Dilemas sencillos atormentaban la mente de nuestra promesa deportiva Nanase Haruka, cosas sencillas como ¿Llevaré pants? ¿Qué traje de baño me pondré hoy? O como hoy, una noche de viernes después de un arduo entrenamiento, en la que lo mejor que tenia que hacer era cenar un poco y hacer la tarea que por sus entrenamientos había pasado por alto, ahí se encontraba Haruka, frente a un refrigerador vacío a altas horas de la noche contemplándolo con los ojos abiertos, como se mira a el novio infiel, como se mira a alguien que te ha decepcionado, con dolor e ira, cerró el refrigerador cuyo único contenido se resumía a un repollo seco y viejo y un par de contenedores con algunos de los menjurjes que el amigo de la infancia le había llevado “para compartir”, pensó por un minuto dormir e ignorar a su ruidoso estómago pero desechó la idea cuando se imaginó al otro día hambriento y de peor humor haciendo sus compras del hogar. Pensó en comer fuera idea que por supuesto desechó, no quería despertar al otro día sabiendo que aún no había nada en su refrigerador. No se llenaría por arte de magia ni muchos menos aparecería el tan deseado sustento en la puerta de su casa. Suspiró resignado, deseó con el alma que apareciera algo comestible en su hogar, sin nada mejor que hacer y una vez planteados todos los escenarios posibles, se vistió (por que la única prenda que llevaba el moreno hasta hace unos momentos era su ya mundialmente conocido traje de baño). Buscó dinero y emprendió su caminata nocturna hasta el súper mercado 24 horas que estaba cerca del complejo de departamento donde ahora residía.
Caminaba despacio, la noche era agradable y a pesar de estar muriendo de hambre disfrutaba la caminata. Llevaba casi un año en Tokio, muchas cosas habían pasado desde entonces, altibajos emocionales, mas de 2 ceremonias de premiaciones donde por supuesto Nanase había arrasado, por el momento Haruka caminaba mientras escuchaba una canción en inglés, que solo cantaba cuando estaba seguro de que no había ninguna forma de vida inteligente cerca de él. Su caminata de 15 minutos rindió frutos cuando llego al super mercado, agarró una pequeña canasta, por que no llevaría una enorme cantidad de cosas, husmeó por el área de las frutas y verduras, tomo algunos pimientos, tomates cherrys, champiñones, todo lo ponía con cuidado en su pequeña canasta, para ser más de las 11 de la noche había mucha gente en lugar, incluso podía escuchar algunas vocecillas de infantes a la lejanía, caminó en dirección a la pescadería, el siguiente paso era tomar un buen corte de caballa, si no cenaba eso, no iba a poder hacer sus cosas en paz, seguía escuchando la misma canción que cuando salió de su casa, replay, replay, ponía en el celular. Una vez en el área de pescados, naturalmente no había una persona que lo atendiera por la hora en la que hacia su mandando, si no que comenzó a buscar entre los filetes empaquetados al alto vacío al que correspondiera a su tan anhelado pescado. Observó uno a escasos centímetro del último que había sujetado, como si se tratara de una visión en cámara lenta, dirigió su mano hacia el paquete, apenas lo sujetó con la punta de los dedos sintiendo la frialdad del producto cuando una mano más grande que la suya deliberadamente lo retiraba de sus manos, bufó molesto, al parecer no había más caballa.
“Nanase” dijo una voz profunda dirigiéndose a él. Desde luego el individuo notó que fue ignorado, nuestro buen joven daba la vuelta en dirección a la carnicería, el individuo lo seguía, y se dio cuenta que de los audífonos del moreno salía la última canción de moda de ese verano. Haruka tomaba dos paquetes con carne.
El individuo lo siguió hasta el área de Galletas donde observo a un Haruka luchando por alcanzar un paquete de barras nutritivas, rio de manera interna disfrutando las fracciones de segundo que tardó la escena, no es que Nanase fuera un enano o hobbit, simplemente la caja estaba muy alta, hasta para él y sus más de 1.80, se acercó con calma hacia donde estaba el más pequeño, y bajó la caja de barras para colocárselas en las manos, Al fin Haruka se dignó en levantar la mirada.
“Yamazaki” dijo en un suspiro que apuntaba más a resignación que nada. En efecto, quien había frustrado la deliciosa cena del viernes era Souske. Lo supo cuando vio en la canasta del más alto el corte que minutos antes le había arrebatado. Se sintió avergonzado y un poco ofendido por la acción de la persona que tenía enfrente.
“Qué pasa Nanase, parece que viste un fantasma” no hubo respuesta, Haruka siguió su camino hacia las cajas. Souske lo seguía con una sonrisa sarcástica, Haru sentía la presencia pesada caminando detrás de él.
De todas las personas en el vasto universo tenía que ser Yamazaki Souske quien le dejara sin su preciada caballa? Bufaba. Souske era molesto, arrogante, pesado, siempre se burlaba de él, de su estatura, de su cara estoica, de su afición por la caballa, cualquier cosa que hacía Haruka era motivo para algún comentario burlón por parte del más alto. Lo sabía. Colocó sus cosas en la banda eléctrica de la caja registradora, la amable señorita indicó el total a pagar, Haruka buscó su billetera. No estaba. Detrás de él, Souske lo miraba con una sonrisa burlona.
“Se te cayó cuando estabas intentando alcanzar las barras” Haru le intentó retirar la cartera de la mano, Souske levantó el brazo, no lo alcanzó, Souske lanzó una risa burlona, Nanase estaba completamente rojo por la vergüenza. La chica de la caja los miraba impaciente, después de dos o tres intentos más por parte de Nanase en alcanzar la billetera, Sou se la entregó con una sonrisa, el moreno pagó y como alma que es llevada por el diablo, Nanase salió de ahí.
Aún no entendía por que Makoto estaba tan fascinado con Souske, qué le veía? era grande, tosco y burlón. Jamás podría relacionarse con una persona así, sabía de antemano que su pequeño y selecto grupo de amigos tenían defectos muy marcados, por ejemplo, había días en los que Rin sólo le marcaba para llorar por que extrañaba Japón, Nagisa era muy escandaloso y testarudo, Rei un maestro de las teorías, meticuloso y calculador, pero a pesar de ello había un lazo muy fuerte entre ellos, con “esa persona” jamás pasaría algo así. Había creado un enorme muro en su vida, un muro anti Souske Yamazaki.
El moreno caminaba a su sacrosanto hogar, no tenía planes para ese fin de semana y no los tendría, su único plan era terminar las montañas de trabajos que tenía pendientes de entregar, suspiró al llegar a su hogar, se quitó los tennis y se colocó su pantuflas. Caminó a su cocina, salteó vegetales con carne y preparó un poco de arroz. Una cena pesada para un día pesado que estaba próximo a finalizar.