¿Recuerdas el primer día?
Yo no lo recuerdo, no se que pasó en los primeros días de clases.
No recuerdo haberte visto. Nada. Yo me la pasaba con mis compañeras de la primaría que habían elegido la misma escuela. No tenía intención de hacer sociales con otras/os chicas/os. Simplemente las seguía a ellas. Nada más.
Era tan cansador. Yo no participaba en nada de lo que hacían o decían mis amigas. Yo solo caminaba a su lado, mientras las miraba y escuchaba de lo que fuera que hablaban. Nada más. Era así, yo no me integraba.
Un día me aburrí y decidí no salir con ellas al recreo. No tenía ganas de escucharlas. No quería verlas. Nada.
En el salón muy pocas personas se habían quedado. Una de ellas eras tú. Te miré. Estabas delante de mí. En el banco de enfrente. Pero nunca note tu presencia. Hasta ese día.
Golpeé tu hombro. Te diste vuelta. Te sonreí. Luego moví mi mano queriéndote saludar.
Sólo eso. El timbre no me dejo hacer nada más.
Poco a poco nuestros compañeros regresaban y se sentaban en sus lugares. Hablaban y reían mientras esperaban al profesor. Yo los miraba, pero luego decidí mirar al frente. Ver tu espalda. Tu largo cabello de puntas abiertas, de color casi dorado. La luz que entraba, por el ventanal a tu costado, lo hacía brillar aun más.
La profesora ingresó al salón. La clase comenzó. Y miré hacia el pizarrón.
Pasaron ochenta minutos, dos horas escolares. El timbre volvió a sonar. La profesora se fue, ya luego nuestros compañeros también.
Te vi levantarte. Saliste del salón. Te sentaste en el banco al lado de la puerta.
Me levanté. Salí y me quedé parada frente a la baranda que impedía que cayera dos pisos abajo. Volteé y estabas ahí sentada. Tenías el ceño fruncido y tus labios hacían un lindo puchero. Mirabas hacía un lado, luego hacia el otro. Miraste al frente. ¿Me mirabas, o veías a los árboles tras de mi?
Me moví un poco y fui a sentarme al otro banco frente a nuestro salón. Una pared de metro y medio dividía ambos asientos. Chicos de otros cursos, de primero y hasta de quinto año, caminaban por los pasillos. Algunos profesores también. Se los veía subir o bajar por la gran escalera color naranja, situada frente a nuestra aula. Nuestras compañeras también subían por ella. Llegaron a la puerta. Y pararon frente a ti. Hablaban de algo. ¿Un cumpleaños? ¿De quien? ¿Tuyo Acaso?
Las chicas ingresaron al salón. Me levanté cuando tú lo hiciste y antes de que entraras te pregunté:
-¿Las invitaste a ellas a tu cumpleaños y a mi no? Me miraste sorprendida. Tu cara era divertida. Hablaste.
-Mi casa es pequeña y mi mamá dijo que invitara a pocas chicas.
-Aaahhh, ¿pero me vas a invitar, no?-
-No se. Tengo que preguntar.
Esa fue nuestra primera charla. Dije lo primero que se cruzó por mi cabeza y tú respondiste, cuando podías haberme ignorado. Estaba feliz. Volvió a sonar el timbre, ingresaste al salón, yo lo hice después de ti. Por lo que, no notaste mi carita feliz, ni tampoco mi estúpida sonrisa.
No volvimos a hablar esa tarde. Creo que tampoco la siguiente.
Días después solo nos mirábamos, nada más.
Yo te molestaba. Recuerdo lo mucho que me gustaba jugar con el lápiz y dibujar en tu espalda. También, cuando agarraba algunos de tus cabellos y los tiraba hacía abajo, luego tu volteabas, me mirabas, yo solo ponía una boba sonrisa, tu me perdonabas.
Pasaron días. Ahora te sentabas a mi lado. No podía molestarte. No veía tu espalda. Pero miraba tu rostro. Eso me gustaba.
Hablábamos más. Nos ayudábamos en clases. En ingles que no entendía, tú me explicabas. En geografía yo te ayudaba con los nombres de los países y sus capitales.
Era divertido ese tiempo que pasaba contigo. Tu decías que estabas gorda, es más me mostrabas tus inexistentes rollitos, yo solo reía y decía que no lo estabas.
En ese tiempo no me di cuenta.
¿Por qué te molestaba?
¿Por qué sonreía al verte?
¿Por qué fui feliz, cuando dijiste que si podía ir a tu fiesta de cumpleaños?
¿Por qué me agradabas? ¿Por qué quería que me miraras? ¿Por qué?
Hoy, nueve años después, se que de ti estoy enamorada.
¿Amor a primera vista?
¿Quién lo hubiese imaginado?
Hoy eres mi mejor amiga. Hoy también eres mi hermana.
¿Cosas del destino?
Tal vez teníamos que conocernos y ser más que amigas.
Preferiría que fueras mi novia. Pero eres mi hermanastra.
Sabes que me gustas. Pero no dices nada.