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Flashes por WinterNightmare

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-¿Qué opinas sobre este, Tom?, ¿crees que se me verá bien? – Escuchó la suave voz de Yassmine impactar contra sus oídos en un suave susurro casi celestial.

 

Su cuerpo se volteó instintivamente, conectando su mirada con aquellos ojos avellana que parecían brillar en el blanco resplandor de la habitación.

 

La rubia chica comenzó a caminar entre todos los asistentes hasta llegar a él, estirando sus delgados brazos hasta enrollarlos en el cuello de su amado, quien le correspondió el gesto aferrándose con fuerza a su delgado torso.

 

La habitación poco a poco parecía ganar cada vez más luminosidad hasta hacer al resto de las personas casi inexistentes en la escena.

 

Tom cerró sus ojos y se dejó llevar por el sabor del beso más dulce de toda su vida. Deslizó sus manos por los brazos desnudos de su chica, los cuales poco a poco comenzaron a revestirse de una suave tela de blanco resplandor.

 

El mayor quiso apartarse de aquellos labios que le aprisionaban de una forma tan maravillosa como mortal. Sus ojos no respondían a sus deseos, y por más que quiso abrirlos, simplemente no pudo hacerlo.

 

Guió sus manos a través de la espalda de quien le mantenía prisionero entre sus brazos, y aquel largo cabello poco a poco comenzó a acortarse, volviéndose una lacia cabellera de mediana extensión que le acariciaba el rostro en cada caricia descuidada que su amante le brindaba.

 

Yassmine le arrastró hasta el cálido –y a la vez frío- suelo y se separó de él en medio de una sonrisa tímida y mejillas ruborizadas.

 

El espanto no abandonaba a Tom, mucho menos cuando el blanco vestido de novia se desvanecía justo frente a sus ojos, y la piel de Yass se tornaba más blanca y suave que nunca, observando horrorizado como su cuerpo disminuía en tamaño y se desfiguraba a algo completamente distinto a lo que había tenido segundos antes en sus brazos.

 

Todo era una maraña de texturas distintas cada una de la otra, pero que parecían tan iguales..

 

Bill le observaba aterrado, con los ojos marcados con violencia y su labio inferior lastimado, su cuerpo temblaba bajo él por más que Tom intentase ponerse de pie y huir de ahí en ese mismo instante.

 

El cuerpo del pequeño y moreno niño se encontraba cubierto en sangre, y las manos de Tom bañadas en ésta. Los ojos secos de su amado muchacho poco a poco se apagaban y abandonaban todo rastro de luz en ellos.

 

La desesperación de Tom al verse y sentirse inmóvil sin poder hacer algo para remediar el daño, le estaba matando más allá de la falsa realidad en la que se encontraba. Bill se moría frente a él y entre sus brazos; tenía la sangre de su pequeño impregnada en la piel…

 

Tom abrió los ojos sintiéndose morir, incorporándose en su cama de un solo golpe, para posteriormente correr hasta el baño y vomitar hasta casi ahogarse en la desesperación que le invadía y le hacía temblar. “Qué demonios estás haciendo conmigo…”

 

 

+++++

 

 

-¿G-Gustav? – Oyó decir al otro lado de la línea, y cerró sus ojos en un intento de dar marcha atrás con lo que estaba por hacer.

 

-Hola, Bill – Saludó, bloqueando cualquier pensamiento que cursara por su mente y confundiera sus ideas. El moreno no respondió, y es que aquella llamada era tan repentina que ninguno sabía realmente qué hacer ante eso - ¿Has… estado bien?

 

Bill guardó silencio por un momento, y la garganta de Gustav se cerraba cada vez más – Sí…

 

El rubio retrocedió unos cuántos pasos y se apoyó en el umbral de la vieja habitación en casa de sus padres donde solía compartir los mejores momentos de su vida con aquel moreno niño destrozado.

 

Recordó cuánto amó a Bill, y cuánto éste amó a un delincuente que estaba a punto de destrozar su vida una vez más. Si bien las cosas entre ellos no estaban para nada bien, él simplemente no podía ser cómplice de más daño para el pelinegro… no después de saber una verdad que de seguro éste desconocía.

 

-¿Gustav? - Preguntó el moreno luego de un gran rato en silencio. El aludido cerró sus ojos y apretó sus puños dolorosamente.

 

-Debes alejarte de él, Bill… - Susurró, sintiéndose como un estúpido. Ya casi podía imaginar la expresión en el rostro del moreno en aquel momento.

 

-¿Qué?

 

-Sólo hazme caso – Rogó el mayor, golpeándose mentalmente por todo aquello.

 

-Gustav, yo… no… - Ambos guardaron silencio por un largo momento, cada quien pensando en lo suyo y sacando sus propias conclusiones, rompiéndose el cerebro ante cada conclusión errada – Ya debo irme – Sentenció el menor de ambos, y el pecho del rubio se oprimió con fuerza.

 

Estaba por dejarle ir. Estaba por soltar aquella mano que sostuvo durante largos años, y es que quizás aquello era lo correcto. Quizás ya no había nada más que él pudiera hacer por salvar a Bill del infierno, pues éste se había enamorado del mismísimo demonio.

 

Escuchó un último suspiro tras la línea, y simplemente no pudo contenerse más…

 

-No seas necio, Bill… no permitas que te asesine la misma arma dos veces… - Susurró, a sabiendas que el moreno aún le escuchaba sumergido en un profundo silencio – Hay mentiras que brillan más que un diamante… sólo debes saber dónde encontrarlas.

 

Gustav cortó la llamada en ese mismo instante, dejándose resbalar hasta el suelo, apretando sus temblantes párpados con fuerza - Perdóname… - Suplicó.

 

 

+++++

 

 

Bill descendió de su automóvil nuevamente con la mirada perdida. Una extraña sensación se instaló en lo más profundo de su pecho, haciéndole temer por cada paso que daba, por cada movimiento que hacía, y por cada decisión que estaba por tomar…

 

Sabía que era tiempo de irse a casa, pero ya no podía simplemente marcharse así sin más.” Una noche y adiós”, aquel había sido el trato que ambos sentenciaron aquella fría noche en una habitación en algún lugar de la ciudad. Pero… cómo aquello podría ser posible para ambos, cómo podría haber sido una decisión tan fácil de acatar después de todo lo acontecido en sus vidas.

 

Tom no había vuelto a buscarle a pesar de su insistencia desde la primera vez que le vió, y que, incluso, fue capaz de hacerse pasar por otra persona solamente para volver a estar cerca de él. Y de pronto, así sin más, es capaz de dejarle ir…

 

La cabeza y el corazón de Bill eran un torbellino de dudas y miedos que creyó inexistentes. De pronto ya no tenía nada en la vida; de pronto Gustav le había dejado, su trabajo y sueño de toda la vida le había dejado de importar, y en sus tormentos más profundos sólo podía pensar en aquel convicto de la fría prisión…

 

Guió sus pasos casi por inercia de vuelta a Vogue, y directamente a la cocina de la lujosa compañía. A lo lejos a través de largo pasillo que prohibía la entrada a personas externas al personal autorizado, podía oír algunas últimas conversaciones de la noche entre quienes aún seguían trabajando en el lugar, pero no oía a Tom.

 

Cuando llegó hasta la puerta, se acercó a observar sigilosamente en el interior de la espaciosa cocina. Su castaña mirada pudo divisar casi de inmediato a Carl a un lado del metálico mesón cortando restos de algún animal.

 

Estaba por entrar cuando la alta silueta del ex convicto se reflejo al otro lado de la puerta, Bill se encogió aún más en sí mismo, acurrucándose de tal forma en que Tom no pudiese verle.  

 

Carl levantó la mirada, y asintió hacia Tom quien disponía a arreglar sus cosas y largarse de aquel lugar – Bien – Susurró – Es todo por hoy, finalmente… - Dijo, sin siquiera querer disimular el cansancio en su voz que se había vuelto tan característico en él desde hace algún tiempo.

 

-Al fin hemos terminado con toda ésta mierda, ésta gente traga como si no hubiera un mañana – Bromeó el castaño chico, disponiéndose a marcharse también.

 

Tom sonrió cabizbajo y se acomodó un poco más allá, justo donde el limitado campo visual de Bill por fortuna daba contra él. El moreno chico se sintió aterrado al sentir su corazón palpitar con fuerzas con tan sólo verle a escondidas y de espaldas a él.

 

Bill sonrió casi sin percatarse de aquello, aunque muy en el fondo de su ser, sabía que Tom le tenía nuevamente bajo su merced. Cierta parte de él, aún atemorizada por los fantasmas del pasado, se negaba a asumir aquella sentencia de muerte, aunque la verdad ya fuese casi absoluta.

 

Tom le tenía nuevamente.

 

Bill sentía la tonta necesidad de entrar e inventar alguna tonta excusa sólo para hablarle una vez más, por muy de crío que aquello fuese, pero es que el tenerle tan cerca y sentirle tan lejos le torturaba de la forma más cruel posible.

 

Reunió sus fueras y espantó sus temores para poco a poco empujar la puerta, cuando una mano se posó en ella y la deslizó, facilitándole el trabajo. Bill se sintió como un niño de 15 años otra vez, con aquellas extrañas sensaciones revolviéndole el estómago.

 

Sus castañas orbes brillaban con el reflejo de un bello anillo en las manos que abrían la puerta, haciéndole ignorar que él conocía esas manos casi mejor que las suyas.

 

Las palabras que Gustav dijo antes de colgar el teléfono hace unos instantes atrás comenzaron a retumbar dentro de su cabeza, paralizándole por completo; y Bill sólo podía rogar por que todo aquello no fuese cierto.

 

La puerta terminó por abrirse y la mirada de Carl fue la primera en impactar sorprendido y confundido sobre él, para luego hacer voltear el rostro de Tom al encuentro con el pelinegro que lucía destrozado.

 

Tom bajó sus manos casi como un movimiento reflejo, intentando a toda costa que Bill no viera aquel anillo situado en una de ellas.

 

Pero ya era demasiado tarde.

 

El moreno guió sus nublados orbes hasta la mano de Tom, donde el anillo casi le quemaba la vista y todo su maldito ser de pura y auténtica decepción. Bill sólo quería morir en ese mismo instante.

 

Todo lo había dejado. Todo lo había arriesgado, todo había perdonado por Tom, y aquello sólo fue una absurda mentira.

 

Tom se sentía ahogado, casi como la noche anterior en que tuvo aquella horrible pesadilla. El rostro destruido de Bill lucía exactamente igual a aquella terrible visión, sólo con unos cuántos años más encima, pero aquel de pie y temblando frente a él era su mismo pequeño y adorado niño…

 

Carl observaba la escena, atónito, pues no hacía falta ser un gran genio para comprender todo lo que ahí pasaba. Metió la mano a su bolsillo y palpó la credencial del moreno chico que Tom había olvidado en su auto al momento de devolvérselo algunos días atrás… y es que ahora todo tenía sentido.

 

El castaño no pudo evitar sentir un enorme asco en contra del ex convicto, pues Yassmine no se merecía nada de aquello.

 

-Maldito… - Susurró Bill, a dientes apretados, sin apartar sus humedecidos ojos de los del chico frente a él – Maldito seas, Tom.

 

Tom bajó la mirada, ya no podía mantenerse calmo y sus ojos reflejaban aquella terrible desesperación - ¡Maldito! – Le gritó el moreno nuevamente, abalanzándose contra él con frenéticos golpes de puños mientras soltaba el llanto.

 

El ex convicto intentó contener al menor en vano, pues no había manera de calmarlo. Jamás había imaginado ni en sus peores pesadillas el ver a Bill de tal forma y por su culpa. Jamás había querido dañarle de nuevo, y por esa misma razón era que había tomado aquella decisión de salir de su vida para siempre.

 

Carl retrocedió espantado - ¿¡Pero qué demonios pasa aquí!? – Soltó, recogiendo sus cosas de sobre la mesa a un costado de la puerta.

 

-¡No te metas en esto! – Escupió Tom, sujetando de Bill con tal fuerza que tuvo que acorralarle contra la pared mientras aún intentaba patearle infantilmente – Lárgate.

 

-Y-ya no te reconozco, d-desgraciado – Susurró Bill, calmándose un poco y al mismo tiempo forcejeando con Tom para que éste le soltara - ¿Te da… asco reconocer que te has a-acostado con un hom-mbre? – El rostro de Carl se desfiguró de una forma extraña - ¿¡Que has jugado conmigo todo éste tiempo y todos estos malditos años!?

 

Tom desistió de su agarre y se alejó unos cuántos pasos del moreno chico, sujetando su propio peso sobre sus brazos temblantes apoyados sobre la fría mesa de metal - ¿No es lo que tú querías, Bill? “Una noche y nada más” – Contraatacó.

 

Bill soltó una corta risa incrédula mientras sus lágrimas brotaban cada más – Si hubiese s-sabido que estabas… - El moreno cayó con un doloroso nudo en su garganta, incapaz de pronunciar aquella palabra – S-si hubiese sabido que harías d-de mi vida una miseria… tal como lo hiciste c-cinco años atrás… jamás me hubiese q-quedado en éste asqueroso lugar… - Tom apretó sus oscuros ojos y sus labios, rogando tener la fuerza suficiente para soportar todo esto una vez más.

 

Las imágenes de la prisión, donde pasó tantos años de su vida lejos de lo que más amaba. Donde se torturó tanto tiempo con los recuerdos de su amado niño diciéndole adiós. Y cuando al fin volvió a verle y toda su miserable vida volvió a tener sentido… pero Bill destruyó sus anhelos…

 

Carl retrocedió sigilosamente hasta las cosas de Tom, metió su mano en su bolsillo y sacó la credencial de Bill, ocultándola rápidamente en uno de los bolsillos del abrigo de Tom. Si alguien era la verdadera víctima aquí, esa era Yassmine… y él no podía permitirle a aquel delincuente el lujo de jugar con la vida de aquella pobre chica como él quisiera…

 

El pelinegro cubrió su rostro con ambas manos, ya ni siquiera sentía ganas de llorar, sino unas ganas de gritar hasta su garganta se rasgara en mil pedazos – Te odio – Susurró, deslizando lentamente sus manos hasta apartarlas de su rostro empapado en un desastroso maquillaje.

 

Tom simplemente no podía voltear a verle. Su cuerpo se sentía débil como nunca antes, y no reaccionaba a ningún movimiento o pensamiento en absoluto. Sentía enormes gana de correr hasta su muchacho aunque éste le golpeara hasta aturdirlo y confesarle que aún no estaba todo perdido… pero no podía hacerlo.

 

No le haría aquello a Yass, así como tampoco se lo haría a sí mismo. Después de todo, Bill aún tenía a quien le amaba a su lado, y tristemente, sus vidas se encontraban ya resueltas.

 

Sintió como débiles y arrastrados pasos se alejaban por el pasillo de vuelta a la entrada principal, mientras de reojo notaba como la silueta de su compañero de trabajo abandonaba la fría instancia por la puerta trasera de Vogue.

 

Carl cerró la puerta y pegó su frente en la metálica estructura mientras oía como Tom golpeaba todo lo que estuviese a su paso mientras soltaba dolorosos quejidos ahogados. El castaño chico cerró sus ojos un momento, realmente sentía lástima por toda la situación por muy extraña que ésta fuera.

 

Abrió sus ojos y volteó en dirección al callejón trasero de Vogue cuando éstos casi salen de sus cuencas ante lo que estaban presenciando justo frente a él, a escasos metros de la puerta donde se encontraba.

 

-Ll-llévame a c-casa… - Suplicó la rubia mujer en un susurro, mientras oía como su futuro esposo destrozaba la cocina de Vogue ante la impotencia de dejar ir a quien realmente amaba.

 

 

Notas finales:

Haganme saber qué tan mal estuve... (?) :(


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