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Esta hubiese sido nuestra primera Navidad por Adriana Sebastiana

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Notas del fanfic:

Felices fiestas a todos.

Merry Christmas & Happy New Year.

Es un nuevo fanfic de mi serie. La vez anterior fue muy corto, este no lo será. Espero que lo disfruten.

Quería escribir algo "Trágico", pero mi consciencia me dio un golpe y reaccioné. En todo caso, lo haré con otra historia. Me da pena matarlos o hacerles sufrir.
Muajajaja, pero algún día lo haré, quizás no hoy, ni mañana... ni este año >_< simplemente, algún día.

Este One-Shot es una continuación a MI AMADA CONTRADICCIÓN, mejor dicho. Todos los fics que publique bajo mi serie "VERDES EXPERIENCIAS" tendrán una cronología. Escribiré lo que se me ocurra. Todo se desarrollará en el mismo universo. Cada cierto tiempo subiré algo para esta serie.

Ya no los canso más, y adelante.

Disfruten mi regalito de Navidad.

 

TODOS LOS PERSONAJES DE KUROKO NO BASKET SON PROPIEDAD INTELECTUAL DE TADATOSHI FUJIMAKI-SENSEI.

Esta hubiese sido nuestra primera Navidad

 

Capítulo Único [ONE-SHOT]

Los villancicos en una de las esquinas del centro, la escarcha cayendo del cielo con parsimonia, los muérdagos bajo cada arco de carmín y blanco, los colores llamativos que indicaban todo el glamour de la época. Tantas cosas que apuntaban a lo mismo: Navidad.

 

Un par de muchachas con trajes de duendecillos verdes corrían de un lado al otro, llevando y trayendo obsequios forrados con cintas de colores brillantes. El tan solo respirar ese aire cálido era acogedor. No importaba el lugar, ni la hora… ni nada. Aquella vibra se sentía con tanto ímpetu. Kuroko Tetsuya sonrió con dulzura al contemplar lo que le rodeaba. Estaba solo, bajo un pino sintético con cientos de luces LED de color azul. Sus guantes eran grises y tenían un par de líneas en zigzag como diseño. Frotó sus manos con un poco de prisa. El estar de pie era agotador. Hacía frío, bastante. Y, aun así, no le importaba. No se movería de su lugar hasta que él llegue.

 

El reloj marcaba las nueve en punto de la noche. La hora de su encuentro había pasado hace mucho. ¿Era momento de darse por vencido?

 

Ambos habían empezado a salir desde hace un mes y un par de semanas solamente. Era muy pronto como para afirmar la formalidad de su relación, pero, aun así, ambos la sentían duradera. Su amor era puro, sin ataduras. A pesar de la notoria tardanza de uno de ellos para esa fecha tan importante.

 

De: Kuroko Tetsuya.

Para: Midorima Shintarô

Te esperaré en la cafetería “Sweet Melody” que está frente a la estación. No tardes.

 

Enviar.

 

Estaba tardando demasiado… ¿Qué pudo retenerlo?

 

El peli celeste suspiró, y sin muchos ánimos entró al local y se sentó en una mesa que tenía vista al exterior. Esperó a que le tomarán la orden: una taza de chocolate caliente. Observó todo el establecimiento, y sonrió con melancolía, como quisiera disfrutar esa calidez con su Shintarô.

 

Hoy sería el día, o, mejor dicho, la noche, en que empezaría a llamarlo de ese modo. Se sonrojó de solo pensarlo. Pero quería saber cómo se sentía. Tenía un lindo nombre, ¿por qué no usarlo? Seguramente, y con algo de insistencia, él haría lo mismo con él. Seguramente, sí… seguramente, sería su Tetsuya.

 

We wish you a Merry Christmas.

We wish you a Merry Christmas.

We wish you a Merry Christmas.

And a Happy New Year.

 

El coro en vivo dejó de cantar. Las personas sonreían a sus acompañantes. La mayoría de ellos estaban acaramelados con su pareja. No era agradable verlos, una ligera envidia le carcomía el corazón.

 

Seguiría esperando.

 

—Señor, disculpe las molestias, pero vamos a cerrar el local. —interrumpía un joven apuesto con disfraz de reno.

 

—¡Oh! Ya me iba. Gracias. —respondió Kuroko, apenado.

 

¿Por qué no llegaste, Shintarô?

 

—Feliz Navidad, y Próspero Año Nuevo. —sonrió cálidamente. Y esperó hasta que su último cliente haya salido de la cafetería para apagar las luces y cambiar el letrero de la entrada por “Cerrado”.

 

—Supongo que no tengo de otra que regresar a casa. —suspiró, y volvió sobre sus pasos a la estación que lo llevaría de vuelta.

 

El reloj marcaba las 23:59 y un espectáculo de fuegos artificiales iluminaba el gélido cielo nocturno de rojo, verde y dorado. Los bellos orbes de Kuroko observaban el espectáculo, entre fascinados, tristes y molestos. ¡Cómo quería ver a su novio! ¡Él le había citado allí en primer lugar! Y ahora no contestaba. Ni los mensajes, ni las llamadas, nada.

 

¿Acaso hice algo mal?

 

No era momento, mañana se lo preguntaría y asunto arreglado. Si tenía que pedir disculpas lo haría, y volverían a ser felices como siempre. O eso es lo que esperaba.

 

 

24 de diciembre.

7:45 p.m.

 

Midorima estaba cerca de llegar a su destino. Las luces del centro le indicaban que a solo tres cuadras su peli celeste le esperaba. Pero las prisas, y todo en general, estaban en su contra.

 

Habían quedado en reunirse a las ocho en punto. Y siempre era bueno llegar con unos minutos de anticipación. Todo caballero lo sabe, y él no era la excepción a la regla. Su mano vendada llevaba con cariño una cajita celeste con un lazo verde esmeralda.

 

Takao le había ayudado a escoger el regalo. Algo simple, pues Kuroko no era muy afín a objetos costosos o muy llamativos. Tampoco quería darle un anillo, o alguna joya. Era demasiado pronto para eso. Le habría resultado imposible escoger algo adecuado sin la ayuda de su amigo. Sí, le consideraba un amigo, uno muy bueno, a pesar de que nunca se lo diría.

 

Así que… ¿cuál era el obsequio?

Es una sorpresa.

 

La nieve era ligera, y caía lentamente sobre el paisaje de Tokio, provocando que las calles se volvieran resbalosas, así como las aceras para los descuidados transeúntes.

 

El semáforo cambió de color, y Midorima no esperó mucho para cruzar la calle junto a otras personas más, envueltas en capas de ropa, al igual que él. Faltaba cada vez menos. Pronto se perdería en la mirada cristalina de su Kuroko.

 

—¡¡¡CUIDADO!!!

 

Un grito, y otros más. Un joven de cabellera verde y anteojos no respondió a tiempo. Estaba ensimismado, en él, en su pareja, en el rumbo que tomaba su relación. Fue un grave error.

 

Una camioneta blanca no pudo frenar a tiempo por el mal clima, solo fueron unos metros, los suficientes… como para provocar un daño irreversible a la vida de este joven. La multitud se reunió. Unas muchachas chillaban de espanto, las personas mayores se apresuraron a llamar al servicio de emergencias que se demoraba en contestar en tan festiva noche.

 

—Kuroko —susurró el muchacho enamorado, sintiendo como su cabeza palpitaba y de ella salía la sangre a borbotones. “Espero volver a verte”.

 

24 de diciembre

10:36 p.m.

 

—El joven Midorima Shintarô está estable. No hay fracturas en sus extremidades, ni en su pecho o columna. Solo el hueso parietal sufrió los daños del choque. Aunque tampoco nos referimos a una fractura.  Es algo superficial. Esperaremos hasta que despierte para evaluarlo. —el médico se marchó con la mirada afligida. Era muy doloroso ver a esos padres tan preocupados en una noche como aquella. De todo corazón, esperaba que no le sucediera nada.

 

—Amor, debemos avisarles a sus amigos. A Tetsuya. —insistía el padre. Su cabello era verde al igual que el de su hijo, pero sus ojos eran grises y profundos. Era alto, casi tanto como su retoño, y tenía la distinción de un hombre de clase alta.

 

—No… no quiero hacerlo todavía. Sé que soy egoísta, pero no quiero… ¡No quiero que estén en un hospital en Nochebuena! —sollozó en el hombro de su esposo. Su melena revuelta indicaba su pesar. Estaba desesperada. Una madre nunca está preparada para recibir una llamada como esa. Su Shintarô… ¿por qué él? Su delicado cuerpo temblaba. Se sentía miserable e incomprendida. Quería ser la única que sufriera, quería evitarles ese dolor a todos sus allegados. Pero era imposible, y lo sabía.

 

—Amor, será mejor que regreses a casa y acompañes a nuestra hija. La dejaste muy preocupada. —la besó en la frente y la calentó con un abrazo. —Ve, querida. Yo me quedaré con Shintarô. Si despierta, te llamaré.

 

—Gracias… —susurró cerca de su oído y se alejó lo suficiente como para posar sus ojos esmeraldas en los de su compañero de toda la vida. Él revolvió su melena chocolate y se despidieron con una sutil sonrisa. “Todo saldrá bien, nuestro hijo es fuerte”.

 

 

25 de diciembre [NAVIDAD]

 

Amaneció. El cielo estaba nublado y la nieve del día anterior se había derretido por completo. No era demasiada como para acumularse… la suficiente como para hacer resbalosas las calles y las aceras.

 

Kuroko abrió los ojos con pesadez. Casi no había podido dormir. Sus padres estaban fuera en una cita de Navidad. Confiaban en que su hijo se la pasaría igual de bien con el escolta de Shutoku.

 

El sol estaba cubierto por una espesa niebla, por nubes… por todo. No era una “Feliz Navidad”, y Kuroko lo sabía. Era extraño no saber nada de él. No era de muchas palabras, pero tampoco esperaba eso… su corazón le dolía, solo quería verle a los ojos y fundirse en un abrazo.

 

Miró su teléfono de nuevo, y nada. Le llamó, y dejó varios mensajes. Los minutos transcurrían y no tuvo de otra, más que salir en su búsqueda. Tendría que estar en su casa.

 

Una vez frente a la puerta de la familia Midorima, respiró hondo y apretó el botón del timbre. Esperó un par de segundos, y escuchó una voz al otro lado.

 

—Buenos días. Estoy de salida. No puedo atenderte. Lo siento. —se escuchaba distante, fría, sin energías.

 

Kuroko lo sabía. No era nada bueno.

 

La madre de Midorima Shintarô, la señora de la casa, era muy alegre… al contrario de los varones. Se mantenía fresca y siempre dispuesta a dar algún consejo a los demás.

 

—No importa, la esperaré. —no quería preguntar por su novio. Era extraño llamarle Midorima-kun en su casa, sin embargo, no podía evitarlo. Quería que fuera él, el primero en escucharle llamándole por su nombre.

 

—Ku-kuroko-kun. Shintarô… —se cortó la comunicación, dejando al joven de orbes celestes con la duda en el pecho. Y, sobre todo, con un frío glacial recorriéndole los vasos sanguíneos.

 

Se escuchó un leve movimiento en el interior, y en unos segundos la puerta se abrió.

 

—Kuroko-kun. Cojamos un taxi, tenemos que llegar pronto al hospital. —pronunció débilmente la madre de familia. —Lamento no habértelo dicho antes. Discúlpame.

 

—¿Qué sucedió? —preguntó el de orbes celestes, angustiado. Incluso su inexpresivo rostro se desfiguró. Parecía una pesadilla.

 

—A Shintarô lo arrolló un coche ayer en la noche. Tiene una lesión en la cabeza y perdió abundante sangre. Le cogieron siete puntos a la altura del parietal. Pero está fuera de peligro… sin embargo, aún no despierta… o, mejor dicho, recién lo hizo. ¡Espero que mi bebé esté bien! —una lágrima se escapó por sus apagados ojos y retomó la conversación. —Mi esposo dijo que estaban haciéndole unos exámenes. Nunca se sabe que podría pasar con un golpe como ése.

 

—Ya veo… —dijo Kuroko con la mirada baja y el corazón roto. Ya no importaba nada, solo él y su bienestar. Solo quería verle y saber que estaba bien, que solo fue un accidente del que se recuperaría. Que, en unas semanas, e incluso días, volverían a verse a los ojos, sonrojarse y estrechar sus manos cuando estén a solas.

 

—Lo siento, Tetsuya. —replicó la dama muy seriamente. —Debí decírtelo de inmediato. Fui egoísta. No quería arruinar sus festividades. —tomó aire y continuó —Puedes llamar a sus amigos. También tienen el derecho de saberlo.

 

Kuroko la miró, y sus ojos se inundaron de lágrimas. Era la primera vez que lloraba por él… y nunca lo olvidaría. Podía palpar la culpa y el sufrimiento de la mujer sentada a su lado. Podía palpar el suyo propio. Ambos compartieron una mirada cómplice. “Shintarô es un muchacho fuerte” y se perdieron en el paisaje urbano que los rodeaba.

 

 

—Querida… Kuroko-kun. —saludaba serio el hombre de verde cabellera y ojos grises.

 

—Buenos días, Midorima-san. —hizo la reverencia y tomó la misma postura que los demás en la sala de espera. —Ya llamé a Akashi-kun. Él se encargará de comunicárselo a los demás. —divagó un poco, y volvió a lo importante. —¿Puedo verle?

 

—Por supuesto. —sonrió amargamente. —Él no quiere hablar con nadie. No ha pronunciado palabra desde que despertó, y no parece intentarlo.

 

Kuroko parpadeó un par de veces y se escabulló en la habitación en la que tenían internado a su amado. Era espaciosa, las paredes tenían un delicado color anaranjado, y un par de plantas estaban situadas en cada esquina.

 

—Midorima-kun…

 

El muchacho en cuestión llevaba una venda en la cabeza y su mirada estaba perdida en la ventana que tenía a su costado. No se movió, era como si nunca hubiese escuchado el llamado del peli celeste.

 

—Midorima-kun… —repitió, ahora colocándose frente a él.

 

—…—la presencia de Kuroko parecía molestarle. Miró hacia otro lado, indiferente.

 

—Midorima-kun, di algo por favor. Todos estamos muy preocupados por ti. —y nuevamente se colocó frente a él.

 

—¿Quién eres tú? —replicó con frialdad. Su mirada esmeralda no mostraba ni una pizca de cariño.

 

—Soy Kuroko Tetsuya, ¿no me recuerdas? —pronunció con ligera angustia el menor.

 

—No.

 

—¿Y a los demás? A tu padre, o a tu madre. ¿No los recuerdas?

 

—No precisamente, pero nos parecemos. Es evidente que fuéramos familia. —se acomodó los anteojos con un poco de dificultad.

 

Nunca cambiarás esa parte de ti, ¿verdad?

 

Kuroko sonrió con nostalgia.

 

—Dime, ¿quién eres? —preguntó con desdén. Ese peli celeste frente a él lucía muy débil y pequeño. Era tan delicado que apenas parecía un chico. Y de buenas a primeras, no era la gran cosa. —¿Qué eres para mí?

 

—Soy tu novio, Midorima-kun. —soltó aquella frase sin pelos en la lengua. El oji verde no podía creérselo.

 

—Eso no puede ser, es imposible. ¿Cómo puedo salir con alguien como tú? ¡Me estás tomando el pelo! —bufó.

 

—Es la verdad. No tengo motivos para mentirte.

 

—Imposible. —miró a otro lado, ofuscado. ¿Cómo podría salir con ese escuincle?

 

Sin embargo, y sin razón aparente, su corazoncito empezaba a latir con fuerza. Ese mocoso de orbes cristalinos… ¿estaba diciendo la verdad? ¡Patrañas! Pero… pero…

 

—Midorimacchi~ —saludaba un rubio llorón. Corrió hasta la camilla y miró a Midorima con los ojos afligidos. —¿Te encuentras bien?

 

Kuroko se calló. Y mantuvo la mirada en el piso. Solo el paciente de la habitación se dio cuenta.

 

—¡Oi, Kise! No seas tan ruidoso. Que no ves que se acaba de despertar. —irrumpía un moreno de cabellera azul. —Midorima, ¿estás bien? Vinimos tan rápido como pudimos. —a su manera, Aomine estaba auténticamente preocupado. —Hola, Tetsu. —se acercó al más bajo y apoyó uno de sus brazos en sus hombros. Como antes, en Teikô.

 

Kuroko solo respondió al saludo con monotonía, seguía con la mirada fija en el piso.

 

¿De verdad no le recordaba?

 

—No sean tan ruidosos. Aomine, Kise. Debemos dejar que Midorima descanse apropiadamente. —intervenía un pelirrojo de ojos carmín. —Kuroko, ¿sabes algo?

 

—Creo que tiene amnesia. —se limitó a decir, afligido.

 

¿De verdad no le recordaba?

 

Todos se callaron. Le miraron y sintieron compasión. Ambos eran una pareja ahora, y él debía estar sufriendo más que nadie en ese momento.

 

—¿No nos recuerdas, Midorimacchi? —preguntó el rubio de Kaijô.

 

—No creo recordar a una persona tan escandalosa como tú.

 

—Entonces es cierto. —replicó el Emperador. —Murasakibara no pudo venir hoy. Akita está bastante lejos. Pero me aseguraré que llegue en estos días…

 

—Tú… —pronunció Midorima con el ceño fruncido.

 

—¿Qué? ¿Me dices a mí? —respondió escandalosamente Aomine. El peli verde asintió. —¿Qué sucede?

 

—Aléjate de él. —ahora su mirada señalaba al pequeño peli celeste.

 

Aomine obedeció en seguida. Apenas se había percatado que estaba abrazando a Kuroko.

 

—No seas tan celoso, Midorima. Tetsu es un buen amigo mío, de todos, de hecho. Pero más mío. —sonrió con suficiencia. Y recibió un golpe en el estómago por decir tantas tonterías.

 

—No lo digas de esa manera, Aomine-kun. —se limitó a responder.

 

Los demás rieron un poco, incluso Akashi tenía un gesto sonriente. A pesar de la pequeña tragedia. Parecía que todo volvería a la normalidad.

 

—Midorima, pronto nos recordarás. Sobre todo a Kuroko. —fijó su penetrante mirada carmesí en el de anteojos. —Puede que tu memoria esté estropeada, pero no tus sentimientos, y lo sabes. Solo será cuestión de tiempo. —giró la cabeza en otra dirección. —Y tú, Kuroko, sé paciente.

 

—Lo sé, Akashi-kun. —y sonrió genuinamente. El peli verde, quien no podía apartar sus ojos de esa delicada criatura se sonrojó casi de inmediato y posó la vista de nuevo en la ventana que tenía a su costado.

 

¿De verdad fuimos pareja?

¡NO! Somos… somos novios.

 

Bajo la ventana estaba una silla de madera con algunas cosas sobre ella. Algo pequeño le llamó la atención, una cajita de color celeste con un lazo verde esmeralda. La observó por un largo rato. ¿Qué tendría dentro?

 

—Midorima-kun. ¿Necesitas algo? —preguntó con dulzura Kuroko.

 

—No, nada. —sentía que ya no le podía mantener la mirada. Inmediatamente sus nervios le traicionaban.

 

—Está bien. —suspiró. A pesar de haber perdido sus recuerdos, no… mejor dicho, haberlos confundido o guardado bajo llave. Su tsunderismo era inherente a su esencia. Sonrió de nuevo, provocando otro sonrojo en el más alto. Acto que no pasó desapercibido para Akashi, quien todo lo ve y todo lo sabe.

 

—¡Moo~! Pero si hay un obsequio muy lindo. ¿Qué habrá dentro? —interrumpió Kise con su desbordante entusiasmo. El peligro había pasado. Y se sentía bien. Haría todo lo posible para que su amigo le recordara. ¡Lo iba a conseguir! ¡Seguro! —Un obsequio de Navidad para Kurokocchi~ —dijo, pícaro.

 

El aludido se sonrojó, mientras que Midorima permanecía estático, a la expectativa. Después de todo, no lo recordaba.

 

Kise tomó la pequeña muestra de cariño en sus manos y leyó en voz alta la nota.

 

De: Shintarô

Para: Tetsuya

 

Merry Christmas!

 

El rubio se sonrojó, nunca había pronunciado sus nombres así, sin sufijos ni nada. Kuroko era otra historia, estaba peor. Parecía una olla de presión. Aomine con su incapacidad para detectar romanticismo en el aire, miró a los demás, sorprendido. Akashi sonrió, y Midorima se coloreó como un tomate.

 

Así que sí era un regalo para él.

 

—¿Y qué es? —Ryôta movió la caja y nada sonaba. El papel tenía unas manchas de sangre, pero no importaba. Era una pequeña secuela del accidente. —¿Puedo verlo?

 

—…—

 

—¡Oh! No, no, no… Kurokocchi tiene que abrirlo. ¡Vamos! ¡Tengo mucha curiosidad~!

 

—Supongo que, si es para mí, está bien. —su débil sonrojo, sus labios delgados, sus ojos celestes como un cielo de verano, su nívea piel de porcelana, sus delicados cabellos y rasgos… todo en él. Ahora no parecía un chico cualquiera, un escuincle insignificante… había adquirido la naturaleza de un ángel.

 

Necesito recordarte, Kuroko Tetsuya.

Necesito saber todo de ti.

 

La mirada esmeralda se conectó con la celeste. Todo fue ida y vuelta entre ambos colores. Algo había en esos dos.

 

Kuroko tomó el pequeño presente en sus manos y con cuidado, aflojó el lazo y separó la cinta de la caja. Levantó la minúscula tapa, y miró el interior.

 

Un colgante para celular. Tenía la forma de un batido de vainilla. Era idéntico al que vendían en el Maji Burguer.

 

Los ojitos del menor se aguaron. Ese gesto le había conmovido. Sonrió, y le dedicó esa expresión a su amado. Él le miraba perplejo.

 

—Tetsuya. Necesito recordar todo lo que hicimos juntos. —habló sin rodeos. Con una convicción inquebrantable. Kuroko le contempló, de nuevo, como casi siempre hacía y se sonrojó levemente, como un buen enamorado al escuchar su nombre por primera vez de los labios de su amante.

 

—Por supuesto, Shintarô. Lo harás.

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por su lectura.

Nos vemos, seguramente, el próximo año.

No sé que será de mí en este feriado, si saldré o no. Así que tal vez no suba las actualizaciones de mis otros fanfics. Pero si no pasa nada, será normal, como siempre.

 

Cuidense, muchos besos. Y éxitos en este nuevo año...

 


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