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Flashes por WinterNightmare

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Notas del capitulo:

Siento la demora :( y aquí les dejo la prometida actualización. <3
El capítulo es algo más cortito que el anterior, pero ya verán que es… bueno, mejor no les adelantaré nada. XD
Y para ser sincera, creo que podré volver con otro capítulo más hasta dentro de dos semanas, ya que estoy muy atareada con lo de la Universidad y esas cosas, y no quiero sólo traerles cualquier porquería, ya saben, me gusta poder entregarles algo bueno y que sea de vuestro agrado…
Pues eso, espero su comprensión y que les guste éste capítulo.
Un abrazo enorme, nos leemos en otra ocasión. <3

 

 

Volvió su cuerpo en dirección a aquella silla que aún no dejaba de moverse producto de las reiteradas veces que se había sentado en ella sólo para volverse a parar segundos después.

 

El gris esmalte de sus uñas estaba gastado e incluso ausente en los finales de cada uña, y eso le hacía sentir un enorme desagrado al ver sus manos tan desarregladas. Pero es que los nervios le ganaban.

 

Llevaba exactamente tres horas dando vueltas y vueltas dentro de su pequeña oficina, mordiendo sus uñas y ordenando cada pieza en cada rincón hasta hacer relucir cada centímetro del lugar. Meditando acerca de si era realmente una buena idea el haber venido.

 

Habían pasado dos días desde que Tom había sido liberado de la cárcel, y para ser sincero consigo mismo, era capaz de reconocer que no aguantaba las ganas de verle. Sabía que al ex convicto le tomaría tiempo readecuarse al mundo exterior, después de todo, había sido librado casi por sorpresa, incluso él aún no se creía lo rápido que fue todo aquel proceso para comprobar la inocencia de Tom.

 

Si bien aún todo el tema se encontraba en manos de la justicia y los exámenes médicos, el ADN de Tom fue absolutamente descartado de cualquier sustancia que podría haberse encontrado en su cuerpo.

 

Bill cubrió su rostro con ambas manos, ruborizado hasta las orejas. Lo vivido con Tom había sido un incidente bochornoso y horrendo, algo que jamás hubiese querido pasar y mucho menos en presencia de él.

 

Y es que, después de todo, no podía no asumir su culpa en todo el asunto. Había bebido de más y actuado como un idiota.

 

Se puso de pie y armándose de valor salió de la oficina. Ya caía la noche y era bastante probable de que pudiese encontrar solamente a Tom en aquella fría cocina y así poder hablar con él, o al menos siquiera mirarle, ya que aún no se atrevía del todo a enfrentar sus miedos acerca de cómo reaccionaría Tom con él ahora después de todo lo sucedido.

 

Sus piernas temblaban mientras caminaba a través de aquel solitario pasillo hasta el fondo donde se encontraba la cocina. A lo lejos, un murmullo algo inquietante se escuchaba cada vez más tenso y acalorado.

 

Bill frunció el entrecejo y se acercó sigiloso hasta la metálica puerta entreabierta.

 

-¡¿Cómo puedes estar tan segura de eso?! – Gritó una voz masculina dentro. Bill brincó del susto y cubrió su boca para no soltar un chillido. Aquella voz no sonaba como la de Tom.

 

-¡Sólo lo estoy! ¡No te metas en esto! – Soltó una chica que sollozaba – Por favor, Carl, ya no interfieras más en mis asuntos.

 

-Es porque Tom te he dejado, ¿cierto? – Los ojos de Bill se abrieron como platos. Ahí dentro estaba Yassmine, la casi esposa de Tom. Él sabía que ellos dos no iban a casarse, pero realmente no se esperaba enterarse de aquello.

 

Tom no estaba ahí dentro porque ambos estaban hablando muy acaloradamente acerca de él, y por lo que aquel chico decía, Tom ya no estaba junto a ella, y eso quería decir que no estaría viviendo a su lado ahora…

 

Poco a poco el pelinegro fue perdiendo el hilo de aquella conversación ajena y volvió sus pasos lentamente de vuelta a la parte delantera del edificio, dejando atrás aquella discusión que no le incumbía.

 

Su mente estaba hecha un lío, ¿qué tal si Tom ya ni siquiera continuaba en Vogue? Su corazón se contrajo repentinamente, si Tom no estaba con ella y tampoco en Vogue… ¿entonces dónde?

 

 

+++++

 

 

Había sido un atardecer hermoso. El sol parecía brindarle hermosos espectáculos cada tarde, como si de alguna forma le sonriera por su libertad, o quizás, por haber vuelto a casa luego de tantos años.

 

Había disfrutado hasta el último poco de tabaco de un cigarro que ya poco recordaba del sabor que tenía o de cómo se sentía al aspirarle lentamente mientras estaba recostado en su cama, recibiendo una suave brisa que se colaba a través de los grandes ventanales entreabiertos que permitían limpiar todo el olor a tabaco y encierro de la habitación.

 

Habían sido días tranquilos, y aunque tenía temas pendientes que tratar como el ir por sus cosas a casa de Yassmine o encontrar algún trabajo temporal, simplemente sentía que aquello podía esperar. Hacía mucho que no tenía aquellos momentos sólo para él donde un poco de suave sol y una brisa de verano lograban purificarle hasta el alma.

 

Tristemente ya se hacía de noche y debía ser precavido y aterrizar con un poco más de firmeza en la realidad que vivía. Se puso de pie y llevó consigo un viejo cenicero que mantuvo a su lado durante largas horas hasta que se decidió a fumar un cigarrillo y lo dejó sobre la mesa.

 

Caminó a pasos lentos hasta los ventanales y uno a uno los fue cerrando, no así los largos cortinajes, como era costumbre, cada noche les dejaba abiertos para observar el glorioso paisaje.

 

Volvió de vuelta su cuerpo hasta la cama, afuera ya había caído la noche y ya no tenía nada más por hacer ni aunque tuviese el ánimo de hacerlo. Se puso de espaldas a la cama a una distancia adecuada como para dejarse caer libremente sobre ésta.

 

Elevó sus brazos por sobre su cabeza, estirando su cuerpo hasta sentir que sus huesos recuperaban su posición normal y su sudadera permitiendo una vista casi completa de sus costados desnudos y suavemente bronceados.

 

Lentamente bajó sus brazos y los llevó hasta los bordes de su camiseta dispuesto a despojarse de ella y dejarse caer en la cama cuando unos golpeteos en la puerta le hicieron ponerse alerta de un solo salto.

 

Tom avanzó rápidamente en dirección a la puerta, posicionándose a un costado de ésta sin siquiera abrirla, esperando por otro débil golpeteo que le hiciera comprobar que escucharlos no fue producto de su imaginación.

 

Guardó silencio por varios segundos hasta que llamaron a la puerta otra vez, ahora el sonido fue algo más rápido, como si quien estuviese afuera esperaba pronto una respuesta suya o que abriese la puerta.

 

Caminó lo más rápido que pudo y en silencio hasta la mesa, de sobre ella tomó un chuchillo y lo dejó cerca de donde pudiese alcanzarlo desde la puerta. Se había decidido a abrir y ver quien le buscaba, pues temía hablar o hacer algún ruido y que pudiese dispararle tan sólo por escuchar su voz o saber que estaba dentro.

 

Si abría la puerta rápidamente, al menos tendría tiempo de reaccionar en caso de algún ataque.

 

Se armó de valor y con increíble rapidez abrió la puerta en su totalidad mientras sus ojos se adecuaban dificultosamente a la oscuridad del exterior, encontrando unos asustadizos ojos avellana que le miraban.

 

Bill por poco salta de la escalera abajo del susto por la brusquedad con que Tom había abierto la puerta, y una vez frente a él simplemente se encontró desprevenido y casi paralizado, sin saber realmente qué hacer o qué decir.

 

-¿Qué haces aquí? – Preguntó el mayor casi sin darse cuenta producto de la adrenalina que aún recorría su cuerpo. Aquello no era precisamente lo que Bill esperaba recibir como un saludo.

 

-También me alegro de verte, Tom – Dijo, sin poder contener el malhumor que aquella reacción le había generado.

 

-Ugh, Bill, ¿no entiendes que esto es peligroso? Es de noche y – Tom salió y se inclinó para mirar hacia afuera, bajo la escalera y unos cuantos metros más allá - ¿Te has vuelto loco? Tienes un jodido AUDI de último modelo allá abajo, lo desbalijarán en cosa de minutos.

 

Las mejillas del moreno ardieron en vergüenza y rabia – Escucha Tom, no he venido a quitarte mucho tiempo como para que ya estés intentando que me vaya. Yo sólo-

 

Tom frunció el ceño levemente, intentando calmar sus alborotadas reacciones – No… está bien, lo siento. Es sólo que no quiero que algo malo vuelva a sucederte… por mi culpa… - Habló con sinceridad, desviando su mirada fuera del alcance del pelinegro.

 

Las mejillas de Bill ardieron sin saber qué decir durante un momento - ¿Por qué dejaste Vogue, Tom? ¿Por qué tú simplemente volviste a este lugar como si esta fuese tu vida ahora? – Dijo, recordando el por qué había venido hasta este peligroso sitio apenas pudo adivinar dónde le encontraría.

 

-Aquí es donde pertenezco, Bill – Contestó fríamente, volviendo a encontrar su mirada.

 

-No, Tom, eso no es cierto – Bufó – ¿Crees que fue sencillo librarte de prisión? Yo no hice todo aquello para que tú sólo volvieras a este lugar a sumergirte en la misma mierda que te llevó a la cárcel aquella vez y- Se detuvo de golpe, sin querer volver a recordar aquellos tiempos con mayor profundidad.

 

Las facciones en la cara del ex convicto se endurecieron. Él ni siquiera le había pedido todo aquello, y tal vez hasta hubiese preferido seguir en prisión y haber librado de todos sus líos de aquella forma – Creo que lo mejor será que te vayas. No es un buen lugar para alguien como tú – Dijo, dándole la espalda y esperando a que se marchara. Realmente no quería ser así de duro con él, pero Bill no le estaba dejando escapatoria y él simplemente debía huir lejos de él.

 

El pelinegro bajó su mirada sintiéndose angustiado, no comprendía por qué Tom actuaba de esa forma con él. Estaba por darse por vencido y simplemente dejarlo ir, pero no quería perder aquella batalla.

 

No iba a dejarle arruinarse otra vez, no después de todo  lo que había luchado por sacarle de aquel mundo al que Tom nuevamente se aferraba y por consiguiente, también de la cárcel.

 

-No me iré – Habló con firmeza, deslizándose dentro de la habitación hasta un costado de la cama.

 

-¿Q-Qué? – Preguntó, anonadado.

 

¿Qué demonios estaba pasando?

 

-Lo que oíste, Tom. Me quedaré aquí… contigo – Susurró aquella última palabra, sintiendo un extraño cosquilleo en la parte baja del estómago que le hizo evitar la mirada del ex convicto una vez más.

 

-No puedes hacer eso, tú… -

 

-No sería tan tonto de venir aquí sin ayuda; Blaid es un chofer de confianza, y es parte de nuestro protocolo el saber que si no salgo de un lugar dentro de 20 minutos entonces deberá irse y esperar mi llamado para venir a recogerme en otra ocasión – Sonrió, viendo casi con diversión como el rostro de Tom se desfiguraba en confusión y sin saber qué hacer.

 

El ex convicto, casi por acto reflejo y aún sin lograr digerir aquella respuesta y todo lo que estaba aconteciendo cerró la puerta de entrada y caminó hasta su cama sintiéndose realmente mareado, quitándose la camiseta mientras avanzaba con dificultad.

 

Bill desvió la mirada casi de golpe, sintiendo como el rubor coloreaba sus mejillas. Tom seguía tan imprudente como la primera noche que pasó en aquella misma casa, hace ya muchos años atrás.

 

Tom se recostó a su lado y le dio la espalda casi inconscientemente, al igual que el pelinegro que tampoco quería mirarle. Todo aquello generaba en ambos sentimientos encontrados, pero por sobre todo en Bill la situación se tornaba increíblemente delicada y compleja.

 

Había sido una decisión bastante impulsiva, pero ya no había marcha atrás. Se quedaría a vivir en aquel lugar del que tanto luchó por olvidar con el convicto que había destruido su vida cuando él tenía tan sólo 15 años…

 

Pero no sería para siempre, sólo intentaría hacer recapacitar a Tom de que aquel no era su lugar. Pues a pesar de todo le quería… le quería demasiado… y no iba a permitirle arruinar su propia vida una vez más.

 

 


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