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Bajo la Luna por MikaShier

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La historia toma lugar desde el capítulo 12 y 13. Contiene partes de ambos capítulos, modificados para este nuevo final.

 

 FINAL ALTERNATIVO

Sobre la luna

                 

 

¿Ya no lo amas? A Rin… ¿Haruka? ¿Ya no lo amas? ¿Puedes perdonarme?

 

No quiero tener hijos…

 

Por favor, dilo. Di que ya no lo amas. Haru, ¿amas a Rin? Haru, por favor. ¿Lo amas?

 

Necesito escucharlo, necesito que me perdones.

 

Makoto, lo siento. Haru… Haru, lo lamento demasiado. Perdóname. No lo sabía. Si hubiese podido evitarlo…

 

Haru, ¿qué hay sobre un hijo? ¿Qué opinas de un hijo? Con cabello rojo y unos hermosos ojos color…

 

Makoto, no pienso tener hijos… No por ahora, quizá nunca.

 

Rin, ¿tú de verdad lo amas? ¿Crees que podrías dejar de amarlo? Haru, ¿qué tanto lo amas?

 

¿Puedes amarlo tanto como yo? ¿Puedes justificarlo? ¿No harías lo mismo en mi lugar? ¿Por qué no lo seguiste? ¿Por qué lo destruiste? ¿Haru, de verdad lo amabas? ¿Tú que sabes sobre amar? ¡Tú jamás pudiste amarlo! ¿Cómo lo pudiste creer? ¡Monopolizaste a Rin! ¡No lo amas! ¿Tú que sabes, Haru?

 

—Haru, estoy enamorado de Rin.

 

SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSs

 

Las estrellas brillaban en el oscuro y despejado cielo nocturno mientras la brisa corría sin reparo alguno por las desoladas calles de la zona donde Makoto residía. La luz de la luna iluminaba parcialmente el lugar, una tenue brillantez que podría hacer todo más visible. Más hermoso. Más tétrico. Pero a Makoto no le importaba nada de ello. Los ojos de Rin parecían enormes mientras, aferrado al alféizar, observaba expectante las estrellas. La luna reflejaba en él y a Makoto le encantaba.

 

— ¿Lo puedes repetir? —el corazón del castaño dio un vuelco y su adulación se volvió tristeza. Puso una mano sobre el hombro del menor y lo apretó ligeramente.

 

—No te martirices con ello, Rin —musitó. El pelirrojo le miró levemente y negó.

 

—Solo una vez más.

 

—Está bien, pero si tienes que llorar, llora —volvió a apretarle el hombro y se colocó a su lado, elevando la mirada hacia el cielo. Cerró los ojos y disfrutó de la brisa helada contra su rostro antes de hablar—. Hoy fui a ver a Haru…

 

La música moderna se escuchaba de fondo, bajo la plática de la clientela encontrada en el restaurante. También se alcanzaba a oír el choque de los cubiertos contra los platos. Y, en cierta forma, resultaba tranquilizante. Era martes por la tarde y Makoto sabía que Haru estaba en su descanso a esa hora, por ello había ido a verlo. Así que se encontraban comiendo en un local cercano a su trabajo.

 

Haru, frente a él, lucía decaído. Apenas se diferenciaban las ojeras bajo sus ojos, pero ahí estaban. Y Makoto sabía que estaba tan incómodo como él. No, Makoto sabía que Haru estaba incómodo porque sabía que él estaba incómodo. Su típica sonrisa acompañaba la plática superficial que llevaban, pero Makoto no podía evitar desviar la mirada hacia otro lugar cuando Haru mencionaba a Rin.

 

—Entonces, ¿estás mejor? —cuestionó el castaño luego de un rato. Haru estaba revolviendo la comida en su plato y Makoto ignoró el suspiro triste que el pelinegro exhaló. Dolía verlo así. Dolía hacerlo peor.

 

—No puedo deprimirme por siempre…

 

—No puedes —concordó, tomando un poco de la limonada. El líquido frío bajó por su garganta, refrescándolo, pero el nudo que se había formado no parecía querer irse. Tenía que decirlo. Tenía que… Tenía que intentarlo. Lo sentía mucho. Carraspeó ligeramente y miró a Haruka a los ojos—. Eso quiere decir…. ¿Ya no amas a Rin?

 

Los ojos de Haruka parecieron brillar por un momento mientras clavaba la mirada en su mejor amigo. Makoto sintió un escalofrío recorriéndole la espina y Haru soltó el aire. La respuesta, tan ansiada y tan odiada, llegó a sus oídos y Makoto… No supo si era un mal augurio, pero se sintió aliviado por unos segundos que odiaría toda su vida.

 

—No lo sé. Es decir, lo amo, Makoto. Pero creo que lo odio más de lo que lo amo.

 

Odiar a Rin. Parecía imposible después de todo lo pasado, pero Makoto podía entenderlo. Podía entender que Rin no había tomado las mejores decisiones. Entendía que el pelirrojo huía siempre. Entendía que el dolor de Haru lo cegaba. Rin no había dado lugar a explicaciones. No le había dado otra oportunidad. Rin estaba escondido. Para Haru, Rin lo odiaba desde algún rincón en el planeta.

 

Para Haru, Rin solo pensaba en sí mismo.

 

El pelirrojo soltó un suspiro y bajó la mirada hacia la solitaria calle, mirando fijamente el faro que iluminaba con una maldita soledad que comenzaba a odiar. A cualquier parte que miraba, solo veía la soledad y eso sí era un mal augurio. Sentirse tan solo. Sentir que Haru lo odiaba. Sentir que con lo que Makoto había contado, lo había perdido todo.

 

Pero, sin Haru…

 

Makoto vio cómo Rin se acariciaba el vientre y sonrió un poco.

 

—No es una linda historia —comentó el menor. El castaño asintió.

 

—No es una linda historia, pero si tú no hablas con Haru, él va a seguir pensando que tú lo odias. Y te odiará por huir, por no darle una oportunidad.

 

—Él… o ella… Será lo único que me quede de Haru, entonces… Lo único que me quede en la vida.

 

Makoto jamás terminaría de comprender la psicología humana ni que tan roto podría llegar a estar alguien. No sabía por lo que Rin pasaba, no sabía nada de una crisis de identidad. Jamás sabría como se sentiría que todo su mundo se pusiese de cabeza, como había hecho el mundo de Rin. Siempre le sorprendería la mentalidad humana. No entendía a Rin, pero sabía que iba a aferrarse a lo único que le dejaría el amor de su vida. Sabía que había renunciado al amor de Haruka Nanase hacía tiempo y, que lo que Makoto le había contado ese mismo día, solo había reafirmado su renuncia. Rin no iba a luchar por Haru y saber que el pelinegro ya no le amaba le hacía sentir… Diferente.

 

Ese día, Rin se fue a la cama temprano y Makoto se quedó solo, mirando la luna con tristeza y una ligera sonrisa. No podía odiar a Haru por renunciar a Rin, sabía que el pelinegro no se acostumbraba a luchar por las personas, aunque el pelirrojo fuese su debilidad en mil ocasiones. Esta vez se sentía diferente. No entendía por qué, pero sabía que Haru decía la verdad. No iba a amar a Rin por mucho más tiempo.

 

Soltó un sollozo y bajó el rostro, limpiándose las lágrimas mientras se aferraba al marco de la ventana. No había contado toda la historia. No había podido contárselo todo. No había tenido el valor suficiente.

 

Haru había apretado los puños y Makoto había visto que quería llorar. Pero eso no lo había detenido. Su voz sonó clara cuando lo llamó y el dolor en los ojos del pelinegro no se hizo esperar. Su mirada, tan inmensamente azul y eternamente triste, se clavó en los ojos de Makoto mientras este hablaba.

 

—Tengo que decirte algo —y Haru soltó una risita falsa. Se limpió las lágrimas con la manga del suéter y enfrentó al castaño.

 

—Vas a decirme lo de Rin.

 

Makoto sintió un vuelco. La mirada de Haru, el odio y el dolor. Vaya. Entonces había sido eso. Habían sido unos imbéciles. Él. Rin. Pensando que Haru viviría en su maldita ignorancia. Pensando que ellos habían ido un paso más allá al planearlo todo. Pensando que podían predecirlo.

 

— ¿Por cuánto tiempo planeabas esconder ese pequeño detalle? ¿Por cuánto tiempo querías verme la cara de idiota?

 

—No lo entiendes, Haru. Rin está… En problemas… Vino a mí pidiendo ayuda y yo acepté dársela. Quería encontrar una manera para decírtelo, para hacer que él te lo dijera correctamente. Pero está tan roto que…

 

¿Por qué lo destruiste?

 

— ¿Por qué no me pidió ayuda a mí? —cuestionó. Makoto le observó por unos segundos. Parecía calmado. Como si se hubiese hecho la idea desde antes.

 

—No me corresponde a mí decírtelo.

 

—Le corresponde a Rin, pero él no me lo dirá.

 

—Dale tiempo.

 

—Más tiempo —tomó su vaso y lo analizó brevemente, o al menos así le pareció a Makoto—. Me está dejando de lado, ¿puedes ver eso?

 

—No lo entiendes, Haru. No todo en la vida es fácil de decir. La etapa que está pasando es… Incluso me sorprende que me lo haya dicho a mí. Está aferrándose desesperadamente y tú solo piensas en lo mucho que te duele el no saberlo antes que yo —Haru lo miró con sorpresa y suspiró.

 

—Hablas como si no me conocieras… Yo habría aceptado el silencio de Rin. Mis puertas siempre estarían abiertas para él porque lo amo. Pero mentir, huir, esconderse… Rin siempre está haciendo eso. Y odio esa parte de él, Makoto. No me duele el no saberlo primero. Me duele el no ser considerado por él. Él no creyó que yo lo amaba lo suficiente, gracias a mis padres. Y yo ya no lo amo lo suficiente, gracias a que es un idiota.

 

“Lo que ibas a decir. Dilo ya.”

 

Makoto no objetó nada más. No alcanzaba a comprenderlo y, en realidad, prefería dejar las cosas como estaban. Haru se arrepentiría después. Rin también lo haría. Amándose tanto y desconfiando de más. No era una relación funcional. Nunca lo sería. Reunió el valor suficiente en ese momento y confesó.

 

—Haru, estoy enamorado de Rin.

 

—Lo sé —su voz salió en un susurro. El pelinegro se levantó y dejó algo de propina en la mesa—. Siempre has estado enamorado de Rin.

 

— ¿Cómo es que lo sabes? —cuestionó en voz queda. ¿Cómo Haru podría saber algo?

 

—Cuando estás alrededor de Rin… Siempre estabas extrañamente alegre. No sé cómo más expresarlo, pero yo lo sabía y lo ignoré. No te odio por haberte enamorado de él. No sé siquiera si puedo odiarte aún si estás traicionándome.

 

Así que odiarás a Rin, en mi lugar”.

 

La culpa jamás abandonaría a Makoto, pero era su oportunidad. Salvaría a Rin y sería feliz con él. Jamás sabría que Haruka había mentido.

 

Jamás sabría que Haru había llegado a casa hecho pedazos. Que nunca podría odiar a Rin, porque su amor era tan intenso que estaba dispuesto a renunciar a él, a sabiendas de que Makoto lo salvaría.

 

El amor era un loco juego de extraños movimientos. Los hilos que movían al destino estaban revueltos y el amor que era jamás volvería a ser. Porque Haru había renunciado a Rin y al hijo que sabía que esperaba de él. Porque Haru sabía que no podría hacer nada para ayudarlo. Nunca había dicho las palabras correctas y la felicidad en la relación que había mantenido con ese pelirrojo no superaría jamás la noche de la navidad.

 

Sus esperanzas habían sido pisoteadas y él había sido botado del camino. Y no le dio la oportunidad a Rin de decidirlo por sí mismo.

 

Ni Makoto ni Rin sabrían jamás que Sara había hablado más de lo necesario justo antes de regresar a Australia. Jamás sabrían lo mucho que a le habría gustado tener un hijo con Rin.

 

Jamás sabrían lo mucho que le dolería verlos juntos. Amando lo que él nunca podría recuperar.

 

SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

 

Rin comenzó a alimentarse correctamente a partir de ese día y Makoto sabía que la decisión había sido tomada. Los engranajes del pelirrojo se habían movido de tal manera que conservar al hijo de Haru era lo único que en verdadconservaría del amor que una vez fue.

 

La pancita de Rin iba en aumento y el afecto de Makoto también.

 

Las caricias se sentían diferentes. Las grandes manos de Makoto sobre su vientre parecían querer trasmitirle algo tan cálido que Rin estaba ansioso por sentir. Los abrazos del castaño, las miradas, su suave voz llamándolo al almuerzo…

 

Rin jamás amaría todo eso.

 

Pero lo aceptaría, porque en verdad quería amarlo. Porque Makoto de verdad se esforzaba.

 

No estaba feliz. Pero lo iba a estar. Solo debía seguir esforzándose por componer ese corazón roto, con el que intentaría amar a Makoto. No necesitaban a nadie más. Correspondería.

 

Rin se había cegado y no entendería que no debía agradecer ofreciendo un amor que jamás sentiría de verdad.

 

SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

 

La mañana de la segunda semana de su cuarto mes, Rin notó algo extraño. Frunció el ceño y se levantó del sofá, donde había estado sentado leyendo un libro que Makoto le había recomendado días atrás. Abrió el refrigerador y buscó algo para comer, entonces el castaño le tocó el hombro.

 

— ¿No esperarás a que haga el almuerzo? —Rin hizo una suave mueca y se tocó el vientre.

 

—Siento… Como hambre… Pero no lo sé, no tengo hambre en realidad…

 

Los ojos de Makoto brillaron y colocó la mano rápidamente junto a la contraria, en el vientre del menor. Lo observó expectante y sonrió.

 

— ¿Se sienten como pequeñas explosiones? —Rin alzó una ceja.

 

— ¿Me estás preguntando si tengo gases?

 

— ¡No! Es que… Recuerdo cuando mamá estaba embarazada. Ella decía que se sentía como el hambre, pero no era realmente el hambre. Pequeños golpecitos… ¡Ahí! ¡Está moviéndose! —Rin abrió los ojos con sorpresa al ser testigo de la felicidad de Makoto y, por pura inercia, gritó.

 

— ¡Está moviéndose!

 

— ¡Está vivo! —exclamó antes de abrazar al pelirrojo, quien devolvió el abrazo de inmediato.

 

— ¡Está…! ¡Claro que está vivo, idiota! —soltó una risita y bajó la mirada, observando a Makoto de reojo.

 

El castaño se separó lentamente, con una sonrisa aún adornándole el rostro y clavó la mirada en Rin, quien sonreía con diversión. Fue un impulso, estaba claro. Pero no importaba, porque su bebé pateaba su vientre mientras los labios de Makoto encontraban los propios.

 

Fue un beso suave y cargado de sentimientos, aunque distintos. Makoto expresaba todo el cariño que Rin ansiaba sentir. Y Rin expresaba todo el agradecimiento que Makoto ameritaba. No era amor, no podía serlo. Porque Rin siempre amaría a Haru, aún si pasaba el resto de la eternidad junto a Makoto.

 

A veces es difícil entender que alguien no está hecho para ti.

 

Pero, ¿quién podía definir quién era para quién? ¿Quién obligaba a Rin a permanecer atado a Haru con un maldito hilo rojo que ni siquiera debía existir? Probabilidades. Mínimas probabilidades de que alguien allá arriba te emparejara con alguien de acá abajo. ¡Mínimas! Y, mientras las probabilidades no fuesen absolutas, Makoto se encargaría de demostrar que él y Rin podían vivir en el resto de las posibilidades.

 

Un mundo lleno de infinitos. Un mundo indefinido.

 

Las manos de Makoto se posaron en la cintura de Rin, tirando de él para pegarlo a su cuerpo. Le acarició la espalda con suavidad mientras sus labios seguían moviéndose sobre los otros, que respondían con tal timidez que a Makoto bien podría hervirle la sangre de no ser por lo consciente que estaba de la situación. Estaban viviendo su propio infinito. Lejos de Haru, lejos de todos.

 

Rin era para él.

 

Entonces, las palabras de Haru pesaron. Siempre has estado enamorado de Rin. Si Haru lo sabía… Si Haru siempre lo supo… Entonces, ¿por qué? ¿Por qué no lo habían hablado antes de distorsionar todo? Los labios de Rin sabían al jugo de naranja que tomó para el desayuno. De seguro Haru sabría lo bien que Rin se impregnaba del sabor. Haru lo sabía, porque Haru actuó. Por Rin, para ganar.

 

Y las palabras de Sousuke resonaron en su mente. Es como si fueran malditamente dependientes, ¿no? Rin con su necedad a ganarle a Nanase. Y Nanase… Bueno, él parece provocar a Rin bastante bien.

 

—Mmh —se quejó el pelirrojo cuando Makoto lo pegó aún más a él, presionándole la cintura, como si quisiera traspasarle la piel con los dedos. Sus besos, posesivos y desesperados, se trasladaron al cuello del menor mientras sus manos bajaban hacia el firme trasero de Rin—. Makoto, ten cuidado —volvió a quejarse. El aludido abrió los ojos y se separó lentamente.

 

— ¿No te gusta? —cuestionó. Rin soltó el aire y se mordió el labio.

 

—Me da miedo lastimar al bebé…

 

—No lo voy a lastimar, te lo juro.

 

Una luna llena de errores brillaría sobre ellos esa noche, cuando Rin decidiría que no había más por hacer y Makoto declararía que la pálida luz nocturna presenciaría el consumo de un amor no correspondido.

 

Bajo  luna se crearía el desastre. El desamor reinaría sobre la oscuridad de la noche y opacaría todas las estrellas que Rin algún día podría llegar a ver. Encima de él, Makoto se movía a un ritmo que le hacía suspirar. Pero, de un momento a otro, Makoto desapareció y el rostro de Haru tomó su lugar. Su primera vez, en Navidad. Y también su última vez.

 

Sobre la luna se extendía la infinidad del universo. Miles de sistemas, miles de estrellas, miles de galaxias, miles de posibilidades. Y, aún si habían elegido una opción errónea, otro universo se había abierto ante ellos. Rin estaría eternamente agradecido.

 

¿Quién sabe algo sobre amar? ¿Quién sabe algo sobre sacrificar?

 

Haru tocó la puerta un par de veces y escuchó varios pasos corriendo en el interior. Se relamió los labios y cerró los ojos, soltando el aire lentamente y preparando la mejor sonrisa que se le pudiera ocurrir. Cuando la puerta finalmente se abrió, un par de brazos lo rodearon.

 

—Qué bueno que viniste, papá —exclamó Sakura con una enorme sonrisa. Haru iba a responder cuando otros brazos atraparon su pierna.

 

— ¡Papá!

 

—Niji, estás descalzo, ve por tus zapatos y tu mochila —le regañó. El niño soltó una risita y regresó corriendo al interior justo cuando Rin apareció, recargándose en una encimera y sonriéndole amablemente.

 

No importaba cuantos años pasaran, Rin seguía luciendo hermoso. No, no importaba cuanto tiempo faltara, siempre dolería el ver a Makoto besarle castamente y abrazarlo por la cintura.

 

Sakura le sonrió levemente y tiró de su suéter, haciendo que Haru se agachase. Se acercó al oído del mayor y susurró con claridad.

 

—Papi siempre va a amarte.

 

No importaba cuantos perdones suplicaran al viento, Haruka y Rin siempre se encontrarían en cuanto Makoto saliese a trabajar. Siempre serían culpables, pero ellos eran la luna en el mundo del otro. Iluminando el camino cuando la oscuridad parecía amenazar. Un beso lleno de culpa y una cama llena de emociones.

 

No había ser en el mundo que los separase. Incluso si Rin se casaba con Makoto.

Notas finales:

 

 

SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

 

Lo lamento por Makoto, pero… O sea, ¿qué hay de Sousuke?

 

Esta versión va muuuuy por encima, como pueden ver. Pero aclararé algunas dudas que podrían surgir.

 

1. Al desistir de Rin, Haru le dio a este las ganas de seguir viviendo. Suena ilógico, pero tiene sentido. Cuando dijo que no lo amaba, le quitó el peso de culpa de encima. Agh, no sé cómo explicarlo.

 

2. ¿Sousuke? ¿Quién es ese? Ah, debe ser el tipo que solo se enteró de Rin y Makoto cuando visitó al nuevo padre-madre en el hospital. No pudo reclamar, porque Rin estaba muy feliz y cómodo con Makoto.  Y Makoto se veía completo. Y Sousuke amaba que sus dos más grandes prioridades fuesen felices.

 

3. ¿Reigisa? Parfabar. No, no. Rei y Gou se quedan juntos. Con respecto a eso, el fic no cambia.

 

4. Mamá Matsuoka… bueno, ella seguro hizo apariciones durante el embarazo de Rin, así como los padres de Makoto, Ran y Ren. Así como todos, alabe.

 

5. ¿Es necesario este número? Bueno, sí. Rin es infiel a Makoto con Haru. Ustedes imagínense como empezó esa infidelidad 7u7

 

6. Sakura ama tanto a sus papás que quiere que sean una familia de tres. A Niji le de yolo:P

 

7. c: Es un placer servirles esta mierdita con ortografía digna.


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