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El Fénix del Rey por Orseth

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Notas del capitulo:

Hola, como fue dia de puente, pues decidi actualizar de una vez, espero lo disfruten  ^^

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            -¿¡Cómo que no puedo salir?! –exclamó Harry a su primer ministro- ¿¡desde cuando el consejo puede prohibirme algo?!

            -Majestad, no estamos prohibiéndole nada, es solo que ahora si sale, deberá ser con una escolta personal para cuidarlo, es mi deber recordarle que es el ultimo Potter varón, usted sabe las implicaciones de eso.

            -Maldita sea –masculló dándose la vuelta.

            Por supuesto que lo sabía, si él moría no había heredero al trono… así que sin poder discutir más, se alejó de ahí.

            Era más de media noche, por lo que el palacio estaba en calma; deseaba desfogar su impaciencia y coraje, por lo que la única opción que se le ocurrió, fue nadar en la piscina, pero no en la suya, sino en la del área de concubinas; llegó y se desnudo quedando solo en calzoncillos, usando solo la luz de la Luna y la de los faroles de las casas, se zambulló en las frescas aguas; Todos dormían ahí también, todos excepto uno, que miraba desde la ventana sin poder dormir.

            Cuando Harry salió del agua se asustó al ver en la orilla a una persona de pie.

            -¿¡Qué demonios…?! –dijo abruptamente.

            -Cálmate Potter, soy yo –dijo Draco tomando una silla y acercándola a la orilla.

            -¡Me asustaste!

            -Me doy cuenta.

            -¿Por qué no duermes? Es muy tarde.

            -Eso mismo pregunto yo.

            -No tengo sueño.

            -Bueno, pues yo tampoco.

            -Bien, solo nado un poco.

            -¿En serio? Yo pensé que montabas a camello… es obvio que estás nadando ¿Por qué no nadas en tu piscina?

            -Porque quiero tranquilidad y solo la encuentro aquí… hasta ahora.

            -Esta es mi casa, el intruso aquí eres tú.

            Harry lo miró asombrado cuando escuchó eso, por lo que Draco se apresuró a aclararlo.

            -Es decir, yo vivo aquí, tu no.

            -Yo también vivo aquí –dijo con una pequeña sonrisa, recargando los antebrazos en la orilla.

            -Venir ocasionalmente no es vivir aquí.

            -¿Deseas verme más tiempo?

            -Yo no dije eso –exclamó molesto al verlo sonreír más abiertamente- oye, por cierto… -continuo tornándose más serio- no había podido decírtelo antes pero lamento lo de tus padres.

            -Gracias.

            -Imagino todo el peso que has de llevar ahora.

            -Sí, son horas extras sin paga adicional.

            Draco sonrió al verlo bromear tan tranquilo.

            -Sé que te sientes mal… yo… lo vi en la tarde con Luna.

            -Ah…

            -No quiero parecer entrometido pero yo estaba en la ventana.

            -Últimamente te la pasas en la ventana.

            -¿Hay algo de malo en eso, tampoco puedo?

            -Tranquilo, no estoy riñéndote… no siempre quiero pelear ¿sabes?

            Draco asintió dándose cuenta de que él mismo estaba intentando pelear.

            -¿Te sientes mejor? –preguntó viendo el cabello rubio mecerse al viento nocturno.

            -Yo debería preguntarte eso.

            -No… tú eres mi concubino, yo debo cuidarte y ocuparme de que te sientas bien.

            Draco suspiro suavemente entendiendo que no tenía caso pelear mas por ese concepto tan arraigado.

            -¿No me contradices? –Dijo Harry alzando una ceja- ¿Quién eres tú y que has hecho con Draco?

            Draco sonrió cansinamente.

            -Ya entendí que no tiene caso negar eso, de todos modos no va a cambiar nada.

            Harry lo observo y notó esa resignación en su rostro.

            -Pero tampoco quiero verte así.

            -¿Así como?

            -Tan… no sé… apagado.

            -¿De qué hablas? –preguntó envolviéndose más en su bata de dormir.

            -Ese fuego que quemaba… se está volviendo solo un resplandor… el fuego de mi fénix no puede apagarse.

            Draco frunció el ceño mientras ladeaba la cabeza… ese hombre estaba perdiendo la razón.

            -No entiendo nada de lo que dices.

            -No importa… solo importa que entiendas una cosa.

            -¿Qué cosa?

            -Qué eres muy importante para mí, no solo un vientre que puede darme un hijo, te quiero aquí, pero también te quiero feliz… ¿Cómo puedo hacer eso sin que te vayas de aquí?

            Draco quedo aturdido por esas palabras tan francas, que solo atinó a encogerse de hombros mientras sentía las orejas calientes.

            -En primera no dejarías que me fuera de aquí ¿cierto?

            -Cierto.

            -Ya lo decía yo –respondio resignado- pero debía preguntar.

            -Tampoco puedes mostrar el rostro en público –dijo sonriendo por verlo hablar tan tranquilo y con un toque de humor en la voz- lo siento.

            -No cedes en nada –respondio torciendo la boca y poniéndose de pie- buenas noches.

            -Buenas noches –dijo borrándosele la sonrisa al verlo partir.

            Ellos pensaban que nadie los veía, pero la vieja sierva siempre al pendiente, solo sonrió al verlos platicar por una vez sin liarse a gritos.

 

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            -Buenos días –saludo al día siguiente la sierva con el desayuno.

            -Buenos días –respondio vestido aun con bata y el cabello húmedo- ¿Qué trajiste hoy? –preguntó sentándose a la mesa mientras olisqueaba lo que Minerva había llevado.

            -Espero que hoy si tengas hambre.

            -Sí tengo –dijo tomando un trozo de fruta y llevándoselo a la boca.

            -Ayer te vi platicando con el rey.

            -Aquí no puede uno echarse una flatulencia sin que lo huelan los demás.  

            -¡Oye, que grosero!

            Draco se encogió de hombros mientras subía una pierna a la silla y seguía comiendo.

            -¿Y bien?

            -¿Y bien qué?

            -¿En que quedaron?

            -En nada ¿en qué abríamos de quedar?

            Minerva lanzo un bufido al ver que Draco se negaba a contarle.

            -Vi que te retirabas un poco molesto.

            -Ah eso… bueno, es que no cede en nada.

            -¿Cómo qué?

            -Pues no se… en cosas que quiero –dijo alzándose de hombros.

            -Ah mi querido muchacho, eso es porque no sabes cómo pedir –dijo negando con la cabeza mientras le servía un vaso de leche.

            -¿Y cómo es eso?

            -Tú podrías tener lo que quisieras… o casi todo, si te lo propusieras.

            -No, es terco como un camello perezoso.

            -Y tú terco como una mula con malhumor.

            Draco volvió a encogerse de hombros mientras Minerva se sentaba frente a él.    

            -¿No lo ves Draco?

            -¿Qué cosa?

            -Tienes al rey enredado en tu dedo meñique, querido.

            -¿Cómo es eso?

            Minerva solo resoplo mientras rodaba los ojos impaciente.

            -Draco, sé cómo se espera que sea un doncel.

            -¿Y cómo es eso? –preguntó frunciendo el ceño.

            -¿Cómo te diré?... al hombre le gusta sentirse protector, le gusta sentirse necesitado… a veces tu lengua es tan amarga como el ajenjo y a nadie le gusta lo amargo… pero si la endulzaras con la miel de los panales silvestres… mmm Draco, todos aman lo dulce y suave de esa miel.

            Draco se quedó pensativo con esas palabras, luego chaqueó la boca diciendo:

            -Pero… no me gusta pedir.

            -¿Y por qué no?... el rey es tu marido y esta para cuidarte ¿no? y si no va a dejarte salir, pues entonces no se puede negar.

            -Pero ayer lo hizo.

            -Porque no supiste pedir, querido, piénsalo.

            Cuando Harry fue a ver a sus niñas un par de días después, Draco no salió sino que espero hasta que el moreno se levantó para marcharse, pero como su camino quedaba justo enfrente de la casa de Draco, éste salió cuando él pasaba.

            -Oye… -dijo asomándose cuando pasaba.

            -¿Oye? –repitió Harry.

            -De acuerdo, Potter… ven –exclamó rodando los ojos.

            Cuando Harry entró, el rubio intentó ocultar su nerviosismo, pues estaba a punto de poner en práctica los consejos de Minerva.

            -Sí la vieja se equivoca, la mandaré a la luna de una patada –pensó mientras se sentaba e invitaba a Harry a sentarse.

            -Estás muy sospechoso –dijo Harry.

            Draco sonrió un tanto forzado, pero dispuesto a seguir adelante.

            -Bueno… es que quiero pedirte algo.

            -¿Qué cosa? –pregunto intrigado.

            -Mira mis manos –respondio mostrándoselas.

            -¿Qué hay con ellas? –pregunto no viéndoles nada raro.

            -Están suavizándose, mis callos están desapareciendo por falta de práctica.

            -¿Y?... ya te dije que no te daré una espada.

            -Ya lo sé pero puedes dejarme practicar con alguien ¿no?... ¡oh vamos! –Añadió sentándose junto a él sorprendiéndolo- tú eres el rey, puedes concederme ese pequeño deseo ¿no?... es un deseo pequeñito, así de chiquito –dijo juntando sus dedos índice y pulgar.

            -Pues no lo sé… -respondio rascándose la cabeza.

            -Mierda… -pensó queriéndose dar de topes contra el suelo por tener que recurrir a ese otro recurso- ni hablar, aquí vamos –pensó resignado- soy tu concubino, es tu deber hacerme feliz en este lugar.

            De sorprendido era poco, más bien de extasiado fue el rostro que puso Harry al escucharlo.

            -Pues sí, tienes razón –respondio sonriendo.

            -¿Entonces si? –preguntó sonriendo también al ver el evidente cambio en la expresión de Harry.

            -No -La sonrisa de Draco se borro al instante- ¡espera, espera, déjame explicar! –Dijo Harry presuroso al ver su expresión- me refiero a que no puedo dejar que practiques con un soldado.

            -¿Y entonces?

            -Practicaras conmigo.

            -¿Contigo?

            -Ajá… ningún otro hombre tiene permitido tocarte.

            -Ah sí, soy un doncel con marido –masculló por lo bajo.

            -Exacto, pero no te preocupes, seré amable contigo.

            -¿Qué? –Exclamó con ironía- ¿tú amable conmigo, Potter? No me hagas reír.

            -Ya veremos –respondio poniéndose de pie- esta tarde, después de la hora del té.

            -Te espero.

            Cuando Harry se fue, no se sintió tan decepcionado por no haber recibido su pedido tal cual lo había solicitado, antes bien se sintió emocionado de enfrentar algo distinto a su rutinaria vida.

            -¿Y bien? –preguntó Minerva entrando casi al instante.

            -¡Por Dios, que chismosa!

            -No me importa, dime ¿le pediste algo?

            -Sí.

            -¿Y qué te dijo?

            -Qué si –respondio riendo.

           

 

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            Harry llegó a eso de las seis de la tarde, con dos espadas; al verlo, las chicas salieron corriendo de sus casas encargando sus hijas a las siervas.

            -Es hora –dijo a Draco.

            El doncel salió sonriente, siguiéndolo con una fila de mujeres cuchicheando emocionadas atrás de él.

            -¿Dónde será?

            -¿Qué te parece en el salón de danza de las niñas? –Respondio Harry- es espacioso.

            -Perfecto.

            Cuando llegaron ahí, las tres mujeres se sentaron en el suelo cubierto de madera a ver el espectáculo.

            -Toma –dijo Harry dándole una espada.

            Su mano rodeo la empuñadura trayéndole muchos recuerdos, pero no era momento de ponerse nostálgico, era hora de enseñarle al rey con quien se había casado.

            Se colocaron de frente, viéndose sonrientes, y entonces comenzaron a intercambiar estocadas provocando grititos emocionados en Luna, Pansy y Minerva.

            Harry era muy bueno con la espada para sorpresa de Draco y viceversa; ninguno daba marcha atrás, o a veces era uno y después el otro, pero hubo un movimiento que hizo jadear a Draco por un golpe recibido en la mano.

            -¿Estás bien? –preguntó Harry preocupado deteniéndose al instante.        

            -Obvio, soy un soldado –respondio respondiendo el ataque.

            Duraron casi una hora así, hasta que ambos terminaron cansados y sudorosos.

            -¡Bravo! –exclamaron las mujeres aplaudiendo.

            -Nada mal –dijo Harry sonriendo.

            -Obvio de nuevo ¿crees que  yo era capitán de tropa solo  por chulo?

            -Vamos, merecemos una limonada –respondio mientras caminaban afuera del salón.

            -¿Puedo quedármela? –Pregunto viendo la espada- anda, no apuñalare a ninguna de tus mujeres… bueno, tal vez a Bella porque es medio chocante, pero nada más.

            Las demás no pudieron evitar reírse por el comentario de Draco, pero se contuvieron al instante por ser ahora la reina.

            -De acuerdo –dijo Harry viendo feliz la enorme sonrisa que aparecía en el rostro de Draco, y entonces le tocó la barbilla fugazmente diciendo: -así me gusta verte.

            El toque fue fugaz, pero aun así provoco que Draco sintiera la cara caliente y se adelantara a su casa.

            -Voy a guardar esto.

            El resto de la tarde la pasaron en casa de Luna, con Draco incluido por primera vez en la reunión, haciendo ponerse a Harry muy contento.

           

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            Pasaron tres días haciendo lo mismo y eso hizo a Draco ver de diferente manera a Harry, le pareció que de esa forma lo conoció mucho más que en todos esos meses, y lo mismo ocurrió con Harry,

            -¿Y bien? –dijo Draco cuando Harry lo acompaño a su casa a dejar la espada.

            -¿Y bien qué? –respondio tomando un paño de tela y secándose la frente.

            -¿Sigues pensando en mi como un indefenso doncel?

            -Mmm no se –respondio dudoso.

            -¡Mentiroso!

            -Perdón, mentí –dijo riendo.

            Draco también comenzó a reír provocando que Harry se le quedara viendo.

            -¿Qué? –preguntó incomodo por el escrutinio.

            Harry se levanto del sofá y se le acercó hasta quedar a un palmo de distancia.

            -Me gusta verte reír… me hace feliz que te sientas mejor.

            -Bueno si, esto alegro un poco mis días –respondio alejándose comenzando a sentirse nervioso.

            -Y tú… ¿Cómo me ves ahora? ¿Sigues pensando en mi como un ser despreciable?

            -Mmm no tanto, debo aceptarlo –respondio intentando quitarle ese tono raro que había adquirido el ambiente- pero aun sigues siendo despreciable.

            -Vamos, dedícame otra sonrisa –dijo acercándose otra vez.

            -¿No tienes que irte ya? –Respondio mientras se escabullía hasta su habitación- porque yo si tengo mucho que hacer.

            Y sin más cerró la puerta dejando a Harry en la sala, el rey solo sonrió y se fue de ahí.

            A la semana siguiente, Harry practico un par de veces más, pero fue sorprendido con otra petición más de Draco.

            -¿Y ahora que quieres pedirme? –preguntó viéndolo sentarse junto a él como la vez anterior.

            -Quiero conocer el palacio.

            -Claro, ya te lo había ofrecido antes, pero ya sabes la condición.

            -Sí, el velo, ya lo sé… -mascullo rodando los ojos.

            -Ajá… ¿entonces?

            -De acuerdo ¿Cuándo vamos?

            -Ahora mismo puedo, si quieres ve por tu velo y aquí te espero.

            Draco se levantó casi de un salto y entro a su habitación, detestaba el velo pero moría de ansias por salir de ese lugar y ver algo distinto.

            Cuando salieron del área de concubinas, Draco iba al lado de Harry viendo todo muy atento; recorrieron casi todo, concluyendo ante una puerta.

            -Ven, pasa –dijo Harry abriendo y dejándolo pasar.

            Draco entró encontrando una hermosa habitación  decorada con gran lujo, muebles de maderas exóticas y techos altos y en el centro una gran cama con doseles con cortinas transparentes  entrecruzadas.

            -Esta es mi habitación –Draco se giró sintiéndose emboscado, pero Harry camino por el enorme cuarto como si nada- ahí hay puertas que dan a mi estudio y otras habitaciones, como mi biblioteca y un bar.

            -Está bien –respondio caminando también recorriéndola con la mirada.

            -¿Está bien, solo eso se te ocurre?

            -Eres un presuntuoso ¿Qué quieres que diga del cuarto de un rey? Obvio es que iba a estar bien.

            -Esta habitación ya estaba así antes de que fuera coronado .

            -¿Quién la decoro?

            -Yo.

            -¿Rojo y dorado? –exclamó viendo los colores predominantes.

            -¿Preferirías que fuera verde y plata?

            -Se vería mejor –respondio cruzando los brazos y caminando despacio viendo todo.

            Harry se le acercó y le bajo el velo sorprendiéndolo.

            -Qué…

            -Calma, ven –dijo conduciéndolo a la cama para sentarse.

            Draco se sentó a un lado de Harry sintiéndose cada vez más nervioso.

            -No debes ponerte nervioso.

            -No lo estoy.

            -¿Entonces por qué no descruzas los brazos?

            Draco exhalo un suspiro levantándose de nuevo.

            -¿Por qué me has traído aquí?

            -¿No querías ver el palacio?

            -Sí, pero tu habitación no estaba incluida.

            -Draco –dijo instándolo a sentarse de nuevo- mi padre sabía que yo no visitaba tu lecho con regularidad-Al oír eso, Draco giró el rostro confirmando a donde iba la conversación -Pero Dumbledore sigue tomándote las muestras de sangre cada mes ¿verdad?

            -Sí.

            -Eso significa que él piensa que si lo he hecho.

            -¿Y te importa mucho lo que piensa ese viejo?

            -No, porque no es cuestión de lo que piense la gente, es cuestión de lo que es necesario… mira, yo he respetado tu espacio, pero antes las circunstancias eran un tanto distintas.

            -Sí, lo sé pero… ¿no podemos esperar un poco más?

            -¿Esperar a qué?

            -No lo sé, es solo…

            -¿Por qué tienes tanto miedo?... las últimas dos veces te prepare de modo que no te fue tan doloroso, además mientras más espaciadas sean las veces que te tome, menos te acostumbraras.

            Draco agachó la cabeza sin saber que decir.

            -Aunque no lo creas, me importa lo que piensas respecto a esto, pero es necesario que retomemos esa parte de nuestra relación.

            -Es que no me gusta, esa es la verdad… -dijo viendo al frente- es incomodo, si pudiera evitarlo sería perfecto para mí.

            -Esa es otra parte de la que hay que hablar… si me dejaras estimularte, podrías llegar a disfrutar.

            -¿Y cómo? Si ni tus mujeres saben lo que es un orgasmo.

            Esas palabras dejaron impactado a Harry, quien se quedó mudo, por lo que Draco continuó:

            -Y no me salgas con esa mierda de que tu satisfacción es su satisfacción, porque ya les pregunte y ni siquiera saben que es eso.

            -Pues yo…

            -Ni siquiera te lo habías preguntado ¿verdad?

            A Harry no le quedó más remedio que aceptarlo por mas difícil y humillante que fuera.

            -Yo beso sus cuerpos, les hago caricias… pero…

            -Pero eso es porque te gusta a ti, pero ¿Qué les gusta a ellas?

 

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