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El Fénix del Rey por Orseth

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Notas del capitulo:

Hola, tarde pero aqui estoy, espero les guste, besos!!

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            Cuando despertó, Harry ya se había ido, solo encontró una nota diciendo que no regresaría en todo el día, así que desayunaría solo, que se llevara el tablero de ajedrez si le apetecía; así que se levanto y se baño y se puso ropa nueva que Harry había ordenado colocar en su armario, junto  a la de él.

            Vestido con una bata de baño, abrió el enorme mueble y observo la ropa de Harry colgada en ganchos… con su aroma saliendo del interior.

            Se vistió con unos pantalones bombachos de color oscuro y una túnica sin ningún adorno, lo curioso es que esa era ropa de Harry, no suya; la suya era muy colorida y no le gustaba mucho y como ahí estaba su uniforme de soldado, se puso sus botas de cuero.

            -Mucho mejor –dijo viéndose en el espejo.

            Después de desayunar y lavarse los dientes, no se fue enseguida, lo que hizo fue comenzar a revisar detenidamente los aposentos reales, pues había habitaciones en las que nunca había entrado; fue a un cuarto encontrando toda una biblioteca ahí, miró los libros y los papeles que había en el escritorio, después fue a la puerta trasera encontrando un enorme jardín con una piscina privada.

            -¡Vaya, que vida se da la realeza! –pensó dando una vuelta por ahí.

            Después entro y fue a otro cuarto encontrando una sala con enormes sofás y alfombras cubriendo todo, finalmente regreso a la alcoba y miró las colonias que había en el tocador, un peine…

            -Qué nunca usa…

            Miro de cerca los retratos de su familia, de sus padres, de las niñas y de él en diferentes momentos de su vida, después miró otro mueble y abrió la puerta, donde numerosos estuches evidentemente con joyas llenaban un estante, pero sobre todo llamo su atención otra cosa.

            -¿Qué es esto? –pensó viendo unos pequeños cofres de madera.

            Cada uno tenía su llave y con mucha curiosidad lo saco y lo abrió encontrando dentro un paño de lino doblado.

            -¿Qué es esto? –Se pregunto sacándolo y desdoblándolo encontrando una mancha carmesí en el centro- ¡iug!... –exclamó botándolo al descubrir que era- ¿Quién mierdas guarda estas cosas? –mascullo devolviéndolo a su lugar con un lápiz, ya sabiendo que esa era una costumbre en los matrimonios, el guardar el paño de la primera noche como un regalo de la esposa al esposo.

            Después siguió curioseando hasta que finalmente se aburrió, se coloco un turbante y su velo y salió de ahí encontrándose con un guardia en la puerta que lo acompaño hasta el área de concubinas.

 

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            Cuando llegó a su casa, se quitó el velo y se tumbo en la alfombra, al poco rato entro Minerva con una charola con fruta.

            -Buen día querido ¿apeteces alguna fruta? Hace mucho calor.

            -Como siempre… -respondio recargándose en un codo mientras la observaba- no eres muy sutil que digamos cuando quieres averiguar algo.

            Minerva sonrió sintiéndose pillada, pero aun así coloco la charola en la mesita de centro y se sentó en el sofá.

            -Sí, lo acepto ¿y entonces?

            -¿Y entonces qué? –preguntó sentándose y comenzando a picar la fruta.

            -¿Qué era lo que el rey iba a enseñarte?

            -Oh Minerva, eso fue espectacular –respondio sonriendo sin despegar la vista del trozo de melón que tenía en su tenedor.

            -¡Pero no me has dicho que cosa! –exclamo ella dándole un golpe con un cojín.   

            -Un regalo… -dijo riendo mientras se encogía al recibir el golpe- tenía un regalo para mí.

            -¿Pero que era?

            Draco pincho otro trozo de melón y mirándola dijo:

            -Un caballo.

            -¿Un caballo? –repitió impresionada.

            -Sí Minerva, de una de las razas más puras y distinguidas que hay, es hermoso… hermoso y veloz, hicimos una carrera y le gane.

            Minerva escuchaba todo sin dejar de impresionarse a cada momento.

            -Te ves muy contento –dijo observándolo.  

            -Pues sí, pude cabalgar después de casi medio año.

            -No es eso… te ves diferente.

            -¿En qué aspecto? –pregunto llevándose a la boca otro trozo.

            -No lo sé… pero ¿sabes? Me alegro por ti.

            -¿Y  tus chicas?

            Minerva suspiro borrándosele un poco la sonrisa.

            -Sí, ellas… sé que sufren, no te mentiré.

            -No es mi intención lastimarlas.

            -Lo sé, pero yo solo quiero saber una cosa… ¿te has enamorado del rey?

            -No, para nada –respondio firme viendo su tenedor muy entretenido.       

            Minerva ya no insistió, solo se le quedo viendo.

            -¿Qué tanto me ves?

            -Nada querido, nada… ¿hoy si vas a salir con ellas?

            -No lo sé, antier me vieron raro, me hacen sentir mal… esto tampoco es mi culpa.

            -Y ellas lo saben Draco, tampoco son tontas… yo te aconsejo que salgas y las trates como siempre, tú no eres como Bellatrix que cada que puede les echa en cara su posición, tu de verdad te preocupas por ellas.

            -¿Y entonces?... ¿Qué les digo cuando salga?

            -No les digas nada sobre eso, solo sé como siempre.

            -Sí, creo que de nuevo tienes razón.

            Pero no eran los únicos que platicaban, pues dentro de la casa de Bellatrix, el doctor Pettigrew ponía a Bella al tanto de lo que ocurría.

            -En tres días se va de viaje –dijo él- ya no puedes perder más tiempo.

            -Lo sé, hare que venga esta noche, ya lo veras… por lo pronto pensé en otro plan y para eso necesito tu ayuda.

            -Dime lo que necesitas.

            -Quiero que me consigas un medicamento.

            -¿Cuál?

            Cuando Pettigrew  escucho lo que necesitaba y para que lo quería, una sonrisa se dibujo en sus labios.

            -Ingenioso –dijo satisfecho- mañana mismo te lo traigo.

            -Eso espero.

            Esa tarde Harry llegó a visitar a sus niñas justo antes de que se fueran a dormir, cuando no podía verlas en el día le gustaba ir a darles el beso de las buenas noches; así que eso hizo dentro de las casas de las concubinas, terminando en la de Bella, pues con ella se tomaba más tiempo.

            -Ya duerme como un angelito –dijo Harry saliendo de la habitación de la niña.

            -Sí…oye querido, Minerva me dijo que saldrás de viaje.

            -Sí –respondio él sentándose en el sofá.

            -¿Cuándo?

            -En tres días.

            Bella se sentó junto a él acariciándole el mentón, gesto que Harry reconocía cuando ella deseaba ir a la alcoba.

            -Querida…

            -Harry, querido… hace tiempo me tienes abandonada, se que debes estar con el doncel para bien del reino pero yo soy tu esposa, yo también te necesito.

            Harry sabía que era verdad, últimamente no las visitaba en el lecho, pero si era sincero consigo mismo, su deseo estaba concentrado en una sola persona.

            -El libro sagrado dice que debes tender a tu esposa para mantenerla feliz… -susurró besándole el cuello.

            Harry no supo como negarse, se sentía como atrapado en una falta, así que sonrió cariñoso y la beso; después la tomo de la mano y se dirigieron a la alcoba en donde paso la noche entera.

           

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            Al día siguiente, antes del desayuno paso a ver a Draco, quien extrañamente estaba de mal humor.

            -¿Por qué esa cara? –dijo cuando intento darle un beso y éste lo esquivó.

            -Por nada, solo que no me gusta probar babas ajenas.

            -¿Qué? –Exclamó frunciendo el ceño para luego, casi al instante mirarlo entrecerrando los ojos- ¿acaso estás celoso?

            -¡Para nada! –Respondio haciendo gestos de asco- solo que no me parece de buen gusto besar a diferentes personas el mismo día- de hecho, sabes que no me gustan los besos, por lo demás no te hagas ilusiones –añadió tomando un vaso de agua.

            -Pues eso no me pareció la otra noche –dijo Harry abrazándolo por detrás y hablándole al oído.

            -Eso no significo nada, deberías saberlo –respondio soltándose- lo hago porque no hay más remedio.

            Harry no insistió, solo se sintió feliz de verlo tan de mal humor.

            -Ven, juguemos un rato al ajedrez antes de que me vaya a otra interminable reunión.

            -No quiero, vete tú.

            -Oh vamos mi precioso fénix…

            -¡Oye, bájame! –grito cuando Harry se lo hecho al hombro como un costal de papas y le daba una palmada en el trasero.

            -Eres muy berrinchudo ¿sabes? No te lo voy a permitir.

            Y cargándolo entro al dormitorio y lo botó en la cama para después subirse en él y atacarlo con cosquillas; las carcajadas de Draco podían oírse por toda el área de concubinas haciendo enfurecer a Bellatrix y entristecer a Pansy y a Luna.

            Cómo pudo, Draco se libero y tiro a Harry de la cama.

            -¡No vuelvas a hacer eso! –dijo entre enojado y riendo aun- es desesperante.

            -Pues tú te lo buscas –respondio Harry levantándose- anda, ve por el tablero y juguemos un rato, apenas eres un aprendiz.

            Draco fue por el tablero y jugaron un par de horas tumbados en la cama hasta que Harry tuvo que irse; y siendo ya hora de comer, se asomó indeciso al jardín, viendo como las siervas llevaban la comida para todas a la mesa de piedra.

            -Niña, ese mantel esta chueco –dijo Minerva con una jarra en las manos.

            -Lo siento –respondio Myrtle acomodándolo.

            Pronto las dos concubinas salieron con sus niñas de la mano, entonces  se decidió y también salió a reunirse con ellas, agradecido de que Minerva también estuviera ahí.

            -Hola –saludo riendo cuando las pequeñas corrieron a abrazarlo.

            -Hola –respondieron ellas sonriendo.

            Si es que sentían algo respecto a Draco, bueno o malo lo ocultaron a la perfección, y así pasaron una tarde algo tensa que fue relajándose conforme pasaba el tiempo.

            -Míralos… -dijo Bellatrix mirando la ventana- riendo como tontos.

            -Mi señora, usted es la reina, no debe prestarles atención –respondio Millicent levantando los trastes de la comida- hasta mi hija prefiere estar con esa partida de estúpidos –añadió viendo a Kala reír mientras Millicent le daba un vaso con jugo.

            -Majestad, no valen la pena, no se mortifique más.

            -Sí, tienes razón… -respondio alejándose de la ventana y sentándose en el mullido sofá- dime Millicent ¿Qué lado ocupa mi marido en el lecho del doncel?

            -¿Cómo dice, mi señora?

            -Sí ¿de qué lado duerme mi marido en su cama, del mismo lado que del mío?

            Millicent se sintió confundida por la pregunta, por lo que se quedo callada.

            -¡Habla ya tonta, solo es una estúpida pregunta!

            -Perdón majestad, el rey duerme del lado izquierdo.

            -Ya veo… bueno querida, ya sabes que confío en ti con toda mi alma, así que esto debe quedar entre estás cuatro paredes, ya sabes que no tengo más amigas.

            Millicent se sintió importante al oír a la reina llamarla su amiga, por lo que sintiéndose contenta, asintió.

            -Por supuesto mi señora, juro por mi vida que de mi boca no saldrá nada.

            -Abre ese cajón –dijo señalando una cómoda- y saca lo que hay ahí.

            Cuando la sierva obedeció, saco una delgada pulsera de oro.

            -Aquí esta, majestad.

            -Quédatela, es tuya, es un regalo como muestra de mi amistad.

            -¿De verdad? –exclamó emocionada.

            -Por supuesto querida.

            -¡Gracias mi señora, es usted muy generosa!

            -Yo recompenso a los míos, ya lo sabes.

           

 

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            Al tercer día, Draco se levantó y pasó el día con las chicas enseñándoles a leer pues de alguna forma la atmosfera iba regresando a la normalidad, así que cuando llego la hora de la práctica con Harry, ellas y Minerva fueron a verlos, ahora si entre animada plática.

            La única que no asistió y que realmente no era sorpresa, fue Bella, quien miraba atenta por la ventana a que el pequeño grupo desapareciera, solo entonces salió de su casa con el medicamento que Pettigrew le había conseguido, entro a la casa de Draco y fue directo a la habitación.

            -¿Qué demonios…?  -pensó al ver el tablero de ajedrez en la cama- ¡ese es el tablero que le regaló  mi padre! –mascullo incrédula y enfurecida a partes iguales, y lo hubiera lanzado por la ventana de no haber sido porque tenía que dejar todo intacto.

            Fue al lado izquierdo de la cama y abrió el cajón de la cómoda para meter hasta el fondo un pequeño frasco sin etiqueta de color oscuro, después salió de la casa tal como había llegado.

            Cuando la practica llego a su fin, las chicas se retiraron a sus habitaciones mientras que Harry y Draco fueron a la casa del rubio.

            -Voy a bañarme –dijo Harry- ¿no me acompañas?

            -¿Estás demente, acaso eres un niño que no puede bañarse solo? –Respondio refunfuñando- no lo haré, desaparece…. Y apúrate que yo también quiero bañarme, estoy muy sudado.

            Riendo por su travesura, Harry entro a bañarse y cuando los dos estuvieron listos, se acostaron vestidos solamente con calzoncillos.

            -Me voy mañana –dijo Harry apagando la luz y encendiendo la lamparita de su buró.

            -Ah… -respondio dándose la vuelta, inseguro aun de cómo actuar con él en la intimidad.

            -¿No dices nada?

            -¿Y que debería decir?... ¿buen viaje?

            -¿No me extrañaras? –dijo acercándose a su oreja.

            -No…

            -¿Seguro? –dijo hundiendo su nariz en su nuca.

            -¿Acaso solo quieres sexo? –dijo molesto, sin voltear.

            -Quiero un hijo tuyo, la ventaja de eso es que solo se obtiene por medio del sexo.

            -Oye… -dijo dándose la vuelta e intentando hablar sereno para no ocasionar una pelea- no soy una fábrica de bebés.

            -Ya lo sé.

            -No, no lo sabes porque no has dejado de tratarme así… yo no nací solamente para que tengan sexo conmigo.

            Harry se quedó callado… ¿en verdad lo había tratado así todo ese tiempo?

            -Entiendo que necesites un hijo varón, pero yo no soy una maquina, soy una persona.

            -Yo pensé que te había gustado lo de antier.

            Draco torció la boca sintiendo su cara enrojecer.

            -Independientemente de eso… tu solo estás en mi cama para tener sexo conmigo y no quiero sentirme usado, siento que todos me ven solamente como un par de nalgas.

            -¡Oye, eso no es cierto!

            -¿Ah no?... estás empeñado en embarazarme, ese es tu único objetivo ¿Cómo crees que debo sentirme?

            Harry suspiro suavemente enderezándose y recargándose en la cabecera… era muy cierto lo que el rubio decía, el fin de sus padres, el de él mismo era solamente el de hacerle un hijo; el que acabara enamorándose de él en el proceso era muy aparte, pero ahora que Draco se lo decía, lo había tratado exactamente así.

            -Una fábrica de bebés… -repitió Harry pensativo- sí, creo que tienes razón, así te he tratado.

 

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