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Bella y bestia por Febo Apolus

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Notas del fanfic:

Mis divagos mentales. Espero que lo entiendan y así mismo lo disfruten. 

Notas del capitulo:

Los personajes no me pertenecen son del maestro Kurumada 

-Se dice que ese ser nació para la destrucción, que jamás sintió piedad, cariño o arrepentimiento de todo el daño que a su pueblo causo. Claro, ¿cómo iba a sentir piedad si ese había tomado la vida de su hermano y por si fuera poco fue la señal de su victoria?  - Narro Ikki a los niños que le escuchaban –Un ser destinado al miedo y a la majestuosidad. Pero yo os traigo la prueba de que ese ser fue piadoso, de que ese ser no deseaba la muerte ni la destrucción. Que sentía tanto dolor como sintió amor y que por uno y por otro perdió la cabeza.  

Sentir pena no era suficiente, sentir lastima no era suficiente ¡Sentir dolor no era suficiente! Nada igualaría los sentimientos de aquella escena.

Sabía y había sido víctima de la crueldad de los de su raza y muy en su interior intentaba creer que todo era un error, uno cruel, pero en ese instante ante sus ojos  de caoba la verdad relucía como una mañana de invierno.

Ante él, en una mazmorra, sola, sucia, con podredumbre, y oscura con apenas los leves rayos de la luna como iluminación, se hallaba la criatura más hermosa que sus ojos habrían visto, un ser desgraciado, con el cuerpo surcado por cicatrices, colgado de manos y pies por gruesos grilletes sujetados a gruesas cadenas de irónico oro; exhibido como una bestia insensible, como una marioneta descompuesta y rota, humillado sin otra cosa que cubriese su sangrante cuerpo  más que el blanco impoluto del faldellín.

Como si fuera poca aquella humillación, estaba negado de vista, los ojos que muy seguramente serían hermosos, estaban cubierto por un mugriento y manchado paño que nada restaba en la belleza de los risos de sortija castaños, ni el rostro cincelado y la piel de bronce.

Sintió dolor, sintió pena, y sitio ira. Se halló en aquel momento con que no era perfecto, sí lo fuse aquel no movería nada dentro de sí y ese ser movía tanto dentro de sí.  Sus alas se extendieron y se acercó, lenta, firme y cuidadosamente, con el cuidado con el que se acerca a una flor. Y con aquella cercanía que le permitía rosar las laceradas mejillas, escuchar la pesada respiración de un ser al que no se le cedía ni la muerte ni la vida, contemplo las caídas y alguna vez majestuosas cuatro alas, alguna vez blanquecinas, ahora rotas y manchadas de sangre y oro.

Se anidaba un silencio tan profundo, tan nostálgico y decadente que romperlo parecía imposible. Más así lo hizo.

-¿De qué careces?- se atrevió a preguntar. Saber su defecto le haría conocer su juicio, su desgracia, su vida y su posible muerte, sabría casi todo de aquella criatura con tan solo saber su defecto. Espero, paciente a que aquella voz se escuchara y los despojos de persona le permitieran ingresar a su  silencio.

Una respiración pesada, una risa forzada y aquel hermoso espécimen, elevó el rostro caído y pareció mirarle a través del asqueroso paño.

-Carezco- respondió con los labios lastimados y sangrantes. Su voz era rasposa, profunda y seca. Dolida, esa sería la descripción correcta.- de un órgano latiente en mi pecho… me fue arrancado por miedo a la vida que podía sostener… la vista como castigo por mi existencia… Mis heridas aun sangran por mi imperfección. Me imagino que mi corazón ha de estar por ahí latiendo porque aun… aún vivo.- se apresuró a aclarar

¿Imperfecto? ¿Qué era lo perfecto si el ser más fuerte y hermoso de la creación había mostrado rebeldía?  

Por su mano, a su mandato y bajo su orden la  prisión mejor custodiada del quinto cielo, la de Macho non había caído, destrozada, arrasada, liberada y ahí, tenía la mejor prueba para decir que en realidad nadie era libre, nunca lo serían. 

¿Sin órgano latiente? Su mirada se posó de inmediato en donde debía haber existido alguna vez un corazón.  Nunca sus caobas habían presenciado tanta crueldad de un solo tomo. Como deseo en ese momento que su cuerpo de leche pudiera sentir dolor, que se pudiera romper, su piel pudiera ser lacerada y dañada como la de aquellos guerreros que le seguían.

Que sus labios de carmín se cuarteasen, que sus  parpados de abundantes pestañas se mostraran morados por la falta de descanso, que sus alas blanquísimas fueran menos majestuosas, que su melena sangrienta se desvaneciera y no fuera hermosa, que mostraran todo el daño que provocaba, pero eso…eso no era posible, nadie podía hacerle daño, era inmune a toda herida… solo existía un ser que podía lastimarle y… según como se viese no era tan cobarde como para arrebatarse la vida propia y nadie más le haría el favor.

 Y sin embargo toda aquella negación de sufrimiento la padecía desde dentro, sintiendo, sufriendo, pensaba que esa era su mejor condena.

-¿Quién eres?- volvió a preguntar. Espero otra vez para escuchar la voz moribunda.

-¿Ser? No poseo… nombre ni derecho a ello… sin embargo… poseo una identidad. – cada pausa era una pesada respiración con la cual intentaba en vano mover los brazos para tal vez, soportar un poco el dolor de las aseguradas dislocaciones de sus miembros-Soy el hijo bastardo de…de los ángeles de la guerra…Castiel y Mikael…  no tengo nombre… no hay por el cual referirme más… siempre me han dicho Aioria y creo que eso se justifica como un mote.

¿Y si las lágrimas salían de sus ojos acaso aquella vida dejaría de ser desgraciada? Nada le devolvería lo arrebatado. Ni aunque su cuerpo fuese destrozado podría pagar lo que todos padecían.

-¿Quién ha llegado a mi morada y… llora por la desgracia ajena?- pregunto con la risa sínica anidada en sus labios. –Porque, veras, no muchos se pasean por aquí.

-Mi nombre es ajeno a respeto… no importa. Soy el tercer hijo de Dios, y el segundo que se le rebela, el hermano pequeño de la luz más hermosa de todas las que alguna vez iluminaron. Camus.

-¿El hermano de Luzbel?- el otro sonrió brevemente mientras tocaba aquella piel fría y dolosa

-Su verdadero nombre era Milo- corrigió.

Ese era aquel hijo rebelde del que no habría historias del que la existencia se olvidaría, el ser que causo dolor y destrucción por que esa era su destino.

-Aquel que dio muerte al rebelde. – dijo de una forma socarrona. Nadie se había atrevido hasta entonces a hablarle de esa manera. A él le temían, a él le respetaban, y a su vez a él le seguían.-Has hecho gran al...alboroto aquí ¿Puedo…tengo… saber por qué estás aquí?

-Mis tropas han tomado la cárcel de Macho non.  

-Ya lo sé más…Me… ¿Por qué lo haces?  Pregunto ya que noto que nuestra platica será…extensa y sientes… eres raro-Parecía como si toda la sangre que alguna vez tuvieran sus pulmones se re gorgotera en su voz a ratos.

-Para pagar mí culpa. Puede ser.- le explico. ¿Por qué lo haría sino?  

-¿Culpa? ¿De qué sientes culpa? Tú que eres bendito a los ojos del creador- se rio ¿Cómo le quedaba el humor para burlarse en su estado?

¿De qué sentía culpa? ¿Quién no sentiría culpable cuando fueron las propias manos las que arrebataron la vida al ser que más se amaba? Cuando fueron los propios brazos los que llevaron el cadáver de quien ya no podría defenderse y le dejaron a merced de un montón de seres que sentían que aquel era el traidor y con la mirada firme y fría decía “No os hará nada, os lo juro, haced con él lo que queráis, yo le he acabado”  Cuando todo lo hizo por lo que creyó y sabía a ciegas era lo correcto. No era así, nunca fue así.

-No suenas como un tirano rebelde- le afirmó –Tu h…hermano… ese sí que fue…gran…de  

-Sí- contesto fríamente. –Sí, él fue grande.- Admitió

 

-Y aquel ser concedió un corazón pero no la vista- les contó

 

-Te brindare lo que te han quitado, te daré de mis sangre un nuevo corazón que lata y te ofrezca vida, con ellos estaréis libre de este lugar. Por los menos puedo ofrecer vida así como destrucción- dijo al tiempo que con la espada ya manchada de la sangre de ese día abría a sí mismo una herida en las muñecas y vaciaba en aquel agujero sangrante algo de vida. –Más no puedo ofrecerte vista pues si lo hiciera tendría que concederos la de mis propios ojos, y no te condenare a que veas la existencia desde mi desgraciada vista.

La piel de bronce volvió a brillar y la respiración se hizo fuerte y no forzada.

-Puedes liberarte solo. Tu cuerpo comenzara a sanar.- le dijo mientras comenzaba alejarse. –Pero me preguntó ¿A qué le temían los que te han encerrado aquí?

Y el otro sonrió –A que mi ascendencia, los señores de la guerra, provocara que yo causara la misma destrucción que tu hermano; estar aquí medio muerto era una medida de seguridad -Los ojos de caoba se abrieron inmensamente –pero debo admitir que, por los rumores que llegan, tú has hecho un mejor trabajo.

Aioria no volvió a escuchar la voz de Camus. Se decía que al segundo rebelde cayó, que jamás volvió. Que se le negó la muerte pero también la vida.- Concluyo y los niños se supieron sorprendidos.

-Lo lamento…

-No te disculpes- las cadenas comenzaron a romperse una a una y las alas  a liberarse –después de todo, muchos perderían la cabeza por amor- y de nuevo las cuencas caobas se abrieron con amplitud –Pregúnteselo a mis padres que han declarado la guerra a su causa…

 

Notas finales:

Ojala lo hayan disfrutado. 


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