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Flashes por WinterNightmare

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Notas del capitulo:

Lo siento mucho, realmente lamento la terrible tardanza. Pero aquí estoy, y ni sueñen que dejaré de hacer esto. (?)

Próximo capítulo estará aquí dentro de una semana. <3

 

Tenía un sentimiento terrible clavado en lo profundo de su pecho. Había tratado de una forma que jamás pensó a Tom hace unas cuántas horas atrás y ahora ahogaba sus malditos problemas en las botellas de Whisky que tenía por mera colección en su alacena.

 

Se sentía un ser humano asqueroso y desdichado. Con el maquillaje esparcido en el rostro de una forma casi escandalosa, y una botella de alcohol media vacía entre sus manos mientras sus lágrimas volvían a caer precipitosamente.

-Ough maldita mierda… - Se quejó, intentado ponerse de pie inútilmente - ¡Maldito Tom! – Soltó, dejando caer su cuerpo sobre la alfombra empapada en alcohol, mientras la ebriedad le hacia sollozar nuevamente.

 

Él no merecía todo esto, por supuesto que no. Pero gigantesca era su mala suerte de conocer a aquel delincuente, y peor aún, de volver a encontrárselo a pesar de que sus vidas se hubiesen separado hace varios años atrás.

 

Bill incorporó su cuerpo un momento y logró afirmar su espalda contra uno de los sofás de la sala, mientras sus ojos vagaban de un lugar a otro sin poder enfocarse con claridad. Hacia ya mucho tiempo que no sentía tantas ganas de llorar como ahora, y es que todo en su vida se estaba derrumbando.

 

Todos los años que le llevaron el volver a ponerse de pie y saber subsistir sin los recuerdos de su pasado, ahora eran simples años perdidos y desperdiciados en un sin sentido.

 

Y ésta era la primera vez en su vida que deseaba con todas sus fuerzas el jamás haber huido de casa. Nunca antes se preocupó por eso, ni le importó siquiera. Siempre bloqueó aquellos oscuros recuerdos que le llevaban de vuelta al que fue su hogar cuando era tan sólo un niño.

 

Y como si su miseria no fuese suficiente, su mente voló hasta el recuerdo de su madre. De aquella mujer que le amó a tal punto de sacrificar su propia vida por él, y que dejó atrás sin pensarlo dos veces.

 

Le falló a Simone, le falló a Gustav, y a todos quienes alguna vez creyeron en él y en su enorme potencial. Ahora ya no quería más nada, y es que simplemente no podía lidiar con todo aquello.

 

Dentro de su profunda inconsciencia, Bill cerró sus ojos y logró sentirse calmo por un momento. Su mundo daba vueltas y su cabeza dolía fuertemente. Sólo sentía ganas de expulsar todo el alcohol de de su cuerpo aunque creía fielmente que aquella intoxicación era lo único que le hacía sentir mejor.

 

Por ahora era así. Por ahora, cualquier malestar físico sería mejor que el recuerdo de aquel hombre a quien jamás debió amar.

 

El llanto se desprendía de su cuerpo como un acto reflejo, y simplemente era incapaz de controlarlo.

 

Su vaga memoria vacilaba en confusos recuerdos de su pasado junto a Tom, y en cómo ingenuamente cayó enamorado del mismísimo demonio. No comprendía por qué toda su vida fue, es, y será una maldita miseria.

 

Recordó nuevamente a su madre, y como si ya no se sintiese lo suficientemente basura, aquella imagen de la rubia y débil mujer con las marcas de una golpiza en su rostro que le recibía siempre con una sonrisa al llegar de la escuela…

 

A veces Bill se preguntaba si haber huido de casa había sido lo correcto. A veces el tormento de haberle quitado todo por lo cual luchó día a día su madre, todo por lo que ella vivía… todo aquello podía realmente con él.

 

Con dificultad volvió a abrir sus ojos y sintió asco de verse en aquel estado, y de ver su hogar rociado con aquel ya nauseabundo olor a alcohol, y casi destrozado por sus arrebatos de furia antes de caer como un maldito ebrio al suelo.

 

-N-no… - Susurró, y por un momento la cordura pareció volver a él – Éste no es mi hogar – Sentenció, tambaleándose fuertemente mientras intentaba ponerse de pie y caminar hasta la puerta.

 

Dificultosamente, luchando contra su perdida y desorbitada mirada, alcanzó las llaves de su coche estacionado a las afueras del apartamento situado en aquella céntrica avenida de Berlín.

 

Iba a volver a casa.

 

 

+++++

 

 

Era una noche de aquellas que no había tenido en mucho tiempo. Una noche donde ya nada tenía importancia, donde no existían más preocupaciones pues ya todas las cartas habían sido echadas.

 

Había esperado por un par de horas en aquella fría cocina que la mujer que sería su esposa fuese a por él como les era de costumbre, pero Yassmine jamás llegó.

 

Cualquiera en su situación se hubiese sentido desesperado, hubiese tomado un taxi o llamado a la policía y prácticamente volado a casa para saber si todo iba a bien… pero aquel, no era su caso.

 

Ni siquiera Yassmine tenía cabida en su mente. Y mientras caminaba por aquella solitaria calle, todo parecía perder aún más su sentido y realidad. Su cuerpo se sentía vacío, ya su pecho no dolía, ni siquiera las marcas que el forcejeo con Bill había dejado en su cuerpo… ni siquiera aquello podía sentir.

 

Se había convertido en alguna especie de monstruo, había vuelto a sentirse tan maldito y solo como se había sentido durante largos años en prisión cuando perdió a Bill. Y es que ahora lo había perdido nuevamente, y ya no había marcha atrás. Ya no quedaban lágrimas que llorar ni sentimiento que sentir.

 

Él simplemente ya no era nada. Era un cuerpo solitario caminando sin rumbo en medio de la noche, con la vista perdida a lo largo del frío asfalto.

 

Una luz de algún coche dibujó su triste y oscura silueta sobre el suelo, y a Tom algo de nostálgica gracia le hizo ver como a cada paso que daba su sombra parecía huir de él. Ya sólo podía tomarle algo de humor a las desdichas de su vida, y es que estaba tan solo ahora…

 

La blanquecida luz comenzó a ser un tano inestable, al igual que el ruido del motor que cada vez se oía más cerca, aquel coche que se acercaba captó su atención, y por primera vez en horas, algo le hizo sentir vivo y preocupado.

 

Algo no se oía bien. Algo no se sentía bien.

 

Detuvo sus pasos volteando lentamente su cuerpo, intentando visualizar algo a través de la densa neblina y la luz del automóvil que se aproximaba, pero le fue inútil.

 

El fino auto de color negro pasó lentamente frente a sus ojos, y algo retumbó fuertemente en su interior. Aquel coche que zigzagueaba peligrosamente por el camino era casi inconfundiblemente el coche de Bill.

 

Tom retomó la marcha rápidamente, con sus ojos casi fuera de lugar, e intentó alcanzar la distancia suficiente para aclarar sus tormentos. Corrió y logró divisar una negra melena junto a una estampilla de Vogue en la ventana trasera que le hizo detener de un solo golpe.

 

No podía ser cierto.

 

Su corazón retumbaba ferozmente contra su pecho mientras corría calle abajo intentando torpemente seguirle el ritmo al casi descontrolado automóvil; los sentimientos habían vuelto a él, y aquella peligrosa situación le había devuelto la vida en aquel instante.

 

Y no era precisamente por lo que le hubiese gustado asumir. Si aquel coche que seguía con todo lo que su cuerpo podía dar, hubiese sido uno cualquiera, nada le hubiese preocupado. Pero dentro de ese auto descontrolado iba Bill, y cuando de su pequeño niño se trataba, su ser era a prueba de balas.

 

Corrió y corrió hasta sentirse mareado y entonces, con su corazón doliendo por el sobreesfuerzo y la preocupación, observó como Bill se alejaba y se perdía de su vista. Tom soltó un grito frustrado, mientras sentía el sudor empaparle el rostro, no podía dejarle ir así…

 

 

+++++

 

 

Sus piernas parecían no formar parte de su cuerpo, pues se torcían y tambaleaban tan ferozmente que en cualquier momento caería de rodillas al suelo.

 

Había descendido de su auto a duras penas, dejándolo “estacionado” a las orillas del camino mientras él se introducía en aquel peligroso lugar que, dentro de su inconsciencia, Bill “reconoció” como el sector donde su hogar estaba.

 

Su corazón latía a mil por hora, sentía unas ganas tremendas de ver a su madre y abrazarla; de disculparse y llorar junto a ella, contándole dolorosamente por todo lo que había pasado en aquellos largos años en que estuvo lejos de casa.

 

Caminó unos cuántos metros más allá y el lugar se tornaba cada vez más oscuro y abandonado.

 

Sus delgadas piernas temblaban y se entrecruzaban torpemente. La estabilidad y el equilibrio corporal le parecían algo inalcanzable.

 

Miraba a su alrededor y dentro de su alcoholizada conciencia, luchaba por comprender y conocer el paisaje que se presentaba ante él.

 

Aquellas fúnebres y descuidadas casa lucían similares a la suya, por lo que continuó con su camino varios metros más abajo.

 

Pasaban ya de las dos de la madrugada y todo el lugar estaba desierto; pero aquello no le importó, después de todo, nadie jamás salía de casa al caer la noche.

 

Unos cuántos pasos más allá, tres difusas siluetas consumían alguna especie de droga bajo un viejo árbol.

 

Bill frunció el ceño y desaceleró sus pasos levemente; algo en su congruencia, mente, y ubicación espacial, falló, y sin darse verdaderamente cuenta de aquello, ya no estaba seguro de cuál hogar era l que tano estaba buscando.

 

Y ahora le veía ahí, bajo ese gran y oscuro árbol, en compañía de dos sujetos más, y simplemente no lo comprendía:

 

¿Por qué Tom salía de casa por las noches, siendo él mismo quien le advirtió que aquello era tremendamente peligroso?

 

-Tom – Llamó el pelinegro, dirigiéndose a uno de los hombres, los cuales entre risas débiles le veían incrédulos avanzar hasta ellos.

 

Tambaleándose, Bill llegó a posicionarse justo frente a uno de ellos, sin percatarse realmente de que aquel sujeto no era Tom.

 

El aludido hizo callar a sus acompañante con un gesto, y se acercó un poco más al delgado chico frente a él, probando en qué grado de notoria inconsciencia éste se encontraba.

 

Bill se ruborizó un poco ante la cercanía, y, extrañamente, se sentía como el chico de quince años que alguna vez fue, sin darse cuenta de que la realidad era bastante diferente a las alucinaciones que ahora sufría.

 

El alto hombre de tez oscura y cubierto por holgada ropa y una capucha, sonrió leve al notar que aquel chico estaba lo suficientemente ebrio como para no percatarse de la situación en lo absoluto.

 

-Nos vemos luego - Susurró el sujeto, volteando su rostro en dirección a sus amigos, dándoles a entender que debían irse.

 

Los otros dos hombres le vieron marcharse entre risas cómplices, notando como ingenuamente el moreno chico había tomado una de sus manos, y ahora le seguía los pasos hacia quién sabe dónde…

 

-T-Tom… - Susurró Bill, sintiéndose de pronto muy mareado luego de tanto caminar y de pronto detenerse frente a una casa que él no lo lograba aún de reconocer - ¿Dónde…. Dónde estamos? – Preguntó ingenuamente, siendo guiado hacia el interior del lugar.

 

Aquella casa abandonada era un completo desastre en medio de la nada, pero el alcoholizado pelinegro no lograba percatarse de aquello.

 

El hombre de tez oscura se abrió paso entre la basura y restos de botellas de alcohol a medio terminar y divisó un pequeño cuarto sucio (y de casi tan mal aspecto como el resto de la casa), con un colchón en deplorable estado esquinado entre dos paredes.

 

Esto era lo que ellos comúnmente buscaban, y sino había, los habilitaban en sectores eriazos como ese.

 

El sujeto sonrió de medio lado al oír los torpes pasos de Bill legando hasta su lado. Personas como él tenían un asqueroso poder innato, y es que hasta con tan sólo con imaginar lo que estaban por hacer… ya le tenía más que excitado.

 

El pelinegro soltó un chillido al sentirse bruscamente lanzado contra el sucio colchón - ¡Tom! –Soltó, pestañando, reiteradas veces pero sin lograr recuperar la cordura – E-Esto huele… horrible – Dijo, haciendo arcadas casi por inercia.

 

-Vomita todo lo que quieras, precioso – Susurró el hombre, posicionándose de rodillas sobre colchón y tras él – Eso no va a arruinar nuestra velada…

 

Bill frunció el ceño y sus arcadas se detuvieron por un momento; Tom jamás le hablaba de esa forma.

 

Unas grandes manos se aferraron a su trasero y bajaron sus pantaloncillos y ropa interior con total descaro. El moreno gruñó ante el acto e intentó alejarse y encarar a su acompañante debida la brusquedad.

 

-Ough, Tom… qué suced-de contigo – Encaró un tanto molesto, adecuando su vista por un pequeño lapso de tiempo.

 

El cuerpo de Bill de tornó rígido, y por un momento el pánico vislumbró en sus ojos.

 

<<Dios mío… qué hago aquí…>>

 

Un fuerte grito pareció desgarrarle la garganta al sentir su estrecho agujero ser presionado fuertemente y sin cuidado alguno.

 

-¡Tom! – Gritó - ¿¡Qué ha…!? ¡Tom! – Se quejaba entre arcadas y profundas punzadas en su trasero, intentando en vano arrancar de las manos de su acompañante.

 

El enorme dolor le hizo volver en sí poco a poco pero sin comprenderlo del todo. Su confundida cabeza aún confundida, no lograba percatarse por completo que aquel hombre no era Tom. Muy dentro de sí sabía que aquel ex convicto no era un monstruo… pero pronto sus ideas volvían a confundirse cruelmente y el moreno chico simplemente no estaba seguro ya de nada…

 

Unió fuerzas y empujó su propio cuerpo hacia delante una vez más, alejándose y desgarrando dolorosamente su propio trasero ante el acto, librándose momentáneamente de aquel hombre que le penetraba con fervor.

 

Su nublada y humedecida vista alcanzó claridad, y entre gritos, logró volteare enfrentar la realidad. Aquello se sintió como mil litros de agua fría sobre su cuerpo; aquel sujeto era un completo desconocido.

 

El hombre sonreía maliciosamente mientras forcejeaba con él y volteaba su cuerpo para observarle gritar y llorar de frente a él, acorralando el pequeño y delgado cuerpo contra una de las paredes; ahora de frente a aquel desgraciado, el dolor y la ira parecían traerle de vuelta al mundo real.

 

Bill se encontraba casi completamente encogido, con su espalda curvada dolorosamente entre la pared y el colchón, y ese malnacido entre sus piernas las cuales Bill movía sin parar, intentando alejarle de él… pero el dolor le aturdí lentamente.

 

Las penetraciones eran brutales y fuertes, y aquel miembro tan grande, que parecían estar tocando algún punto en su interior que le trituraba por dentro, haciendo desvanecer a ratos, o querer vomitar todos sus órganos internos.

 

Entonces Bill llevó sus manos hasta el hombre frente a él y arañó su cara tantas veces como le fue posible, comenzando a gritar por ayuda con todas sus fuerzas, rogando por que alguien pudiese oírle y salvarle de morir en manos de ese maldito. Gritaba y gritaba por ayuda, mientras sus ya casi inconscientes alaridos llamaban a Tom.

 

 

+++++

 

 

-¡Bill! – Gritó una vez más, corriendo calle abajo.

 

Su desesperación había llegado a un nivel tal, que no lograba detenerse aunque sus piernas temblaran de dolor, y cabeza diera vueltas dada la presión.

 

Sus piernas flaquearon unos cuantos metros más abajo y Tom cayó de rodillas a la tierra, con el rostro adolorido y empapado en sudor.

 

Luego de un par de segundos en que la situación le era tan desesperante que le hacía querer llorar, Tom estabilizó un tanto su respiración y logro incorporarse nuevamente.

 

Bien podía permitirse abandonar su búsqueda y despreocuparse de todo aquello. Pero algo le hacía sentir increíblemente desesperado y simplemente no podía perder a Bill de esa forma, menos en una situación como en la que se encontraba.

 

Cerró sus ojos y empuñó sus manos complemente frustrado, soltando un grito que de pronto pareció haber sido correspondido metros más abajo, en una oscura y solitaria casa un tanto alejada de una pequeña población peligrosa.

 

El corazón de Tom pareció detenerse por un segundo. Aquello no había sido su imaginación, realmente oía gritos desesperados desde ese lugar.

 

Casi sin pensarlo dos veces y con la vista fija en aquella casa, corrió lo más rápido que pudo entre los altos pastizales del lugar, escuchando los dolorosos alaridos que clamaban por ayuda.

 

Jamás quiso creer que se trataría de Bill, pues jamás en su vida le había oído tan desesperado. Aquello le hizo hervir la sangre, y sin temor alguno adentró sus pasos hacía el interior del sucio y abandonado lugar, no sin antes armarse con unos cuantos elementos.

 

Cogió del suelo una tabla de madera y una vieja botella de licor y retomó su camino directamente hasta la habitación, donde no estaba realmente seguro de querer ver lo que ahí dentro ocurría, su mente imaginó lo peor…

 

Y así fue.

 

 


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