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사랑이었다 (Fue Amor) por JHS_LCFR

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Notas del fanfic:

 BeLight17-ssi, Aimé-ssi, capaz querían un ChanBaek más alegre, ¿No? Seguro no cumplí sus expectativas... no obstante, esto es para ustedes, a quienes les debía algo de estos chicos desde hace rato <3

사랑이었다 

(Fue Amor).

 

 

—No puedes hacerme esto.

Fue una puñalada a las sombras que se movían. Fue un disparo directo y consumido por el vacío en la oscuridad, literalmente. Su voz ya no sonaba como tal, ahora sólo graznaba y salían retazos de una maraña de pensamientos enredados, pesadillas y jadeos atascados en su garganta cerrada a presión, a punto de explotar. No podía ordenar sus ideas, no había forma de lidiar con aquel embrollo, con semejante lío. Y mientras dejaba, sin vergüenza, que las gotas saladas cayeran por su cara, respiró con dificultad y torpeza, gimiendo al pasar del aire, total, estaban a oscuras, y lo único que lo iluminaba desde afuera a aquel abandonado y polvoriento ático no alcanzaba ni a besarle la punta de los zapatos negros; la ventana era circular, demasiado pequeña, y estaba demasiado baja.

Aunque pensándolo bien, la luz nunca los había recibido.

—Baekhyun, no había necesidad —insistió, tentado a dar los pasos que faltaban para empezar a manotear entre los bultos negros que parecían moverse, saltar y burlarse de él, en sus narices.

Bastante ya tenía con la picazón en sus ojos por el polvo que se levantaba, bastante ya con el raspar en su garganta y con los escalofríos que le causaban los aleteos cercanos a su cuello de alguna que otra polilla que pasaba.

Bastante ya con que había pasado unos días de mierda.

Bastante ya con que, cada vez que le veía, sabía que en realidad no le debía mirar.

Creyó escuchar un suspiro acongojado, pero con él nunca sabía, porque él siempre podía disfrazarlo todo con su mirada dura y seria, con su voz envuelta en decisión.

—...Perdón, pero agradecería que me dejaras solo —anunció, pero tanto él como Chanyeol sabían que no se iría, y con el bramar del viento, con el silencio y el ronronear de la noche contra la ventana, Baekhyun se limitó a bajar la cabeza, rezando en silencio para que el chico pudiera dejarlo en paz una vez se cansara.

 

 

***

 

 

La puerta de madera, hinchada por la humedad, chirrió contra el suelo. Hacía frío, tanto que atravesaba las capas de piel y picaban directamente en los huesos, pero no importaba, el buffet era lindo y cómodo a pesar de carecer de calefacción. Poco a poco se iba llenando, las cuatro mesas estaban dispuestas en forma de semicírculo, seis alumnos por mesa salvo en una y un estante en una pared con un microondas encima. Servicio gratis que alegraba más de uno y por el cual estaban esperando aproximadamente diez, entre joviales y exhaustos estudiantes que rezongaban por las entregas y exámenes, los primeros festejando porque ya habían aprobado y podrían disfrutar del fin de semana siguiente libremente.

La cola para pagar se componía de unos quince a veinte estudiantes, algunos continuando la fila fuera del espacio físico del buffet, hacia el patio interno de la facultad. Los tres jóvenes que atendían caminaban apurados y se repartían los clientes y la paga, así como la entrega de vueltos. Ese día todos andaban con ganas de calentar los termos para sus tés medicinales, infaltables en épocas de examen, y las bolsas con los bizcochos caseros volaban raudos fuera de su caja, volviéndose un must en las improvisadas comidas; fuesen desayunos, almuerzos o meriendas.

En la mesa aparentemente vacía, un muchacho alto y delgado se aferraba a su vasito térmico de café y se mordía el labio, mirando cada tanto la zona de la caja que se vestía de estantes y cajas con dulces; dulces de todos los tipos y formas, con envoltorios de mil y un colores. Sus grandes y redondos ojos bajaban entonces a la madera barnizada de la mesa y se perdían en las curvas de los nudos y los cortes, luego subían al líquido oscuro bordeado del plástico blanco y de ahí pasaban a sus uñas, saltando de a dos baldosas el suelo y de ahí de vuelta hacia arriba, hacia la caja.

Park Chanyeol lo sabía, ya no tenía dudas.

Estaba enamorado, enamoradísimo.

Tan pero tan enamorado que pedía café todas las mañanas para verlo aunque fuese una vez.

 

 

***

 

 

Es hasta el día de hoy, que a Park Chanyeol no le gusta el café.

 

 

***

 

 

Aquella mañana de febrero, Chanyeol se debatía mentalmente contra su propia consciencia mientras se removía en su asiento.

«Tiene novio».

«No, no tiene novio».

«Puede que sí, quizás sea por eso».

«No, definitivamente no».

«No hay pruebas, no hay registros lo suficientemente contundentes».

El café se iba enfriando y el chico seguía intranquilo, pispiando con mayor discreción debido a la falta de gente y apretando los labios, fingiendo cansancio, desperezándose a modo de actuación.

—¿Chanyeol?

Al escuchar su nombre, giró la cabeza hacia la puerta y abrió la mano del brazo que tenía arriba.

Kyungsoo lo encontró y sonrió, acercándose para sentarse:

—No creerás lo que pasó —le dijo sacándose la mochila y dejándola a su lado en el banco de casi dos metros, sin respaldo—. ¿Recuerdas el chico del que te hablé el otro día, el del autobús que husmeó mi nombre en la lista de asistencia de la última clase? —pero Chanyeol no escuchaba, tenía la vista perdida en las hojas que Kyungsoo iba sacando para desparramar en la madera levemente limpia—…Eh, te estoy hablando.

—¿Eh? Sí, sí.

Kyungsoo suspiró, mirándolo con escepticismo.

—En fin, hoy hablamos y me dijo su nombre —parpadeó, luchando con la sonrisa en sus labios gruesos y redondos—. Se llama Junmyun, y resulta que me ha agregado a Facebook el viernes pasado.

—¿El viernes pasado? ¿Y no lo aceptaste? —Chanyeol entonces comenzaba a prestar atención, después de todo, Kyungsoo era su mejor y más íntimo amigo.

—¡Sí, hace una semana que me envió la solicitud y yo no estuve entrando por los exámenes! —gritó como pudo, por lo bajo y tensando sus manos en puños ante la frustración—. Justo me lo crucé en el baño y me animé a saludarlo, pero me dijo que era malo, que le estaba ignorando y entonces le pregunté, porque no entendía de qué me estaba hablando. ¿Puedes creerlo? ¡Me agregó el viernes pasado!

—Ahora podrán hablarse más seguido —sonrió.

—Totalmente, y cuando tenga que estudiar y estemos en medio de una interesante conversación, le pasaré mi número —dictaminó, decidido y sonrojado—. Tengo que perderle el miedo, ese chico es muy bonito y definitivamente quiero ver si hay posibilidades de… de algo.

Chanyeol no pudo evitar estirar el brazo sobre la mesa y golpearle. Kyungsoo era más tímido que él, y desde el curso de ingreso de febrero que venía fichando a ese tal Junmyun, pero no había ido más allá de ello; verlo actuar con fiereza, con valor, resultaba dulce. Si el buffet hubiera estado vacío, definitivamente lo hubiese abrazado.

—¿Y tú? —inquirió el más bajo y de pelo oscuro, ladeando la cabeza y parpadeando repetidas veces, como hacía cada tanto. Sin disimulo se giró sobre el asiento y miró a la caja, por suerte no lo habían descubierto—. ¿Sigues sin saludarlo? Eres un tonto.

—N…no pasa por eso. Yo…no quiero saludarlo, no quiero hablarle. Haría el ridículo, quedaría como un estúpido.

—¿Por qué?

—Pues… –Chanyeol se mordió el labio, mirando a un costado y perdiéndose en las botas de una compañera del aula de al lado—. Porque está ocupado, está medio día aquí y luego cursa, no querría molestarlo.

—No lo molestas si le pides un café y le agradeces, por lo menos. Todo lo que haces es llegar, mirar a la nada como un tonto, caer a la Tierra y señalar el vaso de café y luego levantar dos dedos —Kyungsoo fue relatando los pasos acompañados de una eficaz imitación, ese día estaba contento—. Por último, con el vaso en las manos, tardas media hora para pagar porque siempre te olvidas de sacar el dinero, das vueltas sobre tu propio eje y te alejas asintiendo cuarenta veces, así, exactas.

—¡Eso, eso no es gracioso! —tartamudeó, enrojeciendo y echando un vistazo rápido a la caja por si le habían oído—. No es tan así…y no miro a la nada, lo miro a él y entro en pánico. No sé qué hacer, no sé qué decir.

—Un «Hola ¿cómo estás?, hace frío» no estaría mal —resolvió sin cuidado y levantando las cejas, resultaba demasiado obvio—. No puedes huirle o amedrentarte el resto de tu vida. Si sigues así, o mueres desolado y con frío o te toman por mudo y tonto, debes hacer algo al respecto.

—No quiero hacer nada arriesgado.

Por Dios —pidió Kyungsoo con tono alto, cruzándose de brazos e inclinándose sobre sus apuntes, harto—. Es un saludo. Es darle la puta plata y luego «hasta luego». Punto, fin, finito. ¿Qué hay de arriesgado en eso? Dime, ¿Acaso perderás un dedo, te arrancarán un brazo? Lo dudo.

—No es eso. Es temor—Chanyeol se tomó la cabeza, ovillándose en su asiento—. Insoportable e interminable, desesperante; desesperante temor.

Kyungsoo golpeó rápidamente y con sus nudillos la mesa, levantándose y dándole a entender a su amigo que la cosa tenía que terminarse ahí, en ese momento. Chanyeol ahogó un grito y prácticamente se acostó sobre la mesa, estirando los brazos para agarrarlo y luego taparse la cara en desesperación. Estaban hablando, efectivamente el chico de la caja y su amigo estaban hablando. Incluso se sonrieron, él se rio; tenía una sonrisa casi rectangular y perfecta, labios delgados que parecían carecer de comisuras, no obstante, sus ojos se empequeñecían y compensaban la belleza en el brillo que reflejaban. Todo en él era lindo, todo en él era especial.

De pronto notó que Kyungsoo agradecía y se alejaba para volver a la mesa y sentarse en el banco. Traía un café caliente en las manos y no había pagado nada en absoluto. Tembló.

—Le dije que se te había enfriado el tuyo, que si no podía darte otro porque eres un despistado y un tonto. Ahora, cuéntame: ¿Ardí en llamas? ¿Exploté o me desprendí en moléculas de arena que surcaron el aire para perderse en el espacio? No, simplemente fui, saludé, pedí perdón y permiso. El chico responde, habla y ayuda, no es un tipo frío, no es seco. Es normal, ergo, tienes que dejar de asustarte y hablar como le hablas a cualquiera, como cuando hablas conmigo.

Pero Chanyeol se negaba, estaba terminantemente en contra de levantarse y hacerse notar, de que su grave voz retumbara por todo el lugar y se perdiera en patéticos rebotes de eco.

—No, no puedo.

—Sí puedes —le desafió el otro, acomodando las hojas para poder empezar a leer—No quieres, eso es lo que sucede.

Kyungsoo, dentro de todo, tenía razón. Sin embargo, Chanyeol tenía sus motivos para no hablarle. El chico de la caja vivía prendido a uno mucho más alto, incluso más alto que él.

Chanyeol quería y a la vez no quería saber. Tenía miedo.

Tenía miedo de hacer el ridículo. Tenía miedo de, sobre todo, perder.

 

 

***

 

 

No había necesidad de hacerlo frente a todos —lloró, y en algún punto notó que había posado una mano en el pecho, como si estuviese desgarrado, como si temiese que su corazón hubiese dejado de latir—. Baekhyun, no tenías por qué hacerlo, menos de ese modo.

—Era la única forma de hacerlo —siseó el otro, perdido en la penumbra, a pesar de que Chanyeol podía imaginarlo parado en un lugar, inmóvil—, era la única forma, punto final.

 

 

***

 

 

No había necesidad de repetir al detallela rutina matutina de Chanyeol cien veces; llegar, temer, callar, sentarse y debatir mentalmente. Por lo que, en su mente, simplemente los días fueron pasando, y Kyungsoo empezó a frecuentar el buffet también y sólo con el fin de poder hablarle a Junmyun.

El chico alto repentinamente había desaparecido, ya no atendía y en su lugar estaba el platónico, el supuestamente «chico atractivo del colectivo» que no era más que un chaparro de muecas torpes y pelo castaño claro, obviamente teñido. Kyungsoo parecía otro, no sólo no lo saludaba, sino que a veces abandonaba a Chanyeol para quedarse horas en la caja hablando y hablando, riendo y golpeándole el brazo, recibiendo abrazos en forma de disculpa por los chistes y como un nuevo hábito cariñoso. Kyungsoo entonces sonreía como nunca y sus ojos se perdían bajo su flequillo, el rosa en sus pómulos se disparaba y en esos momentos era cuando Chanyeol deseaba estar allí, poder ser valiente y hablarle al chico de sus sueños como hacía con todos los demás.

Lamentablemente él mismo se suponía una barrera, atornillándose él solo los pies al suelo.

—¡Chanyeol! —exclamó su amigo, llamándolo varias veces con el brazo. En cuanto el alto se hubo levantando, fue caminando despacio, con los nervios picándole en la boca del estómago y los brazos—. Myun, te presento a mi amigo —le dijo al chico del colectivo, que levantó las cejas y le tendió la mano, encantado—. Es un poco tímido, trátalo con cuidado.

—¿Más tímido que tú? Te asustabas de tal forma que ni siquiera me mirabas cuando empezamos a hablarnos —y Kyungsoo rió, enamoradísimo—. Chanyeol, ¿Eres compañero de Kyung? ¿Qué estás estudiando?

—¿Yo? H…historia de las artes, recién estoy en primer año —suspiró, tragando con dificultad e indagando el ruido del fondo de la cocina del buffet, que estaba cruzando la barra de la caja y se perdía en una puertita que seguramente era un depósito, porque no podía ser un baño. Detrás de las góndolas con los panes y los sándwiches, había movimiento, había alguien, o algo; algo raro.

—Será mi curador en cuanto me vuelva famoso y nos haremos ricos —bromeó Kyungsoo, alardeando y arremangándose hasta los hombros—. Gracias a él apareceré en los libros de arte y de las nuevas formas de arte actual y contemporáneo ¿No es así, Yeol? Junmyun estudia lo mismo que tú y está ya en cuarto año.

—Cuarto año pero recursando una materia de tercero —corrigió, balanceándose hacia atrás y hacia delante con las manos en los bolsillos de su piloto—. Si quieres, Chanyeol, puedo ayudarte con lo que quieras, incluso puedo darte algún libro que ya haya usado o algo.

—Gracias, eso sería estupendo —asintió, paralizándose en cuanto el chico de la caja apareció, abriéndose paso en la conversación y agrandando la ronda con sus risas y aplausos, estruendosos.

Se llamaba Baekhyun.

Byun Baekhyun.

Veintitrés años, estaba en cuarto y al igual que Junmyun, recursaba una materia de tercero. 

Estudiaba teatro.

…Byun Baekhyun.

El chico del buffet que estudiaba teatro y estaba en cuarto, recursando una materia de tercero.

 

 

***

 

 

—Chanyeol —farfulló, tragando dura y sonoramente—, si seguimos aquí… empezarán a sospechar y dirán cosas, y eso es lo último que necesito en estos momentos. No quiero volver a…

—¿Por qué mierda viniste al ático —contestó Chanyeol, ladeando la cabeza, perdiendo la fuerza en los brazos—, si dijiste que ibas a hacer una llamada?

«¿Qué haces aquí?»

—Yo… —Baekhyun respiraba, existía y estaba ahí, a centímetros de él, y aún así, Chanyeol sabía que cometería un pecado si se atrevía a tocarlo—, necesitaba pensar.

—¿Pensar? ¿Pensar? —gemía el otro con furia, su estómago revolviendo como si, por dentro, se estuviese transformando en picadillo, deshaciéndose en mugre y tripas—. ¿Qué mierda tienes que pensar después de hacer semejante…?

—¡Déjame en paz! —El estruendo del grito fue brutal, y ambos temieron por un segundo que los demás hubiesen escuchado, al grado de que los empezaran a buscar. Erizado, Baekhyun respiró, el sudor en su frente alterando gravemente sus sentidos—, déjame en paz, no quiero verte.

 

 

***

 

 

Me siento expuesto —susurró, intranquilo e incómodo en su asiento, aferrándose a los apoyabrazos y levantando infantilmente las piernas dobladas en la oscuridad para taparse el rostro—, si me llega a ver, creo que saldré al instante de aquí y me consumiré en el fuego.

—Tranquilo, los focos generalmente no te dejan ver —masculló Kyungsoo, acariciándole la mano. Chanyeol sudaba y se retorcía en la butaca que era considerablemente pequeña para su tamaño y estatura; procuraba encogerse para que los de las filas de atrás pudieran ver la obra en paz y el movimiento en el escenario con tanto reflector le mareaba, estando él en primera fila—, además, el chico tiene que recordar sus líneas, y la entrada y salida de personajes está cuidadosamente medida, no tiene tiempo para pensar en quién vino a verlo.

Kyungsoo musitaba y cuchicheaba y Chanyeol se mordía el labio mientras escuchaba y asentía. Nunca en la vida su amigo había avanzado tanto en una relación, y mientras el joven de baja estatura se paseaba por la facultad contando los meses que pasaban, Chanyeol simplemente se sentía idiota por ni siquiera poder hablar.

Estaba sentado al lado de Kyungsoo e interrumpiendo ferozmente la cita con su novio, con quien celebraban los tres meses juntos, sentado en la primera hilera de asientos de un teatro demasiado elegante, demasiado aristocrático y estético como para ir con su cabello negro y alborotado, demasiado formal como para caer con sus zapatillas deportivas que vomitaban pintitas de colores, con pantalones ajustados y negros con un par de tajos abriéndose en la zona de sus muslos y rodillas, por no hablar del buzo deportivo negro y ancho, con bolsillo canguro pero gracias a Dios, sin marcas estampadas en ningún lado.

Chanyeol respiraba hondo y se veía como una mancha de tinta negra al final de una carta meticulosamente redactada. Chanyeol se veía como el tintero que caía por un movimiento descuidado después de haber pasado horas enteras escribiendo con pulcritud y paranoia en cada trazo, en cada coma, en cada mayúscula y sangría.

Chanyeol se sentía como la tinta corriéndose por la caída de una gota de agua, quizás una lágrima.

Se veía como la mala suerte de un error estúpido y evitable, cometido a último momento, porque todos solemos bajar la guardia cuando ya estamos a centímetros del final del camino.

 

 

***

 

 

—No voy a bajar hasta que me digas realmente qué está pasando. Y si yo no bajo, tú te quedas conmigo.

Chanyeol nunca fue bueno con las amenazas, nunca tuvo la pesadez, aunque sí el timbre, en su voz jugando a su favor; y el grosor en sus graves palabras aún no se correspondían con la torpeza en sus acciones, porque Chanyeol era como un mono gigante que había crecido de buenas a primeras, de repente, y que años después seguía lidiando con el estirón, ajeno a todas las proporciones de medida y tamaño, chocándoselo todo.

Siempre llevándose todo puesto, sin querer, sin cuidado.

—Sabes que si suelto un par de palabras, puedo derrumbarte —contestó Baekhyun, y entonces el otro tensó su cuerpo y casi sacó pecho, como preparando su coraza—, tendrás veintitrés años, pero sigues siendo igual de estúpido.

—Pruébame.

—No me tientes —amenazó.

—Lo hiciste una vez, lo volviste a hacer. Esta vez podré soportarlo, estoy seguro.

—Por supuesto que no —rió su figura, cargando aún su distintiva esencia, difuminada con el polvo del lugar—, de lo contrario ¿por qué estarías aquí, ahora?

 

 

***

 

 

—¿Ahora sí terminó?

—Rayos, Chanyeol, sí —Kyungsoo se tapó con las manos la cara por cuarta vez en la noche—, se aplaude al final de cada acto, nada más…te lo expliqué, no había necesidad de que te levantaras y gritaras que estabas acalambrado y que no habías entendido nada.

—Kyungsoo, entiéndelo —sonrieron a su lado, y Junmyun se inclinó hacia el muchacho de corte tazón y oscuro, despertando el rosa en sus pómulos bajo el estruendo de los vítores y los aplausos—, está enamorado, yo probablemente hubiese hecho lo mismo.

—Tú no eres tan estúpido —sonrió Kyungsoo, disimuladamente acariciándole la mano con dedos traviesos y dormidos por la quietud a través de las horas—. Chanyeol tuvo que buscar en Internet para memorizarlo.

—¡Ahí viene! —bramó el alto, tomándose el rostro mientras pedía por auxilio—. ¡Están saliendo y bajando, Kyungsoo! ¿¡Qué hago!?

—¡Silencio! Sólo… salúdalo, después de todo, vinimos para sorprenderlo —y permaneciendo en el asiento, remoloneando al juntar sus narices con las de Junmyun, Kyungsoo dejó a Chanyeol a la deriva y en el olvido.

 La alfombra roja y llena de tierra por sus zapatos siendo caminada por el elenco entero, los actores agradeciendo. Uno de los actores secundarios reparando en Chanyeol, desde su lugar casi al final de la fila de artistas. Chanyeol recordaba sin problemas cómo sonreía esa noche, con desmesurada alegría, hasta que sus ojos se encontraron. Entonces las facciones del muchacho se habían suavizado, y su cabello decolorado de rubio para el papel caía con torpeza, húmedo por el sudor, sobre su frente.

Aquella fue la primera vez que Chanyeol encontró el valor para dar el primer paso, su cuerpo entero ardiendo por los nervios y entumecido por la posición, mas sus manos estiradas y huesudas atravesando el espacio y rompiendo gradualmente aquella capa de fino aire que les separaba.

Esperó paciente a que tocara su turno de saludar, y a último momento, colocó la mano derecha bajo la izquierda, como su madre le había enseñado si quería ser respetuoso. Extendiéndole la mano y atesorando el encuentro en lo más profundo de su ser, felicitándole en voz baja y temblorosa, mientras Baekhyun ladeaba la cabeza y le deleitaba con sus palabras.

—Qué linda sorpresa me has dado.

«No esperaba verte aquí».

 

 

***

 

 

—Soy capaz de romperte la mandíbula y lo sabes.

—Mentira.

—Chanyeol, de verdad no quieres que te recuerde esa noche.

—Mentira —gimoteaba Chanyeol, la fuerza típica de un niño de cinco años latiéndole en las venas, mientras fruncía el ceño y se preparaba para pelear. En el fondo, esperaba una nueva riña, una nueva oleada de golpes, empujones y patadas.

Sólo quería asegurarse de que la piel de Baekhyun no había cambiado.

De que aquel perfume y picor extraños aún seguían brotando de sus poros, erizándole los vellos.

—Me vas a hacer enojar —lamentó el más bajo, los tacos de sus zapatos finalmente delatando su posición—, me vas a hacer enojar y no estuve de muy buen humor estos días —el agitar del reloj repiqueteó en la oscuridad, y Chanyeol cerró los ojos con fuerza, esperando el golpe de gracia.

¡Tú eres el que no quiere recordar ese día!

 

 

***

 

 

—Vaya, Junmyun puede ser todo un caballero cuando se lo propone, ¿no crees? —Baekhyun miraba por sobre su hombro izquierdo, observando a una pequeña y melosa pareja de jóvenes adultos acomodarse contra una ventana y dejar las copas y una botella en el alféizar. Junmyun, de cara a ellos, pero lo suficientemente lejos como para poder aprovechar él solo a Kyungsoo, acariciaba con el dorso el costado izquierdo del rostro de su chico, de espaldas a la entrada del pub, su expresión indescifrable para los que husmeaban con esmero—, le he visto copiar esos movimientos de las películas, es un jodido genio —reía, sus hombros encogidos y sacudiéndose mientras agitaba en su mano la botella, agarrada por el pico.

Baekhyun se había cambiado luego de la función y, para celebrar el exitazo del estreno, habían ido a parar a un pub cercano: Chanyeol lo veía al lado de la barra, encorvado sobre un taburete que le llegaba al ombligo y echando los codos sobre el cuadrado de madera, sin importarle que su trasero apuntase a medio recinto, su espalda cada tanto arqueándose por las risas y pronunciando las idas y vueltas de su espina dorsal.

—Bueno, si miramos el lado positivo —Chanyeol nunca sabía qué decir, nunca sabía aprovechar el momento. Rascándose la nuca, levantó la vista, tratando de mantener la cordura, fingiendo estar ajeno a todo—, Kyungsoo vive de eso, ese tipo de cosas le encantarán. La pasarán muy bien, sí.

—¿Y tú, grandulón? —sonrió el otro, con ojos entrecerrados y cabello mojado por la transpiración, la chaqueta de jean claro y desgastado, cargada de botones, escurriéndose de sus hombros para darle un respiro del calor que generaba el lugar cerrado y hasta el techo de gente—. ¿Qué cartas juegas, qué técnicas tienes?

Paralizándose y haciendo rebotar las curvas enmarañadas de su pelo, Chanyeol parpadeó y guardó silencio, respirando como nunca antes lo hizo, silbando en el proceso. Baekhyun juntaba las cejas y después de unos segundos, las levantaba, como haciéndole entender que no era un juego, que esperaba una respuesta y que, tal vez, el rojo en sus mejillas se conectaba con la botella de cerveza vacía, cuyo contenido parecía habérsele subido a la cabeza.

—¿Qué haces? —insistió, agitando la mano para bañar con cierta banalidad el asunto—. ¿Abusas de tu voz gruesa, aprovechas tus manos finas y largas, o simplemente te las eliges menudas para acorralarlas en cualquier esquina?

Chanyeol respiraba con torpeza y Baekhyun aún esperaba. Tragando saliva con fuerza, parpadeó frenéticamente antes de soltar lo primero que logró sacar a los golpes y retorcijones del caos que bombeaba en su cabeza.

—No me gustan las mujeres… y jamás haría eso contigo.

Y disparando la alarma en su cabeza de manera automática, porque no podía ser tan idiota, Chanyeol dejó caer su mandíbula al igual que Baekhyun, que primero guardaba silencio, estupefacto, y luego reía a boca abierta y carcajeaba, apoyando la botella sobre su estómago, irguiéndose de pronto y luego dejándola a un lado para poder aplaudir.

 

 

***

 

 

—Juro por Dios que podría matarte en este momento.

—Deja de soltar cosas hirientes —negó Chanyeol, destrozado—, ya no funcionan.

—Lo que no funciona es tu cabeza, porque aún sigues jugando a soñar que todo lo que te digo son mentiras. Podría estrangularte ahora mismo por haber arruinado mi vida —pero Chanyeol inflaba el pecho y resoplaba con brazos y piernas separadas, músculos tensos para poder hacer de pared, aunque Baekhyun no se movía de su lugar, observándolo ahora de frente, pero a varias zancadas de distancia—, maldita sea, Chanyeol, ¡Tú eres el culpable de todo esto!

 

 

***

 

 

—Para, para no debo, no deben verme —bufó Baekhyun, hastiado—, el faro…la, la luz… —Chanyeol detuvo todo movimiento pero no alejó su cuerpo o retiró las manos de su lugar; había terminado con la espalda contra un árbol pero con las garras hundidas en la cadera de Baekhyun, bajando lenta y persuasivamente hasta los glúteos, presionándolo finalmente contra él para refugiarse en su perfume y morderle los labios, presa de una adolescente excitación y locura—, vamos, vayamos hacia un lugar más oscuro…

—Quieres privacidad —asintió Chanyeol, aún aturdido—, entiendo —sonrió—, bien.

No estaba orgulloso de haberse enroscado al cuerpo del pequeño actor borracho, no se enorgullecía en absoluto de sus actos cuando la mirada dormida de Baekhyun ni siquiera parpadeaba en el rango de dos minutos, pero las ganas habían sido más fuertes, el chico había sido descarado en su propuesta y Chanyeol, sinceramente, no conocía otra forma de follar.

Aunque estaba claro que nada más allá de los besos sucedería, para él era suficiente. Caminaba con una estúpida sonrisa en la cara y la punta de la nariz roja, dando largas zancadas mientras Baekhyun lo arrastraba hacia el estacionamiento levemente vacío, mirando alrededor y fijándose de pronto en dos baños químicos.

—Allá, por allá —señaló, apurado. Chanyeol contuvo una risilla al imaginar que Baekhyun estaba hambriento de él, como si una vez que hubiese probado sus habilidades, aquellos veinte minutos de besuqueos no hubiesen sido suficientes.

—No pienso hacer nada al lado de baños portátiles—se defendió, jugando con la voluntad y tolerancia del pequeño muchacho, y torciendo su boca en altanera disconformidad, a medida que hundía las manos en su bolsillo canguro, palpando en secreto su estómago para sacarse la emoción.

—¿Y entonces? —preguntó Baekhyun, incómodo, jugando con sus dedos y examinando su alrededor, casi desquiciado—, rayos, hoy no traje el auto… y los preservativos, los preservativos están todos en la guantera del asiento

Baekhyun se echaba el pelo hacia atrás, desaliñado y frustrado, y Chanyeol guardaba silencio, estupidizado, como ido, mientras su cabeza procesaba el hecho de que Baekhyun quería tirárselo, y que efectiva y realmente, estaba quejándose por no poder hacerlo.

De repente, las ganas de empujarlo contra el plástico azulado de los baños quemaban en su frente y cosquilleaban en su estómago. Después de todo, podía hacerlo, podía aguantar un poco la respiración y hacer algo, aunque fuesen sólo unos minutos

—Espera, espera —dijo el rubio de pronto, y siguiendo su mirada y su brazo estirados, Chanyeol parpadeó—, esas manchas oscuras ahí afuera… esos movimientos… ¿Acaso no son Junmyun y Kyungsoo?

 

 

***

 

 

—No me culpes por cosas que no puedes afrontar —murmuró Chanyeol, bajando la cabeza y rindiéndose de momento para poder secarse las lágrimas. Al acomodar el peso en sus piernas, la madera se quejaba, doblándose y crujía; no había peor forma de delatar su ubicación, mucho menos si recordaba que no había vuelto a subir la escalera plegable—, tú mismo dijiste que…

Tú siempre tuviste la culpa tú fuiste el que empezó con todo —gimió el otro, el borde de uno de sus hombros temblando por la desesperación—, estaba al tanto, Chanyeol… Junmyun y Kyungsoo me lo dijeron… lo sabía todo.

 

 

***

 

 

—¡Hyung! —Chanyeol corría y agitaba los brazos, a pesar de que Baekhyun era el único del grupo que no se daba vuelta—. Hyung, buenos días —frenando en seco y riéndose ante el chirriar de la goma de sus zapatillas, el alto comenzó a removerse y hurgar en los bolsillos delanteros de su pantalón de mezclilla—. Escucha, el otro día te olvidaste esto en casa…

—¿Su casa? —disparó Junmyun, sonrojado.

—Ah, eso —sonrió Baekhyun, aún adormilado, y girándose sólo lo necesario para alcanzar a cubrir la mano de Chanyeol con la suya, atrapando ágil y silenciosamente el papel arrugado y doblado en cuatro—. No lo leíste ¿verdad?  —preguntó, entretenido, pero Chanyeol pareció agitarse por dentro al encontrar que esa sonrisa no terminaba de cuadrarle, que todo aquello era una mentira—. No está bien hurgar en las cosas de los demás —continuó, sin parpadear y mirándolo a los ojos.

Chanyeol supo entonces que, de buenas a primeras, Baekhyun lo estaba amenazando.

—No… no lo leí, porque era tuyo —se sinceró, después de todo, a Chanyeol poco le había importado lo que llevaba Baekhyun en el pantalón aquella tarde en la que habían quedado de juntarse en su casa a «estudiar, cada uno sus cosas, pero juntos», la peor excusa que había escuchado en su vida, pero que Chanyeol atesoraba con regocijo porque le hacía sentir pequeño y torpe e inexperto de nuevo, como cuando recién se descubre el sentimiento del amor.

—Bien —asintió el pequeño, portando por aquel otoño el pelo castaño, próximo a pisar un escenario otra vez—, buen chico —agregó, girándose y siguiendo su marcha a paso lento pero nervioso, dejando detrás a Junmyun y a un par de muchachos más, entre ellos, el viejo joven alto de la cafetería.

Fue la primera vez que Chanyeol se sintió mal. Extrañamente mal.

Un presentimiento le decía que, tal vez, había hecho algo mal, como haber dado a entender que pasaban el tiempo juntos, o haberse atrevido a hacerse notar entre su grupo de amigos.

Resultó ser que en ese pequeño papel, descansaba el número de Taeyeon.

 

 

***

 

 

A partir de entonces, Chanyeol sintió que todo paso que daba era en falso, o que no se sentía completamente a salvo, seguro. La arena movediza se tragaba sus tobillos cuando le mensajeaba a Baekhyun y éste no contestaba a pesar de que el informe de entrega resultaba innegable. O como cuando Baekhyun, de buenas a primeras, lo llamaba para que acudiera al bar de siempre para jugar, aunque hacía rato que le había terminantemente prohibido ir a visitarlo o verlo en una de sus obras. Chanyeol se sentía como una caja de juguetes vacía, con dos o tres piezas que cada tanto llamaban la atención del joven actor pronto a recibirse y que se pasaba los meses desaparecido y cambiando de color de cabello, paseando por toda la puta ciudad y pisando cuando teatro y bar existieran, pero nunca asomando por la casa de Chanyeol, a menos que fuera estrictamente necesario.

Fue el veintisiete de noviembre de dos años atrás, cuando Chanyeol cumplía los veinte años y estaba a la mitad de terminar tercero, que Baekhyun reapareció.

Eran las seis de la mañana y el frío era voraz, los colores claros del cielo por la mañana jugaban con la Luna llena y amarillenta, divina; mientras bajo el umbral de su puerta, el muchacho apestaba a bebidas mezcladas y la mirada con el delineador reventado y corrido de sus ojos le dio mala espina, la boca de su estómago prendiéndose fuego nada más abrir la puerta. Quería mirarle de arriba a abajo y ofrecerle su ayuda, quería dejarlo entrar y prestarle su ducha, su cama y su ropa para que pudiera mejorarse y descansar. Pero Chanyeol ya no estaba seguro de querer, ya no quería.

Se cumplían prácticamente dos años de vivir esperando y suspirando, de tener una probada de cielo para volver a caer y esperar el impulso de nuevo, y Chanyeol tenía todo el derecho de volverse egoísta y considerar que el trato de Baekhyun hacia él era injusto.

Pero Chanyeol olvidaba el gran obstáculo que le dificultaba la tarea de cargar con el collar de inocente. Baekhyun no podía verlo sin estar al borde del colapso, y contadas veces habían sido las que se habían visto allí mismo, con el rubio sobrio.

Chanyeol sabía que Baekhyun tenía algo con él, lo presentía, porque el pequeño nunca le había dicho que lo quería o que lo necesitaba, pero en aquellos momentos fugaces en lo que sus miradas voluntariamente se encontraban, y cuando Chanyeol leía las señales que le decían que podía dar, al fin, un puto paso y avanzar, los besos eran chispas, los brazos surcaban el aire y se aferraban a la piel, a la tierra, al espacio y todo lo arrancaban. Los dedos se hundían, se agarrotaban y tiraban. Tiraban a romper, tiraban hasta desgarrar, y las luces de la habitación parecían danzar, moverse sobre una misma línea como los péndulos, porque el cuarto en sí era pequeño, pero ellos eran demasiado torpes y en el lío y enredo de piernas y manos solían llevarse puestos los focos, que alteraban la visión, hacían girar las paredes y lograban dar vuelta al piso.

Cuando la espera se volvía asfixiante y la colisión entre ellos era inevitable, todo se movía tres veces más rápido, e inclusive el mundo giraba, se inclinaba y bordeaba el Sol con más calor, más fervor y más esmero.

Y los chicos tambaleaban, se agitaban y se caían, y con la ineptitud que los caracterizaba tanto a ellos en sí como a su exorbitante juventud, ellos simplemente se miraban y suspiraban. En pos de querer reírse, aunque nunca lo hacían, en pos de querer aliviar la tensión y poder de una vez dormirse con alivio, pero no, no podían hacerlo, Baekhyun nunca se lo permitiría; en vergonzosos y pobres esmeros e intentos de sonrisas que nunca eran, porque el dolor era más y eso a Chanyeol le devastaba.

Porque cuando sus ojos se encontraban, chocaban las estrellas.

Porque en cuanto sentían la respiración ajena adentrarse en sus fosas y albergarse en sus pulmones, la sustancia corrosiva explotaba.

Chanyeol, al final del día, y a pesar de los años, quería pensar que, eventualmente, todo ese revuelo sin resultados, terminaría. Soñaba con que era un maldito hecho irrefutable que el uno le hacía demasiado bien al otro, y que entre ellos se querían, refugiándose en la explicación de que se querían tanto que llegaban a hacerse mal; de que eran humo de cigarrillo, eran neuronas explotando a través del reventar de sus sistemas nerviosos. Que la música inexistente lo aturdía todo y lo único que podían sentir en esos precisos momentos era el dolor de cabeza.

Chanyeol quería poder ganar en una discusión con Kyungsoo y hacerle entender que ellos no eran como él y Junmyun, que lo suyo no era fácil porque la inestabilidad hacía que a veces se quisieran, se quisieran y nada más.

A veces, quería pensar, las cosas se calmaban, a veces no se deseaban. Sólo…simplemente se querían. En cambio, otras veces se amaban, y se amaban tanto y de tal manera que ya no daban más. Se besuqueaban hasta romperse las bocas y despeinarse por completo, chocaban los dientes y la saliva no alcanzaba nunca, así como luego los dedos picaban al sentirse en carne viva. Por no hablar del palpitar ensordecedor en sus pechos que les tapaban los oídos.

Otras veces… otras veces, generalmente a todas luces y por fuera de su casa, se detestaban o, peor, ni siquiera se conocían. Pero por suerte esos momentos duraban poco, al menos al principio, y al segundo encontronazo de miradas furtivas se les subía hasta las cejas la pasión, abrazándose con fuerza y besándose supuestamente despacio en algún rincón o en su departamento, sectores perdidos y recónditos, en alguna miserable esquina de su pequeño mundo.

Chanyeol fue poco a poco cediendo con su cuerpo, desarmándose en una joroba y en los brazos muertos a sus costados, mientras juntaba sus pies y pasaba el peso del cuerpo a una pierna, resoplando y, lamentablemente, comenzando a darse por vencido.

—Baekhyun… —suspiró, y el gemido de dolor que surcó el aire como respuesta terminó de apuñalarlo, aunque Baekhyun ya no se molestaba en hacerlo por detrás suyo, matándolo por la espalda—, Baekhyun, escucha…

—Basta, no —sentenciaron su mente, su cuerpo y su cabeza al escuchar la respiración que dispararía un discurso asqueroso, repleto de sueños perdidos, de memorias que Baekhyun prefería y debía borrar, protegido y envuelto en lamentables, pero pesadas, palabras de amor—. No me mires como si no supieras lo que está pasando. No me toques como si no supieras lo que me provocas en realidad. No me hables, ¡No te acerques —chilló, sus pies encadenados al suelo, y sabiendo que Chanyeol no avanzaba tampoco—, no me haces bien!

 

 

***

 

 

Chanyeol detesta recordar cada veintiocho de noviembre con dolor, aferrándose al teléfono mientras releía mensajes viejos y recordaba la mierdosa situación que tuvo que desayunarse ni bien terminaba el tercer cumpleaños seguido que no había festejado, expectante en secreto, esperando a que aquel bajito altanero irrumpiera en su departamento, en su vida y en su habitación.

—Debería irme —dictaminó esa tarde, al abrir los ojos, pero Chanyeol estaba jugado y sin fichas, y no aflojó el abrazo para seguir con el rostro hundido en su pecho.

—¿Por qué?

—No empieces. Porque sí, se me acabó el tiempo.

Los brazos del mayor se tensaron egoístamente, sujetándolo más fuerte, pegándolo más a él. Baekhyun era tan insoportablemente histérico, tan inconstante.

—¿No te puedes quedar?

Sabía que estaba pisando las brasas y que corría sobre vidrios rotos, pero Chanyeol, sinceramente, no podía ni quería soportar esa mierda, nunca más. Y era mejor tirar y exigir hasta que Baekhyun se enojara, antes que asumir la inminente derrota.

—Chanyeol, no puedo arriesgarme a que me busque o a que el estúpido de tu amigo y el mío me delaten —explicó con la mandíbula tensa, y Chanyeol conocía que ese agarrotamiento en su cuerpo era el preludio de un ataque de gritos, violencia y llantos.

—Quédate hasta que anochezca —susurró débilmente, a pesar de su voz grave y gruesa—Cuando caiga el Sol, te marchas y le dices que te desmayaste en alguna casa.

—Maldita sea, Chanyeol…

Por favor —el pedido era apenas audible, el brazo que Baekhyun había usado como almohada ahora se movía, la mano acariciándole el cabello por detrás, separando las hebras ahora oscuras, hundiéndose en ellas en un gesto delicado y que hasta pedía permiso para seguir teniéndolo, seguir tocándolo—. Por favor, Baekhyun…estoy cansado…

En el fondo, y con el instinto encerrado en una pequeñísima e imperturbable caja en lo más profundo de su miserable y alcohólico ser…

Baekhyun moría por quedarse.

La idea de vivir en aquel departamento hasta el último de sus días pasaba de ser un sueño inalcanzable a una realidad a medias cuando el alcohol lograba abrumarle la definición y duración de las horas y los días, pues a veces soñaba que iba fin de semana por medio y se quedaba cuanto podía, sosteniendo la ausencia en su verdadera casa con mentiras y ruegos de que nadie se enterara, ni Junmyun, ni Kyungsoo, ni Taeyeon o nadie del teatro, nadie de su equipo.

Nadie debía enterarse de lo que ocurría entre Baekhyun y Chanyeol. Nadie debía saber de sus encuentros dispersos y amor volcánico. La tarea de Baekhyun era vivir comprando los mismos perfumes que Chanyeol, pues su piel quedaba impregnada de todos sus aromas: el de la colonia, el del sudor, el de la piel, el de su vida… Baekhyun estaba marcado a más no poder de Chanyeol, a pesar de que no se veían casi nunca, y pronto el teatro que armaba para ocultar aquello se destruiría, sus bases tambaleaban ya y las manos que movían al títere ya no estaban, habían desaparecido así de la nada.

Baekhyun quería resistir.

Pero la tarea se hacía cada vez más dura y agotadora.

Y sabía que tenía todo, absolutamente todo, en contra.

Su familia no lo aprobaría, es decir, para la familia Byun, Junmyun no era su amigo porque prácticamente no existía, pero Baekhyun sabía, con pena, que Chanyeol quería vivirlo, consumirlo entero.

Que quería despertarse y tenerlo allí, acurrucado contra su cuerpo.

Que quería verlo en la cocina preparándole algo, verlo en el balcón y absorto en la vista del parque de enfrente, amarlo en la ducha cuando ambos se bañaran, arrancarle la boca a besos, devorar su piel con caricias y morir en su interior cada noche que compartían la cama.

Pero Baekhyun era egoísta y cauteloso.

Sobre todo, Baekhyun era ambivalente: soñaba con una vida con Chanyeol, pero nunca le había dicho lo insoportablemente importante que se había vuelto para él. Por algún motivo, Chanyeol siempre debía atenderle, abrirle la puerta y dejarlo entrar en aquella relación. Claramente uno tenía que tener el control, y Baekhyun no soportaba aprovecharse del alto y verlo como el sometido, mucho menos admitir que él no era el que esperaba pacientemente o se sacrificaba, porque Baekhyun era cobarde y no quería arruinar su vida y su futura familia para revolcarse en las sábanas con… bueno, el amor de su vida.

—Quédate —insistió el menor—, acompáñame para que la cama no luzca tan grande.

Miró como pudo a un costado, alcanzó a ver el brazo del otro sobre su cuerpo y un techo que aún no reconocía como suyo. Vio un ropero que no tenía su ropa, ni la tendría, pues sus prendas vivían arrugadas en una esquina de la pieza. El reloj no hacía ruido y el segundero no se detenía pesadamente, seguía de largo y sin detenerse. Aquel detalle le ponía nervioso, sentía que se le acababa el tiempo y que pasaba mil veces más rápido; la falta del “tic tac” hacía que viviera sin consciencia de lo que ocurría a su alrededor.

Se secó los labios e intentó hablar, y sólo un suspiro cansado salió de su boca, pero Chanyeol lo vio venir, siempre hacía lo mismo, y derrumbando la pesadez en su intento de oración, el alto dejó que la vulnerabilidad le golpeara de lleno, matándolo.

—Te amo, Baekhyun.

Boom.

Las palabras que no debía decir, las palabras que probablemente Baekhyun también sentía pero al decirlas en semejante circunstancia sólo parecían ser una vía de escape rápida o una excusa, una estrategia para poder cerrar con un “yo también” antes de levantarse a los saltos e irse.

—Te amo demasiado, Baekhyun, te amo tanto que duele —repitió, y se acomodó para enredar las piernas de ambos y volver a dormir—…Sólo quería que lo supieras.

Parpadeó lentamente, viendo los brillos de luz colarse y dilatarse entre sus pestañas como pequeños círculos borrosos y molestos, demasiado claros.

Aunque me amaras, y yo te amara también…nunca podría vivir aquí.

Aunque me amaras, y yo te amara también…jamás iríamos al parque o saldríamos a cenar.

Aunque me amaras, y yo te amara también…yo no podría luchar por ti, porque sólo sé protegerme.

El anillo de compromiso descansaba en la mesa de luz que tenía de espaldas, se recordó ponérselo antes de que saliese. Se recordó también poner una foto suya y de su prometida en el bolsillo de la camisa y besarla dos veces mientras volvía a casa. Sería un lindo detalle que Taeyeon, al lavarle la ropa, descubriese la fotografía y la humedad de los labios sobre su rostro; quedaría perfecto, haría parecer que había estado pensando en ella en todo momento, todo el día, todo el año.

Así se pasaban las veladas. Él enviando mensajes o respondiendo muy contadas veces, como podía, el teléfono. Cerrando los ojos y mordiéndose el labio mientras Chanyeol le quitaba el cinturón y hurgaba por debajo del cierre, sintiendo los dedos amoldarse a su masculinidad y bordearla con tosquedad.

Así se pasaban las veladas, hasta que Baekhyun cortaba convencido de que Taeyeon, a pesar de su borrachera, le creía, para después darse vuelta y besar a Chanyeol como si de ello dependiera su vida, besarlo y dejarse amar con furia porque eso era lo único que sabía hacer cuando estaba con él.

Eso era todo lo que estaba a su alcance: nada. Sólo respirar hondo y sentir el ardor entre sus piernas, el calor adentrarse en lo más profundo de su ser y embestirle con fuerza.

Cuando Baekhyun sentía a Chanyeol explotar, su propio cuerpo lo hacía y de su boca escapaban sonidos que nunca había soltado con Taeyeon; su cuerpo entero quemaba, se contraía y relajaba de una forma diferente… más brusca, más precisa, más placentera. Pero vacía al final, insensiblemente vacía.

Quiero irme —gimió, desenredando sus piernas de las del otro y de las sábanas—, no puedo tardarme más.

Logró débilmente sentarse, y cuando se dobló a un costado para estirar un brazo y tomar su camiseta, sintió la presión de los dedos del mayor rodearle la muñeca.

—¿Cuándo rayos te vas a decidir?

Baekhyun jamás olvidaría esa primera puñalada.

Porque sabía que estaba haciendo las cosas mal, pero Chanyeol no podía ser tan repentinamente malo, sabiendo lo mal que Baekhyun la pasaba.

—Sé lo que piensas —lamentó, con ojos dormidos y la resaca latiendo en todo él, ajeno a los gestos de Chanyeol—. Sé que estás cansado de ir y venir, sé que estás cansado de esperar y que hasta llegan momentos en los que te caigo mal por ser así y por cómo son las cosas… pero quiero que sepas que no doy el próximo paso no porque no me guste, sino que, no me animo a dar un paso más porque…

No servimos juntos, lo sé lo dices todo el maldito tiempo, que estamos hechos para estar separados, lo sé —completó—. Que si nos volviésemos algo serio, romperíamos, lo sé —buscó sus ojos, lastimeros—. Que estamos hechos para rompernos, para no vernos porque tú familia detesta… nos detesta, pero…si tú crees lo mismo, ¿por qué insistes seguir, Baekhyun?

«¿Por qué sigues viniendo?»

 Baekhyun nunca le respondió, y aquella fue la última vez que se vieron, hasta esa mismísima noche, en plena discusión, escondidos en el ático.

 

 

***

 

 

—Te lo dije antes de que te fueras —amenazó Chanyeol, cínico, y finalmente avanzando para entregarse a lo que pudiera llegar a suceder—, te lo dije antes de que me rompieras la mandíbula y desaparecieras, Baekhyun: nosotros sí podemos ser algo, aunque sea corto… pasa que nunca tuviste los cojones para hacerlo.

«Nunca nos diste una oportunidad».

Y por primera vez en la noche, Chanyeol alcanzó a ver el destello en sus ojos, en la mirada acusadora, con el más bajo apretando los labios, colérico.

—¿Darnos una oportunidad? ¿Darnos una oportunidad? ¿Acaso te divierte la idea de arruinar todo lo que me costó construir? ¿¡Por qué no prendes tu estúpida cabeza por una vez y escuchas lo que dices!? ¡Sólo piensas en ti!

—¡¡Trajiste a tu maldita prometida sabiendo que yo vendría y gritaste a los cuatro vientos que ya tenían la fecha para la ceremonia arreglada!!

 

 

***

 

 

—¿Adónde te vas? —desafió de una buena vez, despejando sus vergüenzas y sus dudas, porque Chanyeol prefería vivir sabiendo que, por lo menos, había hecho algo en vez de seguir sentado, esperando como un imbécil.

—Me voy, te dije que me quedé sin tiempo —contestó Baekhyun, el frío recibiéndolo de golpe, mirando en alto hacia la calle, y tratando de recordar cómo volver—, no voy a volver, lo siento.

Mentira.

—Chanyeol, si me hubiera ido antes… si no me hubieras retenido con tus estupideces…

¡Deja de buscar excusas, maldita sea, eres un cobarde, Baekhyun, un cobarde de mierda!

 

 

***

 

 

La madera crujía a pesar de que Chanyeol ya no se movía, y al igual que Baekhyun, cerraba sus ojos y dejaba caer sus hombros, rindiéndose ante el llanto al que hacía tantos años se entregaban.

Porque Baekhyun había sido despiadadamente malvado esa noche, jugando su última carta, su maldito as, aunque realmente, Taeyeon era su comodín.

Porque había esperado a que la cena estuviese en su auge, y porque ella había entrado silenciosamente, sin hacerse oír al cerrar la puerta detrás del varón,  dejándose el pelo suelto, ondulado y cayendo por el hombro izquierdo.

Las hebras castañas serían artificiales, se dijo Chanyeol, pero brillaban demasiado y brillaban como sus ojos, brillaban como el lápiz labial de bálsamo sobre sus labios.

Porque era pequeña y menudita, pero tenía ese algo que la hacía especial.

Porque era hermosa.

Repugnante y asquerosamentehermosa.

«Chicos» había carraspeado, llamando la atención en la mitad de la cena y ni bien ella hubiera salido de trabajar.

«Les presento… les presento, finalmente, a Taeyeon».

Y Chanyeol no podía dejar de mirarla.

Mirarla y odiar todo lo que ella era y todo lo que ella y aquel simple acto de presentación significaban, llevándolo al borde de la locura, queriendo romperlo todo y protestar.

Porque era perfecta.

Porque era más de lo que Baekhyun se merecía, porque no era más que un hijo de mil putas, y era muchísimo más de lo que alguna vez podría llegar a encontrar, porque Baekhyun realmente no se lo merecía.

La maldita mujer era hermosa y perfecta.

Porque, a fin de cuentas, era lo que la familia de Baekhyun buscaba.

Y Chanyeol no podía competir contra eso.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Lannyssi , gracias, miles de millones de billones de gracias eternas por ofrecerte para corregir esto. Lograste convencerme de que lo mejor era subirlo, a pesar de que quedasen pendientes las cachetadas y una que otra lisiada ^^ (¿Nunca les pasó de vomitar un montón de palabras en el Word y después no saber qué hacer?). Además, ¡Pedazo de portada que hiciste! Casi me largo a llorar ;m; te debo la vida, sabelo.


Si bien esto podría significar oficialmente mi "salida del bloqueo", lo tuve tanto tiempo escondido que prefiero hacer mi vuelta de manera oficial con otra cosa ;) Así que, por favor, esperen un poquito más y les traeré más material nuevo (y extenso, sí señor xD)!


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