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El Fénix del Rey por Orseth

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            -Bueno, pues resulta que el rey sabe que el príncipe no visita tu lecho, así que lo que hará será tomar el lugar de nuestro esposo y tomarte en su  lugar.

            -¡No puede hacer eso!

            -Claro que puede, la ley lo permite… solo que es una ley muy vieja y olvidada, porque por lo general los esposos no están muy felices de que su padre tenga sexo con sus esposas.

            -¡Eso es asqueroso! –dijo levantándose y dejando la taza en la mesa- ¡no lo permitiré!

            -Cálmate, al parecer solo lo hablo con la reina, aun no se lo ha dicho al príncipe… pero el príncipe nunca le dice que no a su padre… pero no te preocupes –añadió levantándose y poniéndole una mano en el hombro- Harry salió de viaje y no regresa hasta pasado mañana, así que en estos días no pasará.

            Draco no respondio, solo se quedó callado en lo que bella iba a su cuarto y regresaba con una bolsa.

            -Pero si no quieres que acuse a Millicent, deshazte tú de estás porquerías, yo no quiero tener nada que ver con ellas y promete que no le dirás a nadie que estuvieron aquí.

            -Yo… de acuerdo –respondio como ido.

            Cuándo salió de ahí, se fue  sus habitaciones y ya no pudo relajarse en lo que restó del día.

 

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            Esa noche no pudo dormir, solo caminaba de un lado a otro sintiéndose más atrapado que nunca.

            -Jamás… jamás permitiré que ese hombre se me acerque siquiera… -pensó al borde de la desesperación.

            Entonces miró la bolsa que bella le había dado y sin pensarlo más sacó el contenido.

 

 

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            -Bien Greyback, espero que cumplas con lo que te toca –pensó bella caminando nerviosa mientras daba vistazos a través de la cortina con las luces de su estancia apagadas.

            Pasada la media noche, vio movimiento en la casa de Draco y su corazón latió sobresaltado al verlo apagar las luces de afuera quedando todo oscuro, pero no tanto como para no ver salir a un caballero del desierto, con turbante y velo puestos, listo para salir.

            -¡Sí! –Pensó triunfante- Greyback, por favor, no me falles ahora.

 

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            Draco salió vestido como un soldado, llevaba el rostro cubierto y sus pies, ahora con botas de cuero, intentaban ir lo mas silenciosas posible; recorrió el largo pasillo que llevaba hasta la salida, en donde vio la entrada al área de concubinas con trasparentes cortinas de encaje.

            Se acercó para ubicar al guardia e inmovilizarlo, pero para su sorpresa lo encontró sentado en el suelo, dormido.

            -¿Será posible? –pensó feliz de su buena suerte.

            Viendo que no hubiera nadie, le quitó la espada y continuó su camino.

            Pero tras una pared, un hombre… más bien un capitán, vio sonriendo como un soldado salido del área de concubinas había desaparecido tras quitarle la espada al hombre que yacía en el piso; hombre que él había sedado para que cayera dormido con una simple cerveza.

            Draco caminó desorientado en esa enorme edificación, pues realmente no sabía ni siquiera en donde estaba la salida, solo encontraba habitaciones y jardines en ese gran palacio, pero del frente nada;  se cruzó con varios sirvientes, incluso guardias, pero a todos los ignoró y con paso firme continuaba su camino hasta que por fin pudo ver lo que parecía la entrada al palacio.

            Suspiró aliviado cuando la brisa nocturna llegó hasta él, así que conteniéndose para no echarse a correr, caminó a la salida en donde vio el enorme patio con algunos guardias platicando y sosteniendo sus caballos por las bridas; unos llegaban y otros salían, así que aspiró aire y caminó hacia el enorme arco que marcaba la salida definitiva del palacio real.

            Se cruzó con otros guardias que no le prestaron la menor atención, incluso un grupo de varios soldados iban al interior del palacio, y para no verse tan obvio tuvo que caminar entre ellos y entre ellos iba uno que lo miró haciendo que sus miradas se encontrasen por un par de segundos.

            Cuando los dejó atrás, suspiro aliviado viendo que la calle estaba a tan solo unos metros.

            -Esos ojos… -pensó Ron, el soldado con el cual había cruzado miradas.

            Frunciendo el ceño detuvo su andar volviendo el rostro hacia el soldado que estaba a punto de salir.

            -Ojos grises… solo he visto unos ojos así… -pensó viendo al soldado que con paso firme se alejaba cada vez más- ¡oye! –exclamó con voz fuerte haciendo que otros guardias voltearan, menos al que se dirigía- ¡el guarida que está a punto de salir, detente!

            Draco se detuvo en seco sintiendo que el corazón iba a salírsele por la boca.

            -Sí, tú… voltea –dijo Ron caminando despacio hacia él, siendo seguido por su tropa, que curiosos se acercaron.

            Tragando en seco, Draco no tuvo más opción que darse vuelta, pues correr estaba definitivamente descartado.

            -¿Sí? –preguntó como si nada.

            -Quítate el velo –dijo Ron mientras caminaba hacia él.

            -Voy de salida.

            -No importa, quítate el velo.

            Draco sintió pánico al verse rodeado cada vez mas de soldados curiosos que veían a su capitán pedirle a un compañero que se quitara el velo.

            -Señor, yo entiendo, pero urge que yo…

            -O te lo quitas tú o te lo quito yo –interrumpió Ron llegando hasta él.

            A pesar de no entender la situación, los demás soldados apoyaron a su capitán rodeándolo y rodeando al soldado que se negaba a descubrir su rostro.

            Las manos de Draco se negaron a moverse, así que Ron dio un paso adelante y quitó el velo provocando exclamaciones de sorpresa en los presentes.

            -Ya lo sospechaba –dijo Ron al ver las delgadas marcas en el rostro de Draco.

            -¡Es el doncel!

            -¡El concubino del príncipe! –exclamaron los soldados.

            -¿A dónde ibas? –preguntó el pelirrojo.

            -Debo salir –respondio mirando al frente.

            -¿Con el permiso del príncipe?

            -Sí.

            -Vestido así y sin compañía –dijo Ron recorriéndolo con la mirada- Por supuesto.

            Draco supo que no iba a engañar a nadie con esos argumentos, así que solo miró con desprecio a Ron cuando éste ordeno  a dos guardias que lo tomaran de los brazos y lo condujeran de regreso al interior del palacio.

            -¿Cómo lograste evadir al guardia de la entrada? –preguntó Ron, pero Draco permaneció en silencio.

            La respuesta llegó cuando llegaron al área de las concubinas y vieron al guardia sentado en el suelo con una botella de cerveza a un lado.

            -¡Mierda, no puede ser! –Exclamó Ron dándole un puntapié- ¡Hey tú, despierta!

            -mmm…

            El hombre con trabajos abrió los ojos viendo sin entender el alboroto que había ahí.

            -¡Estúpido, levántate!

            El soldado se levantó trabajosamente siendo sacado de ahí por otro guardia a una seña de Ron.

            -Tú quédate aquí –dijo a otro caballero del desierto.

            Dos guardias sujetaban a Draco mientras era conducido al interior, seguido por Ron y otro soldado; el alboroto provocó que las luces de las casas de las concubinas encendieran sus luces, incluida la de Bellatrix.

            -¡No puede ser, maldito idiota! –exclamó viendo el alboroto en la casa del doncel.

            Cuándo entraron a la lujosa estancia de Draco, por fin fue soltado.

            -Los guardias se quedarán aquí hasta que el príncipe llegue.

            -Vete al infierno, comadreja estúpida –respondio Draco quitándose el turbante y arrojándolo a un sofá.

            -¿Cómo me llamaste? –pregunto Ron incrédulo.

            -¿Aparte de estúpido, eres sordo… comadreja?

            Ron apretó los labios conteniéndose con todo su ser, pues siendo el doncel de Harry no podía ponerle una mano encima.

            -Sí no fueras quien eres, ya te habría hecho tragarte tus palabras.

            -Mejor lárgate a tragar mierda, comadreja arrastrada, lo que pienses me tiene sin cuidado –respondio yéndose a su habitación.

            Ron apretó los puños sabiendo que no podía hacer nada.

            -Tranquilo capitán, el príncipe ya se encargara de ponerlo en su lugar.

            -Sí capitán, esto fue inaudito… el doncel se está burlando del príncipe y él no dejara que esto se quede así.

            -¿Qué hacemos mientras tanto?

            -Ustedes quédense aquí, la sierva encargada le traerá de comer hasta que el príncipe regrese.

            -Bien.

 

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            Cuando Harry regreso un día después, la noticia de la última gracia de su concubino lo hizo caminar de prisa al área de las concubinas acompañado de Ron, quien esta vez solo se limitó a darle el informe pues por la cara de su amigo era mejor hablar el asunto después.

            Cuando llegó a los aposentos de Draco, los dos soldados que estaba ahí, se levantaron rápidamente y lo saludaron con una inclinación, pero él ni siquiera los miró, solo en la habitación dejando a los tres hombres afuera; Minerva observaba de lejos y no pudo resistir el entrar a la habitación preocupada, viendo a los hombres mirarla sin importarle que estuviera ahí.

            Cuando Draco vio la puerta abrirse, se levanto desafiante.

            -Veo que ya te fueron con el chisme –dijo cruzándose de brazos.

            -¿Qué diablos hiciste? –exclamó mesándose los cabellos.

            -Lo que cualquier persona en su sano juicio haría –respondio alzándose de brazos.

            -¿De qué mierdas hablas?

            -De lo que tu padre estaba planeando para mí y obviamente yo no iba a permitir.

            -¿Mi padre?

            -Sí, como tú no lo has hecho, él pensaba tomar tu lugar en mi cama.

            -¿Y tú piensas que yo lo habría permitido? –Respondio dando pasos inquietos por la habitación- ¿Qué tienes en la cabeza, mierda?

            -Pues…

            -¡¿Sí yo no te he tocado, crees que iba a permitir que alguien más lo hiciera, aun tratándose de mi padre?!

            La forma de hablar de Harry lo hizo dudar por un momento, por lo que el moreno aprovecho para seguir hablando.

            -¿Te das cuenta de lo que has hecho?

            -Sí, intente escapar y no pude, eso es lo que paso, sigo encerrado como un maldito prisionero.

            -Me has humillado… -dijo Harry quitándose la fusta del cincho.

            -¿Y qué vas a hacer, pegarme? –Dijo al verlo- ¿y acaso piensas que no me voy a defender?

            -Por tu bien, espero que no.

            Afuera, pudo escucharse claramente el golpe seco de la fusta seguido de otro y otro y otro más, hasta que fue imposible contarlos; Minerva se encogía con cada golpe mientras que los hombres se miraban satisfechos entre sí.

            -Se lo dije capitán, el príncipe no iba a dejar pasar esta humillación.

            Después de un buen rato, algunos pequeños gritos contenidos comenzaron a escucharse hasta que de nuevo se hizo el silencio, al cabo de un momento la puerta se abrió y Harry salió atándose de nuevo la fusta al cincho y sin decir nada se fue de ahí seguido por los soldados.

            Ni siquiera le dio órdenes precisas a Minerva cuando la vio ahí, solo paso de largo y la sierva no se atrevió a mover mas el avispero; pero cuando quedó sola se acercó a la puerta y pego su oreja a la madera alcanzando a escuchar sollozos dentro, comprendiendo que lo que ahora necesitaba Draco era estar a solas, se fue de ahí.

 

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            -¿Qué paso, como es que Draco salió de aquí? –preguntaron las concubinas en la casa de Luna.

            -No lo sé niñas –respondio Minerva sentándose entre ellas- pero el príncipe estaba que se lo llevaba el diablo.

            -¡Por Merlín! –Exclamo Pansy agarrándose las manos- ¿Cómo pudo hacer una tontería así?

            -Ni idea… pero el señor ya lo castigó.

            -¿De verdad? –Preguntó Luna compungida- ¿Qué le hizo?

            -Lo azotó con la fusta.

            Las chicas hicieron gestos de dolor al escucharla.

            -Mi Dios, que terrible –dijo Pansy- ¿podemos verlo?

            -¿Tú crees que ahorita va a querer ver a alguien? –Exclamó Luna- no seas tonta.

            -Es que pudo encerrarlo como la vez pasada, por eso pregunto.

            -Pues el señor no dijo nada de eso –dijo Minerva- pasó de largo.

            Las chicas suspiraron preocupadas por el rubio.

           

 

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            -¡Todo es tu maldita culpa! –gritó james cuando estuvo a solas con su hijo- ¡Supe que no lo has montado en semanas! ¿¡Como carajos piensas embarazarlo?!

            -Papá…

            -¡Se te subió a las malditas barbas porque no le has enseñado su lugar!  -dijo vociferando de un lado a otro- ¡al menos le diste su justo castigo, sino todos estarían burlándose de ti, más de lo que ya lo hacen!

            -Dijo que pensabas tomar mi lugar en su lecho ¿es verdad?

            -¿Y cómo lo supo?

            -Eso es lo de menos ¿es cierto, pensabas tomar a mi concubino?

            -Solo lo comente con tu madre –respondio comenzando a calmarse- aun no está decidido.

            -No, ya está decidido –dijo firme- tú no vas a ponerle un dedo encima, no lo permito ¿entiendes?

            James lo miró sorprendido, pues Harry nunca se le había puesto en ese plan tan rebelde.

            -Harry… -dijo acercándose a él- ¿Qué está pasando contigo, porque estás olvidando quien eres?

            -Mas bien estoy descubriéndolo padre.

            -¿De qué hablas?

            -De nada… -dijo exhalando un suspiro cansado mientras hacia un gesto despectivo con la mano- solo te pido que me des mi tiempo con él; no es un camello, es una persona y nosotros irrumpimos en su vida, no es tan fácil para él.

            -¿Que nosotros irrumpimos en su vida?... ¡fue él quien deshonro al ejercito al enlistarse en el, es como si pretendieras que pasara por alto el que una mujer hiciera lo mismo!

            Sabiendo que no iba a llegar a ningún lado, Harry solo se dio la vuelta y salió de ahí.

 

 

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            Cuando Minerva entró a la habitación para cambiar las toallas, Draco estaba de pie viendo por la ventana, pero la sierva no dijo absolutamente nada, se dedicó  a sacar las toallas húmedas y a colocar las limpias en el armario, pero por un momento sus miradas se cruzaron y el rubio pudo ver claramente el enfado en ella.

            -¿Y ahora qué, tú tampoco vas a hablarme?

            -No tengo nada que decir.

            -Pareces enfadada conmigo, aquí la victima soy yo.

            -¿Tú? –Exclamó alzando las cejas encarándolo- Sí claro.

            -¡Todavía me duelen las nalgas para poder sentarme!

            -¡Y muy merecido te lo tienes!

            -¡Solo quise recuperar lo que ellos me quitaron!

            -¡Eres un egoísta que solo piensa en sí mismo!

            -¡El egoísta es él, que solo quiere tenerme aquí encerrado para poder encamarse conmigo!

            -¡Pero si no te ha tocado hace semanas!

            -¡Porque yo no he querido!

            -¡Oh! ¿En serio? –Preguntó sarcástica- ¿y de verdad crees que él necesita tu permiso?

            -¡Por supuesto!

            -Pues no lo necesito la noche de bodas y de todos modos lo hizo.

            Draco apretó los dientes para no decirle algo ofensivo a la mujer, lo que hizo fue salir del cuarto enfurecido.

            -Nadie aquí me entiende… -mascullo por lo bajo.

            -¡Eres tú el que no entiende! –Dijo ella saliendo tras él- ¿crees que aquí tú eres la victima? ¿Qué el príncipe es el malo en todo este asunto?... te dices caballero del desierto, dices que peleabas por el reino pero yo creo que solo deseabas demostrarte a ti mismo que eras un hombre normal.

            -¡Soy un hombre normal!

            -No, solo eres un cobarde egoísta ¿crees que tu vida es una tragedia solo porque ahora debes usar velo, porque ya tienes un marido, porque debes someterte a un hombre que  a pesar de cómo lo tratas, te trata bien?

            -¿¡Dices que me trata bien después de la zurra que me dio?!

            -¡Tú lo avergonzaste, lo pusiste en ridículo frente a sus soldados!... ¿crees que iban a seguir respetándolo si no castigaba adecuadamente a su concubino? Tú eras soldado ¿Qué hubieras pensado si vieras a tu capitán ser tratado así por su esposa? ¿Seguirías respetándolo?

            Draco abrió la boca, pero fue incapaz de responder.

            -Este país es así, querido… -respondio Minerva seria- un hombre es capaz de decapitar a su propia hija si piensa que ha sido deshonrado, de prenderle fuego a su esposa si ella osa tan solo mirar a otro hombre, de repudiar a la mujer, golpearla e incluso matarla si ella no da a luz a un hijo varón… no digo que esté bien, pero es lo que hay, así es el país en donde te tocó vivir… hay mujeres que viven eso todos los días ¿y tú piensas que estás en un infierno?... –Draco la miró sin decir nada, por lo que ella continuó hablando- este país es muy grande y está rodeado de reinos pequeños que lo codician, pues a pesar de ser un país de arena y sol, está lleno de riquezas… el rey hace mucho que no sale ¿Quién crees que se encarga de mantenerlos a raya?... dices que eras un gran caballero del desierto ¿no? deberías saber estás cosas mejor que yo, saber que es el príncipe quien se ocupa de mantener una economía sana para Hogwarts, de contener a los enemigos del país… ¿Que si sus leyes son injustas para las mujeres? Si, puede ser, no lo sé, solo soy una anciana ignorante, pero veo y escucho muchas cosas en este palacio… y puedo ver que así como tú estás sometido  a leyes opresivas, también el príncipe lo está, obviamente de diferente manera, pero debes ver que aquí no todo es negro o blanco, hay grises también; tienes ambos mundos en ti, eres hombre pero las leyes para las mujeres se aplican a tu persona… antes te molestaban esas leyes pero no importaba mientras a ti te dejaran en paz, que conveniente ¿no?... ahora no me vengas a decir que eres todo un justiciero que clama por la libertad de las mujeres y donceles, porque eso es solo hipocresía –concluyó diciendo eso y saliendo de ahí.

            Cuando quedó solo, se sintió más solo que nunca; regreso a su habitación y se acostó boca abajo abrazando su almohada.

 

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            Harry no había vuelto al área de concubinas desde hacía dos semanas y Draco tampoco había vuelto a salir de su casa, no tenía prohibido salir pero no tenía ganas de convivir con las chicas por temor a que también lo vieran como  el responsable de su propi desgracia, estaba deprimido y solo veía todo desde su ventana; entonces él llegó, Harry apareció con una bolsa llena de regalos como siempre hacía cuando salía de viaje.

            Vio a las niñas recibirlo felices, las concubinas igual e incluso Bellatrix había salido a compartir con todos; Harry se quitó el turbante y se pasó los dedos por cabello negro, alborotándolo más si eso era posible, después para sorpresa de las concubinas comenzó a quitarse la espada, el cincho, las túnicas oscuras que llevaba encima mientras le decía algo a Minerva, quien solicita fue a cumplir con lo ordenado.

            Al parecer el príncipe había solicitado toallas, pues para sorpresa de Draco, lo vio quedarse solo en calzoncillos y tomar a su hija mayor en brazos e ir a la piscina mientras las otras dos niñas eran cambiadas por sus madres para entrar al agua con él.

            Bellatrix se apresuró a alcanzarlo para quitarle el vestido a la niña y dejarla entrar al agua, después las tres pequeñas se zambulleron junto con su padre mientras Minerva llegaba con toallas, seguida por las dos siervas llevando comida y bebidas.

            El reía mientras las niñas nadaban a su alrededor, después Baasima, la más pequeña se asusto y comenzó a llorar, él la tomo en sus brazos y comenzó a jugar con ella haciendo que de nuevo comenzara a nadar por sí sola.

            Draco recargó sus antebrazos en el marco de la ventana y después su mentón en ellos mientras exhalaba un suspiro aburrido… deseaba salir, pero estaba enojado con el príncipe, pero de alguna manera ahora había un pinchazo de culpabilidad aguijoneándole la conciencia.

            -Pero yo no tuve la culpa… -se dijo a si mismo viendo a Harry arrojarle agua a Baasima- él no debió pegarme así.

            Después de un buen rato, el príncipe salió de la piscina chorreando agua por su esbelto cuerpo, cuerpo que Draco no pudo dejar de ver, pues el cuerpo de Harry era delgado pero con músculos marcados en su abdomen, notó sus brazos fuertes mientras se hacia el cabello mojado hacia atrás… sus caderas estrechas y esas piernas largas.

            Carraspeo sintiéndose incomodo de repente y se enderezó acomodándose en su silla; Harry en tanto había envuelto a Baasima en una toalla y después a las otras dos niñas, para después sentarse en una toalla extendida en el suelo mientras las mujeres se sentaban a su alrededor para comer las cosas que habían llevado.

            -Idiota… -pensó enojado alejándose de la ventana- solo le gusta lucirse.

            Cada día Harry iba al menos una hora al día a ver a sus hijas, podía prescindir de su esposa, de sus concubinas, de Draco incluso, pero las niñas eran como una batería para su espíritu, a él no le importaba que no fueran varones, él era feliz cuando ellas reían, pero el pensar las cosas que ellas podían pasar por el solo hecho de ser mujeres le hacían pensar en un futuro incierto que nunca se le había ocurrido, aun siendo princesas.

            -¿Papi podemos ir a la plaza? –dijo Kala una tarde.

            -Claro, dile a tus hermanas que se preparen –respondio sonriendo mientras la depositaba en el suelo.

            -Baasima está durmiendo, estuvo un poco molesta esta mañana, creo que se está resfriando.

            -¿Dumbledore ya la reviso?

            -Sí, le dio un medicamento, por eso está descansando.

            -Bueno, ni hablar, iremos solo Kala y Adab ¿quieren ir con nosotros?

            -Debo quedarme a cuidar  a Baasima –respondio Pansy desilusionada.

            -Qué Minerva la cuide, dile a Luna que vamos a salir.

            -¡Sí! –Respondio emocionada levantándose y dándose la vuelta- pero ¿y Draco? –Pregunto girándose- ¿él va a venir también?

            -No lo sé, voy a preguntarle –dijo él levantándose y caminando hacia la casa de Draco.

            Mientras en la casa del doncel, Draco miraba triste sus manos.

            -Se están suavizando… -pensó mientras miraba los cayos de la espada en sus manos desaparecer poco a poco.

            -Vamos a salir –dijo Harry entrando y hablándole por primera vez en dos meses- ¿quieres venir?

            -¿A salir a donde? –Preguntó sorprendido de que el moreno le hablara después de tanto tiempo- ¿a la calle?

            -Sí.

            -¿Debo usar el velo?

            -Sí.

            -Ya veo… -respondio con voz tranquila- no, gracias.

            -De acuerdo –respondio Harry saliendo de ahí.

            Draco vio a las tres mujeres de Harry caminar emocionadas mientras él salía con una niña en cada mano; entonces se tumbo de mala gana en el sofá, por supuesto que quería salir, deseaba salir con todas sus ganas, pero salir con velo y que todos supieran quien era, le pareció una terrible humillación.

            -Pero quiero salir… -musito mientras sus ojos grises se llenaban de lágrimas.

            Estaba deprimido y solo, pues aunque las otras dos concubinas ya lo habían invitado a compartir con ellas, él no quería ver a nadie, sentía que nadie podía comprender su situación y al mismo tiempo las palabras de Minerva no dejaban de resonar en su cabeza… para ese punto se sentía quebrado y derrotado y más solo que nunca.

            Cuando todos regresaron tres horas después, el se había dormido en la alfombra, y cuando despertó se sentó de golpe al ver a Harry sentado en el sofá revisando unos papeles.

            -¿Desde qué hora estás aquí? –preguntó levantándose.

            -Hace poco –respondio poniéndose de pie- te traje un libro, para que no te aburras.

            -¿Para mí?

            -¿Y para quien más? –dijo saliendo de ahí.

            Draco miró el libro en el sofá y se sentó mientras lo tomaba sorprendido de que Harry le diera un regalo después de tanto tiempo… tal vez Harry ya lo hubiese perdonado… ¿perdonado? Pero si el ofendido era él ¿desde cuándo deseaba el perdón de aquel que le había quitado su libertad?

            Después de salir por una semana, Harry regreso con juguetes para sus hijas y regalos para su esposa, sus concubinas y su doncel, pero aun sin visitarlo realmente.

            -Gracias –dijo Luna viendo agradecida, la hermosa mascada de seda que Harry le había llevado- es una lástima que Pansy no esté para recibir su regalo.

            -Esta en una revisión con Dumbledore, quiero que todas ustedes estén bien… dime Luna… -añadió viendo sentado al otro lado de la mesa de piedra como ella envolvía de nuevo la seda en el papel, con los antebrazos recargados en ella- ¿eres feliz?         

            -¿Cómo? –pregunto extrañada por la pregunta.

            -Sí… ¿eres feliz?

            -¿Y por qué no habría de serlo, mi señor?

            -No lo sé… vives encerrada aquí, con un marido impuesto.

            Luna observo a Harry dándose cuenta de que su marido ya no era el mismo desde hacia tiempo y apenas había caído en cuenta de ello; pues el príncipe de siempre no le habría preguntado eso, pues todo estaba dado por sentado.

            -Claro que soy feliz, aquí tengo todo lo que necesito y sé que no puedo salir a la calle como antes por qué precisamente por ser la concubina del príncipe, debo estar protegida de los enemigos que quieran tomar ventaja con nosotras.

            -Claro… -exclamó pensativo viendo sin ver realmente la mascada en las manos de Luna- ¿y hay algo que quieras y que no te haya traído aun?

            -¿Algo que quiera?... ¿Cómo que, si mi señor nos provee de todo?

            -No lo sé –dijo alzando los hombros- siempre les traigo lo que yo quiero y nunca les he preguntado qué es lo que ustedes quieren.

            Luna lo pensó un momento y luego lo miró.

            -¿Qué sucede? –pregunto Harry viendo la duda en los ojos de su concubina.

            -Es que… nada.

            -No, dime –insistió enderezándose interesado- puedes pedirme lo que quieras.

            -Pero… mi señor puede molestarse.

            -Prometo no enojarme, es más, me molestaré si no me lo dices.

            -Bueno… -continuo dudosa aun- yo… yo quisiera libros.

            -¿Libros? –Repitió extrañado- pero tú no sabes leer ¿para qué quieres libros?

            -Es que ya sé un poco y… bueno… Minerva nos ha traído unos libros de cuentos para las niñas y me gustaría leer otras cosas.

            -Tú no sabias ni un poco –dijo Harry observándola- él les enseño ¿verdad?

            Luna se mordió el labio angustiado.

            -Por favor mi señor, no lo castigue, él lo hizo sin mala intención.

            Harry exhalo un suspiro mientras miraba los ventanales de la casa de su doncel y luego a ella mientras sonreía.

            -No te preocupes, no lo haré… ¿y ya sabes leer bien?

            -No, aun tartamudeo mucho, hay palabras que no sé cómo se pronuncian y él hace semanas que ya no sale.

            -Sí, me he dado cuenta.

            -Le hemos invitado, pero no quiere… ¿entonces si puedo tener más libros?

            -Claro Luna, tú puedes tener lo que quieras, solo pídelo.

            Luna sonrió viendo el amable rostro de su marido.

 

 

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Notas finales:

Y hasta aqui por hoy, les subi varios capitulos como compensacion por tanta tardanza, espero que les guste, besos!!


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