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Bajo la Luna por MikaShier

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─ ¿Dártelo?

 

Su voz sonó incrédula y su cara decía lo que su boca negaba. Gou sabía que, de tenerlo, Rin no le daría a su hijo. Lo conocía. Era terco y algo impulsivo. Ella era consciente de que su hermano necesitaba un buen empujón. Rin podía tener una familia, solo debía aceptar la realidad. Él podía ser feliz de nuevo, junto a su hijo.

 

Entendía el miedo que había en él. Rin estaba pasando por un pésimo momento. Su vientre se expandía, guardando dentro una nueva vida cuando él no debería tener la capacidad de procrear. Pero no era malo y no significaba el fin del mundo, Rin debía entenderlo. Aquél embarazo no tenía por qué poner fin a sus sueños. No arruinaría su vida si el pelirrojo lo manejaba, si enfrentaba la situación.

 

Por su parte, Rin no había pensado en la adopción. Todo había sido monocromo hasta el momento. Si lo tenía, era suyo. Si lo abortaba, sería el fin. Una tercera opción no había estado en su lista.

 

Pero de solo imaginarse entregando a su hijo a alguien más...

 

─ ¿Puedes dejarme solo? ─Gou suspiró. Besó la mejilla de su hermano y se dirigió a la puerta. Aceptando retirarse por el momento. Ella era como su hermano, terca.

 

─Por favor, no vuelvas a hacer algo como eso... Si quieres abortar, lo más prudente es ir al médico. Aunque espero que eso no sea necesario ─acarició el marco de la puerta, indecisa. Tomó el valor, debía decirlo. Volvió la vista a Rin. El pelirrojo captó la frialdad de los ojos de su hermana, y desvió la mirada─. Hay una línea para el límite, hermano. Y el que tú estés durmiendo en la cama de Makoto-senpai ya está casi fuera de ella, por varios motivos. Sé que tienes miedo, Rin... Pero por favor, aunque no lo quieras, piensa en Haruka-senpai. Makoto-senpai sigue siendo su mejor amigo...No... Solo no te metas con él.

 

Gou cerró la puerta, dejando que Rin llorase en silencio y soledad.

 

Eres lo suficientemente idiota para ello.

 

_____

 

─ ¿Cómo está? ─preguntó Nagisa al ver a la pelirroja volver a sentarse junto a ellos. Gou sonrió levemente.

 

─Sigue llorando. En verdad no se qué pensó. Creo que quiere llamar la atención... Pero eso tampoco tiene sentido, pues el único que lo sabía era Makoto-senpai y él no sabía que nosotros vendríamos ─explicó la chica.

 

─ ¿No tiene un psicólogo? ─cuestionó Rei. La preocupación denotaba en su voz. Makoto quiso reñir a Rin por hacer pasar un mal rato a sus amigos. Aunque lo que también quería era abrazarlo y convencerlo de conservar a ese bebé.

 

Rogaba perdón a Haru, pero podía imaginarse ayudando a Rin con su hijo.

 

Sacudió la cabeza y comentó la dificultad que había para encontrar un psicólogo de confianza que antepusiese sus pacientes a la ciencia. El médico de Rin había comentado que la mayoría de los psicólogos en Tokio anteponían la racionalidad a sus pacientes. Aquello no aseguraba el delato de la existencia del útero sano y funcional que había en Rin a las autoridades, pero no había confianza. Bien sabían que, de ser puesta una alerta, Rin se iría de sus brazos y posiblemente no regresaría del todo bien. La ciencia era exacta y el pelirrojo ponía una traba a lo que ya antes se había establecido como imposible.

 

─ ¿Y por qué Rin-chan no se fue con Sou-chan? ─cuestionó Nagisa. Gou frunció el ceño. Era cierto que, si su hermano confiaba en alguien, era en Sousuke. Entonces... ¿por qué estaba con Makoto?

 

─Rin no me lo ha explicado del todo... Dice que no interferirá con su vida, que está muy lejos y no quiere alterarlo. Pero creo que le da vergüenza decírselo. Es su mejor amigo y conoce sus límites. Quizá crea que reaccionará mal.

 

─Sousuke-kun no está lejos ─musitó la chica─. Está en Sano, con sus padres. Volvió hace un par de semanas, pero no sabíamos dónde estaba Rin y, además, mi hermano no contestaba sus mails, por lo que no se lo dijo. Y no contesta mis llamadas, así que yo tampoco lo dije. Sousuke-kun ahora tiene un tratamiento para su hombro y al parecer funciona.

 

─Tal vez lo que debemos hacer es llamar a Sou-chan... Él siempre ha podido con Rin-chan ─Gou asintió, de acuerdo con la sugerencia de Nagisa.

 

─No. Dejen que Rin lo decida ─declaró Makoto antes de observar su reloj, pese a la mirada incrédula de los chicos─. Van a perder el tren.

 

─Makoto-senpai, con todo respeto, creo que Rin-san no está en condiciones de tomar una decisión solo. Lo he visto solo un rato y es preocupante que en tan poca cantidad de tiempo uno pueda darse cuenta de lo mal que se encuentra. Una crisis de identidad no es algo que pueda tomarse a la ligera ─el castaño observó a Rei atentamente.

 

─Rin puede decidir si...

 

─No, no puede, Mako-chan... Rin-chan no sabe lo que quiere y solo nosotros podemos ayudarlo, porque nadie más va a hacerlo.

 

─Nos llamó porque mi hermano necesitaba apoyo, Makoto-senpai. Me extraña que esté siendo tan terco.

 

─No es terquedad. Rin es propietario de su cuerpo. Si él quiere abortar, no somos nadie para impedirlo.

 

─Pero Haru-chan sí. Es el papá.

 

─Nadie va a llamar a Haru ─el castaño sonó molesto. Gou se levantó, alisándose la blusa.

 

─Makoto-senpai, ya se lo dije a mi hermano, no creí que debiera decírselo a usted también. Usted es el mejor amigo de Haruka-senpai. Sabe que hay límites.

 

─No lo malinterpretes, Kou ─respondió, aunque el corazón le había dado un vuelco, ¿era así como lo veían? Él no quería sacar provecho. Ni siquiera le gustaba Rin, no de esa forma─. No estoy buscando nada con él. Rin vino a pedirme ayuda y me ha hecho entender que nadie puede decidir por él. Tiene mente propia.

 

─No es que queramos quitarle eso, Mako-chan, pero para ayudarlo de verdad...

 

─ ¿Qué saben ustedes, Nagisa? ─musitó el castaño─ Llevan horas sabiendo su situación. Yo he estado con él por un mes entero ─el rubio desvió la mirada. Rei se acomodó las gafas y enfrentó al ojiverde.

 

─Y en todo ese mes en que le ha acompañado no ha hecho nada por ayudar.

 

─Te equivocas. Le hago seguir la dieta y he hecho que se cuide a sí mismo por la salud de...

 

─Un embarazo no es solo dietas y cuidados ─masculló el peliazul, interrumpiéndolo. Makoto suspiró, asintiendo.

 

─Debemos irnos, chicos ─comentó Gou, suspirando─. Vendré en una semana a ver a mi hermano, ¿sí? Gracias por cuidarlo, Makoto-senpai... Por favor...

 

La frase quedó en el aire y, cuando los chicos se fueron, Makoto se tiró al sofá, tallándose el rostro. Se sentía cansado. Y estaba demasiado confundido. No había sido un mes entero con Rin, o tal vez sí. Pero... Verlo todos los días, comer lo que él preparaba y, debía decirlo, cumplir los caprichos que el pelirrojo tenía de vez en cuando... Lo estaba confundiendo. Su camino estaba difuso, no sabía qué hacer.

 

"Por favor, no deje que sus sentimientos influyan es sus decisiones"

 

Lo siento, Haru.

 

Se entretuvo en su teléfono unos instantes. Para luego levantarse del sofá y caminar lentamente a su habitación. Cada paso se sentía más pesado. Cargado de culpabilidad, abrió la puerta para después cerrarla detrás suyo. Estaba mal, pero se había acostumbrado a la silueta de Rin bajo las colchas.

 

El pelirrojo estaba dormido, pero la luz estaba encendida y la almohada parecía un poco húmeda. Su rostro estaba enrojecido y Makoto supo que no había dejado de llorar hasta que se durmió. Con movimientos suaves, sostuvo la cabeza del menor y volteó la almohada para después acomodarse en el espacio restante de la cama. Sus brazos rodearon a Rin e hizo aquello que el pelirrojo no le dejaba hacer cuando estaba consciente.

 

Sus manos acariciaron el vientre contrario con suavidad y lentitud. Rin se quejó quedamente, pero no despertó. El menor se removió en la cama, acomodándose inconsciente en el pecho contrario. Makoto lo aceptó. Estaba perdido. Quería protegerlo. Rin se había vuelto débil e inestable. Lo veía frágil.

 

Y se veía bien.

 

_____

 

La jornada laboral de Haru había sido pesada ese sábado. Las clases habían sido rápidas y fáciles, la natación había sido revitalizadora. Pero al entrar al restaurante y descubrir que ese día el chef en turno había decidido tomar vacaciones permanentes, el pelinegro se había empeñado en hacerlo todo él solo.

 

No le molestaba cocinar, por supuesto que no. Pero no había nadie que hiciera el papel de ayudante mientras él jugaba a ser el chef. El dueño del local se disculpó a las cinco de la tarde, cuando el restaurante se vació, y decidió echar llave a las puertas, cerrando así temprano.

 

Haru recibiría un bono en su sueldo, por haber cubierto el trabajo que el chef había abandonado. Pero eso no compensaba su cansancio. El dinero no le importaba tanto. El día había sido... pesado, pero bueno.

 

El pelinegro caminó lentamente por las calles de Tokio. El frío comenzaba a hacerse presente conforme un temprano amanecer se daba lugar en el cielo. Hacía mucho tiempo que no lo hacía. Debía ser feliz por un momento, o al menos olvidarlo todo.

 

Entró a una tienda de víveres y salió con una bolsa de cervezas en la mano.

 

No era fan del alcohol y podía decirse que no le gustaba tomar. Pero había ocasiones en que lo único que quería era liberarse un poco. Y en esas ocasiones  tomar lo ayudaba.

 

La llave de la casa de Makoto, quien le había dado una copia hacía tiempo, bailaba en sus dedos mientras Haruka se dirigía al edificio departamental donde su amigo vivía. Estuvo por abrir cuando escuchó gritos adentro. La voz era de una mujer, mas no la reconocía. Dio media vuelta y se marchó. Si Makoto tenía una novia y estaba discutiendo con ella, él no se metería. No tenía derecho a interferir con la pareja del otro, por muy mejores amigos que fuesen.

 

Haru, algo decepcionado, se marchó en dirección a su departamento.

 

El lugar yacía desordenado desde hacía tres meses, cuando regresó de Iwatobi. A Haru le ponía mal pensar la influencia que el pelirrojo tenía en su comportamiento. Era Rin quien siempre lo hacía reaccionar.

 

Pero debía hacer algo por sí mismo.

 

Metió las bebidas a la nevera y se quitó la chaqueta, remangándose el suéter. Comenzó a ordenar su habitación, que era la concentración del desastre. La ropa, tanto limpia como sucia, estaba regada por todo el piso, junto a libretas y fotografías. También había una caja de pizza y varias latas de caballa. Era un asco y apestaba. Pese al frío, el pelinegro abrió las ventanas para que el aire circulara. Tomó una bolsa de deshechos de la cocina y comenzó a limpiar.

 

Eran las diez de la noche cuando por fin terminó.

 

Él no era como Rin, quien los nervios le hacían arrasar con la suciedad rápidamente, dejando impecable el lugar. No se crispaba fácilmente por el desorden, aunque si le molestaba. Se mordió el labio. Si Rin hubiese visto el desorden en su departamento, hubiese tardado la mitad del tiempo que Haru necesitó para limpiar. Pero no estaba.

 

No lloraría más.

 

Se había prometido intentarlo. Hablar con él y solucionar las cosas de forma civilizada. Ganar o perder. Pero nadie conocía el paradero de Rin, ni siquiera Gou.

 

Había preguntado a Makoto si sabía algo sobre él cuando el castaño lo visitaba en el restaurante, mas el ojiverde aseguraba no haber hablado con él desde ese día en el aeropuerto.

 

Haru estaba herido y confiaba en él, por ello no vio el indicio de mentira.

 

Entró a su habitación con el paquete de cervezas en la mano, observando el montón de cosas que había dejado sobre el piso. Se sentó frente a ellas junto a una caja vacía y abrió la primera lata.

 

El líquido amargo bajó por su garganta, haciéndole sentir como si su pecho se quemara. Haru se dijo a sí mismo que Rin no volvería. Que debía dejarlo ir, superar. Tras darle otro trago, colocó la bebida en el piso y tomó una de las fotos.

 

El primer paso para superar debía ser el deshacerse de las pertenencias que guardaba con recelo.

 

Pero no podía hacerlo, por lo que recurrió a una segunda opción.

 

Cada foto que tenía con Rin había sido examinada, le había hecho lagrimear y lo había orillado a acabar con la mitad del paquete de cerveza, antes de acabar en el fondo de la caja, junto a algunas prendas que el pelirrojo había olvidado ahí.

 

Todos sus recuerdos juntos y todos aquellos obsequios que él le dio fueron enviados a la caja que después sellaría con cinta aislante y enviaría a Makoto, para que la mantuviese lejos y segura mientras él terminaba de deshacerse de todos sus sentimientos hacia Rin.

 

Estaba renunciando. El pelirrojo lo valía, pero si el amor que él le tenía a Haru no cubría los errores del pelinegro, luchar terminaría por acabar con ambos.

 

_____

 

Sara observó a Rin fijamente, intentando intimidarlo. Makoto le había enviado un texto el día anterior, cuando Gou se había marchado. El pelirrojo rotó la vista hacia la pared, indispuesto a ceder ante los gritos de aquella mujer.

 

─ ¿Qué es lo que estás haciendo, Rin? ─gritó en aquél idioma del que Makoto solo podía comprender algunas palabras.

 

─Es mi vida ─respondió el aludido en inglés. Sara quiso jalarse el cabello con desesperación. Debía ser profesional, debía calmarse. Rin ya parecía ser mimado por ella y no quería que el pelirrojo pensase que podía doblegarla siempre que quisiese─. Lo que hago no te incumbe.

 

─Tienes razón. Es tu decisión el abortar o no. Pero piensa un poco antes de actuar. Un aborto te cambiará por completo, sin hablar de los riesgos que posee. Por favor, detente un segundo a pensar en lo que quieres hacer, ¿quieres vivir el resto de tu vida con arrepentimiento por haberle arrancado la vida a alguien? ─Rin bajó la mirada, suspirando─ No llevas un juguete en el vientre, ¿sí? Es un ser humano que será capaz de pensar por sí mismo. Alguien vivo, ¿entiendes? Alguien y no algo.

 

─Lo sé...

 

─Entonces, ¿enserio quieres acabar con ello? ─Rin clavó la mirada en los ojos azules que le observaban con frialdad.

 

¿Qué era lo que realmente quería?

 

Por más que lo intentaba, no podía verse más allá. Antes había estado ilusionado con su propia imagen en el futuro, haciendo lo que más le gustaba. Nadando en las olimpiadas junto a Haru. Siendo quien debía ser.

 

Ahora todo estaba oscuro.

 

No podía verse con aquella criatura en brazos. No podía ver nada. No veía un después. No había futuro para él. Apretó los puños, impotente al destino que le había tocado. La desgracia se le había venido encima y todo se había ido a la mierda. Un castigo divino, quizá. Un milagro médico que no podía continuar. Que no continuaría.

 

─Quiero abortar.

 

Notas finales:

¡Hola! Bueno, perdón por el atraso! Gracias por sus comentarios y Reviews! Espero les haya gustado el capítulo y no duden en opinar al respecto!

 

Nos vemos!


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