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Flashes por WinterNightmare

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Notas del capitulo: Qué puedo decir már que darles mis más sinceras disculpas. Han sido tiempos difíciles, mucho. Pero aquí me tienen, cumpliendo con aquella promesa de que no les abandonaría así como tampoco a esta historia que tanto amo escribir.
Espero que este regreso sea de vuestro agrado. Les adoro. <3

 

-Vaya… - Susurró la mujer a sus espaldas, sobresaltándolo levemente – Debo reconocer que me has sorprendido, muchacho… no pensé que fueses tan rápido en estas cosas, no luces como alguien que sepa trabajar en-

 

-Sólo estoy aprovechando bien el tiempo, señora – Respondió amablemente, sonriéndole mientras volteaba a mirarle por un momento.

 

Tom estaba más que ansioso por volver a casa. Siempre deseaba pasar la mayor parte del tiempo junto a Bill, y ahora su empleo le estaba restando bastante tiempo. Aunque sabía que era algo que debía hacer, y en realidad lo hacía con gusto, pues era divertido para él despejar su mente en otras actividades, a pesar de que intentase hacer las cosas casi en tiempo récord para volver pronto a casa, no le restaba interés ni perfeccionismo ni a un solo milímetro de lo construido.

 

-Bien, creo que ya es todo por hoy – Dijo la mujer, golpeteando sus manos un par de veces – No tardará en anochecer y las cosas no se ponen muy buenas por estos lados.

 

El ex convicto asintió – Ya casi termino, sólo debo… - Susurró, volviendo a lo que estaba haciendo, imposibilitado de continuar dado el esfuerzo físico que implicaba aquello.

 

-Tom, no te desgastes – Le sonrió con amabilidad, golpeteando suavemente su hombro como si su instinto maternal le dominase con aquel muchacho – Eres joven y el trabajo es largo y cansador. Aún te queda mucho por hacer, y no te apresures tanto… tardarás lo que tengas que tardar.

 

Tom sonrió poniéndose de pie y ocultando un tanto su rostro con la cabeza gacha, mordiendo su lengua para no reír ante la loca idea de que aquella noble mujer supiera el por qué de su apuro en terminar pronto y volver a casa.

 

-Ven, puedes pasar por el almacén y sacar lo que te sea necesario hoy – Le invitó.

 

-No, gracias… no es necesario – Rechazó amablemente, sacudiendo sus manos y extendiéndole una para despedirse.

 

La mujer de cabellos semi canos le brindó una mirada con cierto tono de reproche – Esto no es caridad, muchacho… es parte de tu paga, es lo que te has ganado con el sudor de tu frente y el dolor de tus manos – Le sonrió, y Tom asintió resignado, acompañándola dentro del almacén.

 

 

+++++

 

 

-Bill, por favor, te necesitamos – Susurró Samantha, del otro lado de la línea.

 

-Ugh Samantha, no puedo hacerlo, sabes que un reposo médico es algo complicado – Se excusó.

 

-Al diablo con el reposo médico, pequeño mentiroso – Bromeó, haciendo que a Bill se le encogiera un tanto el estómago producto del susto – Realmente necesitamos esto, Bill, debes comprendernos… es un gran negocio, un gran convenio con una gran compañía, ¡y un jodido gran monto de dinero en tus bolsillos!

 

Bill resopló al otro lado de la línea telefónica, dudoso en aceptar.

 

-Sam, yo-

 

-Por favor… Bill, no podemos desaprovechar este gran momento… sólo serán un par de horas mañana por la tarde… ¡por favor! – Dijo, arrastrando aquella última palabra.

 

Y el moreno chico no pudo negarse. Cortó aquella llamada entre los gritos de celebración de aquella mujer. Por supuesto que sería una gran suma de dinero para Vogue también, pero no podía negarse a sí mismo que se veía un negocio verdaderamente prometedor.

 

Jamás le habían suplicado tanto por un trabajo como en esta ocasión. Y aunque estaba intrigado respecto al contenido que incluía éste, se sentía increíblemente bien de haber sido seleccionado para representar a Vogue una vez más.

 

Llevaba muchísimo tiempo ya siendo rostro de aquella importante compañía, más que cualquier otro modelo en la historia de Vogue, y este nuevo  negocio definitivamente repuntaría las ganancias tanto para él como para la compañía.

 

-Ya estoy en casa – Saludó el convicto haciendo su aparición en la habitación.

 

Bill se puso de pie en un salto, mitad sorpresa mitad espanto, Tom había sido tan sigiloso en entrar que no se había percatado. Caminó hasta donde el mayor estaba y amablemente le ayudó a cargar algunas de las cosas que traía a casa.

 

El moreno chico observó las sucias y maltratadas manos de Tom y sonrió con nostalgia en la mirada cuando éste notó la vista del contrario posada sobre él – Es… es así como tendré mis manos hasta que el trabajo en el almacén acabe – Dijo, elevándose de hombros y sonriendo por un par de segundos.

 

Bill asintió sintiéndose un afortunado. El empleo de Tom era algo horrible. Él no podría imaginarse siquiera trabajando a todo sol durante todo el día tan sólo para tener una mísera suma de dinero y algo de comida en casa. No quería ser un malagradecido ni parecerlo tampoco, pero si de situación económica se trataba, él realmente estaba sorprendido por cómo Tom era capaz de llevar las cosas ahora.

 

Antes, cuando era tan solo un niño que vivía junto a él, la situación jamás pareció complicada. Tom parecía tener el dinero suficiente para llevarle a la escuela y esperarle todos los días con algo de comer en casa. Pero ahora de grande comprendía, que jamás la vida había estado tan asegurada para Tom como para él siempre estuvo la suya… desde que conoció a Gustav…

 

El ex convicto salió del baño sosteniendo una pequeña toalla entre sus lastimadas manos, y Bill se abrazó a él casi sin pensarlo. Tom parpadeó reiteradas veces sin comprender a qué se debía aquello, pero correspondió al abrazo sin chistar.

 

-Tom, me gustaría poder ayudar en algo… tu trabajo es duro, tus manos están heridas y tu espalda probablemente te esté matando… - Susurró, escondiendo su rostro en el pecho contrario – Quisiera poder hacer algo para… ayudarnos.

 

El mayor permaneció en silencio por un momento, soltando tan solo un pequeño suspiro – Escucha, sé que no podría hacer todo lo que tú haces – Continuó el moreno – Yo… no podría trabajar bajo sol y esforzarme en la forma en que tú lo haces, pero si soy bueno en algo me gustaría poder trabajarlo y…

 

Tom acarició su cabeza y Bill levantó la mirada, recibiendo un suave golpecito en la frente con la punta de un dedo índice. Tom sonrió – Oye, no eres mi prisionero – Bill se ruborizó hasta las orejas, escondiendo nuevamente su rostro – No quise que pensaras que no podías salir de aquí o hacer algo por tu cuenta. Jamás fue esa mi intención… tú puedes hacer lo que se te de la gana, y si quieres ayudarme con algunas cosas pue-

 

-No quiero que sigas esforzándote porque podamos subsistir aquí, Tom – El mayor frunció el ceño y su corazón se aceleró inexplicablemente – Yo quisiera que viviéramos en algún lugar mejor, no digo que esto esté mal, pero… este ya no es tu lugar – Dijo, levantando la mirada para observar el rostro del mayor que aún le abrazaba.

 

El ex convicto pensó en aquellas palabras y lo que probablemente significarían. Pero, de pronto algo caló dentro de su cabeza y una extraña sensación recorrió su cuerpo – Bill, no lo sé.

 

-Vámonos a mi departamento, yo- Tom soltó el agarre lentamente y caminó hasta la cama, sentándose al borde de esta. El ceño de Bill se entristeció.

 

-Bill, ven aquí – Le llamó, extendiendo sus brazos con una amable sonrisa dibujada en el rostro. El moreno avanzó hasta él con una expresión de perrito regañado que podía con Tom – No quiero que pienses que no me gustaría estar contigo en un lugar mejor que éste o que desprecio lo que intentas hacer por nosotros, pero…

 

Le tomó de las manos y le sentó sobre sus piernas, acariciando su rostro con la yema de sus dedos, procurando que estás no estuviesen tan ásperas para no irritarle las mejillas ante el tacto – Pero… digamos que no me gustaría estar contigo en la misma habitación donde estuviste con el idiota ese.

 

Los ojos de Bill se abrieron en su máxima extensión y sus mejillas ardieron de vergüenza. ¿Así que aquella era la maldita razón de todo? – T-Tom – Llamó, con una ligera chispa de risa atorada en la garganta.

 

-Oye, no es gracioso – Susurró, ruborizándose casi imperceptiblemente producto del leve enojo que le provocaba el recordar al rubio – No es fácil aceptar el hecho de que alguien más te haya tenido sobre sus piernas. O que alguien más pudiera acariciarte de la forma en que yo ahora mismo estoy haciéndolo.

 

Bill soltó un suspiro ahogado – Entiendo… mi antiguo departamento no es una buena idea – Dijo entonces, y Tom le observó curioso. El moreno sólo sonrió y se abrazó a él nuevamente.

 

 

+++++

 

 

-¿Una subasta? – Preguntó la chica mientras le veía posar frente a las cámaras una vez más.

 

-Sí – Respondió el moreno, intentando no moverse y brindar una buena toma al fotógrafo frente a él – Estoy seguro de que podría funcionar.

 

-Pues… sí… pero, ¿qué piensas subastar? Sabes que tus fans suelen ser muy exigentes, y que es más probable que tus cosas se subasten a grandes sumas de dinero entre hombres millonarios que fantasean contigo a que tus tiernas fans quinceañeras – Rió Samantha.

 

Bill meneó la cabeza sonriendo ligeramente, cambiando de posición una vez más – Lo sé, y a decir verdad, no me importa – Dijo, brindando una de sus mejores poses a la cámara – Subastaré algunas de las prendas con las que he realizado los photoshoots más exitosos, y no me interesa si la compra algún gordo multimillonario mientras me dé una buena suma por ellas.

 

-Bien, bien – Dijo la mujer, meneando su cabeza de lado a lado – Te ayudaré con la subasta, es lo mínimo que puedo hacer por ti luego de que hayas “interrumpido tu estricto reposo médico” para brindarnos estas increíbles tomas.

 

El moreno chico sonrió posando para su última fotografía, no iba a discutirle nada respecto a eso pues tampoco seria tan descarado como para negarle aquello en su propia cara – Vendré mañana por la mañana, necesito que me ayudes con todo lo de las estadísticas y esas cosas para elegir qué subastar – Dijo, acomodando bien su ropa mientras veía las fotos obtenidas durante la sesión.

 

Samantha asintió sonriente mientras el pelinegro se despedía de todos en la habitación. Había tardado más de que esperaba y moría por irse a casa.

 

 

+++++

 

 

Volvió sus pasos marcha atrás apoyando una de sus manos sobre la mesa y afirmándose sobre ella. Había estado meditando acerca de esto durante varios días, y es que simplemente no tenía otra opción. Hoy era el día, había terminado antes de trabajar y aún podía salir de casa e ir por sus cosas antes de que Bill regresara de Vogue.

 

No era como si no pensara en contarle que había ido a por sus cosas a casa de Yassmine, pero prefería tener esa conversación al volver de aquel lugar. No tenía de qué preocuparse, pues no le creía a Bill capaz de desconfiar de él o hacer de aquella situación casi un drama marital.

 

Cogió las llaves de la casa de Yassmine y las guardó en uno de los bolsillos de sus holgados pantalones, y se apresuró en salir de casa antes de que la indecisión volviera a atormentarle y hacerle perder más tiempo.

 

Caminó a paso rápido y llegó hasta donde el autobús volvía a la ciudad, esperó a que alguno llegase hasta ahí y subió, acomodándose al final de la máquina como era de costumbre para la gente que provenía de  un lugar tan peligroso como ese.

 

Le temblaban las manos al momento de verse de pie frente a la puerta de aquella casa donde convivió con la persona que sería su mujer por el resto de su vida, y los recuerdos de todo lo acontecido le hacían estremecer.

 

Observó el cortinaje de las ventanas mecerse levemente y creyó que aquello había sido por la suave brisa que liberaba el atardecer. De todos modos, no entraría a la casa como un ladrón ni mucho menos, por lo que se decidió a abrir la puerta con las llaves que él traía, e inmediatamente llamar por si Yassmine se encontraba en casa.

 

-¿Yassmine? – Probó en llamarle una vez, sintiendo sus piernas temblar al momento de ingresar a la casa - ¿Yass? – Llamó una vez más, pero todo era silencio.

 

Tom pensó que quizás estaba llamándole muy suavemente, por lo que decidió adentrarse cuidadosamente en la casa, cerrando la puerta tras de sí y encaminándose por un largo pasillo, sintiéndose limitado a tan sólo observar dentro de cada habitación producto de su nerviosismo y extrema curiosidad.

 

Aquello era muy extraño. Yassmine ya debía estar en casa, y alguna de las pertenencias que siempre llevaba consigo ya hacían sobre la cama de la habitación principal. Tom frunció el ceño y caminó con cuidado hasta la penúltima puerta del largo pasillo, en aquel lugar estaba el baño y unos cortos y casi inaudibles sollozos escapan a través de la puerta entreabierta.

 

Tom se acercó con cautela y adecuó su vista a través de la pequeña ranura, viendo a la rubia en un aspecto deplorable, sentada sobre el inodoro mientras su cabello caía hacía delante cubriendo su rostro mientras lloraba en silencio.

 

El ex convicto empujó la puerta cuidadosamente, llamándole por su nombre una vez más y ella levantó su rostro casi de un salto, observándole con unos grandes ojos incrédulos.

 

-T-Tom – Contestó casi por inercia, sin despegar su vista de él.

 

El aludido frunció el entrecejo notoriamente, y algo sobre el frío suelo de cerámicas llamó su atención. El ex convicto avanzó un par de pasos hasta el interior del baño y logró identificar de qué se trataba segundos antes de que la rubia chica dejara caer su pie abruptamente sobre aquel objeto.

 

Tom boquiabierto y con el rostro pintado de una expresión indescriptible pateó levemente la pierna de la chica fuera de sobre lo que había visto, incrédulo, necesitando de verle una vez más y confirmar que aquello era cierto.

 

La rubia mujer opuso resistencia entre sollozos pero la mezcla de emociones en Tom y la fuerza bruta de éste pudieron con ella, empujando su pie fuera de la escena.

 

Los ojos de Tom estaban enrojecidos y su respiración se había vuelto irregular. Su vista vagaba entre el rostro de la rubia marcado por el llanto y aquella tableta de color blanco sobre el suelo de baldosas.

 

-¿Estás… - preguntó, con la voz temblando de lo que se podía presumir como una indescriptible furia y frustración- estás embarazada?

 

 


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