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Rise As One por Bastianxt99

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Notas del fanfic:

ROKA = Republic of Korea Army.

Agosto, 2009

Los nudillos de las manos de Changmin estaban ensangrentados y el dolor se distribuía de manera uniforme en sus manos y brazos. Había golpeado la pared hasta quedar sin aire en los pulmones, aun así, no asimilaba las sensaciones agobiantes que tenía en el pecho. Las sensaciones de traición, amargura y tristeza. La demanda y la contrademanda estaban hechas. La separación era definitiva. El recuerdo de la última vez que habían estado los cinco quemaba; cada risa compartida entre todos, las bromas pesadas, las anécdotas y el sufrimiento atravesado para llegar a la cumbre de los charts en Corea del Sur y Japón.

Sin poderlo evitar, recordó a Jaejoong hablando alto, apresuradamente, diciéndole que tenía que unirse a ellos, que si los miembros completos de DBSK se unían, SM no tendría oportunidad.

—Nos necesitamos —había dicho.

Y él había declarado que si Yunho se quedaba, no lo dejaría solo. Soportando una nueva oleada de ira y desolación, Changmin intentó volver a estrellar sus puños, pero alguien se adelantó, sujetándolo de las muñecas.

Desvió la mirada cargada de furia para encontrar a quien se atrevía a tratar de contenerlo. Si algo era claro, su freno debía ser él mismo, nadie más. Sus ojos chocaron con los de Yunho y de inmediato las fuerzas lo abandonaron, cada músculo dejó de responderle y no pudo sostener el contacto visual.

—Hyung —fue todo lo que sus labios esbozaron.

—Detente. —La orden de Yunho no sonó a una. Como siempre, la dicción y el rostro del líder se mezclaban de tal modo que apaciguaban los ánimos.

Changmin asintió y se sentó en la orilla de la cama, dejando que las lágrimas cayeran por sus mejillas de forma copiosa y silenciosa. Había perdido la energía para vociferar como tenía planeado si otra persona lo descubría en aquel estado. Pero no, había sido Yunho, su propia aflicción a flor de piel, y a la vez, con una expresión pacífica.

—¿Cómo?

—No lo sé. Por favor. No sé nada —repitió—, pero estoy aquí contigo y tú estás conmigo. Deberá bastar por ahora, Changmin.

Ambos quedaron en silencio y eventualmente las lágrimas se detuvieron. En la oscuridad, la mano de Yunho tomó la suya.

Estaba en lo cierto, se tenían uno al otro, y contaban con el apoyo incondicional de sus familias. Sabía que hacía lo correcto, que jamás se arrepentiría de la decisión que había tomado. Saldrían adelante, y se esforzaría para no ser una carga más para su hyung, ya que la demanda que habían puesto los otros tres (sin su conocimiento o el de Yunho) solo marcaba el inicio.

Moviendo con lentitud los dedos lastimados, probando qué tanto dolían, también aceptó que extrañaría a Junsu, Jaejoong y Yoochun. Era probable que lo hiciera por un largo tiempo. Su mente divagó hacia la conversación antes de su último concierto. Había sentido lo pesado del ambiente, sin embargo, no imaginaba que sus propios compañeros estaban ya listos para atravesarles la daga entre pecho y espalda.

Changmin pestañeó y giró a la ventana de donde provenía la escasa iluminación que tenían. No se había asomado y no quería hacerlo; podía imaginar a las fans esperando a que alguno apareciera, sedientas de fotos y noticias.

Entendía de qué iba ese mundillo, conocía los rumores y las sucias cloacas en que las falsas purezas de los idols inmaculados se revolcaban. Las virginales chicas se acostaban con los CEOs de las disqueras y las intachables celebridades que no sabían ni pronunciar una palabra fuera de lugar frente a cámaras, se drogaban en pequeñas orgías organizadas exclusivamente para ellos. Sin embargo, siempre y cuando nadie más que los involucrados supieran, no pasaba nada. Una política clara, sin rebates: «La mierda tras puertas cerradas». Esto constituía el principal motivo de que la demanda  a una compañía poderosa como SM fuera tan escandalosa y sin precedentes.

Sumergido en sus pensamientos, no se percató de cuándo Yunho desapareció, pero sí fue consciente del otro chico empezando a limpiarle la sangre de la manos con una toalla húmeda.

—Hyung —murmuró—, yo…

—No importa, Minnie.

—No me iba a disculpar por mi ataque de furia —corrigió Changmin con el ceño fruncido. Tenía los ojos rojos e hinchados, y el gesto le hizo sentir que su cara pesaba como plomo—. Creo que deberías hacer lo mismo, es lo que quería decir.

Esta vez fue Yunho quien frunció el ceño. —¿Reventarme los puños en un muro?

Sintiéndose juzgado, Changmin retiró las manos y acabó de limpiarse solo.

—Estoy confrontando lo que siento, hyung —dijo—, en cambio tú estás tranquilo, expectante como una maldita estatua de sal. No es bueno.

Un suspiro abandonó los labios de Yunho y elevó un hombro, dejando en evidencia que no iba a responder. Un poco de la rabia que Changmin seguía conteniendo en el pecho se dirigió hacia el otro.

—¿Ni siquiera por Jaejoong-hyung? —preguntó, queriendo tocar una fibra sensible. Para nadie, dentro y fuera de SM, era un hecho desconocido lo cercanos que eran los chicos mayores de DBSK. «Que habían sido», se corrigió mentalmente.

Ante la mención de Jaejoong, Yunho apretó los puños y le dirigió una mirada severa. No estaba siendo justo, pero Changmin sabía a donde quería llegar. Esa posición de líder intachable no era sana, si proseguía con su manía de guardarse todo por el grupo acabaría haciéndose daño.

—Nunca más vuelvas a tocar ese tema —pronunció Yunho, impasible.

Changmin asintió sin vitalidad. Tal vez estaba metiéndose en un terreno demasiado pantanoso. La relación entre sus hyungs era algo en lo que no había querido ahondar, manteniendo una distancia prudente (al menos la que le era permitida con la agenda cargada que llevaban) por su propio bienestar mental. No era que tuviera un problema con la homosexualidad o bisexualidad de ellos, pero el antagonismo de Jaejoong a Yunho, esas ganas constantes de desechar de manera pasivo-agresiva cualquier demanda del líder… Al final, JJ obedecía, pero siempre dejaba sembrada la duda y una incomodidad general.

Volvió a recordar a Jaejoong y un nudo se le hizo en la garganta.

 

* * *

 

Octubre, 2015

Con orgullo, Changmin podría decir que en sus semanas de mochilero no había bebido más que sorbos aislados de vino y cerveza. Y, ya sin tanto orgullo, que debía echarle la culpa de eso a Yunho.

Yunho era el culpable de todo, en realidad. Era él quien lo había convencido de vivir la experiencia completa de viajero, de hostales y tours, de disfrutar la arquitectura y los atractivos que cada país europeo ofrecía. Habían transcurrido doce años para que pudiera darse el gusto de unas vacaciones así de extensas y personales, y las terminaría como deseaba.

—Changminnie, no lo hagas. Si tomas tanto la resaca impedirá que sigas pasándola bien —le razonaría Yunho. Changmin prácticamente podía oírlo con nitidez en su subconsciente.

Meneó la cabeza. —Silencio, hyung —murmuró para sí mismo.

Mihawk caminaba a su lado cargando parte de las bolsas con latas de cerveza de vuelta al Bed&Breakfast en el que se hospedaban. Al escucharlo mascullar, lo miró con curiosidad, pero Changmin lo ignoró fácilmente. Jaewon se reunió con ellos en la entrada, incrédulo ante la cantidad de alcohol que habían comprado.

—Pero…

Changmin chasqueó la lengua y ahí quedó el comentario. Tanto Back Mihawk como Shim Jaewon estaban acostumbrados a su carácter, a sus formas, a su ímpetu. No por nada eran amigos cercanos y colaboraban de modo tan estrecho en SM.

Llegaron al corredor principal de la segunda planta del hostal y en decisión conjunta, fueron a la habitación de Changmin. El sitio era un contraste a los cuartos lujosos de otros tiempos, esta vez no había piso blanco y sillones negros, gusto personal de Yunho; tampoco tinto y copas de cristal en el mini bar. Desganado, admitió que cuando estaba lejos de Yunho, cierta clase y elegancia lo abandonaban para dejarlo hecho el sujeto tosco que casi siempre era.

Colocaron las cervezas en una mesa de centro baja y se acomodaron alrededor.

—Vamos a beber un poco porque no somos unos niños —dictaminó Changmin. Back sonrió, divertido, y Jaewon elevó las cejas.

—Extraño pedido.

—Humano, diría yo —refutó Changmin.

—Si quieres emborracharte, hazlo. Como tu hyung, yo te cuidaré —dijo Jaewon con una sonrisa suave mientras Back reía.

—No necesito una niñera —masculló Changmin, empinándose de un trago la mitad de una lata de cerveza—. En todo caso, ¿me niegas que tengo motivo para hacerlo?

La mirada que Mihawk y Jaewon intercambiaron fue de comprensión. Changmin resopló.

Si debía deletreárselo a alguien lo haría: «Kim Jaejoong», pronunció en su cabeza, sintiendo que el sabor de la bilis se mezclaba con el amargo de la cerveza. Tenía la confianza suficiente con sus amigos para habérselos mencionado, irritado hasta lo indecible por esa horrible coincidencia. Pero no tanta confianza, como para contarles que sus nervios estaban destrozados y que si le ofrecieran el poder de sustituir Yunho durante esos días, lo aceptaría sin dubitaciones.

—Festival inútil —pronunció en tono sombrío.

Inició la segunda lata y comprendiendo que lo mejor era unirse a él e impedir que arrasara con todo, los otros también empezaron a beber.

A lo largo de los años, Jaejoong había dicho repetidamente que quería reencontrarse con ellos, y Changmin no había cabido en sí de la furia cuando se enteró que su deseo se cumpliría.

Quizá ante el resto ya debería haber enterrado el asunto. Su rabia y frustración no habían sido un secreto para los que los rodeaban, sin embargo, donde Yunho había exigido silencio sobre el tema a cada miembro del staff, a él le hubiera encantado quebrar un par de dientes. “Solo el tiempo dirá”, había sido la frase que Yunho tomó como mantra y no la quebrantó a pesar de ser el más atacado y vapuleado.

«El tiempo dirá», meditó y gruñó. Pues el tiempo decía que era hora de una reunión no planeada, no esperada, y que su alma quedara condenada al infierno si estaba de acuerdo.

El sonido de una lata vacía cayendo y otra siendo inmediatamente abierta lo distrajo de sus pensamientos.

—¿Qué es lo que te altera tanto? —cuestionó Jaewon. Los ojos de Changmin, vacíos y enfocados en la mesa, pasaron a ser adustos. No quería ahondar en sus celos o en la molestia, esa había sido la razón por la cual había querido tomar esa noche, así que no se molestó en contestar.

Su resistencia era buena y las latas se acabaron antes de embriagarse, a diferencia de sus amigos. Uno se había retirado cuando sintió que estaba por devolver toda la espuma y el otro había quedado dormido tendido en la alfombra. No podía beber con ellos como lo hacía con Kyuhyun y Minho.

Se levantó y fue hacia la ventana, la abrió de par en par, y tras varios intentos logró prender un cigarrillo.

Eran un buen complemento, ¿quién lo diría? Él no, al menos. Cuando pasaron de ser cinco a dos, Changmin se había preguntado muchas veces cómo cambiaría su dinámica. En el escenario, en los dormitorios que compartían en Japón, en la vida misma. Por ser el maknae, Yunho le había dejado salirse con las suyas tantas veces, sin embargo, su relación no había sido cercana hasta después de la separación. Es decir, habían vivido juntos por largos años, respirando el mismo aire, comiendo lo mismo y soportando las prácticas duras y las sasaengs que aumentaban según DBSK se hacía más popular. Pero no más.

Entonces había llegado el desastre…

No había visto derramar a Yunho ni una sola lágrima. Tampoco lo escuchó hablar mal de los otros tres, de sus familiares o ahogarse en su dolor y cometer actos violentos. No se lo diría a nadie, pero Yunho era mejor persona que todos ellos juntos. Y por esa misma razón era que su estómago estaba retorcido ante la idea de un reencuentro.

Apagó la colilla y antes de quedar dormido, vio que la figura de Back se tambaleaba hacia su propio dormitorio.

 

* * *

 

Changmin despertó fastidiado y se sintió todavía peor cuando en vez de levantarse y tratar de aliviar su malestar, lo que hizo fue realizar una búsqueda rápida en el Internet desde su teléfono. Como esperaba (y temía), los fansites habían sido actualizados con fotos y diferentes leyendas. Algunas eran ilusas y alimentaban la esperanza de una reunión del grupo después de la culminación del contrato de DBSK con SM; otras afirmaban que Yunho se hallaba cómodo y hasta alegre por el encuentro con Jaejoong.

—Min-ah, no hagas caso —le diría Yunho si estuviera a su lado, y Changmin rodaría los ojos con tanta intensidad que terminarían en el revés de su cabeza.

Un mohín contrajo sus facciones rememorando a Jaejoong en el discurso de MAMA al recibir el premio, cómo había tenido la cara dura de hablar de ellos cuando el mundo los estaba destrozando a diestra y siniestra. Sin evitarlo, también se recordó a sí mismo en las ocasiones que había bromeado diciendo que Hero era su “omma” y Yunho, el “appa”. Sus sentimientos se combinaron y los deseos de seguir revisando las fotos de fans y sus comentarios, quedaron en segundo plano.

Buscó un cigarrillo en la mesa de noche y arrastró una de las sillas a la ventana. Estiró las piernas para apoyar sus pies en el alféizar y suspiró. Dio una calada al tabaco y cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás.

Cuando se recuperó lo suficiente, aplastó la colilla de su Marlboro y prendió la laptop.  De nuevo entró a la cuenta de Twitter no oficial que poseía con una foto sosa y una descripción un tanto peor. No hizo falta mucho para que su timeline pasara de cero a incontables tweets y cuando los desplegó, sus ojos se abrieron en su máxima capacidad. Había más fotos de las que había mirado antes (y que esperaba, si no quería mentirse).

La imagen de Yunho parado frente a Jaejoong se repetía una y otra vez, y si bajaba las fotos, estas se hacían incluso peores… El señor Jung los observaba. “YunjaeIsBack2015”, era el hashtag que dominaba la mayoría de los tweets y no fue complicado seguir colmándose la vista de gifs, vídeos y secuencias de un medio abrazo y Yunho jugando con la sobrina de Jaejoong.

A su parecer, la injuria incrementó al ver fotografías tomadas en el festival de letreros de fans que decían “Yunjae”. ¿Acaso esas niñas tenían un cerebro funcional? ¿No sabían el disgusto que ocasionaban? Jung Yang Hyun, el padre de Yunho, no estaba entre sus personas favoritas, pero solo saber lo muy respetado y querido que era por su hijo, bastaba para que le sentara mal. Ni qué hablar del nulo aprecio que este le tenía a Jaejoong.

Un aviso emergente en su pantalla le impidió seguir. Era Kyu llamándolo. Cortó de inmediato, pero su amigo, conociéndolo como pocos, volvió a insistir.

—¿Qué? —ladró al contestar.

—Dime que te estás muriendo —fue la forma de saludar del chico—. Necesito escucharlo de tus propios labios.

—Estoy planeando un homicidio, es distinto —contestó Changmin, siniestro.

—Déjame adivinar…

—El tuyo —interrumpió Changmin y colgó entre las risotadas de Kyu.

Con pensada lentitud, se irguió y gruñó cuando advirtió que no había tomado la previsión de comprar agua mineral. Lo del homicidio no sonaba tan mal, lo admitía, sin embargo, era descabellado. Sin meditarlo estiró la mano para agarrar el teléfono y pedir servicio a la habitación. A mitad de camino recordó que estaba en un hostal donde no brindaban esa comodidad. Porque estaba en la maldita España luego de tres años y que esta vez no era con Yunho.

Soltó en voz baja una letanía de improperios en coreano, japonés e inglés, y volvió al coreano cuando falló en acordarse cómo blasfemar en chino. Los ojos le escocieron y cuando Mihawk ingresó sin anunciarse con una expresión de muerto-viviente, lo encontró en posición fetal.

—¿Qué pasa? —preguntó con ambas cejas alzadas.

—No me acuerdo insultos en chino —explicó Changmin, aparentemente inconsolable.

—¿Sigues ebrio, no?

—Sí. No… Sí.

Mihawk se sentó al borde de la cama y largó un ataque de risa que resultó chocante para Changmin.

—Eres un demonio —comentó con cierto alivio—. Llevo una media hora preguntándome si ya has visto las fotos y cómo reaccionarias.

La risa de Changmin cargada de amargura resonó por encima de la del otro. El dueño de la carcajada forzada se enderezó y aclaró la garganta.

—¿Fotos? ¿De qué fotos hablas? ¿No ves que mi chino es una mierda? —protestó un tanto descontrolado—. Llevo años aprendiendo idiomas y solo sé decir estupideces básicas. Ahora siento que todo se me atraviesa en la garganta.

Jaewon, quien había entrado justo para escuchar las risas, fue directo a la mesa baja, constatando que no había quedado ni una sola lata de cerveza.

—Las abundantes fotos Jaejoong y Yunho —aclaró Back, luego de un asentimiento corto hacia Jaewon—. Sabes que el festival es muy mediático.

—Mhm… —Changmin se levantó fingiendo seguir la conversación—. Déjame adivinar: Yunho y su ángel le dieron suficiente material a la prensa como para que yo me pegase un tiro en la frente.

—Hm, no te hagas el graciosillo —dijo Jaewon con una mueca dolorosa.

—Nunca lo soy, hyung —declaró Changmin, reuniendo lo apropiado para darse una ducha rápida.

Los otros dos callaron sin contradecirlo. El humor del cantante era seco y sarcástico. Todo el mundo en algún momento había llegado a preguntarse cómo así Yunho, que era cortés y amable, lidiaba con toda la acidez y seriedad de Changmin.

 

* * *

 

El desayuno ligero no ayudó demasiado a la resaca. Durante el trayecto a la playa (a donde iban a insistencia de Jaewon), descansó la cabeza contra la ventana y no pronunció sílaba alguna hasta que llegaron a su destino. Lo que quería era más cerveza y a Yunho. Tal vez tener una poción efectiva para curar la resaca y a Yunho. O poderes mágicos tales como rayos láser que salieran de sus ojos y poder evaporar a cierto ex-hyung suyo… y a Yunho. ¿Cuándo se había vuelto tan co-dependiente? Podía disimularlo bien, lo sabía. Cumplía sus proyectos personales con profesionalidad, actuaba y participaba en shows promocionando sus dramas en distintos lugares de Asia con aplomo. Cuando estaban lejos el uno del otro, no acosaba con (tantas) preguntas a su mánager, llamaba y mensajeaba cuando podía y resistía la rutina con la misma habilidad de siempre.

—Nadie imaginaría que eres como un niño gigante —comentaba Yunho a menudo con una sonrisa floja, en su mayoría luego de haberle cumplido su último capricho.

—No lo sé, qué más da. Ahora hyung, ¿qué hemos hablado de sacarse los zapatos al entrar a la casa?

Conteniendo un suspiro, Changmin pisó la arena con irritación. Se estaba desviando de lo principal. Jaewon, el encargado oficial de mantener al mundo pendiente de sus actividades, los hizo reunir sus manos contra el cielo despejado. Mientras subía la foto a Instagram, Changmin volvió a patear la arena.

—Eres pésimo con resaca, déjame comentarte —dijo Jaewon, sonriendo al ver los mensajes que comenzaban a llenar su cuenta y la silenció para no tener que escuchar las notificaciones. Señaló el área privada con sombrillas cerca de la orilla y caminaron hacia el lugar.

El comentario era propicio, aunque se aplicaba tanto a Back como a él. Las gafas oscuras parecían ensañarse con él cuando lejos de cubrirle de los rayos del sol comenzaron a reflejar las imágenes de Yunho con un dejo de sonrisa y Jaejoong frente a él. Sintió que la bilis irritaba su garganta.

—Creo que deberíamos de pasar el día como cualquier joven de nuestra edad —dictaminó, parafraseando lo que había dicho el día anterior. Jaewon elevó ambas cejas, ya que la edad de los tres variaba, pero Changmin sacudió una mano en el aire, restándole importancia.

—Con mujeres —sugirió Mihawk a tiempo que le sonreía a un grupo de muchachas que pasaban cerca de ellos.

—Borrachos —contradijo Changmin. Sabía que si no se entretenía (y mejor si llegaba a noquearse a voluntad), acabaría analizando todo de forma fría, volviéndose loco o volviendo locos a sus acompañantes.

—Me gustaba la idea de las chicas —insistió Mihawk mientras Changmin volvía a levantar la mano, ahora como si le diera su bendición para ello—. Todavía sigo sufriendo por la cerveza.

—Yo solo necesito licor—arguyó, trayendo a su mente el rostro del padre de Yunho que había lucido incómodo.

—Tú solo necesitas hablar con Yunho-hyung —contradijo Mihawk y Changmin lo fulminó con los ojos.

—Estos son los últimos días de vacaciones y tenemos la agenda ajetreada —intervino Jaewon, también el encargado de la organización—. Así que nada de alcohol.

—¡Pero hyung! —Changmin calló y cuadró en su cabeza qué iba a hacer. No podía llamar a Yunho, no podía viajar a Seúl repentinamente. Lo que le quedaba era disfrutar del resto del viaje. «Sí, claro», pensó sardónico. Quizá si convencía a Mihawk tendría una oportunidad…

 

* * *

 

Llegaron a Madrid con resaca renovada. En concreto, Mihawk con dolor muscular por una noche loca con una española, y a Jaewon con el recuerdo vergonzoso de haber estado gritando a los cuatro vientos que extrañaba a Musik, su gata. Changmin había logrado su cometido, aunque ahora que estaba rodeado por la fanaticada de Atlético de Madrid y sus rugidos cada vez que algún jugador se acercaba a la portería, hubiera estado agradecido de poder desenroscarse el cerebro y lanzarlo lejos.

El furor del estadio al inicio le había hecho pensar momentáneamente en Junsu y su pasión por el fútbol, pero pronto lo había desechado. Con el pasar de los meses, y luego de los años, se le había hecho más sencillo dejar atrás a la idea de Dong Bang Shin Ki como un grupo inseparable de cinco. El dinero y la codicia habían demostrado que no eran inseparables. Más sencillo, sin embargo, dudaba que alguna vez dejara de ser como piedra en su garganta… Cerró esa línea de pensamientos de pronto. Necesitaba distraerse, aparentar que no tenía el rostro en un permanente rictus de molestia.

La vibración de su  móvil hizo que el corazón le diera un vuelco y se apresurara a ver el mensaje. Era Kyu y un «¿Ya viste? Apuesto que mi asesinato dejó de tener importancia».

Decidió ignorarlo. Kyu no era santo de la devoción de Yunho, cosa rara cuando su hyung era capaz de encontrarle una disculpa a casi todo. Todo excepto al menor de SuJu. A Changmin se le había hecho ameno fantasear que eran simples celos, pero ahora le daba algo de razón a Yunho al señalarle que su amigo, enterado de la relación, disfrutaba con el cotilleo.

Un gol fue anotado por Atlético y la gente a su alrededor estalló en vítores mientras Changmin no se inmutaba.

El resto del día se lo pasaron recorriendo iglesias y diversos lugares turísticos de la ciudad. Incapaz de fingir, se mantuvo huraño y ni bien llegó al hostal en el que descansarían antes de ir a cenar, se encerró pidiendo a los otros que no lo molestaran.

—Changminnie, no sobreactúes —diría Yunho.

«Demasiado tarde», pensó Changmin.

Barajó la idea de contestarle a Kyu, pero lo que hizo fue conectar una llamada con su mánager, el que le contestó a la segunda timbrada, preocupado por si sucedía algo grave.

—¿Vas a retrasar el viaje de regreso, adelantarlo? ¿Tuviste algún accidente?

—Jooyoung-hyung, cálmate sino tendrás un ataque al corazón. Pero sí pasó algo… —Changmin contempló cómo abordar el tema y, ¿a quién engañaba? A esas alturas su mánager no se asombraría de nada—. El festival —soltó con rapidez—. Lo quiero saber todo. Todo —recalcó.

Hubo un silencio y luego un suspiro. —¿Por qué no me sorprende?

—Estuviste con Yunho-hyung, ¿verdad? Los detalles. —Una pausa—. Por favor. —Otra pausa—. Hyung.

—Yunho fue hospitalizado —empezó Jooyoung—, pero no te preocupes, fue por la gastritis y ya está bien. Se encuentra muy ocupado estos días, como podrás imaginar, soportando el calor infernal cuando le correspondía estar en el escenario. Las fans han estado tomando fotos y vídeos continuamente sin ningún percance.

—Sí, sí —le urgió Changmin, haciendo una nota mental de darle un sermón a Yunho sobre sus pésimos hábitos alimenticios y descuido sobre su salud.

—Y lo que quieres oír, sobre Jaejoong y el encuentro con la familia Jung. Fue cordial, Yunho está muy tranquilo al respecto.

Eso no le extrañaba, es más, había sido fácil de adivinar considerando la naturaleza del líder. Un silencio incómodo abrió una brecha en el hilillo telefónico y otro suspiro se dejó oír. El mánager sabía exactamente qué necesitaba saber Changmin  y nunca le preguntaría.

—Si lo que deseas saber son los detalles, te los daré, lo sabes. ¿Pero quieres que sea por teléfono?

—Mánager-hyung…

—Sabes que Yunho no buscó nada y reaccionó con fascinante entereza a lo que se le vino encima. Jaejoong aprovechó los espacios comunes y sobre todo, utilizó las circunstancias propicias para no arriesgarse a un desplante. Había cámaras y gente, así que pasara lo que pasara él, saldría bien librado. Satanizar a Yunho es algo que incluso ahora los medios hacen con facilidad.

Changmin cerró los ojos y respiró profundo. Sus puños dolían, quería aliviar aquel malestar contra la cara de Jae, era lo único que creía que podría garantizarle un poco de paz. Después de eso, la charla con Kim Jooyoung se enrumbó hacia sus compromisos agendados, y noticias relacionadas a su dorama y al lanzamiento de su primer mini-álbum como solista. Toleró lo mejor que pudo los recordatorios de las actividades y prestó atención en la medida de lo posible.

 

* * *

 

Contrario a lo que hubiera deseado, lo primero que hizo al llegar a Seúl no fue ir a su departamento y aislarse en espera a que llegara el fin de semana. La visita o llamada a Yunho para acaparar su tiempo libre con desvergüenza debía esperar. Tampoco planeó con cuidado su transporte a cualquiera de las provincias de Gyeonggi en la que estuviera Jaejoong o acribilló a preguntas a su mánager que fue a recogerlo al aeropuerto… Está bien, lo último sí lo hizo. Changmin intentó despedirse de Jaewon y Mihawk con una venia, y el último se rió dándole un abrazo corto al que siguió un acto similar con Jaewon. Ya en el auto, su histerismo salió a flote.

—¡Voy a asesinar a Kyu! —exclamó en el ambiente cerrado y Jooyoung, a su lado, inhaló hondo. Changmin dejó caer los ojos y se acomodó en el respaldo de los asientos del auto—. Conozco gente muy mierda en mi vida —bufó con más calma.

—Lindas vacaciones, ¿eh? —respondió Jooyoung mientras revisaba su correo en la tablet.

El menor abrió los ojos y le lanzó una mirada de pocos amigos.

—Lo eran… hasta que nadie fue capaz de alejar a Jaejoong de Yunho. Han pasado años sin que se volteen a ver y ahora, por arte de magia, el mundo se confabula, ¡y boom!, están juntos dándose un abrazo.

—Creo que has leído muchos reviews entusiastas de fans —declaró el mánager sin apartar la vista de la pantalla.

Changmin tragó en seco. Aquello sí que era un golpe directo al orgullo, de esos que no estaba acostumbrado a recibir, pero esta vez lo dejaría pasar.

—¿Acaso crees que era parte de un programa? —le siguió hablando—. No existe duda de que ROKA quería la publicidad de dos top idols en el festival. Pero SM no podía hacer algo al respecto. Las cosas se dieron y Jaejoong lo aprovechó, punto, ya lo dije.

—Necesito ver a Yunho —fue todo lo que expresó Changmin al cabo de un rato.

—Evidentemente —estuvo de acuerdo Jooyoung, dándole pequeños golpes en la pierna.

—Está decidido —dijo Changmin y se hundió en su asiento cruzando los brazos.

El mánager pensó que la charla estaba concluida, pero transcurrieron unos minutos en silencio antes de que Changmin otra vez demandara su atención.

—Hyung, empecemos —dictaminó.

—¿Con qué? —cuestionó temiendo lo peor.

—Lo obvio.

Joonyoung se armó de paciencia, ya acostumbrado a cuando a Changmin se le daba por querer enterarse de cada uno de los pasos dados por Yunho cuando estaban separados. Aquello ocurría en contadas ocasiones, ya que el cantante siempre optaba por ser específico y guardar en su mayoría los caprichos y rabietas para Yunho. Pero cuando el infierno que era Shim “Max” Changmin se desataba, que los ángeles los protegieran.

—Pregunta lo que quieras.

—Bien, quiero saber algunos detalles de la relación de Yunho con Jaejoong.

El mánager negó. —No puedes llamarlo así, se saludaron y ya. No es una relación de ningún tipo.

—No estoy hablando del festival, Joon-hyung —señaló Changmin, y una sonrisa de medio lado apareció en su rostro—. Hablo de su relación de años atrás.

—¿De qué relación hablas? —inquirió Joonyoung desviando la mirada.

Vivían en un país donde las homosexualidad era condenada abiertamente, muy bien lo sabía Changmin. Sin embargo, también sabía que las habladurías que corrían con amplitud dentro de los círculos virtuales (y no virtuales) eran ciertos. Lo de Jaejoong y Yunho había sido una de las relaciones más confirmadas y no oficiales de todas de las de SM Entertainment y no encontraba razón para que el mánager se pusiera así. A menos que supiera algo que él no.

—Hyung —pidió, empleando un tono suave que jamás usaba.

—No veo el caso, no entiendo qué pueda saber yo que tú no. Eres el que vivía con ellos.

—Exacto, hyung. La visión de alguien externo me servirá. ¿Cómo crees que fue su relación?, mánager-hyung.

El uso tan seguido de “hyung” era una táctica más de Changmin para obtener lo que quería. Un formalismo que resaltaba el deber que tenía el mánager para con él.

—Oh, vaya que eres maligno —comentaría Yunho si lo escuchara, sus cejas fruncidas con levedad, moviendo la cabeza y en el fondo divertido.

Changmin asintió con ligereza y trató de ubicarse dónde estaban, calculando cuánto más les tomaría llegar a su departamento.

—Changmin…

—Hyung.

Un suspiro. —Eran muy cercanos, eso era evidente para el mundo entero, ¿verdad?, como los mayores debían ser los más responsables y Yunho recurría a Jaejoong para buscar apoyo. En resumen, armonizaban bien dentro de las pantallas así como fuera de ellas. No sé por qué quieres que te diga esto.

—¿Ahora cómo los vistes? —interrogó Changmin sin darle pausa al mánager—. Hyung —añadió.

—Como te lo he repetido, Yunho se mantuvo cortés en cada una de las ocasiones en las que Jaejoong lo buscó. Ellos… ellos hablaron mucho y no me preguntes de qué porque no lo sé. —La mirada de Changmin indicaba que sabía que había más y Joonyoung, a manera de protección, volvió a concentrarse en su tablet—. También intercambiaron números telefónicos.

La boca de Changmin se cerró de forma hostil, sellando su boca para no volver a preguntar más. Cuando el auto se detuvo en la planta baja del  apartamento de Changmin no fue necesario que el mánager pronunciara sílaba; el cantante bajó de inmediato y subieron a su piso. Joonyoung acomodó el equipaje en la sala y verificó que hubiera una botella de vino tinto frío tal como Changmin siempre pedía para cada ocasión que regresaba de algún viaje largo.

—Mañana vengo.

—Gracias por todo —cortó Changmin con sequedad.

El mánager asintió, abandonando el sitio. Sabía que aquel “hyung” insistente no duraría mucho.

Changmin llamó a su familia, habló con su padre informándole de su llegada y cuándo iría a visitarlos, y después se dejó caer en su cama, una bastante inmensa para su gusto. Yunho ocupaba buena parte de esta  y tenía la manía estúpida de dormir atravesado. Se frotó las sienes, agotado y molesto. Odiaba tener tanto espacio para sí solo. Lo detestaba. Golpeó con el dorso del puño la almohada del lado que no ocupaba hasta que la tomó, lanzándola contra el espejo de enfrente. El espejo no estaba enchapado ni pertenecería a ningún mueble, por lo que perdió balance por su “ataque” y se hizo añicos.

—Es una lástima—bufó sin negar el alivio que le había producido el acto.

Asimilar la idea de una separación de más de dos años completos había sido difícil, tanto así que ni siquiera estaba seguro de poder estar afrontándolo. La división de tres y cinco había hecho que Yunho y él se unieran como nunca lo habían pensado y que eso con el tiempo mutara a un nexo más complejo, fuera de consolación mutua y la necesidad. Si bien era cierto que un comeback de DBSK después de que ambos cumplieran sus servicios militares era uno de los motivos por los que iniciaría el reclutamiento antes de lo exigido, no lo era todo.

Estar separado cuatro años en total de Yunho era totalmente impensable.

Changmin se sirvió vino, y buscó su calma y madurez dentro de él, pero al segundo vaso repleto aceptó que era en vano.

Junsu, Yoochun y Jaejoong les habían ocasionado mucho daño. Los últimos meses antes de la separación, la relación entre sus dos hyungs se había ido deteriorando visiblemente, donde antes había buen humor y bromas, se instalaron silencios incómodos y tensión. Su gira por Japón había sido exitosa y, sin embargo, seguían sin ver los productos en forma metálica. Nadie estaba feliz por ello, pero en donde los otros tres decidieron invertir en una empresa de cosméticos (por consejos de sus parientes, como lo supo luego), Yunho y él decidieron no involucrarse. El punto de quiebre fue la demanda, pero no así el punto más bajo. Los calificaron de traidores y las mentiras volaron como pólvora sin que ninguno de los otros tres desmintiera los peores agravios. Todo lo contrario, se presentaron como las víctimas de sus propios compañeros de banda y de un contrato que calificaron como esclavista.

Los meses de post-ruptura habían sido los peores de su vida entera. Yunho había pasado una temporada siendo recibido en el aeropuerto por fans que llevaban carteles que le deseaban la muerte, recordó con rencor.

Changmin caminó hacia donde reposaba su equipaje de mano, de ahí sacó su laptop y la encendió. Fue por la botella de vino y dejó la copa a un lado. ¿A quién engañaba? Servirse cada medio segundo era menos elegante que beber directo de la botella. Ingresó a su cuenta de Twitter, sabía que buscar y lo hizo. De nuevo miles de tweets aparecieron, con las fotos que se repetían una y otra vez. Se las sabía de memoria, las había analizado lo suficiente como para no reaccionar ante ellas.

Un tweet que prometía información reveladora le llamó la atención. Abrió el enlace, un vídeo con mejor sonido del que hubiera querido apareció, y lo puso a pantalla completa. Tragó saliva y observó la secuencia un par de veces sin pestañear. «Yunho-ah», decía Jaejoong. Lo volvió a poner. Cuando aceptó que era suficiente, lo que hizo fue cerrar de golpe la laptop, agarrar la copa vacía y estamparla contra la pared.

No convertiría su departamento en zona de guerra, pensó de nueva cuenta, tratando de tranquilizarse.

“Yunho-ah”, volvió a escuchar y la ira se le juntó en las entrañas. Fue a buscar otra botella, pero no llegó a su destino. Changmin se quedó en el corredor, paralizado, el mismo donde había ocurrido el primer beso que compartieron Yunho y él después de un viaje a Tokio. Para aquel entonces Yunho se había mudado alegando, para su shock, que era hora de que cada uno tuviera su propio espacio. Solo una treta boba de Changmin diciendo que estaba demasiado cansado para llegar a su cama sirvió para que Yunho lo acompañara hasta la puerta.

—Me quedaré a mitad de camino como un alma sin vida, hyung —había dicho, mitad en broma, mitad en serio—. Dormiré con la ropa del viaje y sin cubrir. Me resfriaré y mi voz se arruinará para siempre.

—Pero Changminnie… Ah, como quieras. Si quieres que te arrope lo haré, si quieres que duerma contigo también. Como sea.

—¡Hyung! —expresó en falso tono de mortificación.

El beso había sido por iniciativa de Changmin, y a pesar de que Yunho se apartó negando con la cabeza de manera rotunda, para el segundo beso no hizo nada y para el tercero abrió la boca y exploró la suya con deseo y curiosidad.

Celoso, ebrio en tiempo récord, y preocupado, así se hallaba. El pasadizo estaba oscuro y con los ojos acuosos, Changmin lanzó un puñetazo contra el muro. Sintiendo cierta satisfacción perniciosa por el dolor que se irradió en su mano, volvió a lanzar a otro.

Los besos de Yunho, a través de los años, se volvieron parte de sus placeres diarios. Creía poder vivir sin ellos, pero cuando el mayor partió al ejército se deprimió hasta llorar. Recordó el montaje de imágenes de la despedida de sus amigos y cómo lo sacó de ahí con el exclusivo propósito de perderse en sus brazos. Sabía que la separación sería difícil, pero jamás había siquiera contemplado la posibilidad de Jaejoong en la fórmula.

Caminó hacia la habitación, el “Yunho-ah” volvió a resonar en su mente y un nuevo puñetazo fue asestado, esta vez en la madera del clóset, quebrándola. La piel de sus nudillos se reventó, brindándole una satisfacción masoquista, y nuevamente lanzó un golpe. Quería la cara de Jaejoong al otro lado de sus nudillos. Quería recordarle que años atrás había renunciado a muchas cosas más que a la banda, y que los privilegios de evitar honoríficos con Yunho o añadirle los de cariño, solo le correspondían a él.

Como la madera no iba a soportar más golpes, fue a la cocina y ahora sí regresó con una nueva botella (la cual le costó abrir, incapaz de conservar el pulso). Tomó un buen trago y estudió su desastre. No, no era suficiente. Tomó un libro olvidado de Yunho puesto en el velador (meses después todavía intacto en ese lugar), lo pisoteó, y decidió volver a un muro. Recomenzó sus golpes y continuó aun cuando los músculos de los brazos le empezaron a arder por esfuerzo.

Lo único que lo detuvo fue la sensación déja vù.

Así había reaccionado años atrás con la desintegración de la banda con cinco miembros. Había batido sus nudillos contra una superficie dura en desfogue, pero la diferencia era que ahora Yunho no estaba para detenerle en su autodestrucción. Nadie lo forzaría a detenerse y luego limpiarle la sangre. No estaba su hyung para desinfectarle las heridas los siguientes días hasta que la piel se cerrara, tampoco el que, incluso años después, besara las cicatrices que se habían formado, pequeñas, insignificantes, que representaban una catarsis caótica y masoquista.

Sus ojos se volvieron a nublar, hubiese querido que fuera por el alcohol, pero los límites de Changmin estaban lejos de ser sobrepasados. Se encontraba ebrio, sí, pero no acabado. Un gruñido escapó de sus labios y se tendió boca arriba. Observó el techo y recordó lo diferente que se miraba sin Yunho bloqueándole la vista parcialmente mientras le besaba de forma juguetona, posándose sobre su cuerpo.

Pasó un buen rato sin moverse, haciendo caso omiso a la humedad en sus mejillas, hasta que con un suspiro se puso a estudiar sus nudillos heridos. Calculaba que para cuando fuera a visitar a sus padres ya pasarían desapercibidos, no así en su visita a Yunho y mejor no pensaba en las semanas ajetreadas que le esperaban… Rezongando, fue al baño a asearse, ignorando cómo las sienes le punzaban y su corazón seguía hecho un puño.

Parte de él sabía que sus reacciones habían sido demasiado viscerales, pero pudo evocar el rostro de Yunho desencajado cuando por primera vez se quebró ante él. Había soportado demasiado, los medios, los fans y la misma SM se ensañaban con el  líder. Día tras día, durante los primeros meses de la separación, Yunho iba y venía a reuniones, contestaba preguntas y guardaba sus sentimientos del mundo. Así que cuando se sentó en la sala a media luz, dejando que sus palmas sostuvieran su frente, y sollozó sin ninguna maldita lágrima, Changmin confirmó que había tomado la decisión correcta.

Estaba respaldando no solo su sueño sino a la persona adecuada.

Notas finales:

 


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