Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Can't fight Ananke por gaemi

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Es el primer fanfic de iKON que escribo, razón por la cual no estoy muy seguro de que las personalidades sean totalmente fieles a los de las originales, pero se hace lo que se puede.

Espero que este fic sea de su agrado, y si gustan pueden dejarme su opinión en los reviews.

Estaré actualizando semanalmente. Linda noche -3-

Son mediados de enero, y aunque el sol se asoma entre las nubes, el viento corre frío, y JinHwan va metido en dos abrigos. Baja de prisa las escaleras; es tarde, muy tarde. Pero no saldrá bien librado. Ahí está de pie frente al zaguán, como todas las mañanas, aquel intruso de sonrisa inocente que, si te detienes a observarla, se va haciendo cada vez más y más misteriosa.

 

— ¿Aún no es el momento? —le dice a JinHwan cuando pasa a su lado. El chico es mucho más alto, tiene dientes de conejo y ojos exageradamente rasgados que casi desaparecen. El sombrero de copa contrasta con su estilo, más inclinado al hip-hop y su facha relajada. Desconoce su nombre real, pero todos se refieren a él como Bobby.

 

JinHwan cruza la calle sin fijarse cuando el autobús ya está en la esquina de la cuadra, y de no ser porque sus pasos frenan a tiempo, ChanWoo ya lo habría arrollado con su bicicleta. El más joven sabe lo precipitado que va JinHwan por las mañanas, por lo que recurre a una campana en el manubrio para avisarle que iba a pasar, de camino al colegio.

 

El más bajo lo maldice entre dientes. El autobús sigue en la esquina, esperando. JinHwan se gira por un instante en dirección a Bobby y resopla.

 

—No—responde a su pregunta.

 

—Vas a necesitar mis servicios, te lo aseguro—suelta una risotada al tiempo que inclina el ala de su sombrero para cubrirse los ojos y se adentra en la vecindad.

 

—Lo dudo—masculla JinHwan mientras retoma su carrera al autobús.

 

Una vez ha subido, se deja caer en un asiento con ventana, respirando con dificultad. Sus ojos se quedan fijos en el zaguán, ahora desierto, y se pregunta qué habrá ido a hacer Bobby. Pocos saben en qué consisten sus servicios, y los que sí, se lo guardan como un secreto a voces. JinHwan solamente sabe que es raro, y que está loco. Dicen que tiene pacto con el demonio.

 

Por si acaso, JinHwan mantiene la distancia.

 

 

 

 

JinHwan está furioso. Odia ser irracional, pero ahora mismo no puede evitarlo. La discusión finaliza con DongHyuk y YunHyeong abandonándolo como un perro frente a la cuesta que conduce a su casa. Sus amigos son idiotas, pero él lo es más, porque prefiere quedarse solo a ir tras ellos. Es demasiado orgulloso como para rebajarse de esa manera. También se encuentran palpables las ganas de echarse a llorar, pero no lo hace por la misma razón, al menos no mientras esté a mitad de la calle.

 

Comienza a subir la calzada sin permitirse echar un vistazo en dirección a sus amigos. A lo largo del camino hay una cancha de futbol rodeada de césped, cercada por una barda un poco más baja que JinHwan, que de por si es un enano. Cualquiera podría brincársela. Se apoya en ella con resignación. No hay nadie jugando, porque está helando y nadie quiere morir congelado a mitad de un partido. La hilera de gradas está vacía, y en su soledad, el chico se permite dejar escapar una lágrima.

 

Cosas como estas son normales. Es tímido, reservado y siempre parece estar asustado. Sus amigos son amables, pero él los termina desesperando al ponerse siempre esa coraza aunque no la necesite. Es su culpa, porque ellos no la pueden derrumbar. Por más que intenten atravesarla y llegar al lado dulce e hiperactivo de JinHwan, él pelea con uñas y dientes para evitarlo.

 

—Si siempre nos tratas mal, ¿para qué nos quieres cerca? —había dicho YunHyeong con el rencor marcado en la voz.

 

JinHwan es un idiota.

 

JinHwan es mala persona.

 

JinHwan morirá solo.

 

O no.

 

—Qué bonito—cree escuchar una voz a lo lejos. Ahora además está loco. Perfecto.

 

Ignorando su inestable subconsciente, sopesa la idea de que aún no sea demasiado tarde. Por fin echa un vistazo hacia donde se han ido sus amigos para ver si están lo suficiente próximos para alcanzarlos todavía, pero ya no puede divisarlos. Ya los verá mañana en la facultad, les pedirá una disculpa entre dientes y YunHyeong lo abrazara mientras DongHyuk se echa a llorar. Ok, quizá eso último es exageración suya. A estas alturas solo asentirán y forzaran una sonrisa; los tiene hartos.

 

—Qué bonito—repite la voz, ahora más cerca. JinHwan se estremece al sentir una presencia a su lado.

 

Se gira, dando un paso hacia tras, y ahí a su izquierda hay un chico más alto que él, sonriente, de rostro acorazonado y nariz respingona. A primera vista, no es muy atractivo.

 

— ¿Yo? —es lo primero que le ocurre a JinHwan, y de inmediato se arrepiente de decirlo.

 

—Oh, diablos. No, decirlo sería un poco raro—ríe por lo bajo. No de él, JinHwan realmente espera que no se esté riendo de él.

 

¿A qué hora se abría la tierra para tragarlo?

 

—Por supuesto, perdón.

 

—Descuida—el desconocido le restó importancia con un gesto de cabeza. Volvió a dirigir su mirada al campo que rodeaba la cancha y dejó escapar un suspiro ilusionado. Quizá era hora de irse, pensó JinHwan—. Me refería al paisaje.

 

—Aunque él también lo es—habló una nueva voz. Desde la sombra de la enorme casa que había al frente de la calle surge otro chico. Es difícil describir la primera impresión que da sin utilizar las palabras de creído, odioso o aburrido. Le asesinaba con la mirada, prácticamente, hasta que en su rostro apareció una sonrisa como tajada de sandía, en la que muestra sus blancos dientes, y es suficiente para borrar todo es y convertirlo en una persona atractiva.

 

—JunHoe, no empieces a incomodarlo—el de la nariz peculiar se gira con el ceño fruncido al recién llegado. Se conocen.

 

—Está bien. No te incomodo, ¿verdad?

 

JinHwan tarda un momento en comprender que le habla a él.

 

— ¡Po supuesto que no! —salta, haciendo parecer lo contrario.

 

JunHoe se ríe, de JinHwan, claro está. Dos extraños se divierten a costa de él en un mismo día, ya puede ir olvidándose de su dignidad.

 

—Se está tranquilo por aquí. Me alegra haber elegido este lugar para mudarme—la sonrisa se desvanece del rostro del chico lentamente, pero el brillo no desaparece de sus ojos.

 

Pasa un rato en que ninguno de los tres habla, los dos desconocidos admirando la cancha solitaria, y JinHwan sabe que se han olvidado de él, lo cual en realidad no es muy difícil. Es escuálido, sin chiste, cara de cachorro que aún no abre los ojos. Es mejor irse a casa y meterse bajo las cobijas a esperar a que llegue el fin del mundo antes de que se vea obligado a salir de nuevo.

 

— ¿Vives cerca? —le pregunta JunHoe, tomándolo por sorpresa.

 

—A un par de cuadras en esa dirección—señaló una de las calles perpendiculares a la calzada. JunHoe asintió y movió su mandíbula. Estaba masticando un chicle.

 

—Entonces somos casi vecinos. Yo soy JunHoe y este de aquí atrás es

 

—Kim HanBin—lo interrumpe con brusquedad. JunHoe hace un mohín, es notable que odia que lo hagan.

 

—JinHwan, un placer.

 

—El placer es nuestro—responde JunHoe divertido. HanBin reprueba su actitud y le pega un codazo—. ¿Qué?

 

—Nada—gruñe.

 

JinHwan continúa retrocediendo. HanBin lo mira extrañado y él se siente un estúpido. Se detiene para realizar una pequeña reverencia antes de salir disparado a su casa.

 

—Tengo que irme. Ya nos veremos, supongo.

 

—Eso seguro—dice JunHoe, sin rastro de burla en su voz. Por su parte, HanBin asiente y se despide agitando la mano.

 

JinHwan se dice a sí mismo que espera que no sea así, pero en realidad desea todo lo contrario.

 

 

 

—De verdad, hyung, ¿solo esto? ¿Tanto me odia?

 

—Si—JinHwan responde con voz pastosa mientras se lleva el último sorbo de café a la boca.

 

Suele ir a comer a la cafetería que queda frente a la parada de autobús más cercana a su casa, aquella donde trabaja ChanWoo medio tiempo, puesto que suele llegar tarde a casa de la universidad y no le apetece cocinar; además, el sitio es barato y pequeño, aunque acogedor. Le ha dejado una mísera propina al más joven y se dispone a irse cuando por la puerta aparecen HanBin y JunHoe, uno detrás del otro, y toman asiento en la mesa más cercana a la puerta, lejos de JinHwan porque ni notan su presencia.

 

ChanWoo para de quejarse y corre a atenderlos. En el sitio hay solo tres meseros y dos personas en la cocina, aunque está vacío la mayor parte del tiempo y dejan que ChanWoo haga casi todo cuando llega a haber un cliente. De no ser por JinHwan y las parejas que deseaban tener una cita sin despilfarrar su dinero, ya habrían quebrado.

 

JinHwan se queda observándolos anonado, olvidándose de que ya ha pagado la cuenta y debería de retirarse del establecimiento. Pero su atención se ve inevitablemente atraída a aquellos desconocidos con los que no habrá cruzado más de tres frases. No es por ninguno en especial, son ambos los que ejercen atracción en él.

 

—Así que te gustan los forasteros, ¿eh? —le susurra un voz al oído. JinHwan pega un brinco y casi vuelca la mesa, de no ser porque Bobby, el dueño de la voz, la detiene a tiempo.

 

—Maldita sea, Bobby, ¿qué haces aquí y en qué momento llegaste?

 

El mencionado se encoge de hombros.

 

— ¿No te da tristeza siempre comer solo? Podrías ir con YunHyeong.

 

—No, está demasiado lejos de casa.

 

—Y estás peleado con él, ¿o me equivoco?

 

— ¿Quién te dijo?

 

—Ey, ChanWoo, tráeme un cortado, por favor—Bobby sujeta por el mandil al mesero, quien asiente mecánicamente, se suelta y se apresura a pasar las ordenes a la cocina—. El mismo YunHyeong, hoy en la facultad. Echaba humo.

 

—YunHyeong enojado es cosa seria.

 

Asienten al unísono.

 

—Te vas a ir al infierno, JinHwan—se burla Bobby.

 

—No soy yo quien tiene pacto con el diablo—repone el otro. Bobby arquea una ceja y sonríe ladino.

 

—Pronto lo tendrás.

 

JinHwan aprieta con fuerza la taza vacía entre sus manos, las palabras de Bobby haciendo eco en su cabeza. Son insoportables sus intentos por arrastrarlo consigo en lo que sea que esté metido.

 

—Nada me haría querer ser como tú—espeta, molesto. Se pone de pie y se dirige a la salida, dejando a Bobby solo en la mesa.

 

El más alto lo alcanza cuando está frente a la mesa de JunHoe y HanBin. Lo sujeta por un brazo y lo impulsa encima de ellos, haciendo que JinHwan pierda el equilibrio patéticamente.

 

—Te daré razones para ello—murmura Bobby antes de marcharse.

 

JinHwan ha caído sobre las piernas de HanBin, quien le mira estupefacto. Apenas si ha tenido tiempo de apartar la mano que llevaba la taza de café negro hasta su boca.

 

—Miren a quién tenemos aquí—una sonrisa pícara aparece en el rostro de JunHoe. HanBin, aun confundido, ayuda a ponerse de pie al desorientado y apenado JinHwan. Busca con la mirada a Bobby, pero ya no está.

 

— ¿Cuál es la razón de tu impresionante aparición? –le pregunta HanBin, encontrándole gracia al asunto después de todo.

 

—Estaba con un amigo que le gusta jugarme bromas estúpidas. Me tiro a propósito.

 

—Sobre nosotros, ¿eh? Si lo hace para molestarte, debiste de darle razones para que te lanzara justo a esta mesa—dice JunHoe con tono sugerente.

 

—En lo absoluto—JinHwan sacude la cabeza violentamente. ChanWoo se aparta de su cabellera alborotándose cuando llega con dos platos de comida en una bandeja y se las sirve a comensales.

 

—Provecho. ¿Quieren que me lleve a este? —pregunta el mesero señalando a JinHwan. JunHoe le da la negativa con un gesto de mano.

 

—Déjalo, podemos con él.

 

JinHwan resopla, hablan de sí como si fuera un animal.

 

—No te molestes—le dice HanBin en voz baja, frotándole una pierna como gesto tranquilizador, porque es lo que alcanza al estirar la mano. A pesar de que carece de segundas intenciones, a JinHwan le incomoda la acción—. Solo están jugando.

 

—Y tú eres parte de esto, HanBin—apunta JunHoe antes de tomar un bocado de su plato.

 

— ¿Tienes hambre? —le pregunta éste a JinHwan, ofreciéndole asiento en aquella mesa cuadrangular, de modo que quedara entre él y JunHoe.

 

—No, en realidad, acabo de terminar de comer—admite apenado, pero de todos modos toma asiento.

 

— ¿Vienes aquí seguido? —cuestiona JunHoe.

 

—Está aquí a diario. De no ser por nosotros, moriría de hambre—interviene ChanWoo. ¿Quién lo llamó? Y desde cuando es él quien ataca y no quien recibe. Todo se torna en contra de JinHwan.

 

—Bueno, ahora seremos tres en la misma situación—comenta JunHoe como si nada, mientras continúa comiendo. Vaya, le está ofreciendo su apoyo, de algún modo.

 

ChanWoo se retiró a limpiar la mesa que había ocupado JinHwan, gruñendo ante el café desperdiciado que Bobby no se tomó ni pago. Durante un buen rato, JunHoe y HanBin, que venían notablemente hambrientos, se dedican a comer sin medir palabra. JinHwan clava su mirada sobre la mesa, al tiempo que se soba el cuello con incomodidad.

 

Cuando está a punto de terminar su plato, es JunHoe quien habla.

 

—Debes de preguntar quién diablos somos, ¿no es así?

 

—Pues… sí, la verdad es que sí—responde JinHwan. La curiosidad acerca de esos dos le mata.

 

—Nos venimos para acá porque queda a minutos de la universidad. Somos compañeros de departamento—explica JunHoe—. HanBin estudia diseño gráfico, enfocándose en animación, y yo me dedico a burlarme de él.

 

—Apasionante—JinHwan reposa la barbilla sobre un puño, fingiendo cara de fascinación. HanBin rueda los ojos.

 

—Ya en serio, yo estudio relaciones internacionales. ¿Y tú?

 

—Ingeniería genética

 

—Ah, ¿sí?¿Puedes crear un mutante?—lo reta JunHoe. JinHwan retrocede y sacude las manos frente a su rostro, riendo.

 

—No por ahora.

 

— ¿En qué año de la carrera te encuentras?

 

—Segundo. Recién lo comienzo.

 

—Te ves pequeño. —interviene HanBin.

 

—Bajito, más bien—bromea JunHoe.

 

JinHwan baja la mirada, su rostro ruborizado aunque no por vergüenza. La manera en que lo trata cada uno es totalmente diferente, y sinceramente, JinHwan no es capaz de admitir cual le gusta más.

 

 

 

Cuando nadie le ve, JinHwan lleva puestas las gafas. Odia usarlas, porque con la torpeza que se carga, teme irse de cara con la primera piedra en su camino y romperlas. Sin embargo, usar pupilentes todo el día es terriblemente incomodo, por lo que después de ciertas horas debe de quitárselos y ponerse el molesto y estorboso armazón.

 

Es sábado por la mañana, y está seguro de que no saldrá a ninguna parte, porque se ha quedado sin amigos. ChanWoo trabaja el día completo los sábados, Bobby es raro y DongHyuk y YunHyeong ni siquiera responden sus llamadas. La soledad lo golpea como un balde de agua fría y, ahí tirado sobre su cama destendida, con la mirada apuntando al techo blanco con manchas de humedad, sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas, que aparta con frenéticos parpadeos porque llorar no ayuda para nada en su situación.

 

Quizá después de todo no sea mala idea ir a ver si Bobby está en el zaguán.

 

Sale de su casa y abaja las escaleras que lo llevan hasta el estrecho patio de la vecindad, lleno de modelos viejos de autos que apenas si pueden mantenerse en pie. Al llegar a la puerta, para su sorpresa, no es con el chico misterioso del sombrero con el que se encuentra, sino con HanBin. El chico mira confundido de un lado a otro, dudando si irrumpir o no en el lugar, aun cuando ya tiene un pie dentro.

 

¿Qué es lo que hace aquí?

 

— ¿HanBin? –inquiere JinHwan. Es la primera vez que habla desde que se despertó, así que su voz se escucha como un patético graznido. Se lleva las manos a la boca de inmediato y mira asustado al mencionado.

 

— ¿Sí? —el muchacho dirige su mirada hacia él. Frunce el ceño por unos segundos, hasta que detrás de esos cabellos despeinados, las gafas y la sudadera extra grande descubre a JinHwan—. Oh, es a ti a quien estaba buscando.

 

Estira su mano hacia al más joven y le tiende un pequeño rectángulo de plástico. JinHwan reconoce su identificación de la universidad.

 

—Diablos, ni siquiera me había dado cuenta de que no la tenía—se apresura a tomarla, aliviado de todos modos por recuperarla—. Muchas gracias.

 

—No hay de qué. Me sirvió para volverte a ver—HanBin deja escapar una risa tímida mientras mete las manos en los bolsillo de sus pantallas y se encoge de hombros ligeramente. JinHwan nunca se lo había planteado detenidamente, pero ante aquella visión piensa por un segundo que pueden gustarle los chicos. El que está frente a él, específicamente.

 

— ¿Para qué querrías volver a verme? — “porque eres gracioso”, “porque eres torpe” “porque eres muy extraño” “porque parece que en cualquier momento te quedarás dormido de pie”. JinHwan espera cualquiera de esas respuestas, por lo que no está preparado para la que HanBin finalmente le da.

 

—Porque me pareces arte. No me odies, pero pasé toda la noche intentando recordar tus rasgos exactos para poder dibujarlos… No es por nada, bueno, solo necesito hacer un retrato en digital para una clase.

 

—Uh, de acuerdo…—no es la primera vez que le piden algo como eso. Después de todo, su peculiar belleza es atractiva para las estudiantes de arte que ríen tontamente al verlo caminar por la facultad de humanidades cuando va por DongHyuk.

 

—No traje mi tableta, así que no puedo hacerlo ahora. ¿Quieres que nos veamos en algún sitio más tarde o prefieres venir a mi casa? Claro, si te sientes cómodo con ello.

 

HanBin puede ser un psicópata o un pervertido, ni siquiera lo conoce y está poniendo su vida en riesgo al aceptar una propuesta como tal. Sin embargo, ni siquiera se lo plantea cuando de sus labios ya ha escapado un firme “sí” por respuesta.

 

—Tu casa está bien—completa. No le gustaría que los vieran de nuevo en la cafetería, porque capaz Bobby hacía de las suyas o ChanWoo los molestaría.  

 

—De acuerdo. Supongo que te debería pasar a traer… en un rato—HanBin se lleva una mano a la nuca, echando un vistazo al aspecto de recién despertado de JinHwan. El más bajo resopla avergonzado y asiente.

 

—A las 12, ¿te parece? —deben ser cerca de las 10. Es probable que tenga que buscar como matar el tiempo, pero quiere aparentar que sí tiene cosas que hacer.

 

—Sí. Vuelvo en un rato por ti, entonces.

 

HanBin se marcha ligeramente cohibido, y JinHwan regresa a su piso a la velocidad de la luz. Cierra la puerta tras de sí y pasa el seguro, por si acaso. La zona donde vive no se caracteriza precisamente por ser la más segura. Se dirige al baño para tomar una ducha. Al salir, observa su rostro, que parece aún soñoliento, aunque esté más despierto que nunca. Se pasa una mano por su pelo despeinado, tratando de arreglarlo, y se pregunta que será correcto para la ocasión, si darle mayor importancia es estúpido o si debe ser simplemente ser él, al natural. Sin embargo, quiere dejar una buena impresión en aquellos dos chicos, aunque posiblemente ya exista.

 

Se descubre pensando en ambos, de nuevo, al mismo tiempo, como si no pudiese separarlos dentro de su cabeza. No son la misma persona, ni siquiera se parecen. Solo son un par de amigos, jóvenes, atractivos, en la flor de la vida, dejando atrás la adolescencia para entrar una temprana adultez en la que los sueños comienzan o a abrirse sus puertas o a cerrarse una tras otra. JinHwan ha visto cerrarse muchas desde que abandonó la casa de sus padres y se instaló en aquel mugriento barrió, cuya ventaja era que estaba a un par de estaciones de la universidad sin necesidad de transbordar.

 

A veces se arrepentía de haber llegado hasta ahí, de no haber elegido una universidad en la ciudad más cercana a la granja, con una carrera diferente, y quedarse en casa de sus padres quizás un par de años más, hasta que tuviera el ingreso suficiente para mantener un bonito departamento, donde llevaría a una chica linda que conocería en una fiesta de fraternidades y con la cual se casaría y se mudaría entonces a una preciosa casa de dos pisos pintada de amarillo con piscina y un enorme patio donde jugarían los niños.

 

Pero eso no es lo que JinHwan quiere. Sabe que de haber elegido esa vida, al final no hubiera sido feliz. Tampoco lo es ahora, pero se siente más en su elemento que en la situación imaginaria de aquella vida idílica pero fría y hueca. Al contrario, la vida que tiene ahora posee un montón de posibilidades. Cada decisión lo conduce por un nuevo camino y tiene la oportunidad de encontrar aquello que hará que su existencia deje de estar incompleta. O alguien, más específicamente.

 

Alguien.

 

Hace a un lado el tazón de cereal aun lleno por la mitad y se dedica a tomarse a pequeños sorbos el café mientras se entretiene con el boletín de la universidad, la computadora encendida a un costado, pero ningún mensaje nuevo. Llega un correo, pero es de una profesora. Ni siquiera se toma la molestia de leerlo, por favor, es fin de semana. Lo pueden molestar de lunes a viernes.

 

Quince minutos antes de las doce, recoge todo y se va a lavar los dientes. Al final ha elegido ser el JinHwan de siempre porque fingir un papel terminaría siendo contraproducente, y si aquellos chicos lo quieren dentro de su vida, tendrán que acostumbrarse al humano e imperfecto JinHwan, malhumorado y amargo a veces, dulce y cariñoso otras tantas. Es serio y reservado la mayor parte del tiempo, aunque muchos lo clasifiquen como adorable. Ojala esa característica les resulte agradable. Ojala los atrape.

 

¿Pero en qué demonios está pensando?

 

Sin necesidad de que HanBin toque a su timbre, JinHwan baja al zaguán, donde el chico de sombrero de copa y pantalones holgados se encuentra sentado en posición de flor de loto, con un cigarrillo entre los labios y los audífonos puestos. El sol le da de lleno en la cara, haciéndole entrecerrar sus de por si diminutos ojos.

 

—Buenas, Bobby—le dice, sin importar demasiado si le escucha o no. El mencionado levanta una mano en respuesta.

 

— ¿Aun no me necesitas?

 

JinHwan trata de recordar cuantas veces Bobby le ha hecho las mima pregunta desde el día en que pisó por primera vez aquella vecindad. El misterioso chico fue la persona que le recibió, indicándole que vivía en el cuarto de hasta el fondo, el de la renta más barata. Igual solo iba ahí por las noches a dormir, y ni siquiera a diario.

 

—No. Y entiende que nunca lo haré, al menos no para lo que quieres.

 

— ¿Y qué es lo quiero? —el humo del cigarrillo golpea en la cara a JinHwan, quien retrocede y agita una mano frente a sí para ahuyentarlo.

 

—No lo sé, y tampoco quiero saber.

 

—Tú mismo tendrás la respuesta, y será pronto—su huesudo dedo apunta hacia la esquina de la parada del bus, por donde instantes después se ve aparecer HanBin. Una inevitable sonrisa se dibuja en el rostro de JinHwan, que se contagia levemente en Bobby. El más alto apaga su cigarro contra la acera antes de ponerse de pie y comenzar a caminar en dirección contraria.

 

—Que te diviertas, hyung—son contadas veces las que le ha llamado hyung, y aunque no denota respeto, si hay cierto afecto en aquellas palabras. Después de todo, Bobby siempre está ahí.

 

HanBin lo saluda por segunda vez en el día con una amplia sonrisa, y sin muchos rodeos conduce a JinHwan hasta su casa. Vive en el quinto piso de un edificio departamental que se encuentra entre una tienda de básicos y una ferretería. Al abrir la puerta de fierro del edificio solo una escalera que conduce por un oscuro pasillo hacia el primera departamento. Carece de ventanas, lo que lo hace sentir sofocado. En cada piso solo hay un departamento, que al llegar al de HanBin descubre que solo tienen dos habitaciones, una sala, cocina y baño, todas demasiado pequeñas, pero lo suficiente amplias como para no ir tirando todo al menor movimiento. Está mejor amueblada y más limpia que su propia casa, pero es entre dos personas que la mantienen, y aunque sean dos hombres solteros, JunHoe no parece la persona a la que le gusta vivir entre la mugre. También era probable que pusiera a HanBin a limpiar, pero el otro tampoco se dejaría manejar fácilmente.

 

Al final, lo que pasa en aquel departamento, al menos por ahora, es un misterio para JinHwan.

 

HanBin enciende su computadora portátil sobre la mesa de café y conecta la tableta de dibujo a ella. Entonces, de una de las habitaciones, la que da hacia la calle, sale JunHoe en camiseta y jeans. Sostiene un periódico de finanzas entres sus manos, y lleva un lápiz apoyado en el labio inferior. Ni siquiera se le cae cuando estira las comisuras para sonreírle amablemente a JinHwan.

 

—Así que el artista te ha elegido para pintarte. Déjame ver, ya tienes el papel y los carboncillos. Deja desocupo el sofá y traigo las velas aromáticas. Ey, ¿y qué tal algo de música? Violín, piano, usted en digan que les da la atmosfera indicada.

 

—Cállate, June—gruñe HanBin, arrebatándole el periódico para darle una ojeada y rápidamente estrellarlo contra el pecho ajeno—. Buh, aburrido. Como siempre.

 

—El capital es lo que sostiene este país consumista. Sin él, no seriamos nada.

 

—Yo tengo otros intereses.

 

—Todo el mundo debería estar al tanto de la economía de su país.

 

—Sí, pero para eso te tengo a ti, que estás al tanto por mí y por media Corea.

 

—Ja, muy chistosito. Por eso tuve que ser yo quien eligiera el departamento, porque de haberlo hecho tú no hubieras notado si te tomaban el pelo y ahora tendríamos una deuda estratosférica y un desagüe en mal estado.

 

—No exageres—HanBin se cruza de brazos y rueda los ojos. Toma asiento en el comedor, que está en un extremo de la sala, justo afuera de la cocina. JinHwan fija su vista en un plato lleno de dulces que hay en el centro. Es mejor que ver a los otros dos pelear.

 

—Tienes razón, no hablemos de eso. ¡Lo que importa es el presente! —con un gesto exagerado, lanza el periódico hacia arriba, dejando dispersarse las hojas por la habitación. Luego, se da la vuelta y se encierra de nuevo en su habitación, HanBin bufa con fuerza.

 

—A ver cuando me deja de hacer estas escenitas.

 

—Yo creo que debe ser agradable tener un compañero—comenta JinHwan, quien sigue tentado a coger un dulce del tazón. Sus dedos tamborilean contra su pierna.

 

—Lo es, casi siempre. Pero June es muy pesado. Yo igual, así que no importa. Nos soportamos. Le quiero. A veces.

 

—Le quieres—repite JinHwan con una media sonrisa, que juega entre burlona y conmovida.

 

—Ah, que eso ha sonado raro. Olvida que lo dije. Y ni lo menciones frente a June, que seguro me saldrá con una tontería. Somos amigos nada más, debo aclarar.

 

— ¿Seguro? Quizá se burló de que quieres dibujarme para enmascarar sus celos.

 

—Oh no. No. Tú no has dicho eso. Por favor, ni se te ocurra—HanBin lo mira asqueado y JinHwan lanza una risotada.

 

—Vamos, solo bromeo. Sé que su relación no es tan seria.

 

—De la manera en que lo dices suena como si June fuera mi puta.

 

—No, tú lo ha interpretado así—la sonrisa astuta de un zorro se dibuja en la cara de JinHwan, y HanBin siente algo derretirse en su interior. Es pequeño, pero hábil. Es peculiarmente alucinante.

 

—Rayos, solo guarda silencio y ponte en una pose genial para que pueda dibujarte.

 

Sin más JinHwan se deja caer en el sofá, a la espera de que HanBin comienza a trabajar.

 

 

 

 

HanBin ha recibido una llamada de un compañero de clase y se tiene que excusar por un momento de dejar a JinHwan en el departamento mientras él sale. No tiene idea de cuánto tardará, pero espera que no sea mucho. Está notablemente apenado, pero aunque le insiste a JinHwan que si quiere puede irse a casa, el mayor decide quedarse ahí. Después de todo, se queda con JunHoe. Sin embargo, es extraño que al irse, HanBin ni siquiera le avise a su compañero de piso. JinHwan supone que debe de estar muy ocupado en sus asuntos de economía o lo que sea que haga.

 

Una vez HanBin se ha ido, JinHwan se levanta del sofá y echa un vistazo al archivo en SAI que HanBin ha dejado abierto en la computadora. Le sorprende no encontrarse con gran cosa. Es decir, sí, es impresionante, trazos sencillos y débiles que esbozan la silueta de su rostro con un parecido increíble, pero él se imagina algo mucho más elaborado, anguloso y lleno de sombras aquí y allá, a juzgar por el tiempo que le había llevado. Su estómago ruge, siendo otra señal de las horas que han pasado. Se pregunta si HanBin si dedicó únicamente a mirarlo durante tanto rato.

 

Como un oso que emerge de su cueva, JunHoe sale de su habitación bostezando y estirando los brazos. JinHwan retrocede unos cuantos pasos, tomado por sorpresa. Inmediatamente el otro termina de bostezar, estornuda con fuerza y sorbe la nariz.

 

—Demonios, está comenzando a helar. Sabía que este sol no duraría; encenderé la calefacción—habla, más par sí mismo, antes de realizar lo dicho. Luego e pasa el salón con la mirada, encontrándose únicamente con JinHwan en él—. ¿Dónde está HanBin?

 

—Lo llamó un compañero, creo. Regresará en un momento.

 

— ¿Y te ha dejado aquí solo después de invitarte, el maleducado ese? —JunHoe contrae sus facciones.

 

—Pues… sí. Se supone que no le tomará mucho.

 

—De eso nada. Eso es demasiado descortés de su parte—sigue diciendo, pero es interrumpido por un nuevo estornudo. Sigue estando únicamente en camiseta—. Estoy pillando un resfriado, genial.

 

—Será mejor que te cubras—el sonido de sus tripas corea la voz de JinHwan. JunHoe se le queda mirando fijamente y suelta una carcajada.

 

—A eso me refiero con que HanBin es un maleducado. Te pide ser su modelo sin paga y te deja aquí sin comer siquiera. Eso es muy cercano al esclavismo, ¿no crees? —El pelinegro se va riendo de su ocurrencia mientras camina al interior de su cuarto a buscar un suéter—. Creo que tenemos algo de verduras y pollo, pero está todo crudo. Ya lo cocinaré.

 

—Podemos hacer un caldo, te vendrá bien para el resfriado—sugiere JinHwan—. Si me dejas invadir en tu cocina.

 

—Pensé que no cocinabas—JunHoe lo mira con los ojos muy abiertos—. Con eso de que siempre comes en la cafetería.

 

—Es que nunca me apetece, pero hoy tengo ganas.

 

—Bueno, si quieres, adelante.

 

—De acuerdo. Déjalo todo en mis manos.

 

—Por mi mejor—JunHoe ríe, esta vez de manera melodiosa, y se deja caer sobre el sofá cubriéndose con una manta que reposaba sobre una silla—. Mímame.

 

JinHwan esboza una pequeña sonrisa torcida, al tiempo que se coloca un mandil rojo que colgaba de la puerta del horno y busca en el refrigerador el pollo y en un estante las verduras. Trabaja en silencio, hablando únicamente para preguntarle a JunHoe la ubicación de una cosa u otra, y este le va contestando con la voz cada vez más ronca y un sonoro sorbido de nariz. JinHwan no sabe si está exagerando o realmente está enfermo.

 

Treinta minutos bastan para que JinHwan hiciera un sencillo estofado con los pocos ingredientes que tenía disponible, y que sin embargo le hace sentirse orgulloso al probarlo. Sabe que las cosas más simples a veces son las mejores. Sirve dos platos y los lleva al comedor, cuidando con no chocarse con la puerta, las paredes y las sillas que se encuentran ridículamente cerca unas de otras.

 

Al llegar el olor de la comida JunHoe aparta la manta de un zarpazo y corre a sentarse frente el lugar que ocupará el mayor. JinHwan no se espera que comience a comer de aquella manera tan desesperada contrastando con la expresión fría que casi siempre trae en la cara. JinHwan también come con ganas, aunque lo suficiente despacio como para masticar antes de tragar. Por otro lado, el menor en un abrir y cerrar de ojos ya ha terminado.

 

—No me imaginé que un enfermo pudiera comer tan vorazmente—comenta JinHwan soplándole a la cucharada de comida que está por llevarse a la boca. ¿Cómo es que el otro no se ha quemado la lengua?

 

—Esto sabe cómo el guiso de una madre, en serio. Es delicioso. Estaba acostumbrado a comer la comida de porquería de HanBin o mis recetas ridículamente sencillas.

 

—Esto también es sencillo.

 

—Mentiroso. No seas tan modesto.

 

—Pero es que lo es.

 

—Retráctate.

 

JinHwan deja escapar un suspiro y sacude la cabeza suavemente.

 

—De acuerdo. Lo que digas.

 

—Así me gusta—JunHoe sonríe satisfecho, echándose hacia atrás y mordiendo su labio inferior en un gesto coqueto inintencionado. El encanto desaparece con un estornudo. No le da tiempo cubrirse la boca, y JinHwan está seguro de que algo ha caído en su plato.

 

—Ew, ya no lo quiero—pone cara de asco al tiempo que lo aparta.

 

—Ey, no seas payaso, ¿no tenías mucha hambre? —espeta JunHoe indignado.

 

—Sí, aun la tengo. Me serviré en otro plato, porque yo no me comeré esto lleno de virus—el más bajo se levanta de la mesa y va hasta la cocina.

 

—Mejor, más para mi—JunHoe suelta una carcajada mientras arrastra el plato medio lleno a su sitio.

 

—Te pude haber servido más, ¿sabes? —gruñe JinHwan, observándole con recelo al regresar.

 

—No, gracias. Prefiero no desperdiciar la comida. Además, son mis virus, ya más daño no me pueden hacer.

 

—Eres tonto—puntualiza JinHwan, comenzando a comer de nuevo.

 

—Que no sepas reconocer mis virtudes no es mi problema.

 

Una vez terminan de comer, JinHwan se ofrece a lavarlos platos, que son solo tres, y dejan la olla con el caldo sobre la estufa, por si a HanBin le apetece al regresar. JunHoe vuelve al sofá, arguyendo que siente débil, aun después de haber comido. JinHwan se sienta a su lado para poder sentir su frente y así ver si tenía fiebre, pero JunHoe no le da tiempo a hacerlo, porque lo envuelve entre sus brazos y lo obliga a meterse bajo la mata.

 

— ¡Ey! ¡Qué haces! —vocifera el mayor intentando liberarse.

 

—Me siento mal, necesito dormir—murmura el otro arrastrando las palabras.

 

—Bien, ¿pero por qué no me sueltas?

 

—Eres una buena almohada—JunHoe baja hasta quedar su cara pegada al pecho ajeno, acurrucándose como si JinHwan fuera de peluche—. Buenas noches.

 

— ¡Pero si apenas son las tres de la tarde! —sin embargo, sus quejidos ya no son atendidos. JunHoe ha caído dormido inmediatamente.

 

JinHwan le pasa las manos por el rostro, sintiendo un calor excesivo proceder de su piel. Necesita medirle la temperatura, pero no tiene idea de donde se encontrara el termómetro guardado, o si siquiera tienen uno. Además, la prisión que ha formado el más alto con sus brazos es difícil de deshacer. Y a decir verdad, JinHwan no tiene ganas de intentarlo.

 

El mayor logra liberar un brazo y lo estira hasta la mesa de café donde reposa el control de la televisión. La enciende en volumen bajo, y sintoniza una comedia romántica para entretenerse hasta que despierte el otro.

 

Llega la temida escena donde los protagonistas se separan por circunstancias inesperados y sufren la ausencia mutua cual calvario, y JinHwan siente las lágrimas rodar por sus mejillas, intensificándose incluso en el momento en que se reconcilian. Aquel moquero tenía que despertar a JunHoe, quien abre un ojo con disimulo para espiar al mayor, que se suena la nariz con los pañuelos que JunHoe había puesto enfrente para su gripe. El menor vuelve a cerrar los ojos y le da un suave apretón al otro para confortarlo, acomodándose en una posición diferente pero sin llegar a soltaron.

 

—Demonios, estás despierto—JinHwan palidece, al tiempo que se limpia bruscamente las lágrimas con la manga de la sudadera—. Puedo explicarlo.

 

—No es necesario. He visto esa película, sé que es triste—JunHoe le resta importancia, sonriendo levemente.

 

—Debes creer que soy un marica.

 

—No, no lo creo. Marica es una palabra muy fea. Vamos, existimos hombres sensibles aún.

 

JinHwan se da cuenta de que JunHoe tampoco es el chico más masculino del mundo, porque entonces no estaría durmiendo abrazado al cuerpo de otro chico con tanto gusto y calma como lo hace ahora. Cada vez le agrada más este muchacho.

 

— ¿Tú también has llorado al verla?

 

—No, casi. Quería, pero estaba HanBin conmigo y no, gracias. Me acabaría a burlas.

 

— ¿Es que acaso siempre estás con HanBin?

 

—Es casi mi hermano. Nos criamos juntos.

 

—Teniendo a alguien así nunca estarás solo—JinHwan murmura y JunHoe abre los ojos, frunciendo el ceño, extrañado por sus palabras. Por un momento observa cierta melancolía en los ojos ajenos que poco tiene que ver con la película que sintonizan.

 

—En realidad, todo estamos solos—responde JunHoe distraídamente, mirando hacia la pantalla.

 

— ¿A qué te refieres? –JinHwan baja su mano de los cabellos del menor hasta su espalda, estrujándolo.

 

—Tú me entiendes, ¿no?

 

—La verdad es que no, por eso pregunto.

 

JunHoe pierde la oportunidad de contestar cuando se escucha el sonido de una llave entrar en la cerradura de la puerta del departamento y seguidamente HanBin aparece tras ella.

 

—Oh, el señor maleducado está de vuelta— JunHoe lanza un comentario sarcástico, y sin embargo cierra su boca de inmediato al ver la mirada cansada de HanBin. El chico pone sobre la mesa una bolsa de farmacia.

 

—Resurtí tu receta. Fui a ver a un compañero, pero tardé porque el médico me llamó—aclara sin ganas para luego caminar hasta su habitación. Antes de entrar, se gira hacia JinHwan sin expresión alguna y le dice—. Lamento haberme desaparecido. Podemos continuar otro día, si te apetece. Necesito… descansar.

 

El salón se queda en silencio una vez HanBin lo ha abandonado, escuchándose únicamente las voces de los actores de la comedia de fondo.

 

— ¿Qué mosco le picó? —gruñe JinHwan. No le gusta que sean así de maleducados con él.

 

—Algo malo le habrá dicho el doctor—JunHoe se encoge de hombros y dirige su mirada a la pantalla. Afuera ya está oscureciendo.

 

— ¿Qué doctor?

 

—Mhn, ninguno en especial. El de cabecera, nos hace revisiones de vez en cuando. Supongo que le tocaba ir a HanBin y lo olvidó, por eso le llamó.

 

—Parecía bastante fatigado…

 

—Déjalo, se preocupa demasiado de cualquier cosa.

 

—Alguien debería de ir a verlo.

 

—En serio, no es nada—bufa ante la insistencia del mayor—. Estará bien.

 

—En ese caso, yo debería de irme. Es tarde.

 

—Como quieras—responde JunHoe secamente, retirando sus brazos de la cintura de JinHwan.

 

—Vale, pero no es para que te enojes. De verdad necesito irme de una vez. No quiero que me asalten, me violen o me maten.

 

—No exageres—JunHoe esboza una sonrisa burlona—. No traes ni un centavo encima, así que no creo que quieran robarte. Eh, pero espera; tienes cara de niño pequeño. Eso puede ponerte en riego ante los pedófilos. Yo que tú, me andaría con cuidado. No quiero amanecer en la cuneta.

 

—Vaya, eso es muy reconfortante, JunHoe. ¿Dónde has estado toda mi vida?

 

—A la espera del momento indicado para aparecer.

 

El menor no tiene idea de cuanta verdad hay en sus palabras.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).