Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

No "mi" Erik. por Pocky Beagle

[Reviews - 55]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 


 

Notas del capitulo:

Hola!! Bueno, esto ha salido de alguna parte delirante de mi mente, en realidad la inspiro un comentario. Se la dedico a CS90 ya que el comentario era suyo :D

Y perdón si es una de las peores historias que he escrito, pero estoy engripada. Y es bizarra, creo que había leído algo simil a esto, no me acuerdo mucho como era e.e Espero que no se considere plagio (?). Si encuentro el fic, subo el link. 

ADVERTENCIAS: esto es muy OCC, la personalidad de uno de los personajes esta muy cambiada, pero creo que se justifica. Ligero ligerisimo adulto/menor.

Enjoy??

NO "MI" ERIK




Había pensado demasiadas veces en cómo había llegado a “esto”. Él había estado viviendo una vida relativamente normal, o tan normal como podía, pero en algún momento está se quebró y todo termino dado vuelta. Durante mucho tiempo analizó los sucesos ocurridos pero realmente nunca ninguno le advirtió que podía terminar así.

Hubo un día en el que él se estuvo egresando como profesor de genética de la universidad de Oxford. Ese mismo día, más bien a la noche, salió a festejarlo junto con su hermana y/o mejor amiga, Raven. Fue esa misma noche que conoció a Moira Mactager y se enteró de quién era Sebastian Shaw.

Cinco días después estaba en un barco, intentando detener el submarino de Shaw, y allí fue cuando conoció a Emma Frost. Bueno, “conoció” era un termino relativo. Ese mismo día fue cuando salto al océano, para rescatar a un perfecto desconocido que en poco tiempo se volvería una persona demasiado importante en su vida. Desde el principio Erik Lehnsherr tuvo la cualidad de girar su mundo. 

No iba a decir que fue amor a primera vista. Pero tampoco iba a negarlo. Por que algo pasó cuando sus ojos se encontraron en medio de esas turbulentas olas. Charles nunca supo que fue, pero supo que los dos se quedaron estáticos. Él le había dicho a Erik “No estas solo”, y algo en su propia mente susurró “y yo tampoco lo estaré más”. 

Claro, que el mundo de ambos se detuviera por conocerse no significó que ellos asumieran las cosas tan rápido. Charles recuerda la relación un poco tensa, o más bien extraña, de los primeros días. Ambos intentando negar la química que aparentemente los empujaba a estar juntos. En ese tiempo conocieron a Hank McCoy, y ese mismo día fue en el que Erik decidió marcharse.

El magnético había preguntado “¿Qué sabes sobre mi?” y el respondió “Todo”, y fue sincero, porque quizás sabía más de lo que debería. Quizás él no debía conocer todo su pasado, ni sus ideales, ni mucho menos sus sentimientos. No debería saber que Erik se sentía igual que él. Esa atracción no era solo suya, él sabía que el otro hombre también la sentía. 

Definitivamente no iba a negar que había sentido mucho miedo de que Erik decidiera marcharse. Lo ultimo que le había dicho fue “Shaw tiene amigos. A ti no te vendrían mal” esperando que eso funcionara, pero lo dudaba, conociéndo tanto de él había deducido que la sensiblería no le afectaba demasiado. Esa noche ni siquiera pudo pegar un ojo, durante varios minutos se sintió tentado a obligarlo a quedarse, pero se repitió que no era ético. Charles nunca va a olvidar lo rápido que latió su corazón cuando lo vio al día siguiente, afirmando que buscarían a los mutantes solos

“No se como es tener amigos”, había admitido Erik minutos más tarde, cuando estaban en privado. Charles sintió una mezcla de pena y ternura y puso la mejor sonrisa que pudo. “Yo te enseñare como”, fue su encantadora respuesta, con ojos ilusionados.

La amistad se fue al demonio cuando cinco días después, durante su segunda noche buscando mutante, se habían comido a besos como si hubieran estado esperándolo toda la vida. Y no es como si a Charles le importara, realmente no quería ser su amigo, no cuando sus cuerpos se fundían tan bien juntos, y cuando Erik sabía como tocarle y en donde, y mucho menos cuando sabía follarle al ritmo ideal. Todo era jodidamente perfecto: su bragueta bajándose sola mientras jugaban un partido de ajedrez, él abusando de sus poderes y haciendo que el mayor se tocara a si mismo y que no pueda concentrarse en el periódico, palabras obscenas y sexys sonando en su cabeza, el tarro de lubricante (de metal) volando hacía ellos, sus mentes tan perfectamente unidas mientras hacían el amor. Por que si, de a poco fue dejar de “follar a buen ritmo” y se transformo en “hacer el amor”. Y aunque no había caricias y amurracos (cosas que a Charles nunca antes se le habían antojado, pero que ahora si quería), todo lo de más era perfecto. 

Erik era dulce a su manera, una manera un tanto precavida y escueta, pero era comprensible considerando como había sido su vida. El telépata estaba dispuesto a conformarse. Y era muy fácil hacerlo cuando descubrió la sonrisa del polaco. Su verdadera sonrisa: una enorme y gigante que mostraba todos sus dientes y que solo salía en momentos muy especiales e íntimos. Una sonrisa que Charles aprendió a amar con locura. 

Todos esos sucesos que quizás para otros eran triviales pero que para él eran muy importantes, ocurrieron durante su viaje por carretera y su misión en Rusia. Cuando llegaron a la Mansión Xavier, ninguno había dicho sus sentimientos en voz alta pero él sabía que estaban allí. Erik duró muy poco en su propia recamara, porque solo cinco días después había encontrado un mucho mejor hogar debajo de las blancas sabanas de la cama de Charles. El telepata sabía cuánto le importaba la privacidad y la intimidad a su “amigo” así que se sintió sumamente elogiado cuando descubrió que el magnético prefería dormir con él en vez de en su cuarto. Pero claro, Erik se hacía el tonto y cada mañana (alrededor de las seis) se levantaba y se iba a su propia habitación, engañándose a si mismo al fingir que necesitaba momentos de soledad. Charles, en vez de molestarse por su farsa, se enternecía. 

Fue una mañana que Erik se quedó dormido hasta más tarde, abrazado a su cuerpo, cuándo le dijo: “No se si soy capaz de amar, pero si pudiera hacerlo... creo que me enamoraría de ti”. Y él respondió: “Yo también te amo Erik”. Esa fue la única declaración que se hicieron, con el tiempo Charles aprendió que por más que no fueran como esas parejas que a cada rato decían lo que sentían, sus emociones eran muy intensas. El amor era muy real aunque solo lo hubieran dicho una vez.

Luego de los acontecimientos pasados en la playa de Cuba, Charles deseó haberlo dicho más veces. Saber que se amaban el uno al otro, de una forma extraña como solo ellos podían, no era lo mismo que decirlo en voz alta. No sabía qué era mejor, pero... de a momentos preferiría haberlo dicho más, porque cuando se encontró solo sintió que necesitaba decir “Erik te amo”, pero no había nadie allí para escuchar. Más fuerte aún necesitaba escuchar “Charles te amo” o “creo que te amo” o “te amo a mi manera” o lo que fuera, pero no había nadie que lo dijera. 

Él intentó mantener su vida estable, intentó ser fuerte, fingir que podía estar sin Erik, o que Erik nunca había existido, pero no era muy bueno haciéndolo. De a momentos se sentía muy cansado y solo. Raven también lo había dejado, y para empeorar todo estaba en una silla de ruedas. Demasiadas cosas para fingir que nada pasó. Pero se prometió a si mismo ser tan fuerte como pudiera, por él, y por todos esos mutantes que vio en Cerebro y que necesitaban su ayuda. 

Así, de a poco, comenzó a inaugurar su escuela. Se obligó a lidiar con el papeleo, y con la maldita burocracia, y a ser optimista al respecto. Funcionó, porque cinco meses después tenía la autorización para abrir el colegio. Y lentamente, lo que una vez fue la solitaria mansión Xavier, se llenó de niños y jóvenes, juegos y romances (que él no aprobaba del todo), enmarcados por un ambiente cariñoso y alegre.

Eventualmente veía la cara de Erik en la televisión. Lo veía tan consumido por la ira y la venganza que se preguntaba si esa sonrisa que le había regalado en los momentos íntimos seguía ahí. Quería creer que si. Que su Erik estaba debajo de ese ridículo traje de Magneto. Cuando, más de un año después de los acontecimientos en Cuba, Erik fue arrestado por matar al presidente Kennedy, no supo si sentirse triste o asustado. Sus ojos se empañaron, y, como cada vez que veía su imagen en la tele, murmuró “te extraño”. Pero esa vez la emoción fue más fuerte que nunca, porque sintió que nunca más volvería a ser capaz de ver una imagen suya, ni siquiera a través de ese aparato. Erik estaría encerrado para siempre. Nunca le diría que él también lo extrañaba, quizás ni lo hacía. 

Las cosas empezaron a tambalear después de eso. Llevar una escuela no era fácil, mucho menos después de que varios padres vieron como un mutante mataba al presidente. Así perdió muchos niños. Aún muchos más, jóvenes, cuando los malditos militares venían a llevárselos para pelear en una estúpida guerra. “Pelear”. Los mandaban a morir. Y llegó un punto donde él no era capaz de lidiar con más perdidas.

El día que estaba por dar el informe del cierre de la escuela, alguien golpeó a su puerta. Ahí, frente a él había un joven guardia con mirada nerviosa. Charles no le podía sacar los ojos de encima a los ajenos que lucían turbios. Hubiera leído su mente para saber que le preocupaba, pero había usado el suero ya que no quería tener pensamientos colándose en su cabeza, y prefería usar las piernas.

-¿Charles Xavier?-preguntó el hombre, aun luciendo nervioso. El ingles le miró curioso mientras acomodaba un largo mechón de cabello, que no se dignaba a cortar, detrás de la oreja.

-Así es. ¿En que puedo ayu...?-en ése momento notó que algo, o alguien, estaba detrás del hombre-. Si es por la escuela lamento comunicarle que va a ser cerrada.

-Oh-una expresión de desesperación llenó el rostro ajeno, el guardia suspiró y miró de reojo hacía atrás-. Esperaba que usted pudiera ayudarme. Yo encontré a este... -el sujeto frunció con fuerza el ceño, como si estuviera pensando en que decir exactamente. Sus ojos se veían atormentados-. Bueno, no fue precisamente encontrarlo. Más bien lo rescate. Y no sabía qué demonios hacer, no puede quedarse conmigo, mucho menos sabiendo todo lo que paso... él es solamente un...-de nuevo hubo un silencio que estaba hizo que el telépata se desesperara- un niño-dijo, aunque con algo de duda. Finalmente se volteó y tironeó suavemente la mano del chico que estaba detrás suyo-. Hey, ven a saludar pequeño-el menor dio un paso al frente, con la cabeza baja, como si no quisiera apartar la mirada del piso. El guardia sonrió y sus manos revolvieron con cariño el cabello cobrizo del menor-. Es un poco tímido, lleva dos semanas con nosotros y aún no entra en total confianza. Pero es comprensible. Mi esposa le tomo mucho cariño, pero no podemos tenerlo por que... lo están buscando.

-Realmente entiendo muy poco. Obviamente no es tu hijo, lo rescataste ¿de donde? ¿y quien lo esta buscando?-Charles comenzaba a sentirse ansioso. Él no era insensible a las necesidades ajenas pero tampoco sabía que hacer con un niño que estaba allí casi ilegalmente, acompañado de un desconocido. ¿Y si había sido arrebatado de sus padres?

El hombre a modo de respuesta le entregó un archivo, él le miró enigmáticamente, tomándolo y abriéndolo, sin quitar los ojos del policía-Lo rescate del pentágono-el telépata bajó la mirada y sus ojos se toparon con una fotografía de Erik. ¿Por qué demonios estaba el archivo del magnético en manos de...?-Erik, saluda a nuestro amigo-algo aturdido, Charles bajó el rostro y sus ojos estudiaron al pequeño niño que de a poco levantó el rostro hasta revelar unos ojos celeste grisáceo, que él conocía demasiado bien. El mismo color de ojos de la fotografía en el archivo de Erik. Los mismos ojos de Erik. ¿Él policía había dicho "Erik"? El corazón de Charles comenzó a latir demasiado rápido y al mismo tiempo sintió que no podía respirar.

Ese era Erik, y si no era Erik bien podía ser un clon o su hijo. Un Erik de nueve años.

-Erik, él es nuestro amigo C...

-Charles-interrumpió el niño, con una voz obviamente infantil. Los ojos azules del aludido lo estudiaron, y el chico frunció el ceño como si estuviera empacado y volvió a bajar la cabeza. Tenía los labios apretados y parecía temblar ligeramente. 

Charles quería decir algo pero tenía el cerebro atrofiado. ¿Qué carajos estaba pasando?

-¡Exacto, Charles! Estuviste hablando de él, ¿te acuerdas de él?-aún con la cabeza fija en el piso el chico negó. El policía le volvió a acariciar el cabello y miró de nuevo al inglés-. Realmente no se que hacer. Yo... joder, sé que no es un niño, pero tampoco es un adulto. Vi el expediente, y se quién es él. Y todo lo que hizo... pero... algo hicieron con él. Yo cuidaba su celda, no tenía idea de que realizaban experimentos. De haberlo sabido hubiera hecho algo antes, mi hermano...-el hombre hizo un gesto de pesar y guardó silencio un instante-. Mi hermano era un mutante e intentaron “curarlo”. La cura fue la muerte-bufó, y luego bajo la mirada a Erik-. Un día cuando volví lo vi lastimado, no supe que pensar. Nunca hablábamos. Yo solo estaba ahí, y él no solía hacer nada interesante, solo estar acostado pensando o haciendo algo de ejercicio. No entendía como podía haberse lastimado. Pensé preguntárselo al día siguiente, y cuando volví... estaba este pequeño niño. Estaba asustado, primero no supe de donde había salido. Le pregunte como estaba, quise ayudarlo. Después me enteré que Erik Lehnsherr, el hombre que mató al presidente, era... este chico. No se que le hicieron, pero... él estaba tan asustado. Y yo sabía que seguían con sus experimentos y un día... simplemente nos escapamos. ¿Verdad Erik?-el chico levantó el rostro para mirar al policía y volvió a asentir. 

Charles entrecerró los ojos. Odio no tener su telepatía en ese momento, porque entonces sabría si esa historia era cierta o todo era un extraño invento, una trampa, o lo que sea.

-Disculpa, pero me cuesta creer que un simple hombre escapo del pentágono, que tiene alta seguridad-comentó, con la ceja alzada. Prefirió no mirar demasiado al niño, ya que no quería caer en un engaño sólo porque un chico cualquiera se pareciera a su Erik.

-Nadie dijo que soy un simple hombre-respondió el sujeto, y luego movió la mano la cual atravesó la pared como si no hubiera nada allí-. Mi hermano no era el único mutante en la familia-agregó. Charles parpadeó varias veces y de nuevo bajó el rostro para mirar a... ¿Erik? Dios santo, si era Erik. Se hizo a un lado y les hizo seña para que entraran, el hombre no dudó en hacerlo. El chico le siguió, aunque visiblemente incomodo. El telépata volvió a mirar el archivo mientras lo ojeaba, al principio salían sus datos, luego una historia clínica y... el listado de experimentos realizados. Como egresado de genética no le costó entender los nombres químicos y toxinas que habían sido puestos a pruebas con la intención de eliminar el gen mutante. La ultima toxina probada había tenido “resultados inesperados”. Charles no sabía que tan esperado podía ser que un adulto se transforme en un niño. 

Les hizo un gesto para que se sentaran en el sofá de la sala y él se quedó parado enfrente, mirando un momento más el archivo. Luego a Erik. Luego al soldado-Entonces tu plan era traerlo aquí, ¿y que me hiciera cargo?-no quería sonar rudo, ni mucho menos molesto. Estaba algo asombrado y no sabía que pensar, pero era Erik... no tenía a nadie más. Él tenía que ayudarlo-Mi amigo, Hank, es un científico y él podría estudiar que ocurrió. Para revertirlo. Erik ¿recuerdas a Hank?-se sintió extraño cuando, inconscientemente, usó el mismo tono que siempre usaba para explicarle algo a los niños. Erik no era un niño. Todo era tan raro... Erik era el mismo hombre que le daba mordidas apasionadas mientras se besaban. ¿Y ahora tenía diez años?

El polaco apenas y le miró antes de negar con la cabeza-No recuerda mucho del pasado-comentó el soldado. Charles suspiró, ya que quizás eso complicaba todo más. ¿Debería internarse en su mente para hacerle recordar? No parecía apropiado cuando aun estaba en el cuerpo de un niño, podía generar un conflicto. Quizás primero debían ver qué podían hacer y luego qué ocurría con su mente. Cuando fuera un adulto de nuevo sus recuerdos volverían solos, tal vez-. Creo que tiene todo un poco removido. Y te repito, yo realmente no sé que hacer. Es peligroso que esté en mi casa, y luego... luego me enteré de esta escuela. No sabía que estabas por cerrarla. Estaba inseguro de traerlo, por miedo a que quizás fuera otro lugar de experimentación. Pero entonces vimos un articulo en una revista, donde había una foto tuya... y Erik te reconoció-Charles parpadeó desconcertado.

-Recién dijo que no se acordaba de mi.

-Lo sé... es extraño. Es como si te reconociera por instinto, vio la foto e instintivamente dijo "Charles". Pero no sabe nada más de ti. Le pregunte si se conocían, pero no recuerda nada. Sólo sabe que eres Charles-comentó el hombre. Miró de reojo al niño que estaba muy interesado observando una cajita de metal que había sobre la mesa. 

-¿Y sus poderes...?

-Esa era otra razón por la cual no sabía si traerlo. De momento parece no tenerlos-murmuró. Charles apretó los labios, creía recordar que los poderes de Erik se manifestaron cuando tenía diez u once años, quizás por eso aún no lo habían hecho. 

-Bien, déjalo aquí. Veré como puedo ayudarlo-sentenció. El hombre se vio aliviado y triste a partes iguales.

-Genial. Erik-el chico se giró a mirarlo, el guardia se veía realmente culpable de pronto-. Te quedaras aquí ¿esta bien? Con Charles. En tu mochila tienes tus cosas, y está mi número de teléfono. Puedes llamarme si llega a pasar algo. Pero estoy seguro que Charles y tú se harán grandes amigos, así que pórtate bien. ¿Si? Vendré a...-en ese momento pareció dudar y se giró a mirar al telépata que asintió-. Vendré a verte cuando pueda, cuídate-un beso en la frente y Erik cerró con fuerza los ojos.

-¿Vas a dejarme?-fue apenas un murmullo.

-Si, pero vendré a verte y pod...

-Esta bien-Erik había volteado el rostro y miraba de nuevo al piso. El ceño estaba fruncido y sus labios apretados. Si no fuera por que Charles sabía que ese era Erik, pensaría que el labio inferior estaba a punto de hacer un puchero. Pero no, Erik Lehnsherr no hacía pucheros. 

-Adiós-Charles acompaño al hombre hasta la puerta. Allí se enteró que se llamaba Paul, y le prometió que ayudaría a Erik y que le avisaría cualquier cosa. Ni bien se fue, el telépata caminó rápidamente hacía donde estaba el pequeño. Éste seguía estático, como si no pudiera mover un musculo. En ése momento más que nunca odio no tener sus poderes, todo esto sería muy fácil con ellos. Pero aún faltaban más de treinta horas para que estos volvieran.

A paso lento caminó hasta el sofá y se sentó a su lado. Los ojos del chico lo miraron de soslayo, para luego volver a centrarse en el piso. Charles se removió inquieto, preguntándose donde demonios se había ido toda su elocuencia. No sabía que decir ni como comportarse.

-¿Cómo sabías que mi nombre era Charles? ¿De verdad no recuerdas nada de mi?-preguntó con curiosidad y con algo de tristeza. Erik volvió a mirarlo y el inglés quedo asombrado por lo penetrante que eran esos ojos, a pesar de que ahora su dueño era un niño.

-No-respondió secamente. Tras varios segundos el chico volvió a hablar-. Pero te soñé muchas veces-susurró, a modo de secreto. Charles se sintió un idiota cuando un chico de nueve años logro que su corazón latiera erráticamente. 

-¿Y que soñabas?-preguntó, más que nada por la curiosidad, aunque sin poder evitar sentirse nervioso. Cuando el chico abrió los ojos con sorpresa y se sonrojó, él no pudo evitar pensar que tenía que encontrar rápido a Hank para que solucionara esto lo más pronto posible, o se volvería loco.

Nuevamente, Erik Lehnsherr entró a su vida para volver a dar vuelta todo.


**


Intentó salir de su cama sin hacer demasiado ruido, sujetándo sus piernas inmóviles para poder acomodarse en la silla, y sintiéndo a su acompañante removerse entre las sábanas hasta lograr abrazar la almohada, buscándo inconscientemente el calor que acababa de apartarse. Como cada mañana, Erik siguió durmiendo. Nunca se despertaba, Charles no sabía porque se esforzaba tanto en no hacer ruido. Pero no podía evitarlo. Prefería pecar de precavido y dejarlo descansar. 

Mientras se acomodaba en la silla miró el lió de sabanas que había sobre la cama, rodeando la delgada figura. Durante un instante se preguntó que tan sano era que un niño de diez años compartiera su lecho. 

Charles no se había vuelto loco, pero casi lo hace, el día que (después de dos semanas del regreso de Erik) Hank le informó que eso no tenía arreglo. Le explicó varias veces que empujarlo de nuevo a la edad adulta podía ser peligroso, su mente no lo soportaría ni aunque el telépata interviniera, y tampoco sabía si podría frenarlo en su edad, o lo haría envejecer prematuramente. También había riesgo de enfermedades y anomalías, que ya tenían 50% de posibilidad de existir porque Erik ya había sufrido alteración en los genes. Aunque el inglés quiso encontrar sus propias soluciones, tampoco pudo hacerlo. Finalmente tuvo que aceptar que Bestia tenía razón. Después de todo, tenía más experiencias con las alteraciones genéticas. Por algo nunca pudo volver a su forma humana.

-Chaarles-fue el quejido adormilado proveniente de la cama. El hombre que ya estaba casi en el baño emitió un suspiro.

-Vuelve a dormirte Erik-dijo simplemente, pero escuchó otro quejido en respuesta. El menor tardó en responder, quizás por que sabía lo mucho que Charles se tardaba en el baño y prefería no molestarle. Cuando él tiró la cadena del inodoro volvió a escuchar la aniñada voz.

-No puedo dormir sin ti-protestó-. Te extraño-aun en el baño el telépata suspiró. Miró su propio reflejo en el espejo mientras pensaba que Erik, su Erik nunca le hubiera dicho que le extrañaba. Erik no se quedaba en la cama haciendo fiaca, Erik no le pedía que volviera, Erik era el primero en irse para fingir que prefería estar solo en su propio cuarto.

Rodando de nuevo hacía el cuarto chocó con esos ojos claros, que lo miraban atentos, cob el lió de sabanas rodeando su rostro y el resto de su cuerpo. Cuando el chico parpadeó varias veces y bostezó suavemente, sin quitarle los ojos de encima, Charles se recordó que este Erik también era su Erik. Su pequeño Erik, que desde que llego a la mansión hace ya más de un año alegaba que dormir con Charles era lo único que le quitaba las pesadillas, así que todas las noches se colaba en su cama. Ese pequeño Erik que se enredaba a su cuerpo como si fuera un mono. Ese pequeño Erik que era perezoso, y algo glotón, y que aun le faltaba ejercicio para volverse invencible en ajedrez. Ese pequeño Erik que apenas estaba descubriendo sus poderes.

-Vale, vale. Solo un rato más-aceptó. Ya que si nunca pudo haberle negado nada al viejo Erik, este nuevo Erik era aún peor. El chico sonrió con éxito, con una inocencia que nunca habia contemplado en su “amigo” adulto. Terminó de guiar la silla hasta la cama, Erik hizo a un lado las sabanas, y haciendo fuerza el telépata se empujó así mismo hasta poder acostarse. Por suerte sus brazos habían ganado músculo con el tiempo-. Eres un vago-comentó y al instante sintió al chico pegársele y uno de sus brazos y una de sus piernas rodeárle. Igual que un mono. Charles dejó escapar una risita y le besó la cabeza. Se quedaron un rato en silencio, el telépata sabía que el niño no se había dormido, sentía el murmullo de su mente. Sólo estaba haciendo fiaca, descansando sin dormir-. Ésta noche tienes que dormir en tu cama. No puedes seguir viniendo aquí. Tienes diez, ¿acaso vez alguno de los otros chicos durmiendo conmigo? ¡Ni siquiera Ororo que tiene seis!

-No soy como los otros chicos-respondió con simpleza, su voz amortiguada contra la axila del mayor. Charles bufó y volvió a revolverle el cabello. Erik tenía unos pequeños rizos cobrizos, y de momento no estaba muy interesado en cortárselos. 

-Bueno, pero es raro que estés acá. ¿No crees? Un chico tan grande, valiente, durmiendo conmigo por miedo. Es raro-y si que era raro, y si alguien no conociera lo ético que era Charles hasta podía ser preocupante. Aún más teniendo en cuenta que ellos habían sido amantes, pero ese pequeño Erik no despertaba en él la pasión que si hacía el adulto. ¡Era un niño, por dios santo! Un niño a quien él amaba. Lo amaba con la misma intensidad con la que amó a su versión original, pero sin los mismos vicios. Igual él sabía que todo eso era raro, y que alguien fuera de esas cuatro paredes podía ver aquello con ojos reprobatorios. Después de todo, eran un adulto y un niño, compartiendo una cama y Charles era el director. 

-¿No te gusta que venga?-preguntó el chico alzando el rostro para mirarle, los ojos tenían un brillo especial y un pequeño puchero adornaba los delgados labios. El telépata aún recordaba como ese primer día que conoció al pequeño Erik había pensado que era imposible verlo haciendo un puchero. Bueno, ahora los pucheros eran algo un poco más normal.

-No, porque eres un vago. Ya deberías estar levantado-comentó, cerrando los ojos y decorando su boca con una sonrisa. Escuchó un quejido en respuesta y la pequeña cabeza se enterró contra su pecho-. Vamos Erik-apremió, dándole una palmada en el muslo. El chico se sentó con pereza, sin soltar las sabanas por las cuales parecía tener un cariño especial ya que las enredaba sobre si mismo cada vez que podía. Charles le preguntó una vez porque lo hacía, cuando lo hizo estaba algo molesto porque el niño las había arrastrado por todo el cuarto y las había ensuciado. La respuesta había sido una mirada intensa, como de antaño, y un “Porque tienen un olor rico que me hace sentir bien. Como si estuviera en casa. Huele a nosotros”. Charles en ese entonces aún estaba en el proceso de fingir que un niño de nueve años no aceleraba su corazón como si fuera una colegiala. Pero era difícil, sobre todo cuando veía en ese pequeño Erik expresiones del mayor. Aparte... había dicho “huele a nosotros” en vez de “huele a ti”; lo que le hacía pensar que el inconsciente de Erik aun se deleitaba con la idea de ellos, como antes, juntos. Los viejos ellos. 

Atinó a sujetar la sabana cuando el chico se levantó, para que no la arrastrara hasta el baño. Erik trinó los dientes cuando el frío del cuarto le pegó. Apresuró el paso hasta perderse en el baño. Charles aprovechó el momento para sentarse tranquilamente en la cama. Sus piernas cayendo laxas en dirección del piso. Cuando la puerta del baño volvió a abrirse Erik le miraba con ojos atentos.

-¿Te ayudo?-el telépata sonrió y negó con la cabeza, luego le hizo seña para que regresara a la cama. El menor caminó rápidamente y los ojos azules se posaron en los pantalones de su pijama, a la altura del tobillo, que rebelaba que le quedaban cortos.

-Tenemos que comprarte más ropa-comentó, mientras el chico se sentaba a su lado. Cuando lo veía crecer le daba añoranza, porque significaba que todo iría cambiando. No tendría a ningún Erik: ni al pequeño, ni al adulto-. Cada vez estas más alto. 

-Quiero un traje, y un chaleco de punto-comentó, con una sonrisa. Charles frunció el ceño.

-A ti no te gusta esa ropa-respondió divertido. El antiguo Erik siempre recalcaba que Charles tenía un gusto peculiar para vestirse, y que lo prefería desnudo, le daba gracia que ahora el pequeño Erik quisiera vestir como él-. No tienes que vestirte como yo. 

-Pero quiero verme bonito.

-Te veras bonito con tu ropa-resolvió. El niño parpadeó varias veces, como asumiéndolo y finalmente sonrió.

-Entonces quiero una campera de cuero-Charles alzó la ceja ante la respuesta. Pero no pudo evitar sonreír. Se preguntaba cuanto se parecía al crecer este Erik con el suyo. Igualmente no sabía si la campera era un interés genuino o sólo surgía de que varias veces había visto al telepata abrasando la que el Magnético había olvidado-¡¡Y una capa!!

-¿Una capa?-preguntó mirándolo entre confundido y divertido-¿También te interesa un casco? Así conquistas el mundo luciendo fabuloso-bromeó, aunque sin sentir mucha gracia al respecto. El menor le miró confundido y él solo negó con la cabeza-¿Una capa como Superman?

-No, Superman es un pelmazo. Yo quiero ser como Batman-corrigió, y a Charles la idea se le hizo... más apropiada. Tras unos segundos frunció el ceño.

-¿Pelmazo? ¿Donde escuchaste esa palabra?

-De Hank-eso le hizo fruncir más el ceño. Hank no era de decir malas palabras ¿qué andaba...?-. Se la dijo a Alex-oh, eso lo explicaba todo. Erik de pronto se quedo callado y luego le miró curioso-. Y después se besaron. Yo no sabía que dos chicos se podían besar-susurró, mirando a Charles como si fuera el que conociera todas las respuestas del mundo.

-Em, bueno si, si se quieren si-comentó, algo incomodo. Esos momentos siempre eran bizarros, comentarle a Erik (al mismo Erik con quien él había compartido momentos apasionados), que si se podía besar con un hombre. A veces pensaba que tenía que desligar al Erik mayor de este pequeño, dejar de compararlos, dejar de recordarlo porque ya no existía... pero no podía. Mientras no dijera sus pensamientos en voz alta suponía que no había ningún daño.

-¿Entonces yo puedo besar a un chico?-la mirada de Erik de pronto se veía ilusionada. Charles frunció el ceño, negándose a si mismo que podía sentirse celoso. El niño tenía que crecer normalmente, y él tenía que saber comportarse como un tutor.

-Claro. Pero aun eres muy pequeño-de pronto el menor perdió la ilusión y frunció el ceño, al parecer algo molesto ante la idea. El inglés sonrió y le revolvió el cabello-. Cuando seas mayor podrás hacerlo de sobra-eso no pareció convencerlo del todo. Los ojos claros lo estudiaron con atención, entrecerrados y mirándolo entre las arqueadas pestañas.

-¿Cualquiera que yo quiera?-siguió preguntando. Charles soltó una risa.

-Bueno, él tiene que querer también.

-¿Y cómo se si quiere?

-Le preguntas-respondió con simpleza. Aunque era raro presentar las cosas con tanta facilidad. Él sabía que la vida era todo menos simple. Ojalá fuera tan fácil como preguntar si quería besarte y ya. Si sólo bastará con decidir estar juntos y... listo, ser felices. Pero obviamente no iba a decirle todo eso-. Tu tienes que gustarle también-agregó cuando vio que Erik no dejaba de mirarle con insistencia.

-¿Y si yo no le gusto?

-Estaría loco-respondió el mayor, sin poder contener la sonrisa. Erik sonrió también, antes de volver a abrazarle. De a poco el telépata se había acostumbrado a esas muestras de cariño, a veces se pregunta si Erik no hubiera pasado todo lo que paso, si hubiera podido crecer en un ambiente cariñoso ¿sería como este niño que le acompañaba? Las experiencias de vida marcaban muchísimo la personalidad, Charles sabía eso.

-Él no esta loco, pero él es demasiado... lindo. No se si yo voy a gustarle-susurró, ahora concentrando su mirada en sus propios pies. Charles le miró evaluativamente, pensando en quien podía ser el que le interesaba. Había varios niños de su edad, obviamente era un “el”, pero no había notado que mirara a alguien con ojos especiales. No como el antiguo Erik lo miraba a él, aunque... ¿eso era un parámetro?

-¿Es Scott?-preguntó, tras un momento pensando. Erik inmediatamente puso cara de asco.

-Claro que no, Scott es un pelmazo. 

-¡Erik, no puedes decirle pelmazo a todo el mundo!-regañó y el niño volvió a mirarle con el ceño fruncido y una expresión de enojo.

-Todos son pelmazos.-en ese momento el telépata decidió que no, que aunque Erik creciera en un entorno cariñoso, igual seguiría siendo medio antipático-. Bueno, excepto tu-agregó el niño, retorciendo las manos inquietamente.

-Oh, bueno gracias-respondió, fingiendo sorpresa, luego una carcajada escapó de sus labios-. Ya estaba pensando que no te agradaba y que me llamabas pelmazo a mis espaldas-bromeó pero Erik solo hizo una expresión de escándalo. 

-¡Claro que no! ¡Tu eres perfecto!-el mayor se vio sorprendido por el tono absolutamente serio con el que esas palabras fueron pronunciadas. Miró a Erik con atención, negándose de nuevo que su corazón se aceleraba patéticamente. La sonrisa se había borrado de sus labios y se limitó a estudiar las facciones del chico a su lado. Tras unos segundos éste pareció verse intimidado por la intensidad de su mirada, apartó sus ojos antes de esconder el rostro en el pecho de Charles. El telépata sólo atinó a rodearle los hombros con su brazo, volviendo a acariciar parte de su cabello.

-Gracias Erik. Tu también eres perfecto-murmuró cariñosamente luego de un momento, esperando que eso le hiciera recuperar la confianza. No pudo bloquear las sensaciones ajenas, y durante un segundo pudo sentir como el vientre del menor se llenaba con el cosquilleo de mil mariposas por sus palabras. 

Menos mal que nadie podía meterse en sus cabezas, porque seguramente nada de eso podría considerarse normal ni saludable. Un adulto y un menor no debían actuar así. Aunque en la mente de Charles a veces no fueran un adulto y un menor, sino solo Erik y Charles... en circunstancias bizarras.

Se quedaron unos momentos abrazados en silencio, la mano de Erik bajo tímidamente por la espalda desnuda del telepata, y se detuvo centímetros antes de donde estaba la cinturilla del pantalón de dormir-¿Charles?

-¿Mhh..?-apenas y sintió la caricia sobre la cicatriz de la bala, una parte tenía sensibilidad, pero cuando Erik acarició más abajo ya no sintió más nada. Igualmente estaba acostumbrado a eso, el pequeño polaco parecía tener alguna especie de manía con esa cicatriz en su espalda. Quizás una parte inconsciente de él recordaba lo que había pasado.

-Tu nunca vas a dejarme ¿verdad? Aunque me porte mal...-preguntó con timidez. Charles lo apretó entre sus brazos, sin poder evitar recordar los acontecimientos de Cuba. ¿Y si algo así se repetía? Lo cierto era que no importaba lo que el viejo o el nuevo Erik hiciera, él nunca podría dejar de quererlo, y querer a alguien era una forma de nunca dejarlo.

-Nunca-prometió, inclinándose a besar su cabeza. El chico se apretó contra su cuerpo y Charles sintió como sutilmente la mano en su estomago lo empujaba hacía atrás, incitándole a que vuelvan a acostarse. Suspirando, el mayor se dejó caer. Sus propias manos junto con las del niño le ayudaron a levantar sus piernas, volviendo a acomodarlas en la cama. Cuando sus cuerpos se acomodaron nuevamente, otra vez fue atrapado en ese abrazo de mono. Sintiéndose demasiado bien y completo, Charles suspiró con gusto-. ¿Tu tampoco vas a dejarme nunca?

-No podría-susurró, y luego tímidamente levantó el rostro. Apoyando la barbilla contra el pectoral del mayor-. Yo te quiero-Erik nunca había dicho que le quería. Pero aquí estaba el nuevo Erik, con sus ojos mirándolo fijamente, y su expresión sincera y cariñosa. Y lo decía casi todos los días. Y no importaba cuantas veces lo hiciera, el corazón de Charles daba un vuelco, como si fuera la primera vez.

-Yo también te quiero-correspondió, apretándo el cuerpo ajeno contra el suyo, y haciendo que el abrazo de mono fuera aún más cercano-. Siempre te he querido y siempre te querré-la sonrisa que le regalo Erik hizo que cualquier dolor pasado, o presente, que cualquier sueño incumplido, que cualquier sentimiento de soledad, que todo lo que pasaron... todo valiera la pena. 

Quizás muchos pensaban que Charles sufría o que su vida era una mierda, por que la única persona que había amado se había transformado en algo que nunca podría darle lo que necesitaba. Pero él no sufría, por que tenía a Erik. Quizás no al amante, pero si al amigo. Al pequeño amigo. Al hermano (menor). Y ahora, los dos si querían la misma cosa: permaneces abrazos hasta que alguien viniera a decirles que se había hecho tarde. Después de todo, estar juntos era lo importante ¿verdad? Él lo hubiera aceptado como fuera, mientras pudiera tenerlo. Suyo. Al fin. 

Para su buena suerte, eran las ocho y media de la mañana de un día sábado. Así que podían permanecer así durante mucho mucho tiempo. No había sido tal cual lo había soñado, pero eso no lo hacía menos perfecto. 

 

FIN
 
Notas finales:

¡Si llegaron aquí merecen un premio!

Como dije, este fic nació de un comentario que me dejaron en el fic de La Hermandad, donde me dijeron, y cito: "me dan las ganas de que entre por esa puerta Charles y lo llevé a la mansión como si fuera un niño" (CS90 ;) )

Bueno, como han podido ver, todo lo desvirtué bastante. Pero bueno, lo escribí fácil así que fui feliz. Lo peor, es que tengo antojada una segunda parte (un Erik adolescente me re mola). Quizás la haga. En fin, besos! Gracias por leer


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).