Evil
Calling out to me...
He jugado a la inmortalidad. En la oscuridad, me dije, jugaré con la muerte y el amor. Barajaré entre mis dedos las cartas de la locura y las promesas. Quebraré el corazón de las personas con liricas absorbentes y benignas. Jugué, y no pensé que aquello se convertiría en una realidad.
Le conocí casualmente. Una coincidencia que después de tantos años no se había dado. Jamás antes, entre tantas posibilidades, nos habíamos encontrado. Él, alto e imponente. Con una mirada oscura y penetrante, me sonrió. Una sonrisa hermosa y hasta confortante. Había de aprender que esas son las sonrisas más peligrosas. Nuestras manos se estrecharon brevemente, una presentación cualquiera, un gusto presentarnos en el mismo lugar.
Y ahora…
Él también juega. Juega a la mortalidad. Blande en sus grandes manos la oración de un hombre mortal. No puede ser más real que mi propia mentira. Yo no soy inmortal, yo no viviré por siempre, ni bebo sangre tibia, no camino por callejones oscuros, ni me balanceo entre las sombras observando a mi amor vivir. Y él, él no es mortal, no morirá jamás, la sangre no será su alimento pero es su pasión, y la oscuridad, las sombras son su mejor escondite. Él miente, y yo miento.
Y no hay forma de escapar.
Porque un mortal y un inmortal están destinados a amarse. Porque no hay más amor que aquel que clama desde lo prohibido. Como prohibido es nuestro toque. Como prohibida es su vida, tan prohibida como lo es mi muerte. Y lo prohibido, tiene que existir.
Él clava su mirada en mí, el que juega a ser inmortal, pupilas negras y profundas. Sus manos rodean mis brazos, los sujetan con fuerza y en mi oído escuchó “Llama por mí, no soy una ilusión, estoy justo delante de tus ojos” El demonio que es me vuelve a sonreír, su toque es tibio contrario a lo que piensan. Y es que contrario a lo que piensan el demonio no es horrible, no es rojo ni deforme. El diablo es hermoso, seductor y terriblemente poderoso. El diablo atrapa con miel, y te corrompe por dentro sin darte cuenta.
Despiertó invadido por él, poseído por su cuerpo. Creí que estaba solo, pero él se balancea sobre mí, golpeándome, diciéndome que no puedo volver. Las puertas se han cerrado. “Ven al infierno conmigo”. Y aquí estoy, consumiéndome, rompiéndome entre sus brazos como el cristal, incendiándome. No vale la pena pelear. Las reglas no existen, ninguna ley me salvará.
“Llama por mí” mi voluntad se quiebra “A todos tus deseos, les daré libertad” y dentro de mi crece, su maldad se esparce. Deseo matarle, y sé que en lo que él desea. Intentar matarle es firmar un pacto con él. Comienzo a cambiar. Lo que estaba bien, está mal. Lo que estaba mal, está bien.
¡Basta! Gritó, me agito y jadeo, miento. Quiero más, más de él. Lo quiero todo del demonio, que me haga caer en la locura, que pierda todo pensamiento en sus manos. Y en mí oído el murmullo de nuevo. “Grita mi nombre” y yo obedezco. Seducido por el sexo y la sangre me veo a mi mismo exhalando su nombre desde lo más profundo de mi alma.
“Reza” lo escuchó, su voz grave eriza de nuevo la piel de mi espalda. Las sabanas negras tienen estrellas blancas que se mezclan impúdicas. “Reza” Sus dedos sujetando mi cabello, su lengua recorriendo mi cuello, mi mejilla.
“Yo soy tu nuevo Dios”
Sentencia y mis manos le buscan ansiosas y apasionadas. Sí, afirmó al besarlo y beber su saliva maldita. Sí, eres mi nuevo Dios.