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Deer Soul (HunHan) por MintYoongi

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Notas del capitulo:

Capítulo 1

Les recomiendo escuchar Indie Folk mientras lo lean(?

Portada

                Un bollo de papel arrugado, dos, tres, cuatro…

                Luhan estaba cansado de seguir dibujando lo mismo y cometer errores. Se había equivocado varias veces con aquel trazo. Su lápiz parecía que lo odiaba, definitivamente no era el mejor día para hacer arte.

                Había gastado una pila de hojas que fueron recientemente compradas por su madre, como regalo de cumpleaños. Se emocionó mucho en ese momento porque amaba dibujar y siempre gastaba miles de hojas. Cuando algo le salía mal e incluso quedaba gran parte de la hoja en blanco, se frustraba y la acababa tirando a la basura. Todas esas bolas de papel arrugadas parecían bolas de nieve y en cualquier momento empezaría a tirarlas por todos lados arremetiendo contra la vida de cualquiera, para calmar su desilusión.

                Empezó a estudiar Bellas Artes a los dieciocho años, le costó mucho decidirse porque sus padres, como la gran mayoría, preferían que fuera por el camino del “éxito”, cosas como abogado, doctor, dentista… Pero Luhan se había plantado frente a ellos, defendiendo sus intereses, su pasión. No iba a dejar que sus padres le impidieran hacer lo que él más amaba.

                Ahora a sus veinticinco se encontraba trabajando en un estudio de arte, tenía un mentor que lo guiaba en sus trabajos, pero a veces no lo ayudaba mucho, era un viejo algo gruñón y huraño. Pero aun así era un genio y sus obras eran una maravilla que a Luhan lo dejaban siempre con la boca abierta.

                Se encontraba sentado en una pequeña silla de madera, frente a una mesa del tamaño adecuado donde entraba tanto su hoja como sus utensilios de dibujante. Tenía también acrílicos, óleos, pero él se llevaba mejor con el grafito.

                Dentro de poco iban a inaugurar una exposición de arte en la que su mentor iba a participar. Siempre soñó con poder exponer algo y que la gente admirara su trabajo. No era tarea fácil, para nada, ni tampoco barata. Observaba cómo todas las noches su viejo maestro pintaba sobre lienzos paisajes realistas, retratos, cosas abstractas que  no lograba comprender… Envidiaba tanto a aquel hombre, él como mucho aguantaba hasta las 2:00 am y después caía muerto de sueño. Por cosas como esa se sentía frustrado y poco convencido de ser artista. Se suponía que era su pasión y que el tiempo o el sueño no debían frenarlo.

                Esperaba la oportunidad de poder participar en una de las exposiciones que realizaban cada varios meses, pero nunca lograba entrar porque no sabía qué tema elegir para sus obras. Muy pocas veces se decidía por representar algo concreto y que le llamara la atención, y cuando lo hacía, repentinamente se le venía otra cosa a la mente y quería cambiar todo.

                Tomó el lápiz, después de pensar si continuar con el trabajo o no y empezó a trazar cosas sin sentido y de ellas surgieron algunas formas. Se sorprendió bastante al notar que lo que acababa de hacer tenía una forma muy peculiar, parecía una especie de ciervo… Era perfecto.

                Siguió recorriendo el papel con todo tipo de ondas, dejando que su muñeca bailara a un ritmo lento junto al lápiz. Podía descargar todas sus emociones en aquel papel de alto gramaje y eso lo hacía sentirse satisfecho. No en muchas ocasiones podía hacerlo, a veces se sentía atorado tras una red de polvo negro que no dejaba ver su camino, frenaba sus pies y así lo dejaba siempre parado en el mismo sitio.

                Hizo varios bocetos del primer trabajo en el que le había aparecido ese hermoso y majestuoso animal, varió con algunos colores e incluso trabajó con acrílicos. Después de terminar, dispuso todos los dibujos sobre el suelo y los observó uno por uno. Se sintió bastante satisfecho con su trabajo asique por el momento no desecharía ninguno.

                Buscó una carpeta donde guardarlos y después se sentó en el sillón viejo que había cerca de la ventana. Bostezó y frotó sus ojos, se sentía cansado y la vista le dolía un poco. Ni si quiera tenía hambre, solamente dejó que su cuerpo cayera lentamente, junto a sus párpados y así quedar dormido hasta el día de mañana.

 

                Eran las nueve de la mañana. Las cortinas gruesas puestas en la ventana tapaban los rayos del sol, haciendo que la habitación quedara entre iluminada y oscura. Luhan seguía durmiendo, sumergido en sus sueños, cuando notó que algo lo golpeó en la cara, algo suave, pero pesado. Abrió los ojos y palpó aquello con sus manos, quitándolo de su rostro. Era una almohada.

 

—Si no madrugas, Dios no te ayuda—dijo un viejo canoso, mirándolo cruzado de brazos con el ceño fruncido—Levántate de una vez.

 

                Luhan se levantó en menos de un segundo, dando un salto y acomodándose su despeinado cabello con las manos. Arregló el sillón en el que quedó marcado el peso de su cuerpo sobre los almohadones y después se dio una ducha rápida y se cambió. Había dormido bastante bien por lo que no se encontraba para nada cansado, aunque eso no le suponía estar también inspirado.

                Suspiró y caminó hasta una pequeña mesad donde había una rosquilla bañada en chocolate que parecía estar pidiéndole que se la comiera de una vez. Observó una taza de té a su lado y luego miró a su viejo mentor. El hombre estaba husmeando sus trabajos con un ojo muy crítico, como siempre. Luhan se avergonzó un poco esperando que no se decepcionara.

 

—Luhan—lo llamó.

 

—¿Sí? —respondió de inmediato, tensándose.

 

                El chico se acercó a paso lento, sosteniendo la rosquilla en su mano y masticando un pequeño pedazo. Se quedó de pie frente al hombre, esperando a que le dijera alguna crítica sobre lo que estaba viendo, pero no recibió nada de eso. El viejo siguió mirando los dibujos, sin ningún tipo de expresión que le revelara a Luhan algún sentimiento y después las dejó sobre la mesa.

 

—Cuando termines de desayunar necesito que vayas a comprarme un marco—le entregó un papel indicándole cómo debía ser y un sobre marrón viejo con dinero.

 

—Claro—dijo con la boca medio llena.

 

                Al terminar su deliciosa rosquilla, guardó el sobre con el dinero en el bolsillo de su pantalón y salió del estudio.

                Era un hermoso día de primavera, podía sentir incluso el olor de las flores. Mientras caminaba observaba el entorno. Los árboles floreciendo, las nubes de un blanco casi increíble, el color del cielo era un perfecto celeste, pequeñas mariposas revoleteaban cerca de él. Era como estar en un cuento lleno de fantasía y despreocupaciones. Sentía hasta el aire puro y refrescante.

                Caminó unos minutos hasta llegar  a una tienda especializada en arte. Era un cliente habitual así que era conocido por aquel lugar. El local estaba abierto. Entró por la puerta y una pequeña campana emitió un agradable tintineo. Se acercó hasta las estanterías observando todos los materiales que habían a su disposición, tratando siempre de evitar mirar un poco más abajo el papelito donde ponía el precio. Ser artista no era barato.

 

—¡Oh! —exclamó al encontrar lo que buscaba.

 

                Un marco de tamaño grande, con decoraciones al estilo griego y de un color que simulaba ser oro, brillante. Era el tipo de cuadro que su maestro le había encargado.

                Lo llevó hasta la caja y lo pagó. Se sorprendió al ver que el viejo le había dado exactamente el dinero que ese marco valía. Se lo entregaron en una gran bolsa y caminó hasta la salida.

                Mientras tanto observaba la adquisición que el viejo le pidió y se imaginó él mismo algún día eligiendo algún hermoso marco como ese para poner sus obras. Creía que seguramente era para usarlo en alguna exposición ya que cuando era la época el hombre no tenía mucho tiempo para ir él mismo a comprarlo. En realidad era un poco holgazán, pero también odiaba salir del estudio y dejar sus obras a la mitad.

                La puerta de pronto se abrió de sopetón y la bolsa donde estaba el marco fue empujada. Luhan se sobresaltó por el golpe y trató de proteger ese rectángulo de madera perfectamente decorado contra su cuerpo. Le latió el corazón tan rápido que se le dificultó respirar con normalidad.

 

—Oh, discúlpame—dijo el joven que había empujado la puerta—¿Estás bien?

 

                Luhan sólo estaba preocupado por su marco, quiero decir, el marco de su maestro. Se había perdido tanto en sus fantasías que creyó por un instante que era realmente suyo.

 

—Sí, estoy bien, no fue nada—trató de sonreírle despreocupado.

 

—Oh, por dios—dijo el otro joven—Lo rompí.

 

                El marco se había partido debido al choque con la puerta metálica. Luhan no se había percatado de eso. Inmediatamente pasó su mano palpando la madera y, efectivamente, se había roto. Parecía un pequeño pedazo quebrado, podría disimularse, pero el viejo se iba a enojar mucho con él por eso. Abrió los ojos y sintió como estaba  punto de entrar en pánico, el viejo lo iba a matar, lo iba a echar del estudio, podía parecer una pequeñez, pero Luhan sabía cómo era de gruñón y tampoco es como si tuviese dinero para poder reponerlo por otro idéntico.

                El otro joven lo miró preocupado y él mismo se atrevió a tocar la madera que se había roto por su culpa y brusca forma de abrir la puerta.

 

—Lo siento, no te vi—se disculpó y sacó su billetera—¿Cuánto te costó? Te lo pagaré.

 

                Luhan se sintió algo avergonzado porque creyó que también había sido su culpa por andar distraído pensando cosas absurdas. Había algo que lo hacía sentirse mal al ver a aquel chico, quien parecía mucho más joven que él, sacando su billetera con un gesto de extrema culpa. Pero era eso o que su maestro lo echara del estudio por andar en babia.

 

—60,000s61;—dijo en voz baja mirando al chico a los ojos.

 

—Bien—comenzó a sacar billetes y contarlos—Toma y discúlpame de nuevo.

 

                Los billetes fueron a sus manos y por esa milésima de segundo que lo hicieron, Luhan se quedó petrificado y maravillado por el rostro de ese chico. Tenía una expresión seria, como si fuera a insultarlo en cualquier momento, pero sus palabras fueron cálidas. Era hermoso, alto y delgado, tenía el pelo peinado hacia atrás teñido de un hermoso color rubio oscuro que hacía resaltar sus facciones. ¿Cómo no se dio cuenta antes? Estaba demasiado preocupado por su marco.

                Después que ese chico se inclinó y se volvió a disculpar por tercera vez, Luhan se vio fuera de la tienda, con los 60,000s61; en su mano. Se golpeó mentalmente por haberse quedado embobado nuevamente, pero esta vez por la belleza de ese chico. Volvió a entrar rogando porque hubiera otro marco exactamente igual a ese. Y mientras tanto buscó con la mirada al rubio, pero se había perdido su presencia en aquel enorme lugar.

 

                Volvió al estudio después de un tremendo susto. Por suerte y gracias a los cielos, quedaba un único marco idéntico al que se había partido. Le dieron incluso ganas de llorar de la felicidad, pero optó por deshacerse de cualquier gesto sospechoso frente a su maestro.

                Dejó el gran marco en el escritorio del viejo y volvió a trabajar en el suyo. Sacó los bocetos que había hecho la noche anterior y los miró detenidamente, otra vez. Aquel primer dibujo que le había salido lo maravilló, creyó que incluso se veía mejor ese día. Sentía que era algo que lo reflejaba, veía sus ojos en los del animal, y eso le fascinaba.

                La puerta del estudio se abrió y el viejo gruñón dio unos pasos hacia su mesa de trabajo, donde observó su hermoso marco. Pasó sus dedos por todo el contorno y a Luhan le pareció que una leve sonrisa se dibujó en esos arrugados labios. Incluso algo en sus ojos, brilló de emoción salió de su mirada.

 

—Luhan—lo llamó—Tengo una noticia para ti.

 

—¿Para mí? —se señaló a sí mismo abriendo los ojos sorprendido.

 

—Dentro de un mes habrá una exposición y quiero que participes—le dijo mientras seguía observando su preciado marco de oro falso—¿De acuerdo?

 

                Luhan no supo que contestar, su corazón se había emocionado, impidiéndole  reaccionar ante tal noticia.

 

—¿Me estás escuchando? —se giró el hombre a mirarlo.

 

—¡Sí! —dijo emocionado—Será un honor poder participar.

 

                El hombre le dio una última mirada a su despistado aprendiz y fue a guardar su marco en un lugar seguro. Después se sentó en su lugar de trabajo y comenzó a pintar sobre varios lienzos que había dejado a la mitad.

                El ambiente era silencioso y tranquilo. Se escuchaba el cántico de los pájaros y eso le brindaba paz a la mente de Luhan. Después de la emoción por la noticia de que ahora sería un expositor, se planteó seriamente tomar un tema que le gustara, algo con lo que todos quedaran maravillados. No muchas veces era elogiado por lo que hacía, sentía que nadie valoraba su trabajo. Él siempre trataba de poner todo su corazón, hasta su propio maestro lo hacía sentir inseguro de su talento. Miraba todos sus cuadros pero nunca le decía una palabra, ni buena ni mala. Sólo observaba sin expresión en sus ojos y Luhan nunca podía saber lo que estaba pensando. Eso lo molestaba un poco.

                El tiempo corría, así que debía anticiparse. El trabajo que sostenía sobre sus manos, ese del que apareció la figura de un ciervo, realmente le gustaba. Sentía que aquel animal lo llamaba para adentrarse junto a él en su hábitat salvaje, en un bosque lleno de magia y despreocupaciones.

                Sacó su computadora y comenzó a investigar todo sobre aquellos majestuosos animales. Leyó incluso un libro que trataba sobre éstos. Se encontró con una que otra página en internet un tanto desagradable que hablaba sobre la caza furtiva de esos ejemplares. Sintió rabia e indignación. ¿Quién en su sano juicio podría lastimar a un bello animal como ese?

                Tras varias horas de informarse, supo que era definitivamente el tema perfecto para reflejar en su exposición. Anotó varias cosas y eligió sus mejores lápices para empezar a trabajar y así, lograr todo valiera la pena.

 

                Pasó un mes y hoy era el día. Tras varias semanas de nervios y pensar que no lograría poder presentar todo lo que había planeado, el viejo le había dicho a Luhan, una semana antes, que sólo se le permitían exponer un máximo de tres trabajos y obviamente el chico tuvo unas grandísimas ganas de matarlo por haberle avisado tan  cerca de la fecha. Se pasó varias semanas planeando por lo menos, llevar unas cinco o seis obras. Viéndole el lado bueno, tenía para elegir.

                El salón de exposición no era gran cosa, pero se veía bonito, estaba bien iluminado y era limpio. Luhan tenía la ilusión de que expondría en una gran galería, como en esas de Europa. Quizás estaba soñando demasiado.

                Sus trabajos tenían un pequeño lugar. Él mismo lo había decorado todo. Estaban tres dibujos expuestos sobre la pared beige y la vista se centraba en el centro, a la derecha e izquierda estaban los otros restantes, de un tamaño más pequeño que el central. A su alrededor había hecho unos cuernos de papel pintados a mano, colocándolos de forma que parecieran ramas de árboles entrelazadas. También agregó algo en toques verdes y junto a esa fuerte iluminación sobre sus dibujos, el espacio parecía ser un pequeño bosque encantando.

                Sobre los trabajos, todos debían poner un título para referenciar sobre qué tema trababan las obras. Luhan había escrito en cursiva en color negro:

Deer Soul”

                Cuando abrieron las puertas del lugar, Luhan se impresionó al ver a tantas personas. Había gente mezclada, de todo tipo de clase social. Le llamó la atención un grupo de hombres mayores con trajes, muy bien vestidos y con unas carpetas. ¿Críticos quizás?

                Decidió dar una vuelta por toda la exposición para ver los demás trabajos de otros artistas. Recorrió la sala con lentitud y observó detenidamente todo a su alrededor. Sintió que la mayoría de estaban mucho mejor decorada que la suya y los trabajos se veían impecables.

                Dio la vuelta para mirar nuevamente a su pequeño rincón de bosque encantado, pero la gente sólo lo miraba durante unos segundos y luego seguía el recorrido hacia otro lado. Estaba abrumado. Creía que apreciarían su obra, que algún curioso preguntaría por el autor y así saber más sobre lo que estaba viendo, pero no, nadie parecía prestarle mucha atención. Eso, hasta que Luhan pudo ver una figura sentada en un banco que daba frente a su trabajo.

                Creyó reconocer esa persona que observaba sin inmutarse de dibujo. Vestía un jersey blanco con rayas negras, un pantalón negro… Fue caminando hacia él para poder apreciar mejor su identidad. Pelo rubio oscuro, peinado hacia atrás, alto, hermosas facciones en un perfecto rostro. Luhan recordó perfectamente esa cara seria, una mirada que parecía pensativa… Era el chico de la tienda de arte.

                Se paró a su lado disimuladamente y lo miró de reojo. El chico estaba escribiendo algo mientras observaba el dibujo central.

                Luhan se acercó curioso hasta sentarse a su lado.

 

—Hola—saludó con una pequeña sonrisa—¿Me recuerdas?

 

                El otro chico volteó a verlo con una expresión de sorpresa, pero no le dijo nada. Retomó su actividad de seguir escribiendo. Luhan se sintió un poco ignorado.

 

—¿Qué escribes? —le preguntó curioso, tratando de entablar una conversación.

 

—¿Esta obra es tuya verdad?

 

                Luhan abrió los ojos sorprendido. El chico lo miraba algo serio y eso le pareció extraño. ¿No le agrada su dibujo?

 

—Sí—afirmó con su cabeza—¿Cómo lo sabes?

 

                Una sonrisa se dibujó de repente en el rostro serio del chico rubio. Dejó de escribir en su cuaderno y lo apoyó sobre sus muslos, cubriéndolos con las manos.

 

—Te refleja perfectamente, Luhan.

 

—¿Cómo sabes mi nombre? —se sobresaltó.

 

—Lo pone bajo tus dibujos—le señaló divertido con el dedo.

 

                Los cachetes se le cambiaron de color en un instante, Luhan se avergonzó por su estúpida pregunta y también por aquello que le dijo, que su obra  lo reflejaba. Era la primera vez que sentía unas buenas palabras salir de la boca de alguien que prestara atención a lo que hacía. Le empezó a latir el corazón porque ese chico no dejaba de verlo con una sonrisa de medio lado.

 

—El ciervo es un animal muy hermoso—comentó de repente y luego volvió la vista al dibujo— Para los chinos simboliza lo yermo, lo empobrecido. En cambio para los celtas es un camino de luz en la penumbra—miró a Luhan—¿Cuál de las dos partes de representa más a ti?

 

                Luhan se quedó en silencio. Estaba sorprendido y a la par de eso un poco asustado. Había leído sobre los significados y realmente no sabía qué responder. Su camino muchas veces se había visto cerrado, se sintió muchas veces vacío y solo, pero por otra parte había sacado fuerzas, la fuerza de la luz que iluminó su oscuro camino haciéndose así paso hacía otro nuevo y despejado.

 

—¿Cómo te llamas? —le preguntó sin responderle y el otro rio.

 

—Sehun.

 

—¿Eres crítico de arte o algo así?

 

—Más o menos—le sonrió—Mi padre lo es, él me enseñó mucho.

 

—Ah, ya veo.

 

                Luhan suspiró. Estaba desilusionado de que aquel chico no lo recordara, tampoco tenía por qué hacerlo. Seguramente aquel día que chocaron ni siquiera se fijó en su rostro como él lo había hecho. Era imposible para Luhan olvidar un rostro tan masculino y hermoso a la vez. Se quedó durante un rato en silencio con la cabeza gacha.

 

—¿Pudiste reponer el marco aquel día?

 

—¿Qué? —se giró repentinamente a mirarlo, con cara de impresión—¿Me recuerdas?

 

—Claro—dijo apoyándose el mentón en su mano—Es imposible no recordar el rostro de un bello ciervo, con esa mirada inocente y distraída.

 

                La cara de Luhan era digna de un cuadro. Estaba tan avergonzado por las palabras que Sehun le estaba diciendo, aquel alago, su tono de voz… Ese chico había caído del cielo o regresado del mismísimo infierno. Nunca nadie le había hablado de ese modo, era una especie de coqueteo y le gustaba, a pesar de su timidez del momento.

 

—Los ciervos no tienen alas ni caen del cielo, Luhan—continuó Sehun—Pero creo que eres un hermoso ángel.

 

                Sehun lo miró durante unos segundos y luego se puso de pie, sostuvo su cuadernito en su mano derecha y caminó hacia otro lado, dejando a Luhan con la cara roja y el corazón latiéndole a mil por hora. El chico no podía moverse, estaba petrificado por las palabras del rubio.

En un momento reaccionó, se dijo a sí mismo que no podía dejar que se marchara, la única persona en ese lugar que pareció interesarse por su obra…y por él. Dio unos pasos rápidos pero no logró encontrarlo, se había perdido de su vista. Algo en su pecho comenzó a dolerle y volvió a sentir cómo la soledad lo inundaba nuevamente, la calidez se había esfumado.

Quizás estaba destinado a vivir siempre de ese modo, ateniéndose al significado que los chinos le daban a su ciervo. Desolado, empobrecido. Luhan quería averiguar quién era ese misterioso y hermoso chico llamado Sehun.

 

 

 

Notas finales:

GRACIAS POR LEER!! <3


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