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Flashes por WinterNightmare

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Notas del capitulo:

Tarde otra vez, pero ¡ya estoy de vacaciones! por lo que tendré mucho más tiempo para poder escribir y volver pronto por estos lugares. Realmente espero que les guste ésta actualización. :'3

Mil disculpas por la tardanza. Quería aprovechar de contarles, que nos quedan aproxidamene 10 capítulos (o menos) de esta bella historia ;-; por lo que la trama se nos volverá un poquito loca, quizás... (?) en fin, más adelante ya sabrán de qué les hablo. >:D

 

Muchas gracias por seguir aquí. Les adoro. Un gran abrazo para tod@s. <3

 

Despertó aquella mañana con el suave ruido del agua caer. Sonrió casi por instinto, su nariz casi podía percibir aquel dulce aroma a tierra mojada, y su aún adormecido cerebro, no lograba percatarse de que aquel ruido provenía del baño.

 

Tom frunció el ceño y abrió sus ojos con dificultad, sintiéndose extrañado respecto a por qué la regadera estaba abierta. Se puso de pie de mala gana y tambaleándose, maldiciéndose mentalmente por ser tan descuidado.

 

Se detuvo frente a la puerta del baño y firmó su frente en ella al mismo momento en que la regadera se detuvo sin que él se percatase de aquello. Llevó una de sus manos hasta su rostro y frotó su cara con cuidado, despabilando poco a poco.

 

La manilla de la puerta crujió y Tom retrocedió de un salto.

 

El moreno chico se asomó tras la puerta con los labios casi morados del frío, con la ropa del día de ayer arrugada despreocupadamente entre sus manos y una toalla blanca atada a la cintura – Oh, Tom – Dijo, subiendo un poco más de la ropa que traía, intentando cubrir su cuerpo - ¿Te desperté?

 

El ex convicto, aún adormecido, clavó sus oscuros ojos en él – No, está bien – Contestó con voz grave. Bill asintió, mirando hacia otro lado.

 

Había pasado tanto tiempo en que no le veía así, tan puro y natural. Con su rostro sin nada de maquillaje y el cabello alborotado y húmedo. Su blanca piel de aspecto suave y cálida, con pequeñas gotas sobre ésta.

 

La imagen le recordaba aquella vez, años atrás, en que no había podido resistir y simplemente sucumbió ante los divinos encantos de un niño medio ebrio recién salido de una ducha fría.

 

De tan sólo verle así, frente a él, un tanto nervioso e intimidado por el silencio y la cercanía… parecía que en cualquier momento volvería a escuchar aquellas dulces palabras salir de sus labios:

 

“Tom... estoy congelándome.”

 

Oh, le encantaba. No podía evitarlo, Bill simplemente le traía como un loco.

 

-Voy a darme un baño – Susurró, sintiéndose su corazón latir con fuerza y su bajo vientre doler.

 

-Ah, sí, sí – Bill se movió fuera del baño, permitiendo la entrada de Tom a éste – Espero que no te moleste que haya tomado una de tus toallas, es que no he traído mis cosas conmigo... lo siento.

 

Tom, de espaldas al pelinegro, apretó sus ojos con fuerza, dando su mayor esfuerzo en reprimir ese jadeo atorado en su garganta – Descuida, no hay problema con eso – Le sonrió, volteándose levemente para mirarle una vez más.

 

Bill asintió con una sonrisa pintada en los labios y un suave rubor en sus mejillas. Tom, por su parte, vaciló un tanto más entre sus sonrosadas tetillas y su abdomen plano aún son rastros de agua. El menor volteó en dirección a la cocina y Tom se apresuró en cerrar la puerta, no sin antes verle caminar con aquel serpenteante vaivén de caderas y esos marcados hoyuelos en la espalda baja.

 

-Oh, no… no – Susurró, una vez solo dentro del pequeño baño, apoyando su desnuda espalda contra la pared, sobresaltándose un poco ante el frío contacto – No tengo tiempo para esto ahora, maldición – Dijo, desviando su vista hasta su endurecida entrepierna.

 

El convicto llevó su mano hasta su miembro erecto y le acarició, frotándole rítmicamente aún por sobre la ropa – Ough… mierda – Susurró por lo bajo, a dientes apretados, sucumbiendo ante las cálidas sensaciones que recorrían su cuerpo.

 

Hacía ya mucho tiempo en que no tenía momentos así, ni siquiera esos fortuitos encuentros consigo mismo, y no es que no quisiera, era simplemente que no se sentía de ganas para absolutamente nada.

 

Pero Bill le daba vueltas en la cabeza, él y su extraordinaria belleza, aquello tan extraño e inusual en un hombre pero que en él calzaba perfecto. Siempre había sido así, desde que le conoció, desde la primera vez en que se sintió un maldito enfermo por querer tocarle y besarle cada vez que pudiera hacerlo.

 

-Mh... – Gruñó, frunciendo el entrecejo y apretando sus labios, descubriendo su viva erección mientras le apretaba en la punta húmeda y casi goteante.

 

Su mano derecha subía y bajaba rápidamente a través de su palpitante miembro, mientras la otra presionaba la punta de éste y el pequeño orificio en la parte superior. Tom se sentía derrotado, pues por más que intentó reprimir aquellas emociones, imágenes de Bill a sus quince años meciendo sus caderas rítmicamente sobre él, jadeando y temblando de excitación sólo para luego transformarse en un chico ya maduro, de ventitantos años que se movía habilidosamente y que le enloquecía a cada gemido que su boca soltaba.

 

Sus piernas al igual que todo su cuerpo temblaba, sus testículos se sintieron duros y su miembro más erecto ya no podía estar. Le frotó apretándole con una intensidad casi exacta a la que el trasero de Bill lo haría y le dejó libre para venirse fuertemente y a gusto sobre el frío suelo de cerámicas.

 

Tom cubrió su boca con su antebrazo mientras apretaba sus dientes con fuerza, aquello había sido más intenso que cualquier otra cosa que hubiese pasado en bastante tiempo, y con unas imágenes revoloteando por su mente que le traerían como un verdadero loco por un largo tiempo.

 

Ahora se sentía así, como un lobo viviendo con una oveja en el mismo establo.

 

 

+++++

 

 

-Bill – Le llamó, saliendo en ropa interior del baño, secando un poco con la húmeda toalla su cabello suelto. El pelinegro, sentado con un café en mano, unos cuántos metros más allá, ni siquiera volteó a mirarle.

 

-¿Mh? – Soltó, restándole importancia a la situación, intentando no cruzar ni una sola mirada con el ex convicto a quien por el rabillo del ojo ya le veía semidesnudo, intentando centrar su atención en el celular que mantenía en una de sus manos.

 

-Voy a salir hoy, volveré con algo de comer, pero no sé cuánto tarde… - Dijo, comenzando a vestirse con aquellas ropas anchas que antes utilizaba y que era lo único que tenía en aquel lugar.

 

-Descuida, Tom, no soy un inútil – Susurró, sonriéndole mientras por primera vez le miraba – No eres el único aquí que sabe cocinar.

 

Tom asintió sonriéndole de medio lado mientras terminaba de vestirse, no era precisamente eso lo que le preocupaba, sino el hecho de que no tenía ni un solo peso ni comida en casa…

 

-Bien, ya me voy – Se despidió luego de un rato, caminando hasta la mesa donde Bill estaba, recogiendo sus llaves de sobre esta – Creo que deberías vestirte, o tomarás un resfriado si continúas vestido sólo con esa toalla mojada.

 

-Ah, Tom… sobre eso… - Tom se detuvo y le vió con atención – No he traído nada más conmigo, y dormí con la misma ropa con la que anduve ayer, no puedo vestirme con eso o me sentiría sucio y…

 

-¿Necesitas… ropa? – Preguntó, nervioso a decir verdad, ya que no tendría como conseguirle algo de vestir dados sus escasos ingresos.

 

-Pues… necesito que vayas por mi ropa… por favor.

 

-Bill… no es una buena idea, yo no puedo entrar ahí…

 

El moreno chico frunció el ceño, sintiéndose algo molesto por aquellas palabras tan discriminadoras – Por supuesto que puedes, Tom – Le dijo, mientras buscaba sus llaves dentro de su pequeño bolso a un costado de él y sobre la mesa – Tú sólo debes ir, entrar, sacar algunas prendas y traerlas. Te daré mis llaves y tienes total y absoluto derecho de entrar sin pedirle autorización a nadie – Soltó, liberando ese tanto de coraje que aquello le había provocado – Ah, y si pudieras traerme algo de maquillaje también… - Susurró, sonriéndole ampliamente mientras sus ojos se achinaban.

 

Tom soltó un suspiro, no podía decirle que no a esa sonrisa – Bien, pero mientras tanto coge algo de mi ropa, aunque probablemente te luzca como un vestido, pero será mejor a que andes así – Le dijo, sonriendo ligeramente mientras recibía las llaves de Bill y las guardaba en uno de sus bolsillos – Nos vemos luego.

 

-Sí… cuídate – Se despidió el pelinegro, oyéndole cerrar la puerta tras su espalda.

 

Bill soltó una gran bocanada de aire y se puso de pie casi en un salto, pues a decir verdad, esa toalla húmeda le estaba congelando. Caminó hasta una pequeña cómoda a un costado de un mueble de cocina y frente a la cama, y rebuscó entre los cajones.

 

-Veamos, algo debe haber por aquí que pueda calzarme bien – Habló para sí mismo, riendo cada cierto rato al ver sólo ropa tan grande que realmente le harían ver como una guapa chica con un vestido corto y seductor.

 

Bill meneó la cabeza entre risas al calzarse una larga y ancha camiseta color rojo que le llegaba casi a la mitad de los muslos – Al menos me cubre el trasero – Rió, elevándose de hombros mientras volvía a ponerse de rodillas frente al mueble para acomodar la ropa que había desordenado.

 

Una a una fue guardando las prendas hasta llegar a último de los cajones, el cuál no había abierto. Sólo de mera curiosidad por ver qué encontraría ahí, tiró con fuerzas de la manilla para poder abrirle. Un suave olor a ropa limpia y bien perfumada emanó de la ropa que ahí estaba guardada.

 

Bill frunció el ceño y observó curioso antes de decidirse a tomar alguna de las camisetas y distintos ropajes que ahí había. Cogió, entonces, una estrecha y pequeña camiseta color negro con un estampado de un chimpancé levantando los dedos medios y sonrió extrañado… casi podía reconocerla por completo.

 

Su mente voló a uno de esos tantos días vividos años atrás, en que acompañó a Tom hasta el centro de la ciudad un día y éste le había llevado de compras porque había obtenido buenas calificaciones en la escuela. Podía incluso volver a sentir su corazón latir con esa alegría inmensa que sintió en aquel momento, saltando por los pasillo de las tiendas como un crío mientras Tom caminaba tras de él, sonriéndole con ternura, viéndole escoger variadas prendas, entre esas, esa horrenda camiseta.

 

Los ojos del moreno se taparon en lágrimas, se dejó caer hacia atrás, sentándose sobre el suelo mientras apoyaba su espalda contra la cama. Lloraba, sí, pero cada ciertos momentos le invadía una extraña sensación de alegría, pues a pesar de todo esos largos años, Tom no le había olvidado jamás.

 

Y ahí mantenía su ropa, limpia y perfumada, sin ni una pizca de abandono u olvido, perfectamente acomodada en el último de sus cajones. El vivo recuerdo del pequeño chico de cabellos negros como la noche al que tanto amó. Y por quien tanto dio. Por quien tanto sufrió…

 

 

+++++

 

 

Luego de un largo día en el centro de la ciudad, Tom se detuvo a las afueras de tan elegante lugar. Se vió reflejado en los reflectantes ventanales oscuros y se sintió ciertamente deprimido por su apariencia. Sabía que si entraba todos le quedarían viendo, e incluso los guardias podrían hasta negarle el paso o acompañarle hasta el apartamento de Bill para verificar que todo estuviese en orden.

 

Aquello sería terriblemente vergonzoso, pero no tenía de otra alternativa.

 

Tomó una gran bocanada de aire la soltó lentamente mientras avanzaba hasta el interior del lugar. Adentro todo era mucho más lujoso de lo que se veía desde afuera.

 

Pasó por el lado de un mostrador y le hizo un gesto con la cabeza al conserje, en forma de saludo. El hombre devolvió el saludo con una sonrisa fingida y observándole un tanto curioso y preocupado, atento a cada movimiento.

 

Tom bajó la cabeza y caminó hasta el elevador, subiendo sin mirar atrás. Bajó en el piso que Bill le había indicado y buscó a través del largo pasillo el número de habitación que correspondía al grabado en las llaves de Bill.

 

Metros más allá, de una habitación salió una mucama con aquellos clásicos uniformes que les obligaban a usar. La chica volteó a verle y le sonrió amablemente. Tom devolvió el gesto observándole con cuidado mientras ella sacaba un carrito metálico con comida del interior de la habitación.

 

La chica estaba por marcharse en dirección al ascensor cuando Tom, en un acto casi desesperado, le llamó – Oye – La chica se detuvo y volteó a mirarle – Yo… -Suspiró – Simplemente no puedo con esto – Dijo, riendo suavemente ante su confusión – ¿Podrías ayudarme?

 

La joven mujer asintió dulcemente mientras sonreía y retrocedía sus pasos hasta llegar donde Tom, quien le extendió las llaves, y ella le ayudó a encontrar la habitación. Una vez frente a la puerta, el ex convicto abrió la puerta e ingresó, quedando sorprendido de lo grande y espacioso que era ahí dentro.

 

La mujer entró tras de Tom, dejando el carrito fuera de la habitación - ¿Puedo ayudarle en algo más, señor? – Dijo, amablemente, tanto que a Tom le sorprendió que realmente estuviese hablándole a él.

 

-Bueno… sí. Conoces a Bill, ¿verdad?

 

-¿El modelo? – Tom asintió – Ah sí, él viste realmente genial – Contestó la chica, riendo, y Tom le imitó el gesto.

 

-Necesito ropa… tú sabes mejor que yo qué es lo que él usa, supongo – Dijo, elevándose de hombros mientras rascaba el revés de su cuello.

 

La pelirroja asintió y fue hasta una de las habitaciones en busca de la ropa, Tom le siguió los pasos casi inconscientemente. Al ver el enorme armario de Bill se sintió algo mareado, ¿Cómo era posible aquello? ¿Realmente era necesario que le llevase tanta ropa?

 

-No puedo llevarme todo eso, por lo que necesito sólo un par de prendas.

 

-Bien – Dijo la chica, sonriendo mientras le miraba por sobre el hombro.

 

El uniforme con minifalda de la mujer era realmente corto e insinuante. Sus anchas caderas marcaban aún más su figura cuando era se agachaba descaradamente a buscar algunos pares de zapatos.

 

Tom simplemente le miraba. Había sido un día con un comienzo extraño, y se sentía como un adolescente con las hormonas peligrosamente alborotadas…

 

Pero, por supuesto que no con ella.

 

No recordaba como era el sexo con alguna mujer más que con Yassmine, quien era tan delgada y estrecha que se sentía ligeramente parecida a Bill. Aquella chica era más voluptuosa y aunque físicamente era atractiva, a Tom simplemente le interesaba.

 

-¿Trabajas para Bill? – Preguntó la joven, y Tom entrecerró ligeramente los ojos, notando aquel cambio en el tono de voz en la chica, sonando un tanto más divertida y seductora, así como también ya había dejado de tratarle de “usted”.

 

Tom pensó que quizás le había mirado demasiado, y aquello había dado para otras interpretaciones, por lo que no se molestó en arruinarle sus ilusiones prontamente – No, él vive conmigo ahora.

 

La pelirroja dejó de sonreír casi por inercia – Ah… - Musitó, dejando el último par de zapatos sobre la cama – ¿Eso está bien? – Preguntó, señalando la ropa sobre la cama.

 

Tom sonrió de medio lado con cierta malicia en su rosto – Sí, de todos modos no creo que necesite tanta ropa en casa…

 

La joven se tensó y se apresuró en salir de la habitación sin siquiera mirarle. Una vez fuera del cuarto, Tom sonrió ampliamente meneando su cabeza de lado a lado, aquello había sido realmente divertido.

 

Se apresuró en guardar las cosas en algunos bolsos que encontró por la habitación, alcanzando a llenar un total de tres grandes bolsos con los cuales tendría que volver a casa en un tedioso viaje en autobús al finalizar el día.

 

 


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