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Bajo la Luna por MikaShier

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Notas del capitulo:

No me odien:3 

Y perdón por la tardanza.

 

¡Bajo la luna llega a su fin! Pero no es este :3

Junio 27, Tokio, Japón

 

 ¿Qué es lo que hubiera sucedido si las decisiones tomadas no hubieran sido equivocadas?

 

Rin no podía evitar preguntárselo día a día. Odiaba atormentarse, pero no era algo que podía evitar. Levantarse cada mañana y ver a Haru recostado a su lado le causaba alivio, pero también hacía que un sentimiento aflorara en su pecho, haciéndole sentir pesado y atrapado. Pero más culpable que nada.

 

El tiempo pasaba demasiado rápido para su gusto. Por algún motivo, se sentía ajustado. Sabía de sobra que el tiempo jamás se detendría, pero una parte de su ser necesitaba aplazarlo todo. Una sensación de pérdida inminente le acechaba entre sueños. Rin comenzó a despertar agitado y lleno de sudor, con un escalofrío helándole la sangre.

 

Haru solía tomarle de las manos y ayudarle a calmarse. Además, las repentinas pesadillas llevaron como resultado el aumento de los ejercicios de relajación que Rin hacía diariamente, sumándole el hecho de que las visitas al psiquiatra habían aumentado.

 

El pelirrojo no sabía exactamente el qué soñaba, pero, al despertar, el gusto amargo le inundaba el cuerpo. Estaba asustado, porque tenía un presentimiento y no sabía interpretarlo.

 

—Bien, según lo que me has contado —musitó el psicólogo en su última consulta—, de lo que sientes cada vez que te levantas, experimentas remordimiento y culpa.

 

—Dígame algo que no sepa —contestó el menor, tallándose el rostro con cansancio.

 

—Lo que no sabes, es cómo sobrellevarlo. Tienes una idea de qué es lo que te hace sentir así, pero no lo sabes con exactitud. Esto va más allá de lo ocurrido durante el embarazo, porque según lo que me has dicho, no fue solamente por el trato de los padres de Haruka lo que te hizo caer en depresión. Estás guardándote mucho y, al estar en una etapa emocionalmente sensible como lo es el embarazo, todo ese peso termina por atormentarte. Sé que te lo he repetido en cada una de las citas, pero realmente lo siento necesario. Quiero ayudarte, Matsuoka-kun, y para eso necesito que confíes en mí. Más.

 

Rin se rascó la mejilla, clavando la mirada en el piso. Nunca se había puesto a pensar en lo mucho que soportaba o en qué se guardaba para sí. Era algo que hacía inconscientemente, como si solo pudiera pensar en el daño una vez y después guardarlo en su memoria para siempre, en un lugar que no pensaría en buscar.

 

Se pasó las manos varias veces por su cabello, intentando sacar del fondo aquello que en verdad lo había llevado al caos. Y todo se reducía a una pregunta: ¿Qué era lo que realmente lo había hecho pensar en el aborto? La respuesta era única también.

 

Haruka.

 

Todo su mundo lo era él. Si lo pensaba, eran pequeños detalles que el pelinegro hacía o evitaba hacer lo que provocaba que Rin se atormentara, porque su amor era tal que, aún sin querer, intentaba cada día gustarle más a Haru, sacarle más sonrisas, hacer que lo besara más, hacer que le dijera aquellas frases romanticonas que nunca soltaba. Sacarlo de su confort, hacer que le demostrara que era correspondido.

 

Porque así de cruel era el amor. Uno jamás podía descansar si estaba enamorado.

 

No era una forma de echarle a Haru la culpa, por supuesto que no. Era solo que había demasiadas gotas en su vaso, muchas puestas por el mismo pelinegro. Derramadas por los padres de su novio, por el miedo que aún se guardaba.

 

—Yo nunca he querido ser… afeminado. Pero… Cuando comencé a salir con Haru… Más bien, cuando comencé —hizo un ademán extraño con las manos, queriendo explicarse— a… pretenderlo, supongo. Cuando me di cuenta de que me gustaba y yo también quería gustarle… Hice muchas cosas, desde hacerle ver que lo miraba de reojo hasta insinuármele en varias ocasiones. Pero en todas y cada una de esas veces él… me giraba la cara o hacía esa mueca que parece de desprecio, indiferencia… —se relamió los labios mientras tallaba sus manos—Y aún cuando comenzamos a salir y yo hago algo para llamarle la atención de… esa forma… Cuando quería que me besara o me abrazara o siquiera me mirara… él seguía ignorándolo. Aunque jamás se lo reclamé, porque a veces él es tan… tierno… Siempre había una ocasión en la que me hacía sentir que yo era simplemente el mejor… Y todo aquél que me conozca sabrá que sentir que soy el mejor es… sencillamente algo que me encanta. Me fascina. Haru no me ignora actualmente, pero una parte de mí siente que lo hace solo por los bebés… Y creo que esa parte me convence cada vez más…

 

—Y esa es exactamente la parte de ti que queremos eliminar. Es ese pedazo de tu mente el que te hace escuchar una voz, esa que te dice todo lo negativo de la situación. Pero para eliminar algo, hay que hacerlo desde la raíz, por eso es necesario que me cuentes todo lo que te molesta, Matsuoka-kun…

 

—Bueno… quizá si deja de decirme Matsuoka-kun… Me pone los pelos de punta, enserio. Dígame Rin.

 

—Entonces, Rin… ¿Por qué no me cuentas desde el principio?

 

_____________________________________

 

Dos años atrás, Iwatobi, Japón

 

La brisa fresca del otoño golpeaba su rostro suavemente, removiéndole algunos mechones mientras, al caminar, observaba el sol esconderse entre los árboles. Su corazón latía con rapidez al solo pensar en el lugar al que se dirigía. No era un secreto para nadie, únicamente para el chico dueño de la casa a la que había sido invitado por Nagisa. Todos sabían que le gustaba Haruka, porque Rin era más que obvio -a pesar de que apenas se había dado cuenta él mismo-. Antes de tocar la puerta, se arregló el cabello, peinándolo con los dedos para después llamarse estúpido y alborotarlo. Bien, le avergonzaba siquiera pensarlo, pero ese día iniciaba la cacería oficial.

 

Sus nudillos golpearon tres veces la madera de la puerta de la propiedad Nanase, la cual fue abierta casi de inmediato, por el energético rubio.

 

— ¡Rin-chan! ¡Qué bien que hayas venido! Enserio te necesitábamos, somos pésimos en inglés, sobre todo Haru-chan, además… —su parloteo se detuvo. Nagisa arrugó la nariz y se acercó a Rin, olisqueándolo mientras lo observaba atentamente. Salió de la casa y cerró la puerta en silencio— Te pusiste loción. Y te has descubierto la frente y acomodado el cabello detrás de las orejas —alzó la mano y volvió a colocar un mechón del cabello de Rin sobre la frente de propio—. Dime, dime… ¿Es por Haru-chan?

 

— ¡¿Quieres callarte por un jodido segundo?! —gritó en un susurro. Volvió a revolverse el cabello, quizá se lo había vuelto a acomodar mientras abrían— Yo no estoy así por Haru… Sousuke… tiró la loción al piso y se ha de haber impregnado el aroma en mí… —Nagisa asintió, claramente divertido.

 

—Claro, claro… Vamos adentro, hemos pedido una pizza para llenarnos de fuerza antes de empezar a estudiar.

 

Rin siguió al rubio hacia la salita, donde observó a los chicos de Iwatobi sentados alrededor de la mesita. Su hermana también estaba ahí. Al pelirrojo comenzaba a preocuparle que su Gou se la pasara rodeada de hombres. Pero… No podía desconfiar de sus amigos, así que la preocupación terminaba por esfumarse de inmediato.

 

— ¡Agh! ¡Entiendan! —Escuchó a la chica exclamar al tiempo que movía los brazos, mostrando su frustración— ¡Que mi hermano haya estado en Australia y sepa inglés no significa que yo también lo sepa! ¡Nunca lo visité allá! Solo sé lo básico… Door y esas cosas.

 

—No puedo creer que hayas dicho eso —se quejó Rin, sentándose a un lado de Haru y mirando a su hermana con diversión—. “Door” y esas cosas.

 

—Hola, Rin —saludó Makoto con una sonrisa amable y brillante. El pelirrojo asintió en respuesta.

 

—Makoto.

 

—Rin-san, que bueno que ha llegado. Necesitamos exhaustiva ayuda para el examen de inglés que presentamos mañana —afirmó Rei, acomodándose los lentes.

 

—Pero ustedes son un año menor que Haru y Makoto…

 

—Sí, Rin-chan, pero decidieron acomodar los exámenes por materia. El lunes presentamos japonés antiguo, Matemáticas y economía del hogar... algo así hasta mañana, que es el examen de inglés.

 

—En Samezuka los presentamos todos en un día.

 

— ¡Porque ustedes son unos cerebritos! —chilló Gou. Makoto asintió levemente, los demás tampoco lo negaron.

 

—Mejor cerebrito a solo saber… Door y esas cosas.

 

Haru soltó un bufido que solo Rin alcanzó a escuchar. Cuando giró, vio la sombra de una sonrisa esfumarse. El pelinegro movía el lapicero sobre la libreta. Al menor le encantaba su caligrafía. Observó aquello que escribía. Parecía estar corrigiendo una tarea. Quizá ese sería su pase a examen, o solo era una manera de estudiar. Se acercó al hombro del mayor, en un intento de ver mejor lo que estaba haciendo. A Haru no pareció importarle la cercanía, por lo que Rin no dudó en seguir acercándose hasta que un imperceptible olor a caballa le llenó las fosas nasales junto al sutil olor del cloro de la piscina. No tuvo reparo, observó el perfil de uno de sus mejores amigos, descubriendo que aún tenía el cabello ligeramente húmedo. Haru se crispó.

 

—Ahora no, Rin. Estoy estudiando —masculló. El pelirrojo lo observó con fastidio e indignación.

 

— ¿Qué te sucede? Solo intentaba ver la mierda que escribes.

 

Rin maldecía entre dientes mientras ayudaba a sus amigos, quienes decidieron que comentar algo al respecto haría que el pelirrojo y el pelinegro estallasen en una guerra donde terminarían heridos al decir cosas que realmente no sentían, porque así eran ellos. A veces las palabras solo fluían y ya.  No pudieron hacer nada más que observar la mirada arrepentida que Haru le dirigía a Rin discretamente desde el momento en que éste último se levantó y se sentó entre Gou y Rei.

 

 

_____________________________________

 

Junio 27, Tokio, Japón

 

—Supongo que entre el esfuerzo en el estudio que debía mantener para seguir en la Academia prestigiada de natación más lo que tenía que hacer para lidiar con la indiferencia de Haru… Quizá comencé a verlo todo como un problema y cuando todo pareció solucionarse… Solo decidí que el pasado no importaba más.

 

—Hasta que aparecieron los padres de Haruka —Rin asintió, dibujando pequeños círculos en su abultado abdomen.

 

—Hasta que ellos llegaron insinuando que por mi culpa su hijo… se había enchuecado. Como si yo lo hubiera desviado del camino. Normalmente no hubiera sentido… que todo se iba a la mierda por la opinión de ellos, porque… Enserio, nunca estuvieron a su lado en los momentos más cruciales como para de pronto venir y decir que su amado hijo estaba tomando la dirección equivocada. Es decir… si lo pienso bien… si la situación en la que estábamos no hubiera sido… tal… Ellos no estuvieron para marcarle un camino correcto, no tenían derecho. Pero como ese día yo quería acostarme con Haru y el ser un hombre es claramente una desventaja para ello… Yo tenía los nervios en la piel y… No lo sé…

 

—Te sentías vulnerable.

 

—Estaba desnudo y con el jodido pene de Haru en mi…

 

—Vale, no hay razón para que te exaltes. Si te sigue molestando es porque hay algo que sigues guardándote, porque para perdonar…

 

—Hay que olvidar y para olvidar hay que desahogarse. Lo sé… Pero… Bueno…

 

— ¿Qué sucedió?

 

—La madre de Haru… Me miró como si yo estuviera loco. Perdido… No lo sé… Me miraba con lástima y de verdad… No sé cómo, pero sentí que no era por lo que su estúpido esposo había hecho. Me miró con lástima porque yo soy gay. Quizá no lo entiendes… Pero… estaba acostándome con su estúpido hijo y ella me miró con lástima porque yo era gay. Porque algo en ella me hizo sentir que ella creía que su hijo no lo era.  No lo sé y quizá estoy exagerando y sacando conjeturas, pero eso es lo que yo… Creo que fue por ella que comencé a creer que Haru realmente se había confundido y que en verdad yo no…  —se mordió el labio y suspiró— Encima descubro que en cierta manera soy mujer y… como que… lo empeoró todo. Creí que lo que le gustaba era la parte femenina de mí.

 

—Bien, para empezar… Olvídate de que tienes una parte femenina, ¿bien? Que tengas un útero, el aparato reproductor femenino, no te hace una chica, no te hace menos hombre. Así como un inválido no es menos humano o un homosexual menos persona. Olvídate de lo que las demás personas podrían pensar y céntrate en ti. En cómo te sientes respecto a ti, como persona. ¿Sientes que la indiferencia de Haruka te hará amarle menos?

 

—No…

 

—No. Porque amar a alguien es enamorarte también de sus defectos a tal punto en que terminan siendo virtudes. Así que, ¿por qué no me dices el lado bueno de la indiferencia de tu pareja? —Rin sonrió.

 

—Cuando hago algo que puede afectarnos como pareja… Él siempre me perdona. Me da muchas oportunidades, aunque yo siempre estoy tropezando.

 

—Bien. Y nunca pensaste que… incluso antes, cuando él mostraba indiferencia a tus intentos de coqueteo… ¿no pensaste que él simplemente no sabía cómo reaccionar? Es decir, no conozco muy bien a Haruka, pero, por lo que me has contado… Me parece una persona que muy pocas veces se da cuenta de cómo se siente.

 

—Quizá…

 

_____________________________________

 

Julio 27, Tokio, Japón. 5 años después

 

La lluvia caía fuertemente, golpeando el asfalto. Varias personas corrían de un lado a otro, intentando resguardarse bajo alguno de los techos de las tiendas. Sin embargo, él solo alzó la mirada y dejó que el agua cayese sobre su rostro, cerrando los ojos e ignorando la pequeña mano que tiraba suavemente de la propia.

 

— ¡Papá! ¡Se están mojando las maletas! ¡Muévete!

 

—Sakura, cálmate, es solo agua.

 

El niño renegó, separándose de su padre y corriendo a la tienda más cercana. No, no era solo agua. Era todo. Porque ese hombre cuyas maletas comenzaban a empaparse se pasaba los días en melancolía y Sakura no entendía por qué. Sí, había algo que le hacía falta, a ambos, pero… No comprendía del todo el nivel de afectación que causaba en su padre.

 

Haru se acercó a Sakura momentos después y sacó una sombrilla retráctil del bolso más pequeño. Lo abrió y esperó a que su hijo volviese a tomar una maleta para emprender la marcha.

 

El cabello pelirrojo del menor comenzaba a pegársele en el rostro, cosa que le molestaba en demasía. Sakura agitaba la cabeza, intentando alejar la molestia que le impedía ver los enormes edificios de Tokio. Nunca había estado ahí, aunque sabía que allí había nacido. Sentía que había muchas cosas por descubrir, toda una vida de la que él se estaba perdiendo.

 

Haru rió en voz baja y se detuvo, soltando su maleta, para sacar una pequeña liga de su bolsillo. Hizo que el menor sostuviera la sombrilla mientras le ataba el cabello.

 

— ¡Las coletas son de niña, papá! —se quejó. Haru lo ignoró y volvió a tomar su mano y la sombrilla.

 

—No es así. Rin las usaba.

 

Sakura apretó los labios y bajó la mirada. Rin. Ja. Haruka siempre terminaba diciendo algo de Rin, siempre, siempre. Puso más fuerza en el agarre y siguió caminando. No era como si Rin estuviera ahí en ese momento. No era como si en verdad Rin fuera a volver.

 

Entraron al hotel y Haru los registró de inmediato. Sakura estaba aburriéndose, así que no pudo evitar emocionarse cuando, media hora más tarde, Gou apareció.

 

— ¡Gou! —gritó. Haru suspiró y terminó de abrir la puerta.

 

— ¡Hola, Sakura! ¿Cómo estás? ¿Eh?

 

—Bien. Papá me trajo aquí por mi cumpleaños —la chica alzó una ceja y dirigió la mirada al aludido.

 

—Creí que venía a una competencia.

 

—Sí, pero lo convencí de que esto es lo que quería como regalo.

 

—Ah… —Gou le besó la frente antes de acercarse al oído de Haru. Sakura no pudo escuchar lo que se decían, pero tampoco pudo evitar sonreír. A veces le gustaba imaginárselos juntos. Luego sentía una especie de culpabilidad.

 

—Él quería venir, Gou. No podía negárselo. Además, no tengo a nadie para que lo cuide correctamente —Sakura bajó la mirada, su padre estaba hablando muy brusco. Odiaba que le hablara así a la mujer. La pelirroja apretó los labios con furia y picó fuertemente el pecho de Haru con el dedo índice.

 

—No digas eso.

 

—Sabes que es verdad…

 

— ¿Sabes? Ándate a tu estúpida competencia, que llegarás tarde —masculló Gou antes de girarse hacia Sakura y sonreír— ¿Te parece si visitamos el acuario? Hay un show de delfines que te encantará.

 

Haru vio la puerta cerrarse tras Gou y Sakura. Soltó el aire que quedaba en sus pulmones y se dejó caer con impotencia. Dolía demasiado. No era un dolor físico, estaba seguro de ello. Era más bien que su interior sufría ante el recuerdo de lo sucedido siete años atrás, ese mismo día.

 

Se dejó caer al piso, intentando calmarse. El dolor latía en su pecho.

 

Ese día, Rin se veía radiante. Su estómago era enorme y al pelirrojo le alegraba que sus hijos estuviesen por nacer. Ya no parecía distante en ningún momento. Se veía feliz, no arrepentido. Charlaba con su vientre y les decía cuanto les amaba, a pesar de todo y sin importar nada. A Haru le encantaba observarlo. Le encantaba la sonrisa única de su pareja, porque parecía sincera y podía ver el brillo devuelta en aquellos ojos carmesí, un brillo que por mucho tiempo se había apagado.

 

Ese día, Rin había tenido que seguir las indicaciones de su doctor. Le habían sedado la parte inferior del cuerpo, porque le permitirían estar consciente durante la cesárea. Y Haru podría entrar también, para ver a sus bebés por primera vez.

 

—Va a ser incómodo —dijo Rin con una sonrisa burlona, algo nervioso—. Me has visto desnudo, pero verme las tripas...

 

—Si te tranquiliza, cariño, vamos a tapar el área a operar. Tú y tu prometido no tienen que verlo —el chico sonrió a la enfermera mientras Haru, aliviado, agradecía la información.

 

El tiempo pasó entre burlas de Rin hacia el nerviosismo de su novio y los chistes negros que Haru le dedicaba acerca de que tendría las tripas de fuera. Para cuando se dieron cuenta, la hora había llegado y, tanto el azabache como el pelirrojo, fueron guiados hacia la sala en donde le operarían. Según las explicaciones, era debido a que el embarazo era sano que le permitirían a Rin estar consciente y a Haru entrar. Luego, cuando Niji y Sakura estuviesen fuera, sedarían a Rin por completo y darían inicio a otra operación. Iban a extirparle el útero antes de cerrar, el pelirrojo lo había decidido así, Haru no era nadie para negárselo.

 

Rin tomó su mano mientras la cesárea iniciaba e intentó mantener una charla, pero era incómodo. No todos los días te partían en dos para sacar a un par de niños de tu estómago. Dioses, no. No pasó mucho tiempo cuando Sakura fue expuesto, llorando casi de inmediato. Las enfermeras le hicieron un chequeo y lo limpiaron un poco antes de envolverlo en una cobijita y dárselo a Haru.

 

—Tiene cabello —musitó. Rin rió quedamente.

 

—Parece pelusa.

 

—Cierto... —Haru se acercó a Rin, permitiendo que éste le acariciara la mejilla. El ojicarmín tragó grueso, quejándose inaudiblemente. Sentía la garganta seca.

 

—Sakura... No te imaginas cuanto quería verte —sonrió, el llanto había cesado y el menor contemplaba a su hijo con admiración, ignorando los murmullos de las enfermeras que de pronto se acercaban al doctor.

 

—No está respirando —murmuró el cirujano. El pelirrojo apenas escuchaba las palabras que los demás intercambiaban, pero Haru volteó de inmediato y lo vio. Niji estaba morado... ¿Qué había dicho el médico?

 

—Haru... Estoy tan cansado...

 

Y fue como si Rin ya lo supiera. En sus ojos lo vio, en sus labios que susurraban, en la pequeña sonrisa que le dedicó antes de que su mano cayera desde la mejilla de Sakura. Haru solo le vio cerrar los ojos y, en un instante Sakura ya no estaba en sus brazos y él ya no estaba en la sala de operación.

 

Sus amigos y su familia le sonrieron en cuanto entró a la sala de espera, empujado por un par de enfermeras, pero ni una palabra salió de su boca. Lo entendieron, algo sucedía y él no sabía lo que era. Rin se había dormido por la anestesia y Niji ya respiraba, eso era lo que debía pasar. Eso era lo que debía estar sucediendo en la sala de donde había sido echado.

 

Pero había un extraño alboroto en su cabeza. Uno que, solo con el paso de las horas, sin noticias, logró descifrar. Un pitido incesante, gritos entre los doctores.

 

"He estado muy cansado últimamente".

 

El pitido... Esa máquina, ¿qué función tenía? ¿Por qué Rin durmió? No se suponía... ¿No era que estaría despierto hasta después de ver a Niji? ¿Por qué su hijo no respiraba? ¿Por qué...?

 

Lo entendió cuando las puertas se abrieron y el doctor salió con expresión imperturbable. Cuando los Matsuoka fueron a su encuentro y Haru no pudo moverse. Cuando su corazón latió intranquilo y las lágrimas bajaron por sus mejillas.

 

Lo entendió cuando Gou se dejó caer, cuando su llanto resonó en la sala, cuando la madre de la pelirroja se echó a llorar, abrazando a su hija. Cuando su mundo dejó de girar.

 

Entendió que Rin no había dormido por la anestesia.


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