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Akuma no Game por Rebecchi

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Ni los personajes ni Kuroko no Basket me pertenecen, son propiedad de Fujimaki Tadatoshi-sensei. Yo solo los tomé prestados un momento para escribir esto.

Notas del capitulo:

Este fanfic participa en el concurso Halloween de la página de facebook 'Lo que Callamos los Fanfickers'

Ta-chan!! Esta es la primera vez que escribo algo de horror, así que... espero que disfruten de esto.

¡¡Feliz Halloween!!

~  ~

 Era ya entrada la noche, el cielo estaba despejado permitiendo a la luna y estrellas brillar con todo su fulgor. Esa luz iluminaba el camino y hacía algo más fácil el escape. Sus piernas se movían tanto como les era posible, en un intento por alejarse lo más que podían de su captor.

No había necesidad de voltearse a ver, sabía que estaba atrás suyo, pisándole los talones. Aun así miraba hacia atrás de reojo. Por momentos le parecía verlo detenerse, como dándole un pequeño rayo de esperanza al perderlo de vista.

Pero no, minutos después volvía a sentirlo detrás de él cerca, muy cerca. A veces no lo sentía detrás sino delante. Lo veía a veces a la izquierda, otras a la derecha, obligándolo a cambiar su ruta hacia el lado contrario.

Por momentos se ponía a pensar si eso tenía algún sentido, si en algún momento podría escapar de sus garras. Había estado corriendo sin saber siquiera por qué rumbos se adentraba, sin saber si se hundía más en ese lugar o si estaba llegando a la salida.

Sus pies dolían cada vez más, tanto por la carrera como por estar descalzo, sentía las pequeñas piedrecillas y ramitas incrustarse en estos. Su garganta estaba desgarrada de tanto gritar pidiendo auxilio y de tomar bocanadas de aire, que en lugar de ayudarlo solo lo empeoraban, haciendo que pronunciar palabra alguna e incluso respirar fuera una tortura.

“Es un esfuerzo inútil” le gritaba, soltando después una carcajada. “Nadie viene a este bosque. Nadie vendrá por más que grites.”

No quería creerle. No, debía haber alguien ahí, alguien que lo ayudaría. Que lo liberaría de ese suplicio que había vivido durante los últimos dos meses.

“Eres mío, Ryouta. No podrás escapar por más que corras.” Escuchó a sus espaldas. Sus piernas flaquearon, cayó pero se levantó. Sus brazos dolían, por el frío, por los golpes y rasguños de las ramas al chocar contra él. A cada paso que daba, su voluntad se veía más resquebrajada. Quizás nunca saldría de la espesura de ese bosque. Nunca volvería a ver a su familia y a la persona que amaba. O quizás sí.

A lo lejos divisó un pequeño claro, corrió hacia él con las pocas fuerzas que le quedaban. Deseaba con todas sus fuerzas que ese fuera el final, más cuando llegó se dio cuenta de que no era la salida sino el punto de inicio. Ahí, a un lado estaba esa vieja mansión de la que había escapado con tanto esfuerzo.

Lo escuchó reír a sus espaldas, había caído en su trampa, otra vez. Él lo sabía desde el inicio. Nunca lograría escapar. Por más que corriera, por más que gritara, nadie le salvaría. Cayó de rodillas, cubriendo su rostro con las manos, sollozando.  

“¿Ya te diste por vencido?” lo escuchó decir. “Es una pena, yo quería seguir jugando.”

Le había dado esperanza de escapar solo para su propia diversión. Las ramas y hojas secas crujían bajo sus botas, se estaba acercando pero ya no tenía fuerzas para moverse. Era su quinto intento de escape y terminó igual que los anteriores cuatro, exactamente de la misma forma.

Esas manos, frías como témpanos de hielo, acariciaron sus brazos. Estaba arrodillado frente a él con una sonrisa torcida en los labios.

“Nunca podrás escapar de mí, acéptalo. El mejor lugar en el que puedes estar es a mi lado.”

“Nunca me quedaría contigo Akashi, preferiría morir a hacerlo.” Era lo que siempre le decía, y al igual que las otras veces en las que le había contestado de esa manera sintió impactarse en su mejilla la helada palma de su mano.

Levantó la mirada, esos ojos bi color brillaban con intensidad, con molestia. Sin cuidado lo cargó adentro de la mansión, cerrando de un portazo tras haber entrado.

Sabía lo que le esperaba, pero a esas alturas ya no le importaba. Hubiese querido que lo matara, pero el pelirrojo parecía reacio a la idea. A pesar de haber asesinado a sangre fría a tantos, a él no quería arrebatarle la vida.

“Vendré pronto por ti.” Una escalofriante sonrisa asomó en sus labios una vez que lo lanzó sin cuidado alguno al suelo, en una oscura habitación la cual apenas contaba con una pequeña rendija que iluminaba el lugar con la luz de luna. “Alguien ha venido de visita, debo darle el recibimiento apropiado.”

Sintió una corriente helarle la columna al escucharlo decir esas palabras. Sabía lo que haría y que lo obligaría a presenciar todo el espectáculo. No quería, no quería ver morir de forma cruel a más personas, que la sangre de sus cuerpos lo manchase. Nuevamente las lágrimas brotaron de sus orbes dorados, enrojeciéndolos.

“No me gusta verte llorar, pero incluso en ese estado te ves hermoso.” Echó cerrojo a la puerta y salió en busca de la supuesta visita.

Kise ya estaba cansado, odiaba todo eso. Odiaba verlo reírse cuando sentía toda esperanza perdida, sentir sus caricias, que lo utilice para simple diversión, que lo obligue a ver como asesina a sus víctimas, pero sobre todo, odiaba estarse acostumbrando a la presencia semejante monstruo.

“¡Mátame!” gritó con fuerza, lastimando su garganta más de lo que ya estaba, haciendo resonar su voz en las paredes de su prisión. “¡Mátame de una vez!”

Estaba seguro que lo escuchó, pero debía estar ocupado con su nuevo visitante como para prestarle atención a sus palabras. Se resignó a esperar que llegara para empezar con la tortura, de seguro no tardaría mucho en hacerlo.

Y así fue. Minutos después escuchó sus pasos resonando en el pasillo, dirigiéndose a la habitación contigua.

Le parecía algo extraño, no escuchaba grito alguno de parte de la víctima, pensó que tal vez lo había amordazado o bien lo dejó inconsciente. De igual forma ya no importaba, al menos a él ya no le importaba. Solo esperaba que las torturas no fuesen tan horribles, no quería presenciar más de esas cosas pero estaba seguro que sería obligado a verlas.

Poco después los pasos volvieron a resonar hasta detenerse frente a su puerta, pronto esta se abrió y dejo entrar un halo de luz del pasillo junto a la silueta de alguien que conocía perfectamente. No lo creía, su mente debía estarle jugando una broma.

“Aominecchi…” su voz salió en un susurro. Gateó para acercarse a la figura en la puerta. “¿Eres tú, Aominecchi…?”

“Kise. He venido por ti.”

¡Era él! No tenía duda alguna. Había ido a rescatarlo, a liberarlo de las garras de ese demonio pelirrojo.

Su cuerpo se tensó al recordarlo. ¿Dónde estaba Akashi?

“Ese idiota está muerto. Ya me he encargado de eso, no volverá.” Fue la respuesta que recibió cuando preguntó por él. ¿Era posible hacerlo? Bueno, no importaba, estaba a salvo con su Aominecchi. Sintió su cuerpo llenarse de paz.

Ahora debían escapar de ahí. Como aún no se había recuperado de la carrera que hacía poco había llevado a cabo, el moreno lo cargó. Ambos estaban perdidos en medio de ese laberinto de pasillos y habitaciones. Kise no sabía bien cómo salir, siempre había terminado fuera de ese lugar por mera suerte.

 

Era escalofriante. Había muchos retratos de Akashi colgando en las paredes. Esos ojos bi color parecían seguir todos y cada uno de sus movimientos. Pero además de eso lo sentía tras suyo, esa presencia fría siguiéndolos de cerca. Pensó que debido a su encierro en tan macabro lugar ya se estaba volviendo loco, paranoico.

Por fin, después de tantas vueltas divisaron estancia principal y la puerta. Se dedicaron una sonrisa, habían logrado hacerlo. Aomine bajo a Kise para poder abrirla, pero esta no cedía. Parecía estar atorada.

Intentó e intentó pero nada, no se movía ni un centímetro. El rubio, ya algo recuperado, lo ayudó. Por fin estaban logrando que esta se entreabriera, más no lo suficiente. Siguieron intentando, un poco más y serían libres.

De pronto volvió a sentirlo, estaba tras ellos. Sacudió la cabeza sin mirar atrás, alejando esas ideas. Akashi estaba muerto, Aomine había acabado con él.

Volvió a escuchar su risa, su macabra risa. “Ya estoy alucinando” pensaba, pero al ver tensarse el cuerpo de Aomine supo que no había alucinado nada. Él realmente estaba ahí.

Lentamente se dieron la vuelta, temiendo verlo otra vez.

Y ahí estaba.

Su cuello tenía un corte profundo, Aomine casi se lo había rebanado por completo. Daba la impresión de que pronto su cabeza caería y terminaría rodando en el suelo. Una pequeña navaja estaba incrustada en su ojo izquierdo, pero este seguía como si nada. No se había reventado y lo movía con total naturalidad, lo cual les parecía hasta cierto punto asqueroso.

“¿Realmente creyeron que podían acabar conmigo de esta forma?” decía con burla, sacando la navaja del lugar en el que se encontraba. “Yo no estoy hecho para morir con este tipo de objetos. No soy tan frágil como ustedes, los humanos.”

El miedo invadió cada célula de sus cuerpos, paralizándolos mientras él se acercaba con una sonrisa pintada en los labios.

Aomine lo sabía. Su vida iba a acabar, pero la de su acompañante no.

“Te amo Kise.” Dijo antes de acercarlo y posar sus labios en los de él.

Esto no le gustó para nada a Akashi. Sus pasos aceleraron y en menos de un parpadeo ya estaba ahí, frente a ellos.

“Él es mío.” Su rostro se veía impasible, pero sus ojos reflejaban toda la ira que sentía.

“No le hagas nada Akashi.” Suplicó Kise, pero lo mandó a callar de un golpe.

Se los llevó cargando de regreso, como si no pesaran nada y es que para él así era. Lanzó nuevamente a Kise en aquella oscura habitación y echó cerrojo. Le gustaba escucharlo llorar y suplicar por la vida del moreno. Nuevamente se llevó a Aomine a la sala de torturas, y con algo de esfuerzo lo inmovilizó con cadenas a una mesa.

“Espero estés cómodo. Iré a traer a nuestro público.”

Dicho esto lo dejó ahí y salió en busca de su prisionero. A los pocos minutos volvió con él y lo ató a la pared usando los grilletes que colgaban por esta. La herida que le había hecho en el cuello ya había desaparecido.

“Dime Ryouta, ¿De qué forma debería acabarlo? Quiero sugerencias.” Al ver que no hacía más que sollozar se molestó. “¿No me dirás nada? Está bien, el castigo lo elegiré yo.”

Se puso a dar vueltas alrededor de Aomine, pensando en las posibles torturas.

“No lo hagas. Por favor, déjalo ir.” La voz de Kise fue apenas un susurro, no podía hablar bien por el ardor en su garganta y por el llanto.

Akashi curvó una sonrisa. “Sabes que nadie ha salido vivo de mi mansión salvo tú, claro, y eso no cambiará aunque me ruegues. Debemos darle un castigo para que aprenda a dejar de jugar al héroe.”

“Haz conmigo lo que quieras, pero no lastimes a Kise.” Pidió el moreno.

“¡No, Aominecchi!”

“Yo nunca le haría daño a Ryouta.”

Sabía que no debía confiar en las palabras de ese monstruo, pero le creyó. Kise por su parte no lo hacía. Luchaba por deshacerse de los grilletes de sus muñecas pero lo único que conseguía era que estos lo lastimaran.

“Ya lo he decidido. Aunque me gusta lo de ‘un clavo por cada articulación’ siempre me han gustado más los sacrificios aztecas, pero sobre todo los que eran en honor a Xipe Totec. Deberías sentirte honrado Aomine Daiki, te mataré de mi forma favorita. Serás desollado.”

Kise ahora lloraba desconsolado, no quería presenciar semejante espectáculo. “No lo hagas” repetía entre sollozos pero era ignorado. Akashi se entretenía afilando la navaja de Aomine.

Una vez que se aseguró de que estuviera con suficiente filo la empuñó y se acercó a su víctima. “Adiós” le susurró y enterró la navaja en su hombro, no muy profundo. La sacó y la volvió a meter, esta vez entre la carne y la piel de la herida, empezando a quitarla lentamente.

Estuvo así durante horas, lo hacía con mucho cuidado pues no quería que su sacrificio muriese antes de terminar. Aunque con la pérdida de sangre ya estaba en las últimas, incluso sus gritos de dolor ahora no eran más que débiles quejidos. Finalmente, después de unos cuantos minutos más de tortura, murió.

Pero eso no detuvo a Akashi, él quería terminar bien su labor. Y lo logró, lo había hecho con tal cuidado que la piel había salido casi entera.

“Mira Ryouta, ya está” decía orgulloso de su trabajo, mostrándole la ensangrentada piel de Aomine. “¿Quieres que te confeccione alguna prenda con la piel de tu amado?”

Kise enloqueció. Se retorció, haciéndose más daño aun, hasta que sus muñecas empezaron a destrozarse por los bruscos movimientos que hacía. El pelirrojo le restó importancia. Se acercó a él, riendo mientras lo hacía. Lo cubrió con la piel recién desollada y salió de esa sala. “Estoy lleno de sangre, debo tomar un baño.”

Mientras se estaba bañando escuchó golpes, no le importó pues pensó que serían las rabietas de su prisionero. Cuando estuvo de regreso se encontró con que este había estado golpeando su cabeza contra la pared y terminó por hacerse una enorme herida. La sangre cubría de carmesí sus cabellos dorados.

“¿Deseas morir?” preguntó con voz fría.

“Mátame” fue la respuesta que recibió.

“Como gustes, pero te aviso que una vez que mueras me quedaré esos hermosos ojos que tienes”

“Tómalos, de todas formas no los voy a necesitar.”

Tomó el rostro de su presa entre las manos, acarició sus mejillas y dejó un pequeño beso en sus labios. “Fuiste un buen juguete.”

Sin más rompió su cuello, con tal fuerza que incluso le arrancó la cabeza. Tomó de esta sus ojos y se los llevó. Tendrían un bonito lugar en su habitación, en su mesita de noche, dentro de un frasco junto a los esmeraldas de su anterior víctima.

“Y eso que acababa de tomar un baño” suspiró al verse cubierto de la sangre del rubio. Aunque le gustaba.

~  ~

“¿Escuchaste? Encontraron los cadáveres de los dos jóvenes que desaparecieron y estaban en tan mal estado que nadie quiere acercarse.”

“Dicen que fueron raptados por el demonio” Cuchicheaba la gente del pueblo. Habían encontrado el cadáver de Aomine desollado y el de Kise decapitado, con la cabeza en medio de ambos, las cuencas vacías y el cuerpo lleno de moretones y raspones.

“Que tragedia” suspiraba con pesar un joven de inexpresivo rostro, cabello y ojos celestes.

“Si… debes tener cuidado Kuroko, no me gustaría que algo así te pasara” decía un joven de cabello rojizo y cejas divididas mientras abrazaba el frágil cuerpo del chico inexpresivo.

“No te preocupes, Kagami-kun. No me pasará nada” aseguró el joven.

Desde la rama de un roble cercano los observaba, sin ser visto, cierto demonio pelirrojo. Ya era hora de comenzar el juego nuevamente y había encontrado a su próximo juguete. Solo esperaba que este pudiera divertirlo más tiempo.

Notas finales:

Yaiiii xD

De alguna forma me divertí haciendo esto :'3 jajajajaja soy una enferma [?] Ok no

Me gustaría que dejaran review con sus opiniones y/o críticas. Quisiera saber que tal les pareció.

Besos, bye bye


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