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Candor putrefacto por Evanences

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Capítulo 2:

Al parecer, la guerra había dado a su fin, o eso era lo que sus padres le hacían saber, estaban siendo transportados junto a otros alemanes hacía albergues, donde serían atendidos y alimentados.

Erik estaba feliz, su madre le abrazaba, su padre la abrazaba a ella y a él a su vez.

Había esperanzas de una vida mejor, la disputa entre países quedaría sepultada entre sus nuevos recuerdos, entre su nueva vida.

Si bien habían perdido su casa, habían dejado atrás amigos y familiares, pero ellos tres habían sobrevivido.

Día cinco antes de la actualidad.

Charles y Alexander habían emprendido camino a lo desconocido, no estaban seguros de hacía a dónde iban a ir, o quienes iban a encontrar, pero todo era válido ahora.

Habían encontrado su  silla de ruedas, se miraba más vieja ahora, vieja y aplastada, le faltaba la tela de atrás, donde se respaldaba cuando se sentaba, pero eso no importaba ahora, necesitaban salir de ahí, encontrar ayuda, agua y comida, la poca que tenían se estaba agotando.

Alexander no estaba seguro de cuantos días más iba a soportar ese ritmo, estaba cansado, se había sentado al lado de su hermano mientras éste hacía rodar una de las ruedas que aún conservaba su forma circular.

-¿A dónde iremos? .-Alexander preguntaba constantemente, pero Charles ya no tenía idea de que contestarle, en la guerra los niños perdían la inocencia, pero él iba evitar a toda costa que eso pasará.

-A un nuevo hogar.-Le prometió con la sonrisa más forzada de todas.

Día dos mil siete antes del encuentro.

-Alex, Alex.-Le llamaba el mayor mientras movía el brazo de su hermano menor, pero Alex parecía negarse a levantarse y cumplir sus deberes.

Habían pasado 5 años y medio, el largo camino que recorrieron desde las ruinas de su casa, en medio de la nada, habían dado frutos, días después de eso, habían sido encontrados por un… ¿Campamento? ¿Refugio? ¿Albergue móvil?

Alex, con ahora, nueve años, no tenía idea de cómo llamarle, pero no le gustaba para nada estar ahí, pero tampoco es como si tuvieran un lugar en donde irse, donde resguardarse de los peligros del ejército vecino.

La guerra había terminado, pero no en todas partes, en esa no, esa era un claro ejemplo, vivían con un grupo bastante considerable de soldados rebeldes, que se negaban a perder, el uniforme estaba desgastado, las placas perdidas, no había banderas ni emblemas, no sabían si eran de su país o no, pero estaba claro que no eran buenas personas.

Dicho grupo militar, tenía por rehenes a familias enteras, quiénes obedecían cada orden dada por ellos, se encargaban de trabajos pesados, talar árboles para conseguir leña, porque ya no había suministros financiados por el gobierno, caza, acarrear agua, incluso unirse a ellos.

Alex estaba harto de ese lugar, se la pasaba en el rio, cerca del bosque, su trabajo era acarrear agua en pesadas y viejas cubetas de madera, el trozo de alambre que servía de asa,   hasta que sus manos infantiles se llenaran de callos, pero lo realmente triste era que ya no lo sentía, ya no tenía miedo, tenía mucho sin sonreír, y por desgracia, había visto morir a más gente de la que un niño podría, haciendo de eso, un ser humano insensible ante la desgracia ajena.

¿Debería de sentirse mal? ¿Quién se sentía mal por su hermano y él? Charles era lo único que le quedaba, él único que realmente se preocupaba de él sin una pizca de lástima.

Sabía que en poco tiempo le darían un arma y lo entrenarían para combatir con ese pelotón, se moría de las ganas, una vez que aquellos imbéciles le cedieran un arma, iba a matarlos.

En la primera noche que se descuidaran, cazaría uno por uno, hasta que sus balas se agotaran.

Cuando por fin salió de todas sus ensoñaciones, miró a su hermano.

Se miraba demacrado, delgado, tembloroso y con ojeras, pero lo vio ya sentado ya en la silla, que por cierto, hacía un crujido horrendo al girar las ruedas, era como si llorara, portaba   un gesto de incomodidad en el rostro, como si ya no quisiera estar sentado más.-¿Dónde estabas? No llegaste a dormir.

-Tuve que ayudar hasta tarde, date prisa, hay un enorme plato de comida esperando por ti.-Le sonrió, cambiando de tema casi discretamente, si se tardaban demasiado recibirían un castigo, ya no aguantarían más marcas, Alexander era demasiado voluble, no podía evitar dar malas contestaciones, responder con altanería, lo que hacía molestar a los soldados.

-¿Ayudar en qué, Charles? .-Eso nunca lo había sabido, él simplemente desaparecía en una cabaña, acompañado de mujeres jóvenes.

-Sino te apuras alguien más va a comerse lo que he apartado para ti.

Eso simplemente le hizo callar las preguntas que en su garganta por salir, Charles, de una u otra forma se las arreglaba para que su ración de comida estuviera siempre intacto.

Alexander comía más que los demás rehenes, casi el doble, al principio pensaba que era un error, luego se daba cuenta que era la ración de su hermano también, intentó persuadirlo de que dejara de hacerlo, pero el mayor siempre le respondía, <<Tú lo necesitas más, quiero que estés fuerte y sano, porque tú si puedes correr>>

Maldita sea.

Siempre que le decía eso, sentía que su garganta se hacía un nudo que amenazaba con ahorcarle.
Lo que hacía comer con más ganas, ese era el maldito esfuerzo de su hermano, y lo iba a provechar al máximo para que ambos salieran vivos de ahí.

Comió con prisa, justo cuando terminó, escuchó a los soldados ordenarles que debían abandonar el comedor, que realmente era solo un tronco enorme que servía de mesa al lado de piedras grandes que fungían como sillas, para que fueran a realizar sus labores. Siempre utilizaban un tono duro e imperativo que hacía que todos se pararan de inmediato y fueran a hacer sus tareas.

Charles se despidió de él desde lejos, Alex le sonrió, sujetando el hacha casi sin filo se adentró al bosque.

Su gesto se quedó congelada en el rostro mientras sentían como jalaban su silla con lentitud hasta el interior de la cabaña.

-Hey tú.-Le llamaron desde lejos, de un joven quizá de la edad de su hermano, él se encargaba de cazar por las mañanas, creía tener más tiempo que ninguno en ese lugar.

-¿Qué quieres? .-Dijo con indiferencia. Era un chico muy extraño el que le hablaba, tenía los dientes filosos y los ojos en un color lo suficientemente diferente para hacer que los demás en el campamento se alejaran de él.

-Sé lo que eres.-Le dijo en una sonrisa casi maliciosa.

-¿Y qué? .-No le tomó importancia, ¿De qué sirve la verdad en la boca de un tonto?

-Yo soy igual.

Alex rió con ganas.-Podrás ser similar, pero nunca igual a mí.

-¿Tú hermano es mutante también?

-¿Eso a ti qué mierda te interesa?

La conversación había perdido la gracia cuando se habían metido con su hermano.

-Bueno, bueno, tú solo serías suficiente para escapar.

Alex entrecerró los ojos. Desconfiado.

-Cuéntame entonces.

Día: dos mil diez

Alexander había sido llenado de ideas de libertad, llenado de deseos de venganza, ¿Un humano es mejor a ti sólo por el hecho de ser aceptado? ¿Qué tan especial es él o ella  a ti? Somos exactamente lo mismo, seres vivos, sólo que nosotros poseemos capacidades diferentes, mejores, ¿Por qué no somos nosotros quienes deberían estar sometiéndolos?

Las personas con las que había encontrado en el bosque, donde por cierto les obligaron a pasar tres días para conseguir algo de comer también, eran en su mayoría, mutantes, había humanos también, pero no se habían comportado mal con él en ningún momento, aquello le confundía por momentos.

Mutantes que se habían dado cuenta que los humanos no podían atarlos para toda la eternidad, que tarde o temprano el miedo al número superior no los hacía más amenazantes.

Sólo eran más cucarachas a las que tenían que aplastar, pero sólo eso.

No habían muchas armas, no las iban a necesitar, después de comer, iban a recobrar fuerzas suficientes y cuando estuvieran a punto de dormir…

Ninguno de los mutantes iba a obedecer otra orden más.

Ningún mutante iba ir a una guerra creada por humanos. Nunca más, había muchas cosas que les amarraban a ese lugar con esa gente, eran mutantes con familia humana quiénes estaban ahí.

Cuando llegó al pequeño cuarto deshabitado, donde suponía todos estarían en la cocina o algunos no llegarían todavía de sus ocupaciones diarias, se encontró con su hermano.

Estaba por saludarlo, pero lo noto en una posición incómoda sobre la cama.

Hacía lo que podía por subirse los pantalones, lo cual era una situación muy difícil, en cada movimiento se manifestaba una sombra de dolor en su rostro.

Tenía los ojos llorosos y en cuanto se dio cuenta de que ya no estaba sólo, pareció entrar en pánico, sentía su pequeña aura de humillación y terror, que comenzó a temblar mientras respiraba irregularmente.

-¿Charles? .-Su voz salió como un hilo de voz, se acercó casi a tropezones junto a él.-¿Qué te hicieron?

El mayor se cubrió el rostro con un ademán tembloroso.-Estaré bien.-No supo de dónde salió eso, pero salió, el recién llegado se acercó lo suficiente para ver una delgada línea de un fluido blanco y rojo bajar por los muslos de su hermano.

Las cosas comenzaron a salirse de su sitio de una manera furiosa, pequeños objetos, desde zapatos, ropa, botellas de algún contenido extraño, fotografías, hasta las mismas camas viejas, las ventanas se rompieron, las paredes se resquebrajaron.

-¡Alex, Alex! .-Le llamó con voz asustada, tenía los ojos abierto de par en par, atiborrados de miedo, intentaba entrar en su cabeza  y dejar un pensamiento bonito y relajante, pero estaba bloqueada. No encontraba acceso, era vilmente rechazado, con fuerza, como si una puerta se cerrará con vigor, justo delante de su cara, se sentía un completo inútil, sin poder ayudar a su hermano a que pudiera tranquilizarse.

-¡¿Quién te hizo eso?! .-Las dudas picaban con furia su pecho, las cosas seguían desordenadas, chocando unas con otras, imaginando que esas cosas eran los pequeños trozos de mierda de los soldados, sujetaba con fuerza los hombros de su hermano, exigiendo que revelará toda la verdad, que no ocultará nada, por más pequeña que fuera.

-¡Detente por favor!.-Charles estaba aterrorizado,  no le gustaba ver a su hermano de esa manera, oh dios, se sentía tan culpable ahora mismo, su hermano…Su hermano debería de estar sonriente y alegre, no con todo ese rencor arremolinándose en su alma, había fallado, había fallado, no había podido brindarle una infancia feliz, sólo una vida miserable a su lado.

-¡¿Quién fue?!.-Quería una respuesta, la quería ya, los demás mutantes tenían razón, los humanos eran los verdaderos enemigos ahí, los villanos en ese mundo.

-¡Los soldados! .-Dijo en  medio de un sollozo, cubriendo su desnudez, se sentía humillado de que su hermano se hubiera enterado de ese secreto tan obeso y humillante.

-¿¡Por qué no me dijiste?! .-Exigió saber, ¿Dónde quedaba la confianza? Eran familia por amor a dios, eran la única familia que tenían ahora.

-¡No quería que te hicieran daño! ¡Lo siento! .-Una disculpa no servía de nada, pero él quería proteger a su hermano al costo que fuera.-No podía decir nada, porque podrían matarte.-La amenaza de muerte constante caía sobre Charles, ¿Alex podría defenderse? Era algo que no sabía, no iba a arriesgarse.

-¡¿Es la primera vez?! ¡Pude haberte ayudado! ¿Acaso no confías en mi? ¡No, no confiaste en mi! ¡Nunca lo  haces!

El silencio de su hermano respondió a esa pregunta, se cubrió la boca con pena y vergüenza.-Ayúdame a vestirme.-Le pidió en medio de sus gimoteos adoloridos, no es que no confiará en él, sólo que…Todo era tan difícil, no quería seguir manchando su infancia, si le decía todo eso, Alexander dejaría de ser un niño, para siempre.

Las manos de Alexander también temblaban mientras le pasaba una prenda limpia para limpiarse y otra para cambiarse, sin darse cuenta, también comenzó a llorar, porque no le gustaba esa vida, que su hermano mayor tuviera que degradarse, como si de una puta se tratara, para mantenerlo con vida, para alimentarse.

¿En qué punto su vida se había ido a la mierda?

¿En qué punto la vida había decretado eso para ellos?

¿Qué culpa tenía Charles? Charles era lindo y bueno, siempre le cuidaba, le curaba si se lastimaba, le defendía como podía.

¿Por qué Charles no se había defendido?

La contestación fue obvia.

Tal vez la mutación de Charles se había quedado atascada, en un espacio donde apenas podía escuchar los siseos de otras mentes, pero sólo hasta ahí, no podía seguir desarrollándose, el mismo Charles parecía no desarrollarse, ni siquiera aparentaba los años que tenía, ni él mismo, pero por lo menos no se miraba tan jodido como el mayor.

Estaba débil, cansado, necesitaba medicinas, ¿Por qué? No sabía, no recordaba, pero su madre siempre le daba pequeñas capsulas para tomar, cuando recién despertaba, cuando comía y antes de irse a dormir.

Tal vez Charles estaba demasiado asustado, tal vez por eso su mutación estaba obstruida.

Cuando lo su tarea de ayudarlo finalizó, lo sacó fuera de la habitación.

-¿A dónde vamos? .-Las cosas a su alrededor habían dejado de moverse, había quedado un completo desastre, pero al menos su hermano estaba bien.

-Lejos, Charles, muy lejos, quiero que hagas lo que ellos te digan, nos van a sacar de aquí.-Le dijo en una voz tan baja que pareció en un susurro, una vez fuera, pudieron deslumbrar muchas personas fuera, nadie reía, nadie despegaba la mirada de su plato, de fondo sólo se escuchaba las risas y pláticas de los soldados.

Dirigió una mirada a uno de los mutantes secretos que se la regreso.

Entre ellos, había dos clases de mutantes, los que servían para atacar y los que ayudaban a los demás a evacuar.

-No, no, Alex, te vas a meter en problemas.-Si iban a escapar, que fuera de otra manera, estaba dispuesto a quedarse como señuelo para que Alex pudiera escapar, él tenía un futuro, podría irse a una gran ciudad, el menor siempre sabía cómo desenvolverse muy bien, él pensó que también, pero ya no estaba seguro de nada, Charles sería un estorbo, ¿Y si las ruedas de su silla se terminaban de romper? ¿Qué iba a pasar? ¿Tendrían que cargarlo? Como el bulto embarazoso que era, no, no podía, eso sería demasiado denigrante.

-No. Los voy a meter en problemas, ésta vez seré yo, nosotros, quiénes deberán temer.-Su hermano alejó sus manos de las manijas de la silla, le miraba con un gesto suplicante, deseaba poder entablar una conversación mental otra vez, pero le era muy difícil, su cabeza punzaba con fuerza con tan sólo pensar cosas muy complicada, estaba desorientado.

-No me dejes, Alex.-Le miró por última vez, su silla fue jalada por alguien más.

-No lo haré.-No lo dijo, pero Charles lo escuchó, fue alejado con el pretexto de tener que hacer sus necesidades, fue llevado al interior del bosque, muy, muy profundo, estaba nervioso.

Temía que su hermano hiciera algo que le costará la vida, quería regresar, quería ayudarlo, pero temía más ser un obstáculo para su hermano y que éste muriera por intentar salvarlo.


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