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El Fénix del Rey por Orseth

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            -Preparamos cómodas habitaciones para usted y su gente, majestad –dijo James cuando la comida termino.

            -No esperaba menos de usted, rey James, siempre nos atiende de la mejor manera, permítame darle las gracias.

            Bellatrix había permanecido en silencio mientras comía, pues como estaba ante la presencia de su padre, había podido quitarse el velo y comer con ellos; pero había llegado el momento en que el rey Riddle conversara con ella a solas, pues su visita era precisamente saludar a su adorada hija.

            Acompañado de los reyes y su yerno, fue hasta el área de concubinas para entrar a las habitaciones de bella.

            -Cuándo se disponga a descansar, unos guardias estarán esperándolo en la entrada para conducirlo a su habitación.

            -Gracias –respondio despidiéndose de James, Lily y  Harry.

            Cuando finalmente quedó solo con bella, se desplomo en un sofá exhalando un suspiro.

            -Me desesperan… James, su esposa y su idiota hijo.

            -Papá, es mi esposo.

            -Y tú una estúpida… -respondio viéndola- ¿Un doncel?... ¿en serio Bellatrix, un doncel para que haga lo que tú no pudiste?

            -Papá, yo lo he intentado todo –respondio corriendo a sentarse a su lado.

            -Pues no se ve –dijo malhumorado- si ese doncel tiene un hijo antes que tú, olvídate de ser reina.

            -Pero soy la primera esposa, si Harry es coronado yo sería su reina.

            -Sí, pero ¿Quién crees que sería su favorita o en este caso, favorito si logra tener un hijo varón?

            -No es lo mismo, yo sigo siendo la primera esposa.

            -Escucha Bella –exclamó enderezándose en su lugar como para darle más énfasis a sus palabras- si alguien que no seas tú, tiene un hijo varón del príncipe, cuando quedes viuda ¿a quién crees que le darán la preferencia?

            -¿Viuda? –repitió confundida.

            -Sí… mira, si alguna de sus concubinas o ese doncel tienen un hijo varón, la atención se centrara en cuidar a ese niño, los ministros se ocuparan de él y de su madre ¿acaso crees que te lo darían a ti para cuidarlo?... ¿para qué harían eso si tiene a su madre o padre, sea cual sea el caso?... en cambio si tú eres la que tiene ese niño como corresponde, al quedar viuda, yo tu padre vendría a ayudarte a gobernar Hogwarts como corresponde al padre de la princesa.

            -¿Y mis suegros?

            -Oh si, ellos… es una pena nadie tenga la vida asegurada… ni los reyes de Hogwarts –respondio haciendo un gesto de desconsuelo.

            -Pero… mi esposo –dijo en voz baja.

            -¿Qué hay con él?

            -Lo quiero, Padre… amo a Harry.

            -¿Lo quieres tanto como para cederle tu lugar al doncel?... solo serás reina de nombre, querida…solo piensa en esto ¿Por qué aun sigues aquí? ¿Por qué el príncipe no te ha mudado a sus habitaciones?... yo sé que tiene todo el derecho de tenerte aquí, para eso es tu esposo, pero si de verdad te amara convivirías con él en su alcoba como lo hace la reina Lily con ese idiota de james.

            Bellatrix se quedó callada mientras Tom la observaba.

            -No estás aquí para jugar a la casita, Bellatrix; eso de la alianza para la paz es pura mierda, yo solo acepté porque era conveniente en el momento y muy beneficioso para nosotros a largo plazo, así que decide de una vez por todas que es lo que harás.

 

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            -Ese hombre me pone nervioso –dijo Harry a su padre mientras bebían una copa en el estudio de james.

            -Sí, es algo inquietante, pero tranquilo hijo, no puede hacer nada, solo hay que estar pendiente de cualquier movimiento.

 

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            Tom Riddle paso una semana en el palacio, pero antes de irse platico a solas con su hija de nuevo para despedirse.

            -¿Y bien?

            -Haré todo lo que tú me digas –respondio con firmeza- yo nací para ser reina, no una simple concubina.

            -Esa es mi hija  -exclamó sonriendo.

            -¿Pero qué debo hacer?

            -Por principio de cuentas, deshacerte de ese doncel.

            -¿Qué? –Exclamó sorprendida- aquí no puedo hacerle nada, sería más que obvio que pensaran en mí si algo le pasa a ese imbécil.

            -Tranquila, tendrás ayuda.

            -¿De quién?

            -Ya me hice de algunos aliados aquí, tengo en el bolsillo a un capitán de tropa, justamente al que está asignado a los guardias del área de concubinas, se llama Fenrir Greyback.

            -¿Y es de fiar? Podría ser una trampa.

            -No querida, si algo sé reconocer en los demás, es el brillo de la ambición en sus ojos y ese hombre lo tiene.

            -¿Hay alguien más?

            -Sí, pero todo es poco a poco, tú encárgate de sacar al concubino de aquí y yo me haré cargo de él afuera.

            -¿Y cómo lo saco?

            -¡No lo sé Bella, piensa en algo! –Exclamó exasperado- demuestra que no solo sirves para concebir niñas –añadió molesto.

            -De acuerdo  papá.

            -Otra cosa, necesito que concibas a un niño.

            -Ajá ¿algo más?

            -¡No seas irrespetuosa conmigo! –exclamó abofeteándola.

            -Perdón… -musito doliéndose, inclinando la cabeza.

            -Escucha, he hecho traer a nuestro médico personal.

            -¿Y para qué, acaso el sabe un tratamiento nuevo para mí?

            -No, pero él será tu médico personal desde ahora.

            -¿Y Dumbledore?

            -Ese viejo decrépito me importa una mierda, el rey tuvo que aceptar que yo impusiera a mi medico solo para ti, pues yo como padre estoy preocupado por mi hija, así que Pettigrew se quedará en el palacio para tu uso exclusivo, así que lo que harás será atraer a tu lecho a tu esposo y después quedaras embarazada y Pettigrew será el que controle tu embarazo esos nueve meses, nadie más podrá hacerlo… nadie podrá negar que estás embarazada.

            Con esas últimas palabras, Bellatrix comprendió lo que su padre pretendía; fingir un embarazo y finalmente tener un hijo varón.

-¿Y cómo conseguiremos un recién nacido? –dijo sintiéndose muy nerviosa solo de pensar en ese plan.

            -Eso es lo de menos querida, buscaremos un niño de ojos verdes, así la paternidad será más convincente, y si no lo encontramos, tampoco significará mucho problema, tus ojos negros bastarán, será perfecto; de lo demás deja que yo me ocupe.

            -De acuerdo –respondio decidida a ser reina de Hogwarts- hare que te sientas orgulloso de mí.

            -Eso espero –respondio levantándose- es hora de irme, estaré al pendiente de ti.

           

 

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            Cuándo el rey Riddle y su comitiva partieron del palacio, todo volvió a la normalidad.

            -Oye Harry, te ves diferente –dijo Ron observando a su amigo.

            -¿Ah sí, en qué sentido? –respondio mientras ensillaba su caballo.

            -Pues no sé… como que te quitaste un enorme peso de encima, últimamente te veías muy abatido, ¿ya solucionaste tu conflicto con lo del doncel?

            -Algo así.

            -¿Cómo?

            -Nada en particular Ron, solo acepte un par de cosas.

            -Qué bien amigo, suerte con eso.

            -Gracias.

            Y realmente Harry ya se sentía mejor consigo mismo gracias a Cédric, pues a pesar de que aun cargaba los pesados principios morales inculcados por sus padres durante toda su vida, había descubierto que no era un monstruo… su nueva realidad era monstruosa si, para la mayoría de las personas, pero tampoco podía cambiar lo que era; tampoco había vuelto a ver a Cédric en privado pues a pesar de haber disfrutado como nunca el sexo con alguien, no era el “cómo”… sino el “con quien”… deseaba yacer de nuevo en el lecho de Draco, pero no a la fuerza, no como hasta el momento.

            Suspiro preguntándose el sabor de sus labios, una caricia suya… una simple sonrisa… pero no sabía cómo acercarse, además de que el rubio estaba totalmente negado a una buena relación… ¿Por qué simplemente no podría ser como Luna o Pansy?... pero no, cayó en cuenta de que justamente eso era lo que le gustaba; no que lo desafiara sino que no pensara igual que él, que le expusiera sus puntos sin temor a ser contradicho.

            -Es porque no está educado para agradarme, sino para pensar por sí mismo.

            Tampoco era como que eso le agradara mucho pues él estaba educado para dar órdenes y ser obedecido sin cuestionamientos, por lo que solo se rascó la cabeza sintiéndose confundido… ese doncel era un verdadero dolor de cabeza.

 

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            -Necesito aliados… -pensó bella sosteniendo el par de pendientes que Harry le había regalado en su último viaje.

            -Buenos días, mi señora –saludo Millicent entrando a la estancia con ropa limpia de cama- vengo a hacer el aseo.

            -Pasa querida.

            Millicent se le quedó viendo extrañada por la voz melosa que empleó con ella, pues por lo general eran tratos secos.

            -Pensaras que estoy loca, lo sé.

            -No majestad, yo solo estoy para servirla.

            -Lo que sucede es que mi padre me hizo ver lo sola que me siento –dijo sentándose a la mesa con expresión triste- me hizo ver que las personas que tengo a mi alrededor pueden ser agradable compañía si les doy la oportunidad.

            -Por supuesto mi señora, si usted comparte con las demás señoras del príncipe, verá que sus días serán más agradables.

            -No, no hablo de ellas, sé que me detestan.

            -No es así.

            -Yo busco una amistad que no tenga intereses conmigo.

            -¿Cómo es eso, señora? –pregunto Millicent después de dejar la ropa en la habitación.

            -Sí, alguien que sea sincera conmigo, una verdadera amiga… pero aquí en imposible.

            -Yo soy una simple sierva, mi señora, pero cuando usted guste puedo venir a acompañarla.

            -¿Harías eso por mi?

            -Por supuesto, lo que pasa es que siempre nos ha rechazado, pero estamos para servirla.

            -Gracias Millicent, eres muy amable, pero no sé si pueda confiar en ti… yo necesito una confidente.

            -Seré una tumba, mi señora.

            -Qué linda… mira, para celebrar el inicio de esta nueva amistad quiero regalarte un pendiente.

            Millicent miró asombrada como bella sacaba un arete del estuche negro que tenía en las manos y se lo daba.

            -¡Por el profeta Merlín! –exclamó la sierva con las manos en la boca.

            Bellatrix sonrió viendo la expresión de la chica, pues tal y como había dicho su padre, el brillo de la codicia era inconfundible.

 

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            Harry procuraba visitar a sus hijas todos los días, eran un oasis de paz para él junto con sus madres, con las cuales platicaba un rato y luego se le iba el tiempo jugando con las niñas; después pasaba un rato a ver a Bellatrix; a Draco pasaba a visitarlo y a platicar un poco con él, aunque sus platicas eran un tanto forzadas pues el rubio solo contestaba con  monosílabos, aun así Harry era amable y así como a ellas, también le llevaba regalos a él.

            -¿Seda bordada con hilos de plata? ¿Y para que carajos quiero yo seda bordada con hilos de plata? –preguntó ceñudo viendo la tela que iba envuelta en papel.

            -¡Es hermosa! –Exclamó Pansy viendo emocionada la tela, en casa de Draco- Draco, de verdad esta tela es bellísima.

            -Sí quieres quédatela.

            -Imposible, fue un regalo para ti de nuestro esposo.

            -¿Pero yo para que la quiero?

            -El color es hermoso –dijo Luna tocándola- verde y plata ¿Por qué siempre te trae cosas con tonos verdes?

            -Mmm –respondio Draco cruzando los brazos y alzándose de hombros- creo que una vez me pregunto mi color favorito.

            -¿Y es el verde?

            -Sí.

            -Qué lindo… -respondio Luna envolviéndola de nuevo- es preciosa Draco, no puedes rechazarla.

            -¿Pero yo que hago con ella?

            -Sí aun no sabes, guárdala.

            -Bien –dijo rodando los ojos- mejor comencemos con las clases.

 

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            -¿Y bien? –Preguntó James a Minerva, la cual lo miraba intentando disimular su temor- y no quiero mentiras, yo sabré si me mientes y te castigaré si lo haces, así que dime ¿mi hijo ha visitado el lecho del doncel en estos días?

            -Yo… yo…

            -Tú lo sabes, sabes todo lo que pasa en ese lugar, ese es tu trabajo.

            -No majestad –respondio sin más opción- no lo ha hecho.

            -¿Desde hace cuanto?

            -Desde hace más de un mes.

            -¿¡Pero cómo es posible?! –exclamo aventando una lámpara que había en su escritorio.

            -Cálmate querido, solo hay que preguntarle a Harry porque no lo ha hecho –dijo Lily intentando calmarlo.

            -¡No me calmes, mujer! –gritó soltando su brazo del toque de su esposa- ¿¡pero qué es lo que le pasa a ese idiota?!... ¡necesitamos que tenga un hijo! ¿¡Cómo va a tenerlo si ni siquiera es capaz de acostarse con su concubino, acaso no es capaz ni de educarlo?!

            -James –dijo Lily dando un paso prudente hacia su marido- hay tiempo.

            -¿¡Tiempo?!... ¿¡tiempo?! … ¡no seas estúpida, tengo hermanos que están como aves de rapiña, hay gente de otros reinos que están al acecho! ¿¡Y tú dices que hay tiempo?!... ¡tú, lárgate! –dijo dirigiéndose a Minerva.

            Al oír eso, la persona que escuchaba a hurtadillas se escondió al saber que la puerta se abriría.

            -Tengo que hacer algo al respecto –dijo james caminando de un lado a otro.

            -¿Cómo qué?

            -Sí es necesario, yo tomaré al concubino.

            Al oír eso, Lily se puso la mano en el pecho mientras se ponía pálida.

            -¡Pero… tú no puedes hacer eso!

            -Claro que puedo, la ley lo permite, dice que un cuñado o suegro pueden tomar el lugar del esposo, si después del nacimiento, dan la paternidad al esposo de la mujer… es lo mismo para las concubinas, o sea que es lo mismo para el doncel.

            -Eso es solo si el esposo lo permite y dudo mucho que Harry permita que tomes a su concubino… ¡por Dios James, tú no puedes hacer eso, esa ley es monstruosa!

            -Pero está permitido en el libro sagrado,  de hecho el profeta Merlín hizo eso con su nuera y después dio la paternidad a su hijo, por eso su hijo pudo continuar su descendencia.

            Lily ya no respondio, solo ahogo un sollozo mientras se dejaba caer en el sofá; afuera Millicent se puso una mano en la boca impresionada y se fue de ahí.

 

 

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            -Escuche algo impresionante mi señora –dijo Millicent mientras limpiaba las vitrinas de la casa de Bellatrix.

            -Cuéntame querida, necesito saber que pasa fuera de aquí o me aventare por la ventana.

            Riendo por la ocurrencia de la princesa, Millicent contó todo lo que había oído con gran detalle.

            -¡Oh! ¿En serio?

            -Sí, pero la reina Lily estaba muy afectada, creo que no desea que su esposo esté en un lecho ajeno.

            -Sí, la entiendo… pero es necesario para el reino ¿no lo crees?

            -¿Usted no se sentiría mal, mi señora? –pregunto con gran curiosidad.

            -No, es nuestro deber hacer todo lo necesario para el bienestar del reino.

            -¡Vaya, no creí que pensara así!... la verdad es que las demás la juzgan mal entonces, dicen que esta celosa de ellas y sobre todo del concubino.

            -Malditas arpías… -pensó sonriéndole a la sierva- están equivocadas, es solo que me gusta la privacidad y no estar platicando tonterías con ellas.

            -Estoy de acuerdo con usted.

            -Bueno querida, me gustaría que me hicieras un favor.

            -Lo que ordene majestad.

            -Quiero que me consigas un uniforme de soldado.

            -¿Un uniforme de soldado? –repitió haciendo gestos- ¿escuché bien?

            -Sí querida Millicent, escuchaste bien, quiero un uniforme de soldado completito, desde el turbante hasta las botas.

            -¿Y para qué?

            -Bueno… te contare pero debes prometer no decirle a nadie, porque la verdad me da mucha pena.

            Sonriendo por sentirse tan apreciada, Millicent dejó el paño y la copa que tenía en la mano y se acerco a la princesa.

            -Mi señora, no debe desconfiar de mí, juro por mi vida que no diré nada.

            -Bien, es para un pequeño juego íntimo con mi esposo.

            -¡Oh ya entiendo! –respondio ahogando una risita.

            -Pero debe ser un secreto, nadie debe saber que ese uniforme entró al área de concubinas, si es necesario robalo… toma, para las inconveniencias que eso provoque –añadió dándole el otro pendiente de diamantes.

            -Gracias princesa, su generosidad es mucha –respondio tomando el arete.

            -Ahora sigue con tu trabajo, Minerva no debe sospechar que pasas más tiempo aquí del necesario.

            -Lo que ordene, mi señora.

            Mientras tanto, bella se metió a su cuarto a escribir una nota, pues a diferencia de las demás concubinas, ella si sabía leer y escribir debido a que su padre lo considero necesario para conveniencias del reino; cuando terminó, salió de la habitación y cuando la sierva termino de limpiar, le dio la nota.

            -Debes entregarle esto al capitán Greyback, es una nota de agradecimiento que mi padre dejó para él cuando se fue, dijo que lo trato con mucha amabilidad, pero lo había olvidado, espero que nadie sepa lo torpe que soy.

            -Se al entregaré enseguida, majestad.

 

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            Cuando Millicent le llevo lo que pidió, Bellatrix lo examino todo cuando quedó sola, puso el atuendo en su cama, viendo satisfecha la larga túnica negra con sus respectivos velos y mantos, el cincho de cuero y la banda que le cruzaba el pecho con la insignia del reino y las botas de cuero ya gastadas, menos las espada, esa no había podido conseguirla.

            -Pero no importa, es perfecto –musito.

            Después fue a asomarse a la ventana, viendo a Draco platicando con las mujeres, miró el reloj y vio que ya faltaba poco para la siesta de las niñas, por lo que Millicent le llevaría a su hija.

            -Bueno concubino, no puedo matarte, pero pronto saldrás de aquí.

            Esperó paciente hasta que la hora de la siesta llegara, así que entró Millicent con la pequeña Kala.

            -Ven mi amor, es hora de dormir un ratito –dijo tomando la mano de la niña- Millicent, ven cuando ella se duerma.

            -Sí señora.

            Cuando la niña se durmió, la sierva acudió solicita a las habitaciones de la princesa.

            -Escucha querida –dijo invitándola a sentarse junto a ella- hoy quiero que hagas algo muy importante.

            -Usted ordene mi señora –respondio sorprendida de tanta familiaridad de la esposa del príncipe.

            -Esta es una prueba definitiva de tu lealtad hacia mí y si la pasas, puedo asegurarte que tendrás tu futuro asegurado.

            -¿Qué quiere decir majestad? Soy leal a usted.

            -Eso es fácil de decir, pero los hechos ya son palabras mayores… pero si me obedeces y eres incondicional hacia mí, grandes riquezas te esperan Millicent.

            -Ordene mi señora.

            -Las concubinas ya están en sus aposentos, el área del jardín está vacía; he observado al doncel y él suele mirar por la ventana a estas horas.

            -Sí, él no quiere tomar ninguna siesta, prefiere tomar el fresco desde sus habitaciones.

            -Bien, pues quiero que hagas esto.

            Cuándo Millicent escuchó lo que Bellatrix quería que hiciera, la miró con el miedo reflejado claramente en sus ojos.

            -Mira –continuó bella tomando su mano y colocándole un anillo de oro con un hermoso rubí- pagaré bien tus servicios, soy generosa con los míos.

            Millicent miró estupefacta la hermosa joya que refulgía en su dedo, luego miró a bella decidiendo definitivamente de lado estaría.

            -Lo haré mi señora, haré lo que usted guste y no preguntare nada.

            -Perfecto querida –respondio sonriendo triunfal- ahora ve y haz lo tuyo.

            -Bien.

 

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            Draco miraba adormecido la palmera meciéndose al viento al calor de la tarde, recargado en su mano en el marco de la ventana, entonces vio salir a Millicent de la casa de Bellatrix, no prestó mucha atención hasta que vio un sollozo de parte de la sierva cuando pasaba por el centro del jardín.

            -¡Millicent! –gritó llamándola a lo lejos.

            Ella volteó a verlo y limpiándose las lagrimas, se acercó.

            -A su servicio –dijo sonándose la nariz.

            -¿Qué te paso, por qué lloras?

            -Por nada.

            -No creo que por nada ¿Bellatrix te regaño?

            -Sí –respondio enjugándose el rostro de nuevo- pero todo fue culpa mía, soy tan estúpida.

            -¿Quieres pasar y hablar de eso?... toma algo y cálmate, anda ven.

            Millicent entró a la casa de Draco y tomó agradecida un vaso de jugo.

            -Yo… -dijo gimoteando- me tomé una atribución que no me correspondía… ¿cómo pude pensar algo así? ¡Soy tan tonta!... me dijo que me acusará con el príncipe y seguro seré castigada.

            -No llores ¿quieres que yo hable con ella?

            -¿Usted haría algo así por mi? –exclamó esperanzada.

            -Claro.

            -¡Oh muchas gracias!... aunque no sé si deba.

            -Tú tranquila, vete a hacer tus deberes y yo me encargo.

            -Gracias, muchas gracias –respondio levantándose y saliendo de ahí.

            Después de que ella salió del área de concubinas, Draco fue a la casa de Bellatrix y tocó la puerta.

            -¿Tú aquí? –Exclamó ella cuando abrió- sí que es una sorpresa, pasa.

            Cuando él cerró tras sí, caminó tras ella en dirección a un sofá.

            -Vi  Millicent entrar a tu estancia, seguro ya te fue con el chisme.

            -Mas bien yo le pregunté… ¿Qué pasó, que fue lo que hizo para que amerite que la acuses?

            -Ya lo verás –respondio ella yendo a su cuarto haciendo señas de que la siguiera- ocurrió esto –añadió mostrándole algo que estaba tendido sobre la cama.

            Draco se acercó y vio el uniforme de un soldado del desierto tendido sobre la cama, con las botas en el suelo.           

            -Yo decidí tomarla como amiga y confiarle algunas cosillas, como que extraño a mi esposo en mi lecho, eso porque necesito a alguien con quien desahogarme.

            -¿Y Minerva no está para eso?

            -Simplemente no me inspira la suficiente confianza… pero bueno, el asunto es que a esta sierva se le ocurrió traerme esto para que mi esposo y yo hagamos una especie de juego… ¿te imaginas yo proponiéndole esto al príncipe? ¡Preguntara cómo es que se ocurrieron estás cosas! Pensara que soy una pervertida o algo así, así que la regañe por tomarse más confianza de la permitida… pero ven, tomemos algo ya que estás aquí ¿quieres un te? –ofreció regresando a la estancia.

            -Bueno –respondio para poder pedir el que no acusara a Millicent.

            -Adelante –dijo invitándolo a sentarse en el sofá mientras ella servía las bebidas- yo anhelo a mi esposo en mi lecho pero no por eso haré esas cosas, está mal, son juegos de mujeres sucias.

            -No deberías acusarla, no lo hizo con mala intención, solo quiso ayudar.

            -Pero nadie se lo pidió, pudo meterme en problemas… pero ya que hablamos de problemas, quien de verdad los tiene, eres tú ¿no?

            -¿Yo? –repitió frunciendo el ceño mientras recibía la taza de té.

            -Sí, con eso del hijo varón que el reino necesita… -dijo bella sentándose en el mismo sofá, con otra taza para ella.

            -Ah, eso… bueno, no es mi problema.

            -¿De verdad no te importa que el rey tome el lugar del príncipe en tu lecho?

            Draco escupió el té que tenía en la boca salpicando a Bella.

            -¡Oh cielos!... –exclamó ella levantándose de prisa- ¿quieres una servilleta?

            -¿Qué dijiste?

            -Qué si querías una servilleta.

            -¡No, lo de antes!

            -¿Lo del rey en tu lecho?

            -Sí –respondio recibiendo una servilleta de tela.

            -Promete que no le dirás a nadie, esto no debería decírtelo yo.

            -Habla ya –exclamó impaciente.

 

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