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Flashes por WinterNightmare

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Notas del capitulo:

Lo siento, soy lo peor… he tardado demasiado en actualizar, y lo lamento demasiado. Como ya les mencioné anteriormente, las cosas en mi vida han sido un verdadero desastre y créanme que no exagero. Han sido semanas realmente complicadas en mi vida, y espero que todo esto pronto acabe…
Pero bueno, ha llegado un poco de calma a mí, y la utilizaré en escribir y actualizar lo más pronto que pueda. Les prometo que el próximo capítulo estará aquí el día jueves en la noche.
Realmente espero que me perdonen por todo lo que les he hecho esperar, pero espero y me esforzaré en que esto no vuelva a suceder.
Mucho amor para ustedes, mis fieles lectoras, y muchas gracias por seguir aquí. ¡Nos leemos en dos días más! <3

 

 

Llegó hasta la puerta de su apartamento, y se detuvo frente a ella para dar un último retoque a su maquillaje. Detrás de la puerta la esperaba Gustav y una romántica celebración por la cual no quería pasar.

 

Pero debía hacerlo. Gustav era su novio y compañero, y no merecía verle llegar de mala gana. Tampoco debía permitirse que Gustav notase siquiera algo extraño en él; pues corregir su ropa, genio y maquillaje, luego de lo sucedido con Tom, había sido un verdadero reto.

 

Sus ojos aún lucían húmedos y un tanto hinchados, pero podría cubrirlos con el asombro y posible emoción ante alguna sorpresa que el rubio le hubiese preparado.

 

Abrió la puerta e ingresó con cautela; en el interior todo era silencio, rico aroma, luces bajas y bastante agradables a la ocasión. Bill sonrió nostálgico sin notarlo realmente.

 

-Buenas noches, amor – Saludó el rubio, deslizándose hasta su lado y aferrándose delicadamente a sus caderas.

 

Bill giró el rostro y depositó un pequeño beso en sus labios, para posteriormente avanzar por la habitación y dejar sus cosas en algún lugar de ésta.

 

Gustav le miró un tanto extrañado, y el moreno no tardó en notarlo. Al parecer esperaba algo más, y Bill rogaba a todos los cielos que no insistiera en aquello, pero… nadie allá arriba le escuchó.

 

El chico de cabellos dorados avanzó hasta la mesa donde Bill se mantenía afirmado con ambas manos sobre ésta, manteniendo el peso de su cuerpo en sus temblorosos y débiles brazos. Lentamente enrolló sus brazos alrededor del delgado cuerpo mientras depositaba besos y lamidas sobre el cuello de su acompañante, sintiéndole girar la cabeza casi por inercia.

 

Podía sentir como la respiración de Gustav se tornaba cada vez más rápida y necesitada., y se mataba mentalmente ante la duda del por qué él no se sentía así. Hace tan sólo un par de meses atrás, aquel sería el momento en que estaría vuelto loco y gimoteando deseoso entre los brazos de su novio.

 

Pero ésta no era la ocasión, ni la sería tampoco.

 

-G-Gustav… - Habló, intentando calmar a su chico en vano. La voz le temblaba y su garganta se había tornado un estrecho túnel asfixiado, y no precisamente por los motivos que le hubiesen gustado.

 

Ya no podría volver atrás. El sexo jamás le había parecido tan complicado y desagradable como la sola idea le parecía ahora. No podría decirle que no en la noche de aniversario, no después de todo lo que Gustav le había esperado para llegar a casa y poder pasar un tiempo agradable junto a él.

 

Bill volteó su cuerpo y enrolló sus frías y delgadas manos alrededor de la espalda del rubio, quien inmediatamente después, empujó su cuerpo cuidadosamente sobre la mesa, acorralándole contra ésta, meciéndose al ritmo de sus besos.

 

Cerró los ojos e intento dejarse llevar por toda la situación, pero le era imposible. No podía evitar sentirse sucio de algún modo. No podía quitar de su mente la idea de que lo que estaba por suceder con Gustav estaba mal.

 

Y quizás lo estaba. Quizás no podía permitirse hacerle aquello al rubio chico. No podía dañar más a Gustav de lo que le dañaría el dejarle continuar y no disfrutar en absoluto de todo el asunto en cuestión.

 

Ya no podía engañarle más. Al menos no por esta noche.

 

-Gustav… – Susurró contra su oído, y aquel inconfundible tono de voz detuvo todos los roces contra su -cada vez más débil- cuerpo.

 

El rubio se apartó unos cuántos centímetros de él, observándole en silencio, sorprendido y a la vez preocupado, incrédulo ante lo que acababa de suceder.

 

Bill jamás le había rechazado, mucho menos en una ocasión como esa. Tantas dudas corrían por su cabeza, que sentía que en ese preciso momento debía detenerse a hablar largo y tendido con quien era su novio… al menos así le titulaba, pues ya no estaba seguro de si Bill realmente se sentía como tal… al menos no junto a él.

 

El pelinegro se incorporó sentándose sobre la mesa, dejando sus delgadas piernas colgar descuidadamente del borde de ésta. Ya no sabía qué explicación dar, ya ni siquiera podía mirarle a la cara.

 

No era la primera vez que fallaba en la intimidad junto a Gustav, y al juzgar por la mierda que se sentía sin siquiera haber sido follado, al parecer tampoco sería la última.

 

No podía hacerlo, no podía hacerse aquello a sí mismo, como tampoco podía engañar así al rubio. De su mente no salía Tom, y en su corazón… quizás ya no estaba sólo Gustav.

 

 

+++++

 

 

Se había pasado la mañana sin poder quitar aquella loca y obsesiva idea de la cabeza. Era consciente de lo peligroso que era estar así de distraído en el trabajo, pero aquello le atormentaba desde hace algunos días sin respiro alguno.

 

Tom detuvo lentamente el cuchillo y dejo sus manos descansar sobre la fría mesa de metal. No estaba seguro de qué tan tonta, mala, o terrible idea sería hacer aquello, pero si de algo estaba seguro, era que su mente y corazón no encontrarían paz si no se lanzaba a averiguarlo.

 

-Carl – Llamó, y el aludido volteó al encuentro casi al instante; habían pasado días desde que Tom no le dirigía la palabra – Hoy iré con las colaciones.

 

El chico castaño le miró extrañado - ¿Estás… seguro? Digo, después de… ya sabes… Bi-

 

-Estoy seguro – Interrumpió de forma seca y decidida.

 

Se quitó el blanco delantal que siempre llevaba atado a su cintura, y salió de la cocina arrastrando el carrito metálico a través de los pasillos. Aquel era el último turno de colación de la noche, y luego de lo acontecido con Bill y su petición de despido, sabía que no tendría otra oportunidad de encontrarse con el muchacho sin ser mal visto por alguien más.

 

Llegó hasta el piso donde se encontraba la oficina del pelinegro y repartió descuidadamente las últimas colaciones al poco personal que seguía en las instalaciones a aquellas horas, para dejar sólo una pequeña fuente de ensalada surtida sobre el carro como excusa perfecta para adentrarse en donde no debía.

 

Llegó hasta el final del pasillo y dio dos leves toques a la puerta, sintiendo como su corazón palpitaba incluso más alto que la voz que le invitaba a entrar.

 

Tomó la ensalada entre sus manos temblorosas y guardó todo el aire que le fue posible dentro de sus pulmones, decidiéndose a entrar de un solo golpe, evitando a toda costa que Bill tuviese tiempo de reaccionar.

 

Al rostro del moreno se le fueron todos los colores, y un sentimiento extraño se instaló en su pecho sin poder saber con certeza qué era o por qué sucedía – T-Tom.

 

El mayor le miró seriamente por un par de segundos, sólo los necesarios para evitar que Bill tuviese un colapso nervioso ahí mismo debido a su imperturbable silencio. Avanzó unos cuántos pasos hasta el escritorio y el pálido chico se puso de pie, agitado, nervioso, o  quizás… emocionado. Después de todo, no esperaba que Tom volviese a mirarle siquiera.

 

-Vengo a cobrar lo que me ofreciste, Bill – Dijo de pronto, estremeciendo levemente al delgado chico frente a él – Sólo una noche, y será ésta. Sin excusas ni tontas justificaciones.

 

El rostro de Bill fue abofeteado un millón de veces por el demonio. Había jugado con fuego, y ahora se estaba quemando.

 

 

+++++

 

 

Eran las once de la noche en punto, y débiles gotas ya caían hasta estrellarse contra el frío pavimento. No terminaba de convencerse aún de que aceptar ir con Tom era una pésima idea, a pesar de que su gran bocota y tonta impulsividad le habían llevado hasta las presentes circunstancias.

 

Los minutos fueron pasando y aún no había ni rastro del ex convicto. Bill no iba a quedarse esperándole como un estúpido, después de todo, el interesado en todo esto no era él. Y bien, si Tom aún no se aparecía, podría ser una clara señal de arrepentimiento ante tal tonta proposición.

 

Tomó de su bolso de mano y cruzó la calle lo más rápido que su cuerpo le permitió. Subiría a su auto y olvidaría que alguna vez aquella oferta existió. Pero, es que en realidad, ¿en qué demonios pensaba cuando le escupió aquello a Tom?

 

Sacó sus llaves y la tarjeta que abriría el estacionamiento donde se encontraba su auto, iba a largarse a casa e intentar disculparse con Gustav por el desastroso aniversario que le hizo pasar.

 

Estaba por entrar cuando un estruendoso frenar y deslizamiento de neumáticos se escuchó justo tras él. Bill volteó casi paralizado, no podía ser Gustav porque aquel no era su auto, y Tom sólo manejaba una motocicleta.

 

La puerta del conductor se abrió y un alto chico de chaqueta de mezclilla se asomó caminando hacia el lado del copiloto, abriendo la puerta y recién prestándole un poco de atención al sorprendido chico aferrado a la reja del estacionamiento privado de Vogue.

 

– No tienes idea de lo complicado que fue conseguir que el estúpido de Carl soltara su maldito auto – Soltó Tom sin expresión alguna en el rostro, haciendo una seña ladeando fugazmente su cabeza para indicarle a Bill que ingresara al auto de una vez.

 

El moreno mordió su labio, dudoso, preocupado. Debería sentirse aterrado y lleno de desconfianza, pero por alguna razón, Tom no le provocaba nada de eso.

 

Cerró la reja tras de él y guardó las llaves dentro de su bolso avanzando hasta donde Tom se encontraba esperándole, subiendo al auto decidido a terminar con todo aquello de una buena vez.

 

 

Las peores horas ya habían quedado atrás, y si bien el remordimiento no dejaba su cabeza ni por un solo instante, ya no había marcha atrás. Aquel era el tercer o cuarto lugar que visitaban en toda la noche y los silencios incómodos habían quedado en el olvido desde el  momento en que redescubrieron sus personalidades una vez más.

 

Ambos sonreían nostálgicos de vez en cuando, sabían cuánto les había cambiado el tiempo, y si bien no eran los mismos chicos enamorados  desde hace 5 años atrás, había muchas cosas que en ellos permanecían casi intactas.

 

Tom podía ver a través de aquellos ojos frente a él, y no dejaba de sentirse agobiado al comprobar su teoría y constatar de que todas sus sospechas eran ciertas; la actitud de Bill para con él no era más que una simple coraza por mantenerle alejado, pues su tímida sonrisa y sus manos temblorosas que reflejaban su nerviosismo seguían ahí, intactos, tal y como Tom le recordaba todos los días de su vida.

 

Yass no abandonaba su mente, y eso conseguía hacerle sentir de una manera terrible. Lo que estaba por hacer sería una decisión muy fuerte, y su vida tomaría un rumbo completamente distinto después de aquello, pero simplemente no podía quedarse con la intriga de saber qué se sentía volver a estar cerca de Bill.

 

Y ahí estaba su pequeño niño, acompañándole de vuelta hasta el auto que con tanto esfuerzo había conseguido. Bill temblaba ligeramente ante la idea de cuál sería la próxima parada. Ya entrando en las tres de la madrugada, no les quedaban muchos otros panoramas por recorrer, y el moreno sabía lo que eso significaba.

 

No esperaba que Tom se arrepintiese de llevarle a algún motel donde pasar la noche que él mismo le había prometido, pero simplemente no podía convencerse de tal idea. Estaba por hacer algo terrible y lo sabía, pero de alguna manera u otra debía olvidar a Tom, y tenía todas sus fuerzas involucradas en que lo que estaba por suceder sería lo mejor para su relación con el rubio chico que le esperaba en casa… sin saber que él, por ésta noche, no llegaría.

 

Bajaron del auto a las afueras de un hermoso y elegante hotel. Bill sonrió cabizbajo ante el recuerdo de aquel viaje donde toda su vida pareció irse al carajo… intentó no pensar más en ello, intentó no recordar cuánta falta le hizo Tom durante tanto tiempo… intentó no recordar aquellas noche en las que lloró a mares convenciéndose a sí mismo de que no volvería a verle.

 

-Bien… - Interrumpió el silencio Tom, carraspeando de puro y auténtico nerviosismo – Me tomé la molestia de reservar – Dijo, obviado la palabra “habitación”, para no hacer del momento más incómodo y complicado de lo que ya era para ambos.

 

Bill asintió y le siguió los pasos hasta el interior de hotel y posteriormente hasta el ascensor, subiendo hasta el séptimo piso en absoluto silencio. Cada quien pensando en lo suyo, ambos tomando sus propias reflexiones respecto a sus vidas y su inesperado reencuentro.

 

Ambos confundidos, preocupados, tristes y emocionados, por lo que estaba por venir.

 

Las puertas del ascensor se abrieron de par en par y el hotel parecía estar desierto. Bill avanzó tras de Tom hasta la última habitación al final del pasillo, mirando cada puerta que pasaba a su lado, imaginando lo que sucedía tras ellas. Cuánto amor, odio, tristeza, alegría… cuántos sentimientos se albergaban tras las puertas, y cuántos se albergarían aquella noche tras la suya.

 

Tom metió una de sus manos a su bolsillo y rebuscó en su interior la llave de la habitación que había reservado. Bill, por su lado, temblaba hecho un lío de emociones y sentimientos.

 

Y es que simplemente su estúpido ser no dejaba de sorprenderle. Estaba aterrado por lo que estaba por hacer, tenía tanto miedo de que las cosas no resultaran según los esperado, y que el hecho de pasar la noche con el hombre al que alguna vez amó hasta el punto de querer morir sin poder tenerle, terminara por pasarle la cuenta y empeorar aún más las cosas.

 

En éste momento de su vida, ya ni siquiera podía estar segur acerca de lo que sentía. Ya no podía juzgar si lo incorrecto era pasar una noche con Tom, o dormir junto a Gustav engañándose a si mismo todos los días.

 

Ya no estaba seguro de absolutamente nada. Aquel ex convicto tenía su mundo de cabeza una vez más, y sólo la resignación quedaba a su favor… y sólo podía esperar que, sea cual sea el resultado de sus acciones, no terminaran por destrozar su vida una vez más.

 

<<Contigo o sin ti, Tom, pero mi vida debe continuar>>

 

 


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