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Retaliation por BaccelieriCo

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El rosado característico de las nubes al amanecer en el reino «Licaón» daba el porvenir de un evento importante para cada aldeano como para los príncipes quienes despertaban para darle un buen inicio al día. Kyanne, la hija mayor de la familia Cho (por minutos), está más que preparada para el motivo de hoy, una coronación que le daría otro gran paso en la vida. Ordenaba sus cabellos rojizos impecablemente, revisando que el maquillaje en sus labios sea intenso como acostumbraba a verlos.


Mientras tanto, el menor de la familia, Cho Kyuhyun, se alistaba con las galas más limpias que tenía en su línea de arapos (‹mención que abarca prendas informales de acuerdo con su aspecto inmaduro›). La antesesora en estar al mando de esa grata tierra se trataba nadie más que de la señora Cho, difunta madre de los príncipes, quienes apenas habían alcanzado la mayoría de edad cuando esta falleció por una enfermedad pulmonar. No era algo que no se hubiera evitado, pero dado a los motivos personales de la reina, decidió que fuera así, y los dos hermanos no tuvieron de otra más que ver a su madre morir con una sonrisa en los labios. El castaño pensaba que tal vez su madre estaba cansada de lidiar con problemáticas absurdas, o bien, que realmente extrañaba a su padre como a nadie. Kyanne decía que los efectos de la enfermedad que acabó con su madre afectaron sus emociones y pensamientos.


Licaón, un poderoso reino rodeado en su mayoría de mar, una península. Colindando con las fronteras de Luxcis, reino vecino. Licaón era habitado por seres sumamente versátiles e inteligentes, temidos además. Los Alopex eran los habitantes de dicho país que, aparte de poseer a gente con habilidades misteriosas y envidiables, tenían extensiones de tierra con una gran diversidad de animales y plantas. El escudo de dicho reino era un dragón con sus alas extendidas, demostrando poder y determinación; los dragones eran como las mascotas para todos y cada uno de los Alopex, solo ellos nacían con la habilidad de sostener fielmente el asiento sobre el lomo de uno. La historia de Licaón daba origen a muchas batallas ganadas, riquezas, damas con una belleza impresionante y caballeros con una mirada intensa y penetrante. Licaón era el reino del pecado, o al menos así lo llamaban los reinos vecinos, reinos enemigos o reinos que simplemente no querían dar a demostrar la envidia que tenían a todos los atributos de la monarquía que se ejercía en el lugar. Habían animales increíbles acechando las fronteras, los dragones hacían guardia en los cielos y los tritones, quienes habían hecho un pacto de por vida con los Alopex, se encargaban de vigilar las extensiones de agua que la familia Licaón había obtenido. La realeza tenía tratos poderosos con otras razas, mismas que ejercían un poder inimaginable y transmitían un miedo infinito a todo aquel que pensara invadir el reino. Bien se decía que los Alopex eran seres llenos de grandeza, inteligencia y magnificencia.


Un ejemplo de suma gallardía era Kyanne, quien tomaría su lugar pronto en el trono de Vulpis. Sus ojos color esmeralda demostraban una gran determinación, como su madre; sus caireles rojizos estaban tan perfectamente formados que incluso, ejercía una fuerte envidia entre las damas del reino por su inigualable belleza, sus pómulos delicados, sus labios rojizos y apetecibles. Una silueta tan femenina y perfecta, una voz similar a la de una ninfa de Luxcis. La dama era inteligente aparte de preciosa, el vestido de gala que portaba daba a presumir la gracia que dominaba Licaón. Siempre callada, con una sonrisa coqueta adornando sus labios, un porte femenino y muy atinada con sus elocuencias.


Lykos era Kyuhyun, su hermano gemelo menor. Un joven extremadamente precioso, con una tez pálida y suave, unos cabellos castaños asimilando a la tonalidad del chocolate más exquisito y unos labios más que provocadores. De voz grave, pero dulce cuando se lo proponía, una sonrisa cautivadora y una mente abierta. A comparación de su hermana, el príncipe heredero vagaba por los cuartos del castillo con el único propósito de cometer sus travesuras diarias, perder su tiempo y no pensar en la problemática del reino; un niño caprichoso pero inteligente. Sus palabras eran como un filo para el corazón de sus enemigos que, según su hermana, serían perfectas para ponerlos en su lugar. Era el único de la familia que tenía a un dragón de mascota, fue su regalo de adolescente. Las últimas palabras de su madre hacia él fueron estrictas, por ello se esforzaba en cambiar su actitud inmadura y ayudar a Kyanne en lo poco que podía, porque para ser sinceros, la pelirroja podía con todo lo que se proponía, no necesitaba que estuviera él para decirle qué estaba bien o qué estaba mal.


Kyanne era la Musa, y Kyuhyun una especie de Heracles.


-Dicen que tienes que casarte cuando tengas esa corona ostentosa en la cabeza, Kyanne.- Dijo en tono sarcástico el joven cuando veía a su hermana verse una y otra vez en el espejo de su habitación, nerviosa e inquieta. - ¿Y si te casas con un príncipe de Luxcis? Dicen que son muy guapos y valientes.


-No digas estupideces.- le dijo la dama, en tono serio y áspero. -No pienso casarme hasta que lo vea correcto. Sé que puedo con este mando, después de todo, cuando naciste prácticamente me obligaron a cuidar de ti. Prefiero tenerte a mi lado que casarme con un príncipe estúpido; porque la fuerza cualquiera la tiene, y la valentía está en sí mismo.


-Bueno, no es como si casarse o enamorarse estuviera mal. Nuestro reino no es el más perfecto, bien sabes que no dejan de hablas pestes de nosotros.


-Lo es, Lykos. Somos poderosos, tomemos esas "pestes" como comentarios envidiosos.


-No me llames así, Vulpis. - Incómodo, Kyuhyun se dirigió al colchón de la gran cama de su hermana para lanzarse, revolviéndose sobre esta, queriendo quitarse las ropas que tenía. - Imagina que no tuviéramos a los tritones, a los dragones y a la legión del Fénix de nuestro lado; estaríamos acabados.


Kyanne soltó un suspiro pesado. Odiaba el término «Vulpis» con su alma. Lykos era para el príncipe heredero y próximo rey, Vulpis, para la princesa y la reina. Sin embargo, por dentro, Kyanne no estaba preparada emocionalmente para ocupar el lugar que su difunta madre había dejado sin más. A veces tenía la sensación de que ella los dejó a la deriva, sin preocuparse ni un poco en lo que sus hijos sentirían al respecto.


Sin embargo, cierto era que gracias a los aliados los Alopex eran lo que eran en ese momento. Los tritones y las sirenas eran seres de gran eficacia, incluyendo a los hipocampos; recordaba que cuando era pequeña, siempre iba a las costas del reino para charlar con los que se encontraran tomando un descanso a las orillas, sentía que deseaba formar parte de aquellos seres, pero su lugar estaba en la tierra. Kyuhyun, por el contrario, cuidó de una cría de Fénix cuando tenía apenas cinco años, y por ello fue bendecido con el don de dominar todos y cada uno de los fuegos existentes. Desgraciadamente, se quedó sin su ave al cumplirse los quinientos años de existencia de la misma.


El castaño sabía de las habilidades que poseía, Kyanne no tenía duda alguna de eso. Creía que su hermano menor por minutos era un joven sumamente poderoso, pero no quería darse cuenta de eso, o se forzaba a sí mismo de no creerlo.


-Amo tu sarcasmo, Kyuhyun.- Dijo por último la joven, saliendo de su habitación al tiempo que la campana del castillo sonaba dando inicio a la ceremonia. Era hora, y no podía retroceder el tiempo sin más. -Vamos, seguro que verás a muchos hombres apuestos para ligar, elfos, tal vez.


Kyuhyun adoraba la belleza de los elfos.


-Oh, no lo dudes.


El castaño salió detrás de su hermana teniendo el cuidado de cerrar perfectamente bien la habitación. Ambos eran seguidos por los guardias del castillo. Era una cantidad inmensa de ellos que incluso intimidaban a los dos príncipes; las sirvientas verificaban que las ropas de ambos niños estuvieran impecables a medida que se acercaban a la habitación del trono. Cuando la gran puerta se abrió frente a sus narices, Kyuhyun pudo sentir el agitado palpito de su corazón; duques, condes, plebeyos, vizcondes, niños y demasiadas personas estaban presentes en la sala, haciendo inmediatamente un silencio cuando observaron a la futura reina caminar como si fuera una jovencita en vestido blanco para ir al altar, pero a diferencia de esa perspectiva suya, se percataba de ver a su hermana, a su preciosa hermana mayor, caminar hacia una de las decisiones obligatorias más complicadas de su vida, porque no se estaba casando con un hombre apuesto y ojos azules como ella deseaba; se estaba casando con una corona y un nombre que debía respetar con su alma hasta el último respiro. Imaginaba la belleza de esta ir en guerra y guerra, gritando a los súbditos, dormir hasta altas horas de la noche. Kyuhyun tenía la sensación de que ese era su trabajo, pero lamentablemente, cuando su madre murió dejó escrito en el testamento que Kyanne era la heredera al trono y que, en el momento que ella fallezca, Kyuhyun tomaría su lugar. Eso era, posiblemente, en un millón de años.


Bajó la cabeza mientras tomó su lugar a un costado del trono, pensativo, perdido en sus lamentos. Deseaba con toda su alma que su padre y su madre estuvieran vivos para evitarle la fatiga a la pelirroja, ¿pero a quién engañaba? Su padre estaba enterrado bajo ellos, producto de una batalla en la que honorablemente dio su vida. Y su madre, murió de la manera más patética a pesar de ser una dama fuerte y poderosa. No es que le tuviera rencor, simplemente no soportaba ver a su preciada hermana tomar un lugar que no le correspondía.


La corona era ostentosa. Kyuhyun la odiaba. Estaba seguro de que Kyanne también la detestaba. Era pesada, llena de piedras llamativas y un diseño que era digno para vampiresas y condes Drácula. Al menos así lo veían ambos hermanos. Ellos soñaban con poseer coronas sencillas, pues el poder estaba en la determinación de cada rey.


Pero ahí estaba esa reliquia, esperando por hacer juego con el bonito vestido blanco de Kyanne.


-Estamos presenciando una de las etapas más importantes de Licaón, mis queridos Alopex.- Comenzó a hablar el sacerdote, con la pelirroja a un lado de él, determinada, o perdida, no sabía cómo describirlo el joven, sus pupilas estaban en algún punto perdido desde el momento en que se situó en el escalón principal. -La coronación de nuestra princesa, sucesor de nuestros reyes, quienes dieron la vida en honor al país, al reino, a todos los presentes...


El discurso era largo. La leyenda decía que aquel hombre se tardaba más de media hora hablando, y lo estaba comprobando cuando se hartó de escuchar tanta palabrería. Kyuhyun contuvo sus ganas de bostezar mientras la voz cansada del viejo gritaba a los cuatro vientos frente a la multitud. Nada se escuchaba más potente que los fonemas del sacerdote. El joven príncipe sabía que, una vez terminada la coronación, se iría a su habitación o simplemente desaparecería en los confines del bosque que daban hacia Luxcis.


- ¡Princesa!


Sin embargo, cuando más concentrado estaba en oír la voz del anciano, un estruendo se escuchó en la inmensa habitación, alterando a todos y a cada uno de los invitados a la ceremonia, interrumpiéndola debido a la violencia de los ruidos. El castaño corrió apresurado a donde Kyanne para verificar que estaba bien, pero el estruendo se escuchó nuevamente. Una oleada de malos presentimientos inundaron el pecho del menor... Miró a todos lados para ver de qué se trataba. ¿Dragones? ¿Ogros? ¿Acaso eran titanes? Menuda situación. Desesperado, trató de proteger a su hermana creando una barrera de fuego entre ellos y el exterior, una de sus tantas habilidades como Alopex-Lykos. Quemaba a quien quisiera acercarse exceptuando a los que estaban dentro del círculo.


-¡Kyanne!, ¿estás bien?


La mayor no respondía. Cayó de rodillas al suelo, soltando un feroz grito de dolor. Kyuhyun no se explicaba la razón de este hecho; estaba desesperado por saber qué le ocurría, por forzarse a sí mismo que aquel momento era una pesadilla y que realmente su hermana le estaba jugando una broma pesada. Desgraciadamente, cuando notó los estruendosos gritos de las personas del exterior, sabía que esto iba en serio, y que alguien estaba atacando el castillo.


-¡Kyanne! ¡Tenemos que salir de aquí!


Su hermana estaba agonizando en el suelo. Gritaba. Kyanne nunca gritaba de tal manera, temblorosa, con miedo, con dolor...


Los dedos de la mayor comenzaron a sangrar desde las uñas manchando la fina tela de su vestido, algo le ardía por dentro, sentía su alma ser mortificada de una manera increíble que por primera vez en su vida, deseaba morir antes de ser asesinada por semejante dolor. Kyuhyun la miraba preocupado, llorando por saber qué le ocurría, pero era demasiado tarde. Entre gemidos anunciaba que era su fin. Alguien deseaba arrebatarle el alma y estaba entre la multitud, esperando por que su hermano menor apagara las llamas para pedir ayuda y atacarlo. Sabía el plan de su enemigo a la perfección, pero desconocía la cara de este, sus ojos ardían, sus labios también, la sangre se intensificaba conforme los segundos pasaban.


Soltó otro grito agonizante. El dolor estaba atacando a su corazón. Sus manos, ensangrentadas tomaron las de Kyuhyun con trabajo y observó los ojos castaños del menor. Ambos gemelos se miraban entre lágrimas, uno por querer salvarla y la otra, por querer salvarle la vida a él.


-K-kyu... Hyun...


-¡Kyanne! ¡Mírame! ¡Saldremos vivos de aquí!...


De inmediato, el menor pensó en aquellas situaciones de peligro que vivió con su hermana. El recuerdo del ataque en el bosque donde una cría de dragón amenazaba con atacarlos, pero Kyuhyun fue dócil con esta, haciendo que terminara por encariñarse con él. Su mente se situó en aquel incendio donde Kyanne estaba encerrada asfixiándose, y que al fin y al cabo tuvo que controlar él con la ayuda del fénix que había cuidado por años. Siempre trataba de proteger a su hermana cueste lo que cueste, porque era su deber, porque era su compañera, porque era su mejor amiga, porque fue la última petición de sus padres, y desgraciadamente estaba ahí, sosteniendo sus manos con trabajo, observando como la sangre daba un color espeluznante a las mejillas pálidas de Kyanne. Ella abrió sus labios con sosiego y tortura para pronunciar el siguiente conjuro:


-Omnia... possidere... faciam...


Cuando Kyuhyun escuchó aquellas palabras sollozantes salir de los labios carmesí de su hermana, el ardor que esta poseía en su cuerpo se transfirió al suyo. Como cuando su madre las pronunció en su último aliento y obtuvo la mitad de los poderes de esta, como cuando una serpiente lo mordió en la pierna, como cuando Kyanne le daba cachetadas en sus duelos, como cuando su cabeza explotó internamente al enterarse que después de todo, había quedado huérfano. Cuando sus ojos y los de la pelirroja se encontraron por última vez, ella lloraba sangre a comparación del mar de lágrimas que él soltaba. Cuando sus manos sentían por última vez las contrarias, quiso tenerlas consigo mismo hasta el último momento... Pero le fue imposible. Observaba la preciosa anatomía de su hermana destrozarse antes sus ojos, cual cadáver era ahora... Un cadáver putrefacto. Una descomposición instantánea y asquerosa.


Las llamas se apagaron a su alrededor, y escuchó el grito de la multitud, pero no le importaba. El impacto le había causado un trauma enorme... Kyanne murió ante sus ojos y lo único que hizo fue sostener sus manos débilmente...


Cayó al suelo cuando el ardor interno pudo con su cuerpo, con un alto impacto y una debilidad inmensa, con un dolor tremendo, y como siempre, sintiéndose inútil ante todo.


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