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Bajo la Luna por MikaShier

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Éste es un fanfic original basado en Free! Iwatobi Swim Club, Free! Eternal Summer y High Speed!

Los personajes no son de mi autoría. Pertenecen a las series anime y la novela anteriormente mencionada.

 

Advertencias: Este fanfic es de temática Yaoi (homosexual). Si no te gusta este género, te recomiendo que no leas.

2. Éste Fanfic contiene Mpreg. Si no te gusta, te recomiendo no leer.

3. Éste fanfic tiene contenido sexual y lenguaje explícito.

 

Título: Bajo la Luna

 

Autor: MikaShier

 

Personajes principales: Matsuoka Rin; Nanase Haruka;

Capítulo 6

 

El sol iluminaba las calles citadinas de Tokio a pesar del clima frío característico del invierno. Habían pocas nubes en el cielo y, al parecer, aquella esfera gigante de gas caliente no interfería con el viento fresco y sus atributos, pues las personas que Rin alcanzaba a ver desde su posición en el sofá parecían aferrarse con uñas y dientes a sus enormes chaquetas y cálidas bufandas.

 

Se acurrucó más en el asiento, haciendo que Sara tornara los ojos. Parecía una especie de niño miedoso, por la forma en que se cubría con la cobija por completo, tapando su cabello y rodeando su cuerpo de manera en que solo su rostro quedaba visible. La rubia cruzó una pierna sobre la otra y bloqueó la pantalla de su teléfono.

 

─ ¿No viene siendo hora de que te pongas los pantalones y enfrentes la realidad? ─preguntó en un tono duro. Rin suspiró, aferrándose a la cobija y soltando una pequeña nube de vaho por la boca.

 

─Mejor préstame una falda ─respondió con sorna. La chica chistó suavemente.

 

─Rin...

 

─Ya sé que... ─cerró los ojos con fuerza─ Que debo hacerlo... Pero... ─su mirada cayó sobre Sara para después desviarla al piso─ Creo que no puedo.

 

─Oh... ─la rubia se levantó para sentarse en el descansa brazos del sofá y rodear al pelirrojo con el brazo, acariciándole la mejilla─ Está bien que tengas miedo... Lo tuyo no es algo que suceda a menudo y la experiencia en ello es realmente nula... Pero es precisamente por eso que debes buscar apoyo. Vas a tener muchas caídas, Rin, y vas a levantarte incontables veces por ti mismo... Pero no siempre vas a poder con el peso. Y para eso están los amigos... Para ayudarte... ─se mordió el labio cuando sintió al menor sollozar.

 

─No sé qué hacer... Ni siquiera tengo dinero, Sara... No puedo criar un niño...

 

─Vas a encontrar la manera de salir adelante ─musitó la chica, inclinándose para besar la mejilla del ojicarmín─. Ahora date una ducha. Te invito a almorzar y después irás con el chico que dices que posiblemente ayudará.

 

Rin obedeció sin objeción alguna, sintiéndose cálido. Para él, esa rubia, que había llegado a ser su amiga varios años atrás, era como una especie de madre. Le había cocinado, mimado, aconsejado... Estaba ahí y le hacía sentir bien.

 

Pero la calidez se esfumó en cuanto se encontró desnudo en el baño. Su abdomen se notaba un poco más abultado, borrando casi por completo la "v" que antes tenía ahí conformada por sus músculos.

 

Recorrió aquella pequeña elevación con la mano antes de volver la vista al espejo. Eso era ahora. Un fenómeno. Se encontró con el reflejo de sus propios ojos. Carmesí contra carmesí. Podía distinguir la sequedad de su propio odio.

 

Sara suspiró, apretando los puños con fuerza ante su impotencia. El departamento que había rentado por la semana tenía paredes delgadas. Y escuchaba perfectamente los sollozos de Rin. Ojalá ese amigo suyo lo sacara de aquella depresión, porque ella ya no sabía cómo ayudarlo.

 

Rin necesitaba apoyo y, a pesar de que ella no era precisamente profesional, no tenía el derecho de interferir en sus decisiones. Porque en el fondo, sabía que lo que Rin quería era deshacerse de aquél ser que se desarrollaba en su interior.

 

____________

 

Makoto observaba a Haruka, analizándolo con discreción. El pelinegro removía la comida en su plato con los palillos, revolviendo todo y sin comer nada. Le daba tristeza verlo en ese estado, más aún sabiendo que el responsable era Rin.

 

Pero también él tenía parte de la culpa. Había forzado el reencuentro, junto a los demás. Y habían provocado las palabras de Rin, independientemente de si eran reales o no. El siquiera pensar que había contribuido a la posible separación permanente de dos de sus mejores amigos le ponía realmente mal, no podía evitar lamentarse por ello. Y la culpa crecía al ser incapaz de sacarle una sonrisa al pelinegro que tenía frente a él, porque ese siempre había sido el don de Rin y él simplemente no podía quedarse con el privilegio, a pesar de querer.

 

─Deja de pensar en ello ─murmuró Haru en tono seco. Makoto suspiró.

 

─No puedes leer mi mente, en realidad...

 

─No, pero te conozco y eres mi mejor amigo, además, pareces atormentado y me miras con esa cara de culpabilidad.

 

─Bueno... No puedo evitarlo, ¿sí? De no ser porque yo te llamé...

 

─Si no lo hubieras hecho, yo no sabría lo que Rin sentía en realidad. Así que en vez de culparte, te agradezco.

 

─Pero ahora estás mal... ─expuso con preocupación. Haru se encogió de hombros.

 

─Ya pasará ─suspiró pesadamente antes de tomar su teléfono─. Debo irme. Más tarde hay una prueba de cocina y no he aprendido la receta del todo.

 

─ ¿Vendrás después? ─se atrevió a preguntar mientras Haru llevaba los platos hacia la cocina.

 

─No lo creo. Iré a las prácticas de natación saliendo de ahí. Y hoy tengo trabajo.

 

Makoto asintió mientras lo observaba salir de su apartamento. Suspiró pesadamente. A veces olvidaba que Haruka trabajaba medio tiempo todos los días a excepción de los viernes y el domingo. Levantó los platos que quedaban en la mesa y fue a lavarlos.

 

Por su parte, Haru caminó a paso lento hacia la parada del tren para después dirigirse a su universidad. Se sentía abatido, pero no por ello se permitiría caer. Cumpliría su sueño, aquél que descubrió gracias a Rin. Competiría en las olimpiadas y para ello no podía permitirse caer por una ruptura en su relación. Aunque le doliese querer olvidar al pelirrojo.

 

Pero, ¿qué más podía hacer?

 

Él no era como Rin. No tenía las agallas para insistir cuando él ya le había declarado odio. Carecía de derecho para ello. Se mordió el labio con fuerza, ¿sería así por el resto de su vida? ¿Ese sentimiento que le hacía sentir que su pecho se quemaba iba a perdurar hasta su último aliento? No lo sabía. Y no tenía la fuerza para averiguarlo. Pero no lloraría. Porque, aun sin su final feliz, el ya había experimentado la alegría en su momento, sin importar que esta llegase a su fin más rápido de lo esperado. Rin había sido el arcoíris de su vida. Quizá era el turno de la tormenta. Se aferró a su abrigo y siguió caminando en el frío invierno de Tokio.

 

Sólo quedaba superar.

 

____________

 

Sara acomodó la bufanda de Rin mientras, estacionados frente a un edificio de departamentos, lo aconsejaba sobre lo que debía hacer. Aunque el pelirrojo daba leves golpes y empujones a sus manos, para que dejara de tratarlo como a un niño en su primer día de escuela.

 

─Ya, ya... Voy a decírselo ─exclamó con fastidio─. Pero... Si las cosas no salen bien... ─Sara le apretó la mano.

 

─Si las cosas no van bien, puedes quedarte conmigo hasta que yo tenga que regresar a Australia. Es decir... Tendría que irme pasado mañana, pero si no sale bien... Puedo cambiar la fecha...

 

─Gracias, Sara...

 

─Ánimo, Rin. Ahora, ve.

 

El pelirrojo se aferró a su bufanda una vez que sintió el aire invernal golpear sus mejillas. Subió lentamente los escalones del edificio y caminó a la misma velocidad en dirección a la penúltima puerta. Sabía que Haru, a pesar de ser sábado, tenía que estudiar, así que no estaría ahí. Apretó los puños y, reuniendo su fuerza, golpeó la puerta.

 

No pasó mucho tiempo antes de que Rin pudiese observar los ojos verdes de Makoto. El castaño no mostraba sorpresa alguna, su mirada era más bien seca. Se hizo hacia atrás, dejando pasar al menor, quien cerró la puerta tras de sí.

 

─Makoto... ─murmuró Rin. El aludido distinguió la vergüenza en su voz.

 

─Primero que nada... Perdón. No debí llamar a Haru ─la mirada del pelirrojo se clavó en el piso mientras asentía.

 

─No vine por eso... ─su voz se quebró, haciendo que Makoto sintiera un nudo en la garganta.

 

Rin apretó los puños con fuerza, ¿qué maldito derecho tenía él de ir y tocar la puerta de Makoto? ¡Ninguno! ¿Cómo podía decírselo a él? ¿Cómo debía empezar? No sabía que hacer. No debió haber ido. Su existencia entera estaba mal.

 

─Te ves muy... ¿Querías contarme lo que pasa? Parece que sería mejor si te sientas...

 

─Perdón... ─interrumpió Rin, sintiéndose temblar. Cerró los ojos con fuerza─ Yo... Pensé en ti ─admitió mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla─. Ellos dijeron que debía tener a alguien que pudiera apoyarme..  Y en mi situación... Necesitaba a alguien sin prejuicios, que pudiese aceptarme... Y pensé en ti... Porque tú nunca me has juzgado... Por eso estoy aquí, porque necesito a alguien que acepte a todos tal y como son... No puedo contarle esto a nadie... Pero si eres tú...

 

─Rin... ¿No quieres sentarte? ─cuestionó ahora más preocupado. El pelirrojo pareció ignorarlo, clavó la vista en la parte baja de la pared y suspiró con desesperación.

 

─Ha... Hace un mes comencé a sentirme mareado y vomitaba prácticamente por cualquier cosa... E-en mis entrenamientos me... me llamaron varias veces la atención, po... porque ya no tenía la fuerza de antes y ya n-no mantenía el ritmo... Yo sentía que... Estaba muy cansado y... Asustado... ─respiró hondo intentando que el titubeo se fuese de sus palabras─ Así que fui al hospital ─un sollozo se escapó de su garganta. Rin escondió su mirada tras su flequillo y se mordió el labio, reprimiéndose. Makoto desvió la mirada al ver las lágrimas recorriendo el rostro de su amigo mientras éste las apartaba con el puño de su chaqueta─. Dijeron que yo...

 

─Rin... Cálmate un poco... ¿Qué te dijeron? ¿Estas enfermo? ¿Es grave? ─el aludido negó, sus propias uñas encajándose en la piel de su mano.

 

─Estoy en cinta, Makoto.

 

El castaño abrió los ojos con sorpresa mientras observaba a Rin romper en llanto y balbucear el resto de la historia. Era simplemente... increíble. Pero las lágrimas y el miedo que podía distinguir en el pelirrojo le advertían que, por más estúpido que sonase, era verdad. Rin se tocaba el vientre con desesperación mientras las palabras salían atropelladamente de su boca, aunque era un reto entenderlo debido al llanto. Makoto escuchó atentamente, pero solo llegó a una conclusión.

 

─Tienes que decírselo a Haru ─fue lo primero que dijo. Rin negó, llevándose una mano al lugar de su corazón e intentando calmarse.

 

─N-no voy a arruinar su sueño.

 

─No tiene por qué ser así. Estás subestimándolo. Él te ayudará...

 

─No... ─se limpió la cara con la húmeda manga de su chaqueta─ Haru no merece pasar por algo así. Él puede seguir adelante. Sin ataduras. No puedes decírselo. Él tiene un futuro. Yo estoy jodido.

 

─Lo lamento, Rin. Yo no se lo diré, solo porque no es algo que yo deba decir. Pero no voy a dejar que te quedes conmigo si no se lo cuentas a él ─declaró. El pelirrojo asintió, sintiéndose un idiota, era obvio que Makoto preferiría siempre el lado de Haru. Las lágrimas, que habían dejado de salir por sus ojos, volvieron a hacer presencia. Respiró profundamente. Se rindió. Iría con Sara de nuevo.

 

─Perdona la molestia, entonces... ─exclamó. Estaba por darse la vuelta, mas el estómago pareció retorcérsele─ Yo... Pue... ¿Puedes prestarme el baño? ─Makoto asintió, sintiéndose terriblemente mal por rechazar a Rin cuando más lo necesitaba.

 

Pero es que no podía permitir que escondiera algo tan importante. Aunque tampoco tenía el derecho de ir a contárselo a Haru. El menor siguió a Makoto hasta el baño para después encerrarse ahí. El castaño sintió su alma romperse en mil pedazos.

 

Escuchó un sollozo antes de escuchar las arcadas de Rin. Estaba vomitando.

 

Apretó los puños con fuerza, recargándose en la pared de la cocina, intentando no escuchar como uno de sus mejores amigos se desvivía en el baño. Estaba siendo cruel. Rin lo necesitaba. Le había rogado ayuda y él lo rechazó sin más. Suspiró, mirando el techo. Era cierto. Un hijo posiblemente estancaría a Haru, cabía la posibilidad de que el pelinegro lo rechazara también. Pero aún seguía pensando que lo mejor era decirlo. Se mordió el labio, alejando los pensamientos de su mente mientras sacudía la cabeza. No, no sería tan cruel.

 

─Lo siento, Haru ─susurró a la nada.

 

Sus pasos lo guiaron de nuevo al cuarto de baño y puso una mano en la perilla, girándola suavemente. Rin no había echado pestillo. La escena causó que su alma volviese a romperse, si eso era posible. El chico había atado su cabellera roja en una coleta y se inclinaba sobre el inodoro mientras se tallaba la boca con el dorso de la mano y sollozaba. Su chaqueta estaba tirada en el piso y Rin solo llevaba un suéter, por lo que Makoto podía verlo. El pequeño bulto que nacía de su vientre.  Los ojos carmesí lo observaban avergonzados.

 

¿Hace cuánto que Rin no lo miraba así?

 

Caminó hacia él, inclinándose una vez enfrente suyo y quitándole los mechones de la cara bajo la atenta mirada carmín.

 

"Lo siento, Haru."

 

Aferrando al menor por la nuca, lo atrajo hacia sí, abrazándolo con fuerza y acomodándolo entre su hombro y su cuello. Rin sollozó, envolviendo a Makoto con sus brazos lo más fuerte que pudo, humedeciendo la camisa del contrario con sus lágrimas.

 

─Quédate. No importa si no se lo contarás. No dejaré que te vayas, Rin.

 

Notas finales:

N/A: Lo prometido es deuda, ¿no? En el aviso del capítulo anterior, dije que publicaría el lunes 28 de enero, pero en realidad me equivoqué en el número, así que aquí está el capítulo. ¡Gracias por leer! Ojalá la espera haya valido la pena. El siguiente capítulo lo publicaré este jueves o viernes.

En otras noticias, subí unos OneShot llamados ¿Y qué si…? Para un concurso de Fanfiction . net. Me encantaría que pasasen a leerlos. Bueno, ¡Nos vemos!

 


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