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Historia de un cuento por Masterred

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Notas del capitulo: Acepto toda clase de retos... Lo admito. La primera parte puede resultar muy aburrida...
Capítulo 1

 

A la mañana siguiente debían enfrentarse ellos dos en el gran torneo, por la mano del príncipe/esa misterioso.

Y esa noche el caballero Negro y caballero Verde bebieron juntos por el fin de la amistad que los unía y por la eternidad de la belleza; que los separaba.

 

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Hacía muchos años que el Gran Torneo había comenzado; y nadie conocía la fecha de su final. Su fama había crecido hasta apagar la fama del príncipe/esa misterioso. Desde las más lejanas comarcas acudían los jóvenes participantes, atraídos por el sonido metálico de las lanzas al chocar con los escudos.

Había miles de razones por las que a un caballero podía interesarle intervenir en el Gran Torneo y muy pocas tenían relación con el príncipe/esa misterioso. Muchos padres nobles enviaban a sus hijos a templar su juventud en la justa. Algunos venían a cumplir una condición impuesta por las damas para conquistarlas. Los más ilusos creían poder enriquecerse con el botín de los vencidos: unas cuantas espadas rotas, caballos heridos y armaduras hechas pedazos. Pero la mayoría deseaba conquistar fama y honor; y no había oportunidad en la tierra como la que daba el Gran Torneo. Donde un joven desconocido podía transformarse en el tema de una canción de gesta con sólo atreverse a desafiar a un caballero de bien ganada gloria. Hasta un pobre, un desheredado, o un noble empobrecido como el caballero Verde (cuyo verdadero nombre nadie conocía), podía batirse en las mejores condiciones; no faltaban los mercaderes dispuestos a prestar armas y caballos a cualquier aventurero dispuesto a demostrar en la liza la efectividad de sus mercancías.

Día tras día nuevas tiendas de campaña se añadían al enorme campamento. Nobles, príncipes y caballeros las ocupaban; unos como participantes, otros como simples espectadores. Algunos traían en sus comitivas a sus confesores privados. Otros pertenecían a órdenes religiosas. Los diferentes mercaderes proveían sus necesidades.

Había también clérigos andantes, dispuestos a darle la extremaunción al más humilde de los caballeros. Aquí y allá se levantaban capillas dedicadas a santos y beatos de todas las tierras. Y en los terrenos más cercanos a la liza, construcciones más sólidas, como iglesias, comenzaban a reemplazar a las tiendas de campaña.

Pero esta no es la historia del campamento, de la liza y de las luchas entre caballeros. Esta es la historia del caballero Hiei y el príncipe/esa misterioso.

 

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Doce años tenía Hiei cuando escuchó por primera vez la leyenda del Dragón y el príncipe/esa misterioso, entonada por un trovador en la feria de su pueblo.

El trovador, acompañándose con su laúd, cantó primero la clásica belleza del príncipe/esa misterioso; bautizado así por el echo de que nadie sabía si se trataba de un príncipe o una princesa. Su cabello que era como una cascada de seda, sus ojos como dos piedras preciosas, la terrible blancura de su piel. Después, usando una voz más grave, enumeró las pruebas que debía atravesar el caballero que quisiese romper el maleficio. Solo un héroe que hubiera vencido en justa lid a tantos caballeros como el doble de sus años por los cuatro elementos, aire, fuego, tierra y agua, estaría en condiciones de enfrentar al dragón que custodiaba al príncipe que dormía, encerrado en el castillo, un sueño de mil años. El príncipe/esa misterioso y el dragón. Sólo aquel que hubiera derrotado al dragón podía ir con el príncipe/esa misterioso.

Hiei, que había prestado una vaga atención al resto de la leyenda, se sintió de repente llamado a su destino; el tema del combate con el dragón lo atraía, pero la idea de ir por su príncipe le encendía los sueños.

Esa misma noche juró sobre la empuñadura de su primer espada vencer en justa lid a tantos caballeros como el doble de sus años por los cuatro elementos, aire, fuego, tierra y agua, vencer al dragón y liberar a su príncipe.

 

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En la noche húmeda el caballero Hiei y el caballero Verde recorrieron sin hablar los tentáculos del monstruoso campamento.

Cuando comenzó; nadie, ni siquiera el mismo rey, había previsto el éxito que tendría. Fue idea del rey inaugurar ese gran torneo permanente por la mano del príncipe/esa misterioso. Sabía, que un espectáculo semejante atraería multitudes de todos los rincones de la tierra; había sabido utilizar la fama de la antigua leyenda para llenar las arcas de su reino, empobrecido por las guerras que sus generales perdían, invariablemente, en el campo de batalla.

Y, aunque había caballeros competidores por todas partes (incluso también mujeres que peleaban, con la esperanza de encontrar a un príncipe y llegar a ser reinas algún día); eran muy pocos los que creían en la existencia leyenda.

La leyenda contaba de un inmenso castillo; en el que después de un encantamiento de una bruja mala había quedado sin vida.

La maleza había crecido alrededor de él; las zarzas agudas y las espinas fueron creciendo en torno a las viejas paredes y los altos torreones y poco a poco, aquel castillo donde antes reinaba la felicidad y la alegría, fue quedando oculto tras un bosque espeso de vegetación salvaje.

Otra de las razones por las que pocos creía en la leyenda, era que nadie se atrevía a acercarse a esos lugares solitarios; en dónde se hablaba de el príncipe/esa misterioso que dormía en su castillo, detrás de aquel bosque enmarañado; ya que se suponía que estaban encantados…

Sin embargo, el caballero Hiei (o sea el caballero negro) y el caballero Verde creían en el príncipe/esa misterioso y en su belleza inverosímil.

Sabían, sin necesidad de palabras entre ellos, que al día siguiente se enfrentarían en justa lid y lucharían hasta que uno de los dos quedara vivo, por el amor del príncipe/esa misterioso. Y el vencedor habría cumplido la primera de las pruebas cantadas por la leyenda.

Por eso preferían el silencio entre ellos, la lenta observación de las gotas de humedad al condensarse sobre el frío de sus armaduras.

 

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Cuando Hiei llegó por primera vez al Gran Torneo era un adolescente ingenuo y arrogante, que se creía el dueño del mundo. Estaba seguro de vencer en breve tiempo, por la sola fuerza de su brazo, a tantos caballeros como el doble de sus años por los doble de sus años por los cuatro elementos, aire, fuego, tierra y agua.

En el primer combate la lanza de su rival atravesó el pecho de su caballo. Ese día, cavando la tumba de su caballo, entendió que ganar en el gran torneo no le sería tan fácil, y que demandaría mucho tiempo.

En el segundo combate fue desmontado por la fuerza de su propia lanza al clavarse en el hombro acorazado de su rival. Su nuevo caballo lo arrastró por la arena de combate, con un pie enganchado en el estribo, quebrándole una pierna.

Pero esta vez su oponente, un muchacho apenas mayor que él, no quedó mejor librado. El caballero Hiei tuvo la oportunidad de descubrirlo cuando se encontró junto a él en una de las tiendas que hacía de hospital del campamento.

Al principio, reconociéndose como rivales, se limitaron a mirarse con odio. Pero las heridas tardaban en cerrarse, crecía el encierro, y pronto se les hizo necesaria la palabra. Hiei decidió relatarle al caballero Verde su combate contra un gigante de piedra de tres ojos, en el Bosque Encantado. Apenas unos minutos tardó el príncipe Verde en responderle con la descripción de la batalla en que venció al rey de los Moros y a todo su ejército sin más armas que su ingenio y sus manos desnudas.

Fue tal vez lo exagerado del relato lo que le permitió recordar al Hiei cómo, después de haber derrotado al gigante, sus tres hermanos vinieron en su ayuda…

En fin; si nuestros caballeros hubiesen estado libres para vagar a su antojo por el campamento, encontrándose de vez en cuando para beber juntos una copa de vino, moros y gigantes hubieran seguido reproduciéndose como conejos, y los jóvenes nunca hubieran llegado a ser amigos.

Pero en la situación actual se veían obligados a compartir cada segundo de penuria, a escuchar cada uno de los gritos que les arrancaban las dolorosas curaciones, a soportar juntos la pequeña humillación que su estado les imponía. Eran jóvenes y apenas estaban aprendiendo, y no tardaron en olvidarse de sus historias fantásticas para confiarse su mutua decepción con respecto a la honestidad de la justa, su total desesperanza con respecto a la victoria, y su verdadero e infinito amor por el príncipe/esa misterioso.

Cierto es que nunca hablaron demasiado sobre eso. Lo único que sabían era que el caballero Verde deseaba que fuera una princesa y el caballero Hiei un príncipe.

Desde ese momento el caballero Hiei y caballero Verde no volvieron a separarse y su amistad ejemplar fue primero cantada y después temida. Crecieron y se formaron juntos en el Gran Torneo.

Aprendiendo a los golpes, siendo derrotados y repetidas veces golpeados en los entrenamientos, aprendieron mucho más de lo que deseaban saber. Y llegó el día en que el  caballero Hiei y caballero Verde se sintieron preparados para volver al combate.

Luchando costado a costado desafiaron y vencieron y fueron desafiados y vencieron y llegaron a ser célebres y temidos.

Sabían ahora cómo burlar sin ser vistos por los jueces las reglas del torneo. Sabían que una armadura liviana es mucho más valiosa que una armadura impenetrable. Sabían que luchar contra el sol hace difícil los combates. Sabían reconocer, entre muchas, a una espada bien templada y, en una tropilla, al caballo más apto para el combate. Sabían cómo utilizar a su favor las desigualdades del terreno… 

            

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Los dos amigos se miraron a los ojos, dejando que el silencio creciera como un muro que los separaba, solos los dos, del resto de la noche. Y el caballero Hiei supo que nada podía existir sobre su afecto, sobre su amistad por el caballero Verde. Excepto su amor por el príncipe/esa misterioso.

_ Mañana nos toca pelear entre nosotros… _suspiró el caballero Verde.

_ Sí… _fue la contestación del caballero Hiei.

No se atrevían a decir más. Ambos miraron la luna, que daba un brillo plateado a la armadura negra del caballero Hiei.

_ Siempre pensé que el día en que nos enfrentaríamos tardaría en llegar…

_ También yo… Yusuke quiero que me prometas algo…

_ ¿Por qué me llamas por mí nombre? _Yusuke miró para todos lados con actitud cautelosa_ ¿No hay nadie? _preguntó en voz baja, como quien dice un secreto.

_ No, descuida. Nadie está levantado a esta hora…

_ Ya te he dicho que no me llames Yusuke. Yo no te llamo Hiei…

_ Sí, ya lo sé pero… yo ya estoy cansado de que me llamen el “caballero Negro”; aunque mañana pierda o gane en la batalla quisiera que me recordaran como Hiei…

Silencio.

_ ¿Qué ibas a pedirme?

_ Que mañana pase lo que pase… me prometas que darás lo mejor que tienes, porque yo no te tendré piedad _dijo Hiei en tono de desafío y a la vez de broma.

El caballero Yusuke también sonrió y extendió su mano derecha;

_ Por supuesto que daré lo mejor, pero después no te quejes… _se estrecharon las manos con fuerza, sellando el pacto. Los rostros de ambos jóvenes se ensombrecieron nuevamente._ Adiós amigo…

_ Adiós…     

Antes de retirarse a sus respectivas tiendas, los dos renovaron en voz alta su juramento de vencer o morir por el príncipe/esa misterioso; y cada uno se despidió del otro para siempre, en secreto.

 

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Todos los años algún noble participante llegaba para completar el número mágico de victorias y, derrotado, dejaba el torneo.

El combate final, anunciado por los pregoneros del ya viejo rey, atraía más público que de costumbre.

Ese día los pechos de las damas presentes se agitaban con más suspiros. El vencedor, cargado de honores y del botín de los vencidos, dejaría para siempre el Gran Torneo; y este se daría por acabado. Si pocos eran los que al llegar soñaban con el príncipe/esa misterioso, todos la habían olvidado al retirarse.

Y sin embargo, en medio del polvo, del barro y la sangre, el  caballero Hiei y caballero Verde le habían sido fieles en su corazón. Y mientras ganaban en las batallas y aún cuando las primeras veces fueron derrotados, le habían sido fieles en su corazón. Y hasta en las diferentes tiendas de distintos colores y ocupantes, le habían sido fieles en su corazón.

Mañana uno de los dos partiría hacia el castillo de la leyenda y el otro, con el príncipe/esa misterioso en su corazón, habría muerto.  

 

 

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