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Verbrechen & Strafe por Fruit Chinpo Samurai

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Notas del fanfic:

Contiene tortura de niños, así que si no tienen la cabeza libre de prejuicios no lo lean. 

Se sentía asqueado, la sola imagen de esa cosa en sus brazos le provocaba asco. . . llamó a una de las enfermeras y simplemente se lo entregó a la fuerza, rogando y suplicando por la muerte suya o la de ese ser, pero no se lo permitirían, debía hacerse cargo de esa basura si deseaba ser mantenido de por vida. . . con tal de no abrir la boca, de no revelar la verdad.

 

Se maldecía como nunca antes, se odiaba y no paraba de llorar por la frustración. . .  ¿Cómo había creído en sus palabras? Simplemente un estúpido, el peor de todos, abriendo las piernas a ese zorro sin sentimientos, el mismo que lo había dejado embarazado y comprado su silencio, si él no deseaba a ese niño, él como la madre, menos.

 

Escuchó el llanto y deseo poder sacarse los tímpanos, meter esa cabeza asquerosa dentro de una fuente con agua y obligarlo a guardar silencio. Frustrado, dejó caer su cuerpo contra la almohada tomando otra de estas para poder tapar su rostro y así desear que la muerte encontrara el camino correcto hasta él, deseando que no lo esquivara nunca más y simplemente le otorgara la maldita libertad. . . él no deseaba estar encadenado a un niño, menos a uno no deseado.

 

 

 

El tiempo le pareció pasar rápido a sus ojos, la escoria crecía peor, cada día esperando parte de sus elogios o alguna muestra de cariño. . . sus ojos grandes y de color olivo no dejaban de seguir cada uno de sus pasos ¿Cómo podía aún cuidar de él?

 

El dinero lograba sacar una parte que nadie conoce, el dinero siempre lograba sacar en él una sonrisa.

 

Esa tarde una llamada lo alteró, era de la maldita escuela pública dónde le dedicaban tiempo a ese maldito mocoso. . . justo cuando creía tener casi todo el día para él, pero bueno, era obvio que ellas también deseaban sacarse al indeseado de sus vidas. Demoró una hora en estar en el establecimiento, en la entrada, una mujer abrazaba al niño que no dejaba de llorar, la risa no tardó en presentarse. . . la maldita risa que esa mujer odiaba, la maestra que se encargaba de su hijo.

 

Escuchó de mala gana como la mujer se quejaba de su falta de atención, de como ella había tenido que ayudar a confeccionar el traje que el niño usaría en aquella presentación para los padres, de cómo este había terminado llorando en el escenario ante la clara ausencia de su madre.

 

¿Eso importaba?

 

Nunca asistía a las reuniones, nunca asistía a los actos. . . con suerte recordaba que debía ir por ese engendro, a fin de cuentas esa mujer pasaba todos los días por el niño a su casa. ¿Por qué no se lo quitaba el gobierno? El padre del niño era influyente y aún Makoto era su amante. . . esa maldita cosa lloraba y esperaba por poder ir a sus brazos, dudoso. . . ¿Alguien le dijo que el abrazo de una madre es lo mejor? Él lo recordaba, sobre todo cuando su madre lo abrazaba.

 

Elevó sus hombros y escucho a la mujer quejarse. — Puedes irte a la mierda, me importa muy poco si esta cosa come. — Agregó golpeando la cabeza del niño, sonriendo al ver como sus ojos se llenaban de lágrimas por la fuerza del golpe. — ¿No notas que es un animal? Debes educarlo, enseñarle a actuar de manera adecuada. . . sino camina a tu lado en silencio es molesto, no debe hablar ni pedir nada. . . que se conforme con la ropa limpia que su padre le manda. — Sabía que la otra estaría hablando y gritando, amenazando con mandar a alguien para que ese niño dejara de sufrir. . . ¿Cuánto tardarían en llegar? Estaría con la mierda de ese mocoso a un lado. . . fue en ese instante que notó como avanzaba por la calle, como el idiota se mantenía a su lado, aferrado con su pequeña mano a la tela de su pantalón. — Lo estás ensuciando. —Gruñó al ver como aún lloraba y los fluidos corrían libres por su rostro. —Siempre tan asqueroso, maldito mocoso. . . debería matarte. — Disfrutaba con la vista de ese niño desesperado y aterrado, todas las noches dormía en uno de los rincones con una tela. Antes lo dejaba sin nada, pero tener a la puta mujer que se encargaba de él gritando por tener que llevarlo al hospital no era entretenido.

 

La pulga era enfermiza, por tanto, mucho de su presupuesto se perdía en remedios que no se preocupaba de suministrar.

 

A lo lejos, notó como una madre abrazaba a su pequeño, como este reía, de igual manera, vio cómo su hijo los observaba y parecía desear lo mismo, su mano jaló con más fuerza su pantalón. — Suéltame. . . — Vociferó moviendo su pierna para que se alejara, bajando lo suficiente para poder susurrar en su oído. — Si vas y golpeas a ese niño te daré algo. . . puede ser lo que quieras. — Su voz era igual al susurro del mismo demonio, ese que tienta a los humanos cuando más necesitan de ver sus sueños hechos realidad. El menor se movió presto a golpearlo y así lo hizo, el entró sin demora a uno de los locales comerciales que estaban cerca, observando entretenido el espectáculo, luego esa mujer regañando al menor y este temblando de vergüenza. . . ¿Tanto intentaría por algo de su parte?

 

Una existencia ridícula, una basura que simplemente debería estar muerta. . .

 

Por unos segundos cerró sus ojos, se olvidó de todo y recordó la sensación de las manos de su Sempai, sintiendo asco, recordando cómo le pedía no abortar, deseaba amarrarlo, pidiendo que se ocupara del incordio, era un maldito bastardo. . . Fue en ese instante que lo escuchó, el niño corría, se movía, gritaba y lloraba desesperado por saber en qué lugar se encontraba. Deseaba reír tanto, disfrutar de aquello, el simple hecho de ver como se desesperaba, con su ropa sucia, con los ojos rojos, temblando de miedo al pensar que era abandonado. . . simplemente el mejor de sus planes, lo único que deseaba es que alguien se lo llevara. . . Ah~ pero el dinero.

 

Salió del lugar y tomó con fuerza su brazo marcando en fuego sus dedos en la piel pálida y marchita, esa misma que oculta bajo la ropa demostraba el odio inmenso que su progenitor sentía por él. Las personas que se habían reunido para poder ayudarlo lo observaban con odio, rencor y más de uno deseo poder golpearlo, pero Makoto era listo, tomó la cabeza del niño con fuerza y mandó una clara amenaza, si alguien se metía el niño era molido a golpes. . . era sorprendente ver como las personas se alejaban al notar que ya no podían hacer nada.

 

Empujó al desdichado contra un muro y le ordeno callarse hasta llegar a su pequeño departamento, este acató en silencio, temblando y corriendo tras de él cuando parecía estar perdiendo de vista a su madre ¿El amor de un niño podía ser así de fuerte? Dios, simple basura que no merecía vivir. . . ¿Por qué no había muerta cuando llegó a este mundo? No notó en que momento llegaron a casa, pero esperó en silencio a que fuera la hora de comer, siempre se divertía cuando dejaba en la mesa la comida que compraba y que el niño no deseaba. . . esa misma que se mantenía en la nevera hasta que se la terminara. Sacó el envase de plástico y no dijo nada, el mugroso tenía más que claro que debía comer en silencio o moriría de hambre. Tal parecía que lo comprendía, se había comido todo en silencio, aunque lloraba por el sabor y las arcadas no tardaban en aparecer.

 

La hora de dormir llegó rápida, quizás tuviera alguna tarea por hacer, pero no era responsabilidad de él, si de verdad era su hijo debería tener la inteligencia necesaria. Cansado caminó hasta el baño para poder lavar sus dientes, notando como la mugre parecía estar tirada en la mitad del pasillo, temblando y llorando. . .

 

Una amplia sonrisa adornó su rostro. ¿El veneno de ratones comenzaba a surtir efecto?

 

Estaba claro que no deseaba comer al saber que eso le causaba daño, pero por temo y “Amor” por su madre no se negaba. . . de seguro agonizaba. . . sin importarse, apuró el paso al baño, esa noche no podría dormir, aquella noche tendría que ir a ocuparse de algo mejor. Se miró en el espejo y sonrió a su reflejo. — La libertad es algo que nace desde el fondo del estómago. . . mi libertad nace en este momento. — Dejó las cosas a un lado y volvió al pasillo, el mismo lugar dónde aquel niño parecía estar quejándose por causa del dolor, vomitando y temblando. Con el asco en el rostro pateo la espalda del menor para moverlo y llevarlo cerca de la entrada. — No te muevas, mamá ya viene. . . — Soltó con sátira, riendo malvado y buscando por el lugar hasta dar con un bolso oscuro de tela. — Mira lo que mamá tiene como cama para la basura. — Alzando al niño por uno de sus brazos metió el cuerpo dentro del bolso, notando como a duras penas sus ojos rogaban ante el pánico de ser dejado dentro, rogaban por ayuda, rogaban a su madre. . . el cierre se cerró y simplemente escuchó el débil jadeo y llanto de un niño moribundo, el mismo que volvió a escuchar cuando dejó caer el cuerpo en la tierra de un sitio a las afueras de la ciudad. Una pala reposaba a su lado, diecisiete agujeros dispuestos a lo largo del lugar en el que estaban. . . notaba como respiraba. . . Perfecto para su última tortura, perfecto para su deleite.

 

Elevó la pala y la puso sobre uno de los tobillos del niño, la cual dejó caer con fuerza, buscando romper la articulación y separar el hueso junto con la carne. . . por suerte el cuerpo de un niño es más sencillo de destruir. . . notó como estaba por gritar, tomó un puñado de tierra y le obligó a mantenerlo en su boca, continuando con el morboso juego, dividiendo el pequeño cuerpo hasta poder separar la cabeza del torso. . . viendo como la sangre se perdía y era tragada por la tierra, viendo como esos ojos continuaban fijos en él, muertos pero culposos. . . pateando y con ayuda de la pala, metió el resto del cuerpo en cada uno de sus contenedores finales.

 

Su cuerpo se dejó caer vencido cuando al fin junto la fuerza para acabar con una mentira vivida por cinco años, una gran mentira que odiaba continuar ostentando. . .ahora debía dejar la ciudad y buscar dónde vivir, un lugar en el cuál nadie lo conociera y nadie supiera el nombre de ese niño y el suyo.

 

Un lugar dónde pudiera vivir su eterna libertad.  

 

 

 

 

Su cuerpo se encontraba recostado contra uno de los muros, observando a las personas pasar, mirando cómo el mundo avanzaba de forma lenta y sinuosa, pero para él, todo parecía ir más lento. Se sentía superior al recordar que nadie parecía aún descubrir el macabro suceso acontecido en la oscuridad de la noche, en la belleza que envolvía el inicio de la primavera. Su nueva vida comenzaba en un nuevo lugar, uno en el cual no conocía a nadie, uno donde creía poder vivir su vida en paz sin el estúpido recuerdo de aquel hombre que no se asustó o desesperó por la muerte de su hijo, simplemente agradeció ante el heroico acto que su bella madre había realizado por amor a una sublime vida que había durado lo mismo que un delicado suspiro. 

 

Era extraño, pero no dejaba de recordar la sonrisa de ese niño, no dejaba de pensar en el hecho de que había terminado con una vida, con una que no le pertenecía. Tembló nervioso y pensó nuevamente en aquella noche, esa misma en la que descubrió que quizás podría tener sentimientos por ese maldito estorbo. Estaba cansado, necesitaba descansar y olvidar, avanzó lentamente y lo vio, su cabello castaño y su cuerpo, a su lado un niño muy parecido al que había sido su hijo, sonreía alegre a su padre, tomando su mano y caminando feliz junto a él, avanzando por la calle un tanto más oscura, una hora similar al día en que perdió de vista por última vez a su propio hijo. 

 

Sus ojos se cerraron y de manera cruel golpeó a padre e hijo, causando que este cayera y el niño se perdiera entre la multitud, su brazo jaló la ropa del menor y le obligó a caminar, llevando una mano hasta la boca de aquel que desesperado parecía querer ir con su padre. Sonrió y lo dejó libre quedando apoyado contra el muro, riendo alegre cuando el pequeño comenzó a llorar abrazado al sujeto que le atraía. 

 

Ese era otro estorbo. 

 

 

 

 

Gracias a las charlas de las mujeres, supo su nombre y que su pareja estaba muerta, un tipo débil sin mucha importancia, al igual que su único hijo, un niño muy adorado por las personas, un niño inteligente que siempre cuidaba de su padre. . . pero no fue lo suficiente, era un niño a fin de cuentas. Con una sonrisa lo atrajo hasta él lo invitó a sentarse a su lado, a caminar cada vez más lejos antes de que su padre regresara, con una peluca del color del fuego y un gorro rojo, con una alegría no muy propia de él, cualquiera aseguraría que ese no era Makoto. 

 

Tu padre está dentro de esa tienda. — Informó palmeando su espalda, empujando con cariño al niño para que entrara en lo que parecía ser un prostíbulo, escondiendo su cuerpo en la noche, riendo como maniático al comprobar como nadie parecía importarle que ese niño se desesperara al no encontrar a su padre, al no encontrar al sujeto que lo había dejado frente a la puerta del establecimiento. Esperaba emocionado por ver sus lágrimas y ver en los zapatos de ese mal nacido a su propio hijo, aquel llorón que no dejaba de rogar un poco de amor. Para su desgracia no fue así, ese niño estaba seguro de lo que debía hacer, pero no lograba descubrir en qué lugar estaba. . . la furia comenzaba a calentar la sangre de sus venas. . . sus lentes volvían más seria la mirada de ese niño, su cabello corto. . . él era realmente molesto. Tomó por la espalda al niño y lo obligó avanzar por la calle cerca de una esquina, con furia susurró en su oído. — Cruza, si lo haces tu papá correrá por ti. . . cruza, te aseguro que él está esperando, ve. . . VE MALDITA SEA, VE INCORDIO DEL MAL, DESAPARECE. . . ! — Tenía miedo y lo notó cuando sus pies avanzaron tropezando y siendo tomado por el vehículo que no logró frenar a tiempo, ese mismo que arrastró el pequeño cuerpo, ese que dejó en el olvido cuando se devolvió sobre sus pasos, avanzando cuatro cuadras y topándose con el sujeto alto que le robaba más que el sueño. 

 

Sus ojos estaban enrojecidos, llenos de preocupación. Con miedo le preguntó: 

 

¿Viste a un niño? Su cabello es corto, negro, usa anteojos. . . — Se notaba el miedo en su voz, se notaba como era importante aquella criatura para él. — ¿Lo viste? — Suplicaba. . . ¿Debía nombrar a esa basura en su primer encuentro? 

 

¿Un niño? . . . Si no mal recuerdo, muchas personas estaban viendo a uno, el pobre parecía estar con un sujeto alto. . . — No terminó de escuchar sus palabras, corrió perdiéndose en la calle, Makoto estaba cansado. . .  si ese tipo no se centraba en su persona, le sacaría los ojos para que la última persona que viera fuera él. Ahora~ Debía ir y ver con sus propios ojos aquel espectáculo y así lo hizo, llegó al punto en el que el padre sostenía a su hijo con temor, temblando y rogando a un tal "Hyuuga" a que lo salvara. . . 

 

Patético. 

 

 

 

 

Los años pasaron y ellos dos se conocieron mejor. . . nadie podía dudar de él, menos cuando se tomó el tiempo de usar las calles dónde ninguna cámara registrada nada. Makoto nuevamente estaba embarazado. . . pero esta vez era distinto, el sentimiento de aprensión de Kiyoshi era increíble, no le permitía estar solo, no quería que algo malo sucediera con él. Se sentía cansado y aburrido de todo eso, lo que menos quería era ser tratado como el portador de su gran sueño. . . 

 

Una niña nació, una hermosa niña de cabellera castaña, una niña que llenaba el corazón de su padre. 

 

Esa mocosa no era tonta, lo observaba y notaba el odio que expresaba su mirada, lo miraba y se volvía más cercana al castaño, ese mismo que lo había olvidado. . . esa misma que. . .  ahora se encontraba con la cabeza dentro de la tina, perdiendo la vida, pateando y tratando de vivir, esa misma que lentamente dejaba que el agua llenara sus pulmones. . . 

 

No. 

 

Dejó el cuerpo libre y lo arrojó a la calle, él simplemente se perdió en la calle avanzando sin rumbo, con la ropa mojada. 

 

Tras sus pasos dos hombres investigaban el hallazgo de un cuerpo mutilado, un niño no reclamado que llevaba en ese lugar once años, los restos dieron a conocer a sus padres, un tipo que culpó de todo a su madre, y una madre que era buscada, la misma por la cuál era interrogado Kiyoshi, este asustado, regresó a su casa notando como su hija no se encontraba, notando como el lugar era un desastre, como los juguetes se encontraban destruidos, como su arma no se encontraba y su hija tampoco. La llamada a su celular le indicó que un policía tenía a la niña con principios de hipotermia en el hospital, el padre asustado y preocupado corrió y olvidó todo, Makoto podría morir si lo deseaba pero él nunca le perdonaría que maltratara a su adorada princesa. 

 

Makoto sin embargo, reposaba cansado en el respaldo de un asiento olvidado en medio de la basura, un vehículo afectado por el tiempo, un cacharro que parecía ser devorado lentamente por el tiempo. 

 

Su cabeza se mantenía fija gacha y observando lo que sus manos sostenían, un arma relucía tentadora, la misma que olvidó para poder fijar sus pupilas a lo que antes era quizás un hermoso pastizal. Su boca se abrió amplia y olvidó por completo como respirar, sus pulmones no le respondían de manera correcta. . .  ¿O debía ser otra parte de su cuerpo la que accionara aquello? Por cosa de segundos se sintió ignorante, un completo idiota. . . lo que más odiaba, vio en lo lejos la figura de un niño y gritó, gritó rogando a que muriera, que se perdiera entre la basura. . . Desesperado subió su mano para poder dejar el arma dentro de su boca, temblando nervioso, moviendo todo su cuerpo ante la desesperación de ser un completo inútil viendo el alma perdida de un niño. . . Una sonrisa ridícula se apoderó de la boca abierta, la que trataba de no dejar escapar el arma, la misma que recibía gustosa las lágrimas de desesperación de esa parte que sí era humana, de esa parte que de verdad quería que todo eso se detuviera. 

 

El gatillo accionó el arma y lo último que Makoto comprendió fue que las puertas de su infierno se cerraban para poder dejar de existir al igual que esos niños. 

 

 

 

De más está decir que el castaño supo la verdad, la terrible verdad de la muerte de su hijo y la muerte de aquel niño que nadie quería, el exterminio de la vida a manos de la cabeza enferma de quién pensó amar, de la persona que lo sedujo con su belleza perfecta y con aquella inteligencia tan envidiable, con una sonrisa llena de falsedad. . . ¿Nunca pudo ver tras esos ojos sin brillo? 

 

¿Alguna vez Makoto de verdad estuvo vivo? 

 

Notas finales:

Si tienes algo que decir, pues dejen un puto comentario. 


Con amor, un pérfido Samurai. 


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