“8- Odio la humedad. Mi nariz se pone sensible cuando pasa y enrojece, como si no atrajera la atención por sí sola ya…”
Había estado lloviendo con bastante frecuencia, las gotas de lluvia repiqueteaban contra el castillo, y el techo encantado del gran comedor solo mostraba el oscuro cielo lleno de gotas de agua que caían. Los estudiantes vestían con ropas cálidas y solían portar la característica bufanda de su respectiva casa, Severus usaba eso para ocultar lo más que podía su nariz roja. Odiaba la humedad, su nariz se ponía súper sensible e irritable. Detestaba esa sensación, la mucosidad en ella era insoportable.
No le quedaba de otra, era un maldito objeto de bromas, una nariz mucosa solo era otro plus para su asquerosa situación. El Slytherin reprimió un escalofrío mientras acomodaba la bufanda alrededor de su cuello al sentir que ésta caía un poco. La biblioteca estaba vacía, suponía que era lo normal para el clima que había, la hora de la noche que era la usual para la cena y el que fuera día libre. Despegó la vista de su libro por unos segundos y fijó su mirada por un segundo en la ventana a su derecha. Las gotas de agua descendían con una lentitud parsimoniosa por el cristal. Suave, pero constante. Sonrió levemente, un gesto casi inexistente, ocultó por la bufanda verde con gris. Un gesto que se perdió en un día lluvioso.
Severus si bien odiaba la humedad, amaba la lluvia. Era como ver el trabajo de la naturaleza en acción, una sinfonía olvidada por el mundo. Apoyó su cabeza en su mano izquierda y se permitió abstraerse un poco más en las nubes oscuras que ocultaban la luna, las gotas suaves que caían, el sonido de las ramas moviéndose al son del caprichoso viento. Eso estaba bien, era como sentirse humano, ser un todo y un nada. Escaneó con ojo crítico sus alrededores, solo estantes llenos de libros y mesas de estudios desiertas lo acompañaban en ese lugar casi olvidado. Bajó con algo de recelo su bufanda, solo un poco para que su nariz pudiera olfatear con facilidad el aroma de lluvia. Se sentó recto en la silla, depositó sus manos con suavidad a los costados del libro que anteriormente leía, -defensa contra las artes oscuras, su materia favorita, cosa que todos ignoraban- y cerró los ojos, disfrutó de la sinfonía, se relajó y se encontró sintiéndose feliz por un hecho tan insignificante. Indignante para un Slytherin, suceso digno de un Hufflepuff tal vez. La verdad, en esos momentos le daba igual. Todo era perfecto, casi en realidad, tal vez solo una cosa faltaría para que fuera perfecto…
Arrugó un poco la nariz al sentir un peculiar aroma, abrió los ojos y comprobó que su sentido del olfato no lo engañaba, una taza blanca con té Earl Grey estaba sobre la mesita, justo en frente de él, un poco arriba del libro. Observó el líquido con desconfianza, sacó su varita del bolsillo de su pantalón y la apretó un poco, mientras que con la otra mano, la que tenía libre, tomó la taza de té con precaución, al primer toque no pasó nada, al olfatearla tampoco nada malo sucedió. Analizó su contenido y no encontró nada fuera de lo común. Volvió a analizar sus alrededores, estaba aparentemente solo, pero, ahora sentía que era observado, ¿estaba siendo paranoico?
Suspiró pesadamente y lo mandó al diablo todo, la boca se le había hecho agua de una manera particularmente vulgar. Sopló con delicadeza el líquido y le dio un sorbo, estaba delicioso… soltó su varita y agarró con mayor confianza la taza, sonrió con los ojos cerrados. Era perfecto, todo, incluso la inusual sensación de sentirse acompañado aunque al parecer estuviera solo. Tal vez se quedaría un poco más ahí de lo que tenía planeado.
-Gracias…-murmuró a nadie en particular, cuando finalizó su taza té, se encontró avergonzado de sí mismo y subió su bufanda un poco más alto de cómo la tenía anteriormente. Pero aunque sus mejillas y orejas estuvieran levemente sonrojadas, no se movió de ahí, siguió disfrutando del espectáculo que se dibujaba al otro lado de la ventana.
Esa noche de una tenue lluvia fue el primer día que James Potter y Severus Snape convivieron uno al otro solo disfrutando de su compañía. James se prometió a sí mismo que en el futuro, cuando acercarse directamente sin artilugios dejara de verse sospechoso, le diría que ese día fue él quien le dio esa taza de té, que se enamoró un poco más al darse cuenta de lo humano que Snape podía ser al sonreír mientras observaba la lluvia, que deseo compartir una taza de té también con él y disfrutaría, sin duda lo haría, el momento en que se sonrojara con esa sutileza encantadora de nuevo y justo en ese momento añadiría que su nariz enrojecida era adorable para no mucho después darle un beso suave, casi un roce. Apretujó un poco la lista de cosas odiadas en su mano y sonrió con cariño.
“8- Odio la humedad. Mi nariz se pone sensible cuando pasa y enrojece, como si no atrajera la atención por sí sola… Aunque la lluvia es agradable de observar y una taza de té Earl Grey calma la irritación de mi nariz y me tranquiliza.”