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El anillo del emperador. por AkashiMAiray4

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Notas del fanfic:

Los personajes de este One-shot escrito por mí, no son míos, pertenecen a Tadatoshi Fujimaki junto a la Editorial Sh?eisha en el Manga; y a Shunsuke Tada junto al Estudio Production I.G en el Anime.  

Notas del capitulo:

Este O-S fue escrito gracias a un lectura de un libro que tuve en el colegio, esa lectura es de hace años. Me dio curiosidad escribirla, pero al modo Yaoi, así que, créditos a un tal ¿Kalidisa', el verdadero autor (o que sé yo).

Digamos que es una adaptación... o algo así, por lo que no es todo completo, pero bueno, así está en el libro de Primaria, sí, era el libro de Primaria.

Bueno, no hay nada más que decir, que comience la historia. 

 

"Hay en la India, al pie del monte Himavat, un bosque sagrado donde viven los hombres más sabios.

 

Un día, el joven príncipe Murasakibara Atsushi, descendiente del reino de la Familia Murasakibara, llegó de exploración al santo lugar en su veloz “carro”, persiguiendo a un conejo blanco de ojos rojos.

 

De pronto oyó voces y risas masculinas en un bosquecillo y se puso a observar entre el follaje. Era el hermoso príncipe Akashi Seijūrō, descendiente del muy conocido reino de la Familia Akashi; que con otros príncipes regaban las plantas. Atsushi al verlo olvidó su palacio, olvidó el conejo que hasta ahí lo había llevado y su corazón tembló de amor.

 

Luego, adelantándose, se presentó a los príncipes que al verlo quedaron por un momento turbados. Pero la delicadeza y ternura de sus palabras los tranquilizaron, y le ofrecieron un plato de leche, arroz y frutas, como signo de hospitalidad.

 

Varios días permaneció el príncipe Atsushi con los sabios de la montaña sagrada. Su corazón adoraba a Seijūrō. Y, al fin, un día le confesó su amor, pero éste se lo hizo saber de una forma diferente, como un amor “salvaje”. Esa noche ambos príncipes unieron sus cuerpos para formar uno solo. Se dejaron querer uno por el otro, lo hicieron varias veces, pero cada una les hacía sentir como si sólo fuese su primera vez, esa pasión y amor que sentían ambos, que al parecer, era mutua.

 

Pero como siempre, llegó el día en el que Atsushi tuvo que despedirse para regresar a su reino, junto a su familia. Pero no sin antes despedirse cómodamente de Seijūrō.

 

- Ne ~ Aka-chin, toma mi anillo de oro, tierno esposo mío. En él está grabado mi sello y escrito mi nombre. Cuenta una letra por cada día y cuándo todas las letras hayan sido contadas deja el reino de tu padre y ve a mi palacio.

 

Después de aquellas palabras, el más alto le dio un tierno beso al dueño de su corazón, el cual correspondió con una sonrisa cálida y llena de tranquilidad. Y así fue la despedida de Atsushi y Seijūrō.

 

Largos eran los días de espera. Seijūrō estaba triste sin su amado príncipe de cabellos morados, contando día por día las letras del anillo.

 

Un día, Seijūrō, absorto en sus recuerdos, olvidó los deberes de la hospitalidad y no atendió al ermitaño Nebuya Eikichi que llegó al reino cansado, sediento y muy, pero muy hambriento. Y el ermitaño, ofendido, lanzó su maldición contra el príncipe pelirrojo, diciendo:

 

- El príncipe del otro reino no se acordará de Seijūrō, como el hombre ebrio no recuerda sus palabras del día anterior. Sólo el anillo nupcial le devolverá la memoria. ¡Ay de Seijūrō si pierde su anillo!

 

Pero Seijūrō estuvo tan sumergido en sus pensamientos y recuerdos, que no oyó la maldición que le dijo el ermitaño.

 

Cuando el día de la promesa llegó, Seijūrō fue al río Ganges a bañarse, y el destino cruel le arrebató el anillo sin darse cuenta y con él se hundieron, entre la espuma, los recuerdos de Atsushi. Luego los príncipes más cercanos al reino de la Familia Akashi, engalanaron a Seijūrō y peinaron sus hermosos cabellos rojizos. El sabio príncipe Midorima Shintarō, descendiente del reino de la Familia Midorima y mejor amigo de Seijūrō; lo bendijo y dirigió sus palabras al bosque, diciendo:

 

- ¡Árboles sagrados! El que no quería beber mientras ustedes no habían bebido; el que, gustando de adornarse, no cortaba por miedo a herirlos ni una sola de vuestras flores, Seijūrō, se va al reino de su futuro esposo. ¡Denle todos vuestro adiós!

 

Y entonces ocurrió un extraordinario milagro. Un árbol produjo un hermoso atuendo de lino, blanco como la luna; otros, destilaron resinas para perfumarlo; otros, le tejieron coronas de hojas y flores de color morado con rojo. Y el cuclillo del bosque cantó diciéndole adiós a Seijūrō.

 

Ya se retiraba el príncipe Atsushi de su concejo, cuando le anunciaron que dos de sus amigos príncipes llegaban al palacio conduciendo a un bello príncipe pelirrojo. Atsushi, respetuoso de los habitantes del bosque sagrado, los hizo pasar interrogándoles sobre el motivo de su llegada.

 

- Venimos a traer al príncipe Seijūrō a la casa de su futuro esposo. He aquí, ¡oh príncipe Atsushi!, a tu prometido, el príncipe Akashi Seijūrō.

 

- ¿Y bien? –contestó Atsushi echándose a reír levemente–. ¿Qué juego es este? Yo no he visto en mi vida a este lindo príncipe, ni he oído su nombre.

 

Pero como sus amigos príncipes no le acompañaban en su risa y le miraban muy serios, Atsushi dejó de reír (aunque sea levemente). Se acercó a Seijūrō, contemplándolo largamente sin reconocerlo, pero se conmovió por su belleza, su sonrisa inocente y sus ojos bicolores.

 

- ¡Hermoso príncipe! –dijo Atsushi con ternura– ¿Qué pruebas puedes darme de que eres mi prometido? ¿Tienes en tu dedo mi anillo nupcial?

 

Seijūrō, con un leve gesto de alegría, fue a mostrarle su anillo, pero entonces se dio cuenta de que no lo tenía. Y dos lágrimas temblaron suspendidas por sus suaves mejillas. Luego el príncipe Kise Ryōta, compañero de la infancia de Atsushi, lo acompañó hacia la salida del castillo, dónde lo esperaban los príncipes amigos del pelirrojo.

 

Atsushi, conmovido por el dolor de Seijūrō, llamó a su consejero y mejor amigo, el sabio príncipe Himuro Tatsuya, que sabía encontrar la verdad entre las mentiras. Tatsuya respondió:

 

- El príncipe Akashi Seijūrō va a tener dos hijos. Espera, ¡oh Atsushi! Si al nacer ambos niños tienen en su mano, derecha e izquierda respectivamente, grabada la figura de un anillo, las profecías se habrán cumplido y los niños serán hijos tuyos.

 

Los amigos del príncipe pelirrojo tomaron el camino de regreso al bosque, dejando a Seijūrō que quería regresar a su hogar. Entonces, el joven pelirrojo huyó del palacio de la Familia Akashi, lleno de dolor y vergüenza.

 

Un día, los guardias del palacio apresaron a un joven pescador, cuyo nombre era Kiyoshi Teppei, porque tenía un anillo de oro con el nombre y el sello del príncipe Murasakibara Atsushi.

 

En el acto de arresto, Teppei reveló que la joya la había hallado en el estómago de un pez caído en sus redes en el río Ganges.

 

El joven Atsushi tomó el anillo y al contemplarlo, su corazón latió apresuradamente. Y las escenas del conejo blanco, de su encuentro con Seijūrō y su juramento, volvieron a su mente.

 

Pero nadie había vuelto a ver al príncipe pelirrojo, pese a que cientos de soldados le habían buscado durante días. Atsushi lloraba de dolor y de arrepentimiento, un año, otro año, y así sucesivamente.

 

Vino la guerra y después de una cruenta batalla, al internarse en un bosque, vio a unos hermosos niños que jugaban con un cachorro de león. El príncipe Atsushi, asombrado por la valentía de los niños, se acercó a ellos mirándoles conmovido. Como no tenía hijos, siempre que veía a un niño, se llenaba de ternura y tristeza.

 

Tomó una de las manitas de ambos niños y vio grabada en su mano derecha e izquierda respectivamente, la figura de un anillo. Y Atsushi, abrazándolos lleno de ternura, les dijo:

 

- ¿Quiénes son ustedes, hermosos niños, que parecen hijos de los dioses?

 

- Somos nietos del rey de la Familia Murasakibara –respondió el hijo mayor, orgullosamente–.

 

- Nuestro padre es el príncipe Murasakibara Atsushi –agregó el hijo menor–. A quién nunca conocimos.

 

Entonces apareció Seijūrō, con el mismo rostro bello y sus ojos bicolores, la misma cálida mirada y su piel blanca como la nieve. Incluso era aún más hermoso, como cuando Atsushi lo conoció.

 

El príncipe Atsushi se puso de rodillas para llegar a su estatura, besando su delicada mano y pidiéndole perdón. Luego puso nuevamente en su dedo el anillo nupcial. Y en el "celeste carro" que los dioses les enviaron, conmovidos por tan enorme muestra de amor, volvieron los cuatro a formar un solo reino, del cual estaría lleno de paz y amor."

 

Notas finales:

¡Gracias por leer!

Espero les haya gustado.

Y no, no hay más capítulos. :(


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