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Bajo la Luna por MikaShier

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 "El silencio reinaba en la sala del departamento de Makoto.

 

Sara se encontraba sentada, una pierna cruzada sobre la otra, en el sillón individual mientras Rin, mirando perdidamente al piso, se situaba a lado de Makoto.

 

La rubia tambaleaba su pie en el aire mientras se mordía el labio inferior. Llevaban diez minutos en absoluta quietud, pensando. Las palabras de Rin... Las odiaba. El aborto era inhumano. Asesinar era inhumano. Y pesaba más el que el pelirrojo hubiese decidido quedárselo semanas atrás y ahora quisiese deshacerse del bebé. No estaba bien, claro que no.

 

Pero, como su doctora, no podía opinar fuera del ámbito profesional.

 

Con un suspiro, agitó las llaves en su mano para después levantarse y caminar hacia la salida.

 

─Voy a hablarlo con tu doctor ─musitó. Luego soltó otro largo suspiro y se acercó al pelirrojo. Puso una mano en su hombro y lo apretó con cariño─. De todas formas, como amiga, puedes confiar en mí. Si necesitas hablar... Si algo está haciéndote tomar esta decisión... Yo siempre te apoyaré, espero lo consideres... Cuídate. Te llamaré para comunicarte el día de tu cita para el aborto."

 

_____

 

La música moderna se escuchaba de fondo, bajo la plática de la clientela encontrada en el restaurante. También alcanzaba a oír el choque de los cubiertos contra los platos. Y, en cierta forma, resultaba tranquilizante. Era martes por la tarde y Haru estaba en su descanso, comiendo en un local cercano a su trabajo.

 

Makoto, frente a él, lucía distante. El pelinegro alcanzaba a distinguir en el contrario la incomodidad, mas no sabía el por qué.

 

El castaño sonreía, como siempre. Pero había ocasiones en que Haru mencionaba algo y los ojos verdes de su amigo huían de su persona. Sin embargo, no le dio importancia. Seguro había peleado con su novia, la del sábado, y por ello se encontraba tan distraído.

 

─Entonces... ¿Ya estás mejor? ─preguntó Makoto después de un rato. Haru revolvió la comida en su plato, soltando un pequeño suspiro que el castaño prefirió ignorar.

 

─Supongo que no puedo deprimirme por siempre...

 

─Tienes razón... ─concordó tomando un poco de su limonada. Carraspeó ligeramente y se atrevió a preguntar aquello que había mantenido su mente ocupada desde que avisó a cierta persona que pasaría a ver al azabache─ Eso quiere decir... ¿Ya no lo amas? A Rin... ─el pelinegro observó a su mejor amigo con atención, ¿por qué parecía que Makoto estaba hablando con... posesión? No era algo fácil de distinguir, pero eran mejores amigos y, tras tantos años de estar juntos, era obviamente capaz de diferenciar cada uno de los tonos empleados. Al menos eso había creído.

 

─No he dicho eso. Amo a Rin. Lo amo más que nada. Lo sabes ─El corazón del castaño dio un vuelco, ¿por qué demonios se sentía tan pesado de repente? ¿Por qué Haru parecía reprocharle el haber olvidado por un momento que amaría a Rin por siempre?

 

─Sí... Lo sé ─contestó. El Haru respiró profundamente, llevándose la cuchara a la boca. Tomó un poco de agua después, sin despegar la mirada de la comida.

 

─ ¿Has sabido algo de él? ¿Te ha llamado?

 

¿Se refería a Rin, el chico que dormía entre sus brazos? Si la respuesta era afirmativa… Sí. Lo sabía todo sobre él en los últimos meses. Sabía del sufrimiento y de la angustia del pelirrojo. No tenía del todo claro si el chico aún amaba a Haru, pues no lo había vuelto a mencionar, pero una parte de sí pedía a gritos que ese no fuese el caso.

 

La parte de sí que pedía perdón al pelinegro cada vez que sus propios brazos anhelaban rodear el cuerpo de Rin.

 

Haruka había sido su mejor amigo desde siempre. No podía ocultárselo. No podía hacerle tal daño. Su amistad era circunstancial, no quería perder a ese chico... Estaba mal esconder lo del ojicarmín. Debía poner un fin. Ambos, Haru y Rin, estaban sufriendo, pero... No.

 

─No... Nada. Es como si solo... Hubiera desaparecido ─respondió. Haru lo observó atentamente.

 

─Supongo que es así.

 

Makoto agradeció que la depresión entorpeciese los instintos de su mejor amigo. Porque, por alguna razón, la idea de contarle a Haru que sería padre del hijo de Rin... Ya no le parecía aceptable.

 

No quería entregárselo.

 

Haru soltó un suspiro. Sabía que Makoto estaba mintiendo, pero quizá era que no quería hacerle más daño. Quizá Rin había llamado al castaño. Pero no iba a saberlo.

 

 El pelirrojo debía quedarse en el pasado.

 

Quizá no podrían ser siquiera amigos. Su destino y Rin no podía estar en la misma frase a menos de que ésta fuese una negativa. Ya no existía un "ellos". Un "nosotros". No había nada después de la tormenta, más que un enorme vacío.

 

No tardó en terminar de comer y despedirse de su mejor amigo.

 

Se dirigió de nuevo a su trabajo, con el ánimo por el suelo. Quizá una parte de él, en realidad él por completo, anhelaba otra vez la compañía de Rin. Anhelaba seguir luchando. Encontrarlo y no dejarlo ir nunca.

 

Pero el mundo no debía girar a su alrededor.

 

_____

 

Cuando Makoto regresó a su casa, descubrió que el pelirrojo no había hecho la comida. Aquello no le molestaba más que por el hecho de que eso significaba que Rin no había comido. Buscó al ojicarmín por toda la casa, terminando por encontrarlo en el baño. Estaba sentado en el piso, a un lado del excusado. Su cabello estaba atado en una coleta. Makoto no se había dado cuenta de que ahora lo llevaba más largo, quizá uno o dos centímetros, y el flequillo se le atravesaba en la cara.

 

Los ojos rubíes del menor repararon en Makoto. Su respiración era lenta y pesada, estaba muy cansado. La garganta le ardía, los pies le dolían, quería llorar y, además, quería un poco del miso de caballa que Haru solía prepararle. Era pésimo. Y, como si no fuese suficiente, el pantalón no le cerraba. Había usado uno elástico deportivo el día anterior y el fin de semana, también había estado usándolos para el tipo de trabajo que poseía, por ello era posible que no se hubiese dado cuenta antes. Por otra parte, no había vuelto a trabajar, pues ya había renunciado a mantener un hijo. No necesitaba dinero. Era el fin.

 

─ ¿Te sientes mal? ─preguntó Makoto, agachándose a su altura y acariciándole la mejilla, a Rin le extrañó el gesto, pero prefirió ignorarlo.

 

─No exactamente. Vomité y me lavé la boca, pero estaba tan cansado... Solo me senté... ─explicó. Sus quejas continuaron, causando que una sonrisa atravesara el rostro del castaño.

 

─ ¿Por eso no traes los pantalones? ¿Es porque te duelen los pies? ─el pelirrojo torció el gesto.

 

─No me cierran… Es decir, me aprietan... Y... Bueno, mi ropa deportiva... Es que el elástico me lastima... No me gusta.

 

─Puedes tomar ropa mía, es algo más grande ─ofreció─, y... Bueno, realmente no me molesta que lo hagas. Siéntete con la libertad...

 

─Gracias...

 

─Ahora... ¿Qué tal si vemos una película? ─Rin hizo una mueca.

 

─Hemos visto todas las que tienes en las últimas tres semanas... Ya aburren...

 

─Renté algunas antes de llegar ─el rostro del menor se oscureció levemente. Cierto, el castaño se había tardado por… él.

 

─ ¿Cómo está Haru? ─Makoto observó a su amigo. El flequillo le caía por el rostro, despeinado. Alzó una mano y acomodó uno de los mechones tras su oreja. Y volvió a pedir perdón a Haruka.

 

─Está bien ─el pelirrojo asintió, clavando la mirada en aquellos ojos verdes, sin ver la mentira en su amigo. Makoto sonrió amablemente antes de pasar un brazo debajo de las piernas de Rin, sosteniéndolo por los hombros con el otro. El ojicarmín jadeó con sorpresa.

 

─ ¿¡Qué mierda haces!? ¡Bájame!

 

─Estás pesadito...

 

─Eso es obvio, imbécil. Bájame.

 

─Tranquilízate ─el castaño caminó hacia la sala con calma─. Dijiste que los pies te dolían... Además... Quiero ver una película, y la verás conmigo.

 

─Imbécil.

 

Rin se acomodó en el sofá una vez que Makoto lo dejó. Se sentía pésimo. Y el peso aumentaba al recordar el verdadero motivo por el que estaba en el cuarto de baño.

 

Su mirada bajó hacia su vientre mientras Makoto buscaba las películas. Se sentía avergonzado. Y asustado.

 

Hacía unas horas, su ceño se había fruncido. Era un hombre y de vez en cuando tenía la necesidad de descargarse. Pero en los últimos meses no lo había hecho. Fue por esa razón que entró al baño. El corazón le latía con velocidad y, después de un rato de mantener sus manos en su propio miembro, sollozó.

 

No lo satisfacía.

 

No podía excitarse. Estaba flácido y absolutamente nada había logrado cambiarlo. Había oído de la impotencia, pero nunca creyó que terminaría siendo uno de aquellos que la tendrían. Las lágrimas y los sollozos provocaron una segunda reacción y Rin vomitó el resto de la tarde.

 

Era impotente, asqueroso y estaba embarazado. Además, Sara había llamado.

 

─ ¿Qué tal ésta? ─preguntó Makoto, mostrándole una caja de DVD. Rin asintió.

 

─ Parece interesante... ─balbuceó. El castaño soltó el aire.

 

─Bien... ¿Hay algo que quieras decir? Pareces... Distante. Por otra parte, no has comido nada...

 

─Bueno... No tengo hambre… Además, Sara llamó hace un rato. Dijo que el doctor la contactó para avisarle que el jueves tiene un espacio libre. Entonces ella hizo la cita para... Ya sabes...

 

─ ¿El aborto?

 

─No lo digas tan fácil... ─se quejó el menor. Makoto se molestó por ello.

 

─ ¿Por qué no? Es lo que harás. Y los sinónimos que se me ocurren son... Bueno, no te agradaría escucharlos ─se sentó junto a Rin y encendió el televisor.

 

─Si te molesta, dímelo.

 

─ ¿Con qué fin? ¿Lo tomarías en cuenta? ─suspiró pesadamente─ Ya dijiste que te desharías de tu hijo. No tengo derecho a interferir... ¿O dices que puedo decidirlo?

 

─No...

 

─Entonces, es un aborto. O asesinato, como prefieras ─subió el volumen del televisor. Rin se mordió el labio. Los ojos le picaban y las ganas de llorar pudieron con él. Había pasado el día entero aguantándolo.

 

Lloró en silencio, mientras Makoto observaba la película comenzar. Limpió las lágrimas con la manga de su suéter, aunque aumentaban cada vez. Las manos le temblaban y sentía frío en las piernas. Asesino. Eso iba a ser. Un cruel humano que traicionaría a su propia especie, matando a otro humano incluso antes de nacer.

 

El llanto había aumentado cuando los brazos de Makoto lo rodearon. El mayor le besó la cabeza varias veces, Rin no supo si era en un intento de calmarlo o por otra cosa, tampoco quiso averiguarlo.

 

─Perdón... Solo estaba molesto. No quise herirte. Ya sé que es tu opinión. El que la lleva difícil eres tú. Sé que sabes lo que haces ─limpió las lágrimas del contrario con los pulgares antes de depositar un beso en su frente.

 

─ ¿Por qué...?

 

─No lo preguntes. Solo deja que te consienta un poco ─sonrió el castaño. Rin se extrañó, pero no dijo nada más. No quería malinterpretar las cosas, Makoto estaba siendo amable, ¿no?─. Le avisaré a Gou y a los chicos. Sé que querrán estar aquí para verte.

 

Ese día, Rin cayó profundamente dormido en el sofá. Makoto lo sostuvo en brazos y lo llevó a la cama.

 

Se había vuelto rutinario, lo que hacía con Rin ahí.

 

Recorrió su figura con la mano. Acarició su mejilla suavemente y suspiró mientras le acomodaba el cabello. Su respiración era profunda, aunque su sueño parecía serlo más. Makoto sintió sus ojos arder. Era un idiota. Y seguiría siéndolo.

 

Observó los labios entreabiertos del pelirrojo y, sin dudarlo por más tiempo, posó los suyos sobre ellos. Rin se removió y Makoto le sostuvo el rostro, alargando el tiempo del beso.

 

Lo siento, Haru. Pero las cosas son así. Él… me necesita a mí.

 

─Perdóname, Rin ─susurró.

 

Le besó el cuello con cariño para después hacer lo mismo en su mejilla y su frente. Rin se removía entre sueños, como si su subconsciente supiera lo que pasaba en el exterior.

 

Pero Makoto no iba a detenerse tan rápido.

 

Y el destino era cruel. Besó sus labios por última vez. Entonces rodeó a Rin con sus brazos, abrazándolo como protección, como hacía siempre.

 

_____

 

El miércoles por la mañana, Makoto no fue a la universidad. Se levantó temprano para lavar algunas prendas, aunque Rin insistía en hacerlo él. Se suponía que sus amigos tomarían el primer tren a Tokio.

 

Ese día, el pelirrojo parecía inusualmente feliz, aunque eso podía ser gracias a las hormonas del embarazo.

 

Makoto debía admitir que Rin lucía radiante. Y también debía admitir que últimamente le agradaba que el pelirrojo tuviera la suficiente confianza como para pasearse por la casa sin pantalones. Le gustaba verle las piernas, y bueno, su trasero tampoco estaba mal... Pero le gustaba más como le calzaba todo. Porque, repitiendo, el embarazo le hacía ver radiante.

 

Bueno, la felicidad no duró mucho.

 

Gou tocó la puerta con fuerza, sin poder evitarlo. Odiaba que Makoto hubiera dado luz verde a la decisión de Rin, o más bien que no lo hubiese intentado hacer cambiar de parecer.

 

Nagisa y Rei tampoco estaban contentos. La ausencia de la sonrisa en el rostro del rubio era tan presente que todo el camino se lo pasaron en silencio, o bueno, no habían hablado más que de su inconformidad.

 

Makoto desvió la mirada al encontrarse con ellos, aunque más precisamente… con él. Sousuke lo observaba con furia. No lo pensó dos veces antes de hacerlo a un lado, sorprendiendo al castaño en el acto. El lugar olía a comida y parecía estar alegre. Percibía el humor de su mejor amigo, se escuchaba feliz mientras acomodaba cosas en la cocina.

 

Y no le importó.

 

─Rin ─verlo semidesnudo le sorprendió. Su mirada se dirigió a Makoto, quien prefirió ver la pared, avergonzado.

 

Lo entendió.

 

El amor de Makoto había mutado. Rin ya no era solamente un amigo. Y le molestaba. Ese pelirrojo, aunque se escuchara despectivo o alguna cosa similar, le pertenecía a Haruka. La idea nunca le había agradado completamente. Pero era algo que todos sabían. Eran Haru y Rin. No Makoto y Rin. No había cabida para esa estupidez.

 

Si el castaño no lo entendía, Sousuke se lo haría entender a golpes.

 

No era por ser malvado, o cruel. Sino que sabía que Makoto estaba sacándole provecho a la estadía de Rin. Que estaba confundido. Por eso, el pelirrojo podía estar en ropa íntima. Por eso, Makoto había desviado la mirada, sonrojado.

 

Definitivamente no había cabida para tal estupidez.

 

Rin abrazó a Sousuke de inmediato y él, por más molesto que estuviese, no pudo evitar devolverle el gesto. Sabía que el menor se derrumbaría. Y él estaba ahí para atraparlo mientras caía.

 

─ ¿Por qué...? ─El ojician comprendió lo que el pelirrojo quería preguntar, por lo que suspiró.

 

─Regresé hace un mes, o más. No lo sé. Quise decírtelo, pero no te pude contactar... ─Entonces sintió las sacudidas del menor. Suspiró y apretó el agarre─ No llores, Rin...

 

─Sou...

 

─Está bien, no lo digas... Gou me lo contó. Y no te atrevas a enojarte con ella por eso...

 

─Hermano... Sousuke-kun... ─El pelinegro le dirigió una mirada, mas la chica no sabía si era de advertencia o amabilidad. Quizá ambas.

 

─Gou, no digas nada. Voy a hablar con tu hermano. Preferiblemente a solas.

 

─Pueden usar mi habitación ─intervino Makoto. Sousuke asintió.

 

─Es lo menos que puedes hacer.

 

Si Makoto se sintió afectado por aquello o no, nadie lo supo. Rin y Sousuke desaparecieron tras la puerta de la habitación del castaño. Gou observó mal al ojiverde y, con ayuda de Rei y Nagisa, le echó un sermón sobre la ética y la amistad.

 

Sousuke obligó a Rin a sentarse sobre la cama mientras él se recargaba en la pared. El silencio dominó el ambiente por unos segundos. Luego el pelirrojo le contó lo que Gou ya le había contado, aunque añadió partes que había desconocido.

 

─Si me lo hubieras dicho antes... Rin, es grave... No puedes tomar ese tipo de decisión a la ligera.

 

─Lo pensé mucho, Sou... Pero en verdad no quiero tenerlo ─declaró el pelirrojo. Sollozó en voz baja, ¿cuándo diablos dejaría de llorar? Eres patético. Se acarició el vientre y masculló:─. No soy una chica.

 

─No lo eres, claramente. El que tengas esa... capacidad... No te convierte en mujer, Rin.

 

─No lo entiendes.

 

─Pues explícame.

 

─No importa lo que diga, Sou, no lo entenderás... Y yo ya tomé ésta decisión y no cambiaré de opinión. Mañana... Yo podré recuperar mi vida.

 

─No es así ─siseó. Rin bajó la mirada, sabiendo que aquella era la verdad. No estaría bien. Nunca. Un aborto era fatal… Pero él no debía dar vida─. Cometiste el error, ahora hazte responsable. No tengo ni la más maldita idea de lo que sientes en este momento, pero no es justo para tu hijo. Tus errores debes pagarlos.

 

─Haru no fue un error.

 

─Entonces enfrenta eso ─señaló su abdomen. Rin se cubrió con los brazos. Las lágrimas caían libremente por su rostro y los sollozos escapaban de su garganta─. Sé que puedes salir adelante. Solo no tomes decisiones precipitadas.

 

─ ¡No lo entiendes! ─bramó levantándose. Se sacó el suéter, exhibiéndose ante su mejor amigo─ Solo mírame... Se me hinchó el pecho, Sousuke... Yo... Yo puedo amamantarlo y eso no es normal... ¿Cómo diablos...? No debería... No debería poder embarazarme... ¡No debería creceré el pecho como si fueran senos, Sousuke! No puedo con esto...

 

─ ¿Esa es tu excusa? ¿"No puedo hacerlo, bórrenlo"? Creí que tenías más valor.

 

─Sou...

 

─Creí que te conocía. Esto no eres tú. Estás tirando la toalla. Te estás rindiendo. En verdad, ¿crees que te sentirás mejor haciendo eso?

 

─No puedo darle una vida, Sousuke... No puedo...

 

─Cállate, ¿quieres? Ya es suficiente. Suficientes excusas. Solo hay dos caminos, Rin. Ármate de valor y cancela esa cita. O sigue lamentándote de lo patético que resultó ser tu estúpida vida y mátalo.

 

El menor no movió ningún músculo, por lo que el pelinegro lo comprendió. Él no podía hacer nada.

 

La ira lo invadió.

 

Salió de casa de Makoto, intentando controlarse. Gou le advirtió que de marcharían en el penúltimo tren, a lo que Sousuke asintió, diciendo que solo iría a intentar tranquilizarse. Respirar aire fresco le calmaría los nervios. Claro.

 

Makoto se disculpó con los chicos y, pese a la mirada acusadora que Gou le dedicó, decidió ir y consolar a Rin. El pelirrojo se había envuelto en las sábanas y sollozaba suavemente.

 

El castaño respiró hondo y se acercó. Rin se dejó abrazar, sintiéndose patético. El cansancio del llanto lo invadió poco después y, como muchas otras veces, sus ojos se cerraron. Makoto prefería mil veces que Rin estuviese dormido, pues de esa manera, el sufrimiento se pausaba.

 

No le importó que los demás estuvieran en la salita de su departamento, pues a su propio pensar, Rin era más importante. Y quizá, por la situación, fuese cierto. Así que se quedó ahí, observando el rostro sonrojado de su amigo, mientras el rastro del llanto se borraba lentamente.

 

Gou dejó salir el aire y, arreglándose la coleta en un acto de ansiedad, observó a los chicos.

 

─Esto está mal...

 

─Concuerdo. Makoto-senpai... Mierda… No sé cómo decirlo ─Rei suspiró, sacándose las gafas para tallarse los ojos. Gou nunca lo había visto hacer eso, hablar así. Pero bien era cierto que, en los últimos tres o cuatro días, la preocupación podía con el trío. El peliazul tenía el derecho de maldecir todo lo que quisiese.

 

─Ustedes... ¿Creen que a Mako-chan le guste Rin-chan? Últimamente me da esa impresión, aunque casi no hemos hablado con él más que por teléfono...

 

─No lo sé, Nagisa-kun ─murmuró la chica─. Pero a mí también me da esa sensación. Makoto-senpai siempre fue como una mamá... Sin embargo, se está portando como un novio sobreprotector con mi hermano.

 

─Y Rin-san está tan deprimido que no se ha dado cuenta... Por cierto, estuve buscando psiquiatras de confianza y descubrí que uno de mis primos cercanos terminó la carrera hace poco... Pero está fuera de Tokio...

 

─Según entendí, Rin no puede salir de la ciudad, es peligroso para su estado. Si entra en crisis... No podríamos ayudarlo nosotros. Llevarlo a otro médico no es una opción.

 

─Lo sé, Kou-kun... Solo era un comentario...

 

─ ¿Por qué Mako-chan se volvió así? Es decir... Parece como...

 

El sonido de un llavero llegó a la salita. Los chicos dejaron la charla de lado y voltearon, a la espera de que, quien fuese que tuviera las llaves del departamento de Makoto y que parecía tener prisa, entrase.

 

La primera en levantarse fue Gou. No sabía si estaba sorprendida o angustiada. Rei y Nagisa simplemente no se lo creyeron. El ceño de Sousuke denotaba la molestia que el pelinegro contenía.

 

El de Haruka era aún peor.

Notas finales:

 

N/A: No saben cuánto disfruté escribir este cap… No sé, lo amé xD

 

¡Gracias por todo su apoyo! ¡Nos vemos el próximo lunes o jueves!


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