Jadeos. Jadeos constantes.
El calor del interior del castaño era tan exquisito que creía podría llegar a derretirse.
Estacadas rápidas. Embestidas certeras.
Los gemidos del mayor escaban de sus rojizos e hinchados labios que parecían llamarlo e insitarlo para volverlos a devorar gustoso. Se sentía en el cielo, y a la vez en el infierno. Se sentía volar para luego caer contra el suelo fuertemente. Cada vez que aquellas paredes lo soltaban y envolvían de una manera frenetica lo hacían desear. Desear más y más.
Sin contenerse, de un movimiento brusco, levantando las piernas del mayor con sus manos y separándolas más, para llegar aún más profundo en du interior, besó la boca semiabierta que lo recibió cálida y húmedamente. Introdujo su lengua en la cabidad, jugando con la del castaño, haciendo todo más placentero.
Cuando soltó las delgadas piernas del mayor, éstas se enrredaron en su cintura, dando pasó libre a lo que tenía planeado hacer. Comenzó a mover sus manos por todo el pecho perlado, cada parte, no quería que nada no fuera acariciado por él. Haciendo movimientos círculares mientras le robaba el aliento al contrario, llegó hasta los pezones, que se alzaban totalmente rectos aún sin haberlos tocado. Y una vez, cuando los rozó, el mayor rompió el beso para soltar un audible gemido, o más bien un aullido de excitasión que parecía estar guardando con todas sus fuerzas. Jugueteando con los pezones, a uno lo jalaba, otro era rasguñado; si pellizcaba uno, el otro era empujado y así sucesivamente.
«No... Pa-para...». Es lo que había dicho Kai a su oído, pero no le hizo caso y siguió jugando, totalmente divertido ante las eróticas y bellas expresiones. Hubo un punto en que usar sus manos ya no satisfacía al rubio en lo absoluto, así que optó por ir a un nivel mayor. Lamiendo su cuello y dejando marcas por el paso, bajo hasta el pecho, forzándo un poco su flexibilidad. Una vez que sus labios habían encontrado uno de aquellos rojizos botones, no dudo en lamerlo y succionarlo. El castaño gimió como endemoniado y comenzó a mover sus caderas haciendo la penetración más profunda aún. Las manos del mayor pasaron de su espalda a su cabello, enrredandolo entre los dedos y jalándolo. La boca abierta de Kai y su cabeza ligeramente hacia atrás daban la impresión de que quería decir algo, pero el placer se lo estaba impidiendo.
Pasó de un pezón a otro, siguiendo el mismo procedimiento. Llegó un punto en que el mismísimo Kai estaba pellizcando el botón abadonado, haciendo sonreír a Lloyd. ¿Cómo podía ser tan jodidamente sexi el castaño? ¿Por qué no se había dado cuenta antes de toda la belleza que él representaba? A veces se sentía torpe junto con el castaño.
Al fin, después de un rato forzándose a sí mismo, hablo, con voz entrecortada en un tono de lo más erótico:
—N-no... Ya no-ah. No succio-... ¡No, no! ¡Yo-mgh!
El rubio sintió un líquido cálido en su boca, que no dudo en tragar. Se separó del pecho del mayor y lo observó detenidamente. No sólo acababa de correrse sobre ambos abdomenes, sino que de los pezones con los que tanto se divertía incontables veces había salido algo que podía catalogar como leche. Saboreó sus labios, un sabor dulce en su garganta. Pasó la vista hacia un lado, mientras escuchaba la respiración de Kai. Del otro pezón un pequeño hilo de líquido blancuzco iba bajando, como un pequeño río. No dudo en lamerlo todo.
Dio unas cuantas estocadas más y se corrió dentro del mayor, que soltó un suspiro sonoro.
Cayó sobre él y lo abrazó protectoramente, siendo correspondido.
—Kai... tú...
—No hables... No... No digas nada de lo que acaba de pasar.
Lloyd sonrió. Sabía que el castaño le ocultaba algo, aunque una vaga idea surcaba su mente. Se quedó dormido con los latidos del otro, pensando en la belleza de todo aquello.