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Flashes por WinterNightmare

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Notas del capitulo:

Capítulo más largo dada la demora :( siento haberme atrasado un par de días en actualizar... pero el próximo capítulo estará aquí dentro de una semana.

Dado que thficcion ha presentado problemas, seguiré actualizando por aquí de todos modos, y luego me pondré al día en dicha página cuando vuelva a funcionar correctamente.

¡Ah! Casi lo olvido: he creado una página en Facebook, pueden buscarme como "Winter Nightmare - Fanfics", ahí les estaré avisando en caso de cualquier inconveniente, o quién sabe, quizás hasta adelantos podría dejarles. (?)

En fin, ¡un enorme abrazo para tod@s! <3

 

El resto de las horas las pasó recostado sobre aquella fría cama de hospital, pensando hasta que su cabeza dolía, forzando a sus recuerdos a salir a flote y calmar aquella angustiosa situación.

 

Luego de haber soltado el llanto, Gustav le tranquilizó acariciándole con ternura, pero incapaz de mirarle a los ojos, evitando las preguntas que Bill quería hacerle hasta que, simplemente, abandonó la habitación.

 

Más allá de los cristales de aquel lugar, el sol se escondía tras los grandes rascacielos de la ciudad, y el bullicio de los automovilistas volviendo a casa. Bill no recordaba el haber presenciado un cielo más luminoso y anaranjado como aquel. Incluso había olvidado cuánto amaba los atardeceres.

 

Una sonrisa débil se formó en su rostro, y un cálido aire imaginario envolvió su cuerpo maltratado por la violencia de un hombre, haciéndole temblar ante la sensación que creyó sepultada tras los duros muros de su corazón.

 

Muros que ahora temblaban desmoronándose poco a poco.

 

Recordó aquella cálida sensación del pecho de Tom pegado a su espalda mientras le abrazaba, juntos sentados despreocupadamente sobre la cama de un viejo cuarto al que ambos, hace seis años atrás, llamaban hogar…

 

Nada en la vida jamás se había sentido mejor que el ser envuelto por aquellos grandes brazos, o besado por la parte posterior de la nuca mientras presenciaban el paisaje más hermoso que la naturaleza les podía brindar.

 

Y es que Tom le había enseñado amar así. Amar las pequeñas cosas, los bellos detalles que día a día le brinda la vida, y que muchas veces pasaba por alto. Tom le enseñó amar así, sin lujos ni grandes posesiones, sólo el tenerse el uno al otro y despertarse con un beso en la mañana, agradecidos de poder tenerse un día más.

 

Escondidos en aquel  viejo cuartillo de los suburbios, viendo la noche caer…

 

-El doctor dice que podemos ir a casa – Irrumpió Gustav en la habitación.

 

Bill viajó con la mirada hasta el rubio chico de pie a un costado de la puerta, para inmediatamente volver toda su atención al sol que brillaba tras la gran ciudad – Ir a casa – Repitió, soltando una pequeña risa incrédula.

 

Gustav endureció su rostro – Te llevaré hasta tu departamento y luego me iré, si es eso lo que insinúas tras tu hipócrita risa.

 

-No – Dijo, volviendo la mirada hasta él, con un severo timbre en la voz – Me llevarás donde Tom.

 

Gustav bufó simulando sorpresa ante aquellas declaraciones – ¿Te volviste loco? Bill, tu salud aún es delicada.

 

-Tú te has vuelto loco, ¿por qué intentas convencerme de todo esto, Gustav? – Soltó, con los ojos inundados en lágrimas que se rehusaba a dejar salir – Él jamás me haría algo así.

 

-¡Es un delincuente! – Gritó exasperado, controlando sus agresivos impulsos - ¿¡Por qué sigues luchando contra aquello!? ¿¡Por qué insistes en arruinar tu vida por él!?

 

Bill guardó silencio un momento, sin quitar su vista de sobre el rubio hombre que caminaba de lado a lado en la habitación – Iré donde Tom, quieras o no llevarme – Gustav detuvo sus pasos, las palabras de Bill sonaban increíblemente duras y decididas – Sé que él no me hizo esto.

 

 

+++++

 

 

-¿No vas a decirme nada? – Soltó de pronto con la voz temblando al igual que sus manos que se extendían hasta el hombre frente a ella, buscando respuestas.

 

Tom bufó sintiéndose la peor mierda del universo, incapaz de levantar la mirada y encontrarse con aquellos enrojecidos ojos por el llanto – Qué quieres que te diga, Yass… la situación habla por sí sola – Dijo, elevándose de hombros lentamente – Estoy aquí otra vez, tras las rejas… tal y como me conociste hace varios años atrás.

 

La mujer soltó un ligero llanto que por poco pareció no poder detener, llevando sus manos hasta su regazo, poniéndose de pie desde la cama donde se encontraba sentada en aquella fría y oscura celda – No es así, Tom… no es posible… ¿cómo en una noche fuiste capaz de regresar hasta éste lugar? – Yassmine se sentía derrotada, confundida, aterrada de oír respuestas que ella conocía pero que en el fondo, no quería confirmar – Yo… ¿por qué?

 

El convicto guardó silencio. No quería dañar más a aquella pobre mujer de lo que ya había hecho. Temía que Yassmine entrara en alguna especie de colapso nervioso por su culpa, pero por más que se patease mentalmente para elevar la mirada y contarle toda la verdad, simplemente no podía hacerlo.

 

Bill era una parte de su vida, un secreto tan bien guardado que el que alguien más supiese de él, que supiera todo lo que pasó por aquel niño… eso simplemente le desmoronaría. No quería pensar en el pasado, y que alguien más supiese de Bill, era como abrir una gran herida jamás cicatrizada de su corazón.

 

-¿Quién es él, Tom? – Preguntó con notoria frustración en la voz, y el tono de ésta notoriamente más elevado - ¿Quién es ese maldito y por qué tuviste-

 

-No te refieras de esa forma a Bill – Sentenció el hombre, a dientes apretados, al igual que sus puños. Simplemente era algo que no podía controlar, aquello iba más allá de él – Es más, ni siquiera quiero ver su nombre salir de tus labios – Dijo, levantando la cruda mirada y clavándola en los ojos de la rubia mujer.

 

Yassmine tragó duro. Por primera vez sentía miedo de aquel hombre sentado frente a ella. ¿Quién era aquel sujeto y qué le había hecho a Tom?

 

Ella meneó su cabeza, asintiendo pesadamente, guardando silencio por una momento intentando que la calma volviese a su prometido - ¿Vas a ocultarme tu pasado por siempre?

 

Tom se puso de pie y caminó hasta la enrejada ventana de aquella “habitación”. Afuera caía la noche, y la ciudad seguía su curso. La vida de todos afuera seguía tal y cuál como había comenzado, pero la suya se había vuelto de cabeza de la noche a la mañana.

 

-¿Qué caso tiene hablar acerca de él? Sabes que no me gusta recordar el pasado… sabes mejor que nadie lo mal que lo pasé aquí dentro…

 

-Por eso mismo no puedo comprender por qué estás aquí de nuevo. Por qué él es tan importante como para hacerte arriesgar tu tan preciada libertad… cómo fuiste capaz de volver a prisión sólo por él – Dijo, casi en susurros, procurando no sobresaltar demasiado a Tom, quien de espaldas a ella seguía con la vista fija en algún lugar de la ciudad.

 

-Hice lo que tenía que hacer.

 

-No me mientas, Tom – Soltó con severidad, su paciencia estaba comenzando a agotarse – Sé quien eres, sé quien fuiste… tú jamás harías algo sólo por caridad.

 

Tom volteó a mirarle, fulminándole con la mirada. Estaba a punto de soltar algo de lo que de seguro se arrepentiría – Al parecer ya no soy el mismo de antes, Yass… pues estoy siendo capaz de tomar enormes decisiones y atenerme a sus consecuencias sólo por los demás. Lamento no ser el mismo cerdo egoísta de quien te enamoraste años atrás.

 

-Jamás fuiste aquello para mi, Tom – Dijo, acercándose hasta a él con lágrimas rodando por sus mejillas – Por qué insistes en convencerme de que eres diferente, de que no eres de quién me enamoré…. ¿Por qué, inconscientemente, luchas por alejarme de ti? – El cuerpo del aludido se tensó – Es por él, ¿no es así?

 

Tom esquivó el tacto de la rubia chica y caminó de vuelta hasta su cama, meneando la cabeza de lado a lado. Se sentó sobre aquel viejo y frío colchón y cerró sus ojos un momento mientras dejaba descansar su cabeza gacha – Jamás lo entenderías, Yassmine… Bill es mucho más de lo que tú o alguien pueda imaginar.

 

La rubia chica frunció el ceño con profundo dolor e ira - ¿¡Y si es tan bueno por qué demonios no estás con él!? ¿¡Por qué insistes en hacerme desperdiciar mi vida junto a ti!? – Gritó, sin poder contenerse más – Siempre creí que seríamos felices juntos, Tom, pero no puedo vivir atormentada por tus engaños, por tus mentiras, yo-

 

-Yo jamás quise hacerte daño, maldita sea. Jamás quise hacerte sufrir, jamás quise romperte en mil pedazos como lo hice con él – La mujer cayó sus palabras, y caminó hasta él, parándose a un costado y escuchando atentamente lo que Tom tenía que decir.

 

<<Amé a Bill como jamás he amado en toda mi vida. Le quise tanto a mi lado que todo en mi vida lo sacrifiqué por él… si tú me conociste fue por él; por tontas decisiones que tomé en mi vida llegué a prisión sólo por querer darle una vida mejor y lo perdí en aquel intento…  entonces le alejaron para siempre de mi lado… aquello me hizo sentir como si no tuviese nada más en la vida que los cordones de mis zapatos para intentar ahorcarme… fue ahí cuando te conocí, y su recuerdo estaba tan presente en ti – Tom sonrió ligeramente, meneando la cabeza – Entonces sentí que nada más me faltaba en la vida… pero no supe lo equivocado que estaba hasta que volví a verle… aquel dulce chico de quince años había regresado a mi luego de tanto tiempo… pero nuestras vidas habían tomado caminos distintos, y nosotros simplemente debíamos continuar>>

 

Yassmine boqueó, incrédula ante aquel relato – Fue por él… - Dijo, y Tom levantó la mirada por un momento hasta ella, sintiéndose un desgraciado al verla intentar contener el llanto – Toda tu vida fue por él, toda nuestra historia fue por él… ¡Me quisiste a mi porque te recordaba a ese-

 

-Te quise a ti por muchas razones – Interrumpió – Nunca jugué contigo, y cómo desearía que en verdad me creyeras…

 

-¿Decidiste casarte conmigo para tener una buena excusa para olvidarte de él?

 

Tom soltó un suspiro doloroso. No podía mentirle, ya no iba a hacerlo más… - Jamás hubiese podido olvidar a Bill.

 

Yassmine empuñó sus manos que temblaban por la fuerza contenida. Quería gritar, abalanzarse contra Tom y golpearlo. Aquel hombre le había destrozado – No quiero volver a verte… no quiero saber de ti jamás en mi maldita vida, Tom.

 

El ex convicto asintió sin poder hacer más que eso, sin siquiera poder levantar la mirada y darle una leve sensación de arrepentimiento a quien iba a ser su esposa. Se sentía terrible al verle marcharse.

 

Comprendía que desde ahora en adelante todo sería más complicado. Con Yassmine fuera de su vida, el mantenerse alejado de Bill le sería un desafío tremendo... si es que lograba salir de aquel lugar algún día.

 

Tom frotó su rostro con ambas manos, sin poder comprender cómo es que por aquel chico vivía todo esto.

 

 

+++++

 

 

Bill mantenía su frente pegada al frío cristal del automóvil. El camino se le hacía interminable dada la delicadeza que Gustav debía mantener para manejar sin mayores sobresaltos.

 

Se sentía estúpido y avergonzado al haber sido obligado a sentarse sobre una almohada, y al escuchar al doctor bromear diciendo que “dadas sus condiciones, las lesiones no habían sido tan graves como ellos temieron”, como queriendo decir que acostumbraba a tener una polla bien clavada en el centro del culo.

 

Aquello le hacía querer desaparecer, y combinado con los nervios de volver a encontrarse con Tom después de todo… simplemente su cuerpo era un torbellino de emociones fuera de control.

 

El conocía aquellas calles, sabía que antes las había recorrido, y su cuerpo se estremeció al saber que por ahí había corrido hasta que sus pies se adormecieron, con los ojos empapados en lágrimas porque Tom le había traicionado al irse de la cárcel sin pronunciar palabra alguna al respecto.

 

La cárcel.

 

El pelinegro parpadeó reiteradas veces, sorprendido pero sin querer demostrarlo demasiado – Así que hasta aquí has traído a Tom – Dijo mientras veía la oscura y gris institución aparecer metros más allá.

 

-La policía lo determinó de esa forma, Bill; deberías dejar de culparme por todo lo que le pase a ese delincuente.

 

Gustav detuvo el auto al fin ante las grandes puertas de la prisión, viendo como Bill descendía de su auto y sus piernas temblaban a cada paso que daba adentrándose en el lugar.

 

-Bill – Le llamó, antes de que éste pudiese continuar. El aludido volteó su cuerpo y le vió a los ojos una vez más. Gustav se sintió miserable – No sabes cuánto lamento que llegaramos a todo esto… siempre creí que sería lo mejor para ti, y estaba tan cegado con no perderte que… - Suspiró, dejando caer sus brazos despreocupadamente a sus costados, desviando la mirada hasta el suelo – Lo siento mucho… realmente siento todo lo que mi estúpido egoísmo te hizo pasar.

 

El moreno esbozó una pequeña sonrisa, extendiendo sus manos hasta sostener las de Gustav y elevarlas un poco, haciendo que éste levantase la mirada nuevamente – Siempre estaré agradecido de todo lo que hiciste por mi… pero es tiempo de abrir las alas y volar… ya hemos pasado por esto muchas veces – Dijo con voz suave y serena.

 

Gustav le devolvió la sonrisa asintiendo con los ojos colmados en lágrimas, y arrulló a Bill en un último abrazo. Dejarle ir le sería difícil, pero comprendía que junto a él no era su lugar…

 

 

Bill se adentró a través de la gran institución luego de ver al auto de Gustav alejarse de vuelta a la ciudad, sabía que él estaría bien… su compañero de vida durante todos aquellos años, se había marchado, y aunque tuviese emociones encontradas respecto a eso, sabía que era el mejor regalo que pudieron haberse hecho.

 

-Disculpe – Escuchó decir a sus espaldas, y Bill volteó a ver a quien de seguro era un oficial que le llamaba - ¿A dónd…- El viejo hombre clavó sus ojos en él, sonriéndole incrédulamente después de un rato – Vaya… eres tú otra vez.

 

El moreno chico frunció el ceño, no recordaba a aquel hombre que se acercaba hasta él tan amablemente y con dificultad dada su alta edad - ¿Qué clase de “encanto” tienes con las cárceles que vuelves a éste lugar después de todos éstos años?

Los ojos de Bill se abrieron enormemente, y por un momento se sintió tan dichoso de verle que quiso abalanzarse a sus brazos, pero se limitó a un apretón de manos y una gran sonrisa mientras mantenía una amena conversación con aquel anciano que años atrás le cobijó en éste lugar cuando visitaba a Tom como una inocente forma de darle las gracias.

 

 

-No estoy seguro de poder hacer esto, chico – Dijo, rascándose el casco – Es políticamente incorrecto por todos los lados en que se le mire.

 

Bill frunció los labios en una mueca infantil – Por favor… usted es la única persona que puede ayudarme, y si es por dinero yo-

 

-No es por el dinero, chico – Rió el anciano, acariciándole amablemente uno de sus brazos – No sólo de pan vive el hombre, muchacho; el dinero no me haría más feliz que el saber que no te marcharás de éste lugar con el corazón nuevamente destrozado…

 

Bill parpadeó reiteradas veces – Si estás seguro de que esto es lo que deseas… - El pelinegro asintió, mirándole directamente a los ojos, suplicándole por ayuda. El anciano le observó por unos segundos antes de acceder – Bien, enviaré a uno de mis niños de mayor confianza para que vigile por éstos lados durante ésta noche. Pero escúchame bien, por la mañana, apenas amanezca, deberás abandonar la cárcel o todos estaremos en graves problemas.

 

Bill asintió dándole una de sus más agradecidas sonrisas. Aquel hombre había hecho realmente mucho por él y por Tom; tanto que ni siquiera se le ocurría alguna forma para agradecérselo, pues él no pedía dinero ni lujos a cambio, sólo amor y felicidad para quienes le rodean…

 

-Bien, adelante soldado – Susurró, palmeándole el hombro con delicadeza – Él es nuestro único residente en estas celdas temporales, pues aquí donde vienen quienes aún no están del todo condenados… todo depende de ti ahora.

 

Sentía sus piernas temblar mientras atravesaba el umbral de aquella gran puerta que denotaba una enorme seguridad. Ahí dentro no había cámaras, tan sólo unas luces muy suaves que Bill sabía que pronto se apagarían.

 

El lugar tenía unas frías paredes blancas y un largo pasillo con celdas; todas estaban muy oscuras y parecía que nadie estaba ahí. Bill caminaba sin hacer ruido alguno, se sentía aterrado, pues los recuerdos del pasado y los miedos del presenten se alborotaban en su interior.

 

Las luces del lugar de pronto se apagaron y Bill contuvo un grito dado el sobresalto. Todo era mucho más aterrador ahora. Con el ceño fruncido siguió avanzando unos cuántos pasos cuando, al mirar al suelo, una silueta le detuvo.

 

Aquella sombra provenía desde la ventana de una de las celdas de más allá, donde un hombre dejaba descansar su mano sobre los barrotes, observando hacia el exterior de la cárcel con serenidad.

 

Bill relajó las expresiones en su rostro casi sin darse cuenta de aquello. Continuó su camino hasta llegar a la celda de donde el reflejo provenía y entonces pudo ver a Tom, de espaldas, apoyando su cuerpo en el borde de la ventana, observando el paisaje nocturno a través de los gruesos barrotes de fierro.

 

Él lucía tan calmo, tan sereno… sus ojos, visto desde un costado, reflejaban  las estrellas, su nariz respingada y sus carnosos labios… todo en él le parecía como si los años simplemente no hubiesen pasado.

 

Bill afirmó sus manos sobre los barrotes de la celda, dedicándose a observarle por unos segundos más, sonriendo casi sin darse cuenta, ignorando por completo la situación en la que se encontraban. La celda y sus respectivos barrotes le eran casi invisibles, y el rostro de Tom era el mismo de hace seis años atrás, observando la noche junto a él en aquella pequeña casa en los barrios bajos de la ciudad.

 

-Tom – Llamó suavemente, viendo como el aludido, sin sobresalto alguno, volteaba lentamente hasta él.

 

 


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