luminosidad que daba a un precioso estanque. Me gustó su despacho y miré la camilla con algo de curiosidad.


- Desnúdate y arriba – me dijo como si nada tocando la camilla.


- ¿Tengo que desnudarme? – le pregunté.


- Hay una toalla ahí dentro en el aseo para que te tapes tu intimidad si quieres. Un masaje no se puede dar con ropa.


- Ya, claro – le dije metiéndome hacia el baño.


Cerré la puerta tras de mí y me miré en el espejo unos segundos intentando pensar qué hacer. Nunca me había desnudado frente a un desconocido aunque reconocía que el chico era muy guapo, desprendía seguridad y en principio… era el masajista, sólo quería darme un masaje, nada más. Me desabroché la camisa dejándola a un lado y empecé a quitarme también el pantalón junto a la ropa interior quedándome completamente desnudo. La toalla estaba donde dijo, en uno de los estantes y cogí una enrollándola en mi cintura para salir.


Sasuke estaba de espaldas a mí llenándose la mano con un aceite y me subí a la camilla bocabajo intentando relajarme, aunque al sentir sus manos sobre mi pierna comentándome que iba a empezar, temblé un poco por los nervios.


Reconocía las manos que tenía, me encantaba cómo acariciaba, como apretaba cada músculo tratando de relajarme. Empezó los hombros y la nuca, sentía que toda la tensión se esfumaba, me relajaba y supongo que eso era la finalidad de un masaje, tranquilizarme.


- ¿Trabajas aquí desde hace poco, no? – le pregunté.


- Shh, relájate – me dijo como única contestación.


Siguió masajeándome la espalda y yo cada vez estaba más y más relajado, hasta cerré los ojos dejándome llevar por aquellas suaves manos que tocaban cada centímetro de mi piel con ese aceite que olía tan bien. Creo que esta era una de las mejores actividades que ofrecía este hotel, tendría que comentárselo a mi padre y empezaba a pensar que la piscina y las excursiones fuera se quedaban cortas teniendo esto tan cerca.


Sus manos pasaron a mis pies cuando terminó con mi espalda y mis brazos. Reconocía que este chico sacaba puntos de placer en cualquier lado porque jamás pensé que me gustase tanto que me acariciaran las manos, pero me encantó cómo lo había hecho, hasta me estaba excitando un poco. Los pies desde luego fue lo mejor, siempre me había gustado que me los acariciaran y menudas manos tenía este chico, podría haberse quedado todo el día allí tocándolos, me encantaba.


Subió por mis piernas con calma, centrándose y apretando levemente intentando que se me fuera todo el estrés que tenía. Me tensé un poco cuando sentí sus manos por mis muslos bajo la toalla que llevaba puesta y me incorporé levemente.


- ¿Qué haces? – le pregunté.


- Shh, relájate – me repitió.


- No, quiero saber qué haces.


- Un completo – me dijo sin más.


- No lo he pedido. ¿Te lo piden mucho?


- No, nunca lo hacemos – me dijo sonriendo – pero creo que tú te lo merecías, estás demasiado estresado. Necesitas un poco de diversión. ¿Puedo? – me preguntó – no te tocaré más si no quieres.


Dudé unos segundos… ¿Debía dejarme tocar o no? Era cierto que me encantaban sus manos y lo poco que había tocado me había gustado demasiado. Una parte de mí deseaba saber lo que era el morbo de estar con un masajista, eso que tanto se veía en las películas y que yo nunca había podido probar, en la vida real estas cosas no ocurrían, pero yo lo tenía frente a mí. Este chico me estaba ofreciendo sexo, me estaba ofreciendo una alocada acción sin mayores consecuencias, algo que quedaría entre estas paredes y acepté. Jamás volvería a tener una oportunidad así y menos cuando me casara, porque sé que mi padre quería casarme con un adinerado socio suyo. Esta podría ser mi última locura.


- Quiero hacerlo – le dije – pero con precaución.


- Tengo preservativos pero tranquilo, no habrá sexo hoy, si quieres un final feliz, conciértame un cita y haré lo que quieras – me dijo sonriendo - Tú sólo relájate. Saldrás de aquí como nuevo.


- Vale – le dije algo nervioso aún ¿Cómo pensaba hacer esta locura? ¿Me había vuelto loco? Era posible que fuera la excitación del masaje, no estaba seguro.


Sus manos tocaron mis piernas de nuevo y yo traté de relajarme aunque sabía que era complicado con sus manos tocando el interior de mis muslos. Sus dedos tocaron mi miembro con suavidad y su mano cogió mis huevos masajeándolos y haciéndome gemir, adoraba esa sensación y mi mente pensaba en que quería acostarme con él, pero no podía ser, yo no podía ser así. Me conciencie en disfrutar cada caricia de ese chico, cada vez que subía y bajaba su mano en mi miembro mientras yo gemía y mordía la toalla de la camilla intentando evitar que saliera el sonido, no quería que la recepcionista fuera supiera lo que ocurría aquí.


- Eso es – me dijo – ves lo relajado que te vas a quedar, ¿Sientes como desaparece la tensión del trabajo?


- Sí – le dije y era normal, no pensaba en trabajo, pensaba en que quería acostarme con él, le habría dejado hacerme lo que fuera en este momento.


Metió un par de dedos en mi entra sin soltar mi miembro. Gemí aún más y es que no dolía, supongo que por el aceite y los lubricantes que llevaba en sus manos. No aguantaba más, sus dedos se notaban profundos pero yo quería mayor profundidad aún pero… cuando quise decirle que entrase en mí, que no aguantaba más, me corrí en su mano con un gemido que apenas pude callar contra la toalla.


- Lo siento – le dije viendo su mano.


- No te preocupes, esa era mi intención. ¿Más relajado? – me preguntó y yo me incorporé tapándome aún más con la toalla.


- Sí – le comenté.


- El trabajo suele estresarnos mucho, de vez en cuando no te vendría mal masturbarte.


- Ya lo hago – le dije sonrojado.


- Entonces no te vendría mal pasarte por aquí un par de días a la semana, te desestresaría por completo.


- ¿Lo haces a todos tus clientes? – le pregunté ahora enserio.


- No – me dijo – pero tú eres especial. Estabas muy agobiado, lo necesitabas y además… eres muy atractivo – me dijo casi susurrando en mi oído y aquello me sonrojó – espero verte pronto, ya sabes dónde estoy si necesitas un masaje – me comentó y salió de la sala dejándome tiempo para cambiarme.


La verdad es que en algo tenía razón, no pensaba en nada del trabajo, ni en mi hermano, ni en mi padre, sólo en mí y en ese chico, estaba completamente relajado y con una estúpida sonrisa por lo ocurrido. Creo que ese joven era interesante y cuando salí, le pedí una cita a la secretaria para otro masaje.


 


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